Segundas partes nunca fueron buenas 5

Con algunas cosas se nace, y otras se hacen.

Estoy en pánico, necesito soltarme, necesito respirar. Necesito salir de este sitio. Con una fuerza de la que jamás me vi capaz sacudo las piernas contra la cuerda como si estuviese poseída. Noto como se afloja y tiro con más ganas, con las lágrimas cayéndome por la comisura de mis ojos y el sudor goteando en mi frente. De un tirón la cuerda cede y estrello la parte externa de mi rodilla contra la parte alta de la pata de la cama. El dolor me relampaguea de pronto y veo la sangre.

Un corte limpio en el lateral de mi rodilla con sus buenas bacterias, viendo el aspecto del hierro sobrealiente y filoso. Nada me queda por intentarlo. Trato con energía de arrastrar a saltos la silla hasta ese lugar, con la inteligente idea de cortar la cuerda que une mis manos. Lo consigo pero no puedo decir que haya sido silencioso. Por unos segundos me quedo estática, tratando de escuchar por encima del pitido de mis oídos y el bombardeo de sangre a mi cabeza.

No se oye nada.

Toco cuidadosamente con la yema de mis dedos el desperfecto de la cama que va a convertirse en mi mejor amigo. Una vez que lo encuentro coloco encima la cuerda y comienzo con el movimiento, como si tuviese una sierra pero cortase el leño moviéndolo contra la hoja. No es que sea el mejor movimiento, pero funciona. Mis manos se separan unos milímetros y la cuerda, gruesa pero no tan fuerte, comienza a rescrebajarse. El sudor me empapa, aunque no me toma más de cinco minutos soltarme y desatar las cuerdas de mis piernas. Durante unos segundos me permito relajarme contra la silla, tomar aliento, calmarme. El corazón salta sobre mi pecho desde que Kiril salió.

Kiril o quién sea.

Me limpio el sudor de la frente con la palma de la mano y me levanto sobre mis pies algo más estable y tranquila. Tomo el vestido que descansa arrugado en el suelo dejado con anterioridad por él y me lo pongo. No se cuanto tiempo llevo esperando esta oportuidad para escapar, pero no la voy a desaprovechar.

Tengo que ser cuidadosa.

Coloco mi oído contra la puerta queriendo escuchar algo, alguna pista de su paradero, pero el silencio es intenso. Trantando de no hacer ruido, busco algo por el cuarto con lo que defenderme físicamente si fuera necesario. El plan es un desastre porque la habitación está estéril. Cuando me rindo decido que tengo que darme prisa por el siguiente movimiento si no quiero tener que enfrentarme con él aquí dentro.

Y aquí dentro tiene las de ganar.

Apoyo el oído de nuevo contra la madera tratando de escuchar pero ningún sonido interrumpe el silencio así que con cuidado pruebo a abrir la puerta, sorprendida de que no tenga ningún cerrojo. Solo una pequeña rendija para comprobar el pasillo por el que hace unas horas me había arrastrado.

Vacío.

Con cuidado salgo sin cerrar. Tiene pinta de vieja y de chirriar. Lo que alcanzo a ver del lugar no parece tener presencia humana. Casi al frente me encuentro con las escaleras que bajan al piso inferior y con cuidado asomo solo mis ojos, encontrando el hall vacío y la puerta de entrada.

Puedo correr.

Puedo arriesgarme a que esa puerta tampoco tenga seguro y que mis piernas sean más rápidas que las de él, pero algo posado encima de la mesilla de abajo me altera el corazón. Una pistola. No he disparado muchas veces una, pero si me ponen a prueba se apuntar y apretar el gatillo.

De nuevo repaso el pasillo en el que estoy esperando que en cualquier momento él salga. Si tengo la pistola la balanza se inclina hacia mí. Coloco un pie entaconado sobre el primer peldaño de la escalera y lo pruebo con una parte de mi peso para calcular el crujido y ruido. Se mantiene silencioso y agradezco que el suelo de la casa esté bastante nuevo. Así bajo de uno en uno, atenta a cualquier sonido, tratando a su vez de ser lo más silenciosa posible. Cuando llego a bajo un pequeño susurro alcanza mis oídos, advirtiéndome de vida hacia el otro lado de donde el arma descansa, doblando la pared. Voy hasta ella tratando tener mi espalda cubierta y la tomo. No soy estúpida, compruebo que tiene balas.

Premio gordo.

Estoy a punto de salir por la puerta y pirarme del lugar pero su nombre atormenta mi cabeza, mis dudas, mis miedos, mi pasado. Si huyo, si me escondo, solo tendré interrogaciones que nadie podrá responder, ni siquiera mi padre. Me maldigo por lo estúpida que puedo llegar a ser.

Coloco mi arma al frente, no muy separada de mi cuerpo y la sujeto con fuerza, como si fuese parte de mí. Camino hacia el sonido de agua cayendo y supongo que él está en el baño, duchándose. Mi cuerpo llora por una ducha ahora que lo pienso. El calor ahora mismo es insufrible.

Rodeo la pared dejando atrás la puerta de salida y observo el salón ordenado, mi cajetilla de tabaco sobre la mesilla, mi bolso sobre el sofá verde.  Abanzo sobre la vieja alfombra y compruebo la cocina que conecta directa con el salón. Dando otro giro, rodeándo las escaleras, puedo confirmar que está el baño y que está en el baño.

La puerta está abierta y escogió un mal momento para asearse.

Aprieto la culata contra la palma de mi mano y mis dedos y no dudo en entrar, enfocando la ducha y su espalda. Su cabeza está hundida en el caliente agua, castigando sus hombros. Compruebo visualmente el resto del cuarto buscando alguna posible amenaza, pero como la habitación, parece no haber nada más de lo justo y necesario para sobrevivir parcamente. Después recaigo de nuevo sobre él, advirtiendo que no se ha percatado de mi presencia y no puedo no mirarle el culo. No es que sea una fan de los culos masculinos pero es una parte del cuerpo que miras con curiosidad si alguien desnudo y de espaldas está ante ti. Está prieto, algo musculado.

Bien, dejémonos las tonterías.

Levanto mi puño y con contundencia golpeo la madera de la puerta, como si pidiese permiso para entrar.

Toc, toc. Sorpresa .

Se gira rápido, casi en un salto y me mira a través de la mampara. No puedo distinguir su expresión con claridad, pero la rabia tiene que estar en él.

-¿Te he pillado en un mal momento?

Su mano vuela hacia el grifo y cierra el agua, pero no se mueve más.

-Abre la mampara.-se lo ordeno.

Una parte de mi quiere verlo desnudo y a otra quiere hacer que se sienta totalmente desprotegido y en descontrol. Ahora mismo manda mi coño y dios le libre de llevarme la contraria. Hace lo que le pido y se queda cara a mi, con el pelo goteando hacia delante, en un mechón rubio que cubre esos ojos que me atormentan.

Contrariamente a lo que había imaginado su expresión es neutra, vacía, calmada. Ni un músculo en tensión y es algo que me pone de los nervios.

-Vamos sal.

Mientras lo hace le miro el pene. La polla. Está algo empalmado y me pregunto si es por que le van las situaciones de riesgo.

Su mano va hacia la toalla enganchada en la pared pero le detengo.

-Ni se te ocurra. Desnudo estás mejor

Se queda quieto y me mira atentamente, como usualmente  me miraba Kiril cuando eramos críos, a la espera, a la búsqueda de cualquier debilidad.

-Vas a tener que hacer un esfuerzo por ser más educado y empezar a hablar.

Sus ojos me recorren de pies a cabeza para terminar en el arma que sin vacilar le apunta al pecho. Analítico, calmado. Me pone nerviosa.

-Ahora contéstame como un buen chico: si señorita, voy a hablar.

Me sigue observando inmune a mis palabras y la pistola comienza a pesarme. Cuando le apunto con más insistencia él coge y da un paso hacia mí.

-No te muevas

Se para ante mi amenaza pero me mira divertido, o lo que supongo que para él es divertido.

-¿Quieres que hable?- su voz baja me sacude internamente, se cuela en mis oídos creando un escalofrío- Hablaré, Гремлин.-me enconjo ante el apodo.- No sabes dónde estás, ni quién soy, ni qué va a pasar. Yo sí. Sé muchas cosas, ahora mismo se una muy importante, ¿sabes él qué?

Dudo en si seguirle el juego.

-¿Qué?-pregunto

  • Que no vas a disparar.

Da otro paso hacia mi.

-¡Ponme a prueba!- le amenazo con insistencia.

¿Qué no voy a disparar? Mi culo no lo voy a hacer.

-Ssshh Гремлин, no te conviene gritar.

¿Pero qué mierda...?

-No me vas a volver a llamar así, ¿entendido? ¡Y gritaré lo que me salga del coño!-digo mientras sacudo el arma descontroladamente.

Estoy tan nerviosa que no soy capaz de calmarme y él quiere eso, lo sé. Trato de tomar el control mientras veo que avanza otro pequeño paso hacia mí.

-¿Eres sordo?, quédate quieto.

-S, Гремлин, muy quieto.

Está a medio camino entre la ducha y yo.

-Quiero una explicación.

Le observo atentamente de nuevo, a su gran cuerpo entrenado, buscando resto de un muchacho que conocí.

Sin previo aviso se pone en movimiento como una serpiente amagando hacia la derecha y por mucho que él crea, no dudo en disparar, haciendo que mis oídos piten tan fuerte y mi corazón lata tan asustado que no se si le doy, solo se que él sigue avanzando hacia mi, tomando un fuerte impulso con el que impactar a mi cuerpo, placándome. Trato de echar el gatillo atrás mientras caigo y no se como no me desnuco, quizás porque su mano protege la parte externa de mi cabeza para que no golpee directa contra el suelo. Sin darme cuenta disparo de nuevo y el sonido nos tensa a ambos porque podía incluso haberme herido a mi misma. Su mano toma mi cuello por la parte interna y la otra agarra mi muñeca tan fuerte con la idea de aflojar mis dedos y perder el arma. Me sacudo debajo de él, peleándo por el arma, tratando de quitármelo de encima. Cuando veo que eso me reporta pocos resultados intento rodar. Sus dedos envuelven aún la muñeca de la mano con la que sujeto el arma y sin dudarlo aprieta. Algo cruje y grito sobrecogida por el dolor. Mis dedos pierden la fuerza y el arma cae sin vida al suelo desde donde él empuja lejos. Consigo darme la vuelta de bajo de él. Quiero ponerme a cuatro patas y salir corriendo, pero su peso me impide el movimiento y su mano toma mi pelo fuerte tirando de él, elevando mi torso.

Me duele la muñeca y jadeo.

  • Podías haberte matado-suena aún calmado

Trato de escapar aún pero el tirón que recibe mi cuero cabelludo me llena los ojos de agua.

-Tenías que haber huído. Te di la oportunidad, pero tenías curiosidad, ¿verdad? Necesitabas saber.

  • Kiril.

De un movimiento brusco me gira de nuevo cara a él, hasta que veo su cara masculina y esos ojos...

-¿Te he dicho que ese sea mi nombre? –y su voz sigue siendo suave, ronca y controlada. Intento empujarle con ambas manos, pero me duele a horrores la muñeca así que trato de protegerme colocando ambos antebrazos cruzados sobre mi cara.

No duda en tomarlos y separarlos, sujetos, dejando libre el camino que conecta nuestros rostros.

-Contesta.

-No-musito

-Bien, pues no me llames así ¿entendido?

Aprieto fuerte mis labios dispuesta a llevarle la contraria, pero cuando su mano toma mi muñeca herida no dudo en contestar con dolor

-¡Si!

  • Soy Dorian.

¿Dorian? Una polla Dorian.

-Si, y yo Lady Di.

Su cara no cambia en absoluto y me confirma lo que sospechaba. Kiril jamás me ha encontrado graciosa.

-¿Quieres jugar a los chistes Гремлин? No te lo aconsejo.

Observo sus ojos tan cerca, su mandíbula, sus rasgos ¿Cómo no lo pude ver con anterioridad? Es él.

Es él.

Mi respiración se vuelve rápida como si sollozase. Dentro de mi sistema las emociones pelean por salir todas a la vez, bloqueando unas a las otras. Mis muñecas luchan contra sus dedos que me aprosionan y me suelta con lentitud, comprobando mis intenciones. No dudo en envolver mis brazos alrededor de su cuello y apretar en un abrazo sincero, donde le doy todo de mí. No siento que me lo devuelva pero no es lo importante ahora, solo quiero verter todos los sentimientos que no se decir con palabras a través de la piel. No me lo permite por mucho tiempo, solo se aleja de mí, controlado, sin sentimientos, como si fuera un robot, una cáscara vacía de quién era. No es que de niño fuese dulce o cercano, pero siempre me envolvía en sus brazos, protegiéndome.

Se alza en pie, en toda su gloriosa desnudez y no puedo evitar comerlo con los ojos. Jamás he sido tímida. Le observo mientras va hasta el arma, tomándola, poniéndole el seguro. Después observa evaluando los daños las dos balas que seguramente descansan incrustadas en la pared.

-Te haría limpiar cada pedazo de azulejo roto con la lengua si tuviesemos el tiempo. Estúpida Гремлин.

Sigo tan en sock, tan saturada que no le contesto, simplemente me quedo ahí en el suelo, observándole, sin poder creerme que el muchacho que creía muerto estuviese ante mí. Dios mío, había crecido mucho, y como no, su caracter se había agriado. No parecía tan resuelto como antes, su expresión me advertía que nada de bromas, nada de sonrisas y nada de fiesta. Solo dureza, rabia y neutraliedad. Trato de ponerme en pie mientras observo como se viste sin prestarme atención. De pronto veo la sagre en su hombro.

-Sangras

-No eres muy buena con un arma.-y hace que suene como algo malo.

Le analizo, lentamente y aunque no me mira se que está atento a cada cosa que hago ¿Cómo no he podido verlo antes? Solo me había faltado un neón con el nombre de Kiril sobre él.

Nunca esperas ver a un muerto .

De pronto me sacuden los recuerdos, las bofetadas que me ha dado hasta ahora. No es que hayan sido dura, o muchas, pero se ha atrevido a pegarme, se ha atrevido a atarme sin darme ninguna explicación, tratando de humillarme .

¿Por qué?

El peso de lo que me ha hecho estos días, de como me he sentido, cae sobre mi a plomo. El tiempo que he estado encerrada, mi ya no trabajo, mi soledad cuando se había ido, mi lloro. Mi odio a mi padre. Con un grito de rabia me lanzo hacia él, dispuesta a luchar, dispuesta a pegarle. Parece ser que ha ganado una emoción en mí.

Kiril se gira hacia mi para enfrentarme, sin mostrar sorpresa o miedo, como si esperase esa reacción en mí. Me toma casi en el aire y aprovecha mi impulso para estamparme contra la pared. Solo le he dejado vestirse de cintura para bajo, asi que su pecho se clava contra el mío cubierto. La muñeca me duele a horrores y me pregunto si me la ha roto.

Sus ojos fríos fijan los míos, me controlan al igual que su cuerpo el mío.

-Cálmate.

-¿Qué me calme? ¡¿Qué me calme?!- Un grito de indignación estalla en mi pecho, sale por mi boca y dios, se tiene que oír a kilómetros de distancia.

La bofetada termina con el descontrol de mis emociones en un segundo. De nuevo no es fuerte pero si directa, dada sin ningún tipo de duda.

-Cállate o te ato, amordazo y te meto en el primer armario que vea, a ver si de ahí eres capaz de soltarte.

Su amenaza me la paso por mis partes.

  • ¿Qué es todo esto?¿Qué hago aquí? ¡¿Y por qué de pronto estás vivo?!

Es alto, así que estando tan cerca me resulta difícil mirarle a la cara. Se aprovecha de eso, dejándome claro que soy más débil.

-Que yo sepa llevo unos cuantos años estando así.

¿Quién es el gracioso ahora?

-Suéltame-le ordeno, tratando de poder estar en una posición más ventajosa ahora que intento calmarme a mi misma. La mejilla donde su mano se ha estampado se siente caliente y quiero tocarla, pero no voy a demostrar esa debilidad ante él.

Sus ojos observan mi cara desde arriba, dominante, controlado y serio, muy serio.

-Te has vuelto una mocosa mal criada.-su mano toma mi cuello y lo envuelve.

Kiril es grande, mucho más grande que yo, por eso quizás su mote siempre ha tenido setido para él. Soy un duencillo a su lado, casi envuelve todo mi cuello dentro de su palma y aprieta.

-Eso explica muchas cosas. Empezando por cómo has mirado a tu ombligo todo este tiempo.

-No sé de que me estás hablando. –le digo algo entrecortada.

Sus dedos estrujan de pronto mi carne, dejándome sin respiración. Nos miramos directamente y estoy confundida. Muy confundida. Me está axfisiando.

Le observo sin luchar, quieta, resignada, sintiendo su ira y su dolor a través de su piel. Me quema, me daña. Intento analizarlo, intento entender, pero cuando escarbo, cuando fijo mis ojos en los suyos buscando una verdad esquiva me empuja lejos, o más bien se aleja de mí porque yo solo puedo clavarme con más aínco contra la pared. Ignorándome abre el armario y rescata alcohol medicinal y unas vendas. Sin miramiento echa el líquido sobre su herida y luego toma la toalla quitandose el exceso. Lo hace con soltura, como si estuvies acostumbrado a envolver las vendas alrededor del hombro y luego toma su camiseta y se la pone. Le observo hacerlo sin intervenir, callada, tratando de ordenar mis pensamientos. De pronto me lanza a la cara unas vendas.

-La muñeca-me dice sin más.

Decido hacerle caso, apañándome como puedo con mi mano izquierda. Fijo el juego de mi muñeca y el dolor se mitiga algo.

Lanza la toalla y sale del baño como si yo no existiese. Por un segundo miro el ama en el suelo y siento que es como un señuelo, una prueba de fuego. Decido dejarla donde está y seguirle. Esta vez los tacones resuenan contra el suelo.

Toma asiento en el sofá, al lado de mi bolso y con tranquilidad agarra mi cajetilla de tabaco y roba uno de mis pitis con los dedos ágiles. Lo enciende aún sin prestarme atención.

-Oh cariño, puedes tomarte el tiempo que quieras, por mi no te pongas nervioso. –le acecho

Aspira una bocanada esta vez centrándose en mí y veo la desaprovación en su cara cuando recorre mi atuendo de nuevo con calma. Bien, no es mi mejor outfit, pero yo no había decidido que me secuestraran un sábado de noche. Se me tiñen de rojo las mejillas cuando pienso en lo estúpida que soy y me maldigo por dentro porque él pueda pensar que en realidad mi verguenza es porque tiene sus ojos de serpiente sobre mí.

Suelta el humo.

-Siéntate

Lo ha ordenado pero sonrío ante eso, va crudo conmigo si quiere jugar a ese juego. Soy especialista en incumplir las órdenes.

Voy hasta la cocina abriendo la nevera, se me ha abierto el apetito.

-Anya-me amenaza

-Kiril

Veo la tensión en sus hombros al pronunciar su nombre. Tomo un tomate de la nevera y un cuchillo. No parece preocuparse por ello, un plato y comienzo a partirlo en pedacitos.

Ninguno dice nada mientras yo me preparo el tomate y él se fuma el cigarrillo, enfadado. Se que está enfadado. Cuando termino decido darle algo de lo que me pide para que suelte de una vez aquello que tiene que contarme. Tomo un tenedor y me acerco. Me siento cerca pero lejos mientras comienzo a comer.

-Cuéntame-le animo con descaro.

Por unos segundos me analiza y de pronto siento que pierde el control porque me arrebata el plato y lo lanza contra la pared. Bien, adiós a mi tomate. Observo las paredes, menuda mancha y el tomate sale bastante mal.

-Vaya, menos mal que no me toca recogerlo.

Cuando me giro hacia él veo que ha perdido la paciencia.

-Crees que todo es un juego , ¿verdad?

Esas tenemos.

-Prefiero tomarme con humor que un muerto que me resulta conocido me haya secuestrado. Tiene su punto. –me encojo de hombros como si realmente me importase un bledo.

De pronto se inclina a mí, con el cigarro en la boca y sus manos toman mi barbilla para alzarme la cara

-Si no te necesitase te mataría, pero antes te torturaría y le mandaría  fotos a tu padre.

-Que tentador. –sonrío con falsedad.

-Pero vas ayudarme.

-¿Tú crees?

-Si, Гремлин, se lo debes.

-¿Le debo qué a quién?

La yema de sus dedos se clavan en mi piel.

-A Raisa.

Su nombre me parte el corazón por segunda vez hoy. Esta vez aparto sus dedos de un manotazo y me levanto alejándome, dándole la espalda hasta que controlo la expresión de mi cuerpo, hasta que puedo relajar mis músculos tensos y la sonrisa falsa y tonta se vuelca de nuevo en mi rostro. Le miro, me espongo a sus ojos analíticos.

-Tu hermanita siempre ha sabido cuidarse ella sola, por si no lo sabes aproximadamente un año después de tu no muerte se marcho de viaje sin mi y bueno, no decició volver. –y estoy orgullosa de que no me tiemble la voz.

Raisa había sido toda la vida mi mejor amiga.

Mi única amiga.

Aunque había nacido en Rusia mi familia se había mudado cuando yo era una cría a España. Raisa había estado en mi primera clase de colegio. Por casualidades del destido ellos también eran inmigrante. Sus padres y su hermano eran rusos pero a diferencia de mí, Raisa ya había nacido aquí. Mi padre había aceptado con facilidad mi amistad con Raisa por sus orígenes rusos. Nuestras familias se habían acercado. En un país que no es el tuyo ellos agradecieron la mano que mi gran familia les tendió. Se habían mudado a la urbanización que básicamente habíamos conquistado y yo había crecido con Raisa. Dormíamos juntas, salíamos de fiesta juntas, comíamos juntas.

Era mi hermana.

Era mi sangre.

Raisa había sido mi mundo una vez.

-Eres tan estúpida Гремлин. Tan estúpida...-miro sin entender a Kiril, a su expresión dura.

Y él mi sol.

Aparto mis pensamientos de mi cabeza y sin dudarlo voy hacia el sofá, pasando a su lado, tomando el bolso.

-No estoy interesada en Raisa, ni en ti. En realidad no estoy interesada más en tu familia en general. Te puedes quedar con la cajetilla. –acompaño la frase con un movimiento de cabeza, señalando el tabaco.

Me corta el paso con facilidad.

-No vas a ningún lado Anya. No voy a dejar que sigas huyendo.

-No huyo

Me toma de los hombros, me sacude.

-Lo haces. Te has acogido a lo que más te interesó, a lo que más te interesa, creyéndote la mentira, pero sabes la verdad, en el fondo se que lo sabes.

No.

Yo no se nada.

Niego con la cabeza con insistencia. Trato de hacer que me suelte y correr a la puerta, irme, alejarme.

-No se de que me hablas.

-Si que lo sabes, ahora sí. Ahora que yo respiro, ahora te toca sacar las conclusiones. Ella no te dejó, jamás lo haría.

Trato de taparme los oídos porque entiendo, y no quiero hacerlo.

-Tu padre...

-¡NO!-le corto y me zafo, me alejo, tropiezo y me caigo.-¡No quiero saber!

Porque he vivido todo este tiempo creyendo que ella me ha traicionado, abandonándome, rompiendo nuestros sueños juntas, dejándome aislada en el dolor.

-Vas a saber.-Kiril se arrodilla y me toma la cabeza impidiéndome que me aleje- Fue vendida como carne Гремлин, tu hermano la metió en el mercado.

-¡No!- no quiero creerlo

Ningún niño o niña ruso acababa ahí. Kiril miente.

-La abandonamos y ahora tenemos que rescatarla.

-¡No!, no tienes ni idea, ella me avisó, me dijo que se iría un tiempo, que necesitaba tiempo.

Lo recuerdo, recuerdo su cara la última vez que la vi. Recuerdo como le rogué que me esperase, que iría con ella, que la seguiría al fin del mundo. La muerte de Kiril nos había unido más que nunca, ella había perdido un hermano y yo había perdido al amor de mi vida. A lo que yo creía que era el amor de mi vida. Tenía diecinueve años.

-Mi padre estaba traicionandoos. Tuve que protegerle. Mi familia pago. Todos.

Raisa había desaparecido y sus padres con ella. Ellos habían huido.

-No te creo

-Sabes como funciona, sabes lo que pasa cuando se filtra información. Cuando involucras a la poli. Sabes como es tu padre.

-¿Por qué?

¿Por qué nos habían taicionado? ¿Por qué mi padre era así?  ¿Por qué no me habían contado?

-Tu padre era cruel. Aún lo es.

Por segunda vez hoy, después de cuatro años, lloro. Kiril se levanta alejándose, dándome la espalda. Intento calmarme, intento respirar. Soy solo una niña pequeña, sola, desbordada y cuando pienso, cuando consigo sincerarme le comunico con voz débil:

-De ese lugar no se puede sacar a nadie.

Veo la tensión de sus hombros, de sus manos en puño, de su cuello.

-Si, hay una forma. –se gira hacia mi para mirarme- Entrando en él.

Me lo va a hacer pagar con creces.

Lo sé.

Lo supe desde que vi su cara cuando me negue a ladrar. Había reaccionado fuera de lo que él había establecido mis límites y no le gustaba. No le gustaba que le cogiese por sorpresa.

Que pena.

No debería. No debería observarle como lo estoy haciendo, como lo he hecho cuando he traído el café con leche en la mano y la cara roja. No voy a hablar de la cara del gasolinero. No quiero recordarlo, que verguenza ¡Que verguenza! Pero el sabor de boca del orgullo me había plantado esa expresión en el rostro que sabría que me traería problemas.

Ahora, cuando veo la casa de Luca solo a unos pocos segundos de viaje en coche, pienso que no quiero viajarme. Al principio ponerles en jaque mate me había parecido divertido, ahora me pone los pelos de punta.

Dani se lo había tomado con humor, solo se había reído mientras me había dicho que quería un mediano de café con leche, pero luego había dicho una frase a Luca que se me tatuó en la cabeza.

No tienes nada que hacer con ella.

Y es verdad. Es como si se me hubiese iluinado la bombilla de pronto. No puedo alejarme de Luca, del poder que tiene sobre mí, pero si puedo hacer que él se aleje de mí. Basta con llevarlo al límite. Por mucho que le guste mi “desobediencia” todo se disfruta hasta cierto punto. Tenía que llevarlo a ese lugar. Solo hay un pequeño problema.

No se si mi límite está antes del suyo.

El cierre de la puerta del copiloto me saca de mis pensamientos. Dani está ya fuera, con el móvil en la oreja. Le observo desde dentro, su paso tranquilo, su sonrisa...Todo lo que sonríe él no lo sonríe Luca. De alguna forma el mundo tiene que estar equilibrado. Le echo un breve vistazo al espejo interno, tratando de ver su expresión. Nuestros ojos contactan y su ferocidad me hiela la sangre.

-Abajo

Es su simple orden y mi plan se va al garete porque me da miedo otro enfrentamiento más. Necesito dormir. Necesito llamar a Cristian.

O no.

De pronto recuerdo lo de la estación de policía y abro la boca, pero Luca baja rápido y comienza a dar la vuelta al coche. No tardo en abrir la puerta, pero mientras me apeo él ya está delante. Me toma del brazo con fuerza, con prisa. A lo lejos escucho aún a Dani hablando por teléfono con Sonia. Tiene que ser con ella porque su expresión se suaviza algo cuando está a su alrededor.

Por unos segundos me dejo arrastrar por él, quiero asegurarme de sus intenciones. Quizás le de por explicarme todo lo que está ocurriendo. El por qué he acabado en un sótano con otra chica secuestrada, quién ese Dorian, y qué ha pasado con los rusos.

A veces soy más ilusa de lo que aún aparento.

Cuando veo que enfoca  las escaleras clavo los talones en el suelo. Consigue arrastrarme un metro más.

-No –niego mientras me zafo de él, le encaro. Está cerca de mí y tengo que alzar el rostro para plantarle cara, pero no me atrevo, no me atrevo a enfrentar directamente sus ojos fieros así que encuadro su boca y me reafirmo en mi posición cuadrando los hombros-No vas a descargar tus frustraciones conmigo. No sin darme explicaciones.

Veo su tic en su labio. Su mirada fija estancada. Da un paso hacía mi y me mantengo quieta. No voy a retroceder. Me niego a retroceder. Luca me rodea hasta posicionarse a mi espalda.

Su mano va al hueco de mi pelo, suave, lento, aparta mi cabello a un lado dejando espuesta mi carne a su boca. Se inclina, respira y el aliento roza mi oído. Cierro los ojos y disfruto de la sensación, que me estremece, que pone la piel de mis brazos de gallina.

-Hay dos formas de hacer esto,-sus dedos se pierden en la base de mi pelo-puedes subir, desnudarte, rogar y disfrutar-su voz susurrada, tranquila, me amansa mientras amasa mi pelo, jugando con las hebras resbalando entre sus dedos. Me relajo, me gusta, me calma. De pronto los cierra aprisionándolo dentro de un puño, tirando, inclinando la cabeza a su gusto-o puedes pelear, que te suba, te desnude y ruegues, pero por menos.- y es entonces cuando noto la ferocidad de su voz, se endurece, se hace cruel. Siento que su boca se acerca a mi piel  y lame, en la parte de mi cuello detrás de oído. Gimo-¿Qué quieres gatita? ¿Quieres el camino largo? Porque ni tu ni yo estamos para andarlo.

No quiero pelear. Solo relajarme, solo dormir. Quiero acostarme con él, pero Cristian...Y eso me recuerda: necesitamos hablar y necesito hablar de Luca sobre él.

-Tenemos que hablar.

La risa cruel me tensa. Se adelanta sin soltarme y me dirige.

-Luca por favor

No lucho mucho, no puedo, dejo que me guíe aunque sus pasos largos son mucho más amplios que los míos, haciendo que, aunque trate, su agarre tire de mi cabello. No tardamos mucho en entrar en una habitación, pero no me suelta. Le siento analizar, observar. Su mano se tensa.

-Baja

Acompaña su orden tirando, obligádome a doblarme.

-De rodillas-me orienta mientras me fuerza.

Cumplo arrodillandome a sus pies.

Suelta mi pelo y quedo quieta. Se aleja de mí y veo asustada sus movimientos. Desabrocha la camisa los dos primeros botones y se remanga las mangas. Lo siguiente me altera, tanto que me echo atrás y pierdo la posición en la que él me había dejado.

Se ha desabrochado el cinturón.

-No

Se lo quita observando con desaprovación mi desobediencia.

-¿Has oído hablar de los refuerzos positivos y negativos gatita?

Asiento, sin apartar los ojos del cinturón doblado que sujeta su mano. Se ve poderoso y yo me siento jodidamente asustada.

-Es sencillo.-y su sonrisa siniestra me dice que no- no te azotaré si haces lo que ordeno. –durante un segundo deja que su voz se pierda en la estancia.-Una duda, una onza de orgullo, un titubeo y ya sabes ¿Entendido?

Asiento tan rápido que puede ser incluso no creíble. Pero si me azota con eso voy a demoronarme. Aún recuerdo la sesión de hace unos años. No quiero repetir. No quiero que repita.

Alza una ceja, espectante, mientras me mira. No tardo un segundo en recuperar la posición de rodillas.

-Ojos al suelo-me cuesta, porque me siento humillada, pequeña, desconectada, pero un movimiento de su mano lleva mis ojos al cinturón y de ahí no dudan en ponerse al suelo-Buena chica.

Y mis pezones se endurecen.

Comienza a andar a mi alrededor y yo le sigo por el rabillo del ojo. Está tan cerca que solo tengo la opción de mirar sus zapatos y se que lo hace adrede. Quizás por ayudarme a no incumplir sus estúpidas normas o solo por joderme.

Se para a mi lado.

-Inclínate, apoyada con los codos, manos a la cabeza.

¿Cómo?

El correazo sobre la espalda me hace gritar, no ha sido fuerte además la ropa actúa de amortiguante, pero no me lo esperaba.

-No pienses, hazlo.

Y lo hago, inclino mi cuerpo a cuatro patas, pero en vez de apoyar las rodillas y las palmas de mis manos apoyo los codos .Mi frente descansa contra mis muñecas y parte de mis antebrazos. La posición me obliga a abrir bien las piernas teniendo una posicón más equilibrada y me alegro de estar vestida porque sino estaría totalmente espuesta.

Luca camina hasta la cama donde toma asiento y se que me observa. No es que tenga el cuerpo más gracil del mundo y por unos segundos me siento ridícula, hasta que la hebilla metálica choca contra alguna parte metálica de la cama y me tenso, recordando.

-Esta posición se llama Posición de Uso. Grábala en tu memoria gatita.

No digo nada, solo me quedo callada, orientada hacia él, expectante, pero no se mueve, no dice nada y comienzo a cansarme. Mis ojos solo pueden centrarse en la madera del suelo, pero el resto de sentidos están con él, escuchan, atienden. Entonces entiendo, me está enseñando. Paciencia, sumisión.

Aguanto porque una parte de mi no quiere defraudarle, pero la otra parte, la parte rebelde, me impide callarme.

-Esto puede llegar a ser aburrido ¿no, Señor?

Su suspiro me pone sobre aviso, sabiendo que he fallado. Siento sus ojos observarme, pero finalmente se levanta, se acerca, se arrodilla a mi espalda. No se si trae consigo el cinturón.

-¿Qué voy a hacer con esa boca que quiere hablar?

-Llénamela.

Y la palabra sale de mi antes de analizarla. Eso se llama no tener frenos.

El silencio se establece por respuesta, pero de pronto se ríe. Su mano va al chandal y tira de él junto con el tanga, bajándolo hasta mis rodillas y dejándome desnuda de cintura para bajo. No me muevo, no quiero perder.

No mientas, no quieres defraudarle.

*No tienes nada que hacer con ella

.*

Así que me jode que Dani piense eso ¿Y quién es él para opinar? ¿y por qué me fastidia?

Joder.

-¿Quieres que te la llene zorrita?-sus dedos van a mi coño y eso ya me parece mas interesante, pero no entran, solo juegas, rozan mi piel, mis nalgas, mis labios externos, pasan cerca del clítoris, rodeándolo. Trato de seguirle con ganas. El cinturón muerde mi culo y grito de nuevo, pero capto el mensaje y me quedo quieta-En esa posición quieta, pensé que eso lo sobreentenderías.

-Quizás tengas que dar mejor las órdenes. –murmuro entre dientes.

Su bufido divertido se cuela hacia mí. Dos dedos me invaden sin previo aviso, extirando. Gimo dolorida y complacida. Quiero moverme contra ellos, pero aún me pica el correazo en la piel así que me dejo hacer. Dentro, sus dedos masajean una zona que me debilita las piernas.

-Oh, por favor.-suplico inclinándome, dándole acceso total.

-Eres muy ansiosa.

Pero su respiración es accelerada y siento que está caliente, duro, dispuesto.

-Fóllame-y no tiene nada de petición, solo una orden.

El cuero golpea mi piel.

-Por favor-añado con rapidez-Señor

-De poco sirven las palabras si no te rindes Cat-es serio, mi nombre, lo que implica.

Y aunque no cesa mi calentura se enfría, se aleja ¿Qué quiere que haga? No soy buena en esto.

-No sé...

-Sabes, está en ti como está en mi ser así, te enseñaré gatita, confía, déjame mostrarte.

Quiero... pero no sirvo para ello.

No nací para ser sumisa en las manos de Luca.