Segundas partes nunca fueron buenas 2

Negocios

Me siento tan culpable, nerviosa, sola e incomprendida... Yo sola me he metido de lleno en la boca del lobo, esperando que me diese un buen mordisco para sentir la adrenalina, la pasión: vida . Me reprocho que lo he conseguido a base de traicionar a las personas que quiero y a mi misma. Algo malo hay en mi cabeza, estoy abocada al fracaso. Me pregunto dónde quiero que mis decisiones me lleven, al mismo círculo vicioso del que no quiero salir o a un camino más llano, más abierto y más soleado.

Pasos agigantados hacia el abismo Cat, a pasos agigantados corres de nuevo a él.

Tengo que decirle a Christian, pero, ¿decirle exactamente qué?¿Cómo se supone que le dices a tu novio que has tenido sexo telefónico con un hombre que resulta ser, en esencia, tu jefe y tu ex novio? El peso de la conciencia me hace encogerme en mi misma y llorar, asustada. Se que no lo merezco pero necesito esos minutos de victimismo. Ojalá poder hablar todo esto con Ana.

Eso me pone aún más triste.

No he querido salir en todo el día de casa, como si fuese presa de un auto castigo. Espero con ansia, con miedo, la llegada a las seis de Christian. Durante ese tiempo he tomado de nuevo el teléfono dos veces en la mano con intenciones de llamar a Ana, pero algo me echa atrás, algo me dice que no es buena idea. La soledad corre por mis sentimientos, haciendo que mis pensamientos se pregunten por lo que hace o deja de hacer mi torturador personal, Luca.

Escucho el ruido de las llaves y la voz de dos hombres riéndose. Christian ha traído a Mario con él. Se por qué. La relación de Mario con Diana tiene bastantes altibajos, no es la primera vez que su compañero se queda a dormir en nuestra casa. No se si sentir alivio o angustia cuando mis hombros se relajan pero el nudo en mi garganta se hace tres veces más grande, como si fuera consiciente de que va tener que retener la traición aún por más tiempo. Como si tuviese ganas de vomitar todas esas palabras.

  • Hola preciosa- me acoge para mi sorpresa Christian en un abrazo y me estampa sus labios en los míos, con ansia.- Vamos a tener que dejar nuestros planes para luego- me susurra al oído.

¿Qué planes? ¿Acostarnos? Me duele solo mirar esa sonrisa sincera que me regala. Soy un monstruo.

  • Hola Cat- Mario me saluda algo tímido, más bien intimidado por la efusividad de su amigo hacia mí.

  • Hola – le respondo con suavidad.

  • Creo que hoy es un buen día para pizza y peli- comenta animado mi novio mientras va a la nevera y saca dos cervezas- Preciosa, ¿quieres una?

Le niego y entiendo que es mi oportunidad para escapar, porque por primera vez no me siento cómoda a su alrededor.

  • Tengo que ir a comprar un par de cosas al súper- le respondo

Él sale de la cocina, de vuelta al salón donde Mario ya rebusca entre los canales algo interesante.

  • ¿Quieres que te acompañemos? - lo pregunta por educación, sé que no tiene ni gota gana y yo tampoco.

  • Claro que no, no te preocupes, relajaros.

Voy a la habitación mientras le contesto y cierro la puerta nerviosa. Me cambio en dos segundos. Los escucho reírse al otro lado. Necesito escapar ya. Tomo dinero y el bolso. Ni siquiera me molesto en maquillarme.

  • Voy a recargar a mi pequeño también, así que puede que tarde algo de tiempo.-le informo, con la intención de tomarme el mayor tiempo del mundo para aclarar más mi cabeza, para conseguir perdonarme a mi misma antes de pedirle perdón a él.

  • Odio que cojas ese trasto, cualquier día te deja tirada por ahí.-Christian me mira preocupado

Yo observo su altura, su intranquilidad por mi seguridad, su sonrisa amable. Le voy a perder, y se que me lo merezco. Algo duele en el pecho.

  • Es viejo pero leal- defiendo a mi coche, y la palabra leal me hace pensar en otras cosas.- Hasta luego chicos

Christian es consciente que no le doy un beso al marchar, seguramente piense que es por respetar a Mario. Su llegada ha supuesto un paréntesis en mis confesiones.

Decido ir primero a comprar y ya que cojo el coche voy a uno de los grandes supermercados de las afueras. Llueve y es casi totalmente de noche, recordándome lo que el mes de diciembre hace al día. La circulación es lenta, pero me pongo música y decido tomármelo con calma. No he cogido una chaqueta muy apropiada para este tiempo, aunque solo tengo pensado chupar frío cuando baje a recargar gasolina. Hago con calma la comprar, casi como un autómata y cuando estoy en la cola para pagar me suena el teléfono. Es Ana. Algo se rescrebaja en mi pecho, pero decido no cogerlo. Si la contesto estaremos un buen rato hablando y necesito salir de este lugar para eso, o entre las bolsas y el teléfono voy a volverme loca. Así, dejo que vibre y hago la mundanal tarea de saludar al dependiente.

Seis bolsas que me cargo, tres en cada brazo. Seguramente he comprado demás, pero Christian come como una lima y se que no se va a desaprovechar nada. Hay pocos coches en el parking cuando salgo y llueve a mares así que me resigno a mojarme. No tengo opción a cargar a la vez con un paraguas. Como siempre tengo la manía de aparcar lejos debido a mi no talento con el hábil manejo de dejar entre dos líneas el coche y me maldigo a mi misma. Siento de pronto alguien al lado y la lluvia deja de caer con fuerza sobre mi cabeza. Veo a través de mi pelo mojado a un hombre de unos cuarenta que me sonríe con calma.

  • No está el tiempo para andar sin paraguas-su acento es fuerte, como ruso, pero lejano.

  • No...muchas gracias- se lo agradezco.

  • Venga muchacha, te acompaño hasta el coche.

  • No hace falta de verdad- porque algo me da mala espina de pronto y con disimulo miro a mi alrededor.

No hay un alma cercana y el resto están preocupados de salvar el pellejo de la lluvia como para mirar a algún sitio, en especial a dos personas que no están haciendo nada sospechoso.

  • Insisto.

Decido que no voy a pelearme con él solo por ser amable y en silencio llegamos hasta mi coche.

  • Bien, yo me quedo aquí, muchas gracias.

  • Guarda las bolsas- de pronto la voz suave del hombre se vuelve exigente.

  • Mire, no se preocupe, puedo apañarme sola- le contesto ya más molesta, alerta.

Noto que el móvil vibra de nuevo y me anoto mentalmente que tengo que llamar a Ana nada más que pueda.

  • Catalina García ¿verdad?- alzo mi cara dudosa.

Que ese hombre sepa mi nombre me ha traído de vuelta a la situación. Sobre todo como lo ha pronunciado. Nos evaluamos durante un segundo y solo el ruido de la lluvia chocando contra el asfalto interrumpe nuestros pensamientos. Siento el pánico de pronto, algo va muy mal e intento correr, pero el hombre interpone su cuerpo  y me empuja contra mi propio coche. Antes de realizar otro movimiento o simplemente gritar me hace un gesto hacia la parte baja de su cuerpo.

Sujeta una pistola.

Una pistola.

Y me apunta.

El pánico me invade y me quedo estática. En mi fuero interno me pregunto si es de verdad, solo las he visto en la tele.

Joder Cat, no, es de petardos.

Mi yo sarcástico me hace visitas en los mejores momentos de mi vida. La cabeza se me llena de sangre, seguramente toda aquella que abandona mis pies y mis manos que se hielan y mi boca se seca, volviéndose pastosa.

  • Tranquila muchacha, no va a pasar nada, no tiene por qué pasar nada. Solo quiero que me escuches con atención ¿Lo estás haciendo?

Sus palabras llegan distorsionadas a mis oídos. Tengo los ojos clavados en la pistola, debatiéndome su autenticidad, y ni siquiera me esfuerzo en alzar la cara y memorizar sus rasgos. Esto supongo que es el miedo puro.

Con rapidez cambia la pistola a la propia mano que sujeta el paraguas y que sigue refugiándonos a ambos. La otra vuelva a mi cara y toma mi rostro con fuerza, alzándolo para que le mire.

Me fijo en sus ojos castaños, con alguna arruga. Su boca de labios finos, su nariz ancha y su rostro curtido y alargado.

  • Atenta, muchacha. Es solo un mensaje, ¿crees que puedes morir aquí?

Asimilo la pregunta y ruedo mis ojos a su estable mano donde tranquilamente me apunta, después regreso a su cara y siento la determinación que claramente se refleja en su rostro ¿Qué si es capaz de dispararme? Asiento con calma, con un pánico interno que me hace temblar.

  • Claro que sí, estás sola, y a nadie le interesas en este lugar. - el corazón late con fuerza durante el segundo dramático que deja pasar- No voy a hacerlo muchacha. No hoy. Te necesito viva para que des el mensaje.- quizás emplea las palabras de una forma un tanto extraña.

O quizás es que es extranjero, Cat, ¿quieres centrarte?

Centrarse mis ovarios.

  • ¿Mensaje?- consigo susurrar y, a pesar de todo, se oye por encima del sonido de la lluvia.

Su mano todavía aprieta mi rostro y se que me van a salir cardenales.

  • Sí, dile a Luca Silva que la deuda sigue viva y que nosotros la cobramos de una manera u otra ¿entendido?

El nombre de Luca en sus labios me hace marearme. Seamos sinceros, hasta este momento no he dejado de pensar que esto es un error, que el señor está loco o que se ha confundido. Que sepa mi nombre, que sepa el de Luca y que nos relacione… eso ya tiene menos de casualidad.

Sus dedos se clavan con insistencia en mi barbilla.

  • Entendido

  • Bien muchacha.- se guarda la pistola con calma- La próxima vez cógete un paraguas.- con esas se da la vuelta y se va.

El agua vuelve a caer con fuera sobre mi cabeza mientras le observo marchar hasta que se convierte en una sombra y luego nada. No se cuánto tiempo estoy bajo la lluvia, apoyada en el coche para no caerme, intentando respirar y calmarme. Finalmente soy consciente de lo que me duelen los brazos y es porque mis manos sujetan con fiereza las seis bolsas, ni siquiera las he posado. Solo he estado ahí, quieta, inmóvil. Abro el coche por fin y me siento en el asiento del piloto, cierro la puerta y pongo el pestillo. Las cosas de las bolsas caen por el coche. Rebusco en mi chaqueta con las manos temblorosas hasta encontrar el móvil, dos llamadas perdidas de Ana.

No es momento para eso.

Marco su número y espero mientras da llamada.

  • ¿Cat?- suena extraño, adormilado.

  • Ne...-y de pronto soy consciente de que me castañean los dientes tanto que no puedo hablar- nece... ayuda

  • ¿Dónde estás?- cualquier rastro de pereza o calma se ha ido, todas sus alarmas están activadas. Las luces de un coche me iluminan de pronto y grito asustada. Tengo los nervios a flor de piel- Ahora, contéstame.

Solo atino a decirle el nombre del súper y que estoy en el parking. Luego lanzo el teléfono a un lado, porque no atino en la pantalla a colgar.

Necesito tiempo para calmarme.

Nunca había estado en una situación en la que no soy capaz de pensar, sin dominio sobre mí, sobre mis manos que tiemblan junto con mis dientes. Siento mucho calor, y mucho frío a la vez, o no siento nada. Quiero encogerme sobre mi misma, en alguna posición que me diga que estoy protegida. No debería estar tan asustada, no ha pasado nada, pero tener ese hombre apuntándome con un arma que puede matarme y con esa tranquilidad, como si sus decisiones fuesen automáticas, inhumanas. Una arcada me sacude pero no tengo que echar y me sujeto del estómago tratando de respirar. Soy una debilucha, lo sé, o quizás es que no habéis vivido una situación así.

Alguien toca el cristal y grito de nuevo. Solo ha sido un parpadeo desde que colgué o eso me ha parecido, pero al mirar a fuera veo a Luca esperando, se le ve agitado. Quito el cerrojo y no tarda ni un segundo en abrir.

Se cubre con un paraguas mientras a mi lado me inspecciona deprisa, buscando algún problema y luego al coche. Ve las bolsas tiradas y mi mojadura.

  • ¿Que ha pasado?-y su voz suena contenida, casi normal, de no ser por sus movimientos bruscos y la alarma en sus ojos diría que todo está en calma dentro de él.

  • Tengo...tengo un mensaje para ti.-comento con la vista perdida en el volante.

  • ¿Un mensaje?

  • Un hombre...y el paraguas pero no quería… y de pronto sacó una pistola...yo...él me dijo tu nombre y cobrar una deuda. Me...me amenazó.

Siento que me observa con dureza durante un tiempo, quizás tratando de hilar lo que he dicho y de pronto veo que pierde los nervios. Lanza el paraguas al suelo, estrellándolo con fuera hasta romperlo. Oigo su respiración agitada mientras se aleja de mí. No se cuánto tiempo se toma para calmarse, pero cuando vuelve su rabia vuelve a estar escondida debajo de su piel y parece ser el Luca de siempre.

Se acuclilla fuera, a mi lado, para quedarse más o menos a mi altura sentada en el asiento y ahora le cae a él la lluvia con fuerza sobre su cabeza. Cuando tiende una mano hacia mi para tomar mi brazo me sacudo violentamente para alejarme de él.

  • Sshh, Cat, tranquila.- su voz me arropa- Solo quiero meterte en mi coche.- le miro asustada, como si mi parte racional estuviese en off. - Estás en estado de shock. -cuando vuelve a tocarme esta vez dejo que lo haga- Tranquila- parece que está tratando con un animal herido. A saber que aspecto tengo.

  • Vamos, sal de ahí.- lo dice con suavidad, con calma

Pongo un pie fuera e intento alzarme pero las piernas me tiemblan tanto que necesito apoyarme casi totalmente sobre él para no caerme de bruces al suelo. No tarda un segundo en cogerme en brazos y dejo que lo haga.

Cerca está su coche, sin soltarme consigue abrir la puerta del copiloto y me sienta. Cierra con suavidad y aún así me sobresalto. Al momento está sentado a mi lado. La lluvia no cesa y miro como cae y cae, estrellándose contra el cristal delantero.

  • ¿Dónde tienes las llaves del coche?- sigue hablando con calma.

Pienso alarmada sobre ello y de pronto soy consciente de que las sujeto con mucha fuerza en la palma de mi mano. La abro y observo la marca que me ha dejado sobre mi piel.

  • Trae- las toma sin permiso y sale de nuevo a fuera.

Cuando vuelve y abre el coche está algo más mojado.

  • Lo he cerrado.

Asiento con calma.

  • Estás pingando. - comenta- Quítate la ropa.

Le miro asustada, extrañada.

  • Si sigues con eso puesto vas a coger una pulmonía y tardo como alrededor de tres cuartos de hora en llegar a mi casa.

De pronto despierto del sueño de entumecimiento en el que he estado, al menos algo.

  • No, no...yo quiero ir a mi casa.- solo lo susurro

Me observa quizás algo desquiciado, cansado para tratar conmigo en estas circunstancias.

  • Soy yo a quién has llamado no a tu querido poli

Cuando capto lo que insinúa me defiendo.

  • Fue a ti a quien te nombró ese… - tiemblo al recordar la pistola- ese hombre

  • Por eso vamos a mi casa. - Abro la boca para discutir.- No, no hay manera de cambiar de opinión. - Le veo volverse hacia la parte trasera del coche, tomando algo que me da- Y ahora quítate eso. Puedes ponerte este abrigo, lo suelo llevar demás.

Es casi como una manta, pesado y maldita sea, huele a él. De pronto siento el frío en los huesos y el incansable castañeo. Le veo manipular los controles del aire caliente. Comienzo a quitarme mi abrigo y estoy tan calada que me cuesta deshacerme de él, por lo que pesa y por lo pegado que está a la camiseta de debajo. Luca me observa con impaciencia pero sin intervenir.

  • Puedes ir arrancando- le gruño, incómoda de tener sus ojos sobre mí, atentos a cada cosa que hago.

  • Quiero que te pongas el cinturón.-me contradice mientras niega con la cabeza.- ¿Con este tiempo como llevas solo una camiseta y esa chaqueta?

  • Solo salí para ir al super- le reprocho

  • Saliste con prisas- me rebate. No digo nada, me quedo quieta observándole- Vamos a qué esperas.

  • No quiero desnudarme delante de ti.- el coche ha cogido una temperatura agradable pero el frío que me transmite la ropa calada me hace estremecerme.

Se que es absurdo, pero es como que ya no puedo ceder en nada más, como si quisiera perder los nervios, discutir, deshacerme de toda la tensión. No digamos que Luca y yo en la misma frase unidos por el verbo discutir sea algo impensable.

Le veo gruñir con impaciencia y por un segundo pienso que se va a volver hacia mi y arrancarme la camiseta, dándome lo que quiero, pero de pronto abre su puerta y se impulsa fuera.

  • ¡¿Qué haces?!

  • Esperaré a que te cambies

Con esas cierra y no tardo un segundo en quedarme en sujetador y bragas. Ambas están mojadas también, pero tengo mis límites. Me envuelvo en el abrigo y sin ni siquiera cerrarlo abro de nuevo su puerta.

  • Ya está.- está aún más calado y me siento culpable.

Le veo mirarme sin disimulo a la parte abierta que muestra mi piel y me la ciño con determinación. Por fin sube y cierra de nuevo, mientras comienzo a sentir de nuevo el calor en mi cuerpo.

Enciende el motor del todo y el coche cobra vida.

  • Espera, ¿y tú?

Está tan empapado como yo hace un segundo.

  • ¿Quieres que me desnude también gatita? - y aunque su tono es juguetón se que no puedo tirar de la cuerda. No es el momento. Al ver que no contesto decide tomar la iniciativa- No soy una tienda de ropa, no tengo para más cambios. Ponte el cinturón.

Mientras lo hago sin añadir nada, él se quita el abrigo. No puedo detener mi mirada hacia su pecho, está tan calada que se le marcan los abdominales.

  • Quita esa mirada, estoy en la cuerda floja.

  • No tengo ninguna mirada- le contesto, aunque sé que es mentira.

De pronto vuelve a girar la llave para dejar el motor en stand by desengancha mi cinturón y con soltura me toma de la cintura, arrastrándome hasta estar sobre él de rodillas.

Noto su ropa mojada contra mi piel desnuda. Con el movimiento el abrigo se ha abierto y le estoy ofreciendo un vistazo de mi sujetador empapado y mis bragas. Su mano va a mi pelo mojado, tomándolo para dominarme, como siempre, pero estoy acostumbrada y llevo las mías a su nuca.

  • ¿Te acuerdas lo que te dije que iba a pasar la última vez si me mentías?- su voz es ronca, un gruñido.

  • Algo me suena- a veces tenso demasiado la cuerda.

De pronto sus ojos caen atentos a la zona de mi barbilla y lleva la mano que hasta ahora tomaba mi cintura para repasar con suavidad lo que supuse que me iba a salir.

  • Tienes moratones.

  • Me cogió de la cara.- Trato de sonar valiente, quitándole importancia pero no puedo evitar temblar.

Veo como aprieta la mandíbula con fuerza y luego sin previo aviso pero con la mayor suavidad que le he sentido alguna vez besa mis labios. No solo es apasionado, sino que es cariñoso, tremendamente suave. Me gusta, pero ambos sabemos que no es nuestro estilo, así que incendio las cosas rozando mis bragas contra su bragueta. Sus manos van derechas a mi cintura para detenerme. Se separa para mirarme ceñudo, como siempre que trato de tomar algo de control.

  • ¿Quieres qué te folle aquí?

  • Estaba pensado más bien en follarte yo a ti.

Me sorprendo, y por fin soy consciente del pánico que he pasado. De pronto me siento miedosa, asustada y sin previo aviso me refugio en sus brazos, tratando de abrazarle. No me rechaza y deja que le envuelva con fuerza mientras él me rodea de vuelta.

  • Estaba asustada- le confieso.

Tengo ganas de llorar pero me detengo, no dejándome superar por la situación.

  • Lo sé. Y lo van a pagar.

Así es como salgo totalmente del estado primitivo en el que me encuentro y analizo toda la situación. Sin previo aviso me deshago de su abrazo y me alejo, tratando de volver a mi asiento con la mayor dignidad que puedo. Mi esfuerzo se convierte en un golpe contra la palanca de cambios y un aterrizaje forzoso al mullido asiento. Trato de cubrir mi aparatosa caída con un avasallamiento verbal rabioso.

  • ¿En qué mierdas andas metido? ¿Y por qué yo estoy incluida? Y no me vengas con que no es mi asunto porque creo que ahora mismo lo es.

Nunca me había sentido tan ignorada mientras Luca arranca el coche, pone el limpia y la radio.

  • Ponte el cinturón.-es su simple orden de vuelta.

¿Con qué esas tenemos?

  • Te juro que como no me expliques me bajo aquí mismo, y me importa una mierda mojarme de nuevo, puedo ir caminando a casa.

  • Si bajas por esta zona así lo último que vas a conseguir es llegar a casa.- se gira a observar con calma la parte abierta del abrigo y de nuevo la cierro con fuerza.

Busco los botones o una cremallera mientras le reprocho

  • No me cambies de tema, contéstame o me bajo.

Veo como toma la salida del parking pero vamos a coger algún que otro semáforo, todavía no estoy tan loca como para saltar en marcha. Me rindo en la búsqueda de algún artefacto que cierre este abrigo infernal. Me queda tan grande que me siento como el muñeco ese de Michelin de las ruedas.

Veo el semáforo en rojo y digo que ya se acabaron los faroles. Si tengo que ir andando a casa lo haré, al menos tengo zapatos. Justo cuando toco la manilla de la puerta oigo el sonoro click de cerrado automático. Lo intento igualmente, encontrándome con lo que supuse.

  • No me jodas.- me cruzo de brazo como puedo, enfadada.

Aprovecha el semáforo para tomar con delicadeza pero firme mi cara, girándome hacia él.

  • Escúchame Cat, y escucha bien porque solo lo voy a decir una vez más.- la luz de fuera incide sobre la parte baja de su rostro, resaltando su barbilla y labios y dejando el resto en penumbra- Ponte el cinturón.

Veo sus ojos centrados totalmente en los míos pero no puede evitar recorrer de nuevo la zona frontal de mi cuerpo, ahora estoy tapada, aún así no parece importarle mucho. Su mano rueda hasta mi cuello y lo toma suave, tirando con insistencia pero sin dolor de mi hacia él. Cuando estoy inclinada rueda con su palma abierta la zona de la clavícula expuesta. Le observo con curiosidad, con ganas. Estoy a punto de abrir algo más el abrigo cuando un pitido del coche de detrás nos sobresalta y nos despierta. En un parpadeo está arrancando y yo vuelvo al asiento. Callada y rendida, tomo el cinturón y me lo pongo.

Le observo de lado, discreta, intentando preguntarme en que está pensado. Sus manos toman con fuerza el volante, lo que me dice que está mucho más furioso de lo que se puede medir en un primer vistazo. Me gustaría que confiara en mí, que contase conmigo y me dijese que cojones pasa, pero se que no va a ocurrir. No me importaría tanto si hoy mismo no me hubiesen apuntado con una pistola amenazándome la vida con su nombre en los labios.

No tardamos mucho en coger el desvío a una de las autopistas. La carretera está bastante desierta y sigue lloviendo con fuerza. La radio suena baja y de pronto soy consciente de la hora. Las nueve, tengo que llamar a Christian, pero no sé qué decirle. La verdad es demasiado complicada, al menos exige una explicación bastante larga y decido que seguramente lo mejor es mentirle. No quiero hacerlo delante de Luca, no quiero que vea que le miento. Es bastante tarde, pero puedo esperar a llegar.

  • ¿Falta mucho?

  • Algo

  • Algo es muy impreciso.

  • Llama a tu novio ya, si fuese yo estaría de los nervios, sobre todo con la que está cayendo y el coche con el que te mueves.

Le miro, sorprendida de que sepa con tanta claridad lo que ocurre. Rebusco en mi chaqueta hasta sacar el móvil. De pronto me preocupa que la humedad se lo haya cargado, pero al encenderlo parece que no tiene ningún problema. Indagando en la agenda me quedo observando la pantalla sin darle a llamar.

  • No sé qué decirle- confieso finalmente.

Por un breve momento noto que se gira a mirarme, pero no soy lo suficientemente valiente como para enfrentarme a su mueca burlesca.

  • Miente.

No quiero mentirle, solo que tampoco quiero decirle la verdad, al menos por aquí, por teléfono, sin poder mirarle a la cara.

  • Debería estar yendo a casa.

  • Lo estás haciendo.

  • ¡A MI casa!

  • Voy a contarte Cat, pero en mi casa, tranquilos, secos y calmados. No quiero interferencia de la policía.

  • Entonces ¿estás en problemas?- pregunto algo angustiada

No me contesta durante unos segundos y cuando lo hace omite mi pregunta:

  • Dile que te quedas a dormir con Ana, que le ha dado un bajón y Tom ha tenido que salir a trabajar.

  • ¿Un pintor que sale a trabajar a las nueve de la noche?- me burlo

De nuevo siento que se gira hacia mí y esta vez sí que le observo de vuelta.

  • Gatita, ¿cuánto tiempo hace que no hablas con ellos?

Eso me pone en alarma y me recuerda las llamadas perdidas de Ana.

Joder.

  • Está bien.- Tomo una bocanada grande de aire y le doy al botón de llamar.

Cuatro tonos antes de que descuelgan.

  • ¿Si?

  • Christian soy yo

  • Cata, -oigo de fondo los ruidos del juego de coche que les encanta. No sé porque, pero me hace sentir molesta- estaba preocupado, ¿ocurre algo?

Muy preocupado, pero jugando a la Play. La risa de Mario se cuela por la línea.

  • Oye tío, eso no vale

Tomo otra bocanada pero ahora de paciencia. Me lo ha puesto más fácil de lo que creía.

  • No, no pasa nada. Me voy a quedar a dormir en casa de Ana.- y miento de forma natural.

  • ¿Y eso? - y ahora su tono fiestero se apoca

  • Tom tiene turno en el trabajo y me ha pedido ayuda con los críos.

  • Ah, bueno – Vaya paliza te estoy dando, de nuevo la voz de Mario suplanta nuestro silencio- ¿Estás bien?

Y noto su preocupación, quizás con un tono de tristeza.

  • Si, solo...-quizás he sonado demasiado brusca, intento endulzar un poco la voz- pensé que como Mario se queda esta noche en casa podíais hacer cosas de chicos.

  • ¿Te molesta?

¿Si me molesta? ¿Me molesta que Mario venga de vez en cuando? No. En realidad no. Aunque nunca me lo había planteado.

  • Sabes que no

  • Como teníamos planes y eso…

  • ¿Planes?- pregunto mientras pienso a que se refiere.

Oigo de pronto un bufido de Luca. Le miro con reproche. Hasta ahora parecía tan concentrado en la carretera que imaginaba que no nos estaba escuchando, pero por lo que veo no es así. Me giro, dándole la espalda todo lo que puedo sin perder la postura de sentada.

  • Ya sabes, tú, yo, una cama grande.

Las mejillas se me tiñen de rojo por dos razones. La primera de vergüenza por no recordarlo, la segunda de culpabilidad.

  • Yo…

  • Tranquila, pásalo bien, tenemos tiempo para eso – la naturalidad de Christian salva el momento- ¿Ya estás con Ana?

  • Estoy fuera, quería llamarte antes de entrar

  • Vale preciosa, pues pásalo bien, si quieres escaparte de noche de vuelta, ya sabes dónde encontrarme.

Me rio suave.

  • No sé si Javi me dejará.

  • Oh, ese bebe seguro que duerme como un lirón a partir de las once.

  • Ya te diré

  • Un beso, te quiero.

De pronto el corazón me vuelve ir alocado porque no quiero devolverle la despedida.

  • Hasta mañana- digo forzadamente y cuelgo

Suelto el aire, como si no hubiese respirado en toda la conversación.

  • Te aplaudiría si no estuviese conduciendo.

  • Cállate.

  • Si tengo que poner alguna pega...diría que la parte de los planes de follar no te ha salido muy bien- y en sus palabras noto cierto resquemor.

  • Me acaban de apuntar con una pistola, perdona que follar no sea en lo que esté pensado ahora.

  • Pero sí que lo estás.

No.

  • En realidad estás caliente, y es normal, tienes la adrenalina arriba y sientes calor en muchos sitios, y luego estoy yo cerca y te hace sentir calor en otros más específicos.

  • Se ve que no te han apuntado nunca...- le reprocho, aprovecho también para burlarme- y que no conoces el efecto que generas.

Sin previo aviso su mano esta contra mi braga, presionando dos dedos contra mi clítoris. Me hundo en el asiento intentando alejarme de su intrusión mientras llevo mis dos manos a la muñeca, arañándola. La tela mojada se roza con facilidad sobre mi entrepierna y si, está mojado, pero él no tiene porque saber si es del agua o soy yo. Ni siquiera yo estoy segura. Cierro las piernas con fuerza, pero sigue sin moverse de ahí.

Le miro, pero parece no prestarme atención, observa fijamente la carretera mientras sujeta el volante con la otra mano.

  • Abre las piernas

  • No, y quita tu mano.- le araño con más fuerza y veo las marcas rojas que le estoy dejando, parece darle igual.

  • Déjame enseñarte que a mí no me puedes mentir. Ni mucho menos a ti misma

  • No me miento

  • ¿No?, abre las piernas, déjame hundir un dedo y veamos la verdad.

  • No- no lo estoy, maldita sea. Y no quiero que me toque.

  • Ábrelas y te contaré todo.

Le miro haciendo fuerza aún con las piernas. Sigue perdido en la carretera.

  • ¿Todo?

  • Si

  • ¿Ahora?

Le escucho gruñir y sé que es ahí donde estaba el truco.

  • Después de comprobar tu mentira.

Quiero cerrarle la boca y quiero saber, así que relajo las piernas, dejando hueco para su mano.

Por unos segundos se mantiene sobre mis bragas, sin moverse y siento el calor fluir de su cuerpo al mío. Agarro con fuerza el asiento sobre el que estoy, clavando las uñas pero trato de quedarme lo más quieta posible y de pensar en otras cosas, en que tengo que llamar a Ana, en averiguar cuál es el nuevo trabajo de Tom que le hace salir por las noches y porque ella no me ha dicho nada.

En porque nos hemos distanciado tanto.

Sin previo aviso retira la braga, moviéndola hacia un lado y aunque no quiera mis pensamientos vuelven al coche, a él y a mí. Siento el aire frío contra mi entrepierna y se lo que va a pasar así que de nuevo cierro las piernas y esta vez no es lo suficiente rápido para no quedarse fuera.

Devuelve con lentitud la mano al volante

  • Ahora dilo

  • ¿El qué?-pregunto mirando hacia fuera deseando estar en otro lugar.

  • Lo mentirosa que eres

Las mejillas se me ponen rojas pero cierro la boca con fuerza y trato de ignorarle. No soy mentirosa, solo trato de no pensar mucho las cosas y eso a veces me lleva a engañarme a mi misma. Si, se que me atrae, se que si está alrededor algo primitivo se despierta en mí, algo que me da miedo pero que no puedo evitar. Pero ahora mismo ni siquiera soy capaz de analizar mis sentimientos con calma, soy un manojo de nervios, de miedo, de vergüenza y estoy asustada, muy asustada, solo quiero refugiarme en algún lugar, por alguna extraña razón el corazón me va a mil y no se relaja y no puedo estarme quieta, lo que me hace traquetear la pierna constantemente.

Oigo el sonido del intermitente para tomar el desvío y agradezco que por fin cambiemos el paisaje. Reduce la velocidad, los árboles rodean la carretera y retienen el agua, disminuyendo la fuerza de la lluvia. Frena hasta tomar otra carretera más secundaria desconocida para mi, finalmente queda parado en el hueco del andén y pone el freno de mano. La luz del coche es la única que da visibilidad.

  • ¿Dónde estamos?

Oigo el click que me dice que se ha soltado el cinturón. Me giro para observarle.

  • Vas a tener que ponerte tú encima de mí. - comenta evaluando el espacio.

¿Qué habla? Me vuelco contra la puerta aún con el cinturón puesto.

  • ¿Qué dices?

Se acerca a mí con suavidad, lento y desabrocha mi propio cinturón que sujeto con las manos, como si ahora fuese un escudo de protección, impidiendo que vuelva a su sitio. De pronto se gira hacia la parte trasera, buscando algo en su chaqueta.

  • ¿Qué...qué haces?

  • Calmarte y enseñarte una lección, todo en uno.

El corazón me bombea rápido y respiro asustada, de nuevo trato de abrir con disimulo la puerta, pero sigue bloqueada. Tampoco se muy bien que quiero o puedo hacer ahí fuera.

Toma su móvil y enciende la luz de la linterna, colocándolo en el suelo, a mis pies, boca arriba, acto seguido apaga las luces del coche y todo se queda tranquilo. No hay música, solo algunas gotas que caen perezosas contra el cristal después de haber rodado por alguna hoja más arriba.

Le observo mirarme y agarro con más fuerza el cinturón.

  • ¿Vas a venir aquí o no?- gruñe suavemente

Niego con la cabeza porque creo que ahora mismo no tengo voz. Se vuelve otra vez hacia atrás y es un giro tan rápido que grito algo asustada.

  • No seas dramática, sabes que no te voy a hacer daño

Estaría bien que definiese lo que es hacer daño porque llega bastante tarde para eso.

Palpa de nuevo su abrigo por la parte interna, pero pronto lo descarta.

  • Bien, voy a necesitarlo- señala al que llevo puesto.

  • ¿Para qué?

  • Para lo que quiera. Es mío, ¿recuerdas?- me lo dice burlonamente.

Está bien, quiere su abrigo, pues que se lo quede, pero antes quiero el mío de vuelta. Suelto por fin el cinturón.

Ahora soy yo la que se gira a la parte de atrás rebuscando. No se ve un pimiento con esta luz.

Sus manos toman de pronto mis piernas por debajo de las rodillas y de un movimiento pone mi espalda contra el asiento, donde hace un segundo descansaba mi culo. Creo que he gritado mientras lo hacía, no por miedo, sino porque me ha cogido desprevenida y el movimiento ha sido tan rápido que incluso me he mareado.

  • ¿Pero qué narices haces?

La parte baja de mi espalda y el culo se clavan sobre el pequeño cubículo que separa los dos asientos. Apoyo mis pies contra sus muslos y junto con la cabeza y los hombros trato de mantener mi propio peso inferior.

  • Buscar alternativas- Se coloca sobre mí- No es que sea muy cómodo, pero como siempre te negaste a cooperar

  • ¿A cooperar a qué, lunático?

Trato de alzarme pero es difícil, el abrigo se ha enredado a mi alrededor, y Luca sujeta con fuerza mi cintura.

  • Me estás haciendo daño

  • Por eso quería el abrigo. - sin mas lo coge por la zona del cuello y tira de él hacia atrás, desnudado mis hombros.

A estas alturas colaboro para que me lo quite y tener mayor movilidad, pero Luca es listo. Soy consciente de pronto de lo que pretende hacer así que lucho con fuerza por alzarme y sacarme el abrigo, solo que una de sus manos toma mi cuello sellándome contra el asiento. Jadeo en contra de la presión y el esfuerzo. Alzo las caderas tratando de rodar mis brazos fuera de debajo de mi cuerpo, pero están aprisionados por el abrigo además Luca tira atrayéndolo hacia él, llegando a cubrir con soltura el cubículo y haciendo que sea más mullido.

Intento darle un fuerte puntapié en el pecho pero lo esquiva y toma con seguridad el tobillo, es con su propio cuerpo con el que controla mi otra pierna, apretándola contra su asiento.

Sin soltarme el cuello se pone de rodillas en su propio asiento y me mira desde lo alto. Lucho todo lo que puedo desde mi posición, pero su mano aprieta con más fuerza, cortándome algo la respiración y obligándome a no hacer grandes esfuerzos. Se mantiene el tiempo suficiente para que me calme, al menos exteriormente, por dentro estoy que hecho chispas. Sin otra cosa que pueda hacer le muestro los dientes, amenazante. Observa mi movimiento seriamente apretando más los dedos hasta que cedo y boqueo algo. Sin previo aviso alivia la presión permitiéndome tomar una buena bocanada y se echa a reír.

  • ¡¿De… qué te ríes?!- jadeo furiosa. Todavía me revuelvo algo al sentirme más suelta pero el abrigo sigue malditamente tirante y el peso que mi cuerpo hace sobre mis brazos me impide hacer la mayor parte del movimiento.

-Estás graciosa- dice simplemente.

No estoy graciosa, más bien muy incómoda, pero eso él ya lo sabe.

Se deja caer sobre mí, sin ponerme su peso encima, pero sus caderas se apoyan en las mías y noto el frío de su ropa contra mi piel.

  • Pues sí que es incómodo.- lo comenta y le miro ceñuda

  • Casi me ahogas- le acuso aún respirando descompasadamente.

  • ¿Tú crees?

Me está tomando el pelo.

Su mano rueda de mi cuello a mi nuca alzándome mientras su otra mano se cuela a la zona de mis brazos, tomando el abrigo y tensándolo impidiendo que me suelte. Con su propia fuerza, porque yo no colaboro en lo más mínimo, consigue volver a su asiento y colocarme sobre él. Ni siquiera se le altera la respiración mientras mueve mis 60 Kg de peso muerto. Me sonríe fríamente cuando nuestros ojos se encuentran. Odio esa sonrisa socarrona, se burla de mí.

  • Me gustaría partirte la cara.

  • Que violenta-finge el horror en su voz.

Mis muslos se mojan con la humedad de sus pantalones. Su mano libre va a mi sujetador, tirando de él hacia abajo.

  • No- me intento bajar, volver a mi asiento.

Da igual lo que me esfuerce, lo que pelee, simplemente controla la situación. Coloca mis pechos por encima de las dos copas de tela, ignorándome.

  • Tienes que admitir- comenta tranquilamente mientras yo curvo mi espalda todo lo que puedo, alejando mi pecho desnudo- que he estado comportándome muy bien.

De pronto su mano toma violentamente el pelo de debajo de mi nuca de forma tirante, alzándome para posicionarme recta. Grito contra la sensación.

  • Te he dejado correrte después de que no estás siendo excesivamente educada conmigo- y aunque sus actos son rudos y violentos su voz sigue siendo calmada, suave, baja.

El tirón a mi pelo crea una corriente que viaja a mi cerebro, pero también a mi coño, como la forma que tiene de hablarme.

  • Y ni siquiera me has devuelto el favor.

Se inclina hacia delante y pienso que va a tocarme, a besarme, pero solo lleva su mano a la palanca y mueve su asiento, dejando más espacio. Sin complicaciones me empuja al suelo del coche, a sus pies. Lucho a mi espalda por quitarme el abrigo mientras me obliga a arrodillarme dirigiéndome con el puño que aún toma mi pelo. Sin soltarlo se alza al suelo del asiento contiguo y coge el móvil. Primero me deslumbra y luego apaga la luz, así quedamos totalmente a oscuras y trato de escapar del hueco en el que estoy. El abrigo se arremolina a mis pies, me engancho tropezando al intentar apoyar la planta d euno de mis pies y levantarme lo que me permite el espacio, pero un movimiento de su mano me desequilibra y me hace caerme al suelo de nuevo.

  • Di patata zorrita- el flash me deslumbra.

Pestañeo varias veces descolocada.

  • ¿Me acabas de fotografiar?- gruño

La linterna vuelve a encenderse de forma continua y la dirige a mi rostro obligando a achicar los ojos. Trato de cubrirme con una mano, pero al final me decanto por cerrarlos.

  • No te ha dado tiempo a posar muy bien, pero….espera a ver si tenemos que repetir… -creo que esta mirando al teléfono

  • ¡Repetir! Hijo de puta- me lanzo contra él pero me retiene de nuevo por la fuerza

  • No, está perfecta. Se te ve esa carita tan mona que tienes, y esas tetas, me vuelven loco, incluso se ve que todavía tienes las bragas descolocadas.

  • ¡Bórrala! ¡Ahora!

Arroja el móvil al asiento del copiloto dejando que se filtre la luz desde ahí. Me lanzo hacia él pero maullo y desisto al notar el ardor en mi cabeza.

Duele

  • ¿No te he enseñado ya? Tú no ordenas gatita.

Estoy tan cabreada que ignoro el dolor y me tiro contra él con rabia, pero utiliza su otra mano que va a mi barbilla y me sujeta con fuerza. Agarro su antebrazo, intentando que cese de zarandearme. Cuando al final se inclina hacia mi hasta que no puedo centrarme nada más que en su cara seria, en especial sus ojos, me pregunta con suavidad:

  • ¿Qué crees que puedo hacer con esa foto?

  • ¿Vas a chantajearme otra vez? - le reto

  • ¿Quieres qué lo haga?

  • ¡No!

Entrecierra sus ojos sondeando en los míos. Después baja la mirada a mi cuerpo, recorriéndolo analíticamente hasta volver a mi cara.

  • Otra mentira. – la mano que está anclada a mi barbilla da un giro de muñeca, colocando su dedo gordo contra mis labios. Siento aún la presión de su otro agarre. Con suavidad acaricia mis labios y noto el cambio de actitud- ¿Sabes por qué lo se?- y solo es un susurro suave que llega a mis oídos y me hace estremecer.

No puedo negarlo, me gusta su voz, me gusta él, lo cuál me dice claramente lo enferma que estoy. Su dedo separa mis labios relajados y me doy cuenta que solo aprieto los dientes con fuerza.

  • ¿Lo sabes?

No puedo negar con la cabeza así que decido finalmente dar un sencillo no.

  • Porque miro tus pezones- y sus ojos acompañas a sus palabras- y están duros, muy duros. Desde aquí huelo el deseo de tu coño y aunque intentas mantener la cara neutra tienes las mejillas sonrojadas y las pupilas dilatadas.

Soy consciente de cada cosa que dice y trato de esconder cada uno de sus apuntes. Intento agachar la cabeza huyendo de su mirada, pero me lo impide así que cierro los ojos y siento simplemente como me mira. Su dedo hace presión con la yema sobre mis dientes y no dudo en abrir y dejar que se apoye sobre mi lengua. Está frío.

  • Abre los ojos

Me pregunto porque hago siempre todo lo que me dice como una autómata. Da miedo. Es como si fuese un robot y él tuviese el mando de instrucciones.

  • Buena chica.

Me encuentro con sus ojos mientras su dedo sigue dentro de mi boca y de pronto me siento ridícula. Quiero echarme atrás, pero no me da opción.

  • Sácame la polla – oigo por fin la excitación en su voz.

¿Así que no me va a soltar la cara? Sigo agarrada con ambas manos a su antebrazo, me doy cuenta de que estoy clavándole las uñas y no había sido consciente hasta ahora. Bajo un instinto que no entiendo aflojo el agarre para no hacerle daño. Soy estúpida. Miro a sus pantalones justo de frente a mí y su erección se clava contra la tela. Aún así se mantiene paciente, expectante a mi reacción.

Trato de repasar lo que estoy sintiendo y de pronto soy consciente del pinchazo de necesidad que late en mi entrepierna. Retuerzo los muslos intentando acallar el hambre. No debo ceder, no puedo ceder, pero quiero, quiero mucho.

Tiro de su brazo porque quiero hablar y para ello necesito que saque el dedo. Lo hace, lento, rozándolo contra mi lengua y finalmente mi labio inferior.

  • ¿Esto se queda aquí?- no puedo creerme que acabe de preguntar eso.

Pero no es que sea una zorra sin corazón, solo quiero probar un punto grande aquí. Un punto que Luca va a confesar.

  • ¿Eso es lo que te preocupa?- pregunta fríamente él, y debajo de esa frialdad siento algo, algo oscuro, algo doloroso.

Su mano se cierra en un puño rabioso delante de mi cara y creo que piensa en pegarme, pero no lo hace. No es su estilo. Me encojo de hombros, con la idea de hacerme la valiente, levantar un gran muro entre ambos y dispararle flechas al pecho. Nos observamos durante unos segundos y gano, gano porque él confiesa con su rabia.

  • Es entre tú y yo, se queda aquí.-me confirma

Le miro con aliviada y con los ojos dudosos. Exteriormente sigue pareciendo poderoso, con todo en calma, pero se que le he dañado. Decido aprovecharme de ese punto débil como él utiliza los míos.

  • Borra la foto entonces

Es su turno de analizar mi cara y durante unos segundos no se mueve y yo no tengo muy claro en que punto estamos. Finalmente toma el teléfono y deslumbrándome de nuevo lo manipula durante unos segundos.

Me sorprende y de pronto soy consciente de que Luca ha cambiado, o yo lo he hecho. En otro tiempo no habría cedido, me habría emborrachado de placer y habría obtenido lo que quería ¿Por qué dejarme ganar en esto?

Lo deja de nuevo sobre el asiento y esta vez no es una petición, es una orden, dura, inquebrantable.

  • Sácamela

Puedo seguir presionando, puedo decirle que tiene una mano libre, que si quiere su polla fuera lo haga el mismo, pero no quiero romper la cuerda, no tan pronto, no cuando estoy a sus pies y siendo sincera, me muero de ganas por seguirle el juego.

Luca espera por mí, a que mis pensamientos se alineen y lleve mis manos libres a su botón del pantalón. Su camisa cubre un cinturón y empiezo por ahí. Ese cinturón me hace recordar algún otro momento compartido con él y de nuevo la furia me invade, así que se lo desabrocho con movimientos violentos. A él no parece importarle. Una vez que el cinturón está fuera de juego voy al botón. Le quedan algo holgados así que no me ofrece mucha resistencia sacarlo del ojal. Después bajo la cremallera muy lentamente. Tiene su mano libre apoyada en el muslo y parece relajada.

Ahí están los calzoncillos, rayados en rojo y gris, y tienen botones. Su polla presiona contra ellos con insistencia. La rozo adrede, provocando.

  • ¿Cuándo te has vuelto un viejo?- no puedo evitar preguntarlo burlonamente.

No contesta y le miro a la cara. Su rostro está tan serio que me dejo de rodeos y abro los botones con rapidez y eficiencia. Toda la que no he mostrado en el proceso hasta ahora.

La tomo con mi mano, alzándola y se me hace la boca agua. Me excita verle excitado. Unas gotas de líquido pre-seminal adornan la cabeza y sin pensarlo paso la lengua en una rápida lamida. Noto de pronto la tensión en su mano, en todo su brazo y sin saber muy bien porque espero, pero se mantiene quieto, y lo peor, en silencio.

  • ¿Qué? ¿No vas a decir nada?- le recrimino.

Me siento un poco desconectada, como si estuviésemos en planos distintos y se porque. Luca siempre me habla: órdenes, guarradas, sentimientos, fuese lo que fuese.

  • Dime algo maldita sea- le presiono para mirarle

  • Chupa

No. Esto no se siente bien como siempre. Dudo en mis movimientos. No me gusta, no me siento cómoda. Retrocedo chocando con mis pies con los pedales. Su mano en mi pelo deja que me aleje.

  • ¿Qué cojones pasa?-pregunto finalmente.

Le miro, a la cara, luchadora. Su rostro está impasible, pero de pronto se convierte en una mueca de rabia y me sorprende.

  • Dime gatita, - me tranquiliza que utilice el mote- ¿en qué momento te dije que me la agarrases y la lamieses?

  • Ahora mismo

  • No antes ¿verdad?- gruñe y joder, está furioso. Me pregunto si es por esa chorrada o por lo que hemos hablado hace un segundo

  • No antes Señor- intento darle cuerda, a veces trato de jugar mis cartas- Perdona - no suele salir bien

Sus ojos se clavan en los míos y sonríe con eso, con esa mueca que me hace odiarle pero que me excita.

Esto ya está mejor.

  • Que listilla es ella- y la presión del ambiente se relaja, o al menos la de mi cuerpo.

Su mano vuelve a las andadas y sin esperármelo hunde mi rostro contra su polla, no dudo en abrir la boca y acogerla.

Me atraganto pero algo dentro de mi quiere complacerlo con ansias así que llevo mis manos a la espalda, enlazando mis dedos con fuerza para reprimir el instinto de llevarlas a su polla y relajo la garganta. Quiero romperlo, se que lo que estoy haciendo está mal pero llegados a este punto solo quiero joderlo y que disfrute, para que luego se sienta tan miserable como yo.

Alzo los ojos para verle mirarme y me siento sucia. Me gusta. Algo explota dentro de mi y dejo de ser yo.

Es consciente de ese cambio porque aleja su carne de mi boca y trato de seguirla, y al pararme me río suavemente.

Esto va a ser fuerte.

  • ¿Te has cansado ya? Porque yo no- le comunico valiente.

  • ¿Me ves cansado? Abre la boca y saca la lengua.

Lo hago y esta vez sin pensarlo ni un segundo.

Se que se ha sorprendido de la rapidez de mis actos pero no comenta nada, solo acerca su carne a mi, rozándola con calma, lenta, sobre mi lengua. La observo como puedo, viendo su tamaño, lo excitado que está.

-¿La quieres?

Hago una especie de Ajá con las cuerdas vocales.

Hay algo muy caliente en la situación, en verle ahí sentado en la oscuridad, totalmente vestido salvo por la polla que en su mano se roza con mi lengua y en mí arrodillada, medio desnuda, sumisa.

  • No te he escuchado bien- se burla mientras la aleja de nuevo

  • Si Señor, por favor. -me apresuro a decírselo.

  • ¿Dónde? - al ver mi expresión confundida añade- ¿Dónde la quieres?

¿Es una pregunta trampa? Si lo pienso bien donde más la quiero es donde me calme la picazón que tengo, en el coño.

  • Donde tú decidas

He aprendido muy bien a jugar este juego.

  • ¿A si?, ¿en tu culo gatita?

Lo contraigo de manera involuntaria porque no quiero meterme en eso, pero no digo nada, solo le observo.

  • Eres una loba disfrazada de corderito

Me encojo de hombros mientras sonrío.

  • De momento vas a tener que conformarte con la boca.-me confirma más como un castigo que otra cosa.

  • No me verás quejándome.

Me relamo dispuesta a ello y con descaro.

No me da mucho tiempo antes de que su carne invada de nuevo toda mi cavidad bocal. Su mano ancla mi cabeza y guía mis movimientos ya que los de él están restringidos por el espacio. No me da respiro y siento como se acumula la saliva y su líquido preliminar. Entonces siento que sus movimientos son más bruscos que de costumbre, que está alterado y me pregunto si es por lo que me ha pasado en el parking, por lo que hemos hablado o de todo un poco.

  • Te has convertido en una putita fría ¿verdad?

Ahí está, se ha delatado. Prefiero que piense eso a que sepa la verdad. Sonrío como puedo en una mueca burlona y no me siento ridícula, sino poderosa.

  • Una sucia perra, engañando a tu novio y a ti misma ¿Cómo crees que se sentiría si te viese aquí, ahora?

Se porque dice eso, se porque le duele, he hecho que sonase como si me importase una mierda, como mis sentimientos por él fuesen solo sexuales. Me gusta hacerle sentir herido, devolverle parte del dolor. Me echo hacia atrás para contestar y él me deja, seguramente pensando que voy a mostrarme herida, pero no hay lágrimas en mi rostro, trago los fluidos acumulados en mi boca y sonrío de esa forma que se que odia.

  • Algo parecido a lo que sientes tú mientras me imaginas comiéndole la polla a él

Todos sus músculos se tensan y me pregunto si he ido demasiado lejos. Sus ojos me miran duramente, analizando mi cara y me obligo a relajar y esconder mi vulnerabilidad. Mi sonrisa titubea cuando veo la suya, preguntarme si he sobrepasado la credibilidad. Su mano rodea toda mi nuca y sin previo aviso tapona mi nariz empujándome duramente contra su polla. Me presiona fuerte y aunque al principio me sobreviene una arcada me recupero y me obligo a mirarle a los ojos retadoramente. No va a ganar.

Bombea rápido y airado mi cabeza contra él, pero no me doy por vencido. Sujeto con fuerza mis manos a mi espalda e intento relajarme, hacer el paseo lo más sencillo posible. El problema es que no para y yo necesito aire. Trato de respirar por la boca. El sonido de un burbujeo invade el coche pero él no se aparta para que respire. Llevo mis manos a sus piernas, empujando. Él cesa el movimiento, dejando su polla medio metida medio sacada de mi boca y permitiendome respirar.

  • Baja las manos. – su voz ronca y gutural no admite replica y aunque estoy empezando a marearme las devuelvo a la espalda. De nuevo la introduce entera.

Trato de respirar de nuevo por la boca y me empapizo con la saliva.

Saca de pronto su polla y tomo una buena bocanada de aire mientras me arreglo para tragar. Comienzo a toser. Su mano deja mi nariz y va a su polla masturbándose con fuerza.

Observo el vaivén de su mano sobre su polla, la tensión de sus muslos. Quiero intervenir pero se que no me va a dejar, así que simplemente le miro, miro su cara analizándome. Le he herido más de lo que creía.

Quizás debería…

  • Luca yo…

La bofetada me coge de sorpresa, ha sido fuerte, sobre la mejilla. Mucho más fuerte de lo que normalmente hacía.

  • No soy Luca. No ahora, no aquí. Ya sabes como llamarme.

Me ha herido, quizás más que el golpe el propio orgullo. Decido no dar explicaciones de nada, solo quedarme quieta y callada viendo como se corre sobre mí y sintiéndome como la mierda.

Me ha humillado, y no hablo de las habituales humillaciones que forman parte del juego, esto ha sido un castigo duro, una actitud, una respuesta. Si quiere ir por ese camino no voy a ser yo quien tome las riendas y me desvíe.

Tomo su abrigo y sin miramientos me limpio por donde noto su semen sobre mi piel. Estoy nerviosa pero trato de esconderlo. Él se muestra estático observándome como si no me conociese. Bien, le he sorprendido.

Me levanto y vuelvo a mi sitio, echando atrás el abrigo manchado. Me recoloco la ropa interior y me quedo de esa manera.

  • Por mí no te cortes en arrancar-comento mientras me pongo el cinturón y le tiendo su teléfono.

Lo toma. De pronto su puerta se abre y sale fuera. Le he desquiciado.

Sonrío.

Busco en la parte trasera mi abrigo y extraigo el paquete de tabaco rezando para que alguno de los cigarrillos haya sobrevivido al agua. Extraigo uno algo húmedo junto con el mechero y lo enciendo, dándole una larga calada. Noto mi mano temblar.

Aspiro y trato de mirar a fuera, pero está tan oscuro que no veo donde está. Estoy nerviosa por la situación pero por primera vez me siento en control. He levantado una barrera que no puede derribar.

Cuando abre de nuevo la puerta no siento que su rabia haya descendido ni un grado, pero trato de no encogerme y aparentar serenidad. Odia el tabaco pero sorprendentemente no dice nada a que esté fumando y que tenga la osadía de hacerlo en su coche.

Lleva su mano a las llaves, arrancando.

  • Eres mejor mentirosa de lo que creía- comenta finalmente y la calada actual se atasca en mi garganta.

¿Qué si me ha pillado?

  • Soy una mentirosa excelente

Al final va ser que no tiene ni puta idea de quién soy.