Seguimos con Alba
Alba solo existe para darme placer, y siempre lo consigue.
Hacía días que tenía pendiente una cena con mi perra Alba, aprovechando que me había informado, que su marido tenía unas jornadas médicas fuera de la ciudad, decidí que ese miércoles quería cenar con ella, una escueta llamada bastó para concertar la cita.
-Esta noche voy a cenar en tu casa. Preparate.
Pasé la jornada entreteniéndome en las rutinas del quehacer diario, cuando casi sin darme cuenta llegaron las ocho de la tarde. Cogí el coche y me dirigí hacia su casa, mientras pensaba en lo que sucedería momentos después. Aparqué el coche, y sobre las ocho y media pulsaba el botón del portero automático, se abrió la puerta y entré. Allí esperando al ascensor me encontré con una simpática abuelita que me preguntó a que piso iba, evidentemente le contesté que iba al segundo, a casa de la señora Alba, cuando dije señora, no pude evitar sonreir, al pensar que tipo de señora era en realidad bajé del ascensor, deseándole las buenas noches a la viejecita, me acerqué a la puerta, ya entreabierta, al oír que llegaba se me acercó gateando hasta mí, sin otra prenda en el cuerpo que la correa de perra con la que la obsequié el día en que compitió con Núria, no dijo nada, se puso de rodillas y me desabrochó los botones del pantalón.
-Espera, perrita, espera. Estoy cansado, primero quiero darme un baño.
Ella solícita se volvió y se dirigió al cuarto de baño, segundos después oía como la bañera se llenaba de agua, mientras, me senté en el salón, mirando una foto familiar donde la podía ver a ella con su marido y sus dos atractivas hijas al cabo de unos minutos, mi perra se acercó para decirme que el baño ya estaba listo, la cogí por la correa y fuimos hacía allí, lentamente me desnudó, primero la camisa, luego los pantalones, los slips, para luego quitarme los calcetines, mientras besaba mis pies. Entré en la bañera, perfecta, sus manos recorrían mi cuerpo, mojándome con el agua caliente, sus manos enjabonaron cada centímetro de mi piel, concentrándose en mis zonas erógenas, empezó a pajearme mirándome con sus ojos azules, como una gata en celo, sin dejar de mirarme fijamente se acercó a mi falo, su lengua empezó a recorrerlo, mordisqueando la punta, jugando con su boca caliente, succionándolo , pero aún no era el momento de correrse. Me levanté y rápidamente cubrió mi cuerpo con el albornoz, secándome lentamente. Nos dirigimos al comedor, había preparado una espléndida mesa, con cubiertos de plata, vajilla inglesa y copas de cristal de Limoges, y unas fuentes con manjares exquisitos, mariscos y pescado. Se puso a mi lado y empezó a servirme, cuando llenó el plato le ordené que se pusiese ante la mesa con la cabeza gacha, en actitud servil como correspondía a su condición, al rato le dije que llenase mi copa con cava, cuando se acercó metí mis dedos entre los pliegues de su vagina, notando la humedad y el calor que desprendía su coño, un suspiro y un gemido me indicaron lo que ya sabía, estaba completamente excitada.
-Seguro que mi perra tiene hambre, no es cierto?
-Si, amo.
Cogí el plato en el que quedaban restos de la cena, y lo puse en el suelo.
-Ahora, mi perrita, comerá las sobras de la cena de su amo, te pondrás de espaldas a mi, y a cuatro patas, como lo hacen las hembras de tu condición comerás, mientras tu amo jugará con tu coño.
Así pues, mi perra empezó a lamer el plato, mientras, la iba pajeando con su vibrador, sus fluidos pronto empezaron a resbalar por las piernas, mojando el suelo, mientras ella se movía para sentir mas dentro de si el consolador, sus gemidos hacían que estuviese más excitado, sabía que no tardaría en llegar el orgasmo, en ese punto empecé a mover con más fuerza el juguete, deseaba que se corriese, un rato más tarde, entre gemidos, me suplicó que le permitiese correrse, acerque mi boca a sus oídos, y le susurré
-Córrete, perra.
Los sonidos que salían de su garganta me excitaban, sentía como los músculos de la vagina y del culo se dilataban y contraían, en el momento que un grito de placer escapaba de su boca, soltando un líquido blanquecino y espeso sobre el parquet, mojando también mi mano. Se giró y empezó a lamerme, agradecida, la mano para limpiarla, cuando ya estaba limpia, le ordené limpiar el suelo, su lengua empezó a lamer sus fluidos. Me levanté y me dirigí a su habitación, abrí el armario para buscar un vestido que me pareciese apropiado, finalmente elegí un vestido de tonos azulados, que se abrochaba por delante, lo tiré sobre la cama ordenándole que se lo pusiera mientras yo iba al baño, cuando acabé de mear, la llamé.
-Acércate, perra, vas a limpiar a tu amo.
De rodillas vino y empezó a limpiar mi polla de los restos de orina, segundos después notaba como mi falo empezaba a crecer dentro de su boca.
-Llama a un taxi y vamos.
Salimos a la calle y el taxi ya esperaba en la puerta de casa, entramos y le di una dirección, en el casco antiguo de Barcelona. Se que en esos momentos ella estaba tensa, lo noto, se que para ella es difícil salir a la calle conmigo, se que piensa en su reputación, en su marido, en sus hijas, pero a pesar de todo, su vicio, su deseo de comportarse como una perra, hace que deje de lado todos sus prejuicios burgueses. Llegamos al destino y me apeé mientras ella pagaba al taxista, entre en un bar de mala muerte, mientras ella corría tras de mi. Me senté en una mesa, mientras ella pedía las consumiciones, las trajo a la mesa, mientras un montón de ojos se posaban en la única mujer del local. Acerqué mis labios a su oído, y le susurré que abriese las piernas, despacito, mientras salía a fuera ha hacer una llamada. Desde fuera la miraba, tenía la mirada gacha, el rostro enrojecido y las piernas abiertas, entré de nuevo en el antro, y apuré mi bebida, nos levantamos y nos dirigimos a la puerta, al salir a la calle desabroché uno de los botones del vestido, y mi dedo pudo comprobar que estaba excitada, nos metimos en un callejón oscuro lleno de olor a orines, y entre dos coches, le ordené que me la chupase, se arrodilló y me la sacó, con un cierto nerviosismo, empezó a chuparla, metiéndosela hasta el fondo de la garganta. La verdad es que creo que Alba es una de las mejores chupapollas que he conocido, sabe exactamente lo que me agrada, al cabo de unos minutos acabé en su boca, la abrió mostrándome mi propia leche, para instantes después tragársela. Fuimos andando hasta la orilla del mar, la verdad es que la noche era fría, sus pezones destacaban en su vestido.
-Vamos ha hacer algo que seguro que nunca hubieses soñado, jejeje.
Ante nosotros había un portal medio abandonado, la verdad es que supuse que podría haber algún vagabundo durmiendo, entré y vi que no había nadie, la acerqué a mi, y le desabroché los botones del vestido, empezando a amasarle esas tetas que tanto me excitan, pronto estuve preparado, la giré de espaldas, y empecé a masturbarla, cuando consideré que estaba preparada, cosa que fue casi al momento, empecé a penetrarla, primero metiendo solo la punta, como se que a ella le gusta, para luego, cuando no se lo espera penetrarla de golpe, mientras mis manos se aferran a sus pechos no se si había alguien en la escalera, o en la finca, sinceramente no lo creo, pero si era así, estoy seguro de que se pajeo, oyendo los gemidos de mi perra.