Semáforo rojo

Esperando que cambie a verde

Era como media tarde, el sol daba al frente de mi parabrisas, me quemaba, sentía sus rayos cayendo a plomo, escuchaba por la radio la voz rasposa de Sabina cantado a dúo con Chavela Vargas, una canción que antes había escuchado en Madrid.

Todo parecía normal, la tibia y mediocre normalidad, aunada a la fuerza con las buenas costumbres.

El auto dio un giro, todo se torno rojo, caía, sentía en el estomago la velocidad de la caida, cada momento el vértigo se convertía en parte de mi existencia, caía, y caía a un pozo profundo, silencioso, mas negro que la noche, la ingravidez se presento, ¿volaba?, no, caía, cada vez a mas profundidad, abruptamente se paro la sensación, una puerta de madera frente a mi, empezó a abrirse como se abren las puertas, sin rechinidos ni nada, una pequeña luz de una vela, colgada en en candil fue lo primero que pude ver, me baje del auto, o eso creo, vi tres pares de cepos con cadenas colgados a la pared, un látigo de siete lenguas elaborado de pene de rinoceronte, un potro y una reja, las carcajadas del cuarto vecino se oian, como un eco, retumbaban dentro de mi cabeza, ese calor que nos da cuando la adrenalina comienza a fluir en nuestro interior, el decorado de la habitación se transformo en una cueva, en ese preciso momento se apartaron de mi vista una pared y un cuadro, revelando una estancia mas, en la cual se veía a una troupe de mujeres desnudas y un pequeño enano con el torso descubierto y velludo, depilaba con pinzas de herrero, sacando uno por uno de esos vellos delicados del pubis de cada una de las mujeres, mientras riendo escandalosamente otro ser amorfo se masturbaba a la vista de todas, los chasquidos de un látigo me sacaron de mi turbación, a tras de mi una mujer alta vestida con botas rojas altas y un bikini de piel negra, no cuero, piel, se situó a tras de mi, sin decir mas, con una maestría absoluta tapo mi cara con una máscara de látex, la que solamente tenia un pequeño orificio por la nariz, unas manos fuertes que se apoderaron de mi, despojándome hábilmente de la ropa, cada una de mis prendas caían al suelo, dejando desnudo y al alcance de cualquiera, una sensación a la que mi cuerpo empezó a tratar de resistir, placentera y a la vez aterradora, unas manos recorrían cada una de mis partes centrándose el los centros de dolor y placer, un sonido silencioso salio de mi boca, cuando amaraban mi pene a un poste, jalando la cadena para que solo en puntas pudiera estar, en los tobillos fueron colocados los cepos, abriendo cada vez mas mis piernas, las muñecas amarradas, pensé que me estirarían , pero no, las manos fuero atadas a la espalda a lo inverso de los tobillos, solo suspendido por el tirón al pene, no se cuanto tiempo paso, o cuanta vida se presento en esos momentos, los gritos aterradores no me dejaban concentrarme, quería un poco de silencio, cuando descubrí que todo estaba en silencio, el tiempo paso, sudaba y el cansancio de esa posición me llevaba a experimentar dolores inauditos en mis piernas, solo oía la respiración de la mujer que estaba a mi lado, viéndome, observando, sintiendo el mismo placer a la inversa del mio, escuchaba su ritmo acelerado de respirar, los tacones de sus botas en silencio absoluto, mi respiración se hacia cada vez mas y mas difícil, jadeaba, estaba sudando, el sudor se resbalaba dentro de la mascara de látex, llenaba mis ojos ese liquido que ardía como agua hirviendo, mi cuerpo desnudo empezó a erizarse, cada uno de mis vellos como si tuvieran una descarga eléctrica, que cansancio, sentia cada uno de los poros, y cada una de las mas mínimas partes de mi cuerpo, la sangre golopaba en mis sienes, estaba vivo, mas vivo que nunca.

El ruido de un claxon ensordecedor me indico que el semáforo había cambiado, estaba en verde, la voz de Joaqui, seguía en la radio.