Seduciendo a su prima

Una abogada de la capital vuelve a su pueblo de visita, duerme en la misma cama que su prima y..., eso.

Sábado 12 de agosto de 1972. Rebeca subía una cuesta de tierra en su Mini de color verde y se encontró con un carrillo tirado por un caballo que llevaba su dueño por las bridas. Cómo el camino era tan estrecho que no daba para adelantar tuvo que parar. Echó el freno de mano. Apagó el auto y le dejó puesta la primera. Encendió un Winston y se iba a armar de paciencia, pero el hombre sacó el carrillo de camino y con una mano le hizo señales para que continuase. La muchacha se puso en marcha y poco después atravesaba la plaza del pueblo muy lentamente para darles tiempo a que se apartasen los niños que allí jugaban.

Aparcó delante de una taberna. Los niños que antes jugaban en la plaza del pueblo rodearon el Mini, pues no era frecuente ver un coche en un pueblo con poco más de 50 casas y rodeada de montes.

Rebeca era alta, delgada, de ojos negros, cabello castaño oscuro, delgada, con buenas tetas y buen culo. Vestía con una blusa blanca y un pantalón vaquero ceñido y calzaba unos zapatos marrones con muy poco tacón.

Salió del coche. Los niños al verla vestida de aquella manera, con coche y al ver sus labios y sus uñas pintadas de rojo, cosa que en el pueblo ninguna mujer pintaba, pensaron que era una millonaria que se había extraviado. Tres chavalas vestidas con sus ropas de a diario que se sentaban en un banco de piedra vieron a una bruja. Los mozos que salieran a la puerta de la taberna vieron a un sueño inalcanzable y una vieja que venía del río, refunfuñó Dios sabe qué cuando la vio.

Entró en la taberna, para lo que se tuvieron que apartar los mozos. Al llegar al mostrador le preguntó la tabernera:

-¿En qué te puedo ayudar?

-¿No me reconoce?

-¿Debía?

-Soy su sobrina Rebeca, la hija de su hermano Antonio.

A la tabernera se le iluminó la cara.

-¡Rebeca! ¡¡Cómo has cambiado!! -salió de detrás del mostrador, la abrazó y le dio dos besos-. ¿Cuántos años hace que no vienes de visita?

-Doce años. Madrid está muy lejos y cómo no tenía coche...

-Estás muy guapa. ¿Cuántos días te vas a quedar?

-Una semana, si es que tiene sitio, tía Carmen.

-De puertas para dentro todas son camas.

-Voy a coger la maleta.

-Coge, y quita el coche de ahí y mételo en el cobertizo, que hay gente con mucha envidia y muchas piedras en el camino.

A las nueve de la noche volvió la prima de Rebeca del monte con el rebaño de cabras de su madre. Vio el mini y a su prima que había ido al coche a coger un mechero.

-¡Rebeca! ¡¡Cuánto tiempo!!

-Tú debes ser Carmiña. ¿Cómo me has reconocido?

-Tus ojos son los mismos, prima.

Carmiña era una muchacha muy morena, gordita y más bien baja. Sus ojos eran de color avellana, sus tetas y su culo eran gordos y su cara redonda parecía la de un ángel.

Esa noche cenaron, lo hicieron después de cerrar la taberna. Rebeca le habló a su tía, a su tío, a su prima y a sus abuelos de su vida y de la vida de sus padres. Luego se fueron a dormir.

La casa era de dos pisos, en el piso de abajo estaban la taberna y el almacén. El piso de arriba tenía un aseo y tres habitaciones. En una habitación Dormía Carmen y su marido, en otra los abuelos y en la tercera iban a dormir Carmiña y Rebeca.

Rebeca y Carmiña estaban destapadas y boca arriba sobre la cama. La primera estaba cubierta con un pantalón de pijama corto y con una camiseta blanca, la segunda tenía puesta una combinación larga y le preguntaba en bajito a su prima:

-¿Las abogadas ganáis mucho dinero?

-Ahí andamos... Yo vivo bien.

-¿Tienes novio?

-No. ¿Y tú?

-Yo tampoco.

Carmiña le paso un dedo por un brazo y le dijo:

-Tienes la piel muy suave.

-Y tú la mano muy corta.

Carmiña se miró la mano y le preguntó:

-¿Tú crees?

Sí -se la cogió y se la llevó a una teta-, si la tuvieras muy larga te hubiera llegado aquí.

Carmiña retiró la mano.

-No te acaricié la piel para provocarte.

-Pues me provocaste. ¿Te acuerdas que me preguntaste si tenía novio?

-Como no me voy a acordar si te lo acabo de preguntar.

-Pues no tengo novio porque me gustan las chicas.

Carmiña le puso un dedo en los labios.

-Calla, calla que te pueden oír y sería un escándalo.

-¿A ti no te escandaliza?

-Yo soy tu prima. Y mientras no me toques...

Rebeca se giró hacia su prima, le echó una mano a una teta y se la magreó.

-Ya te toqué.

Carmiña la amenazó, susurrando, pero la amenazó.

-Te va a caer una hostia en un ojo que vas a ver estrellas por un tubo.

-Si no me las has dado ya no creo que me la des.

Carmiña se giró y le dio el culo a Rebeca.

-Vamos a dormir, vamos a dormir que esto pinta muy mal para tu físico.

Rebeca le puso dos dedos sobre el culo y formando una uve inversa hizo cómo si estuviesen caminando sobre sus nalgas. Carmiña no estaba para juegos.

-¿A ti cómo hay que decirte las cosas?

Los dedos caminaron por su espalda hasta su cuello.

-Estate quieta de una puñetera vez.

Los dedos bajaron caminando hasta su culo. Uno de ellos se apretó contra su ojete y el otro contra su coño.

Carmiña se puso boca arriba y le dijo:

-O te estás quieta o duermes en el coche. Este es el último aviso.

Rebeca estaba caliente.

-¿Te importa si me masturbo?

-Importa, si siento que te tocas te arrastro por los pelos hasta tu coche.

-Es una pena. Me gustas mucho, pero contigo veo que no tengo nada que hacer.

-Ya iba siendo hora de que te dieras cuenta.

Media hora después Carmiña se lo había pensado bien y le apetecía jugar. Le preguntó:

-¿Duermes, Rebeca?

Como no le contestó creyó que estaba dormida. Solo podía hacer una cosa. Se puso boca arriba, metió una mano dentro de las bragas, echó la otra a las tetas y comenzó a masturbarse. Lo hizo muy despacito para no hacer ruido. En su pensamiento la mano que magreaba las tetas y los dedos que entraban y salían del coño eran de su prima. Poco más tarde ya tenía el coño encharcado. Se quitó las bragas y siguió masturbándose. Luego se quitó la combinación y tocándose y gimiendo en bajito deseó que su prima se despertara.

Su deseo se hizo realidad. Rebeca estuviera oyendo el ruido que hacían los dedos al entrar y al salir del coño, pero había esperado a que empezara gemir, pues perra perdida no la iba a rechazar. Rebeca se dio la vuelta y besó a su prima. Carmiña dejó de tocarse, le rodeó el cuello con sus brazos y la besó. La besaba apretando sus labios contra los de su prima. Carmiña nunca había besado a nadie. Rebeca le metió la lengua en la boca, levantó la de su prima con ella y cuando ésta echó la lengua fuera se la chupó. Carmiña comenzó a temblar y se corrió cómo una fuente.

Después de correrse su prima, Rebeca, le echó las manos a las tetas, le lamió y le mordisqueó los pezones, le lamió las areolas y después le mamó las tetas. Carmiña le acarició el cabello y le dijo:

-He descubierto que también me gustan las chicas.

Rebeca se bajó el pantalón del pijama y las bragas y metió dos dedos dentro de su coño, un coño que estaba perdido de jugos. Acto seguido fue a por el coño de su prima. Lamió de abajo a arriba... Después la besó en los labios de la boca. Carmiña se estremeció al paladear sus jugos en la lengua de su prima. Luego Rebeca bajó besando los pezones, besó su ombligo y luego su lengua se posó sobre el clítoris, se apretó contra él y lamiendo de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, de abajo a arriba y alrededor le sacó otra corrida brutal.

Carmiña corriéndose, le dijo:

-Me matas de gusto.

Carmiña al acabar de correrse vio que su prima se estaba dando dedo. Le quitó los dedos del coño, acabó de quitarle el pantalón del pijama, metió la cabeza entre sus piernas y le dijo:

-A ver si sé.

Lamió su coño, se tragó los jugos y luego presionó la lengua contra el clítoris. Se lo lamió cómo se lo había lamido a ella y Rebeca se corrió cómo una loba.

Rebeca había ido al pueblo con la idea de quedarse una semana y pasó allí todo el mes que tenía de vacaciones.

Quique.