Segundas partes nunca fueron buenas

El título lo dice todo, ¿no?

Notaba su mano caliente sobre la parte baja de mi espalda, guiándome, tomándome, poseyéndome. No me lo podía creer. Aún no me lo puedo creer. Después de todos estos años, después de todo este tiempo…

El tiempo. El tiempo es el que decide, es el que marca. Se paciente, se perseverante y el tiempo te lo da todo. TODO.

Me va a explotar el pecho de felicidad. Me atrevo a elevar la mirada y observarlo. Es un dios, un adonis, un troyano. Tan perfecto como el primer día que lo vi. Es verdad que han pasado muchos años, pero solo soy capaz de verle más guapo. Esa nariz algo torcida, esos ojos azules: esa injusta perfección. Tan hermosamente injusta…

  • Chloe, ¿tengo algo en la cara?

Bajo los ojos avergonzada y con un pinchazo de dolor en el pecho. En mi foro interno sé que no debo dejar que me trae así, pero imagino que eso es lo que me gusta de él. No quiero decepcionarle. No quiero cagarla. Claro que tengo miedo, miedo a no estar a su altura, miedo a que se dé cuenta de lo jodida que estoy. No sé cómo reaccionaría si ahora me dejase. Eso no sería bueno para mis nervios. Mis manos comienzan a temblar. Me tranquilizo pensando que soy yo quién está aquí con él. La elegida. La que acompaña a un multimillonario en actos de gente rica. Hincho el pecho, irguiendo la espalda y sacando a relucir mis tetas decoradas por ese diamante al cuello que también me ha regalado. Me pregunto qué pensaría mi madre si me viera enfundada en este vestido tan caro.

O mi padre.

Mejor olvídate de tu padre Chloe.

Algo me duele en el pecho si pienso en él y ese no es el punto. El punto es estar al lado de mi amor de adolescencia después de diez años. Es respirar ese olor tan característico de él, sentir su fuerza a mi lado.

Con atrevimiento le miro de nuevo porque sé que le gusta eso, sé que le gusta que le desafíen, pero no me presta atención así que me permito deleitarme de nuevo con su rostro. El nuevo corte de pelo le da un aspecto aún si cabe más varonil, supongo que al traerlo tan corto le hace resaltar sus facciones. De joven solía llevar melena, nunca me atreví a decirle nada, pero no me gustaba. Se ve más pulcro así, se ve más hombre. De pronto su mano escala mi espalda desnuda, anudándose en mi nuca. Un escalofrío de sensaciones me hace estremecerme. Inconscientemente me inclino hacia su cuerpo.

-  Cariño- no lo dice con soltura, hasta yo soy consciente de ello. Seamos justos, no es de esa clase de persona, además, le siento enfadado- Esta noche necesito que seas buena, ¿lo entiendes?

  • Si Señor

No dudaría en complacerlo.

Jamás.

  • Sígueme.

Me toma de la mano, sin apretar, pero firme. Todo en él es firmeza. Me empieza a tambalear el corazón cuando veo que se dirige al lavabo, esquivando los numerosos cuerpos. Ya lo hemos hecho más veces, muchas, tantas… pero eso no quita que aún me ponga nerviosa.

No duda en abrir el baño de mujeres y entrar. Para nuestra suerte no hay nadie, pero estoy segura de que le hubiese dado igual si no hubiese sido así. Cierra la puerta después de meterme detrás de él y la tranca con un pestillo. Hay dos lavamanos y un espejo enorme que me devuelve la mitad superior de mi imagen. Tengo una sonrisa en la cara, el pelo rubio algo descolocado y los ojos verdes brillantes. Soy feliz.

Me giro a contemplarle.

  • Vamos a…

  • Callada Chloe- autoridad. Eso es lo único que escucho en su tono.

Trato de silenciarme mordiéndome los labios mientras le observo utilizando el espejo. Parece un animal salvaje enjaulado. Le siento… ¿nervioso? Es extraño.

Se acerca hasta ponerse a mi espalda y rodearme, dejándome encerrada entre sus brazos y el mueble de mármol.

  • Como te dije, hoy tienes que ser buena-tiene un tono engañosamente suave, algo ronco y que muestra un poder increíble. Creo que podría correrme solo escuchándole. Brevemente encontramos las miradas en nuestro reflejo, pero no tarda en desviarla a mi cuerpo acompañando con su mano el movimiento- Van a pasar cosas ahí fuera que no vas a entender, pero necesito-necesita, él nunca ha necesitado nada de mí. Estoy contenta, estoy ansiosa- que permanezcas confiada, callada, conmigo ¿Lo has entendido?

Ahora sí que tengo sus ojos sobre mí.

  • Si Señor.

Veo una rápida sonrisa en su cara que se borra en un parpadeo.

  • Voy a darte un regalo por ser tan buena, -su mano empieza a escalar desde mis muslos hasta mi coño. Mete sin problema dos dedos en mí y suspiro de felicidad- y si te comportas, te haré otro regalo cuando lleguemos a casa.

A casa. A nuestra casa.

Esto es el cielo.


Soy un hijo de puta. Nunca me ha importado. Nunca me importará. Chloe está mojada. Siempre lo está a mi alrededor. Esa expresión de adoración continua y de felicidad… A veces me apetece despertarla, zarandearla, romperla. Otras, simplemente me la follo. No me calienta, no siento nada cuando me observa con esos ojos de perrita vagabunda. Mientras froto mis dedos contra la unión de sus piernas me doy cuenta de que estoy excitado, pero no por esto, sino por las expectativas de la noche. Joder, después de dos años sigo igual de jodido, obsesionado. Miro a Chloe desde el espejo, sus ojos cerrados, su cuerpo balanceándose contra mí. Soy igual que ella, estamos igual de dañados y de locos. Solo que ella se ha topado con alguien como yo. Ella es inocente. Yo no.

Decido terminar su placer colocando mi dedo gordo sobre su clítoris. La técnica la hace correrse en menos de treinta segundos. Oigo de fondo sus pequeños gritos que acompañan a su orgasmo. Saco los dedos de su coño y la obligo a limpiármelos con su boca. Los acepta encantada y con soltura. La práctica hace al maestro, y la he hecho practicar.

Mucho.

Una imagen se me cruza en la mente, sobreponiéndose a la realidad, de ella poniendo cara de asco mientras la obligaba a saborearse en su boca. El recuerdo me hincha más la polla.

Chloe es rápida y sin permiso se arrodilla en el suelo llevando sus manos a mi pantalón. Ni siquiera me muevo, simplemente la fulmino.

  • No te he dado permiso. Levántate.

Me observa dolida, pero lo hace. Me pregunto qué pasaría si le dijese que saltase desde un puente.

Lo haría.

Esa perspectiva me revuelve el estómago.

  • Volvamos a la fiesta.

Está confundida, lo veo en su cara, pero no me debate. No pelea. Acata. Muy buena chica. Si fuese otra persona igual estaría encantado con ella.

Es ella la que, después de recolocarse el vestido y echarse algo de agua sobre la cara, abandona primero el baño. Ni siquiera intento disimular cuando la sigo fuera. No quiero esconder nada. Lo he hecho para tenerla bajo control el resto de la noche. Satisfecha, en las putas nubes. Estoy casi seguro de que ha funcionado.

Doy un repaso a la estancia de forma ansiosa. Tengo que relajarme, o al menos, reducir visiblemente mi impaciencia. Mis nervios están crispados y me jode perderlos ¿Desde cuándo hablo tan mal? Parezco un puto crío.

Me recuerdo a ella.

Chloe va a girarse y decirme algo, algo que no me importa, algo que mejor dejaba en su cabecita, cuando la veo.

La veo .

Me da un vuelvo el corazón. No sé cómo sentirme respecto a eso, respecto a ella y respecto a mí. Dos años más intentando controlarme, planeando la situación y sólo tengo que verla para sentir que todo sigue igual. Mi cuerpo reacciona solo con pensarla y pienso en ella todo el rato. Estoy enfermo. Todo se mantiene constante en mí. Por fin me deja de deslumbrar y veo la estampa entera. Alguien le rodea con familiaridad sus hombros, está inclinada con confianza contra el cuerpo de un hombre. Incluso sabiendo lo que se, la ira arde en mi interior y estrujo un poco sin control la muñeca de Chloe. Oigo su pequeño gritito de advertencia y me obligo a rebajar la presión y acariciarla con suavidad, aún mientras observo como el hombre se inclina y susurra con privacidad algo en su oreja. Ella se ríe y le contesta.

Pequeña gatita consentida.

Tomo a Chloe del brazo y decido que es hora de empezar el juego.

De nuevo.


Soy feliz. Es lo que pienso mientras bebo un trago ¿Cuántos vasos llevo? Detengo el camino de la copa a la boca. Joder, da igual. Es mi día. Refresco la boca de nuevo con el cava. Supongo que siempre ha sido ese mi problema: no sé cuándo parar.

Christian me rodea con un brazo mis hombros y me siento cómoda en ese lugar. Es alto, es fuerte, es guapo, es familiar y, sobre todo, no me recuerda a nadie.

Completamente limpio nuestro historial juntos.

  • ¿Te he dicho ya lo preciosa qué estás y lo orgulloso qué estoy de ti?

Me río con sus palabras.

  • Creo que sí, pero me lo puedes decir de nuevo.

Se ríe entonces conmigo. Me siento bien. Todo es perfecto. La estancia está a reventar. Ya sé que no soy la única que presenta su libro esta noche, pero mejor. Más gente, más público, más publicidad.

Veo a unos pasos a mi editor, Frank, que se acerca con alegría. Sus pasos son lentos debido a su exceso de peso y sus años, pero tiene cara afable, con unas gafas diminutas y escaso pelo que le dan un aspecto entre cómico y tierno. Nos hemos hecho amigos estos dos años.

  • Estás preciosa- es lo primero que me dice y no puedo evitar darle un abrazo.

Voy a empezar a creérmelo.

  • La noche está siendo perfecta.

  • Suele ser así. Perdóname la tardanza tenía otros…-su mirada viaja a dos grupos más allá donde el verdadero veterano hace gala de su experiencia

  • Compromisos- termino la frase por él.

David Colma es una auténtica mina de oro. Tiene los libros, tiene las críticas, tiene la fama, tiene el dinero. Y tiene un ego que es más alto que el Everest. Es la mejor inversión de Frank, y su mayor castigo. Le odia tanto como sus bolsillos se llenan con él.

-Ojalá todos fuesen como tú- es lo único que dice mientras suspira en bajo, pero luego reanuda su sonrisa- Entonces ¿has hablado con mucha gente?

  • Me he pasado toda la noche haciendo amigos, ya sabes que no es mi especialidad, pero sigo tus consejos.

  • Fantástico. Tienes un don, tenemos que aprovecharlo.

Me río porque estoy algo borracha.

  • En su caso, don con el papel y el lápiz porque lo que viene siendo de palabra…

  • Por eso eres escritora y no política.

  • Y una muy buena - apunta Christian a mi espalda respaldando.

Frank se ríe y asiente.

  • Me hubiese encantado prepararte un lanzamiento en solitario, pero ya sabes cómo funcionan estas cosas.

  • Seamos sinceros, de esta forma hay el triple de asistencia.

Frank asiente de nuevo irguiendo las cejas y me recuerda a un cura bonachón. Unas risas nos sorprenden desde donde David hace trucos con su boca para encandilar a su público. Frank cambia su expresión tranquila a molesta, como si cualquier cosa que viniese de ese hombre significase el mismo infierno. Me hace gracia, pero mantengo mi cara seria. Se que es un tema espinoso para él.

  • Ah, por cierto, - parece recordar algo de pronto porque sus ojos bailan de nuevo con un brillo de alegría - quería presentarte…-sus ojos divagan por la estancia, buscando, incluso se llega a poner de puntillas para tener una mayor visión. Tampoco es tan pequeño, aunque analizándolo, en tacones soy yo más alta- donde narices estará. Maldito muchacho, siempre anda escondido.

  • Espero que hables de mí.

Oigo la voz a mi espalda y me estremezco porque me recuerda a alguien, viaja de mis oídos al cerebro, creando un cortocircuito. Doy una pequeña sacudida a mi cabeza para quitarle el zumbido.

  • ¡Aleluya! Cat, permíteme que te presente al propietario de la mejor editorial del mundo.

Me giro dentro del abrazo de Christian con el estómago haciéndome chispitas. La vibración nerviosa ha alcanzado estómago, manos y piernas. Está bien, la voz me ha revuelto, pero no puede ser.

Mi vuelta a cámara lenta me topa directamente con un pecho enfundado en una pulcra camiseta blanca. Me obligo a alzar la cara porque está mucho más cerca de lo que pensaba.

  • Hola Cat.- su boca cruel susurra mi nombre con familiaridad.

  • Luca Silva. -presenta Frank a mi espalda.

Realmente no creo que haya mostrado mi reacción interna. Estoy estática ¿Respiro? Me obligo a respirar. Oigo un quejido, quizás mío, pero siento mis labios fuertemente sellados, así que busco al emisor de ese descarado bufido. Encuentro a su lado una mujer. Una mujer que conozco y me mira con odio.

  • ¿Chloe?- lo susurro no lo suficiente alto porque pasa desapercibido.

Ella aparta sus ojos de mí y toma el brazo de Luca con posesión. Veo el gesto estupefacta.

-Encantado- es Christian quién se adelanta a la situación viendo que estoy fuera de juego.

Le tiende una mano que él envuelve con firmeza y rectitud. Me encuentro estirando el brazo para impedir que se toquen, como si pudiese saber con solo estar piel con piel. Luca observa el horror en mi cara con imparcialidad y yo me obligo a bajar la mano como una autómata. Veo el apretón de sus manos y me doy cuenta de que estoy mareada y a punto de romper la copa que sujeto entre las manos.

  • El gusto es mío-  suena hasta agradable.

¿Qué hago? ¿Hago como que no le conozco? ¿Y si todo esto es coincidencia?

Le miro de vuelta asombrada y me observa con atención, con un baile brillante de burla en el fondo de sus ojos y una visión analítica que detecta cada uno de mis ticks nerviosos.

Una puta mierda para la coincidencia.

  • ¿Ha leído el libro de mi talentosa novia? -no es el momento Christian, no lo es.

  • No ha quedado un hueco sin escudriñar- suelta con arrogancia.

Todos quedan callados durante un segundo debido a las extrañas palabras escogidas. Suenan a más de lo que son. Lo son. Se decantan por dejar sus caras en blanco salvo Chloe que clava sus uñas sobre el brazo de Luca y obviamente yo, que miro espantada al descaro en persona. La mujer, encaramada en unos endiablados tacones, echa fuego por la boca, por los ojos, por los agujeros de la nariz. Parece una bomba de relojería.

Decido parar esta locura de una manera muy femenina.

-Disculparme, - susurro con los ojos en él- necesito ir al baño- pronuncio cada palabra como si me pesase la lengua, los labios patosos.

Escapo del abrazo protector de Christian, paso a su lado. Camino entre la gente. Una mano me toma mi muñeca y estoy tan loca que pienso que es él, deseo que sea él. Miro hacia atrás.

  • Cat, nena, ¿estás bien? - Christian, mi protector.

Instalo una sonrisa en la cara.

  • El alcohol- me rio nerviosamente, y no necesito fingirlo- no te preocupes, vuelve con Frank, en nada estoy de vuelta.

Me analiza el rostro, pero siempre he sido una excelente mentirosa. Aunque no para todos. El capullo tenía un detector de mentiras conmigo.

  • ¿Seguro que no quieres que vaya contigo?

Intento mostrar calma en la cara, relajarme, sonreír.

Igual poto ahora mismo sobre sus exquisitos zapatos.

  • Segurísimo.

Indaga durante un par de segundos más la verdad en mis ojos pero finalmente me suelta y cede.

  • Te estaré esperando preciosa- me guiña un ojo resuelto.

Nunca pensé que mentirle fuera tan fácil. La confianza. Ese es el problema. Él confía en ti .

Me doy la vuelta y me dirijo al baño.

Hay una mujer delante del espejo arreglándose el pelo, pero no presto atención, voy directa al pequeño cuartucho donde está el váter y vomito la cena y la bebida. Un desperdicio. Seguramente me había tomado unos 100 pavos de alta cocina. Ahora descansaban como revoltijo en el fondo. Tiro de la cadena con una arcada nueva y siento que me va a dar un ataque de pánico. Sudo, mis piernas tiemblan y me apoyo contra la puerta.

Dos años.

Dos putos años.

Practico la respiración relajada que he visto en vídeos de Youtube pero llego a siete y estrello mi puño contra la puerta, porque mientras cuento puedo pensar:

  1. Luca está aquí.
  2. Es el propietario de la editorial que me ha dado la oportunidad de cumplir mi sueño
  3. Pro-pie-ta-rio
  4. El puto propietario

Cojo el móvil mientras abro el explorador y pongo el nombre de la editorial en el buscador, solo para saber si esto es una broma. Wikipedia. Cuento el cinco y el seis seguidos mientras carga. Ahí está su nombre. Desde hace más de dos años. Yo sola me había metido en la boca del lobo.

Mierda de mi suerte, mierda de vida.

Y ahí va el siete y el puñetazo. Tengo el teléfono en la otra mano y lo miro como si pudiese salvarme de algo. Ana. Busco historial de llamadas y le doy, pero antes de que el primer tono suene, cuelgo.  Acaba de tener otro hijo, está estresada, agotada y no se merece aguantar mis mierdas.

Y bien, él está aquí con Chloe, ¿cómo es entonces la situación? ¿Sólo viene a torturarme? Si solo viene a torturarme puedo superarlo. Me aterran sus intenciones.

Oigo el ruido de la chica abandonar el baño y me permito quedarme un par de minutos más intentando relajarme. Soy mujer, me acojo al típico tópico de que las mujeres tardamos en el baño. Miro el reloj. Las nueve y media me confirman que, como mucho, nos queda media en el local. Media hora para ir a casa, quitarme este vestido y estos zapatos que se ven falsos sobre mí, quitarme el maquillaje y volver a ser yo mientras Christian me abraza sobre la cama y yo me siento bien, a salvo, protegida. No sé si esta noche conseguiré sentirme así.

Tomo aire. Tengo que hacerlo, solo media hora, solo por el esfuerzo que he dedicado al libro, por lo que representa. Me lo merezco.

Respiro y esta vez cuento con calma hasta diez, sin pensar, con la mente en blanco. Parece que funciona. Quito el pestillo con fuerza, quizás con rabia. Creo que he conseguido deshacerme del shock inicial y ahora siento la ira correr por mis venas. Luca ha elegido esto solo con la idea de joderme, no voy a permitírselo.

Salgo con un actitud renovada que se deshace al primer paso fuera del pequeño cuartucho. Luca está ahí, apoyado en el mármol de lavamanos, esperando, con los brazos cruzados y una sonrisa siniestra en la cara. Otra vez el estado de shock me alcanza y mi primer impulso es retroceder y cerrar la puerta con pestillo, muro, cemento y trincheras.

Me obligo a frenar mis impulsos, me obligo relajar la cara. Tengo cerca de treinta años, por el amor de Dios.

  • Por si no te has dado cuenta, es el baño de mujeres. -apunto con lo primero que me llega al cerebro.

Tengo los huevos de acercarme hasta el otro lavamanos, hasta quedar a su lado y comienzo a asearme.

  • Tu actitud escapista me ha obligado a incumplir las leyes. -comenta con reproche

¿Habla de ahora? ¿Habla de hace dos años?

  • ¿Quieres un chicle? - el hijo de puta sabe que he vomitado. Sabe que estoy nerviosa.

Agarro el jabón con parsimonia y la furia me alcanza con tanta fuerza que le lanzo el bote de plástico.

  • ¿¡Qué coño haces aquí!?

No le he hecho daño pero el tarro se ha abierto y le ha manchado la camisa. Ojalá le hubiese dado en la cara y le hubiese roto los putos dientes.

Estoy agresiva.

Mientras mi respiración es alocada y mis mejillas se tiñen de rojo, él me observa con esa tranquilidad amenazante que le caracteriza, haciéndome parecer una cría desequilibrada. Yo soy la que grita, la inmadura.

  • Como te ha dicho Frank, soy el dueño de la editorial Maera. – contesta calmado sin perder los nervios.

Repasa la mancha de jabón y se la quita con un dedo. Me pregunto que me hubiese hecho hace dos años por algo así. Me sonrojo.

  • Si esto es alguna especie de encerrona…

  • Solo mísera coincidencia. Jugaba con ventaja porque te vi a lo lejos, pero nada más.

No le creo y hago bien. La experiencia.

  • Bien, entonces yo por mi camino y tú por el tuyo.

Quiero zanjarlo. Quiero alejarme tanto como hace dos años. Quiero acercarme tanto como hace diez. El corte de pelo es nuevo y joder, le sienta bien.

Para .

  • Que rápido me despachas, cualquiera diría que hemos sido cercanos en el pasado.

  • Dejé de cuchichear en el baño a los 16- comento resuelta mientras seco las manos.

  • Pensé que igual te podría resultar un poco incómodo hablar de cómo me has comido la polla delante de tu novio actual.

Me vuelvo a mirarle, esperando el ataque, conociéndole, sabiendo que no iba a tardar en utilizar algún argumento de ese tipo.

  • Es una suerte que no tengamos que tratar el tema, ni aquí, ni allí, ni en ningún puñetero lado. -literalmente le gruño la respuesta mientras tiro el papel de secar las manos en su respectiva papelera.

Luca me mira con atención, pero no añade nada y supongo que la conversación ha llegado a su fin. Es un alivio. Camino en dirección a la puerta, sintiéndome lo suficientemente segura como para darle la espalda. Algo en mi desea que me toque, que se acerque, pero mantiene las distancias.

  • Tengo entendido que esto termina a las diez ¿Te ha informado Frank?

  • Si

  • Entonces cuento con que vengáis.

Tomo el pomo de la puerta mientras me giro. No se ha movido, sigue apoyado, quieto, falsamente tranquilo.

  • ¿A dónde?

  • A mi casa.

  • ¿Perdona?

Me observa disfrutando de mi desconcierto.

  • Suelo celebrar los grandes lanzamientos con una pequeña fiesta en casa. Ya que David está presentando su libro hoy, decidí que sería apropiado.

  • Yo no soy David Colma- le interrumpo

  • Como también considero que deberías venir y promocionarte- comenta sobre mi propia respuesta sin alzar la voz.

Me gustaría aprender ese truco de magia.

  • No he dejado de hacerlo durante toda la tarde

  • Y hasta ahora solo me has costado dinero. Estoy deseoso de que tus hábiles dedos también me produzcan beneficios, por muy buenos que fuesen sobre mi cuerpo, ahora ya no estás en eso.

Me arden las mejillas, de vergüenza y de rabia. Decido ignorarle.

  • No podemos, Christian trabaja mañana temprano.

Sonríe mostrando los dientes.

  • Ya lo he confirmado. Solo te informaba

  • Entendí que era una pregunta.

  • Nunca has interpretado bien las órdenes.

La tensión relampaguea en el ambiente.

  • Si él no tiene problema entonces iremos.

Su bufido rompe el aire.

  • ¿Desde cuándo te has vuelto tan flexible a los deseos ajenos?

  • Desde que te dejé atrás.

Salgo, dejándole con la palabra en la boca y con mil puntos de fuerza renovados.

Christian me espera al lado de Frank y gracias a Dios Chloe no está por ningún lado. No espera a que llegue hasta ellos, simplemente cuando me ve, se encamina con los ojos plagados de preocupación. Toma mi cara entre las manos.

  • ¿Estás mejor?

  • Si, los nervios me han jugado una mala pasada.

Me toma de la mano acompañándome hasta donde Frank.

  • Lo siento. -me disculpo

  • No tienes nada que disculparte muchacha. Es normal, son muchas emociones en muy poco tiempo. Eso sí, espero que puedas entablar una conversación más…calmada con el Señor Silva. Creo que te convendría tener una buena relación con él.

No sé qué contestarle. No necesito decir nada, Christian interviene por mí:

  • No te preocupes Frank, he estado hablando con él y nos ha invitado la fiesta posterior, - se gira hacia mí, preocupado por mi estado- no he podido decirle que no, amor.

Asiento con la cabeza sabedora y Frank asiente con optimismo, con un es lo que debéis hacer antes de que se despida dándome un beso en la mejilla y un abrazo a Christian.

Me obligo durante el resto del tiempo a no mirar a mi alrededor y a entablar una conversación animada con las personas interesadas. Para las diez sigue habiendo una cantidad considerable de personas que no se dispersa hasta media hora más tarde, cuando quedamos unas veinte personas, entre ellas los cinco escritores, sus acompañantes, Frank, unos cuantos directivos e influyentes y como no, Luca y Chloe.

Christian estaba llevando casi todo el peso de la conversación con la ex-mujer de David cuando Luca interrumpe con firmeza las conversaciones.

  • Caballeros y damas, espero que la velada haya sido de su agrado. Ahora, es el momento de pasar a un plano más íntimo. Como saben, están invitados a continuar sus conversaciones en mi casa, debido a que todos nosotros hemos bebido, me he tomado la libertad de solicitar unos taxis. Espero que los acepten.

Con esas palabras toma del brazo a Chloe y se dirigen al ropero donde son los primeros en coger sus abrigos y salir a la invernal Madrid. Entretengo a Christian con la loca idea de no salir justo los siguientes, por si se da la posibilidad de tener que compartir taxi y Luca esté lo absolutamente loco como para solicitar ir con nosotros. Atraso el momento todo lo que puedo y nos ponemos a la cola los últimos para recogerlos.

Cuando salimos queda un par de taxis a la vista y unas cinco personas. Y nieva. El frío invade mi cuerpo e intento refugiarme en el calor del abrigo. Observo con la borrosidad de las dioptrías de mis ojos como el buen anfitrión de Luca está ayudando a la mujer de uno de los directivos a tomar asiento en el penúltimo taxi. Miro alrededor buscando a Chloe, pero no hay rastro de ella.

Dos segundos después el coche se pierde en la oscuridad y Luca se encamina hacia las dos parejas que quedamos. Incluso sin tener una visión perfecta se que sus ojos se clavan en mí, en la mano que Christian me sujeta con mimo y por último en Christian.

  • Vaya, se ve que alguien va a tener que esperar- comenta la mujer a mi lado.

Sus setenta años la obligan a encorvarse un poco contra el bastón que trae. Su marido observa con calma la vuelta de Luca.

  • Bien, es el último

  • Pero joven, ¿y dónde irá usted?

  • No se preocupe Señora Granz, acabo de pedir otro, tardará solo unos minutos más.

  • Bien, entonces esperaremos contigo- creo que acabo de romperle los huesos de lo fuerte que he sujetado la mano de Christian.

Luca mira atentamente hacia él, sin rechazar o aceptar la oferta.

  • Tengo un poco de frío, Christian.

De pronto me observa como si mi comportamiento fuese recriminable. Y lo era, de no saber lo que yo sabía, lo era.

Veo la sonrisa escondida de Luca en su cara, como si supiese, como si se esperase mi estampida.

  • Como quieras, tampoco pretendo que enfermes

Aunque Christian cede se nota a leguas que la he fastidiado, así que decido intentar normalizar la situación y simplemente añado:

  • Tienes razón, esperaremos.

Luca asiente ahora sin prestarnos mucha atención y la mujer toma su brazo en un acompañamiento hasta el taxi. El marido les sigue en silencio mientras es la propia señora Granz quien rellena toda conversación. Observo las luces del suelo que las farolas proyectan sobre la helada, intentando no tener la siguiente conversación. Por desgracia Christian no tarda en pedirme explicaciones.

  • ¿A qué ha venido eso?

  • Lo siento, tengo frío.- de pronto me envuelve en un abrazo desde atrás, tratando de protegerme del viento helado.

  • Cat, cariño, es el dueño de la editorial, - susurra a mi espalda- tienes que llevarte bien con él. Sabes cómo funcionan estas cosas.

Asiento dejándome regañar.

Cuando el coche arranca y Luca vuelve hacia la acera junto a nosotros creo que me va a dar un mal. Se que tengo que aparentar normalidad, pero siento de todo menos eso. Se coloca a nuestro lado con soltura, sin importarle que esté en brazos de otro y me empiezo a preguntar si realmente había sido sincero en el baño.

  • Estábamos hablando de lo increíble que ha sido esta experiencia para ambos, - interrumpe el silencio y mis cavilaciones Christian- especialmente para Cat, lleva desde niña soñando con sacar un libro.

  • Me lo puedo imaginar. No todo el mundo tiene ese tipo de oportunidad, ni el talento, ni el apoyo.

¿Por qué siento que no se refiere al apoyo de Frank o de Christian?

¿Puede ser que haya impulsado de alguna manera mi carrera? Entonces, lo del baño, sería mentira.

Estoy hecha un lío.

Decido intervenir, porque Christian aprieta mi mano instándome a decir algo.

  • No.- gruño. Christian aprieta mi mano insistiéndome- Quería agradecértelo- me cuesta decírselo, que injusto me parece- sobre todo a Frank, es un agente excelente. – al menos eso ha salido natural.

  • Si, lo es. Un poco sentimental, pero sabe mucho más sobre libros y como venderlos que nadie.

  • Hay que tener una cierta sensibilidad para saber sobre libros.

Luca bufa mi reflexión y guarda sus manos en los bolsillos de su abrigo de alta costura. El mío sigue siendo aquel con el que fui a verlo hace dos años. Fiel a él.

Christian acaricia mi mano para tranquilizarme, quizás piensa que mi crispación visible es por la situación actual, que también.

  • ¿Y tú a qué te dedicas? -pregunta resuelto Christian.

Luca se gira a observarle, a evaluarle. Una taimada sonrisa escapa de su cara.

  • Tengo varios negocios, - no suena muy concreto. -pero generalmente juego a invertir.

  • Parece más serio que un juego- le reprocho

  • ¿inviertes mucho Cat? - me pregunta sin mirarme, solo observa la solitaria plazoleta y espera tranquilo

Christian se adelanta a mi respuesta

  • ¿Invertir Cat? Casi la tengo que apuntar con una pistola para que lleve el dinero al banco- comenta cómicamente.

  • Considero que sólo te estafan.

  • Igual no has ido al banco adecuado.

  • Mi experiencia es pésima.

  • ¿Ah sí?

  • Si, solo proponen acuerdos horribles. - no sé porque saco el tema. Quizás quiero tirarle mierda encima.

Quizás necesito verle reaccionar.

Busco la cajetilla en mi bolso y con dedos hábiles tomo uno de los cigarros.

  • No se debe firmar papeles que te aten de pies y manos.

Las manos me tiemblan a raíz de sus palabras mientras me lo llevo a la boca y tomo el mechero.

  • Ni hacer tratos con el diablo. -digo sujetando el cigarro entre los labios. Enciendo el encendedor y aspiro.

Solo me da tiempo a darle una calada cuando Luca se vuelve y de un movimiento rápido me quita el pitillo de la boca. Lo tira al suelo y lo pisotea.

  • ¿Pero qué narices?

  • El taxi- comenta sin prestarme atención y cruza la carretera donde un taxi nos espera.

Miro con pena al cigarrillo desaprovechado.

  • Vaya cara se te ha quedado- comenta risueño Christian

  • Me ha tirado el cigarro.

  • Le has provocado Cat. – me toma del brazo mientras me dirige al coche

¿Provocarle?

Es eso. Siempre le he provocado.

Me siento detrás de Luca, que ha tomado el asiento del copiloto y ha dejado la parte de atrás libre para nosotros.

El trayecto debería de haber sido en silencio, incómodo y aburrido, pero eso solo fue por mi parte. El taxista y Christian hablaron en todo momento, principalmente sobre fútbol y Luca, en la parte de delante, apuntó su opinión en contadas ocasiones. Me atreví a cotillear su expresión desde el asiento de atrás por el espejo retrovisor, pero en ningún momento se interesó por mí.

¿Y si era verdad? ¿Y si había perdido su interés totalmente? ¿Por qué notaba un pinchazo en el pecho ante esa posibilidad?

El parador donde habíamos pasado la velada estaba a las afueras de Madrid, pero, al ver que el taxista tomaba dirección contraria a Madrid decidí que seguramente Luca poseyese una casa en las afuera. Ahora que lo pensaba, nunca me había llevado allí.

Me hubiese gustado poder esconder mi cara de asombro al ver su propiedad. Es verdad que al principio había conseguido mantenerme en silencio, pero seamos justos, desde el gran portón y el enorme muro, de noche, sin mis gafas, parecía un bosque de oscuridad. Una vez recorrida una distancia considerable si necesitases andarlo, no tardamos en encontrarnos con la gran casa que se alzaba al final del camino de grava sobre el que las ruedas del taxi rodaban.

Cuando llegamos a la entrada estoy tan anonadada que no soy consciente que han pagado y se han bajado. Alguien abre la puerta y me tiende la mano para bajar. La tomo aún con los ojos sobre aquella hermosa casa de tres plantas con la estructura de las casas de los señoríos que mi mente imagina en los libros de Jane Austen.

  • ¿Te gusta? – soy de pronto consciente de quién sostiene mi mano, de que lleva demasiado tiempo envuelta en la suya, y lo cerca que está de mí.

Me separo alarmada y él me deja ir sin poner ningún impedimento, pero he notado una necesidad de aceptación en su pregunta que me obliga a ser sincera.

  • Es preciosa.

Me mira durante un segundo mientras el taxi se va y Christian se acerca, después se da media vuelta y se encamina a su casa. No necesita sacar las llaves, simplemente abre y nos invita a pasar.

  • Madre mía- susurra Christian asombrado

Y con razón. Si por fuera impresiona, no sé cómo sentirme dentro de ella. Los techos altos, los hermosos cuadros, la escalera imperial. Me siento pequeña en esa enorme casa, pero aun así de forma protectora, no impersonal o fría.

  • Seguidme, os acompañaré.

Es Christian quién, tomando mi cintura, me incita a caminar en post de Luca.  Me pregunto qué pensaba él hace dos años cuando entró a mi casa sin calefacción. Nunca le había sentido incómodo.

¿Cómo podía desenvolverse tan fácilmente en ambientes tan distintos?

No nos hace un recorrido, con razón. Tengo la sensación de que sería como visitar el Prado. Necesitaría más de un día para saborearlo completamente. Solo toma el camino protegido por unas cortinas rojas hacia la derecha, que lleva a unas puertas de madera, abiertas, para gigantes. El ruido sale en un murmullo agradable de voces y risas.

La estancia es tan impresionante como el resto. Las estanterías de madera, los sofás y las alfombras. Estoy alucinada con la gran barra donde varias personas solicitan las bebidas a un barman muy bien vestido. Pero si algo me llama, me hipnotiza, es la hermosa chimenea al otro lado. Camino sin pensarlo hacia allá, con ansias por calentar mis fríos huesos. La mayor parte de las personas ha tomado asiento en los sofás y tienen sus propias micro conversaciones. Realmente no tengo nadie con quién hablar salvo Christian. Soy consciente de pronto que él se ha separado de mí para hacerse con unas bebidas y que además se ha sumergido en una conversación con Frank y dos hombres más, cerca de la barra.

No me importa la soledad, la agradezco. Extiendo las manos todo lo cerca que el calor del fuego me permite y las froto, disfrutando de la sensación.

  • Cuidado

Por supuesto que no iba a desaprovechar la oportunidad de torturarme algo más, sobre todo estando sola. Para mi asombro me tiende una copa de lo que parece cava, en la otra sujeta un vaso que solo puede contener wiski.

Me sorprende que lo haga, pero lo tomo con cuidado de no tocar su piel. Le doy un trago sin pensarlo, no viéndole capaz, al menos de momento, de envenenarme.

  • Está bueno- murmuro sin girarme hacia él, con los ojos siguiendo el baile de las llamas.

  • Es uno de los mejores cavas sin alcohol del mercado.

Como no. Me río porque con todo Luca sigue siendo Luca.

  • ¿Qué pasó con el chico que me ofrecía tequila en una botella de agua?

  • Eres muy fácilmente corrompible- se limita a decir y de pronto me siento insultada.

Aún cree que tengo un problema con el alcohol. Y bien, lo tengo, pero eso a él no le importa.

Con todo, me siento relajada, cómoda y me obligo a activar mis neuronas. Observo la estancia sin encontrar a quién quiero encontrar.

  • ¿Dónde has dejado a Chloe? – y ahora sí que me vuelvo hacia él para contemplarlo, porque quiero ver su expresión.

Me mira con atención.

  • Si fueses ella, ¿dónde crees que estarías?

Contemplo entonces sus ojos, encandilando los míos. Me hacen recordar. Se me sube los colores a la cara, pero no digo lo que pienso.

  • Bebiendo cava con alcohol. – suelto cortando la comunicación visual e intentando aliviar la tensión

Sin previo aviso su mano va al pelo que cae sobre mi hombro de su lado, apartándolo de mi oreja, tomándolo en un puño no tirante. Se agacha hasta mi altura y me olvido de las personas que hay alrededor. Me olvido de Christian, si puede estar viendo esto o no, del resto de las personas de la sala. Solo siento su boca tan cerca de mí que me estremezco.

  • Está esperando a que todos estos infelices vayan a su casa, deseosa de que suba y lama todo su cuerpo ¿Por eso la prisa? ¿También tu amiguito te va a lamer entera?

Sus palabras son un jarrón de agua fría. Me alejo, pero su mano me retiene sujetando del pelo, que tira amenazadoramente de mi cuero cabelludo. Claro que podría gritar, pero no estoy dispuesta a ello. Su dedo gordo recorre con suavidad el puente de mi oreja descubierta. Está helada en comparación con su piel. El calor que me proporciona se extiende hacia mi mejilla en un suave hormigueo.

  • Tengo aún el contrato- gruñe roncamente

  • Bonito recuerdo de lo que fue- me obligo a pronunciar

  • ¿No crees que tenga validez?, más te vale, porque si no es así has estado descuidando tus deberes por mucho tiempo.

Esta vez me separo con fuerza. Me tenso preparada para el dolor, pero Luca deja que mi pelo resbale entre sus dedos, permitiéndome alejarme. Le observo, el baile de sombras que el fuego crea en su rostro, en sus ojos. Su cara es indescifrable.

  • No te sería de mucha ayuda, por lo que cuentas ya tienes a alguien en la cama, y alguien encantada de estarlo. Tiene que ser una novedad.

  • Pero dos siempre es mejor que una – su sonrisa siniestra es falsa y me pregunto a que está jugando.

Estoy a punto de marcharme cuando alguien toma mi espalda y me sobresalto.

  • Perdona cariño, no pretendía asustarte. – Christian me tiende una copa de lo que parece también cava, aunque duda cuando ve una en mis manos

  • ¿Tiene alcohol?

Se queda un poco descolocado ante mi pregunta, pero asiente confundido. No dudo en tirar lo poco que queda en la copa al fuego, sin conseguir apagarlo, y tomar la que me ofrece Christian, dando dos sorbos pequeños.

Luca observa mis gestos sin inmutarse, con una tensión importante, pero justo cuando Christian va a decir algo para acabar con esa incomodidad, Luca suelta un pequeño gruñido de despedida y se va.

  • ¿Qué ha sido eso?

  • Ese tío es gilipollas Christian. Me gustaría que nos marchásemos.

Su suspiro enciende mi rabia, que no sé dónde nace, pero está ahí.

  • Bien Cat, Frank me acaba de decir que esperemos, además nadie te obliga a hablar con él. – parece enfadado y supongo que bajo su punto de vista todo se ve extraño.

De pronto siento deseos de alejarme de ambos y decido que es un buen momento de tomar de nuevo el aire. O un cigarrillo.

  • Está bien. Voy a salir un momento.

Christian detiene mi huida como siempre.

  • Cat, estás rarísima. Si necesitas marchar pido el taxi y nos vamos.

  • Lo necesito.

  • Está bien cariño, - su mano recorre mis facciones preocupadas- voy a hacer la llamada.

Le veo marchar, supongo con la idea de encontrar un lugar más silencioso y yo decido salir a la terraza desierta. Con el frío que hace ni siquiera los fumadores se atreven con este tiempo. Tomo un nuevo cigarrillo y esta vez consigo encenderlo sin interrupciones. Me apoyo con la fría barandilla y me pierdo en la oscuridad de aquel enorme bosque que rodea la casa.

  • No es el mejor tiempo para los fumadores, ¿verdad? – David habla a mi espalda con burla.

Me giro para enfrentarme a aquel personaje tan extraño. Nunca nos han presentado oficialmente.

  • Creo que juego con desventaja muchacha. No sé cuál es tu nombre.

Me gustaría decirle que estamos a la par, pero sería estúpido apuntarlo. Ambos sabemos que se quién es.

  • Cat García.

  • Ah si, muy buen libro. Se nota la inexperiencia, pero imagino que no vas a tener problemas en eso por la manera en que Silva te contempla.

El corazón se para en mi caja torácica.

  • ¿Perdone?

  • He visto a muchas escritoras intentando comerle la oreja, pero nunca al revés. Eres afortunada.

Está volcando parte de mis miedos al aire. No dudo en acercarme a aquel hombre cruel, descubriendo por fin porque Frank no le soporta y le parto la cara. No es broma, le cruzo la cara sin problema.

Ni siquiera intenta detenerme, como si me hubiese provocado con intención. Casi al momento me arrepiento, porque soy consciente de que tenemos público. Mucho público.

David me sonríe como una hiena mientras simplemente tira el cigarro y entra. No tardan en rodearle preocupados mientras acusatoriamente me inspeccionan. Les doy la espalda y tomo nerviosamente la última calada al cigarro. Anda que no la he cagado hoy.


Supongo que no perdería nada por salir y arroparla. Tristemente quiero hacerlo, pero no puedo permitírmelo. Claro que se porque seguramente David Colma ha salido con la mano de gatita plasmada en la cara. Se lo ha buscado y ella no se anda con chorradas, sobre todo cuando está nerviosa y algo bebida. De momento no se ha echado a llorar y eso detiene mis pasos hacia la terraza. Tengo que jugar bien mis cartas y preocuparme algo más por el curioso novio que se gasta. Y tengo que conseguir que la pequeña fiera controle su temperamento o va a acabar con su carrera antes de empezarla. De momento podemos aprovechar esto, podemos sacarle partido. Hago señas a Frank para que se acerque y veo en sus ojos que se encuentra preocupado por ella. Bien, está bien que tenga un protector.

  • Señor Silva, hablo en nombre de la chica para defender que este incidente debe de tener una explicación.

  • No te sulfures Frank, ambos sabemos cómo es David. Quiero que hables con la muchacha y le expliques que estos comportamientos están fuera de lugar. Luego, me encantaría que te encargases de despedir a los invitados. Estoy terriblemente cansado.

  • Por supuesto Señor, no se preocupe.

  • Bien. Aprovecha el carácter peleón para darle publicidad, estoy seguro de que hoy en día una mujer con esa personalidad puede resultar muy atractiva al público.

  • Buena idea.

  • Como siempre, un placer verte Frank. Cuídate.

No espero a que se despida, simplemente tomo el camino hacia la habitación de Chloe y de paso busco encontrarme con el hombre curioso. Tendría que partirle la cara por los juegos que se trae, pero no quiero arruinar el acercamiento con ella. Necesito ir despacio, y eso a mi sistema, le jode.

Por suerte para él no me lo cruzo y alcanzo la habitación de Chloe sin ningún incidente. La verdad es que tengo un fuerte dolor de cabeza, pero necesito seguir con el plan. No golpeo, simplemente abro y me la encuentro como supuse que estaría, como le dije a gatita que estaría: desnuda, dispuesta.

Concretamente está en el suelo, al pie de la cama, arrodillada. Me juego un brazo a que lleva así todo el tiempo desde que llego a casa, sola, en el primer taxi, hasta ahora. Sus piernas abiertas me muestran que está mojada y me indica que seguramente se ha tocado sin mi permiso. Bien, al menos tengo la excusa de castigarla por alguna razón.

  • Ábrete el coño. - lo suelto mientras cierro la puerta y ella cumple la orden. La contemplo en silencio, dejando que la impaciencia la invada- Estoy decepcionado- sus hombros se tensan y su mirada, perdida en el suelo, parpadea con incredulidad. Me acerco hasta estar a su altura y con pocos miramientos le alzo la cara para que me mire. - ¿Cuándo te he dado permiso para tocarte?

Se le va el color del rostro.

-  Señor yo…

  • Y lo que es peor, ¿cuándo te he dado el permiso para tocarme?

Le muestro el brazo. Tengo sus uñas marcadas del encuentro con Cat. Al final había reaccionado mejor de lo que creía. Chloe está obsesionada, es ingenua y corta de miras, pero no es tonta. Sabe lo que había entre nosotros, sabe que donde hubo fuego quedan cenizas. Aún así, su respuesta había sido de alguna manera comedida. Su problema es que estoy tenso y quiero descargarme sin follármela, por muy injusto que sea.

  • No sabía que la puta de Cat iba a estar allí, me pilló por sorpresa.

Se me hiela la sangre al escucharla insultarla. Me gustaría abofetearla, obligarla a retirar las palabras. Quiero. No debo.

  • Sigue – sabe lo que me molesta que hable mal.

Me recuerda a ella, me recuerda a mi castigándola.

  • Lo siento Señor. No la soporto.

La tomo del cuello, obligando a centrar sus pensamientos en mí.

  • ¿Sabes que no soporto yo?-su mirada nerviosa rehúye la mía y me siento bien con eso- La desobediencia, Chloe.

Veo como sus ojos se centran en los míos, arden con rabia y me sorprende, porque siempre son sumisos y suaves a mi alrededor.

  • La de ella te gustaba. – lo dice escupiendo las palabras

Estoy sorprendido porque se atreva a decírmelo, y más por tener razón. Gatita siempre tira hasta romper la cuerda, siempre me mira luchadora.

Suelto a Chloe con desprecio porque es más lista de lo que aparenta inicialmente. Voy al cajón de la mesita al lado de la cama y tomo lo que quiero con rapidez. Ella sigue con su mirada mis pasos con cautela, expectante.

  • ¿Y has decidido seguir su ejemplo? - lo digo suave, calmado, aparentando.

No contesta, pero oigo su sollozo cuando ve lo que sostengo entre las manos. Por muy sumisa que sea Chloe, no le gusta el dolor, no lo soporta. Es una pena que yo sea un sádico y que esté enamorada de mí.

  • Ya sabes qué posición debes tomar

No la he azotado muchas veces, pero sabe a que se enfrenta y sin dudarlo se coloca a cuatro patas sobre la cama, de culo a mí. Me gustaría sentir algo. Ser un buen hombre y no atreverme a castigarla por tener sentimientos. Ser un buen amo y enseñarla. Sin embargo, solo pienso que ella no es quien debería ser. Su presencia me recuerda continuamente mi fracaso y solo soy una bola de rabia que sale del agujero donde debería estar mi corazón, bombeando con fuerza a mi brazo donde, autómata, golpeo con el látigo su carne. A sido fuerte, tan fuerte que la marca es muy visible en el contraste del resto de su piel, tan fuerte que sus manos van a proteger el área. Decido que esto no está bien, que si la golpeo de nuevo la destruyo y me destruye, alejándome una vez más de lo que me gustaría haber sido. Guardo el látigo con desprecio mientras sus sollozos se acallan. La oigo moverse sobre la colcha, poniéndose de cara.

-  Luca- me estremezco porque utiliza mi nombre. Me vuelvo hacia ella para terminar por hoy.

  • Fóllame.

Está boca arriba, con las piernas abiertas, mostrándome como su coño, que sigue aún húmedo. Niego con la cabeza porque me sorprende su comportamiento.

  • Te doy permiso para masturbarte. -lo pienso bien- En silencio. – con esas dejo la habitación aún más jodido que cuando entre.

Nunca lo creí posible.


Christian ha estado muy pesado, no ha dejado de preguntarme si estoy bien. No se si nota mi inquietud o mi pequeña depresión. Ojalá fuera más valiente, o más insensible. Ojalá no tuviese un pasado, o el pasado dejase de perseguirme. Esta noche no he podido dormir, o igual he dormido y he soñado con él. No he sentido los brazos de Christian rodeándome, ni su aliento chocando suavemente contra mi cabeza, moviendo mis mechones de pelo. Estoy agitada, estoy preocupada ¿Y si el hijo de puta de David Colmo estaba en lo cierto? ¿Luca me ha ayudado? Está claro que él sabía. Conociéndole no me creo que no sepa quienes son sus escritores y mi nombre le haría chiribitas en los ojos cuando lo viese por cualquier lista. Sin embargo ha esperado hasta ayer para salir del caparazón y entiendo porque. Si lo hubiese hecho antes sabe, como se, lo que hubiese pasado. Hubiese huido. De nuevo.

Me carcome la duda. La alarma me sobresalta y se que son las siete. Me hago la dormida mientras Christian la apaga. Suelo levantarme junto a él y desayunar juntos. Hoy no es el día. Se vuelve me besa suavemente y se levanta. Le oigo tomar el uniforme de poli y pocos minutos después se escucha el agua de la ducha.

Observo el techo buscando respuestas o poner la mente en blanco. Quiero desconectar. Miro alrededor de la habitación ordenada salvo por mi vestido que descansa abandonado cerca de la cama. Christian había querido hacer el amor a la vuelta pero no podía. Quizás eso me hubiese tranquilizado.

Tomo el móvil de la mesita y lo enciendo.

Tengo varios whatsapp de Ana preguntándome por el evento, repitiéndome que le hubiese encantado ir pero que ya sabes, los niños. Lo sé. Quizás como tengo el apoyo de Christian  no la eché tanto de menos. No. Seamos sinceros. Desde que pasó lo de Luca todo se había enrarecido entre nosotras, nos habíamos alejado. Seguimos así.

Me siento sola.

Oigo como Christian cierra el grifo. No tarda ni un minuto en salir desnudo del baño. Me mira sonriente.

  • Hola preciosa.

Tiene un cuerpo entrenado, bastante musculado, quizás demasiado para mi gusto. Pero que digo, siempre me ha encantado su cuerpo.

¿Qué me pasa?

  • Hola-murmuro

Se acerca sin mostrar ningún tipo de vergüenza y me besa.

  • Tienes cara de cansada y aún así estás totalmente deseable.

Me siento cansada si, deseable cero.

  • Pues no te estás viendo a ti- le digo juguetona

Me da otro beso más calmado, saboreando, disfrutando. Me dejo llevar.

Se separa con lentitud, como si le costara. Toma la gorra del armario. Se le ha debido de olvidar.

  • Me tengo que ir, ¿a la vuelta seguimos?

  • Puede ser -le guiño un ojo

Vuelve de nuevo al baño y le escucho vestirse mientras siento que algo va mal, muy mal.

Dime la verdad, ¿estás envuelto en la publicación de mi libro?

Así que aún tienes mi número

Luca…

No pensé que sería tan pronto, que caería tan rápido. Dejo el teléfono porque estoy en plena reunión y porque se que eso le va a poner de los nervios. Me la imagino, en su casa, dando vueltas como una loca, pensando, en mí. Sonrío pero no toco el móvil hasta que Armando acaba con su exposición de las cuentas y decidimos dejarlo estar de momento. No es la mejor temporada para mis negocios, no con la policía detrás de nuestras cuenta y con los Fernández dando por el culo.

Ni contestas

Se había cansado de esperar a los diez minutos, demostrando su habitual impaciencia y habían pasado ya casi veinte minutos más.

Dime gatita

Guardo el teléfono y decido refugiarme en mi despacho. Nadie se atreve a interrumpir mi camino. No puedo detener mi impaciencia cuando entro, pero me obligo a rozar el gran escritorio de madera tratando de reducir mis ansias, dejando que cerca de un minuto calme mis nervios.

Se que tendrás muchas cosas que hacer, pero lo de ayer para mi fue un… me pillo por sorpresa y necesito saber eso

Tomo asiento en la silla

¿Para qué?

La veo en línea, seguramente observando mi pregunta, planteándose porque es tan importante que la haya ayudado o no. No dejo que conteste.

¿Quieres saber la respuesta?

Muy escueta cuando quiere.

¿Sí qué?

Por supuesto que voy a jugar con ella. Espero expectante, veo que escribe pero no envía. Finalmente

Si Señor.

Solo leer las palabras en la pantalla me excita. No puedo reprimir llamarla, tarda en cogerlo y se porque, es muy fácil ser valiente a través de una pantalla. Al tercer tono descuelga pero ninguno de los dos dice nada y escucho su respiración agitada.

  • ¿Está tu amiguito por ahí?- pregunto finalmente rompiendo el silencio

  • No es un amigo

No digo nada y sabe porque, estoy esperando que me confirme lo que se.

  • Y no, no está.

  • ¿Y qué vas a hacer?

  • ¿Qué voy a hacer de qué?-siempre a la defensiva conmigo.

  • ¿Qué vas a hacer con el ardor entre las piernas?

Oigo su silencio al otro lado, bebiendo de él.

  • Contéstame- la reto

  • Soy adulta

Durante un segundo pensé que lo negaría.

  • Dime lo del libro. -reclama

Y la noto temblorosa al otro lado del teléfono. Oigo su cerebro pensar desde donde estoy. Si la habré ayudado o no, si he sabido donde ha estado todo este tiempo o no. Estoy seguro de que ni siquiera tiene claro que prefiere de las dos opciones.

  • Hagamos un trato. - murmuro finalmente mientras giro la silla para quedarme observando la estantería que suele haber a mi espalda.

  • No hago más tratos, y menos contigo.-me contesta airada y nerviosa.

No me deja ni proponérselo, pero se porque, siempre teme aceptar.

  • Sigues sin escuchar

  • No voy a jugar a estas mierdas de nuevo.-murmura furiosa y siento que está a punto de colgarme de forma cobarde.

Me irgo en la silla, tomándomelo en serio y borrando todo rastro de burla en mi voz.

  • Quieres saber la verdad, solo tienes que hacer una cosa, dime, ¿sí o no?

De nuevo el silencio al otro lado y aprieto el puño de mi mano, mostrando sin poder remediarlo mi paciencia. Quizás he presionado mucho en poco tiempo.

  • ¿Qué cosa?- pregunta suavemente al otro lado.

Sonrío.

  • Dejarte llevar.

Dejarte llevar

Sabía que era un error, no tenía que haberle enviado ese WhatsApp, pero no podía remediarlo, la duda me carcome. Mucho menos tenía que haberle puesto ese Sí Señor , pero algo dentro de mí quería volver a revivir aquel sentimiento, al menos la parte buena.

  • No

  • Estás sola en casa, vas a colgar y hacerlo igual.

  • No- repito de nuevo

  • Como quieras- no siento decepción al otro lado, solo aceptación y sé que va a colgar.

¿Qué es lo peor? Que me descubro a mí misma con que quiero hacerlo, siempre tratando de morder la manzana prohibida. Miro a mi alrededor, al cuarto vacío y oigo la respiración suave al otro lado de la línea. Vuelve a jugar conmigo.

  • Ya nos veremos.

No puedo parar las palabras que brotan desde mi boca, jodida traidora.

  • No, espera. - y sueno patética. Lo sé. - ¿Qué quieres demostrar? Maldita sea

  • Ambos sabemos lo que quiero demostrarte

No demostrarse a sí mismo, sino a mí.

  • ¿Sí o no?-repite presionándome

Se que lo del libro solo es una escusa, aunque quiero saberlo, deseo este mini juego aún más, quizás me siento segura cuando está lejos y aunque busque controlar la situación se que puedo colgar en cualquier momento, quizás porque me he estado sintiendo sola durante mucho tiempo. Quizás sólo soy una puta que nunca sabe mantenerse fiel.

  • Túmbate en la cama- a interpretado mi silencio como una aceptación y decido seguirle el juego. Hago lo que pide. - ¿Lo has hecho?

Dudo en contestar, en si admitir, dar el paso. Al otro lado solo se escucha la paciencia.

  • Sí – confirmo finalmente

  • Cierra los ojos. - lo hago- con tu mano libre rueda suavemente tus dedos sobre tu pecho, por encima de la ropa, porque estás vestida ¿no?

Empiezo a acariciarme lentamente y asiento con la cabeza a su pregunta, pero soy consciente de pronto que no me puede ver.

  • Sí- repito como una autómata

Le escucho gruñir.

  • Suave, desliza muy suavemente la palma de la mano, baja lento, muy lento.

Su voz y mi tacto es todo lo que invaden mis sentidos.

  • Cubre con la palma tu coño, sobre el pantalón y ahora contéstame, ¿está caliente?

Noto el calor, claro que lo noto. Un pequeño gemido de asentimiento se escapa de mi boca.

  • ¿Quieres jugar ya con él?

  • Sí- digo algo crispada, y estoy a punto de introducir la mano bajo las bragas pero algo me detiene.

  • Sube la mano de nuevo. -dudo entre si hacerle caso o no.- Hazlo- su voz se cuela en mi sistema y no puedo omitirla.- Hasta los pechos, aparta la ropa. Si estuviese ahí ya te estaría castigando los pezones. Toma y tira con fuerza de uno de ellos.

Maldita sea, lo hago, hasta que me duele lo suficiente como para arquear la espalda y un quejido se escapa de mis labios.

  • No lo sueltes todavía. Tus contestaciones no han sido del todo correctas ¿no crees? Aprieta algo más.

  • Joder- lo gruño cuando lo hago

  • Contéstame

No desobedezco, mantengo el castigo sobre mi pezón derecho como si fuese él quien estuviese aquí, como si fuesen su mano quién me toca.

  • ¿A qué?- pregunto angustiada

  • ¿Cómo tienes que contestarme gatita?

  • No lo sé

Oigo un ligero silencio al otro lado y mis dedos dudan sobre el agarre.

  • Azótate el coño, con la palma abierta y fuerte, una vez.

  • Pero…

-Hazlo, ahora.

Lo hago, y me estremezco.

-Dios…

Estoy excitada. Mucho

  • Toma el otro pezón y hazle lo mismo mientras me dices como tienes que contestarme.

Decido ceder porque estoy ardiendo de ganas, de deseo y aún así no le desobedezco.

  • Señor

  • Mejor

  • ¿Puedo….?

  • Retuércelo.

Mis dedos no son para nada suaves y muerdo mis labios para evitar que los pequeños jadeos se escapen.

  • Para. - obedezco con esfuerzo, asustada de mi propia respuesta- Buena chica

Me pregunto como sabe si le hago caso o no.

  • Es hora de prestarle un poco de atención a tu coño - sus palabras me sirven para meter mi mano dentro de mis bragas y sin miramientos introducirme un dedo.

Suspiro de placer.

  • No- frunzo el ceño mientras mi cuerpo y mi dedo oscilan- Te has adelantado.

  • Estoy caliente joder- le contesto enrabiada pero su silencio me obliga a parar y sacar el dedo.

Suspiro.

  • Ya he parado- se que sigue al otro lado de la línea, pero no contesta- Sigue- le apremio con necesidad, tomando con mi mano libre el edredón, intentando cumplir sus estúpidas normas.

No da muestras de vida y se que me toca ceder de nuevo.

  • Por favor Señor

  • No vuelvas a hacerlo.

Niego con la cabeza sin recordar que no me ve.  Al observar que sigue callado insisto.

  • Por favor Señor, lo necesito, ahora.

  • ¿A mi?- su gruñido animal me intoxica.

¿A él? Sí, me gustaría que estuviese, me gustaría que me follase. Gimo con la idea.

  • Sigue con la mano, pero lento gatita, un dedo y muy lento, casi sin que lo notes.

  • Joder. -cumplo al momento pero no me excedo más allá de lo que me permite.

  • ¿Qué crees que te haría si estuviese ahí?

Por un momento paro, abro los ojos y miro alrededor, tratando de imaginarme a Luca sobre mí. Con la desobediencia de antes se la respuesta.

  • Tendría el culo rojo ya- me sorprendo a mi misma y soy consciente de la libertad y seguridad que el teléfono da.

Le oigo reírse suave y sonrío en respuesta.

  • Sigue, más rápido- y suena tan fluido, solo algo ronco, que me hace pensar por un momento el control que tiene sobre sí mismo. - ¿Sabes qué es lo que me imagino yo?

Niego, y me obligo a mover los labios.

  • No, Señor.

  • Masturbándote pero de rodillas en el suelo, con mi mano sobre tus pechos y mi polla en tu boca, tirando de tus pezones para obligarte a tragarla entera.

Mis dedos han viajado a mi clítoris y ahora se lo toman en serio, no hay suavidad. Nota mi respiración agitada.

  • Has vuelto a desobedecer.

Y casi no le escucho, porque estoy cerca de alcanzar mi clímax. Me obligo a prestar atención a sus palabras, a provocarle. Me lo imagino tomando su polla, incapaz de resistirse.

  • Si, poco puedes hacer, ¿eso te enfurece? - mi dedo acaricia sin descanso el clítoris y por un segundo me gustaría tener libre la otra mano para atormentar mis pezones.- Porque ahora da igual que utilices esa voz sexy, no voy a parar.

Para mi sorpresa se ríe de nuevo.

  • Solo me excita más si cabe.

  • ¿Te estás masturbando? - gruño

  • No- gruñe de vuelta.

No puedo evitar desilusionarme y parar durante un segundo. Quizás estoy sacando mucho las cosas fuera del tiesto. Se me ha ido la cabeza.

  • No pares, si lo hubiese hecho no podría haberte llevado a donde estás. No tires todo mi esfuerzo a la basura. Sigue.

Gruño con fuerza cuando retomo la labor. Dos años y el deseo sigue siendo mi mayor enemigo. He dejado de engañarme a mí misma desde este tiempo, acepto las cosas. Mi vida sin Luca a estado bien, pero después de vivir en un mundo de colores intensos he vuelto al gris y es difícil habituarse. Esto, lo que estamos haciendo, me devuelve los fuegos artificiales en la cabeza y soy una adicta a ellos. Pero lo de ahora ya no es ni siquiera traicionarme a mí misma. Cristian es parte de mi vida, le debo explicaciones, le debo lealtad.

  • Esto...está muy mal- jadeo observando el techo de mi habitación.

  • Pues para -me pregunto si lo dice en serio- y luego escóndete de nuevo. - es la primera vez que siento su reproche. - O por una vez se valiente. Estoy lejos en mi despacho y tu segura en tu casa, ¿tanto miedo te doy?

  • No es cuestión del miedo.

  • Todo es cuestión del miedo. Si no, no estarías allí y ambos estaríamos en mi casa, en la cama, desde hace más de dos años. Pero siempre has puesto más empeño en huir de mí que en quedarte conmigo.

Me estremezco con sus palabras y no sé qué decirle.

  • Luca no entiendes que...

  • No voy hablar esto por un teléfono. -me interrumpe como siempre, tomando lo que quiere y lo que no, y me cabrea, me enfada- Y ahora sigue. -lo gruñe

  • No- suelto- Estoy alterada, no quiero.

Le oigo reírse cruelmente al otro lado.

  • A veces me sorprende lo ingenua que eres ¿Crees que tienes el poder porque estás lejos? ¿Por qué crees que puedes colgarme?

  • Exactamente.- le respondo con valentía.

  • ¿Crees que solo te domino físicamente?- un pequeño silencio se extiende- Escúchame atentamente gatita- algo se activa en mi cerebro cuando pone esa voz- ¿Lo estás haciendo?

  • Si- solo es un susurro

  • Tienes los pezones duros todavía- los observo y me doy cuenta de que tiene razón pero no lo admito- ¿Sabes por qué? Porque estás hablando conmigo, porque no puedes evitar reaccionar a mí, como yo tampoco puedo evitarlo. Solo puedo pensar en follarte. - por un momento se calla como si se hubiese dado cuenta que ha dicho demasiado. - Tu mano, vamos.

Lo hago, pero yo también se jugar a este juego.

  • No

De nuevo se ríe, pero más calmado, más suave. Muevo mis dedos con suavidad.

  • La próxima vez voy a hacerte mirarme a la cara y vas a tratar de mentirme.

¿Cómo me conoce tan bien? ¿Y por qué yo a él no?

  • Si fallas, que lo harás, te voy a castigar y luego vas a suplicar de rodillas que te folle.

Es difícil no imaginarse la escena en la cabeza

  • Tienes una imaginación muy activa- susurro

  • No necesito imaginación, ya ha pasado.

Los recuerdos invaden mi cerebro y muevo los dedos con más agresividad. Jadeo suave.

  • Dime más- pido

  • Mucho más directa. Mucho menos vergonzosa, ¿es el teléfono?

  • No lo sé.

  • Dime tú a mí, ¿vas a dejar que pase?

Por mucho que me esfuerce no soy capaz de llegar y se porque, casi estoy más pendiente de lo que me dice que de mi necesidad.

  • Di sí y te correrás.

  • Luca no puedo prometer cosas que no…

  • Puedes

De nuevo me fuerza, me exige. Si estuviese aquí, con su habitual estilo de tomar mi cuello o mi pelo para mirarlo a esos ojos tan fieros y tan calmados a la vez, mientras castiga alguna parte de mi cuerpo, mientras me besa, no podría negarle nada. La imaginación me ha puesto en el límite.

  • No te queda nada, ¿verdad gatita? Dos dedos, fuerte, en tu coño y córrete.

Ni siquiera me planteo si quiero o no, solo lo hago y me corro, con fuerza, intentando no gritar, dejando que el teléfono caiga al colchón. Tardo un tiempo en recuperarme. Hacía tiempo que no me sentía tan viva, tan eléctrica. Espero a que el corazón se me calme.

Después abro los ojos titubeante y miro al teléfono silencioso que aún está junto a mí. Lo tomo con manos temblorosas. Al finalizar el estado de excitación me siento terriblemente avergonzada y culpable.

Quiero colgar.

  • ¿Sigues ahí? - si soy sincera no sé cuándo tiempo ha pasado.

  • Sí- ahora que estoy más calmada noto lo excitado que está. Suena como un animal enjaulado, un gruñido.

  • Dime lo del libro. - sé que es una manera cobarde de salirse por la tangente, pero no puedo enfrentarme a él.

Le oigo gruñir.

  • ¿Te ayudé?- casi lo jadea- Sí ¿Lo hice porque eras tú? Sí ¿Lo hice porque tu libro es bueno? También.

Sus palabras me aceleran el pulso y me siento bien con su respuesta, aliviada, más de lo que habría pensado. Aun así, no me atrevo a decirle eso.

  • No sé qué decir.

  • No hay nada que decir.

  • Tengo que colgar.

  • Cat- interrumpe mi huida- no folles con el policía.

Por un momento estoy indignada.

  • Luca, follaré con quien quiera, sobre todo si es mi novio.

De nuevo oigo su gruñido al otro lado de la línea.

  • Si te lo tiras va a correrse mientras tú piensas en mí, y eso está muy feo gatita, te sentirás una mierda y él poco hombre por no lograr hacerte llegar.

  • ¿Lo sabes porque es lo que te pasa con Chloe?

No sé de dónde sale eso, de donde sale la Cat con cojones que tanto tiempo tuve encerrada. No sé si es el móvil, o Luca que me desata o yo misma que ya he explotado.

  • Hablamos después-murmura simplemente y me cuelga.

Ya hasta me cuelga.

Manda huevos.