Segundas partes nunca fueron buenas 7

Algunas cosas nacen, otras mueren y otras reviven.

-¡Que no me voy a quitar la ropa!

-Hace unas horas me lo ofreciste, ¿qué diferencia hay?-y aunque su voz podría de detener algo de prepotencia no se corta un pelo.

Mucha.

Antes él era un desconocido que me recordaba al crío del que me había enamorado y había muerto.

Ahora él era él y yo débil.

-Tu plan es una mierda

Está ante mi esperando que empiece a quitarme la ropa y haga de sumisa. Lo haga, porque yo no soy sumisa. No me va ese rollo.

Sus puños se aprietan y el corazón se me encoge por dentro, por fuera sigo fría, neutra, controlada.

Vuelvo a ser yo.

Algo se activa en su cerebro porque lleva la mano rápido a la cartera y rebusca. Con desprecio me lo lanza y lo cazo al vuelvo, con un buen reflejo. Es una pequeña fotografía, destrozada por las esquinas, protegida con celo. La reconozco perfectamente, porque yo estoy en ella.

Mi propia sonrisa ya me encoge el corazón, pero Raisa me lo apuñala, dejándolo sangrante, reducido, dolido. Ahí estábamos las dos, ella tomándome de los hombros, acercando nuestras caras para que el fotomatón hiciese su trabajo. Recuerdo haberme reido mucho ese día. Ahora la recuerdo a ella tambien. No sabía que había reprimido tanto mis sentimientos. La había encerrado tan hondo en mí que no recordaba ni su aspecto. De aquella su pelo estaba teñido de rubio y aunque la primera vez que la había visto la sentía una extraña, ya que su color natural era un castaño claro, ahora la veía joven, feliz y despampanante a mi lado. No tendríamos mas de quince años, pero Raisa ya tenía sus buenos pechos y era alta, con una figura perfecta. Yo seguía siendo como una niña, pequeña, delgada y con la picardía en los ojos.

Mi pulgar pasa por encima de la foto, en una caricia a las dos jóvenes que habíamos sido y habían desaparecido. Le miro no queriendo devolvérsela, preguntándome como la había conseguido.

-Ni siquiera la recuerdas

Mis mejillas se sonrojan con verguenza, pero no es lo que él piensa. Tuve que hacerla desaparecer de mis pensamientos, tuve que anular los recuerdos, hacer polvo mis sentimientos hasta que no quedó nada, hasta que estaba hueca y no sentía nada ni quería a nadie. Raisa a mis ojos me había abandonado.

Se la tiendo, sabiendo que me ha convencido y me siento manipulada, apaleada emocionalmente. La toma con un mimo que me sorprende y la devuelve a su lugar. Supongo que es la única cosa que aún le ata de alguna manera a su hermana.

Con rapidez llevo la mano a la cremallera dispuesta a salirme del vestido pero su mano detiene la mía.

-Tienes que hacerlo con suavidad. No se que papel de sumisa quieres adoptar pero un perfil bajo sería lo que comentaste: dulce y tímida.

Le fulmino. Me moleste que no valore mi esfuerzo.

-El verdadero problema va a ser eso, que no saltes. Tienes un fuego interor que es difícil de esconder debajo de una fachada así, pero si quieres ser peleona atraerás la mirada de demasiada gente. No quiero montar escenas.

-Yo tampoco-acuerdo

-Pues entonces –sus dedos toman la cremallera y su palma engloba la mía, haciendo él el trabajo pero mostrándome-con cuidado, suave, lento-la cremallera hace su camino con una lentitud abrumadora.-Mira al suelo mientras lo haces, como si te diese vergüenza. Prefiero que piensen que eres una novata a una farsa.-me tenso ante sus palabras.-Incluso si consigues que tu mano tiemble un poco le darías la actitud perfecta.

Le alejo y tomo el control, haciendo tal cuál me pide solo que mis manos tiemblan de verdad y en realidad si que voy a resultar tímida alrededor de él. Me intimida, su actitud ahí plantada, sus ojos observando cada metedura de pata. Cuando el vestido cae yo miro a sus zapatos, estirada, quieta.

-La ropa interior.-y algo se esconde en su voz, quizás deseo, o rabia.

Mis dedos desenganchan el sujetador y deja que suavemente se deslice hasta el suelo. Le sigue el tanga y quedo desnuda ante él, temblorosa, nerviosa, vergonzosa.

No puedo dejar que piense que esta soy yo en realidad, que soy tan débil, así que cuadro mis hombros y consigo mirarle a la cara sin ningún sonrojo.

-¿Alguna cosa más, director?


Mi sonrisa me delata. No puedo quitarla, parece tatuada en mi piel, cómoda. Como un animalito que hasta ahora se había setido herido, solo, y ahora hubiese encontrado un refugio. Luca me había dicho que me quería. Vale, yo a él primero, pero bueno, es más de lo que podía haber esperado. Aún estoy sobre la cama, no se que hora es y no lo quiero saber. Mi cuerpo disfruta del cuerpo caliente que desacansa a mi lado, que me rodea, que me protege. Estoy cómoda, estoy en casa. Con curiosidad abro solo un ojo para echar un vistazo. Me sonrojo cuando veo que él me está mirando también. Está guapo, así despeinado, relajado. Tiene una mano de apoyo para su cabeza, boca arriba con el pecho desnudo y la sábana protegiendo la parte desnuda e inferior de su cuerpo. Si me saliese del cuadro podrían hacerle una foto para una de estas revistas tan famosas.

-Buenos días-le digo finalmente al ver que él solo se limita a mirarme con calma, con parsimonia.

Me estiro con ganas sin recibir respuesta y pienso en mi situación. La sonrisa duda en mi cara.

-Luca, necesitamos hablar.

-¿Tú crees?- y siento que ha levantado muros enteros.

¿Se había asustado por lo de ayer? O peor aún, podía estar arrepintiéndose. Al fin y al cabo ¿qué tenemos? Tensión sexual que puede ser resuelta y poco más. Miro su habitación. Está claro que no pertenecemos al mismo mundo.

-Si

Tengo que comentarle lo que vi en el despacho de Christian, algo me huele mal y quiero avisarle, quiero que esté a salvo.

Me siento en la cama, mirando hacia él y soy consciente de que sigo desnuda así que tomo la sábana y me envuelvo algo en ella, tratando de no desnudarle a él. Luca me mira con esa mueca característica que me saca de mis casillas.

Así que ahora tienes vergüenza ¿no?

Eso me dice su expresión.

Me tomo un segundo para calmarme y respirar, con los ojos cerrados.

-Ayer por la mañana...-comienzo con los ojos aún cerrados

-Cuando te escapaste-me interrumpe

Los abro de vuelta sabiendo que busca guerra. Pues la va a tener.

-O cuando me dejaste con una niñera

Sonríe sinisestramente mientras se alza sentándose. La sábana se desliza por su piel y su entrepierna y muslos quedan a la vista, pero parece estar agusto.

-Cuando te ordené que me esperases

-Ah si, órdenes. –digo con desprecio

-A la gatita consentida no le gustan mis órdenes

Quiere sacarme de quicio y discutir pero no, no voy a hacerlo.

-Deja de provocarme, necesito hablar contigo

-Pues habla. –lo gruñe

-Ayer por la mañana me acerqué hasta la comisaría de Christian.

Los músculos de Luca se tensan, sus dientes se aprietan, noto como todo él se enfurece.

-Relájate, ¿quieres? No dije nada, solo hice un poco de investigación.

-Un poco de investigación. Solo curiosear un rato ¿no?-dice en calma.

-Te niegas a hablar conmigo...

-Y quieres saber.

¿Por qué hace que suene mal? ¿Tan raro es qué tenga la necesidad de saber en qué estoy metida?

-¿Y qué gatita? Dime, ¿qué averiguaste?

Su comportamiento me da ganas de no decirle. Me dan ganas de abofetearle para intentar meterle algo de sentido común en su cabeza, para que fuese una persona normal.

-Te juro que me dan ganas de no decirte nada

De pronto se inclina cerca.

-Nada de lo que me vayas a decir me va a coger por sorpresa.

¿Qué no?

-Christian sabe quién eres, sabe que tuvimos algo. Sospecho que...que ha estado cerca de mí para llegar hasta ti.

Y me duele decirlo. Me duele más admitírselo a él, pero esos documentos me lo habían dejado más que claro.

Luca me sigue mirando, observando mi cara. Sus ojos analizan mi expresión lento, como un escaner de reconocimiento. Suspira y se echa hacia atás, contra el cabecero.

-No quería que te enteraras Cat, pero los gatos curiosos pierden vidas.

Un momento.

Un momento.

-¿Lo sabías?

-¿De verdad crees que no voy a tener controlado al tipo que te está follando?

Algo se rompe en mi corazón intentando asimilar esto. De pronto me siento triste, desconfiada y terriblemente sola. Luca me ha utilizado también. Me giro dándole la espalda y busco la ropa esparcida por el suelo.

-No te vas a ir. –me conoce.

No contesto a su amenaza  porque me da igual. Comienzo a vestirme de espaldas a él, no por vergüenza de mi cuerpo desnudo, sino mi cara. Mi rostro destrozado.

Soy malísima poniendo cara de poker.

-Querías hablar. Se adulta y ven aquí.

Me pongo la sudadera que no es mía y las bragas intentando serenarme hasta abandonar este sitio.

-Visto lo visto no hay nada que hablar. Si ya lo sabes todo y yo no tengo que saber nada.

-Quédate aquí. –sigue tranquilo, apoyado contra el colchón, como si tuviese todo el tiempo del mundo.

-Vete a la mierda-y se lo digo también tranquila, con la misma entonación.

Me coloco los pantalones anchos dispuesta a ir a casa y discutir con Christian del tema. Cerrarlo. Me pregunto si puedo huir de nuevo y el sentimiento me aterra. Necesito a una mano amiga.

Ana.

Tengo que llamar a Ana, joder.

Soy una puta ingenua. Tomo con rabia la puerta y salgo.

Esto es... Tengo ganas de llorar. No se gestionar mis sentimientos ahora mismo. No se por donde empezar. Quiero saber, o no. Una parte de mi quiere hacerse la del avestruz en la arena y la otra quiere empezar a repartir hostias. Patearles los huevos, y luego sus caras. A ambos, porque no se cuál de los dos es peor. Quizás tengo que esperar a que Christian, a sus excusas, o sus explicaciones. De todas formas hace unas horas maté y enterré mi relación con él. Recordando la mamada del coche me queda claro que ya hace unas cuantas horas.

Encauzo las escaleras para bajar la planta inferior sin registrar movimiento por parte de Luca. Supongo que va a dejarme marchar. Mejor para él, pero algo dentro de mí duele.

Estoy a medio camino de la escalera cuando los veo. No se quienes son, no les conozco, pero se me activan todas las alarmas. Dos grandes matones sondean el hall con calma mientras un tercero está sentado en uno de los sillones de la entrada, como si la casa de Luca fuese suya. Está bien vestido, con un traje bonito. Su mirada cristalina me recorre. Nuestros ojos contactan y su sonrisa me inspira a darme la vuelta y correr en contra, sobretodo cuando los matones deciden ir a por mi.

-¡Luca!- me grito se extiende por la casa silenciosa.

Justo entonces uno de ellos me toma de la la sudadera, clavando la cremallera contra mi piel y acto seguido agarra mi brazo. Peleo contra ello. Sus brazos rodean los mios apretándolos contra mis caderas. Me eleva y mis piernas se sacuden en el aire con toda la fuerza que puedo. Luego mis pies toman contacto de nuevo con el suelo y su brazo me rodea el cuello. En ese momento Luca aparece aún desnudo por la puerta, su aparición me hace pelear con más fuerza. En un primer momento va a lanzarse contra nosotros, pero algo frío contacta con mi cabeza y detiene tanto mis movimientos como los suyos. Suele pasar cuando el cañon de una pistola se aprieta contra tu sien.

-¿Qué tal si comenzamos la charla aquí abajo?-la oferta llega desde el hall

El cuerpo del tipo tira de mi, bajando las escaleras. Mis pies torpes le siguen como pueden de espalda y Luca camina lento detrás, siguiendo nuestros pasos. Sus ojos se mueven rápido analizando la situación y se clavan en el hombre sentado con una intensidad difícil de asimilar.

El hijo de puta que me sujeta me lanza a los pies del tipo como si fuera un trapo y cuando me dispongo a levantarme un pie enfundado en una bota se clava contra mi espalda, haciéndome quedar de rodillas. Solo puedo enfocar el suelo de baldosas.

-Bueno, ¿cómo van las cosas?- su voz grave me sacude y me estremece al dejarse entrever ese acento ruso.

-¿Qué buscas?-la voz de Luca está tensa, incluso nerviosa.

-Hubiese agradecido una buena vestimenta Silva. Sueles ser bastante preciso en eso. Un buen socio.-sus palabras se tiñen de sarcasmo, pero su voz está calmada es suave.

-Lavrok...

-Mi padre ha muerto. Lo cuál es bastante mala suerte para tí, amigo capitalista. Le caías bien. – y a mi no.

Lavrok está muerto. Me alegro. Creo. Si lo que me había dicho Anya era verdad, ese cabrón estaba bien bajo tierra. Lo que me lleva a que el tipo que me está pisotenado no es nadie más que el hermano de la chiquilla.

Su bota se aparta de mi espalda y sus manos toman mi pelo, colocándome entre sus piernas, de cara a Luca. Mi mano se enreda en su muñeca intentando aliviar el dolor, pero no grito. Uno de los matones está apuntando a Luca ahora, que mira con una rabia atroz al tipo bien vestido. Del otro no hay rastro.

-Eso no explica que haces aquí.

-Todo a su tiempo. –su movimiento de muñeca me obliga a girarme hacia él, alzando mi cara para que nuestros rostros se encuentren, solo que yo desde abajo.

Tiene el pelo corto, muy corto, incluso más que el de Luca, pero en vez de negro es de un castaño claro y los ojos más cazules que jamás he visto. Los de una verdadera serpiente. Me sonríe y los dientes perfectos me devuelven una sonrisa perfecta. Su cuerpo está en forma,o eso me dicen sus brazos y torso, lo que alcanzo a ver. Es guapo, masculino. Y como Luca, algo detrás de él me dice que es peligroso.

-Creo que no nos conocemos ¿Cómo te llamas?

Me gustaría mirar a Luca, saber que piensa, saber si tengo que responder, pero no le puedo ver, no puedo girarme, no pudo soltarme.

La bofetada me gira la cara y me rompe el labio, porque al segundo siendo la sangre resbalar.

Me lanzo contra él, pero no puedo hacer nada sobretodo cuando un grito a mi espalda me detiene.

Han hecho daño a Luca.

Trato de mirar, trato de comprobar que está bien, pero el tipo no me lo permite. Me sujeta con fuerza, sin esfuerzo y no presta atención a lo que pasa a mi espalda, me observa a mi.

-En mi país las mujeres son femeninas, educadas y obedientes. Soy bueno en enseñar buenos modales y tienes todas las papeletas para ser mi futura alumna.- su cara se inclina hacia mí- Y ahora se una buena perra y dime tu nombre para que no tengamos que partirle las piernas a tu señor.

El silencio se expande a mi espalda y deseo girarme, comprobar que Luca está bien. Este hombre me da pánico.

-Catalina.

Sus ojos se ilumina.

-Cat. Muy bien, tenemos una conocida en común.-sus ojos se fruncen, pensándoselo mejor-Teniamos

El tiempo  verbal me ponen los pies de punta.

-Mijail, esto no tiene nada que ver con ella.

Sus ojos cristalinos dejan mi cara y van a Luca. Sonríe enfermizamente.

-No soy yo de meter mujeres en una relación de negocios, pero tu ex-puta estaba convencida en meterse en mis pantalones y confesar tus secretos después de que metieses la polla en... Cat.-prueba mi nombre en sus labios- Tenía curiosidad por ver como es la mujer que va a hacer que se te joda la vida y que ha abierto mis ojos respecto a nuestro... acuerdo.-Sus ojos vuelven a mi- No puedo decir que esé impresionado porque he visto a muchas zorras en mi vida,-le fulmino, me apetece partirle la cara, pero tengo miedo que Luca sufra por mis actos impulsivos-  pero tiene espítiru, siempre me ha encantado apagar ese fuego.

-No me importa una mierda ella.

Mi cuerpo se estremece con las palabras de Luca.

-¿Lo has escuchado? Vaya, como te vende a los leones. Que mal que ahora sus mentiras no son creibles. Su amiguita me ha contado muchas cosas de vosotros dos, estaba bastante celosa y era estúpida.

No se de quién habla. Creo que la duda se releja en mi cara porque me lo matiza.

-¿Cómo se llamaba Silva?

Siempre el verbo en pasado. La revoltura se almacena en la boca de mi estómago.

Luca está en silencio y ante eso Mijael, o como mierda se llame, me vuelve a partir la cara.

-Chloe.

El nombre me retuerce y me duele más que la bofetada.

Está muerta.

-Y ahora, vamos a abreviar, tengo algo de prisa. El funeral es mañana y me falta una pieza importante.-Su mano va al bolsillo de su chaqueta y extrae algo que deslumbra ante la luz  del hall. Trato de alejarme cuando veo que es un cuchillo pero lo acerca a mi cara, resbalándolo contra mi piel con calma, en una caricia espantosa. No daña, pero está cerca.-¿Dónde mierda está mi hermana?


-Ni se te ocurra tocarme- me amenaza cuando ve mi mano acercarse a su cuerpo.

-¿Crees que no voy a tener que tocarte? –mi voz profunda la rodea porque he decidio dar una vuelta a su alrededor, poniendo a prueba sus capacidades.

No está llevando el examen muy bien. Supongo que tiene bastante con estar desnuda ante mi como una virgen dispuesta a un sacrificio. Si la toco no se como voy a reaccionar. Ni como va a reaccionar ella.

-En realidad eso creo.-gruñe mientras me sigue con la mirada atenta a cada movimiento.

Ignorando su comentario mi mano toma su barbilla. Se resiste durante un segundo, el tiempo que me lleva agarrar su cabello para enderezarla. Le alzo la cara para que la fije en mi rostro, al frente del suyo.

-Tienes que dejarte guiar. –sus dientes se aprietan rabiosos. Con la mano que sujeta su mentón la fuerzo a bajar la cabeza- Los brazos a cada lado de tu costado.

-Esto no es para mí-me protesta como una niña pequeña, caprichosa y mimada.

Muy mimada. No la recordaba así y me jode que la realidad me golpee de esta manera. Pensé que colaboraría, nunca la tuve por una cobarde. Anya siempre había sido una guerrera.

Tiene todas las defensas alzadas en mi contra. Lo puedo entender, solo soy un muerto en vida. Siempre me había preguntado cuánto había sufrido ella con mi muerte y con la ‘desaparición’ de Raisa. Cuando la vi en la discoteca, tan fresca, feliz, me había apetecido despedazarla. Se que han pasado muchos años, muchos sentimientos, pero ella no había luchado por nosotros, se había dejado arrastrar. Había olvidado a mi hermana, a su mejor amiga.

Mi mano se aprieta contra su barbilla y veo que me mira con desconfianza desde abajo. Debo controlar mi rabia como ella debe aprender a confiar en mí.

Nos queda mucho trabajo.

Me alejo un paso, separando el contacto de nuestros cuerpos y me sorprende ver que no pierde la posición. Aún no está todo perdido.

Decido dar una media vuelta alrededor de ella, para que se acostumbre a que mis ojos estén sobre su cuerpo. Está más delgada de lo que desearía, pero siempre había sido de huesos menudos, solo que generalmente no se le apreciaba. Su espíritu invadía con creces su pequeño cuerpo y le daba un aspecto fiero. Mi hermana era dulce, cariñosa y calmada. Гремлин era un verdadero huracán.

Fijo mis ojos en su espalda y los tatuajes que la recorren. Supongo que eso había vuelto loco a su padre y me alegro ver que no había sido taimada hasta el final. Quiero recorrer con mis dedos los tallos y flores que se enrredan en su hombro y caen sobre la parte trasera de su cuerpo, pero me conformo con seguirlos con los ojos.

Está muy tensa, incómoda con mi análisis. Su piel de gallina se muestra ante mi y me acerco algo a ella, tratando de proporcionarle calor.

-¿Tienes frío?

-No- me contesta extrañada, luego siento su arrepentimiento.

Гремлин no tiene frío, lo que sí, está caliente. Así que a la muchacha aún le gusto siendo yo, siendo Kiril.

Ya no soy ese hombre.

Me tomo mi tiempo para colocar una mano en su nuca y dar mi siguiente orden. Cuando la toco de nuevo su cuerpo se estremece y se que no está actuando, que en verdad está nerviosa y deseosa ante mí. Eso me complace, pero no estoy aquí para acostarme con ella, aunque todo se andará, estoy aquí para sacar a mi hermana del infierno que está viviendo. No me puedo permitir distracciones.

-Arrodíllate. –sueno duro y ella se estremece.

Siento su cerebro a toda velocidad, sus dudas, sus estados de ánimo. La rabia, el intento de control y lentamente sus rodillas ceden y se coloca a mis pies. La observo desde arriba, su cabeza gacha y sus brazos descansando sobre los muslos, con las muñecas hacia arriba.

Me deja claro una cosa: me ha mentido.

Me salgo de su espalda y me pongo enfrente de nuevo, sus ojos no llegan más arriba de mis rodillas.

-No te iba este rollo ¿eh?

De nuevo se estremece y sus manos se cierran en dos pequeños puños. Se ha dado cuenta de su error.

Me arrodillo para vernos, en un parón lógico.

-Necesito que seas totalmente franca conmigo. Tienes nociones de esto, ¿verdad?

Sus ojos me analizan la cara con calma, buscando si esto es por mi propio placer o por el trabajo que tenemos por delante. Trato de poner mi cara más neutra, dura y calmada que puedo.

-No, solo... poco..,-cuadra sus hombros de manera desafiante- algo.

Me alzo algo abrumado por la confesión, no se si decirme entre estar contento o no.

-Bien , eso nos ahorrará tiempo. –su encogimiento de hombros es casi imperceptible pero estoy tan atento a todo su ser que lo noto y me cabrea. No quiere tomarse esto en serio por pura necesidad de no implicarse demasiado, pero estoy apunto de lanzarla a la piscina de los sentimientos y me temo que se va a ahogar.- Saca mi polla.

Y ¡bum!, su cara es un verdadero poema. Toma una bocana de aire y lo mantiene mientras mi orden se afianza en su cabeza, la da vueltas, la deshace. Finalmente, y soltando el aire con calma, alza sus manos a mi cinturón.

No puedo decir que no esté algo nervioso, porque la veo a mis pies y se me pone dura, pero trato de aparentar una calma fría que se que solo la puede poner más nerviosa, pero que me cubre como una capa de protección.

La dejo tardar lo que necesita y se lo toma con lentitud, pero mejor aún. Casi puedo padalear el momento. Para cuando su pequeña mano entra en contacto con mi polla estoy más inquieto y mi respiración se ha agitado de forma apreciativa.

Quiero acelerar los acontecimentos, al momento que mi polla está clavada en su estrecho coño. Por un segundo cierro los ojos, buscando apaciguar las imágenes que se me acumulan en el cerebro. Relajación, esto no es un polvo. Esto es por Raisa.

Siendo Гремлин tampoco lo es .

Sus dedos se envuelven alrededor de casi la base de mi carne y confirmo que esto va a ser más complicado de lo que creía. La miro a la cara y está totalmente embelesada cuando por fin cumple la orden. Mi polla está ante ella gloriosa, lista para la acción. Sus ojos se alzan a los míos y su cara salpicada de pecas me observa con una picardía inocente casi ilegal en alguien de su edad.

-Chúpame.-su sonrisa me deja claro que pocas ganas no tiene-Entera.-añado

Y veo la duda en su cara.

Sus dedos caen a la base, horientándola hacia su boca y toma sin preámbulos la cabeza, mientras su otra mano, juguetona, masajea mis huevos. No puedo decir que no sabe lo que hace. La humedad y el calor se extiende desde mi entrepierna a todo mi cuerpo, haciendo que mis piernas se estremezcan. Me pregunto cuantas veces desee esto de joven junto a ella, aún cuando era ilegal, cuando eramos no más que críos.

No sabe, ni debe saber .

Por supuesto que no debe saber.

Su boca gana un par de centímetros y no la veo muy capaz de metérsela entera. No la apuro, es la primera vez y quiero que siga su propio ritmo, pero una orden es una orden y debe cumplir.

Mueve la lengua con parsimonia, padaleándola, y se echa un segundo atrás para tomar aire con calma. Su respiración choca con mi piel humeda. Sin esperarlo, la introduce entera en la boca y pierdo la calma. La alzo por el pelo y ella se pone en pie con un ligero gemido pero sin alejar sus manos de ella.

La empujo contra la pared, de cara, alejándola de mí.

-Inclínate-soy brusco aposta,pero parece no importarle demasiado.

Con osadía se inclina mostrándose. No dudo en escupirle el coño e introducir uno de mis dedos. Se estremece pero me toma con ganas y no se como sentirme cuando veo que está humeda.

Quiero arrodillarme y utilizar mi boca también, pero me conformo con introducir un segundo dedo e indagar en su interior. No puedo tacharla de tímida cuando su mano va a su clítoris y lo acaricia.

Mi mano impacta por primera vez en su nalga con ganas.

-Manos contra la pared.

-Pues métemela ya.

Se ha dejado llevar y por supuesto ya se porque no le va la sumisión. Está demasiado mimada, demasiado caprichosa, pero toca enseñar y me temo que va a tener que apreder por las malas.

Me alejo de pronto, evaluándola, pensado cual es la mejor manera de atacarla.

-Debes pedirlo con respeto.

Sus hombros se tensan, como si mi petición la hubiese traido de vuelta a la realidad.

-Señor, por favor, métame la polla.

-¿Por qué?

La pregunta la coge por sorpresa. Se lo piensa durante unos segundos, buscado la respuesta en la pared que tiene al frente.

-Porque necesito correrme.-y la respuesta es sincera.

Y habría estado bien si no fuese por un pequeño matiz.

La tomo del pelo, separándola de la pared, inclinándola para que su espalda se arquee y su culo quede resaltón hacia mi cadera. Mis dedos indagan de nuevo su entrada muy rápido, tan rápido que incluso mi ímpetu la coge por sorpresa, pero no tarda en inclinarse todo lo que puede para que su coño quede todo lo posible a mi disposición. Eso hace que sus tetas se impulsen hacia delante y que mis ojos las miren casi hipnotizados.

De pronto la vuelvo haciendo que su cuerpo se apoye de nuevo contra la pared. Su pierna se alza y su muslo descansa sobre mi antebazo, por donde mi brazo alcanza su coño. Mis dedos están aún dentro, tres de ellos tan enterrados en su interior que forman parte de ella ahora. La obligo a que me observe con las mejillas rojas y la cara sudorosa.

-En esta relación no vas a ser una sumisa, vas a ser una esclava.-va a protestar pero tapo su boca, impidiéndo que diga nada entendible- No soy tu señor, no mendigas tus orgasmos.-sus caderas se inclinan buscando el movimiento, buscando más, como si mis palabras no significasen nada- Aquí soy tu amo y tu mendigas por

mi

placer.