Segunda cita!
Os voy a ir haciendo un listado con las citas que tuve después de "La domadora flaca"...espero que os guste.
Una de las citas más raras, fue esta que os voy a contar.
Cuando llegué a casa de ese hombre, parecía algo nervioso. Yo la verdad que no. Aunque empecé a preocuparme, por los nervios que transmitía. Parecía que más que un cliente de sexo era mi abuelo. No por su aspecto, si no por su manera de tratarme, de cuidarme, de atenderme.
-Quieres una Coca-Cola, una cerveza.
-No, gracias, estoy bien.
No acostumbraba a tomar nada en los sitios nuevos que iba. Por precaución.
-¿Agua? ¿Algo de picar?
-No, no, de verdad.
-Bueno, vale. El hombre no paraba de pasear de arriba a abajo. Pues, cómo te gusta.
-Ja ja ja, -reí, sin querer faltarle al respeto. Creo que hoy esa pregunta no la tienes que hacer tu. ¿No crees?
-Bueno, me viene genial que digas eso. Mira, espera. El hombre estaba nervioso perdido… Se fue a unos armarios que tenía en el comedor y sacó una bolsa, que me dio.
También era habitual recibir algún detalle de los clientes. Así que lo recibí encantada. Al abrirlo cayeron unos billetes al suelo.
-¡Uy!, cuidado, te puse el dinero que quedamos en esa bolsa. Dijo mientras recogía lo que había caído.
-Ah vale. Seguí mirando en la bolsa y saqué un trozo de plástico brillante. No no espera, no era un trozo de plástico. Eran unas mallas de látex. Bueno, se ponían interesantes los gustos de ese hombre.
-Ooohh, muchas gracias. Dije dándole un abrazo con un solo brazo.
-Bueno, pero ya te dije…que… ¿te acuerdas? Siguió hablando muy nervioso.
-¿De tus preferencias?
-Si… bueno, el porqué de mi contratación. Dijo sin mirarme a la cara.
-Sí, sí. Claro. Que te gustaba mirar, y eso ¿no?
-Mirar y correrme.
-Genial. Tranquilo.
-uf, si…jeje ¿te las pones?
-Ah, ¿qué quieres mirarme con las mallas puestas?
-Sí. Ver cómo te las pones y eso.
El hombre quería ser tan amable y buena gente que yo aún llevaba el bolso puesto y no me había ni entrado casi al comedor. Quería ser tan educado que no llevaba 5’ en su casa y ya me había dado el dinero, el regalo y estaba desabrochando su pantalón. Se preveía una tarde un poco trágica. Así que busqué un sitio donde acomodar mis cosas y poniéndome a una buena distancia de donde estaba el cliente sentado me puse a desnudarme. Llevaba unos tejanos ajustados, unas converse en los pies. En la parte de arriba una camiseta de tirantes y una blusa larga con las puntas aún más largas. Me quité la blusa para que no molestara en mis movimientos. Mi pelo iba recogido con una cola de caballo. Acostumbraba a ir cómoda a los sitios y con ese peinado, ya que era polivalente. Apoyé mi blusa encima de mi bolso y seguidamente desabroche mi pantalón, haciendo de aquello tan poco morboso un poco de sensualidad.
Miré a los ojos a ese hombre que parecía estar disfrutando bastante del espectáculo. Después de quitarme por completo el tejano, me fui a por las mallas ojeando rápidamente como debía ponerlas. En poco adiviné la pequeña cremallera del cierre y me dispuse a ponérmelas. No fue tarea fácil, ya que tuve que sentarme y todo. Es cierto que ese hombre sabía lo que pedía ya que mientras daba el espectáculo me puse en pompa tumbada, de muchas posiciones donde él tenía unas super vistas de mi cuerpo. Entendí que era parte del juego. Así que empezaba a gustarme.
Cuando acabé de ponerlas me acerqué al sillón donde él estaba pajeándose. Mi intención era acercar un poco más los lazos, pero el solo me miraba y hacía gestos con la mano que no tenía ocupada para guiarme. Me indicaba con el dedo que me diera la vuelta y yo cumplía sus deseos. Quedé de culo y me incliné un poco para que viera como me quedaba el látex pegado al culo.
-Al sofá al sofá. Dijo con la voz acelerada.
Caminé hasta el sofá y apoyé mis rodillas en los cojines y mis manos en el respaldo. Entonces tuvo su primera reacción, se acercó a mí y, desde muy cerca, miraba mi culo con los ojos como platos. Ese hombre parecía abducido por mi culo. Qué maravilla ver que disfrutaba tanto mirándome. Creo que en todo este tiempo era el hombre que con su mirada me transmitía mas deseo. Vi su polla entre la mano. No la soltó en todo el rato.
-¿Puedo?
Dijo, mientras abría la mano liberada pidiendo permiso para tocar.
-Por supuesto. Dije tras un rato en silencio.
Su mano se posó en mis nalgas y sobaban mi culo por encima de ese látex brillante. Era insistente en mi rajita del culo. Allí pasaba seguidamente su mano varias veces. No me desagradaba, la verdad. Entonces hice el gesto de querer agarrar su polla, necesitaba contacto con ese hombre,
estaba empezando a entonarme. Pero retiró su cuerpo hacia atrás. Así que lo entendí como un –no me toques-.
Pronto sus manos recorrían mis caderas y intentaban acariciar mi parte interna del muslo. Su cuerpo se pegaba a mí y su polla ardiendo tocaba el látex. Pero me percaté que su polla no estaba apoyada en mi nalga, si no que estaba refregando la polla por el látex como pajeándose contra él. Estaba dejando el látex lleno de flujos. Su polla estaba muy dura. Después de sobarme un poco, recuperó la posición y agarrando la polla golpeó mi nalga con ese, ¡mástil! Parecía un garrote pegando mi nalga.
No pude estame quieta e intenté de nuevo palpar esa polla. Así que acerqué la mano abierta hasta la posición y ahora no recibí ningún estímulo negativo. Lo contrario, me agarro la mano y la posó en su dura carne. La pajeé muy placenteramente, me vino genial tener contacto con esa polla. Estaba muy dura, sentía las venas y como desprendía el calor. Noté cómo empezaba a mover sus caderas contra mi mano. Como haciendo el gesto de follar pero con su polla entre mis dedos. Pero poco duró eso ya que agarró su polla de nuevo y pajeándose como si no hubiera un mañana, empezó a estallar su semen contra el látex. Noté salpicaduras hasta en mis labios. Estallaba en las nalgas y se derretía por mis piernas.
Creo que sus huevos quedaron completamente vacíos. Le miré con una sonrisa de oreja a oreja. Feliz porque el hombre había cumplido seguramente una de sus fantasías. Pero parecía todavía descolocado…
-Espera…espera… me quedé quieta esperando su reacción.
Con la polla en la mano, apoyó su mano libre en mi cadera. Fue flexionando poco a poco sus piernas y acabo con su cabeza a la altura de mi culo. Mi sorpresa fue cuando sacó su lengua y empezó a lamer todo el semen impregnado en las mallas. Desde la parte baja de mi nalga hasta media nalga. Me quedé impactada, era la primera vez que veía algo así. Me dio un morbo brutal. Guardó su lengua y repitió la misma operación donde más semen había. Yo tenía los ojos como platos. Cuando estaba dejando el pantalón sin los pegotes más generosos y yo con mi boca salivando de la envidia que me daba. Puse mi mano en su barbilla, detuve su gesto y levantando su mirada hacia la mía, me acerqué a su boca y le besé.
A pesar de ser una de las citas más raras, sin ni siquiera penetrarme, os aseguro que está en el TOP 3 de morbosas. ¿Qué os ha parecido?
Besos… Húmedos.