Seduciendo a Susana

Mi mujer se liga una jovencita y luego me deja participar junto a ellas.

Seduciendo a Susana (1)

Conduzco con cuidado pero con celeridad pues tengo muchas ganas de llegar a casa lo antes posible.

En los asientos de atrás conversan animadamente mi esposa Carmen y su nueva amiga Susana. Hay momentos en que se siento si sólo fuera un chofer de lujo, conduciendo un coche de alta gama al servicio de una elegante y sofisticada dama.

Tengo puesta la música con un volumen muy bajo a ver si puedo pescar algo de la conversación, pues aunque utilizan un tono normal, al hablar tan rápido y se interrumpen tan a menudo me cuesta seguirlas.

Se ríen muy frecuentemente, lo que demuestra su gran sintonía. Me siento un poco desplazado y tengo sana envidia por su gran capacidad de establecer relaciones amigables tan rápidamente.

Mientras esperamos que la verja automática que da acceso a la casa, escucho la expresión de admiración de Susana. Ya estamos plenamente en la segunda fase de la estrategia de mi querida esposa. Fase 1: Ganar su confianza, completada; Fase 2: Deslumbramiento, en proceso.

Detengo el vehículo en la entrada y las dos saltan impacientes hacia la casa. A continuación me dirijo hacia el garaje ansioso por reunirme con ellas. No quiero perderme ni un solo minuto del cortejo.

Esta tarde Carmen y yo nos hemos dejado caer por una mega tienda de ropa. En la sección de mujer mi esposa ha montado guardia como si fuese una leona que espera a una joven gacela con la que pueda satisfacer su voraz apetito.

Como cazadora experta tantea el terreno y busca los indicios que le conduzcan a la “victima perfecta”.

Enseguida he visto que Susana reunía todos los requisitos, y Carmen se ha lanzado a por ella. Susana es una chica de unos veinte años, 1,70 m de altura, ligeramente regordeta y con una cara redondeada llena de candor. Es muy guapa, con rasgos muy sensuales pero sin explotar todavia.

Cualquiera que la observe diría que es una mujer discreta en el cuerpo de una muñeca grande, llena de inocencia y un gran potencial de sensualidad.

Carmen tiene un tipazo, pese a que pasa de los cuarenta mantiene un cuerpo en envidiable forma. Tiene unas piernas muy bien torneadas, el culete es de revista, bien dibujado y prieto como el de las mejores deportistas. Sus tetas son medianas pero con un porte y posición envidiable, (su dinero le costó para conseguirlas).

Viéndola nadie diría que hace unos pocos años sufrió sobrepeso debido a una enfermedad con la tiroides. Por suerte, la supero completamente y ahora tiene un cuerpazo que me admira y ella cuida a tope.

Cuando entra en contacto de “una posible victima”, con cualquier excusa Carmen tantea el terreno, si le gustan las  respuestas y el tipo es como el de Susana, termina por proponer regalarle sus vestidos antiguos cuya talla ya no corresponde.

Después de reconocer que las firmas comerciales no dedican muchos esfuerzos por mantener un catálogo de vestidos bonitos para esas tallas un poco más grandes, la oferta de recibir alguno de modista y gratis suele caer bien.

Veo que Susana ha aceptado y ambas disfrutan de una sintonía extraordinaria.

Entro en el salón y me sirvo una copa. Ellas dos deben estar en una habitación probándose los vestidos que hay arrinconados en un armario.

Vienen las dos muy contentas hasta mi para lucir su vestido. Carmen lleva un vestido negro  muy ceñido que le dibuja perfectamente su cuerpo. Zapatos de aguja muy altos y un collar de perlas. Está sublime. Es elegancia pura logrando que me sienta muy complacido y orgulloso de que sea mi pareja.

Susana lleva un vestido veraniego, blanco con estampados pequeños azules, sin mangas que se cruza a la altura del pecho, se ajusta en la cintura, y la falda con mucho vuelo termina por encima de la rodilla.

Su pecho voluptuoso se contiene con dificultad dentro del vestido, mientras que sus piernas lucen dando indicios que más arriba debe tener unas nalgas estupendas,

Me incorporo de un salto, tomo a mi pareja por la cintura y le robo un beso para mostrarle mi rendición ante su magnífica imagen. A continuación, tomo a Susana e improviso unos pocos pasos de baile ante su sorpresa y complacencia.

-       “¡Que sorpresa tan maravillosa!, las dos estáis perfectas, que vista tan deliciosa”, exclamo tras observarlas de arriba abajo varias veces incrédulo de lo que veo.

Carmen se me acerca y me da un beso muy complacida por mi reacción. Susana, tímidamente, sigue el ejemplo y también me da un beso en la mejilla.

-       “Carmen tú estás maravillosa, pero tengo que decir que Susana me ha hecho recordate como eras hace unos años, me ha dado un vuelco el corazón al ver de nuevo ese vestido”, les digo con los ojos como platos y un hilo de temblor en la voz.

-       “Ya te lo había dicho. Te sienta estupendamente y es una pena que siga ni un día más en el armario”, le dice Carmen  a Susana con todo el ardor posible.

Susana se siente un poco abrumada pero no duda en dar unos pasos y girar el torso a un lado y a otro varias veces para mejor lucimiento.

Doy un pequeño manotazo a la falda para levantarla y poner sus nalgas al descubierto. Ella se vuelve rápido fingiendo un cierto enfado, a lo que los tres respondemos con varias carcajadas.

-       “Me has recodado tanto a Carmen, que no me he podido contener. Se lo hacía a ella, no le gustaba mucho, pero a mí me ponía a cien. Ese vestido es sensacional, no sabes dónde mirar, al escote o a la faldilla vaporosa.

Carmen y Susana me perdonan la licencia, me dan otro beso cada una y se van muy contentas a quizás probarse otro de los vestidos que quedan guardados en el armario.

Antes de retirarse, mi esposa aconseja a Susana que llame por teléfono a su familia avisando que llegará tarde y no la esperen para cenar. Ella primero llama a su noviete y luego a casa.

-       “Hola cari… que estoy en casa de Nuri… si , si… ha vuelto a discutir con su novio y está deprimida… si, si ya lo se… perdona pero me quedo con ella para hacerle compañía…un besote… no te vayas por ahí de botellón, si, si… yo también te quiero… muach”, y cuelga.

-       “Hola mamá… estoy en casa de Nuri que no se encuentra bien, me voy a quedar a dormir con ella. Si…. qué si… claro…. Adiooooos ” y cuelga.

Con total tranquilidad las veo desparecer por el pasillo. Tomo un sorbo de la bebida que me había preparado, respiro hondo y tomo conciencia de que me he puesto muy cachondo viendo a mi mujer tan elegante, a Susana tan bomboncito y tratando de imaginar lo que puede venir a continuación.

Pasan los minutos y como no dan señales de vida voy a su encuentro. En la habitación donde debían estar el armario está abierto, varios vestidos sobre la cama pero ni rastro de ellas. Me encamino hacia nuestro dormitorio, y es allí donde las encuentro una al lado de la otra.

-       “Mi querida Susana… qué bonita eres… tranquila, tranquila…qué ojos, qué boca…me gustas tanto”, dice Carmen mientras le come la boca entre frase y frase.

Susana tarda un poco en reaccionar pero pronto se rinde a las caricias y besos de mi esposa.

De los besos pasan a cariñosas caricias, primero en la cara, luego en el cuello y los hombros. Se desnudan mutuamente dejando caer los vestidos al suelo. Carmen luce unas lindas braguitas negras de encaje que le sientan maravillosamente. Susana lleva unas bragas blancas con pequeños corazoncitos rojos más clásicas e inocentes.

Se echan sobre la cama, fundiéndose en un largo beso. Luego vienen las caricias mutuas y largas miradas a los ojos.

Mi papel en este momento es totalmente secundario, por lo que me siento en el butacón que hay el la estancia y me dispongo a disfrutar de la escena. Conozco a Carmen y se seguro que vamos a pasar un buen rato.

Carmen coloca a Susana en el centro de la cama, echada sobre su espalda con las piernas separadas y haciendo puente para que su coñito quede perfectamente a su alcance.

Mi esposa se coloca de medio lado en su costado, parcialmente levantada para poder besarla y alcanzar con su mano la entrepierna.

Acompañando una serie interminable de besos, la mano de Carmen termina sobre la braguita de Susana. Allí se entretiene un rato sobándola levemente con lo que le arranca hondos suspiros y que arquee la espalda llena de emoción.

Después de meter varias veces los dedos entre la braga y la piel, Carmen se presta a quitársela a lo que Susana responde con un rápido movimiento para quitársela en un santiamén.

Vuelve a la postura inicial esta vez con las piernas más separadas si cabe.

Estoy en una posición inmejorable y puedo ver en primer plano su rajita. La tiene totalmente rasurada,  es cómo el chochito de una muñeca, todo liso y con solo una línea donde se unen sus labios.

Carmen empieza un sutil masaje que poco a poco va dilatando y abriendo su chochito. Carmen le separa un poco los labios y me mira. Al separar la piel blanca aparece un capullo sonrosado que tiene ya un tono brillante por los jugos que empiezan a aparecer.

El masaje se va intensificando lentamente. Ahora los dedos medios de la mano de Carmen desaparecen fácilmente en medio de la rajita. Susana no deja de suspirar entrecortadamente sin dar crédito a lo que está viviendo, hasta que empieza a gemir de forma ostensible cuando Carmen atrapa su clítoris y lo somete a un intenso masaje.

Carmen se da cuenta que la fase 3: la seducción está completada y pasamos a la siguiente. Para ello se quita sus braguitas delicadamente ante la ante mirada de nuestra amiga. Se echa sobre la cama y coloca a Susana en posición para que le coma el coño.

Yo estoy disfrutando de la visión de las nalgotas de Susana que ahora han quedado casi al alcance de la mano. Hace rato que disfruto de una buen erección y poco a poco me he ido desprendiendo de la ropa. La posición a cuatro patas de Susana me permite contemplar su culo y como su rajita se ha dilatado y abierto, dejando salir un hilillo de néctar que moja su entrepierna.

Carmen dirige la actuación de Susana con las indicaciones que le da de viva voz, o guiándola con sus manos y movimientos de cadera. Por sus gemidos sé qué hace rato que está muy prima al clímax.

Con la mano, muy delicadamente hace que Susana deje de comerle el coño. Cuando esta se retira se incorpora un poco y me hace señas para que vaya a reunirme con las dos. Susana observa expectante.

Ya a su lado, mi esposa me acaricia por encima del bóxer, haciendo ver a Susana el buen trozo de carne que hay debajo de la tela a punto de ser descubierto.

Yo ya estoy más que impaciente, deseando que por fin mi polla sea liberada. Esto sucede con mucha parsimonia, como quien descubre su regalo de cumpleaños. Con el bóxer en los tobillos mi erección luce con todo su esplendor, Carmen me la coge juguetea un poco con la mano y luego acerca su boca.

La engulle por completo, para luego pasar a succionar solo el capullo. Después de unos compases muy afinados, le ofrece el manjar para que Susana también lo disfrute. Mientras me la cupa le sobo las tetas y me pongo a disfrutar como un loco.

Mi mujer se da cuenta que no aguantare mucho más antes de correrme y decide que por ahora ya hay bastante. Se vuelve a echar bocarriba con las piernas separadas y pone a Susana a comerle el coño otra vez. Susana que está a cuatro patas me ofrece la oportunidad de practicar la postura del perrito que tanto me gusta.

Me coloco detrás, me cojo la polla por la base y la dirijo hacia la entrada de su conchita. Uffff, Uffff que delicia. Me cuesta un poco meterla toda, está muy prieto pero a la vez está muy mojado. Empujo y finalmente la meto toda.

Susana que sigue lamiendo y comiendo el potorro de mi mujer, ha reaccionado bien, después de culear unas cuantas veces, se deja bombear fuerte y con decisión. Le doy fuerte pero con un ritmo lento pues no estoy dispuesto a que esto acabe rápido.

De repente Susana empieza a dar grititos entrecortados anunciando su inminente orgasmo. Todo su cuerpo empieza a temblar incontroladamente, se le escapan ruidos como si fuera una ratita gritona. Se mueve a un lado haciendo que mi polla se salga de su vulva y finalmente se derrumba a un lado de Carmen.

Durante unos instantes siguen los espasmos incontrolados, y los grititos. Después el silencio y la quietud, para dar lugar a lo que parecen sollozos entrecortados.

-       “Cariño, qué te sucede… por favor, no llores… qué te pasa”, le dice Carmen tratando de consolarla.

-       “No lo he podido evitar… me ha venido tan fuerte y tan de repente que no lo pude controlar, y ahora os habéis quedado a medias”, dice gimoteando, “lo siento, lo siento muchísimo”, añade.

-       ¿Acaso crees que ya está… que solo puedes tener un orgasmo?, le pregunta sorprendia mi esposa. “Solo acabas de empezar y por ser mujer tienes el premio de poder disfrutar de múltiples orgasmos en una misma noche. Anda ven y déjate llevar”, le dice.

A mí me hace señas indicándome de que vamos a pasar una noche inolvidable.

Deverano.