Seis Días (2)

[Primera vez] Querido diario...

Querido diario…

Jueves.

¡Estoy desatada! No ha sido más que empezar a probar el sexo y ya estoy casi enganchada. Ahora ya entiendo lo que me decían mis amigas. No entiendo cómo he sido tan tonta. No entiendo cómo he podido pasar tanto tiempo sin esto. Hoy se la voy a chupar, pero bien. No como ayer, en el cine, de mala manera.

Esta mañana, cuando he llegado a clase, me he acercado a Sebas y se lo he dicho. Le he dicho que se la quería chupar hasta el fondo, que quería acabar lo que empezamos ayer. Que quería hacerlo bien. Me ha dicho que me esperara a mañana por la noche, que tendríamos todo el tiempo del mundo para hacer lo que quisiéramos. Pero le he dicho que no. Que no aguantaba más. Que tenía que ser hoy.  Le he dicho que tenía que ser ya. En ese momento. Que nos fuéramos. Que lo único que deseaba era metérmela toda en la boca. Me ha mirado con incredulidad y me ha preguntado que qué me pasaba. Que cómo era posible que en dos días hubiera pasado de no querer tener relaciones sexuales, a pedirle que me dejara chupársela allí mismo. Le he contestado que la experiencia de ayer había sido increíble, y que quería más, que necesitaba más. Le he visto dudar. Creo que ha estado a punto de salir corriendo conmigo a cualquier sitio escondido. Pero me ha dicho que si podía aguantar hasta esta tarde. Que sus padres no estarían en casa. Que allí estaríamos más cómodos, más tranquilos. Que estas cosas debían hacerse bien. Le he contestado que vale, que lo intentaría, pero que no prometía nada, que estaba a mil. Me ha pedido que me callara. Que dejara de decirle cosas de esas, que el que se iba a poner malo era él. Que no sabía qué fuera tan golfa, y que le encantaba. Yo tampoco lo sabía.

¡Joder! ¿Pero qué me pasa? Estoy cachonda perdida. Todo este tiempo sin sexo ha hecho que ahora vaya acelerada. Pero ahora que lo he descubierto no pienso parar. El resto de la mañana ha pasado despacio. Pero aunque yo he sufrido porque tenía que esperar para conseguir lo que quiero, también es verdad que he hecho sufrir, a Sebas. Le he dicho que nos sentáramos al final de la clase en una fila de asientos vacía. Y hoy las caricias por bajo de la mesa han sido menos inocentes. De vez en cuando pasaba mi mano por encima de su pantalón, para que supiera lo qué es estar deseando algo y no poder tenerlo. Él me miraba, pero no decía nada. Creo que él está mucho más sorprendido que yo por todo esto. A última hora, cuando las cosas ya estaban un poco más desmadradas, un profesor nos ha llamado la atención al ver que estábamos distraídos. Nos ha preguntado que qué estaba pasando y ante nuestra respuesta de que todo estaba en orden, nos ha pedido que abandonáramos la última fila y nos trasladáramos a uno de los espacios vacíos del frente de la clase. En ese momento casi me ha dado algo, porque Sebas estaba empalmadísimo por culpa de mis caricias. ¡Sólo falta que todo el mundo se de cuenta de que me he vuelto una golfa! Sebas me ha mirado con cara de odio, pero ha conseguido disimular bastante bien la erección tapándose con la mochila mientras avanzábamos por el pasillo, bajo la atenta mirada del resto de compañeros fija en nosotros. Por suerte me parece que nadie se ha dado cuenta de nada. ¡Que vergüenza! Además, en la parte delantera no había ningún sitio libre para dos, así que nos ha tocado separarnos. La verdad es que ya no quedaba mucho rato de clase, pero se me ha hecho eterno. Aunque he de reconocer que me he enterado bastante de lo que estaba explicando el profesor. Como siga así no voy a aprobar ni una. ¡Tengo que centrarme!

Después de la clase nos hemos despedido con un besazo y hemos quedado para dentro de un rato. Además, me ha dicho que no solo va a disfrutar él. Que también yo tengo derecho, que me va a comer el coñito. ¡Y no se que ponerme! Estoy dudando entre la minifalda cortita o las mayas…. No sé…Creo que me voy a poner la faldita blanca con el top rosita ajustado… Y voy a darle una sorpresa… No me voy a poner ropa interior. Seguro que le gusta. Pero como mi madre se de cuenta seguro que no me deja salir de casa… Me voy a la ducha y luego con Sebas… Esta noche te pongo al día.

¡Que gozada! Ha sido increíble. Joder, no hago más que sorprenderme de lo golfa que soy. No tenía ni idea que me fuera a gustar tanto comer polla. Pero lo que más me ha gustado es que me lo coman a mí. ¡Por el amor de dios! Si aún me tiemblan las piernas. Que sensación, que maravilla. Mi primer orgasmo, ha sido sensacional.

Bueno, a ver… Me he duchado tranquilamente, me he vestido y me he ido hacia la parada del autobús. Esperando en la parada me ha llamado Sebas, que sus padres ya habían salido y que teníamos la casa para nosotros. Le he contestado que ya estaba de camino, que me esperara, que llegaba enseguida. ¡Joder, cómo tardaba el maldito autobús! Cuando por fin ha llegado he subido corriendo, me he sentado en un asiento libre y he empezado a fantasear con lo que iba a pasar. Me imaginaba metiéndome toda esa enrome tranca en mi boca, lamiéndola como si no hubiera mañana, conforme el autobús se acercaba a mi destino yo me he ido mojando cada vez más. ¡Madre mía! Nunca me había pasado nada semejante. Mis fantasías nunca han sido nada más que escenas románticas con príncipes azules. Jamás me hubiera imaginado que estaría sentada en un autobús, totalmente excitada, dirigiéndome a casa de un chico con la intención de comerle la polla.

Cuando he bajado del autobús me he dirigido a casa de Sebas, prácticamente corriendo. Le he tocado el telefonillo del portal y me ha abierto inmediatamente, debía de estar esperándome. En el ascensor he aprovechado para recolocarme bien las tetas en la camiseta y subir un poco la falda. Ya ni me acordaba que no llevaba nada debajo, que vergüenza. Cuando he salido del ascensor Sebas había dejado la puerta abierta. He entrado con cautela en la casa y le he llamado. Me ha dicho que le esperara en el salón, que venía enseguida. Al poco rato ha venido, con una toalla alrededor del cuerpo. Me ha dicho que ha aprovechado para ducharse mientras yo venía, que se vestía y volvía en un minuto. Yo le he dicho que no. Que ni de coña. Que se quedara conmigo.

Me he levantado del sofá y me he acercado a el. Nos hemos fundido en un beso cargado de amor y de ternura, pero también de pasión. He deslizado mis manos por su espalda desnuda mientras nos besábamos, deteniéndome en cada centímetro de piel, notando cada pequeña imperfección, disfrutando de su contacto. El también me abrazaba y acariciaba mi espalda por encima de la fina camiseta. Le he pedido que me quitara la camiseta, quería sentir el contacto de su torso desnudo con el mío. Quería frotar mis pechos con los suyos, notar su calidez, sentir su hombría. Sin detener el beso, ha bajado sus manos hasta mi cintura y las ha ido subiendo por toda la espalda, enganchando mi suéter y llevándolo hacia arriba, hasta que me he visto obligada a subir los brazos para poder desprenderme de la prenda. Entonces Sebas ha dejado de besarme para pasar mi camiseta por los hombros y finalmente sacármela entera. Me ha preguntado que como es que no me había puesto sujetador, mientras me miraba con una media sonrisa. Le he contestado que se me había olvidado ponérmelo, mientras me reía y me refugiaba entre sus brazos. Ahora sí. Ahora podía sentirle plenamente, pecho a pecho. Me he sentido reconfortada entre sus brazos, sintiendo su calidez contra mí. Después me ha pedido que nos tumbáramos en el sofá, que así estaríamos más cómodos. Yo he aceptado sin dudarlo.

Sebas se ha tumbado a y me ha dicho que me tumbara encima de el. Me he abalanzado como una loca y le he besado apasionadamente. Mientras intercambiábamos nuestras lenguas, no he podido resistirme y he comenzado a frotar mi cuerpo semidesnudo contra el suyo. Que placer, que sensación. Estaba muy excitada, mis pechos, totalmente erectos se frotaban contra los suyos, generándome un placer que no había conocido hasta hoy. Sebas ha pasado fuertemente su mano por mi espalda, subiéndola hasta mi cuello, agarrándome por la nuca con fuerza, apretando mis labios contra los suyos, haciendo el beso más pasional de lo que ya era. Mientras me apretaba mi boca contra la suya, yo he empezado a deslizar mis manos para deshacerme de la toalla que cubría su cintura, sus piernas, y sobretodo, lo que yo más deseaba. He recorrido sus muslos, apartando la toalla hasta conseguir descubrirle por completo. Estaba súper empalmado. No se quien estaba más excitado, si él o yo. Solo quería que guiara mi cabeza con sus manos hasta su tremendo miembro, quería lamerlo, chuparlo, metérmelo entero en la boca. Pero el parecía estar pensando en otra cosa.

Mientras continuaba con el eterno beso, ha dejado de presionarme por la nuca y ha empezado a deslizar suavemente sus manos por mi espalda, acariciando cada vez más cerca del culo, hasta que ha llegado a la altura de mi falda. Y en ese momento ha coordinado sus manos, metiendo una por la goma superior de la falda y la otra por debajo. Ha comenzado a sobarme el culo con ambas manos, de forma firme, pero segura. Y muy, muy placentera. Yo estaba casi en éxtasis. Poco a poco ha empezado a mover una de las manos hasta llegar a la altura de mi coño. Me estaba acariciando desde detrás. Una mano en el culo y la otra en mi sexo, manoseándolo, palpándolo, acariciándolo. Poco a poco ha ido subiendo mi falda hasta que no parecía más que un cinturón rodeándome la parte baja del estómago.

Yo he redoblado la intensidad de mis besos, no podía más, estaba flotando, en una nube. Me he deslizado ligeramente a un lado para liberar su miembro que estaba aprisionado entre nuestros ya sudados cuerpos y he empezado a acariciárselo con suavidad, envolviendo con mi mano toda la anchura que podía. Subiendo, bajando. Disfrutando. Sin previo aviso ha dejado de acariciarme y de besarme, retirando las manos mientras apartaba la cara. Yo me he sobresaltado. Le he preguntado que qué pasaba, que si no lo estaba haciendo bien. Me ha dicho que sí, que lo hacía perfecto, que le encantaba, pero que ahora me tocaba a mi disfrutar. No sabía lo que quería, pero sabía que fuera lo que fuera, sería placentero.

Se ha medio incorporado, apartándome ligeramente de encima suyo y me ha dicho que me tumbara yo en el sofá, que me pusiera debajo. Yo he obedecido sin rechistar. Hemos intercambiado posiciones y antes de que pudiera darme cuenta, ya estaba besándome de nuevo. Esta vez ha posado sus manos sobre mis pechos y ha comenzado a acariciarlos, con ternura, pasionalmente. Primero los apretaba, relajadamente, estrujándome, masajeándolos, apretando y soltando. Luego acariciaba alrededor de mi aureola, deslizando la mano por todo su contorno, poco a poco sus caricias han comenzado a abarcar muchas más zonas de mi cuerpo. Ya no se limitaba a recrearse en mis tetas, ahora paseaba sus manos delicadamente por todo mi ser. Tan pronto estaba acariciando mis muslos, como recorría con sus manos mi estómago. Cada vez que se acercaba a mi sexo, acariciaba sensualmente la entrepierna, jugueteaba peligrosamente en la parte baja de mi cintura, pero siempre procurando evitar el contacto directo. Le he pedido que dejara de torturarme, que me diera lo que necesitaba. El muy cabrón ha soltado una carcajada. Me ha contestado que qué me pasaba. Que hace apenas unos días no quería ni oír hablar de sexo, y que ahora estaba como loca por saltarme todos los pasos. Los pasos me daban igual, y así se lo he dicho, solo quería sentir más y más placer. Me ha dicho que ahora iba a saber lo que era bueno.

Sin dejar de acariciarme por todo el cuerpo ha separado sus labios de los míos. Yo he protestado, pero él me ha dicho que le dejara hacer. Que confiara en él. Que me tumbara y disfrutara. Y le he hecho caso. No he opuesto resistencia mientras ha ido bajando lentamente, besando mi cuerpo con sus labios. Me ha quitado la falda lentamente y luego ha continuado con sus besos. Creo que no ha quedado en mi cuerpo lugar que no haya probado con sus labios o con su lengua. Primero ha comenzando besándome por todo el cuello, despacio, con calma, abriendo su boca, utilizando sus dientes como su fuera un león salvaje y yo su presa. Le he pedido por favor que fuera con cuidado, que no me dejara marca. Que mis padres no podían sospechar nada, que me matarían. No ha dicho nada, pero he notado como relajaba sus mordiscos en el cuello. Cuando ha considerado que mi cuello ya estaba bastante besado y lamido ha ido bajando por mi torso, besándome en los hombros, lamiéndome los pechos, pasando su lengua por mi ombligo, lamiéndome, degustándome, saboreándome.

Volvía una y otra vez a mis tetas, lamiéndolas, mordisqueándolas, proporcionándome un placer que no sabía que existiera. Me ha dicho que estaba buenísima, pero no solo de físico, me ha dicho que además tenía un sabor delicioso, que estaba buenísima de verdad. Yo ya no sabía ni lo qué decía, ni lo qué pasaba. Sólo sentía, le sentía a el. Poco a poco ha ido descendiendo por mi cuerpo, y una vez más, cuando estaba apunto de centrarse en mi coño, ha dado un salto para deleitarse con mis muslos provocándome un sufrimiento placentero. No quería que acabara, no quería que parara nunca, pero también quería terminar con este suplicio, relajarme, tener mi primer orgasmo. Quería que llegara la calma después de la tempestad.

Sebas ha mordisqueado mis pantorrillas, ha lamido mis muslos, ha ido bajando poco a poco. Con un cuidado exquisito me ha quitado las pequeñas zapatillas bailarinas que suelo gastar y me ha chupado los pies, lamiendo cada uno de mis dedos, introduciéndoselos uno a uno en su boca. Yo ya no sabía que hacer, no sabía si moverme, no sabía si quedarme quieta… Me temblaban las piernas, la cintura se me movía sin poder remediarlo, mis manos acariciaban casi inconscientemente mis propios pechos de forma compulsiva. Y entonces, sin aviso previo, ha enterrado sus labios en mi sexo. Ha empezado ha lamer los labios por fuera, por dentro, succionándolos con calma, pasando su lengua por todo mi interior, por todo mi exterior.

Yo no podía más, toda esa excitación era demasiado. He cogido su cabeza con ambas manos mientras subía y bajaba las caderas, restregándome contra sus labios. Al darse cuenta de mi situación Sebas ha empezado a lamerme la zona del clítoris casi sin poder respirar, porque no le permitía separarse de mí de lo fuerte que le estaba apretando. Y entonces ha llegado, lo he sentido subir despacio, por todo mi ser, hasta llegar a lo mas hondo y explotar en una sensación que no había experimentado ni en mis mejores sueños. Un maravilloso orgasmo estaba inundándome por completo, subía y bajaba todo mi cuerpo mientras arqueaba la espalda apretando los labios de Sebas contra mí. Sin darme cuenta he empezado a gritar como una posesa, y no he sido consciente de ello hasta que Sebas ha subido la mano hasta mi boca para evitar que continuara con el escándalo. Que sensación, que placer, que gusto, que indescriptible….

Sebas ha seguido lamiendo y lamiendo hasta que me he empezado a resultar molesto. He cerrado las piernas obligándole a apartar sus labios y le he dicho que ahora me tocaba a mi, que ahora le iba ha hacer la mamada de su vida. Sebas se ha acercado a mí y me ha besando apasionadamente. Cuando he notado el sabor de mis flujos he intentado apartarme, pero el no me ha dejado, con lo caliente y lo relajada que estaba, enseguida he empezado a disfrutar de mi propio sabor que incluso ha llegado a gustarme. Entonces Sebas se ha puesto depie y me ha pedido que me levantara. Que ahora le tocaba a él.

Me he levantado algo aturdida por el cúmulo de sensaciones que acababa de experimentar. Sebas se ha tumbado en el sofá y me ha cogido con fuerza del brazo, atrayéndome contra él hasta que hemos quedado tumbados uno sobre el otro. Me ha vuelto a besar mientras me acariciaba la espalda con ambas manos. Todavía sabía a mí. La verdad es que nunca pensé que fuera a gustarme el sabor de mis propios flujos, pero me ha encantado. Me ha dicho que era mi turno, que ahora me tocaba demostrar lo que era capaz de hacer.

Casi sin pensarlo me he deslizado hacia su cintura para poder disfrutar de su sabor, para poder meterme toda su polla en la boca, pero no me ha dejado, antes de alcanzar mi destino me ha cogido la cabeza con las manos y me ha dicho que no tuviera tanta prisa. “Gatita,” me ha dicho, “ahora soy todo tuyo, disfruta de mi cuerpo y hazme disfrutar.” Lentamente he vuelto a subirme para depositar en sus labios un gran beso e intentando imitar lo que había hecho conmigo, he empezado a besarle el cuello, a mordisquearle el pecho, bajando lentamente he recorrido todo su cuerpo con mi lengua y con mis labios. Lamiendo, besando, saboreando. Hasta que ya no he podido soportarlo más y he dirigido mi boca a su erecto miembro. Le he pedido que me guiara, que me dijera lo que quería que le hiciera, y él, poco a poco me ha ido dando pequeñas instrucciones que he seguido lo mejor que he podido.

Primero he empezado a lamerle de arriba abajo, no he dejado ni un pequeño hueco sin saliva, pasaba mi lengua por cada centímetro de piel mientras con mi mano acariciaba y masajeaba sus huevos. Luego me ha pedido que hiciera lo mismo pero con el glande. He retirado la piel que lo cubría para dejarlo totalmente a mi merced. Lo he repasado varias veces, por delante, por detrás, por arriba, por abajo. Como si de un dulce caramelo se tratara. Después sin que el me haya dicho nada, he empezado a comerle los huevos, lamiéndolos, metiéndolos en mi boca, despacio, disfrutando, y notando como el disfrutaba.

Mientras jugueteaba con mis labios en sus pelotas, he empezado a hacerle una paja lentamente con la mano. A los pocos segundos me ha pedido que me la metiera en la boca, que ahora había llegado el momento de comérsela. Lentamente, sin dejar de lamer y de pajear me la he metido en la boca, y la he mantenido dentro, lamiendo, succionando, chupando. Notaba como Sebas comenzaba a tensarse, notaba como disfrutaba. He empezado ha subir y bajar la cabeza, pajeándole con mis labios mientras mi lengua lamía todo lo que podía, una y otra vez. Primero despacio, con calma, luego más y más deprisa.

Sebas me ha cogido la cabeza y me ha apretado contra su entrepierna hasta casi hacer que me ahogara, pero no he parado, continuaba con mis movimientos, deprisa, notando la tensión en sus muslos, en su espalda. A los pocos segundos Sebas ha empezado ha subir y bajar la pelvis, follándome la boca mientras guiaba mi cabeza con sus manos hasta que ha empezado a descargar toda su leche. No sé cómo es posible que hubiera tanta ahí almacenada, me ha inundado la boca una, dos, tres veces, yo he tragado como he podido, pero me rebosaba, no era capaz de mantenerla dentro de mi boca. Me ha llenado entera de su leche. Ha sido una experiencia increíble.

Cuando Sebas se ha corrido a gusto, he cogido una caja de pañuelos y me he limpiado cómo he podido para después tumbarme sobre él. Así, tumbados uno encima del otro hemos estado un buen rato. Descansando juntos, disfrutando de la desnudez del otro. Tras un rato de sólo estar tumbados, sin decir nada, le he dado las gracias por lo que me había enseñado, pero el me ha contestado que no tenía que darle las gracias, que en todo caso me tendría que agradecer a mí que me hubiese entregado a él. Le he dicho que no estaba completa, que quería hacer el amor. Pero me ha replicado que no. Que tenía que ser paciente. Que mañana sería el día.

Después de todo esto, nos hemos ido a la ducha. Nunca me había enjabonado nadie. Pero para se la primera vez, me ha gustado, tendré que repetirlo. Sebas me ha lavado el cuerpo despacio, acariciando a la par que enjabonaba. El gel de ducha esparcido con ternura es terriblemente placentero. Mientras me acariciaba los pechos, el culo, las piernas, las caderas me he ido excitando, y cuando me he dado cuenta Sebas estaba totalmente empalmado.

Sebas se ha puesto detrás de mí y me ha abrazado desde detrás mientras me besaba en los labios. Seguía acariciándome y yo ya podía notar su polla totalmente erecta rozando  en mi culo. Ha empezado a acariciarme el coño y ha introducido poco a poco uno de sus dedos en mi interior. Yo sin darme la vuelta he cogido su polla y he empezado a pajearle. El agua corría por nuestros cuerpos desnudos mientras nos masturbábamos mutuamente. Sebas ha metido un segundo dedo dentro de mí y continuaba con su placentero movimiento. Metía, sacaba, metía, sacaba. Con la otra mano me acariciaba los pechos, haciendo que el poco jabón que me quedaba en le cuerpo se disolviera con el agua. Y entonces he empezado a correrme, otra vez. He dejado de pajearle para engancharme con mis brazos a su cuello mientras gritaba y jadeaba. Sebas ha aumentado la velocidad y la presión con que me masturbaba hasta que no he podido soportarlo más y he explotado en un enorme orgasmo. En cuanto he dejado de estremecerme me he dado la vuelta y le he besado apasionadamente mientras mis manos volvían ha centrarse en su miembro. Al poco Sebas se ha corrido, esparciendo toda su lefa por mi cuerpo que ha quedado limpio inmediatamente por el efecto del agua que caía.

Hemos acabado de ducharnos, nos hemos vestido y nos hemos despedido. He hecho el camino de vuelta a casa sin darme casi cuenta de donde estaba. Hoy tampoco he cenado. Me he metido en la cama directamente nada más llegar. Aún estoy mareada. Solo quiero que llegue mañana. Esta noche voy a dormir genial. Estoy derrotada. Demasiadas emociones para un día. Y mañana será mejor. Solo quiero que llegue mañana.