Segundas partes nunca fueron buenas 4

россияне приходят

Mis pulmones se llenan de mierda. El antro apesta a tabaco, a suciedad y las bailarinas me revuelven el estómago. Mi vaso de whisky está terminado. El camarero se da cuenta y se acerca con la botella en la mano. Lo detengo con un movimiento brusco de cabeza, no me permito tomar otro. Necesito la cabeza despejada y el cuerpo bien coordinado.

Lavrov me está haciendo esperar. Supongo que le gusta esa mierda, creer que tiene control sobre mí. Está tan equivocado, con la soga al cuello y a punto de ser ahorcado. Voy a disfrutar la muerte de ese viejo ruso. Y si la de él no me reporta el suficiente placer la de su hijo me va hacer correrme a gusto.

Una mano palmea mi hombro y es hora de bajarme de ese taburete y seguir al gran gorila que guía mi camino a las escaleras. No dudo en meterme en la boca del lobo. No estoy tampoco nervioso. Me preocupa mucho más Dorian que toda esta panda de rusos aficionados.

El gorila camina rápido para la estatura que tiene y la gente que hay. Me abre el camino entre los drogadictos y alcohólicos. Al llegar a las escaleras el agobio humano desaparece, así como las luces cambiantes.

De pronto soy más consciente de la realidad. No sé si voy a salir de este sitio vivo, o entero.

Subo con agilidad las escaleras hasta la parte alta y desemboco en una habitación con vistas al propio lugar. Por un segundo observo al camarero desde arriba, a la butaca que ahora mismo acabo de dejar vacía. Las ventanas están oscurecidas para que desde fuera no se pueda ver al viejo ruso de espaldas en el gran sillón ni a las dos muchachas sentadas casi sobre él.

Nunca pensé que las películas se ajustasen a la realidad en la estética, pero cada vez estoy más convencido, la realidad supera a la ficción. El suelo está decorado por una alfombra roja oscura y un pequeño escritorio. Otro gorila encuadra la esquina de la habitación tenuemente iluminada.

  • Entra niño rico

Me empuja el otro y le dejo hacerlo, aunque pueda partirle la cara en un movimiento. Se creen que cuanto más grande mejor. Aprieto mis dedos en un puño pero me detengo. No es el momento.

  • Bien Silva, por fin te dignas a venir. – la voz del hombre es vaga, cansada y sé por qué. Su estado de salud es delicado. De pronto su mano huesuda decorada con anillos de oro empuja a las dos zorras que hay sobre él- Largaos.

Ellas no dudan en seguir su orden y medio desnudas salen por la puerta, una de ellas tiene el descaro de guiñarme un ojo.

  • No sabía que me buscabas. -comento con suavidad paseando por las estanterías.

Aún estoy al fondo de la habitación actuando mi papel de muchacho despistado. Lavrov se inclina hacia delante tratando de observarme. Se que sufre de miopía aunque él no sabe que yo lo sé. Le observo de reojo, a su cabeza medio calva y canosa, sus rasgos duros envejecidos, su nariz torcida.

  • Acércate.

Es una orden clara. Mis piernas no tiemblan cuando lo hago. Tengo que trasmitirle serenidad. Se que al hombre le caigo bien, por alguna extraña razón. Quizás me ve igual de retorcido que a él mismo.

  • Pensé que querías formar parte de esto- comenta extendiendo los brazos.

  • Así es- le confirmo

Me tenso porque se lo que viene. Aun así el golpe duele cuando el gorila descarga la culata del arma sobre mi cabeza. Aguanto el dolor. No me vuelvo hacia él porque seamos sinceros, podría tumbarle, pero el otro me tumbaría a mí.

  • Siéntate.

Lo hago también, tomo asiento al frente. Se que el gorila sigue justo detrás de mí. No me permito comprobar la herida, aunque estoy sagrando. Lavrov cruza los dedos de sus manos observándome atentamente, posicionando sus codos sobre la mesa. Si su familia sigue en pie, si su negocio está en auge es gracias a su ingenio y su inteligencia. Le observo sin trasmitir nada.

  • ¿Recuerdas nuestro acuerdo?- pregunta con su fuerte acento.

  • Si

Sigue observándome atentamente.

  • Siempre he pensado que apareciste en el preciso momento que era necesario. Estábamos un poco jodidos ¿verdad? Y decidiste invertir en nosotros.

Sus ojos claros me analizan.

  • Eres inteligente, aprecio eso.- y lo digo en serio.

Una sonrisa forzada me enseña un par de diente de oro.

  • Quiero serte sincero, porque muchacho, me caes bien. No me fío de ti, no me fío de tus intenciones.

  • Mis intenciones son simple Lavrov, sólo quiero ganar más dinero.

  • Sabemos que tenemos un infiltrado en la organización y tú has sido el último miembro en unirse, por no hablar que eres el único que no nos debes lealtad por lazos de sangre, estoy seguro de que no corre ni una gota de sangre rusa por tu cuerpo.

  • ¿Me acusas de ser un topo por no ser ruso?

  • Te acuso con razón. El último pago no lo has efectuado.

  • No ha pasado el tiempo suficiente.

  • Dos semanas

  • Otras veces ha pasado un mes. No es sencillo mover dinero de un país a otro, lo sabes de sobra.

Sus ojos me analizan, mis gestos, mi cara.

  • Si no tienes nada que esconder, seguramente nos dejes hacerte un buen interrogatorio.

Me tenso ante las perspectivas.

  • Lavrov, no me apetece mucho que me cortéis un par de dedos o me saquéis los dientes. Soy un hombre de negocios, aceptaste mi propuesta, ¿cuál es el punto?

De nuevo sus ojos de halcón me analizan.

  • Tenemos a tu mujer Silva, está enfadada contigo y canta de lo lindo

¿Cat? No, no puede ser. Me tenso de verdad.

No. Chloe.

  • No te puedes fiar de una mujer, Lavrov.

  • Generalmente no lo hago, pero si cuando están despechadas.

No me preocupa lo que les haya dicho Chloe, porque ella misma no sabe nada. Pero eso explica como han llegado hasta Cat.

De pronto siento un arma en mi cabeza, apuntándome directamente a la nuca. Agarro con fuerza los brazos de la silla con ambas manos, intentando calmarme.

  • Ahora, muchacho, vas a decirme hasta qué punto estás implicado con los hijos de puta de Edicto y desde cuando estoy en su liga. Y lo más importante, dónde está mi hija.

O joder, esto va a ser más complicado de lo que creía.

Después de bajar por aquella horrible carretera y de tomar un par de desvíos me he encontrado con un pequeño pueblo. Tampoco me interesa el nombre, ahora mismo mi atención está en otra cosa. El teléfono de Daniel. No tiene ningún número guardado y juro ante eso, pero luego voy a mensajes y me encuentro con uno que solo puede ser de Luca. Dudo en si llamarlo o no.

No.

Mejor no.

Tengo que conducir de vuelta a Madrid y colarme hasta el despacho de Cristian. No debería ser complicado.

Compruebo la gasolina y rezo por no toparme con la policía. Mi bolso se ha quedado en el coche de Luca. No tengo DNI, ni carnet de conducir. No tengo nada conmigo salvo la ropa y un móvil que no es mío.

Todavía estás a tiempo de llamar a Cristian.

Luca no quiere a la policía involucrada. Mi lealtad hacia él me va a salir cara. Una vez comprobado el teléfono lo dejo sobre el asiento del copiloto y me encamino. Pongo la intentanto distraer el lío mental de mis pensamientos.

Cuando alcanzo Madrid son las seis de la mañana. Aparco a la primera en el pequeño aparcamiento de la policía y me dirijo hacia las puertas. Está abierto y juego con gran ventaja cuando veo quién está de guardia.

  • ¿Catalina?- la mujer grande, ancha, morena, me mira con sus ojos oscuros dudosa

  • ¡Hola Eva!-finjo mi mejor sonrisa.- ¿Cómo te va todo?

Ella recorre un poco insegura mi atuendo. Lógicamente.

  • Estuve cuidando a Javi, me ha vomitado y Ana me ha dejado el chándal de Tom.

Al nombrar a Javi la cara de Eva se suaviza. No les conoce de mucho pero les ha visto un par de veces y a Eva le encantan los niños.

  • Es que tienes unas pintas…

  • Ya, ya lo sé, no me lo recuerdes. A ver si llego a casa de una vez.

  • ¿Qué haces tan temprano por aquí?

  • Cristian se ha olvidado una carpeta en el despacho y ya que es sábado…pues decidí hacerle un favor para no hacerle venir hasta aquí, ¿puedo pasar?

Me mira un poco insegura, porque en realidad es incumplir las normas.

  • Quizás puedo entrar yo a por ella- me da como solución, pero no me sirve

  • En realidad no tengo muy claro dónde está, es un momento.

Eva me analiza de vuelta y finalmente cede a mi sonrisa.

  • Está bien, puedes pasar. No tardes mucho eso sí.

  • ¡Gracias!

Me abre la puerta de acceso y de nuevo me repite que no tarde mucho.

No tardaré.

El lugar está vacío y alcanzo con facilidad su despacho. Enciendo el ordenador y me muerdo las uñas mientras enciende. Bien podían tener algo un poco más veloz. Finalmente la opción de meter la contraseña. No dudo al introducir: Super-Mario94

No la ha cambiado y una tímida sonrisa me ilumina el rostro. Cristian es así.

Encuentro el programa de buscador de sospechosos con facilidad. Ya sabéis lo que pongo

Lavrov.

Hay varios de ellos, pero solo uno operante en Madrid.

Dominik Lavrov.

Hombre de sesenta y tres años. Enfermo de cáncer de páncreas. Dos hijos. Mujer muerta. Varios años en la cárcel cuando era joven por asuntos de drogas allá en Rusia. Emigró a España con treinta, casado ya y con una gran familia a cuestas, tíos, sobrinos, primos... Desde entonces mueve varios negocios del infra mundo. Drogas, prostitución, armas… ¡Armas!

En realidad no me sorprende nada si ya en un principio sabía que eran una mafia. Me explico, no se nada de todo esto, pero si he visto bastantes películas de ello.

Me encuentro con una dirección de residencia y rápida rescato la hoja de las preguntas y la anoto. Apunto otras dos de varios locales.

Estoy a punto de apagar el ordenador cuando el instinto me anima a hacer otra búsqueda.

Luca Silva.

Hombre, veintiocho años. Enfermedades ninguna. Sin hijos. Un año en un reformatorio de joven. Un altercado a los diecinueve, desacato a la autoridad. Nada más.

Cierro el programa sin a ver conseguido mucha cosa, pero algo me hace fijarme en el escritorio, una carpeta con el mismo nombre que acabo de buscar. Hago doble click y se desata un infierno sobre mí.

Hay fotos, muchas, de Luca de joven, de Luca y yo, de jóvenes. Antes de ser novios, cuando éramos novios. Entonces veo un documento. Mis dedos tiemblan cuando lo abro.

Catalina García lleva sin tener contacto con el sujeto dos meses. Está algo depresiva, ha intentado comenzar de nuevo en otro lugar, partir de cero. Necesitamos contacto.

Bajo unas hojas. Es un documento de más de sesenta hojas, con fechas, con nombres.

La ha visto después de dos años. Sabría que volvería, sabría que así le encontraríamos.

¡¿Qué mierda es todo esto?!

  • ¿Cat?

La voz de Eva me sobresalta y con rapidez apago la pantalla sin darme tiempo a nada más.

  • ¡Estoy aquí!

Salgo apurada del despacho. Eva mira mis manos desnuda sospechando.

  • No he sido capaz de encontrarlo- digo aún con el corazón bombeando rápido- va a tener que venir él.

Me encamino hacia la puerta tranquila

  • Siento haberte echo perder el tiempo.

  • ¡No te preocupes!-comenta animada, más tranquila ahora que me ve salir- como puedes ver hay poco que hacer a estas horas.

  • Espero que se te haga corto el resto ¿Qué tal Kevin?

No, amigos. Kevin no es su marido o su hijo. Si no su perro.

  • Pues como siempre. Le van a tener que operar de una patita, pero bueno, nada peligroso.

  • Espero que vaya bien. Bueno tengo que irme. Muchas gracias por la ayuda

  • De nada cariño.

Me dirijo al coche y me tiembla todo el cuerpo.

¿Qué ha sido eso que he visto en el ordenador? Y lo peor, lo he dejado encendido, seguramente Cristian lo vea el lunes. Una cosa tengo clara, él sabe más de lo que yo creía en mi relación con Luca. Mucho más.

Me siento en el asiento del piloto del peugot apretando fuerte el papel en mi bolsillo.

¿Qué hago ahora?

No hay opción de llamar a Cristian ya. El capullo me la ha jugado. O eso creo. Ya no se en quién confiar. No se que hacer. Tomo el teléfono dispuesta a hablar con Luca.

De pronto siento una presión en mi garganta. Un brazo que rodea mi cuello desde atrás. Miro por el retrovisor asustada mientras llevo mis manos a la lucha por liberarme. Unos ojos verdes, fríos, me devuelven la mirada.

  • Niña desobediente.

Lucho por respirar. El hombre me asusta hasta los huesos.

¿Cómo ha entrado en el coche? ¿Cómo sabía que estaba aquí?

Vamos, haz la verdadera pregunta.

¿Voy a morir?

Abro los ojos lentamente, me duele la garganta pero estoy viva. Tomo una bocanada de aire frío. Siento frío en todo el cuerpo. El suelo debajo de mi es duro y si, helado. La garganta duele, hinchada.

  • девушка, девушка

Escucho la voz suave, dulce. Todo está oscuro y cuando me muevo distingo perfectamente el sonido de algo metálico siendo arrastrado. Lo noto en mi tobillo, estoy enganchada, encadenada.

  • ¿Estás bien?

La voz de la mujer me arropa algo. Su acento ruso me alarma.

¿Dónde cojones estoy? Y ¿quién es ella?

  • ¿Qué…?- estoy ronca, mi lengua está tan seca que se me pega al paladar.

Trato de salivar, trato de tragar y me estremezco de frío de nuevo. Siento que estamos como en un…

Oscuro.

Y me duele la garganta.

  • Tranquila девушка, él no te hará daño.

¿Él?, pero ¿quién es él?

  • No le dejaré

Instintivamente esta chica, niña, me corrijo, tiene que ser una niña porque su voz es de niña, me cae bien.

  • ¿Dónde estamos?

  • Creo que es…¿su sótano? Aún no lo tengo claro, pero bajo tierra- las erres, su pronunciación es bonita y acusatoria.

  • Soy Catalina.- me pongo en pie, tratando de acercarme más en dirección a su voz, pero el grillete que apresa mi tobillo derecho tiene poca cadena enganchado a él y no me permite avanzar muchos pasos.

  • Anya. No te molestes, no podemos llegar a tocarnos, él lo ha calculado.

Otra vez él.

  • ¿Y quién es él?

Su silencio me estremece.

  • No lo tengo muy claro Catalina.

Se que prueba el nombre en sus labios para ver cómo suena. Tiene pinta de ser curiosa como yo, quizás también divertida.

  • Cat

  • Cat- repite ella

El hombre rubio misterioso.

Tomo la cadena de mi grillete y la sigo hasta que veo que se ancla fuertemente a la pared. Tiro con fuerza de ella y se que Anya me está escuchando. Tampoco interrumpe mis esfuerzos. Seguramente ella haya intentado esto ya.

  • ¿Llevas mucho aquí?- compruebo mis bolsillos vacíos. Ni siquiera el papel me ha dejado.

  • Es difícil calcular los días aquí abajo.

No lo dice con acritud, solo con sinceridad.

Me rindo y decido sentarme, apoyando la espalda contra la pared e introduciendo las manos en los bolsillos, buscando algo de calor. Estoy helada.

  • Así que… ¿por algún casual las dos estamos aquí sin comerlo ni beberlo?

  • O no, Cat, yo sé porque estoy aquí.- su silencio se extiende de nuevo.- Por mi padre.

Algo me hace click en la cabeza. El acento ruso. O vamos, dos más dos Cat.

  • ¿Eres familia de Lavrov?

De nuevo el silencio. Pensé que no iba a saciar mi curiosidad.

  • Soy una Lavrov. Dominik Lavrov es mi padre.

¿Qué cojones está pasando?

  • Tranquila, no tengo nada que ver con mi padre, más allá de su semen entrando en el coño de mi madre.

  • Eso es duro.

Oigo el sonido de unas ropas y me la imagino encogiéndose de hombros.

  • Eres muy joven para pensar así- le comento

  • ¿Joven?- de pronto su risa cantarina invade el cuarto oscuro. – Tengo veintitrés años. Me ha dado tiempo a ver que mi padre es un hijo de puta.

Y luego Luca dice que si yo soy mal hablada.

Una puerta se abre de pronto y la luz incide en unas escaleras a las que casi estoy a los pies. No llegaría a tocarlas debido al hierro que me aprisiona. Oigo los pasos suaves y aprovecho para mirar la estancia. Allí, a unos cuantos metros donde la luz casi no incide hay una figura sentada que me mira.

El hombre rubio baja y se me queda mirando durante unos momentos. Le sostengo la mirada atrevida, retadora. No me dice nada, pasa de largo hacia mi compañera. Ninguno de los dos hace ningún ruido cuando se planta a su lado.

  • Tu padre te está buscando.

La veo alzarse en su estatura. Ni siquiera le llega a los hombros y me planteo que es incluso algo más baja que yo. Es dura Anya, o esa pinta tiene.

  • Eso lo que querías, ¿no?

La bofetada que escucho se expande por todo el cuarto.

  • ¡¿Qué cojones haces?!- le grito porque la ha derrumbado- ¡Aléjate de ella!

Sin ni siquiera prestarme la más mínima atención veo como manipula el grillete que idénticamente al mío sujeta su tobillo y la alza controlándola con su fuerza. La toma del pelo y cuando la atrae hacia la luz veo por primera vez a Anya. Pequeña pero curvilínea. Su cara de duendecillo está decorado por su pelo a la altura de sus hombros, algo ondulado, espeso y pelirrojo. No sabría si decir si natural o no, pero las pecas y la piel clara son suyas cien por cien. Al igual que sus ojos que incluso en esta penumbra se ven claros, azules. Ella lucha contra el hombre con fuerza mientras imagino que le insulta en un ruso fluido. Su voz se endurece algo en ese idioma.

  • ¿Dónde te la llevas? Déjala en paz.

Me levanto todo lo que puedo en mi estatura y no dudo en tomar uno de mis zapatos y tirárselo. Acierto, pero tampoco le importa una mierda. Pone una mano sobre la boca de Anya zarandeándola en el aire.

Los ojos del hombre se fijan en mi paralizándome.

  • Tú, niña, mejor será que cierres el pico. Daniel está de camino y no está especialmente contento contigo. No creas que voy a detenerle en cada cosa que quiera hacerte, seguramente me anime a observar.

Me estremezco con fuerza porque Daniel va a estar furioso. Pues sí que de poco me ha servido correr. De todas formas me preocupa mucho más lo que ese hombre le haga a la chica.

  • Ella no se lleva bien con su padre, no tiene nada que ver con él.

Los ojos de Anya van a los míos alarmados y cierro la boca. Quizás he dado demasiada información. El hombre aparta su atención de mí y arrastra a la duendecilla fuera, cerrando de nuevo y dejándome en la más completa oscuridad.

Odio esto.

Odio no saber qué pasa.

Voy a mearme encima. Lo tengo claro, o alguien me quita este grillete y me deja ir a un baño inmediatamente o me meo. Vale, tampoco hace falta que sea encima, pero no quiero ir a una esquina y desahogarme solo a unos pasos de donde tengo que posar mi culo. Joder, no soy ningún animal.

Mi orgullo me impide gritar, así que me encojo sobre mi misma y siento un gran alivio cuando sin ni siquiera saber cuánto ha pasado alguien se digna a bajar por las putas escaleras. Ahora la luz me deslumbra y los pasos son rápidos, apurados. Levanto la cabeza apoyada en mis rodillas, cansada de los acontecimientos.

Nunca me hubiese imaginado verlo ahora.

  • ¿Luca?

Me levanto y me lanzo hacia él olvidando mi enfado y mis miedos.

Al menos él está vivo.

Su boca asalta la mía con insistencia, con rabia, mordiendo mis labios. Me separo dañada.

  • Au

  • No, eso no es nada en comparación con lo que tengo pensado. O lo que tiene pensado Daniel, te debe una bien grande.- vale está enfadado, muy enfadado.

  • Si me hubieses explica…

Me toma con fuerza la cara.

  • No tengo que explicarte nada, no debería para saber qué vas a hacer lo que te digo.

Enreda su pie en la cadena y tira.

  • Puta mierda- es malo para que él diga eso.

  • Bien, ya has visto como está. Podemos subir a discutir esto.

La voz del rubio interrumpe mis pensamientos y los suyos.

  • Es justo.

  • No…- trato de sujetarle para que no me abandone aquí sola otra vez.

Se faja de mi fácilmente y siento todo lo que le odio mientras sube las escaleras de nuevo y me deja. Sola, helada.

Dorian me observa atentamente. Tiene los brazos cruzados a la altura del pecho y vigila mis movimientos de cerca. Me duele el golpe de la cabeza y el de las costillas, pero ninguno de ellos es visible.

Bien, estamos en serios problemas. Dorian tiene a Cat y aunque está bien no sé hasta qué punto puedo decir eso. Daniel me mira desde el sofá. Todavía sigue enfadado y quiere bajar a ese sótano a hacerle la vida imposible a gatita. No se lo he impedido, pero supongo que a estas alturas quiere enterarse de que cojones pasa.

  • Has introducido a mucha gente en esto- la voz de Dorian suena tensa.

  • Si lo dices por él, no sabe nada.

  • A estas alturas estas con la mierda al cuello Silva. Vamos a ir al grano ¿quieres? Te han pillado ¿verdad?

  • Tienen a Chloe, creo que eso ha sido más fallo tuyo que mío.

  • Mío- Dorian se ríe sin ganas- si. La niña del sótano es nuestra de momento.

El arma me pica en la espalda. Quizás puedo sacarla y meterle una bala en el corazón. Dani me ayudaría. Le veo de pronto en tensión dispuesto a saltar a la acción.

  • Déjate de mierda Silva. Si me matas Edicto va a estar sobre ti antes de la siguiente respiración y podrás decir adiós a tu vida y a la de tus amigos. Ahora, dime, ¿qué te han dicho?

Lo pienso durante unos segundos. No puedo enfrentarme a todos ellos.

  • Quiere a su hija, principalmente.

  • ¿Qué es lo que tiene para soltarte y saber que no vas a huir?

  • Supuestamente Chloe

  • ¿Supuestamente?

  • Su vida me importa poco.

  • Eso nos pone en ventaja.

  • Tienes a su hija

  • Yo no tengo a nadie.

Vamos, a quien quiere engañar. Ya lo sabemos.

  • Como quieras.

Sus ojos fríos observan los míos con atención.

  • Te mantendrás aparte.

Un gruñido escapa de mi garganta al escucharle. No es la primera vez que trabajo para estos hijos de puta y aun así me siguen tratando como la mierda, como si todos a su alrededor fuesen inferiores.

  • Chloe

  • Me acabas de confirmar que su vida no es importante.

  • Era mi sumisa, le debo eso.

  • ¿Aunque te haya traicionado?- algo cruje en mi pecho- no eres muy bueno con los secretos Silva, eso te puede llevar a grandes problemas. Esa puta ha cantado como un loro.

La traición es lo que hace. Tiene que haberse enterado de Cat, o haberse dado cuenta, pero no diré que la hija de puta no ha tardado ni un minuto. Puede ser que lo tuviese planeado ya. Aprieto los puños deseando haber sido más precavido con ella.

  • Lo mejor es que vosotros tres os escondáis yo me ocuparé de la organización.- sorprendentemente me tiende la llave de lo que supongo que retiene a gatita allí abajo. Daniel no duda en cogerla con un brillo en sus ojos, sabiendo que el animal que respira en su interior ha comenzado a rugir- Basta decir que mientras sigan respirando vuestras vidas y todas las que esa mujer considere importantes para ti están en peligro.

Detengo a Daniel un segundo, sabiendo que nuestra conversación va a terminar en breves.

  • Edicto puede proporcionarnos protección.

  • No me hagas reír Silva. Edicto no sabe nada de tus cagadas, espero que valores eso de mí- le observo evaluando sus palabras. Podría estar mintiéndome- Tienes el dinero y el conocimiento, será mejor que se quede así.

  • ¿Y Chloe? – insisto y entonces comprendo mi sentimiento. Quiero castigarla, destruirla, pero quiero ser yo quien lo haga, no una banda de rusos.

  • Haré lo que pueda.

Dorian me da la espalda y se dirige a la cocina. Interpreto que es un manera de largarnos. Un pequeño gritito interrumpe de pronto nuestros pasos hacia el sótano y no suena abajo.

Observo con atención la reacción de Dorian, pero se mantiene imperturbable. Claro que se que tiene a la hija de Lavrov, a mi no me engaña. Oigo los pasos rápidos de Daniel hacia el sótano y me quedo arriba dejándole su espacio con Cat. Por desgracia se lo merece.

La mordaza me ahoga de lo apretada que está y las cuerdas están tan fuerte atadas alrededor de mis muñecas que temo que la sangre no pueda fluir con normalidad. Trato de mover los dedos facilitando el trabajo y siento como están dormidos. No puedo verlos porque están a mi espalda, sujetos a la silla en la que estoy sentada. He intentado no mostrar debilidad, mantenerme callada y fuerte, indiferente a ese hombre que me recuerda a alguien que está muerto.

No ha tenido reparo en torturarme, es verdad que más mentalmente que otra cosa y me pregunto si sus ojos verdes son en realidad lentillas y él sabe. No he dicho nada, no he dado muestras de reconocimiento. No quiero que piense que me tiene. Soy tozuda, como la mayor parte de las rusas.

Esta habitación está algo menos oscura que el sótano y al menos no hace ese frío que cala los huesos. Observo la herida alrededor de mi tobillo. Siempre he tenido la piel muy sensible y cualquier metal rozando con ella me crea urticaria. El grillete no iba a ser una excepción.

Oigo la voz de unos hombres abajo, no se si pueden ser posibles amigos o no, como la muchacha del sótano, Catalina. Tenía un aspecto de mierda, de mala noche. Eso es lo de menos, nunca me ha importado el aspecto, ni el mío ni el de nadie. La mayor parte de las decisiones que tomé de mi apariencia física hasta los dieciocho fue más para volver loco a mi padre que por otra cosa. De ahí los tatuajes, y el pelo, odia que traiga el pelo corto, como si mi feminidad quedase anulada por no llevar una larga y cuidada melena, y yo era una persona con tetas, sin feminidad no valía nada.

Que se joda.

Tiro de las cuerdas, enfadada por estar aquí sabiendo que es culpa de él. Mi vida desde los dieciocho había sido tranquila, o al menos normal. Había dejado atrás a mi familia, sabiendo que mi padre siempre tendría alguno de sus esbirros sobre mí, un ojo sobre mis movimientos, pero me había dejado alejarme sabiendo que no quería el mundo que me ofrecía. Había aprendido a ganarme la vida con trabajos de camarera y al final había conseguido ser parte de una inmobiliaria.

Ahora estaba aquí, llevaba unos días sin asistir al trabajo porque mi torturador personal me retenía. Me iban a echar y no estaba nada contenta con eso. Mi indignación se transforma en un grito ahogado que se extiende por el cuarto. Se que él me castigará por ello. Me avisó que si no me quedaba callada habría consecuencias. Me importa una mierda sus consecuencias. Cree que puede hacerme daño, no tiene ni puta idea. Tendría que haber nacido en otra familia para que ese hombre consiguiese colarse bajo mi piel. Por mucho que mi padre había insistido en que mi apariencia fuese delicada, femenina y sumisa, me había enseñado a ser por dentro un gran bloque de hielo.

Me obligo a mantenerme serena de nuevo, sobre todo al escuchar como se abre la puerta. Ahí está él de nuevo, tiene que saber, sino es imposible que haya conseguido parecerse tanto a él.

-Cuando consiga soltarme de aquí voy a partirte la cara, маленькая xep.

Mi provocación no consigue nada de él, sigue siendo un bloque de hielo. Se ha sentado en un taburete al frente, con las piernas abiertas y los codos sobre sus muslos. Su expresión me pone de los nervios, pero lo peor de todo es que no habla solo me observa. Tiro de nuevo de las cuerdas, sin objetivo claro más allá de la rebelión.

Intento calmarme a mi misma y razonar. No está torturándome más allá de lo necesario, ni me está haciendo preguntas. Está solo, o al menos eso parece.

Es un rescate.

Si lo que quiere es dinero, mi padre se lo dará, de eso estoy segura. Seguramente después muera, lo cuál es una pena, bajo ese aspecto fiero y esa cara impasible, es atractivo. Repaso su cuerpo, alto, en forma, apostando a que tiene una buena tableta bajo el jersey negro. El rubio mechado de su cabeza resplandece incluso en la penumbra de la habitación. No me imagino a ese hombre yendo a una peluquería a pedir unas mechas por lo que tiene que ser natural. La cara limpia, ni un rastro de barba lo cuál me dice que es metódico. Y esos malditos ojos. Si hay algo que me desagrade de él, físicamente, son sus ojos. Esos ojos que me recuerdan a un muerto y que me miran como una serpiente.

Me dan escalofríos.

-¿Qué? ¿Tengo monos en la cara?

No cede, ni siquiera se inmuta. Aprieto los dientes y cierro los ojos. Quizás puedo dormir algo, pero no soy capaz de relajarme sabiendo que me está observando, como si no pudiese bajar todas mis defensas ante él. Los abro de nuevo y sí, ahí sigue. Atento a mi cara, no a mi cuerpo. Quiero probar una teoría.

Me vuelvo a sacudir con otra intención, elevo mis tetas que dentro del vestido me dan un buen escote. Un pequeño desvío de su mirada a ellas me da una pequeña pista. Sonrío interiormente.

  • маленькая xep, agradecería que me soltases, mis dedos se están quedando sin sangre.

Por unos momentos se queda quieto e imagino que no va a ceder, pero ante mi sopresa se levanta y rodea mi silla hasta posicionarse a mi espalda. En un segundo estoy suelta y llevo las manos hacia delante, observando que están algo amoratadas. Abro y cierro mis dedos contra la palma notando la sensación de hormigueo.

Vuelve al frente y se sienta de nuevo en su taburete.

-Eres un hombre silencioso ¿eh?

No se digna a contestar y si pudiese me levantaría, pero las piernas siguen amarradas con fuerza a la silla y no veo muy factible que me vea soltarme y no intervenga.

-¿Las piernas ya quedan fuera de los límites?

Alza una ceja rubia, las observa y simplemente vuelve a mi cara, dejándome claro que no hay opción. Bien, será algo que voy a tener que ganarme.

-¿No sientes que hace mucho calor aquí dentro? Pasas de congelarme en el sótano a cocerme, маленькая xep

Entre cierra algo los ojos pero su silenco se expande. No voy a dejar que me gane, se como controlar a un hombre. Un hombre con pene. Él tiene que tener uno.

Llevo mi mano a la zona del escote y tomo la cremallera delantera.

-Espero que no te importe que me ponga cómoda.

Nunca he tenido complejo con mi cuerpo. Es verdad que cuando era niña había engordado algo más de la cuenta entre los diez y los trece, pero mi padre me había restringido los dulces y desde entonces me había mantenido en un cuerpo pequeño, curvilíneo y según los hombres completamente tentador. Esperaba que fuese atrayente también para aquí mi amigo el bloque de hielo. No habría intentado esto si no fuese por el pequeño desvío que sus ojos hiceron hacia mis tetas hace apenas unos minutos.

Con suavidad bajo la cremallera lentamente sin apartar los ojos de él. De nuevo sigue el camino que mi mano, con las uñas pintadas de rojo, hace hacia abajo, arrastrando la cremallera y dejando a la vista mi sujetador de encaje.

-De hecho, podemos ponernos muy cómodos ambos.- le digo sensualmente, con mi voz más mimada y provocativa.

Sus ojos vuelven a mi cara, abandonando la provocación que las yemas de mis dedos hacen al rozar con delicadeza la piel de mi pecho. Se levanta con suavidad y yo animo sus pasos con una sonrisa totalmente provocadora. Una de sus manos roza mi cuello, y baja lentamente entre mis pechos hasta tomar la cremallera donde la había abandonado yo. Sin pedir permiso comienza a bajarla con lentitud mientras su cara se acerca hasta que nuestros labios se tocan y ávida, por que de pronto me siento caliente, tomo lo que me ofrece, rozando nuestras lenguas y gimiendo. Un relámpago de necesidad se propaga por mi cuerpo, estallando en los lugares en los que nuestras pieles se tocan. Sin darme cuenta consigue quitarme el vestido y dejarme en ropa interior. Por un segundo se separa asimilando y analizando mi cuerpo, mis tatuajes, cada pedazo de mi piel. Mi mirada va a su entrepierna y veo su dureza contra los pantalones negros.

-Puedo hacer algo con eso, si me sueltas. –y por increible que parezca mi mente abandona el plan original y se plantea realmente llegar a más.

Sus ojos pierden la hipnotización que mi cuerpo había creado sobre él y me mira de pronto con un pequeño sentimiento colándose en su cara.

Rabia.

Su cuerpo se inclina hacia el mío, invadiendo mi espacio personal, toma con fuerza mi cuello en una amenaza clara y llevo las manos ahí, tratando de luchar por soltarme. Su mano es dura, no sensual.

-Con mi supuesta polla pequeña que me acusas seguramente no sepa satisfacer a una zorra como tú, гремлин.- y me suelta con violencia, desprecio.

Гремлин

No puede ser.

Mientras mi corazón alterado trata de asimilar el mote, su cuerpo me rodea y toma de nuevo mis brazos, atándome incluso más apretado que antes. No lucho contra él, solo soy un cuerpo sin vida reposando sobre una silla, como una muñeca abandonada. Esta vez no se dirige al taburete cuando se aleja de mi. Va hacia la puerta dándome por vistazo únicamente su gran espalda.

No.

No puede ser.

-Kiril-susurro cuando está a punto de salir.

Su marcha se detiene un segundo pero no se vuelve a mirarme, solo sale y cierra la puerta. Algo se desliza por mi mejilla y de pronto soy consciente de que estoy llorando. Hace mucho que no lloraba, desde los quince años.

Lo recuerdo bien.

Fue el día que Kiril murió.

Veo en sus ojos que va a disfrutar de esto. Me ha amordazado mientras Luca ni siquiera se ha dignado a mirar. Conduce rápido entre las calles y aunque ya empieza a haber algo de actividad matutina los cristales tintados impiden que a la gente les llame la atención la chica desnuda que va sentada en la parte posterior del coche, atada y amordazada. Mis pezones están apresados en unas pinzas, unidos por una corta cadena que descansa sobre mi estómago. Daniel está a mi lado, disfrutando de mi vergüenza. Sabe que no me gusta que me vea desnuda. Que lo haga nadie.

  • Tus acciones tienen consecuencias, petite fille.

El coche se para en uno de los semáforos.

  • Baja la ventanilla Luca, s’il vous plait

Jadeo con la idea al volver mi cara hacia la calle y luego hacia Luca. No. Hay gente fuera, lo suficiente para que miren. Trato de decir que no, pero mis labios no pueden moverse con la mordaza y mi lengua tropieza contra ella, así solo sale un pequeño gemido que muestra mi descontento.

Él ni siquiera se digna a devolverme la mirada mientras desde el asiento del piloto baja la ventanilla que está a mi lado. Trato de esconderme, hundirme en el asiento, fundirme con él.

  • Írguete ahora mismo o abro la puerta y te dejo aquí mientras damos la vuelta a la manzana.

¿Qué si le veo capaz? Le miro y sus ojos salvajes me dejan bien claro que lo va a cumplir. Miro después a Luca y esta vez su cara me dice a través del espejo que me comporte. No quiere que ocurra, pero si pasa no lo va a impedir. Quiero gritarle, chillarle que por qué permite que me haga esto si tan suya soy.

Me iergo, tomando una posición adecuada y trato de no mirar afuera cuando escucho el jadeo de una mujer. No voy a dejar que esto me humille. Enderezo los hombros y miro al frente, notando como la luz del semáforo cambia a verde y el coche arranca. El aire me da en la cara y me hace ser mas consciente de la baba que se escapa de mi boca abierta ya que el viento choca contra ella y siento el camino que el hilo frío toma por la comisura de mi boca y cae sobre mi pecho.

No sé cómo ni porqué me han sacado de aquel sótano y me han metido en este coche, desnuda de nuevo. Estoy harta de ser tratada como un muñeco y juro por dios que quiero pegar a alguien. En especial a Luca por dejar que Daniel me haga esto.

Tengo que hablar con él, decirle lo de Cristian, pero ni siquiera me apetece. Aparte de que con esto en la boca no puedo. Lo muerto como puedo con los dientes, rabiada.

Paramos en otros tres semáforos antes de salir de la ciudad de nuevo y que Luca suba la ventana. En los tres oí gritos, silbidos e indignaciones clamando a Dios que llenaron mis ojos de agua. Me mantuve impasible aunque por dentro ardí en vergüenza. Daniel observó mi reacción con calma pero no dijo nada.

Por un momento la situación se mantiene en calma y de pronto soy muy consciente de nuevo de las ganas que tengo de mear. Al final no lo había hecho en el sótano y eso me está pasando factura. Aprieto con fuerza las piernas y me pregunto cuanto queda para alcanzar un baño.

  • Para cuando puedas Luca.

Luca no le discute la petición y toma la primera salida que dirige a una gasolinera. Está rodeada de maleza abandonada. El sol sigue aún muy bajo y veo que son las nueve y media de la mañana. Paramos a un lado, más cerca de la maleza que de la propia gasolinera. Aprieto más fuerte las piernas y miro a Luca tratando de explicarle mi problema pero de nuevo me ignora. Daniel baja del coche y da toda la vuelta hasta abrir mi puerta haciendo que la temperatura fría de la mañana se cuele dentro. Me alejo de él, o trato. Me toma de la cadena enganchada a mis pezones, obligándome a acercarme para observarme atentamente.

  • Necesitas hacer pis petite fille y aquí hay un campo bien grande.

No pienso bajar desnuda. Amordazada.

Niego con la cabeza como puedo aún dentro del coche.

  • ¿Cuánto queda de viaje Luca?

  • Alrededor de una hora- comenta suavemente mientras mira algo en su móvil distraído.

  • Si te meas en el coche voy a hacer bebértelo

Mis ojos se agrandan asustados, asqueados. Joder, que le veo capaz.

  • Baja del puto coche y mea.

Miro a mi alrededor por las ventanas y me doy cuenta de que el sitio no es tan malo. El coche me da la cobertura para que a gente de la gasolinera casi no pueda ver y la curva de la carretera me protege de la carretera principal. Solo si alguien entrase me vería de pleno.

  • Bien, la petite fille no quiere bajar.

Me muevo rápido antes de que cierre la puerta y me bajo, mis pies descalzos entran en contacto con el granito del suelo. Tiene piedrecitas sueltas que se clavan en la planta de mis pies y el aire frío me hace estremecerme. Decido que cuanto antes acabe antes vuelvo al coche.

Daniel toma un cacho de cuerda sobrante que ancla mis codos casi juntos a la espalda y tira de mi para acercarme de vuelta a él. Saca algo filoso que brilla en el sol bajo y corta las cuerdas dejándome libre.

  • Ponte a cuatro patas

Me tenso ante su orden. Está yendo a hacerme el mayor daño. Por alguna razón sabe que soy muy sensible a las humillaciones. Le observo aún con la mordaza puesta y decido de nuevo no dejarme pisotear perdiendo los estribos. Me pongo a cuatro patas y me encamino a la maleza. Gracias a dios me deja algo de espacio para que mee sola y hasta me pasa un pañuelo de papel con el que limpiarme que dejo allí. Lo siento por la contaminación, pero es capaz de enviarme a la papelera a tirarlo.

Vuelvo rápida notando ahora como las piedrecitas se clavan contra la palma de mis manos y las rodillas. Me siento ridícula, sobre todo al observar que ambos hombres me miran. Agacho la cabeza avergonzada y amplio mis avances para llegar cuanto antes a la seguridad del coche. La cadena roza timidamente el suelo en el bamboleo, provocando un bajo ruido.

  • Alto, alto, - Daniel frena mi entrada al coche interponiendo sus piernas- mucha prisa tienes por entrar.

Miro a mi alrededor de nuevo al escuchar el sonido de un motor más cercano. Me escondo entre sus piernas y el coche pasa sin notar nada. Daniel mira mi reacción con calma. Se agacha buscando que nuestras caras estén a la misma altura.

  • Te queda mucho por aprender. – me observa atentamente durante un largo minuto en el que me pierdo en sus ojos, me veo reflejada con la cara muerta de miedo y esa ridícula mordaza roja. – Solo quiero que hagas una cosa antes de entrar- una ráfaga de aire revuelve mi pelo y me hace estremecerme de nuevo. Levanto una ceja a la espera, apremiándole para que diga. - Mastúrbate, córrete y podrás meterte en el cochecito con tu amo.

Trato de prestar atención a Luca desde donde estoy, pero el asiento me impide observarlo. Daniel se sienta en el asiento de atrás orientado a mí con la puerta abierta. Yo sigo en el suelo arrodillada. Oigo el sonido de otro coche pero en realidad es uno que suena demasiado fuerte con algún motor tuneado por la autopista. Mi corazón alterado se calma algo.

Rezo porque Luca interrumpa esto. No estoy nada excitada, no puedo llegar a correrme ni aunque quiera. Solo siento las manos heladas y el corazón alocado.

Daniel me observa con calma. Siempre se ven grandes desde esa posición pero sus ojos no me calientan como los de Luca, no me retan, solo analizan. Niego con la cabeza, no como negativa sino para que tenga claro que no voy a ser capaz.

  • ¿Prefieres ir hasta a gasolinera y comprarme un café?- mis ojos se abren y niego muy rápido.

Claro que no quiero, ambos sabemos.

  • Pues empieza o vas a coger una pulmonía.

Miro a mi alrededor de nuevo. Llevo mi mano a mi clítoris pero es imposible, quizás él no sea consciente, pero no hay manera. Trato de cerrar lo ojos y pensar en otra cosa mientras me arrastro en una fantasía, pero el ruido de los coches me tiene de los nervios, el frío me hace estremecerme y los ojos grises de Daniel no me dicen nada.

Suspiro derrotada.

  • Luca, la petite fille necesita ayuda.

El sonido de la puerta suena casi con la misma rapidez con la que Daniel le reclama, casi sin acabar su frase. Luca aparece por la parte de delante del coche asimilando la situación. A mi, al frente de Daniel, de rodillas y una mano sobre mi entrepierna nada húmeda. El contacto de nuestros ojos me estremece y esta vez con algo de placer. Ante mi sorpresa Luca se sitúa a mi espalda, protegiéndome del aire. Su olor me envuelve. Quiero escondermi cara contra su pecho pero sitúa mi rostro orientado hacia Daniel tomando el pelo de mi nuca.

-Sshh gatita, vas a correrte, tal y como él quiere.

Niego de nuevo para que sea consciente de que no puedo. La mano grande de Luca va a la cadena que descansa sobre mi estómago, tirando de mis pezones. Gimo.

  • Ella sola.

Luca aleja la mano con un pequeño gruñido que hubiese sido inaudible de no haber estado su pecho contra mi espalda, retumbando.

  • Empieza – me ordena él mientras el aire de sus pulmones roza mi sensible oreja. Me estremezco y llevo mi mano con más ganas a mi coño.

Cierro los ojos dejándome llevar por el cuerpo que siento contra mi espalda. Por su respiración contra la parte de atrás de mi oreja. Su mano tira de mi cabeza para que no la aparte de Dani, pero no me puede obligar a tener los ojos abiertos. Recuerdo de pronto lo que hace cerca de dos años me hizo huir como alma en diablo, el trío que estos dos hicieron con aquella muchacha. Me envuelvo en aquella imagen, imaginándome como Luca me empuja hacia delante para follarme mientras Daniel me deja mamársela. Un pequeño gemido sale a través de la mordaza. La mano de Luca manipula la cinta que la mantiene sujeta y la afloja para que caiga sobre mi cuello. Me permito tragar aunque en el proceso me he llenado de más babas.

  • Cada vez me sorprende más lo zorra que puedes llegar a ser. Vas a conseguir correrte aquí en medio.- y noto que Luca en realidad está sorprendido con mi actitud.

  • Que te jodan. -me ha sacado de la fantasía.

¿Por qué ahora me dice eso? Joder. De nuevo la humillación. Trato de ir más rápido, alcanzar cuanto antes el climax y meterme en el coche. Me imagino a Luca azotándome, duro, besándome. Está bien que hayan sido cosas que han pasado. Cuando me acerco algo, Luca toma mi muñeca.

  • Ve a chupársela.

  • Él no ha dicho…

Su mano toma mi mandíbula para que nuestras caras queden encontradas. Su expresión dura me dice que no está para que le lleve la contraria. Me pongo de nuevo a cuatro patas y me acerco a Daniel, quedando más protegida de la vista ajena. No me rechaza cuando llevo las manos a su pantalón.

  • Gatita, pídele permiso.

Miro hacia su cara cuando la orden de Luca llega. Gruño cuando veo que me sonríe, sabiendo que va a seguir el juego a su amigo.

  • ¿Puedo chuparte la polla?- lo digo bajo, rápido y totalmente ahogado.

Su mano toma mi mandíbula pero con suavidad para observar la rojez de mis mejillas. A mi espalda Luca se irgue y la posición del sol hace que su sombra se proyecte sobre mí, en otro acto aleatorio de dominio.

  • Prueba otra vez, y mírame a los ojos.

Trago saliva sintiendo la marca que seguramente la cinta ha dejado sobre mi piel. Ojalá acabar con esto cuanto antes.

  • Me gustaría chuparle la polla, señor, por favor.

Daniel sonríe sin apartar los ojos de los míos y trato de mantenerlo, aunque me muera de vergüenza. Se echa algo hacia atrás por lo que me lo tomo como la invitación que estaba esperando.

  • Hubiese estado bien, pero verás Cat, hoy has actuado como una perra, ¿no es así?

Daniel observa a Luca confundido quizás porque me va a exigir más.

Yo me encojo en mi lugar atenta al sonido que la suela de los zapatos de Luca hace contra la gravilla sabiendo que se ha acercado más a nosotros. Se inclina para hablar casi sobre mi cara.

  • Entonces ladra.

Me quedo impasible.

No van a obtener eso de mí.

Alzo mi cabeza y Daniel se sonríe chulescamente.

No van a conseguir humillarme de esa manera. Sin previo aviso me levanto entre ellos, ambos me miran algo desconcertados.

  • ¿Qué café quieres?

Creo que les he sorprendido.