Selene
Las estrellas se mueven y la noche camina, no sé cuánto tiempo llevamos así, juntas, abrazadas, sin nada que decirnos, extrañamente me sentía muy en paz, tranquila, segura, de repente voltea a verme me sonríe y me cierra sus bellísimos ojos, la contemplo embelesada, sin más, me besa, un beso casto, dulce, lleno de amor y ternura, sin malicia, tardo en reaccionar, pese a que me ha gustado mucho la sensación de sus labios en los míos, pueden más mis prejuicios, la suelto bruscamente, me levanto y echo a correr...
Selene.
La veo aproximarse hacia mí, tan hermosa y etérea como siempre.
Su suave y pálida piel parece cincelada en mármol. Ella me observa, me sonríe, me hipnotiza con aquel par de deslumbrantes ojos grandes y azules, de un azul tan intensos como el del océano, me deleito con la increíble visión de su presencia, la contemplo en silencio, mientras descuento la distancia que nos separa, pensamientos atropellados acuden a mi cerebro, y de nueva cuenta, no puedo no quiero sustraerme de su encanto.
* Levántate floja - me dice Miguel al mismo tiempo que se levanta, y me arroja una almohada al rostro, sonriendo cansadamente trato de despabilarme, no logro enfocarlo bien, mientras me estiro perezosa en la cama, por fin lo distingo, frente a mí, el hombre de mi vida, quien me hace suspirar, quien me llena y complementa, quien me arranca los suspiros y me hace volar, Miguel , al menos así solía ser.
Me levanto de la cama y, aún medio dormida me dirijo a la cocina, a prepararle algo de desayunar, mientras él se baña y se arregla, su trabajo lo reclama desde muy temprano, su trabajo me lo quita muy a menudo, se lo lleva de convención y cursos por todo el país, es como una hembra celosa y posesiva, contra la cual nada puedo hacer.
Come con rapidez, se levanta dejándome los platos sucios en la mesa, me da un rápido beso en la frente y sale de casa, dejándome sentada frente a la mesita del comedor, y con sus trastes que fregar, tomo un tazón, me sirvo cereal con leche y como tantas mañanas desayuno completamente sola, en un silencio abrumador, sin notarlo y sin poderlo evitar, una lagrima recorre mi rostro.
Así transcurre una semana con la misma rutina, me preocupo, quizá me este descuidando, ¿me estaré poniendo gorda y fea?, tal vez ya no soy deseable, he dejado de atraerle como mujer, pienso una y otra vez, cuando el sale a trabajar por la mañana, sin despedirse efusivamente de mi, sin ninguna muestra de cariño, mas tarde, al salir del baño me observo largamente en el espejo, mis 25 años me han tratado bien, soy una mujer menuda, pero con curvas pronunciadas, de piel muy morena y de nombre Celeste, mis ojos negros hacen juego con mi cabellera, lacia y a los hombros; No, no puedo ser yo, pienso, me mantengo en forma, mi nariz un poco ancha no luce mal con lo carnoso que son mis labios, besables, mordibles, lástima que no haya quien lo haga.
Tengo un par de tetas muy antojables, paraditas, tersas y duritas, mis aureolas son aún más oscuras que mi piel, pero mis pezones, son amplios, comestibles; mis caderas son anchas, tengo un trasero hermoso, grande como la mayoría de las mujeres de la costa, mis piernas son torneadas, sin estrías, suaves y acariciables, no tengo mucho vello, a excepción de mi pubis No, definitivamente, mi cuerpo no es el causante de tan pocas caricias y atenciones.
Es la tercera vez que ceno sola esta semana, por la noche sin más afán de nada, me quito la ropa, dejándome una blusa floja y un short de algodón para dormir, es otra noche tórrida, como casi todas las que vivimos en los meses de Primavera, y Verano, me quedo profundamente dormida, no sé a qué hora regresa a casa, ni a qué hora se volvió a ir, al otro lado de mi pedacito de cama, una nota solamente, avisándome que tiene que salir de viaje, un curso o una conferencia, invariablemente el resultado es el mismo.
Al día siguiente, después de los cotidianos quehaceres, me dirijo un rato a la playa, nuestra pequeña casita de interés social, se halla a las afueras del pueblo, un lugar al menos seguro, silencioso y privado. Caminando de mi casa unos 10 minutos puedo contemplar al gran azul, me tranquiliza aspirar la briza, me arrulla el vaivén de las olas, a lo lejos un grupo de pescadores se afana en obtener la mayor cantidad de peces, las horas vuelan, el sol se tiñe de rojo, y mis pensamientos van de las olas y la sal, a una parvada de pelícanos que rayan el horizonte si al menos pudiera volar.
De vuelta a la casa, no me apetece esta vez cenar sola, me cambio de ropa, realizo mi ritual nocturno y me dispongo a dormir, una noche más sin él, pero no puedo, son muchas las cosas que ocupan mi cabeza, por otro lado el asfixiante calor que reina en la habitación me hace sudar, me sofoca. Salgo con mi short y mi blusa de la casa, quizá me haga bien caminar un poco.
No sé cómo, ni cuánto tiempo ha trascurrido, (solo se), que estoy en una pequeña bahía, contemplando sin mirar las olas del mar, la fresca brisa, al menos se ha llevado el calor del ambiente, no así de mi cuerpo, la luna llena me saluda brillante, no hay nadie más por ahí, sólo me hacen compañía algunos cangrejos que me miran curiosos.
No sé qué me lleva a darme un baño, quizá mi subconsciente piense que el agua del mar podrá aliviar mis ardores, me despojo de las prendas que cubren mi intimidad, y así desnuda camino hacia el oleaje, fascinada, muy despacio, sintiendo primero el agua recorrer mis pies, luego trepar por mis tobillos a mis muslos, con cada acometida del oleaje, sigo avanzando. El agua fría toca mi sexo, avanza por mi vientre y en ese momento decido detenerme.
El oleaje me mueve, me pierdo con el murmullo que hace al chocar con la arena, observo el cielo estrellado, pero las traviesas olas en vez de apagar mis deseos, han avivado la llama con sus vaivenes, sin pensarlo llevo una mano hacia mi pubis, acaricio la mata de vellos que protegen mi sexo, y sin más comienzo a penetrarme lentamente con un dedo.
Mi anhelante vagina responde con rapidez, han sido muchos los días de ayuno, a un dedo se le une otro, ambos se deslizan con facilidad, quedos gemidos brotan de mi boca, con la otra mano comienzo a acariciar mis senos, a pellizcar y jalar mis pezones, mis turgentes chupones se levantan, se endurecen, mientras mi coño tiene en su interior tres dedos visitantes, me olvido de todo y me concentro en proporcionarme placer.
Dejo en paz por un rato mi sexo, con ambas manos aprieto mis senos, cada vez más fuerte, para luego jugar con mis chupones, apretando ambos los jalo, como queriendo ordeñarme, mis manos se deslizan por mi vientre hasta llegar a mi cueva, una mano abre gentilmente mis labios, invitando a la otra a entrar a ese cálido interior, dos dedos no rechazan la oferta, empiezo a dedearme lentamente primero, rápido después, mi otra mano aferra una de mis nalgas, clavándome las uñas. Los minutos vuelan, solo la pálida luna en el firmamento es testigo de mi lascivia autocomplaciente.
Presa de una intensa agitación y lujuria, mi cuerpo se convulsiona, se relaja, explota, mis jugos fluyen de mi raja liberando así un orgasmo por mucho tiempo contenido, a lo lejos la luna parece rozar el mar, sólo veo su estela que se funde con mis fluidos, no sé cuánto tiempo llevo masturbándome, ni la hora que es, pero la luna me indica que es tiempo de volver, pronto amanecerá. Salgo del mar, tranquila, contenta, me pongo mis prendas y regreso a casa con una enorme sonrisa en el rostro.
Miguel regreso después de dos días, vuelve trayéndome una caja de chocolates, derretidos, por cierto y un par de besos, nada más, en cuanto entra a nuestra casa, se quita la ropa, no me hago ilusiones, me sonríe, me desea buenas noches y se dispone a dormir, sin hacer ruido me desvisto también y ocupo mi lugarcito en la cama, nada más pasará esa noche.
Martes por la mañana, mientras él come el desayuno que le prepare, estoy a la espera de oír noticias de su boca, casi deseando que se marche para poder regresar al mar en la noche, anhelando sentir mis dedos hendirse en mi raja, añorando la sensación de mi cuerpo estremeciéndose cuando alcanzo el clímax, pero nada, se levanta, me besa en la frente, cierra la puerta, se marcha, y yo tomo mi tazón preferido y le vierto leche a mi cereal.
Llegado el Viernes, Miguel me anuncia que saldrá de viaje, se irá tres días, que se cuide lacónicamente le respondo, y regreso a la recamara dejándole su desayuno en la mesa, por la noche abandono contenta mi casa, ingreso al oscuro mar, tenuemente iluminado por la luna llena, que no se deja ver por completo debido a un cielo encapotado.
Yo me dispongo a disfrutar de mi ritual secreto de amor, de nueva cuenta mis dedos ansiosos penetran mi hendidura, perdiéndose en sus profundidades...
Mis amantes dedos, revuelven el café de mi taza, como es costumbre, es el día que Miguel partirá, concordando con una nueva luna llena, han pasado 6, desde que me hice adicta a la masturbación "marina", o tan solo pretendo engañarme, cubrir el hecho de que el no me ama, que ya no me desea y que mi cuerpo arde febril sin respuesta masculina.
Por la noche, mi ánimo ha mejorado, me siento renovada, ansiosa, como una colegiala.
Me maquillo un poco. Me pongo un vestido ceñido, arriba de las rodillas, el cual resalta mi linda figura, me agrada la imagen que me devuelve el espejo, y por debajo del vestido nada de ropa interior, es más cómodo y fresco, prestándose más a mis propósitos, luego abandono mi casa, al despuntar los primeros rayos de un sol naranja en el atardecer.
Esa noche es un poco diferente a las demás, no sé explicar el por qué, solo lo siento, quizá la briza, que por ser invierno es más fresca, hace la diferencia, quizá el viento que hoy mece mas fuerte a las palmeras, o el fulgor mortecino de la luna en el cielo, no lo sé.
Despejo mi mente y trato de enfocarme en lo que vendrá, como siempre, ni una sola alma, en los alrededores, me aproximo a mi refugio, a mi templo del placer, caminando lentamente, no tengo prisa, cerca de la playa de mi caleta escondida, comienzo a bajarme el vestido, me detengo a la orilla del mar, diviso una figura, me acerco para contemplarla mejor.
A pocos pasos de distancia, etérea y hermosa descubro a una mujer hincada, de piel muy, muy blanca, una larga cabellera rubio platinado, aún no la veo bien, mantiene su rostro agachado. Observo que la chica en cuestión esta desnuda, se prende un foco en mi cabeza, ¡dios!, quizá la acaban de asaltar y violar, sin pensarlo más me hinco también.
No pretendo ser brusca ni torpe, le toco el hombro,
-¿Amiga, estas bien, te sucede algo?-,
Ella no me responde, agacho mi rostro a escasa distancia de su cabeza,
-¿Qué haces aquí, cómo te llamas, necesitas ayuda?-,
Y de nuevo nada, solo silencio, considero que la pobre chica podría estar en shock, tomándola de los hombros, la sacudo,
- ¡Hey amiga!, respóndeme, quieres que pida ayuda, ¿Qué te sucede?-
Tratando de hacerla reaccionar, lentamente levanta su cara, contemplo el rostro más bello que haya visto en mi vida, sus facciones son finas y delicadas, como muñequita china de porcelana,, una nariz recta, pequeña, cincelada, unos pálidos labios, muy delgados, y unos enormes y expresivos ojos del azul más intenso me deslumbran, me mira, pero no dice nada, a su lado compruebo que no presenta señales de violencia,
-¿Te atacaron amiga, alguien te ha robado, o ?-
No hay rasguños, moretones ni heridas, tal vez este equivocada, me relajo,
-Uuff, otra gringa borracha y desenfrenada-,
Y libero una carcajada nerviosa.
-Well Do you need help?, What is your name?-
De nuevo nada, podría tratarse de una turista Europea,
-Do you Speak English?..¿No?, Español, Francois, respóndeme Girl -
La ayudo a levantarse,
-No te preocupes, estarás bien, puedo llevarte hasta el hospital más cercano, antes te prestare algo de ropa claro-,
Le hablo para tranquilizarla, continua vigilándome con esa expresión desconcertada y de miedo, finalmente de pie me sonríe, se me acerca, me abrasa, siento su cuerpo desnudo, pese a la briza marina esta cálido, una fragancia que no puedo describir se desprende de su ser, le sonrió, y la abrazo también,
-Dont worry, todo estará bien-.
La siento más tranquila, nos separamos, la tomo de la mano, no llevo más que mi frugal vestido, no tengo más que ofrecerle, no sé si ella me entienda nada, o quizá sea muda, pero no intercambiamos palabra alguna, hago que se recueste en la arena, a mi lado,
-Ves hacia ese lado, do you see that?, ahí vivo yo, allá esta my house-,
Ella me mira atenta, sin hacer ni un gesto de afirmación o negación, pero no puedo separar mi vista de sus hermosos ojos.
- -Celeste, my name is Celeste,- le digo mientras me señalo, -C E L E S T E-
- No responde, solo se acerca más a mí, con esa enigmática y turbadora sonrisa, vuelve a abrazarme, esta vez más efusivamente, pienso que debe estar perdida, y diablos, qué más da, estamos solas, la abrazo también, permanecimos así por largos minutos en pleno silencio, mirando el mar, viendo navegar a la luna, en su carrera hacia el horizonte.
- -Ven vamos a mi casa, ahí podrás abrigarte, quedarte esta noche si quieres, ¿Tu donde vives?-,
- Acompaño mi pregunta con gestos.
Me mira pensativa, abre la boca pero no sale ningún sonido de ella, me señala hacia la luna, que en su recorrido casi al final, se encuentra posada besando al mar, formando un camino de luz hasta la playa.
-No entiendo, ¿Al otro lado del mar, eres extranjera, de otro continente?-,
La extraña desconcertada me toma de la mano y me lleva al mar, se agacha, mete la mano en el agua y saca el coral multi color más hermoso que haya visto, como si fuera una gema preciosa brilla a la luz de la luna llena,
-Wow, es muy bonito linda, ¿Dónde lo encontraste?-,
Con un movimiento elegante de su mano, la sumerge de nuevo y ante mi incrédula vista el coral se convierte en peces brillantes, pequeñitos de mil colores, que nadan alrededor de su mano, la saca de nuevo y esta vez los pece se transforman en esfera de luz que se elevan hacia el cielo.
- ¿Pero..Qué demonios sucede?, no, no es posible, ¿Quién o que eres?-
- Le grito asustada, ante el cambio en mi rostro y el tono de voz empleado, ella se asusta, me empuja fuerte, caigo en la arena, tardo en reaccionar y cuando lo hago, ella, mi desconocida misteriosa, ha desaparecido; Atónita observo el mar y el disco naranja del sol empieza a asomarse para coronar el Cielo
Volví la noche siguiente, así como muchas otras más, pero no la encontré, había algo en ella que me fascinaba, tenia mil preguntas que hacerle, esto era increíble, surreal mágico, pero no la vi más y así pasaron días, semanas
Cumplido un mes del enigmático suceso, mi marido tuvo la gentileza de avisarme por teléfono, que no quería saber nada más de mí, que quería el divorcio,
-Seguramente tienes una amante, pero no esperes que firme el divorcio, no te será tan fácil deshacerte de mí-,
Furiosa le grite, para después colgar el teléfono, me encontraba desecha y muy, muy encabronada, enjuagándome las lagrimas me metí a bañar, no quería estar en casa, no quería saber nada de él, me arregle y me enfile hacia la playa, el masturbarme me tranquilizara, por lo menos me ayudara a olvidarlo.
De nueva cuenta la encontré ahí, desnuda, de pie, observando, como si esperara mi regreso, su hermosa carita se notaba nerviosa, estaba asustada, ella me temía, -Hola amiga, que gusto verte de nuevo-, le dije afable y sonriente, mientras me acercaba a ella, hizo un ademan de querer huir,
-Tranquila amiga, no pasa nada, no voy a lastimarte, solo quiero acercarme a ti, todo estar bien, dont worry friend-.
Su rostro se torno, de huraño a dulce en segundos, me sonrió, yo estaba hipnotizada, ante aquella aparición divina o lo que fuera que fuese, ,
-Celeste ¿recuerdas?, soy yo, tu amiga, C E L E S T E-,
Terminada la frase la tome de las manos, luego instintivamente nos abrazamos.
Las estrellas se mueven y la noche camina, no sé cuánto tiempo llevamos así, juntas, abrazadas, sin nada que decirnos, extrañamente me sentía muy en paz, en calma, tranquila, muy bien, de repente, ya acercándose el amanecer, voltea a verme, me sonríe y me cierra sus bellísimos ojos, la contemplo embelesada, sin más, me besa, un beso casto, dulce, lleno de amor y ternura, sin malicia, tardo en reaccionar, pese a que me ha gustado mucho la sensación de sus labios en los míos, pueden más mis prejuicios, la suelto bruscamente, me levanto,
-¿Qué te sucede amiga?, ¡yo no soy lesbiana!, me largo-,
Le suelto furiosa y me hecho a correr con rumbo a casa, solo volteo una vez,, ella sigue de pie, mirándome, sin alejarse de la playa, no me sigue, debió entender el mensaje, limpio unas lagrimas de coraje y de amargura, y entro a mi casa, por hoy mi velada romántica masturbatoria se ha ido al traste.
Despierto hecha un desastre, con unas horribles ojeras, frustrada, muy enojada, molesta, pero no con la extraña tipa aquella, sino conmigo misma, ¿Qué había hecho?, no me comporté como una mujer madura, hasta antes del beso, me la estaba pasando de lo mejor, me sentía en calma y feliz, ¿Por qué reaccioné así?, pude haberme separado dulcemente y explicarle que aquello no me apetecía, sin más, me comporté como una niña, furiosa aventé mi tazón de cereal a la puerta.
No sé por qué regrese a la playa esa noche de luna llena, me sentía terrible, quería disculparme con aquella chica que nada malo me había hecho, siendo honesta, no había dejado de pensar en ella en todo ese tiempo, la tenia grabada en mi mente, marcada en mi alma, era una noche muy calurosa, llevaba puestas mis sandalias, mi cabello amarrado en una cola de caballo, una blusa blanca ligera, amarrada arriba del ombligo, y un shorcito pescador, como esperaba. Ahí estaba ella, desnuda, sentada, de frente a mí, como si también ella esperara mi regreso, supongo o al menos quería creer, que ella me necesitaba tanto como yo a ella, al verme acercar se levantó, me sonrió dulcemente, me miraba con infinita ternura y amor, dió unos pasos hacia mí.
Me quité las sandalias para sentir la arena en mis pies, camine hacia su encuentro, me tomo de las manos y me perdí en su mirada, dulce, romántica, autentica, la solté suavemente y puse mis manos en sus mejillas, esta vez, fui yo quien la besó en la boca, un beso tierno, que se prolongó por varios minutos, del cual nos separamos lentamente.
Ella me miraba radiante, feliz, todavía hoy me pregunto por qué lo hice, no sé, posiblemente quería lavar mis culpas, pedir perdón por mi comportamiento anterior.
Lo que sucedió después si lo sé, yo lo quise así, el clima era muy agradable, caluroso casi sin viento, las olas canturreaban en la playa, frente a ella, comencé a desnudarme también, muy lentamente, sin apartar mis ojos de su mirada, con la brillante luna iluminándonos, como única testigo de esa llama que amenazaba quemarnos.
No sentía repulsión, no sentía vergüenza, su sola presencia me calmaba e infundía un vigor nuevo en mi, despertaba sensaciones ocultas, mantenía mis sentimientos a flor de piel, la contemplé a la luz de la luna llena, parecía una escultura de mármol viviente, perfecta, celestial, una criatura mágica misteriosa; sostenía su hermoso rostro un cuello de cisne, largo y delgado, tenía una espalda equilibrada, unos senos pequeños muy antojables, sus pezones eran de un rosa muy pálido, paraditos, se adivinaban duros, un vientre plano, y más abajo, de su feminidad asomaba un pequeño mechón platinado que le cubría su sexo, ella me miraba también, sonreía, me tomó de las manos y me atrajo hacia ella.
Nuestra bocas se encontraron a medio camino, lentamente abrí mis labios, permitiendo que su tersa lengua se deslizara por ellos, recorriendo mis dientes, lamiéndome, hasta que estas luchaban encarnizadamente, abrazándose, sofocándonos, un bellísimo cuadro de un beso pasional, mis manos jugaban con su cabellera, alborotándola, mientras sus finos dedos recorrían mi espalda, sentía sus puntas abrirse paso, haciendo surcos de placer en mi piel, hasta posarse en mis nalgas, apretándolas, cada vez más fuerte, arrancándome gemidos involuntarios.
Me sorprendí a mí misma besando sus delicados pezones, apretando sus senos con lascivia, estaba tan necesitada de amor, de caricias, que no me importaba obtener placer de otra chica, no me importaba entregarme a aquella desconocida que tanto bien me hacía, quería con toda el alma pertenecerle, sin saber quién o qué era ella, tome sus pezones gentilmente con mis dientes, mordiéndolos con cariño, luego succioné sus senos, repetía lo de mis dientes con mayor firmeza hasta casi hacerle daño, ella abrió su boca y se convulsionó, pero ningún sonido brotó de su garganta, seguía acariciándome, amamantándome, permitiéndome gozarla.
Me tumbé en la fina arena, ella se agachó hacia mi entrepierna, sin pensarlo dos veces, abrí mis piernas sin dejar de sonreírle, alzó su vista, destellándome con sus increíbles ojos celestes, como agradeciéndome, era la mirada más dulce y apasionada a la vez que jamás había visto, luego lentamente posó su boca en mi pubis, frotando sus mejillas en mi colchón de vellos, para finalmente ayudarse con ambas manos, y separar mis labios vaginales, yo gemía quedo, con mis mejillas muy rojas de la excitación, era algo sublime.
Dejó de torturarme y comenzó a lamer mi sexo turbadoramente despacio, prodigándome un placer suave, dulce, extraño y sin igual, su hábil lengua recorría mi sexo, metiéndose por ratos en mi vagina, atesorando mi botoncito entre sus dientes, caricias hábiles que me tenían chorreando, muy cachonda,
Le agradecí a mi experimentada amante su dedicación con mi primer orgasmo, ella golosa, seguía lamiéndome, tomándose mis jugos, mientras yo ya gritaba desesperada y me retorcía presa del placer.
Ella no se contentó con sólo beber de mi ambas queríamos más, nuestros anhelos largamente soñados se hacían realidad, yo la sujetaba de su cabeza y la atraía hacia mi sexo, ella no dejaba de lamerme, lentamente sentí como abría aún más mis piernas con sus rodillas, sentí su cálida respiración en mi entrepierna, sin previo aviso dos dedos comenzaron a deslizarse hacia el interior de mi vagina, mi muda y misteriosa amante, empezaba a dedearme con pasión, a esos dos dedos uno más se les unió, ella penetraba mi raja, era delicioso sentir como hundía sus dedos en mi cueva, como me rasgaba por dentro, yo solo podía gemir más fuerte, retorcerme de placer, ella aumentó su frenético ritmo, lo cual me convirtió en la hembra mas lujuriosa, comencé a lubricarme de nuevo.
Se detuvo, pausadamente saco sus dedos de mi interior, los llevo a su nariz, los olio y probo frente de mí, luego volvió a recostarme, con ambas y decididas manos separo mis muslos para comerme de nuevo, parecía que mis jugos eran su obsesión, su alimento, su néctar, apretó brutalmente su bello y pálido rostro contra mi sexo, movió su lengua con rapidez, y con la misma se ayudaba para abrir mis labios, para saborearme a su entero placer, restregaba su rostro de lado a lado, subiendo y bajando, no pude contenerme más, de hecho no lo anhelaba, deseaba explotar, gratificar su trabajo con mis jugos.
Entre violentas convulsiones terminé en su boca, ella no despreciaba mis jugos, mi penetrante néctar, lo bebía como un sediento en el desierto, mientras aflojaba la presión en mis piernas, y yo, un poco más tranquila, entre gemidos acariciaba su cabellera, siguió lamiéndome a pesar de que ya no manaba ningún liquido de mi cueva por unos minutos más, luego se separó, nos recostamos, nuestra muda relación se consolidaba, la abrace mientras en silencio observábamos las estrellas en el firmamento.
No sé en qué momento me quedé dormida, recobre la conciencia al amanecer con el barullo de las gaviotas y la crecida de las olas, estaba tendida en la arena, desnuda y sumamente feliz, sin prisa alguna me vestí, sin importarme que alguien pudiera verme, regrese a casa, sin poder olvidar a mi amada.
Me hice de comer sin dejar de tararear cursis canciones románticas, puse mayor énfasis en mi arreglo después de la ducha, me perfume y salí radiante hacia la playa, en busca de mi amor, la luna menguante parecía sonreírme mientras me acompañaba hacia el mar, pero esta vez fue en vano, ella no estaba ahí, a pesar de que la espere por horas, ella nunca llegó.
Las siguientes semanas estuve de un humor terrible, el cual se agravó con la llegada de mi marido, que me llevaba los papeles del divorcio, mientras yo pensaba que quizá mi amada estuviera en nuestra playa, esperando por mí, y con él en casa, no podía salir a su encuentro.
La siguiente luna nueva, el regresó de nueva cuenta para que le concediera el divorcio, tuvimos una discusión muy fuerte, .
-No quiero más pleitos Celeste, sólo firma y podrás largarte a donde te dé la gana, como soy yo quien trabaja, me quedaré con la casa-,
Me dijo seriamente el muy cínico
-¿Qué estás diciendo cabrón?, hijo de puta, no conforme con engañarme y dejarme, piensas echarme, ¡sabes bien que no tengo a donde ir!..-
Le grito fuera de mí,
-Cálmate, no me hagas emplear la violencia, no soportaré tus insultos-
Me amenaza, le aventé varios platos de la cocina que él esquiva lanzándose hacia mi decidido a golpearme, logro eludirlo, llorando de rabia salí de la casa, él solo salió al portón a gritarme más improperios pero no hizo el menor intento de ir tras de mí, sin otro rumbo en mente me fui directo a la playa, ojalá que la marea pudiera llevarse mi dolor.
Pero hoy
De nuevo aquella luz plateada se vuelve cómplice de nuestro amor, de nueva cuenta nos sirve como fondo para un tórrido idilio, volvemos a mirarnos, tomadas de la mano, no necesitamos palabras, no necesitamos lenguajes ni letras, lo único que necesito, lo único que quiero está entre sus brazos, las palabras salen sobrando, nos fundimos en un beso, ella me desnuda lentamente, y nuestros gemidos se mezclan con el fuerte oleaje de la marea alta, mientras acariciándonos, vamos cayendo en nuestro lecho de arena, sonriéndole abro mis piernas lentamente y me dejo llevar de nuevo por el deseo.
Despierto al sentir unos cangrejitos mordisquearme los dedos, la luz del sol brilla claramente, en un cielo azul despejado, ¡dios!, debe ser tarde, pienso, me arreglo rápidamente y corro hacia la casa, ahí me encuentro a Miguel, ojeroso, con un ceño sombrío, esperando mi regreso, ya arreglado para irse al trabajo, y con los papeles en la mesa, no le digo nada, sólo entro a la cocina, en silencio me pongo a cocinar, él se para como un autómata complacido ante mi sumisión, se sienta en su lugar habitual, esperando que le sirva, al cabo de unos minutos, salgo con un caliente y apetitoso desayuno, Huevos a la mexicana con jamón, leche y jugo de naranja en una bandeja, que me llevo a nuestra habitación, la cual cierro con seguro tras de mí, a él solo le he dejado en la mesa, un platón vacio y la caja de cereales, ante esta mi pequeña venganza, sale de la casa furioso azotando la puerta.
Pasado el mediodía tomo un largo baño caliente, me depilo piernas y axilas, así como mi pubis por completo, será una sorpresa que le dé a mi amante, pinto mis uñas, arreglo mi cabello y elijo el vestido más bonito y caro que tengo.
Apenas empieza a caer el atardecer aún hay bastante luz en el cielo, pero me voy de la casa, para evitar que él regrese y discutamos de nuevo, pacientemente veo la puesta de un bellísimo sol rojo que se hunde en el mar.
Espero impaciente que la luna llena se pose en el cielo, me distraigo unos minutos contemplándola, cuando vuelvo mi mirada, ella está ahí, mojada por las aguas del mar, desnuda y bellísima como una diosa, como siempre, no espero más, me lanzo a sus brazos y comienzo a comérmela a besos.
El tiempo se licua en un torbellino de pasión, la entrega mutua ha sido total, siento que me ama, yo le pertenezco, nada más importa, cierro los ojos y vuelvo a sentir la gloria de su boca mamando mis fluidos.
Después de la mejor sesión de sexo de mi vida, me acurruco a su lado, y me abraza lentamente, no deja de mirarme, una expresión dulce, tierna, como si supiera que tengo problemas, como si quisiera sanar mis heridas, me da románticos besos en la frente y en los parpados, obligándome a cerrar los ojos, mientras su mano acaricia largo tiempo mi cabellera, finjo dormir, esta vez no permitiré que me abandone, no quiero separarme de ella, no quiero volver a casa, así pasan las horas en su reconfortante arrullo, me deja suavemente, no muevo ni un pelo, se levanta y se dirige al mar, se mete lentamente y comienza a nadar siguiendo la estela que la luna deja, la veo alejarse y de repente desaparece.
Me levanto a toda velocidad, mi cabeza da miles de vueltas, siento que me desvanezco, ¿Qué ha sucedido?, ¿Qué está pasando?, sin haberlo digerido completamente en mi cabeza, tomo una decisión, camino con paso seguro y firme hacia el océano, siento mi carne enchinarse ante el rigor de sus frías aguas, desnuda y sin mirar atrás comienzo a nadar en pos de mi amada.
Llevo varios minutos luchando con el fiero oleaje, me he alejado bastante de la costa.
Sigo nadando mi amor y empeño son más fuertes que cualquier ola, nada más me importa que alcanzarla, que abrazarla de nuevo, que vivir llena de amor a su lado, sigo el camino de plata, sin voltear ni un segundo mi mirada de aquella blanca luz que me indica dónde debo ir, sigo nadando
EPILOGO.
Celeste continuo luchando con el mar, siguió nadando sin percatarse de la enorme aleta dorsal de color grisáceo, que ha emergido a pocos metros de distancia
La estela que la luna deja en el mar, es un camino plateado que nos enlaza con ella, puede ser de ida o de vuelta, siempre que la luna esté besando el océano.