Segundas partes nunca fueron buenas 6

Cambios

Por unos segundos me quedo analizando sus palabras, con los ojos perdidos en él. Creo que esperaba más de mí.

Creo que quiero huir.

-Yo no tengo la capacidad de meterte en ese mundo.-no me atrevo a mirarle a la cara, pero se que sus ojos fríos me atraviesan, juzgándome, haciéndome sentir pequeña- Ni siquiera sabía que existía aún.-añado en un susurro.

Llevo años lejos de mi familia. En especial de mi padre y de sus asquerosos negocios.

Hace muchos años me había enfrentado una vez a él, le amenacé con ir a la policía. Solo se rió en mi cara, buscó en uno de sus cajones y me lanzó unas fotografías sobre la mesa. Me había quedado claro que los policías no solo sabían los negocios de mi padre, sino que además los disfrutaban.

Decidí que si no podía arreglar el mundo podría huir de él.

-Una mirada de tu padre sobre mí y me recordará.-seguramente, lo que no soy capaz de entender es porque yo había tardado tanto- Yo se entrar, lo que necesito es que controles a tu padre, que disminuyas las posibilades de toparnos con él.

¿Controlar a mi padre?

Por favor.

Le miro atentamente de nuevo, intentando entender y soy consciente de que su plan es desesperado. Solo van a conseguir que le maten y esta vez de verdad.

Su cuerpo cerca del mío me intimida, yo podría pasar desaperdicida en una habitación, pero él, tan intimidante, tan autoritario, incluso en un lugar así marcaría una diferencia.

-No puedo ayudarte. –solo trato de cuidarle, aunque mi corazón salga encogido tengo que irme de aquí.

Tengo más posibilidades de rescatar yo sola a Raisa que juntos, eso si ella quiere ser rescatada... Después de todos estos años tiene que estar rota. Las personas que están muy rotas no quieren la esperanza.

Paso a su lado con la respiración contenida, rezando porque no me detenga, porque me de una segunda oportunidad para huir de aquí, aunque esta vez sin rabia y con el corazón roto. Tomo el pomo sin atrever a girarme. Nunca he sido valiente. Prefiero que él se quede con el recuerdo de mi espalda que no con mi rostro lloroso y cobarde.

Violentamente me gira estampando mi espalda contra la pared y me toma del cuello, aprieta y está tan furioso cuando le miro a la cara que de verdad me asusta.

Se toma unos segundos para controlarse los mismos que yo necesito para aplacar mi miedo y mostrar mi cara más fría.

-Vamos a ver si me explico claramente de una vez-trato de defenderme, darle en la cabeza con el puño de mi muñeca sana, no delicadamente, no voy a permitir que me mangonee. La toma con su mano sin esfuerzo y su otra mano aprieta fuerte, ahogándome. La sangre se me almacena en la cabeza y se que en mi piel clara ahora mismo puedo parecer perfectamente una antorcha.-No te estoy dando a escoger. Vas a ayudarme de una manera u otra.

¿Con qué quiere jugar duro? Mi mano herida, mi izquierda, golpea con fuerza y dolor sus partes bajas y él, como cualquier hombre, se inclina hacia atrás. Aprovecho su debilidad para alejarle de mi y me tomo unos segundos para respirar, los mismos segundos que él necesita para recuperarse.

-Lo que dices es imposible, no tengo el poder de ver donde está mi padre ni lo que hace o piensa. –confieso mientras acaricio mi cuello, tratando de deshacerme de la sensación de opresión.

Todavía algo encogido y con sus manos sobre sus partes me sonríe siniestro.

-Oh vamos Гремлин, ahora mismo te está buscando como loco.

¿Cómo?

-Mi padre no sabe lo que hago o dejo de hacer con mi vida.

  • Гремлин, no seas ingenua. Jamás dejaría que su única hija vagabundee por ahí sin protección, por mucho que no hayas resultado ser de provecho.

Sus palabras me duelen. Yo no vagabundeo, vivo, y aunque me alegre de no haber sido una marioneta más en las manos de mi padre una parte de mí,la parte inculcada con mi educación familiar, tradicional, se siente inútil, decepcionada.

  • Bien, ¿y tú plan es mantenerle entretenido con mi búsqueda? –pongo mi mano sobre la cadera, de forma descarada, enmascarando el dolor que sus palabras me han hecho-No funcionará, nunca se desentiende de sus negocios.

Ya recompuesto se yergue de nuevo.

-No, mi plan es entrar en una de esas ventas buscando una esclava, saber a quién acercarme para hacer un pedido a la carta que coincida con mi hermana.

Urg.

Eso es...

  • Quizás la ha vendido.-es una posibilidad, pero no lo creo.

  • Tú sabes como es Lavrov, jamás deja escapar a nadie. Mi hermana representa una traición y paga por ello.

Asimilo sus palabras, su actitud. Está decidido, y nada de lo que haga o diga le va a hacer cambiar de opinión. Es una pena.

  • Vas a conseguir que te maten, pero oye, es tu elección ¿Y yo qué? ¿Me quedo aquí mirando, viendo la vida pasar?

La sonrisa que me muestra es siniestra. Su mano se apoya al lado de mi cara, contra la pared y se inclina hacia mí. Intento no achantarme echándome atrás, pero es difícil. Algo dentro de mí le tiene miedo.

-No, Гремлин, tú vienes conmigo, como esclava.

Le miro seriamente, su cara, su cuerpo, buscando cualquier signo de broma. Es verdad que Kiril nunca ha sido de esos, pero para empezar no lo está haciendo nada mal.  Al ver que no va a inmutarse comienzo a reirme, un poco nerviosamente pero más en pleno apojeo de carcajada.

-Esclava, ¿yo?-me descojono.

Es un buen chiste, no lo puedo negar. Pongo la mano sobre la cara intentando ponerme seria y él espera pacientemente a que deje de doblarme de la risa.

-Si, no quiero parecer un novato.

Espera.

Espera.

Que lo dice en serio.

-Claro, y la solución es llevarme como esclava, con mi gran experiencia. –comento con ironía.

-La solución es enseñarte a ser una buena esclava.-sus palabras me aguijonean.

Enseñarte

No me gusta como suena eso

-Además tú sabrás decirme a quién ir y cómo, la mayor parte de los que pueden guiarnos son amigos de tu padre, les conoces.

-Y ellos a mí.

-Si cuando tenías ocho años. Has cambiado Гремлин , te lo digo yo. Además, no tienes idea de lo poco que les interesan las esclavas. Son mercancía, están hartos de verla.

Que de verdad lo dice en serio...

La risa abandona mi cuerpo tan rápido como había llegado.

-Olvídalo. –lo sentencio.

No voy a jugar a ese juego peligroso, no cuando hay tanto que perder. Kiril me observa durante un segundo.

-Si tienes miedo a que nos pillen puedes decir que te obligué todo el rato, que no sabías que estaba ocurriendo.

Se que a mi no me ocurriría nada, el problema es él.

-Si nos cogen estás muerto. Además no quiero desnudarme ante extraños-paso por debajo de su brazo alejándome de nuevo, dándole la espalda- ni soy buena jugando a ser la chica dulce, tímida y callada.

Su mano se enreda en mi pelo corto, como había hecho en el sótano, antes de poder alejarme obliga mi cuerpo a inclinarse sobre el suyo, descansando mi espalda en su pecho y echa mi cabeza hacia atrás, haciéndo que le mire desde abajo. No es incómodo, solo...¿dominante?

-Veremos cuanto de buena puedes llegar a ser. –sus palabras pesan en mi pecho

-Levántate.-su gruñido me pone en alerta de nuevo.

Apoyo las manos, descansando los codos y la espalda, cansados de la rigidez que me obligaba aquella postura: Postura de Uso . La palma de su mano se coloca en la parte baja de mi espalda durante unos segundos, como buscando transmitirme una tranquilidad que se expande en calor. Mi piel reacciona al contacto de la suya con un hormigueo que alcanza mi entrepierna y mi cabeza.

Cuando se aparta, cuando su calor y su olor se aleja, me coloco la ropa que él me había medio quitado y me pongo en pie. Está cerca de mí, pero a mi espalda y me obligo a no girarme. Le siento, rodeándome, dominándome y en vez de miedo, solo paladeo la anticipación y excitación.

-Quítate la ropa.-lo suelta a mi espalda, en un tono neutro, roncado y autoritario.

No dudo cuando tomo la sudadera y me la quito. No con sensualidad, no con tentatividad, con velocidad, decidida. Le sigue la parte de abajo. En un solo movimiento se va todo, incluso los zapatos.

Me quedan los calcetines.

-No te los quites, el suelo está frío.

Así que me quedo quieta, de pie, algo insegura, contemplando la habitación que se extiende ante mí. La enorme cama decorada con un edredón oscuro, sobrio. Los muebles, de madera, elegantes. Me imagino a Luca decorándolo y por alguna extraña razón una tímida sonrisa nace en mi rostro.

Le oigo moverse, porque con todo, mis sentidos están centrados en Luca. Su mano aparta mi pelo, tomándolo y no puedo evitar no tensarme, asustada de que tire de él. No, solo lo toma a un lado, suave, tranquilo, quitándolo de su camino. La yema de los dedos de su otra mano van a mi espalda y con una ínfima presión hacen un camino desde mi cuello hasta la parte baja de mi espalda, casi donde comienza mi culo.

Es placentero, pero quiero más y él lo sabe. Mi impaciencia me hace inclinarme hacia él, buscando una reacción. Yo no soy calmada, ni tranquila. Quiero brusquedad, quiero placer y dolor, y ese conocimiento me toma por sorpresa y me aterra.

Me congelo, asustada de mi misma.

Luca nota mi tensión repentina, la rigidez.

Sin soltarme el pelo camina a mi alrededor, hasta posicionarse al frente y quiero esconderme, quiero ocultar lo que tengo miedo que vea en mi cara.

-No-inclina mi cabeza forzándola con mi pelo, hasta que estoy orientada hacia él, hasta que no puedo escapar y mi única salida es cerrar los ojos. La tomo.-Mírame-y su orden me recorre, Luca hace siempre eso, siempre quiere que le mire. Y cuando no lo hago me castiga.

Quiero que me castigue. Quiero una bofetada, o unos azote, así que mantengo los párpados cerrados y el corazón desbocado.

Un dedo entra en mi sin problemas y me sacudo alterada. No esperaba eso, y me gusta. Gimo con suavidad inclinándome de nuevo pero esta vez hacia delante. Su mano tira de mi cabello obligándome a ponerme de puntillas.

-Mírame-y el tono de su  voz es oscuro, dominante, no puedo obviarlo y me maldigo cuando abro los ojos y me encuentro con los suyos, claros pero oscurecidos.-No te escondas de mí.

No me escondo de él, me escondo de mi misma.

Un segundo dedo juega con el primero y mis piernas se debilitan, mi garganta emite un gemido y mis mejillas se sonrojan.

Más. Quiero más.

Y él lo sabe.

Su muñeca baila a un ritmo atractivo para mí, mis caderas se mecen en su contra, contestando, pero aunque la entrepierna me palpita, aunque estoy excitada, soy consciente de que no me voy a correr. No puedo correrme sin un incipiente añadido. Su voz, su violencia o su mezquindad.

Suspiro frustrada, enfadada conmigo misma y enfadada con él, porque se que trama Luca, me enseña, me muestra que no soy normal y lo odio. La rabia me relampaguea y con disgusto me alejo de él, escapo de sus dedos, y Luca me deja alejarme, sin que una mueca de sorpresa recorra su cara.

Respiro angustiada, con los ojos sobre el suelo y se que él se apunta una victoria.

-Pídemelo-su voz me toma por sorpresa- y te lo daré.

¿Qué le pido?¿Cómo pedirle algo qué no se qué es?

-Quiero que hagas lo de siempre-es impreciso, pero es justo eso.

La cara de Luca no cambia, pero se que no le ha gustado, se que no le va a resultar válido.

-¿Y qué es lo de siempre Cat?

Me tomo mis segundos para pensarlo. Me estoy engañando tanto... Claro que se que pedir, como pedir, pero las palabras pesan tanto sobre mi lengua que no se mueve, que no quiere moverse. Alzo los ojos y miro a Luca, de pie, calmado, esperando. Sabe como sacarme algo, sabe como presionar, cuando mostrar paciencia. Viéndonos aquí recuerdo al chiquillo que me enamoró de niña y al hombre que me volvió loca, que me vuelve loca.

¿Por qué la timidez? ¿Por qué este orgullo? ¿Solo por pedir algo qué él también quiere? Que absurdo. Yo no soy así, no soy cobarde.

-Domíname.

La boca de él se inclina en una mueca. No es todo lo que esperaba, pero no he acabado.

-Castígame.

Su cara se torna más seria, pero aún no he soltado lo peor, la parte que más molesta a mi orgullo pero que también le gusta a mi sexualidad.

-Humíllame. –da un paso hacia mí, contento con mi respuesta, seguro de que va a cumplir mis peticiones, pero tengo una última-y haz que nos corramos.

Mi última solicitud le planta una sonrisa verdadera en el rostro.

-Eso tenlo por seguro gatita.

La observo mirarme de vuelta, con las mejillas sonrojadas por sus pedidos. Estoy duro, como siempre alrededor de ella, y estoy dispuesto a desatarme ahora que por fin a aceptado esto. Quiere dominio, castigo y humillación. Yo tengo un máster en eso.

  • Sobre la cama, a cuatro patas.

Y no duda en cumplir, creo que es la primera vez. Responde automáticamente. Algo se acopla en mi pecho cuando la veo, con los calcetines azules de ositos y su cara inocente, escalar a la gran cama.

Frágil.

Mi polla me pide que la rompa, que la moldee, y mi cabeza la quiere así. Su boca faltona, sus tacos, su atrevimiento.

La quiero, más allá de follarla, de dominarla.

La quiero.

-Los brazos extendidos, adelante, y el culo bien arriba, las rodillas separadas.

Y no voy a permitir que se escape esta vez.

-¿Estás mojada?-lo se, lo veo en esa posición, pero le resulta humillante admitirlo y yo soy un siervo de sus solicitudes.

Sus hombros se tensan, siento que suelta el aire con lentitud, aceptando lo que ha pedido.

-Si,señor.

-Tócate

Eso si que no lo duda. Una de sus manos deja el edredón y va derecha a su entrepierna, donde frota con sus dedos sobre su clítoris.

Gatita ansiosa.

Es la primera vez que vamos a hacer esto en mi casa, y cuento con ciertas ventajas. Voy al armario de mi derecha y extraigo un flogger, una mordaza y unas esposas. Se que le va a gustar menos. Observo la mordaza, midiendola en mi mano. La bola roja es pequeña y estimo que no será muy grande para su boca, tampoco pretendo que quede dolorida, al menos por culpa de eso. Coloco el flogger sobre mi hombro, de momento tranquilo.

Cuando me giro de vuelta hacia ella ni siquiera me presta atención. Está distraida en su propio mundo.

A punto de conseguir un castigo.

-Gatita-mi voz la detiene por un segundo, golpeándola de lleno contra el suelo-¿puedes correrte?

Su pequeña mano no se detiene de inmediato, pero espero hasta que finalmente gime en contra posición y su mano se relaja, alejándose.

-No

-¿Por qué?-quiero tentarla, quiero que su boca descarada me rete.

Ahora oigo su gruñido de advertencia.

-No me has dado permiso, señor.

Su respuesta me excita, y la excita.

-Tampoco para que pares.

Gime de nuevo, esta vez disgustada. Me gustaría escuchar todo el registro de gemidos que se gasta. Se como hacerlo.

Su mano ahora frota mucho más lento y se que es una tortura añadida. Me acerco a ella y siento que trata de mirarme de reojo, averiguar que pasa. Me escondo de su visión perférica todo lo que puedo, hasta ponerme al pie de su cabeza. Justo enfrente de su cara lanzo la mordaza.

La analiza.

-No

Mi dedo recorre su mejilla expuesta, con mimo, una caricia.

-Pediste que te llenara la boca.

Sus cejas se fruncen y trato de estar serio pero una pequeña sonrisa se me escapa. Al menos no puede verme la cara, calculo que sus ojos solo ven poco más por encima de mis caderas. Se pondría hecha una fiera.

-Abre la boca.

No lo hace. No me esperaba menos. Me acluquillo para que mi cara se acerque a la suya. No puedo refrenarme cuando mi mano toma mi nuca, posicionándola para que su boca esté a mi disposición. Mis labios se funden con los suyos y antes de poder marcar dominio su lengua está en mi boca, su sabor me intoxica. Mis dedos aprietan su nuca, tratándo de controlarla le tiendo un pequeño mordisco. Al contrario de lo que quiero aún le da más caña. Dejo que sigamos su ritmo, violento, desesperado. Animal.

Me alejo de la tentación como puedo, casi mareado. Una buena lección para no confiarme nunca con ella.

Mi dedo gordo va a su boca y lo toma sin contemplaciones, lo chupa, lo mordisquea. Si es su manera de convencerme de no ponerle la mordaza está muy equivocada.

Joder.

Agarro la bola agujereada y rápido se la engancho en su boca, apretando bien el cinturón que la fija. Su pelo se alborotea alrededor del cinto cuando se sacude contra ella, trata de expulsarla obviamente sin éxito.  Su mano libre va hacia ella y le tomo la muñeca deteniéndola. La guio hacia su espalda y pesco su otra mano, apartándola de su entrepierna y las engancho con las esposas en su espalda.

Sus rodillas se separan más, buscando el equilibrio. Su coño queda totalmente a mi disposición. Su culo también.  Sin poder remediarlo mi mano va a su nalga, la aprieto, la amaso. Su gemido placentero se cuela en mi cabeza.

-¿Quieres mi polla?

El movimiento de sus caderas me deja claro que si, pero subamos un poco más la temperatura. Su mejilla derecha se roza contra la colcha cuando asiente. Suelto su nalga y veo la marca rojiza que dejo sobre su piel.

-Dilo

Y ahí está, esa cara de incompresión. Intenta entender, no le dejo mucho tiempo para que se lo piense. Me inclino sobre ella para que me note cerca, para hablar a su oído.

-Vaya, entonces no quieres

Se estremece con mi voz.

-mmmmmmhhhmm

Casi se le ha entendido. La saliva comienza a salir ya por los agujeros de la mordaza y eso es lo que más odia ella. Veo como intenta tragar como puede.

-Está bien, ya que no puedes hablar, demuéstralo.

Me alzo y me posiciono un lado, observando a ver si entiende y hace. Por unos segundos me observa de reojo y de pronto se alza, arrodillándose contra la colcha. Me mira a la cara buscando alguna pista. Ve el hueco que le he dejado. Se pone en pie justo enfrente y para mi asombro se arrodilla en el suelo. Su cara no duda cuando va a mi entrepierna y se roza contra ella. Mi polla ya está dura pero cuando su mentón se medio apoya en mi muslo y me mira desde abajo el deseo me invade. Está sumisa, predispuesta y es mía.

-Buena chica

Veo su sonrisa detrás de la mordaza.

La ayudo a alzarse tomándola de la nuca y la acuesto contra la cama de nuevo, cara arriba. Sus manos quedan escondidas bajo su cuerpo, pero da igual. Tomo sus muslos y se los abro, todo lo que dan, todo lo que pueden. Su coño está rosado de ganas.

-Tan buena...-llevo mi dedo a su coño, introduciendo en el fuego que arde en su cuerpo-tendré que darte un premio.

Sus caderas se inclinan hacia mí, dándome aún más acceso. Cuando me arrodillo y me inclino hacia ella la miro a los ojos y ella me mira a mí, sin esconderse.  Tiene las mejillas sonrojadas, la saliva cae por la comisura de su boca y el sudor perla su frente. La sonrío y sus muslos se tensan de anticipación. Mi dedo sale de ella y con la ayuda de otro abre su coño. Pierdo su contacto cuando mi boca lo toma, lo lame y un grito escapa de su garganta. Lo asalto con ganas, con todo, con fuerza. Lo disfruto, su sabor, sus gemidos, la rigidez en su cuerpo y sobretodo su necesidad. Todo su cuerpo lo pide, me lo suplica. Cuando mi lengua se cansa de buscar en el centro de su ser, dos dedos la invaden de pronto y mis dientes se encuentran con su botón. Ha saltado, ha gritado. Se sacude, suda, y se corre, con fuerza y sin mi permiso.

Sus piernas caen a cada lado de mí, laxas. Su estómago sube y baja agitado, tratándo de recobrar el aliento. Su cara es un verdadero poema. Sus ojos están escondidos bajo sus parpados y su rostro está casi tan rojo como la mordaza.

Solo le doy unos segundos de respiro. Con rapidez agarro el flogger y lo sacudo contra su entrepierna. Una vez, dos, antes de que sus piernas se cierren y me corten el paso. La miro a la cara y su expresión es tan dramática como si la hubiese traicionado. Trato de mantener una expresión neutra y un darle un filo peligroso a mi voz.

-¿Tengo que atarte también las piernas?

Sus ojos me retan a que sí, pero las separa con lentitud, hasta que la palma de sus pies descansa una sobre la otra y sus piernas forman una mariposa.

No la felicito por su decisión, a estas alturas este tipo de peticiones no deberían crearnos problemas. Cuando el flogger cae de nuevo sobre ella se sacude y veo que muerde la mordaza. Dejo que el picor del cuero la recorra durante unos segundos y noto el cambio. Le gusta la sensación posterior, lo se porque se inclina por más. Golpeo siempre sin repetir sitio de forma seguida y observo como su piel clara adquiere un tono rojizo, acompañado mi ritmo con sus pequeños gemidos.

Quiero follármela. Ya.

Dejo el flogger a un lado. Lo había utilizado más porque sintiese otras sensaciones con un objeto de zurra que por otra cosa. El cinturón la había castigado en su momento, pero no todos son para provocar dolor.

Mis manos van a la camisa, quitándomela. Observa como me desnudo con hambre de nuevo.Sus piernas me acogen y antes de nada le desato la mordaza. Traga la saliva acumulada. La beso de nuevo y joder, empiezo a sentir que estoy siendo algo pegañoso. Ella me toma, esta vez dejando que sea yo quién marque y guie.

Sin separarnos tomo mi polla y la hundo en ella, encontrando el paraíso. Ambos gemimos a la vez. Mi mano busca a tiendas su pezón, lo retuerzo.La otra va a su clítoris y hace lo mismo. Tengo que hacerlo porque se que no voy a durar mucho. Apoyamos nuestras frentes juntas y nos miramos a los ojos. Algo salta en mi pecho, se retuerce por mi garganta alcanzando mi lengua.

-Cat-gruño su nombre más como un animal que otra cosa

Ella no contesta, pero se que me oye porque me mira con los ojos entrecerrados, atenta. Aprieto el ritmo de mis manos y mis caderas.

-Puedes correrte

Le doy el permiso aunque se que no lo necesita más por decir eso que decir lo que realmente quiero, pero las palabras silenciadas me arden en la boca y gruño entre frustrado y intoxicado de placer.

-Cat-me obligo a insistir de nuevo

Me mira atenta, deseosa, con el brillo en los ojos y ansiosa. Está a punto de correrse y la llevo allí, me muevo rápido, duro y fuerte, como se que le gusta. Cierra los ojos y grita. Grita mi nombre. No está nada mal.

La sigo rápido y hundo mi cabeza en el hueco que me ofrece su cuello y su hombro. Trato de recuperar el aliento, trato de empujar de nuevo las palabras absurdas al fondo de mi corazón.

-Luca-su voz, algo ronca me estremece-mírame.

Me alzo porque siempre estoy dispuesto a mirarla y es una orden que ni siquiera me molesta. Sus labios besan los míos en un beso rápido, un pequeño pico que solo había dado una vez con una chica quizás a mis trece años.

Es resuelto, es fresco, es nuevo.

-Yo también te quiero-y lo dice seria, directa.

La sensación amarga de mi boca se aleja y la sonrío, de verdad, con dulzura.

No me reconozco.