Segunda Tentación
Un conjunto de eventos que marcarían para siempre la vida de Juan, amor erotismo y algo de violencia, una lectura complicada como la misma realidad.
Segunda Tentación
Viernes 13 de marzo - Nueve años antes del evento
Juan caminaba completamente solo, tambaleándose, sangrando, al final no pudo más tomó asiento en el fijo de la acera y se dejó vencer por la fuerza de los acontecimientos. Su vista se nublaba o quizás eran sus parpados que empezaban a hincharse fruto de los golpes que recibió. “entrégame todo lo que traes” le habían dicho y en otras circunstancias el habría cedido sin poner oposición, pero hoy, hoy era un día diferente un día “especial” 13 de marzo. Había bebido mucho más de lo necesario, primero festejando y luego desengañado por la incomprensible tragedia en que se había convertido vida.
<< Día para extraño >> se repetía, mientras todo a su alrededor se iba nublando. Entonces quiso toser para expulsar de sus pulmones un líquido mesclado con sangre. “Entrégame todo lo que traes” pero Juan esa noche estaba envalentonado, quizás por el alcohol, o quizás enojado con su propia desgracia, o quizás estaba completamente decepcionado de la dura vida que le había tocado vivir. No le importó que fueran tres tipos los que le amenazaban con armas blancas. Juan se lanzó contra ellos, los desarmó y repartió golpes a diestra y siniestra, pero él era solo uno y al final, los tres tipos terminaron venciendo y propinándole una colosal paliza, que lo dejó tirado sobre el frio pavimento y despojado de todas sus pertenencias.
Entre sus nublados pensamientos, Juan recordaba las advertencias de sus amigos, las desesperadas suplicas de Patricia para acompañarlo, para que no se quedara en ese sórdido y nauseabundo bar en el cual había entrado después de tan obscuro evento. Juan es necio como ninguno y las consecuencias eras claras. Estaba muriendo en un frio callejón, a solas y los últimos recuerdos de su maltratada cabeza giraban alrededor entorno a los momentos más íntimos junto a su amada. Los delirantes hechos que habían vivido solo dos días antes , cuando ocurrió aquel magistral, primer contacto sexual entre ambos. Aunque los dos tenían experiencia previa, para él había sido la entrega más sublime y a la vez más placentera de su vida. El día que entendió, que amaba a esa mujer, el día en que sus cuerpos fueron uno, el día que sus pieles, sus poros, pechos, sus sexos se fundieron para siempre.
La imagen grabada, de la piel blanca y sudorosa de la mujer, brillaba. Brillaba, resplandecía cada vez con más fuerza hasta volverse nada, un vacío único, un blanco total en el que parecía no haber nada. Un silencio total al principio, pero que luego se convirtieron en unas débiles campanadas o quizás tambores, no, no ese sonido que se aproximaba << ¿Ya habré muerto? >> No, aun sentía el dolor, no podía haber muerto, era real, era un sonido de unas sirenas, sirenas, como de policía o quizás una ambulancia, quien sabe, en ese momento perdió la completa conciencia de su ser…
Domingo 10 de marzo - Dos días antes del evento
Juan no alcanzaba a entender porque el mundo tenía estos giros tan inesperados. Yacía en su cama de soltero mirando la pantalla de su celular de última generación, siempre fue un fanático de ese tipo de gadgets, pero ahora quisiera destruirlo, eliminar toda evidencia de su última aventura. << ¿Porque ahora? >> Se repetía la pregunta tratando de encontrar una respuesta que no llegaba.
- ¿Estás ahí? – repetía varias veces el mensaje en la pantalla a color, Juan demoró en contestar
- Si, aquí estoy
- Quiero verte…. necesito verte… ahora
- No se puede
- ¿Porque? No mientas, sé que quieres… en serio amor… te necesito junto a mi… estoy solita en casa… ven a verme… ¿no vas a contestarme? No importa… voy a hacer algo que te gusta… Estoy sola… desnuda… completamente desnuda….voy a empezar a tocar mis senos… mis pezones son tan suaves… ¿los recuerdas? ¿Te gustaría probarme una vez más? … estoy bajando mis manos…
- ¡Basta!…
- ¿No te gusta el sexo virtual?
- No
- Está bien, tú te lo pierdes
Juan lanzó su teléfono contra la pared y este se apagó inmediatamente, luego se incorporó y sentó al filo de su cama. Colocó su cabeza en medio de sus manos, arrugando su cuero cabelludo, como queriendo arrancar su pelo de un tirón. Su cabeza dolía, su frente quemaba esta tentación era más fuerte que su voluntad. Había prometido hasta cansarse, que no volvería a ser débil, que no volvería a caer, pero jamás se imaginó encontrarse ante una situación como esta.
De pronto el teléfono volvió a sonar, desde alguna esquina de su habitación. Juan dio un brinco, estaba entrando una llamada << ¿Dónde diablos quedó el teléfono? >> Al fin lo encontró, ahí escondido entre algunos de sus libros de jurisprudencia, que paradójicamente hacia visible uno de sus principales conceptos: “ doctrina establecidapor los órganos judiciales del Estado que se repiten en más de unavez por resolución. Y esto significa que para conocerel contenido completo de las normas vigentes, hay que considerar cómo han sido aplicadas en el pasado.** ”
- Hola – contestó Juan, asombrado por lo que parecía una estúpida coincidencia
- Mi amor… ¿Qué pasó? ¿Por qué no me contestas?
- Cecilia yo…
- Si… lo sé… te entiendo me ha pasado más de una vez. Es por lo que te conté ¿verdad? –
Juan se quedó en blanco, había demasiada información que asimilar ¿a qué se refería exactamente?
- Es porque soy madre soltera ¿cierto? Los hombres se asustan con esta situación, te entiendo y no quiero presionarte, yo solo…. Quería verte… me encantó encontrarme contigo, me encantó saber que la vida te haya tratado tan bien, luces tan bien, hueles delicioso, aún tengo tu perfume en mi… ya sé que vas a decir… estoy loca… si, fue solo un beso… pero con ese beso entendí que tú nunca me olvidaste… y mi cumpleaños esta próximo, presiento que serás mi mejor regalo…
- Cecilia, no… son como 8 años que…
- Nueve mi vida, nueve años en España y ni un segundo he dejado de pensar en ti. Pero tranquilo, te repito, no te voy a presionar, si no quieres verme…
- Si quiero…pero…
- Ven a mi casa y hablamos
- No, no puedo hoy…
- ¿Mañana?
- Mejor el martes… 13 de marzo… es una fecha memorable… ¿a qué hora sales?
- 6 pm
Sábado 16 de mayo - Nueve años antes del evento
- Hola – Saludó Juan con un beso rápido en la mejilla de la hermosa Patricia, ella lucia radiante con su cabello negro recién alisado una blusita rosa, escotada que entallaba perfectamente su figura, pero Juan apenas y se percató en aquellos detalles
- Hola – respondió Patricia mientras se sentaba en la pequeña silla de aquel centro comercial en donde se habían citado
- Perdóname por traerte hasta aquí – continuó inmediatamente Juan – se lo difícil que es para ti salir
- No importa
- Pero, en verdad, estoy desesperado – no hacía falta decirlo, Patricia había notado en su precaria forma de vestir, su desalineado cabello, la barba de dos días y lo más preocupante los insufribles moretones y cicatrices en su rostro. Nada que ver con el atractivo chico que conocía hace tres años y con quien había estado aquella noche en el Bar, la misma noche en que su novia, Cecilia lo había abandonado súbitamente y había huido en aquella enorme camioneta negra, al puro estilo de una película de Hollywood - ¿Necesito saber qué pasó?
- Sabes que no puedo decir nada
- ¿Nadie quiere decirme nada? Me han prohibido acercarme a casa de Cecilia, no responde mi llamadas ¿no sé qué hacer?
- Supe que estuviste en la cárcel – la mirada de Patricia, se cruzó rápidamente con los ojos de Juan y está bajó la vista avergonzada
- Si un par de veces, dicen que la estoy acosando, pero ¿cómo podría acosarla si no me dejan verla?
- Juan – soltó la mujer resignada – voy a decirte esto solo una vez y luego me iré, espero que lo entiendas. Olvídala… ella no vale la pena, ella jamás te quiso, no merece tu amor, ni todo el esfuerzo que estás haciendo. Olvídala, empieza de nuevo consigue un nuevo amor, quien sabe alguien que de verdad te quiera y te respete. El verdadero amor quizás está más cerca de lo que crees, a veces lo que te conviene esta frente a ti y no lo puedes ver
- No me interesa buscar a alguien más, quiero a Cecilia, es que no entiendes, ¿cómo rayos te atreves a decirme que la olvide? ¿Quién te crees que eres?
- Me tengo que ir – la mujer levantó su delicado cuerpo y se dispuso a salir de ahí
- Maldita sea tienes que decirme algo – Juan esta estaba enfadado, era su estado natural los últimos tres meses, no era capaz de controlarse. Gritó mientras la mujer se alejaba– maldita perra…
La mitad de los presentes lo escucharon y voltearon a mirar reprobando el vocabulario del muchacho, la otra mitad solo lo ignoraron. No obstante Patricia se detuvo al sentirse aludida, regresó la mirada sus ojos estaban empapados y las lágrimas chorreaban por sobre sus rosadas mejillas formando un delicado hilo negruzco de rímel.
- Cecilia, salió de país hace una semana , no la busques más, no volverá
Martes 6 de mayo - Una semana antes del evento
Juan visitaba la afamada empresa “Brides&Brillantez”, que se encargaría de organizar la decoración de la boda. Después de dos horas una aburridísima reunión hablando de colores, materiales, adornos y flores empezaba a odiar a su novia Mishelle por haberlo dejado solo, en este tipo reuniones tan femeninas. Cuando al fin, le confirmaron que era todo, Juan se levantó y salió de la oficina casi corriendo. Tratando de huir de aquel insoportable ambiente, en el cual cada patética mujer quería lucir un glamur que no le quedaba. Un lugar donde todos los hombres, parecían un grupo de homosexuales declarados.
Juan estaba asqueado, quería salir del lugar, presionaba como desesperado el botón para llamar a ascensor, como si de eso dependiera la velocidad de llegada. Al fin se abrió la puerta y entonces se impulsó como un resorte al interior de habitáculo, lo siguiente que sintió fue un montón de cajas blancas, chocando contra su rostro y pechos, abriéndose y desperdigando repulsivos fragmentos de telas rosas. << ¡Maldita sea! lo que faltaba >> pensó… Hubiera abandonado el lugar dejando el desastre atrás, pero su estúpido caballerismo le hizo agacharse atrás y recoger el desorden que había causado.
- Tranquilo, déjalo así – una voz suave, como el canto de un ángel, inundó el lugar y de inmediato capturó todos los sentidos de Juan. La delicada voz no calzaba en el lugar, como tampoco lo hacia las delicadas manos que ahora se posaban, sobre las manos de Juan, haciéndolo estremecer inesperadamente – yo me encardo de eso… no te preocupes
- Yo… lo siento – los ojos de Juan se encontraron con una mirada verde profunda, que lo perforaba dolorosamente. Esa sonrisa amplia, frente a él, aquellos dientes perfectos y sus carnosos labios rosados, una boca absolutamente conocida - ¡Tu! Tu… Cecilia – es todo lo que alcanzó articular, el reflejo del sol sobre su rubia cabellera cegó por completo al hombre. La mujer lo miró por un momento, incrédula
- Tu sabes mi n… ¡Oh por dios! – La rubia cubrió su boca con ambas manos - Juan… ¿Qué haces aquí?
Hombre y mujer se incorporaron más sorprendido, que contrariados. Se abrazaron un rato, como reconociendo sus cuerpos, diferentes, pero conocidos. Nueve años de espera, no había borrada por completo la huella de una pasión furtiva. Nueve años de pieles diferentes, de roses incomparables de amantes desesperados. Nueve años, no pudieron suprimir, esta sensación, este estremecer de cada uno de sus poros, el choque eléctrico, que sentían con el simple tacto, incluso sobre sus ropas. La mujer aprovechó su posición y el caluroso abrazo del hombre para hablarle al oído, extasiada por el aroma tan estilizado de su viejo amor, le habló con toda la dulzura de la que fue capaz – regresé hace seis meses , te busqué pero nadie me dio razón de ti, jamás me imagine encontrarte aquí ¿Quieres tomar algo? Tenemos mucho de qué hablar.
Jueves 14 de septiembre - Seis meses antes del evento
Juan había tomado la decisión más difícil de su vida, pedir la mano de su novia había significado solo el inicio de un conjunto actos que aproximaba peligrosamente el gran evento. Matrimonio, era una de las palabras que siempre había evitado y sin embargo hoy retumbaba en sus oídos como el tic-tac de un reloj, cada segundo, cada persona con que se entrevistaba, cada preparativo.
Mishelle no solo era su novia, era su compañera, su media mitad. Había sido además su socia en el negocio que tantos beneficios económicos, profesionales y hasta sociales les había traído. Este día, era tristemente especial para ellos, exactamente hace un año atrás, habían tenido que cerrar sus oficinas por diferencias con sus amigos y socios. Ese mismo día, 14 de septiembre, habían decidido vivir juntos, ese mismo día Mishelle había aceptado a Juan con todos sus defectos y virtudes, había aceptado incluso desordenado y oscuro pasado.
Juan y Mishelle cenaban en un lujoso restaurante italiano, celebraban no solo un año de vivir juntos, celebraban no solo su compromiso, celebraban el cumplimiento al pie de la letra cada una de las metas que se habían trazado para la próxima década. Quedaban poco más nueve años más para cumplir todos sus sueños, anhelos y las cosas marchaban mejor de lo que habían esperado. Juan es un hombre precavido, organizado y exigente. Mishelle es una mujer, afable y cariñosa pero arriesgada y decidida a imponerse metas que parecen imposibles, pero que de alguna manera Juan siempre lograba no solo cumplirlas sino superar sus expectativas, eso hacía que lo admirará y amara cada día más.
- Hoy el fideicomiso por fin aceptó entregarnos nuestra parte de la sociedad – Juan soltó la novedad victorioso y convencido del efecto que causaría esta noticia en Mishelle - ¿sabes qué significa eso?
- ¡Oh por Dios! ¿Lo dices en serio? – Los hermosos ojos de Mishelle se iluminaron
- Si amor podremos pagar la casa de nuestros sueños
- ¡Qué emoción! Siiiii –un chillido casi inaudible soltó Mishelle mientras aplacaba su felicidad con vino- Pero tenemos que hablar con mis padres…
- Si mi vida, sabía que ibas a decir esto, aquí tienes los tickets aéreos, mañana mismo viajamos a ver a tus padres y como lo habíamos planeado tenemos seis meses para planificar la boda y nuestra luna de miel ¿te parece Italia?
- Mejor Miami, Italia me recuerda a España, me trae malos recuerdos. Aun no me convence tu explicación de porqué tuviste que viajar para allá. Me dejaste sola aquí por tres meses y no quiero que nada empañe esos momentos tan felices que vamos a vivir
- Está bien que sea Miami – aceptó Juan sin dar más explicaciones, esa sola mención a su sombrío pasado le trajo a colación recuerdos empozados y un ciclo de su vida que le tomó casi nueve años cerrar. Ese viaje y la búsqueda de una respuesta, que nunca pudo hallar, había sido asunto cerrado hasta ahora, cuando era precisamente Mishelle quien lo mencionaba.
Viernes 13 de marzo - Nueve Años antes del evento
- Juan, por favor entiéndeme esto no puede continuar – exclamaba Cecilia en tono contundente - debemos parar ahora o jamás podremos detenernos
- No entiendo que mierda me estás diciendo ¿Qué jamás podremos detenernos? ¿Qué clase de estúpida escusa es esa? ¿Me puede explicar para qué carajo montaste todo este teatro? me citas aquí, con tus amigas. Nos divertimos toda la noche, la pasamos genial y ahora me dices que quieres terminar conmigo ¿Cómo se supone que debo reaccionar? – los ojos de Juan están inyectados de sangre, eufórico, a punto de perder el control
- Juan – Cecilia suspira hondo – no me entiendes, no me entenderías aun si intentara explicarlo, es mejor dejarlo así, te prometo que pronto todo se esclarecerá
De pronto el rugir del motor de una Ford F150, cabina simple hizo chillar la grama. Las luces intensas del semi-camión iluminaron por completo el antes oscuro callejón, ubicado justo en la parte trasera del popular bar. Minutos antes Juan, su novia y sus amigos habían estado divirtiéndose festejando el cumpleaños justamente el cumpleaños de su amada.
Juan no entendía en que momento perdió el control de la situación, luz intensa deslumbrando sus ojos, lo volvía a la triste realidad. << Y este imbécil quien se cree >> se preguntó para sus adentros tratando de reaccionar. La escena fue tan rápida que Juan no pudo reaccionar, nuca se percató, en que momento Cecilia se había liberado de sus manos y escapó. Lo único que alcanzo a ver es una silueta femenina deslizándose ágilmente y trepando a la camioneta. El escandaloso portazo y de inmediato el ruido que emitía el acelerador del mini camión, volvió a la realidad a Juan. Cecilia había desaparecido de su lado. Por el vidrio semi tinturado de la camioneta, fácilmente pudo diferenciar la inconfundible cabellera rubia y un par de ojos verdes, nublados y a punto de llorar.
Juan estiró la mano, sin poder asimilar el evento , una descarga de adrenalina inundó sus venas, salió corriendo instintivamente tras la camioneta sin medir las consecuencias, quizás la hubiera alcanzado a no ser por la rápida acción de un grupo de siete chicos, tres hombres y cuatro mujeres, sus amigos, que lo detuvieron en seco y no le permitieron avanzar…
Martes 13 de marzo - Día del evento
Juan espera sentado en la barra de un bar, miraba ansioso alrededor, una chica le ofreció amablemente en dos oportunidades algo de beber, el decidió tomarse dos cervezas para aplacar los nervios. Se preguntaba que hacia ahí, no era el tipo de lugares a los que acostumbraba a ir. Por alguna razón Cecilia lo había citado ahí, pero ¿porque cambió de opinión? ¿Por qué se había negado a recibirlo a salida de la oficina de Cecilia? ¿Por qué este cambio de último instante? ¿Por qué en este bar en la zona alta de la urbe? ¿Ocultaba algo?
Juan miraba su reloj nervioso, había asistido puntual, 6 pm, la dirección era la correcta, pero llevaba casi 45 minutos esperando ¿Qué babia pasado? Estaba a punto de hacer la llamada. De pronto una de las puertas del personal del bar, apareció una imagen femenina conocida. <
Que había pasado con la ejecutiva, experta en decoración de interiores, que había encontrado una semana atrás. ¿Ahora era una mesera? Era su una especie de hobby o trabajo extra… siempre pensó que la gente que se dedicaba al diseño ganaba demasiado bien para su trabajo… pero también sabía que esa gente era por demás excéntrica, quizás este era el caso. Juan aun digería lo que estaba pasando, en 20 minutos exactos apareció Cecilia, se había retirado el uniforme de mesera y ahora lucia unos juveniles jeans una blusa blanca al cuerpo. Tomó asiento junto al hombre confiada y empezó a hablar como si nada.
- Bueno, creo que te debo una explicación – dijo en tono muy serio mientras ordenaba otras bebidas
- Si… estaría bien
- Bueno amor, la verdad es que trabajo aquí… soy mesera…. Y en mis tiempos libres, ayudo a mi prima en “Brides&Brillantez”, donde me conociste. Soy una especie de asistente y mensajera, no está mal tengo que ganarme la vida, tengo un hijo que mantener y estoy retomando mis estudios
- ¿Retomando tus estudios dices?
- Si… creo que vamos a necesitar una botella más grande si quieres conocer la historia
- Por mi está bien tengo toda la noche – ordenaron una botella de tequila y continuaron la platica
- Ok, - Cecilia aclaró la voz - por donde empiezo, te hare un resumen. Bueno creo que conociste a Francisco, el tipo con el que andaba, cuando tú y yo, ya sabes
- El tipo con el que me traicionabas querrás decir
- Es una forma de decirlo, pues bien estaba locamente enamorada de él, me propuso un trabajo y tiempo para continuar mis estudios en España, te imaginas mi sueño hecho realidad, con la única razón de ir a vivir con él y claro acepté, lo hice por amor…
Juan apuraba las copas de tequila, tratando de entender el cruel engaño que siempre trataron de ocultarle. Se enteró como esa misma noche del cumpleaños de Cecilia hace nueve años, el tipo de la camioneta, ahora conocido como Francisco, fue a verla, por petición expresa de Cecilia. Se enteró como esa misma noche Cecilia y Francisco fueron terminar sus festejos en un motel cercano. Se enteró como un sábado 9 de marzo viajaron a Barcelona, mientras el amanecía en presión. Entonces todos los eventos empezaban a cuadrar, mientras Cecilia narraba los hechos con el más natural de los estilos.
Esa noche Juan, también se enteró de los seis meses de maltratos psicológicos y físicos que Cecilia recibió. Seis difíciles meses en los cuales Cecilia, el sueño se convirtió en una pesadilla, se enteró de su embarazo, el dichoso Francisco la abandonó definitivamente, quedó literalmente en la calle, con un hijo en el vientre y casi sin un centavo, en un país desconocido y sin ningún familiar o amigo cerca. << Karma >> pensó Juan, pero luego se arrepintió al escuchar todas las penas y desdichas, que tuvo que afrontar, todo su ser se conmovió y se dio cuenta que hubiera hecho cualquier cosa, por ayudar a la mujer, con una sola llamada de la mujer. Juan no podía concebir, en qué condiciones, habría estado ahora, sintió rabia por los nueve años que le robó la vida.
Con la última copa de la botella, la mujer le confesó que nunca terminó sus estudios y que al regresar al país, hace seis meses, tuvo que empezar de nuevo. Juan pidió una botella más de tequila, de alguna manera tenía que digerir toda esta información. La mujer en ese momento estaba llorando, quizás por lo desafortunada de su vida o quizás por los efectos del alcohol en su sangre. Juan bebió unas copas más tratando de asimilar toda la información. De pronto se levantó sin decir nada, caminó unos pasos, seguro de sí mismo, había tomado una decisión definitiva, una decisión que cambiaría su vida, para siempre. La mujer reaccionó atrevida, quizás por todo el alcohol en su sangre:
- ¡Entonces! – gritó sin importarle el resto de gente – ¿ahora que sabes la verdad te alejas de mí?
- NO – respondió con igual energía – ahora que se toda la verdad, voy a invitarte a cenar
La mujer quedó desconcertada con las palabras de Juan ¿había dicho cenar? Juan es una persona realmente desconcertante. El hombre se acercó a la barra y solicitó a la chica que le consiguiera un taxi.
En cuanto el taxi llegó ambos salieron y fueron a cenar, era casi media noche. La discusión siguió y por alguna razón había decidido dar una nueva oportunidad a la mujer, parecía no importarle todo lo que la vida le había deparado, a él y a ella. Parecía no impórtale que estaba a punto de casarse, luego solucionaría eso, de alguna manera:
- Mi amor –soltó dulcemente Cecilia mientras se acomodaba en los brazos de su nuevo amor - Estoy tan feliz que me aceptes como soy, estaba tan preocupada por lo que pensarías
- Eso ya pasó y quiero recuperar nueve años que he perdido lejos de ti
- Hmmm ¿y que tienes en mente? ¿Recuerdas nuestra última noche, juntos? ¿Te gustaría recordarla?
- No… me gustaría mejorarla
Cinco minutos más tarde, ya estaban embarcados en un nuevo taxi, rumbo al destino que había indicado Juan
- ¿Amor a donde me estas llevando?
- A un lugar muy especial
En 20 minutos el taxi está adentrándose en una ciudadela, fue cuando Cecilia se dio cuenta.
- No, amor no, no podemos ir a mi casa, mis padres aún viven ahí
- Bueno será una aventura, como antes ¿Recuerdas?
- Estás loco, no puedo, mis padres, mi hijo, no
- Tranquila ya veremos que hacer
Cuando llegaron, Cecilia abrió cuidadosamente la puerta trasera y entraron cautelosamente, la casa tenía un enorme jardín, con árboles de ciprés en forma de laberinto, hábilmente cruzaron sin ser descubiertos y fueron al centro donde había una especie de parque, cuidadosamente habitado por sendas sillas de hierro fundido. Tomaron haciendo y de inmediato comenzaron a besarse y tocarse como dos enamorados, deseosos el uno del otro.
- Vamos a tu apartamento – Juan indicaba el extremo del jardín donde apenas se veía una especie de casa de campo
- No se puede ahí está mi hijo
- Entonces a la casa grande, no puedo ahí están mis padres y no tengo llave para entrar. Hubieras escogido un mejor lugar - reclamó
- Bueno es una aventura, si no se puede entrar nos quedaremos aquí
La mujer lo miraba incrédula, el apuesto hombre que tenía en frente, no se parecía en nada al muchachito que abandonó nueve años atrás. Algo había cambiado y definitivamente le gustaba, se sentía tan atraída por este hombre, que su entrepierna empezaba a humedecerse. De inmediato se abalanzó sobre él, lo beso con pasión, parecía querer devorarlo con su hábil boca. Juan abrazó a la mujer, la tomó fuertemente con brazos, la recorrió desde la espalda hasta llegar a las hermosas y bien formadas nalgas. Tomó con fuerza los glúteos, uno con cada mano, luego bajó hasta donde inician las piernas de la mujer. Con la adrenalina encima y la fuerza de su excitación, levantó a la mujer hasta rodear sus caderas con las piernas de Cecilia. Caminó unos pasos, dejó a la mujer sobre una de aquellas mesas que inundaban el lugar. El calor que irradiaba sus cuerpos era mayor que el frio de la madrugada. Juan besó el blanco cuello de la mujer, succionó con placer, bajó besando por encima de la tela, desabotonó la blanca blusa, a su paso pudo sentir la dureza de unos pezones rígidos. Hábilmente Juan desprendió completa la tela blanca.
En algún momento, el top de la mujer desapareció por completo, Juan se deleitaba por completo de aquellos grandes senos, diferentes a los que recordaba, algo menos firmes, algo menos jóvenes. La mujer gemía, todo órgano bajo su vientre se estremecía, movía su cadera rítmicamente, empujando su mojada entrepierna, chocándola contra la pelvis de su amante. En una acción desesperada la mujer arrancó los botones de la camisa de Juan y desnudo por completo el fuerte torso, lo acarició y estrechó, como queriendo fundirse con el ardiente cuerpo.
Con desesperación sus sexos se unieron sin siquiera esperar a desnudarse completos, sus gemidos aumentaron con cada penetración, ambos seres se necesitaban el uno al otro y se deseaban por nueve años de caricias ilusorias. Sus pieles se erizaban como hace nueve años no lo hacían y una hora era demasiado poco para para saciar toda su insuficiencia de amor, placer y satisfacción…
Martes 13 de marzo - Una hora después del evento
Esa madrugada Juan caminaba por la fría y desolada calle, acomodaba su camisa como podía, pero sus ropas casi destrozadas le daban un aspecto poco alentador. Su brazo derecho adolorido tenia suerte de no haberse roto, después de soportar casi todo su peso cuando cayó del muro de dos metros. Tuvo suerte de no tener heridas en su pierna, después de brutal ataque de los perros guardianes, sin embargo la basta derecha de su pantalón estaba hecha añicos. Tuvo suerte de que ninguna alarma se activó, pues seguramente la policía no habría entendido sus razones para irrumpir en propiedad privada.
Juan está cansado, adolorido, abandonado en el frio del amanecer, corrió por cerca de 10 minutos hasta asegurarse de que nadie lo siguiera, luego camino 20 minutos más, hasta alejarse de la zona residencial. Se acercaba a uno de aquellos negocios que atendían las veinticuatro horas, cuando identificó a un grupo de jóvenes libando en el parqueadero de aquel negocio, bebiendo cerveza y evidenciando la potencia del audio en sus autos. Juan pensó en pedir ayuda, él mismo fue hace nueve años uno de aquellos muchachitos, violando las leyes a esas horas.
- Disculpa - preguntó con voz temblorosa, por el frio y el dolor – ¿puedes ayudarme? Necesito hacer una llamada
- Aléjate maldito vagabundo - La turba se volvió enfurecida y amenazante
- Tranquilos, solo necesito su ayuda
- Que te largas asqueroso – respondió uno de los muchachos, el más alto
- Jodete imbécil – respondió Juan y trató re retirarse
Justo cuando dio vuelta, sintió un fuerte empujón y la lluvia de improperios. La fuerza del empellón le hizo estrellarse, de frente contra uno de los autos parqueados. Luego vinieron los golpes, las patadas por todo su cuerpo. En algún momento dos de ellos lo levantaron mientras otro descargaba sus puños sobre el adolorido abdomen de Juan.
Quien sabe cuánto tiempo después, sintió como su ultrajado cuerpo volaba por los aires en un eterno momento, en el que alcanzó a dilucidar las delicias del cuerpo de Cecilia, en aquella noche fría, recordó como repentinamente los exagerados gritos de placer de la mujer, al parecer despertaron a los habitantes de la casa grande. Las luces se encendieron y de alguna parte salieron, dos enormes perros que ladraban estridentemente. “Tienes que irte” gritó con voz de sorpresa Cecilia y sin ninguna explicación ella, levantó sus ropas y hecho a correr. Juan hizo lo propio y logró escapar casi ileso.
La cabeza de Juan se estrelló contra algo que parecía vidrio pero este no se rompió, Juan seguía consiente pero no tenía la menor intención de levantarse. Se quedó tendido en el frio pavimento, esperando quizás que los atolondrados muchachos huyeran, esperando quizás el amanecer de esta noche que al igual que nueve años atrás, se había convertido en una dolorosa tragedia. Esperando quizás que alguien se compadeciera de su desgracia y se hizo la imagen de Cecilia, cómoda, segura y abrigada en su hogar sin tener la menor idea de lo que le pasaba.
Pensó en todas las mentiras que le habían ocultado en este tiempo, pensó en su cuestionable decisión de escapar de su próximo matrimonio, por esta pasional aventura. Refeccionó en la última semana lo que había vivido y por alguna razón recordó la notable historia de Federico II de Prusia, entendió que a veces el destino es tan sutil como un hilo de araña o tan contundente como un golpe en la cabeza.
FIN