Seduciendo a mi profesor -6

Dejo que el pene de Javier se hunda dentro de mí. Una felicidad orgásmica me atraviesa. Javier derrama su semilla dentro de mí, tanto que escurre. Todo el camino hasta sus testículos. Mis mejillas se sonrojan cuando cae en la silla.

Patricia: Es probable que sea el conserje.

Javier me tira mi ropa y empieza a ponerse la suya.

Javier: ¿Qué hacemos?

Patricia: Por la ventana.

Javier: Sabia que no debíamos haber hecho esto.

Ambos nos vamos hacia la ventana.

Patricia: Si nos damos prisa no nos pillarán.

Ambos salimos por la ventana y corremos hacia la camioneta. Riéndome por la explosión de adrenalina, arranco la camioneta. Nos dirigimos hacia la carretera todo un kilómetro antes de que se pare. Perpleja, trato de arrancarla, pero nada.

Patricia: Mierda.

Javier: ¿Qué pasa?

Patricia: ¡Maldita sea!

Doy golpes con mis manos en el volante.

Patricia: La batería está muerta. Debimos haber dejado encendidas las luces por accidente.

Javier: ¿Y ahora qué?

Patricia: Supongo que tenemos que caminar.

El sol golpea mi espalda mientras camino por el solitario sendero.

Javier: ¿Como soportas este calor?

Patricia: Crecí con él.

Javier: Seguro que no.

Javier sacude su cabeza.

Javier: Espero que lleguemos pronto, me estoy quemando.

Mis ojos se abren repentinamente.

Patricia: ¿sabes dónde estamos, Javier?

Javier: ¿Donde?

Patricia: ¡Cerca de las cascadas del lago!

Javier: ¿Qué es eso?

Patricia: Una cascada y un lago.

Javier: ¿Una cascada? Vamos a verlo.

Llevo a Javier por el camino. Un lago aparece a la vista, la superficie brilla azul en el sol.

Javier: Mierda. es una cascada de verdad. Meternos a nadar ahora seria increible. Si me caliento más, mi camiseta se empapará.

Patricia: Supongo que tendrás que quitartela.

Javier: Supongo.

Sonríe, se quita la camiseta y camina hacia el agua.

Javier: ¿Vas a venir o qué?

Sus pantalones se caen, seguidos de sus boxers. Mi cara se calienta cuando veo su cuerpo cerca del agua.

Javier: No voy a entrar solo.

Patricia: ¿estarías demasiado solo si digo que no?

Javier responde tentándome con una mirada que me derrite.

Javier: Claro. Y No voy a permitir ver tus pezones endurecerse bajo la cascada. Gotas de agua que caen por tu cuerpo esperando ser lamidas... No me negarías eso, ¿o sí?

Me quito la ropa y me dirijo hacia el agua. Está extraordinariamente genial y refrescante. Javier brilla en el agua. Pequeñas gotas marcan su amplio pecho conforme se sumerge hasta la cintura. Mientras me acerco, me salpica.

Patricia: ¡Oye!

Javier: vamos, Patricia. No puedes dejar que me salga con la mía.

Corro hacia él y lo empujo lo suficiente para que se caiga al agua. Lo hundo presionando su cabeza. Javier se ríe y me alcanza, cogiéndome de la cintura.

Javier: ¡Te tengo!

El movimiento nos empuja a ambos debajo de la cascada. Javier me mantiene cerca, su corazón palpita en el pecho. Ese sonido y el correr del agua es todo lo que escucho.

Javier: Por dios eres hermosa.

El susurro de Javier rompe el silencio. Se acerca y limpia una gota de mi rostro.

Javier: Aun sin mis gafas, puedo ver lo asombrosa que eres.

Se acerca, sus labios están a centímetros de mí. Yo me acerco más a él haciendo que nuestros labios se junten en un beso que dura unos minutos. Sus ojos bajan a mis pechos desnudos.

Javier: Perfectos, justo como los imaginé.

Baja su cabeza y lame una gota de agua de mi pecho. Javier suelta un suspiro mientras mis dedos se cierran sobre su polla. Se mueve en mi mano.

Javier: Te deseo, Patricia. Quiero sentir tu vagina caliente cerrándose sobre mí. Justo aquí debajo de esta cascada.

Patricia: Follame.

Javier: Oh, tranquila voy a hacerlo.

Sus manos bajan hacia mis muslos. Frota mi clítoris, estoy caliente a pesar de la frescura del agua. Su pene es un tubo de acero contra mi muslo.

Javier: Necesito estar dentro de ti.

Su voz es un gruñido en mi oreja. Javier me levanta, impulsándome a poner mis piernas alrededor de su cintura. Coge mis nalgas, manteniendo mi cuerpo suspendido en el aire mientras su pene me atraviesa.

Javier: Joder, que mojada estas.

Me penetra con una velocidad despiadada, cada embestida me hace que me apriete contra el más fuerte. Golpea mi punto G una y otra vez, haciendo que muerda mi labio y entierre mis uñas en su espalda solo para mantenerme presente.

Javier: Estas cerca, sé que lo estas. Déjate ir, Patricia.

Me corro muy fuerte, cruzando mis tobillos en la espalda de Javier mientras exprimo cada gota de placer.

Javier: ¡¡Patricia!!

Javier gime mi nombre como una palabra sagrada. Se corre igual de intensos momentos después. Tras terminar, los dos nos dirigimos al bosque por el camino.

Patricia: ¿Qué le vamos a decir a mis padres sobre quedarnos fuera toda la noche? No podemos decirles que nos colamos en el instituto y que nos quedamos dormidos.

Javier: Oh, Dios. Me van a disparar, ¿verdad?

Patricia: Quizá.

Le guiño y se ríe.

Patricia: No te preocupes, papá solo una su escopeta para disparar a los roedores del jardín.

Javier se ve horrorizado por un momento antes de normalizar sus facciones.

Javier: Nuestras infancias no podrían ser más diferentes. Vamos a estar muy doloridos trabajando hoy.

Patricia: A mí ya me están empezando a doler los pies.

Javier: ¿Quieres que te lleve?

sonríe y se pone en cuclillas.

Javier: Vamos. déjame ayudarte.

Patricia: ¿Estás seguro?

Javier: Absolutamente. ¿Cuándo voy a tener oportunidad de mostrar estos grandes y fuertes músculos?

Patricia: No, gracias.

Javier: ¿estas segura?

Patricia: Necesitas descansar tú también.

Javier: vale, pero házmelo saber si cambias de opinión.

Comienzo a caminar de nuevo.

Patricia: No puedo creer que tú, de todas las personas, te hayas quedado dormido. Eres tan puntual.

Javier: ¿Lo notaste?

Patricia: Llevas el tiempo de tus clases minuto a minuto.

Javier: Bueno, es difícil preocuparme por el tiempo cuando te tengo en mis brazos, y todo lo que puedo hacer es pensar en cómo hueles y te sientes junto a mí. No puedo esperar para tener tu olor en mi cama y en mis sábanas. ¿hay una posibilidad de que tu padre me pida que nos casemos para proteger tu honor?

Miro su rostro. Sus ojos se arrugan en las orillas.

Patricia: ¿Cuántas personas de 20 años conoces que estén listas para casarse?

Me detengo.

Patricia: Espera. Ya no tengo 20 años. Hoy es mi cumpleaños.

Javier frunce el ceño.

Javier: No. No me digas eso. No tengo un regalo.

Patricia: Pasar tiempo contigo es un regalo.

Se inclina y me besa los labios.

Javier: Eso es dulce, pero quiero darte un regalo real. Te mereces algo especial.

Patricia: Tengo todo lo que necesito, en serio. De hecho, sé que te quiero a ti.

Javier: ¿Qué es?

Patricia: Olvídalo. Era una idea cursi.

Javier: Quiero escucharla.

Patricia: Quizá después.

Cuando la casa se empieza a ver, ambos caminamos más lento al mismo tiempo.

Patricia: ¿qué demonios?

Miro a Dani en la ventana. Se ve alterado y mis padres están caminando e intercambian miradas de preocupación.

Javier: ¿Que está pasando?

Patricia: Parecen malas noticias.

Javier: eso es lo que estaba pensando.

Patricia: Supongo que deberíamos ir a averiguarlo.

Javier: ¿tenemos que hacerlo? Quizá podríamos ir al desván otra vez.

Patricia: Me encantaría, pero no podemos evitar esto para siempre. Además, mis padres podrían estar preocupados.

Javier: Bien dicho.

Mientras vamos hacia la casa, un doloroso nudo se aprieta en mi estómago. Hay una multitud en el salón. Mamá llora en el sillón y papá sostiene un papel en su mano. Dani está apoyado en la pared, haciéndole caras a Javier. Nadie dice nada, pero todos mira a Javier. Aprieta mi mano.

Patricia: ¿Alguien puede decirme lo que está pasando?

Javier da un paso al frente.

Javier: Lamento que les hayamos preocupado. Puedo explicarlo.

Papá: ¿Que parte vas a explicar? El hecho de que eres el profesor de mi hija...o ¿El hecho de que hiciste que la expulsaran de la universidad?

Patricia: ¡¿qué?! ¿Pueden hacer eso?

Papá: Eso parece. Tenemos una carta de la universidad.

Patricia: No puede ser. Tiene que ser un error. ¡No pueden expulsarme así sin más!

Dani: No seas tan ingenua, Patricia. Este hombre se está aprovechando de ti.

La cara de Javier se palidece.

Mamá: ¿Como pudiste hacerle esto a ella?

Javier: No sé de qué está hablando. ¿Dónde está esa carta?

Papá me acerca la ara y la cojo, pero estoy muy asustada para leerla.

Papá: Le escribió una carta al decano. ¡Dijo que lo has estado acosando!

Dani: Maldito imbécil.

Miro a Javier.

Patricia: Dime que no es verdad.

Javier: ¡Claro que no es verdad! Es... complicado.

Dani: ¿qué es lo complicado?

Papá: ¿está mintiendo el decano?

Mamá: Quizá es un malentendido.

Echo un vistazo a la carta. Es exactamente lo que dijo papá. Palabras como "perseguir incansablemente" destacan en el papel. Mis rodillas se sienten débiles.

Papá. Tu beca ha sido revocada.

Trago el nudo de mi garganta y me obligo a ser fuerte.

Patricia: ¿Escribiste esta carta, Javier? responde, sin excusas. Solo si o no.

No responde, solo me mira. Se siente como si la Tierra se estuviera partiendo bajo mis pies. Espero, deseando, rezando porque diga que no.

Patricia: Javier, eres un pedazo de mierda.

Javier: Tienes todo el derecho a estar cabreada.

Se siente como si me hubieran apuñalado el corazón.

Javier: La escribí, pero...

Patricia: Lárgate.

Javier: Espera, déjame explicarte.

Las lágrimas se acumulan en mis ojos.

Patricia: Lárgate de mi casa.

Javier: la escribí hace mucho tiempo. Cuando intenté terminar las cosas entre nosotros. Solo consideré enviarla...

Patricia: ¿Y crees que eso me va a hacer sentir mejor?

Javier: Decidí no hacerlo, pero la dejé entre mis cosas por accidente. Y luego el profesor Sánchez debió haberla encontrado. Todo se arruinó, pero tienes que creerme, Patricia. No habría seguido con eso.

Patricia: NO tengo que creerte. De hecho, no tengo que volver a verte. Quiero que te vayas, coge un taxi y vete de mi casa.

Javier: Hablaremos después, ¿sí?, esto no puede terminar así.

Aprieto los dientes y lo miro. Se le ve derrotado mientras sale de la casa. Le veo entrar en un taxi, momentos después se aleja. Colapso en el sillón. Las lágrimas de mis ojos caen haca la almohada. Todo se derrumba sobre mí. No solo he perdido a Javier, si no que ni siquiera puedo regresar a Barcelona. También he perdido a mis amigas y esta reputación me seguirá a donde va.

Patricia: Podéis iros. Voy a sentarme aquí un rato.

Mamá: Vale cariño, todo lo que necesites. Voy a hacerte un poco de chocolate, eso te hará sentir mejor.

Patricia: Gracias, mamá.

Por la noche recibo un mensaje de Javier en mis redes sociales.

Javier: Lamento mucho lo que ha sucedido. Lo arreglaré, aunque sea lo último que haga. Por favor solo Háblame.

Pienso un momento, mientras mi pulgar se sostiene sobre el botón de bloquear. La carta está sobre la mesilla, lanzando flechas de dolor a mi pecho. Las lágrimas se derraman por mis ojos mientras miro su mensaje, ahora borroso. Presiono el botón de bloquear.

Unos días después en el aeropuerto, pienso en mi miserable situación mientras espero mi vuelo de regreso a Barcelona. Aunque yo no quería volver a Barcelona, Carol y María me hicieron volver. El altavoz llama para mi vuelo, así que apago mi teléfono y me preparo para abordar. sintiéndome más determinada que nunca, trazo un plan mental para mañana.

Pronto llega el día siguiente. Después de dar un respiro hondo para calmar mis nervios, entro en la oficina del decano.

Decano: Buenas tardes, ¿puedo ayudarla?

Patricia: Mi nombre es Patricia Jimeno y estoy aquí para hablar con usted.

Decano: Ah, sí. Debes de ser la mujer de la que se habla en la carta.

Patricia: Si, pero no es como suena. Yo no lo acosé. No estoy segura de por qué escribió eso, pero no es cierto.

Decano: ¿Entonces el mintió?

Patricia: Yo... no sé. Pero lo que sé es que nunca haría algo sin el consentimiento de la otra persona. Creo que reaccionó de forma equivocada a sus sentimientos por mí. Tiene un pasado difícil y estaba tratando de proteger su trabajo.

El decano no responde, pero me mira con cuidado.

Patricia: Soy una buena estudiante. Me encanta estar aquí. Dejaré la clase del profesor Blanco. Solo déjeme quedarme.

Decano: Bueno, aprecio su franqueza, señorita Jimeno, pero no hay nada que puedo hacer. Tenemos reglas muy estrictas con respecto a este tipo de cosas. Y si lo que dice es verdad, el profesor Blanco tiene la culpa también. Tendrá que haber una investigación al respecto.

Patricia: ¿que quiere decir?

Decano: Debimos haber mirado su caso son mayor atención. No puedo cambiar su situación, pero el profesor Blanco podría ser responsable. Tenía la impresión de que era algo unilateral, pero si fue mutuo, eso es un tema distinto.

Evito el contacto visual y luego el decano escribe algo en su bloc de notas del escritorio. Antes de que pueda decir algo, la puerta se abre y alguien entra. Me doy la vuelta y Javier está ahí, se ve estresado. Su cara está roja y tiene los puños.

Javier: Decano, yo...

Se congela cuando me ve.

Javier: Patricia. ¿Qué estás haciendo aquí?

Patricia: Recuperando mi lugar en la universidad. No dejaré que arruines mi carrera.

Javier: No lo quiero arruinar. Créeme. Estoy aquí para luchar por tu sueño también.

Patricia: Ya has hechos suficiente.

Javier mira al decano

Javier: Nunca quise que viera esa carta. La escribí en un arrebato. Fue... un momento de debilidad para mí. Y el más grande arrepentimiento de mi vida. La guardé con mis cosas. Mi profesor sustituto debió encontrarla y pensó que la quería entregar.

Decano: ¿Pero la escribiste?

Javier: Si, pero nada de eso es verdad. Estaba tratando de proteger mi trabajo, pero no puedo culpar a Patricia por mis acciones. Tengo sentimientos por ella. No es su culpa. Es una buena estudiante y serán afortunados de tenerla en esta universidad.

Patricia: Javier, este no es el momento.

Javier: Tenía que decirlo. Pero es una conversación para después, en algún lugar privado.

El decano sacude su cabeza.

Decano: Conoces las reglas, Javier.

Javier: Si, y por eso renuncio. Empezando hoy. Ya no soy profesor aquí, así que no puede penalizar a la señorita Jimeno. Déjela volver a la universidad.

El decano nos mira una y otra vez.

Decano: ¿Como se siente con esta declaración, señorita Jimeno?

Atónita, miro por un largo momento antes de responder.

Patricia: Javier, piénsalo, por favor.

Javier: Lo hice, Y té elijo sobre el trabajo.

Patricia: Me da pena que vaya a dejar la universidad y su trabajo, pero es su decisión.

Javier: ¿Qué hay de Patricia? Esto es sobre ella. Necesitamos una respuesta.

El decano suspira y puedo sentir que está cediendo.

Decano: Está bien. Supongo que la Señorita Jimeno puede volver.

Una gran sonrisa se dibuja en mi rostro.

Javier: ¿Y su beca?

Decano: Haré unas llamadas.

Patricia: Muchas gracias, decano.

Javier: ¿Podemos salir un momento?

Con una mirada desconcertada, lo sigo al pasillo. Javier me levanta en un abrazo e instintivamente lo rodeo con mis brazos.

Javier: Te echaba de menos.

Su esencia me golpea, familiar y reconfortable, y sus brazos fuertes alrededor de mi me hacen derretirme. No esperaba un golpe de calor en mi pecho por estar en sus brazos. Me echo hacia atrás y lo miro a los ojos. De repente hace mucho calor y Javier está muy cerca. Me alejo, sonrojada.

Patricia: Debería ir a darle las gracias al decano, otra vez.

Javier: Aquí estaré.

Entro en el despacho del decano.

Patricia: Gracias decano por hacer lo correcto. Se lo haré saber a mis padres.

Decano: enviaré una carta oficial.

Patricia: Déjeme saber si necesita algo de mí. Gracias de nuevo.

Decano: Hay otra cosa. Trata de no pasar mucho tiempo debajo del escritorio de tu profesor. El suelo está duro para estar de rodillas.

Patricia: ¿Lo sabía?

Decano: No, pero acaba de confirmar mis sospechas.

Patricia: Yo...

Decano: No se preocupe, señorita Jimeno. Pasé suficiente tiempo debajo del escritorio de mi profesora favorita en la universidad. Ah, eso de ser joven y enamorarse de nuevo. Vas por buen camino para volverte decana, si es que eliges una carrera en educación. Eso es todo, puedes irte.

Salgo impactada de la oficina por lo que me acaba decir el decano. Camino de vuelta al pasillo y Javier está ahí, justo como dijo. Apunta hacia una clase vacía cruzando el pasillo.

Javier: ¿podemos hablar un momento?

Patricia: Claro.

Ignoro el dolor en mi pecho al verlo y lo sigo.

Javier: escribí esa carta hace meses, antes de que mis sentimientos por ti.

Doy un respiro, calmando mis nervios.

Patricia: ¿Que va a pasar ahora?

Javier: Espero que me perdones.

Patricia. No va a ser fácil. yo aún no sé cómo sentirme después de todo.

Javier: Lo sé.

Patricia: El simple hecho de que escribieras esa carta es...

Javier: Inaceptable, créeme lo sé.

Patricia: ¿Cuándo la escribiste?

Javier: La noche que me llamó mi madre. Ese día no estaba en mi mejor momento.

Sacudo mi cabeza.

Patricia: Fue algo grande. No puedo... solo superarlo.

Asiente triste. Nos miramos por un largo e incómodo momento. Lucho contra la necesidad de consolarle.

Javier: ¿hay algo que pueda hacer?

Patricia: No puedo hacer esto ahora. Yo... me tengo que ir.

Camino hacia el pasillo, pero la voz de Javier me evita avanzar más. Me doy la vuelta y lo veo parado detrás de mí.

Javier: Te veré pronto, Patricia. Esto no se ha acabado. Verás porque no deberías subestimarme. Voy a tenerte de vuelta.

Todos los pensamientos de mis planes se desaparecen. En este momento, solo estoy con él.

Patricia: ¿cómo me vas a recuperar?

Javier: Ya pensaré en algo. No te dejaré ir tan fácil. eres la mujer con la quiero compartir mi vida.

Javier da un paso hacia mí.

Javier: Y justo ahora, todo lo que puedo pensar es cuanto te quiero en mis brazos. Como quiero que arañes mi espalda, me escupas y grites hasta que te sientas bien de nuevo.

Patricia: Eso suena bien para mí.

Javier: Perfecto.

Javier toma mi cara en sus manos.

Javier: He estado dos días esperándote. Fue peor que cualquier cosa que haya sentido la primera vez que me di cuenta de que eras mi estudiante. No te puedo sacra de mi cabeza, Patricia.

Me lleva hacia la clase más cercana. Sus brazos se cierran sobre mí en un asfixiante abrazo. Quita el cabello mi cara y pone su boca contra la mía. El beso es ardiente y delicioso.

Javier: Y justo ahora, quiero tocarte, probarte. Quiero que te sientes en mi regazo y montes mi pene. Y poner tus tetas justo en mi cara, para que pueda succionar tus pezones. Necesito sentirte, Patricia.

El enfado y la excitación me atraviesan.

Patricia: ¿cómo te atreves, Javier? Estoy tan enfadad contigo y estas aquí, haciéndome pensar lo bien que te sentirás estando dentro de mí. Eres imbécil. Solo... ¡Eres imbécil!

Empujo a Javier hacia una silla cercana. Me coge de la cintura y me atare hacia su regazo. Nos desnudamos en tiempo récord. Atrapa mis caderas y me acerca el. Cojo los testículos de Javier y los aprieto. Aulla y luego gime de placer y dolor. Azoto mi boca contra la suya en un beso que duele. Mi mano se cierra alrededor de su pene.

Javier: Eso es, tócame. Voy a enterrar mi pene dentro de ti y voy a mirar como tu vagina se traga cada centímetro. Porque, aunque esta enfadada conmigo, tú duce y hambrienta vagina sabe exactamente lo que quiere.

Patricia: A veces te odio.

A pesar de mis palabras, arqueo mis caderas y me muevo contra su pene, mirándolo retorcerse contra mi piel.

Javier: Espera me acabo de dar cuenta de que no tengo un condón.

Patricia: No me importa. Quiero que me folles tan duro que no me pueda sentar en dos semanas.

Javier: No me amenaces con un buen momento. Quiero correrme dentro de tu y ver como mi semen se escurre de tu vagina.

Coge mis caderas y desliza su pene dentro de mí. Lo cabalgo duro, dejando que cada centímetro del él se hunda en mí una y otra vez. Empujo mis tetas hacia su cara. Su boca se cierra sobre su pezón, succionado fuerte. Cada embestida golpea mi punto G. La fricción envía olas de placer a través de mí. Siento como su pene palpita dentro de mí.

Javier: Estoy tan cerca, Patricia. Déjame correrme dentro de ti. déjame sentirte apretando cada centímetro de mí.

Patricia: Hazlo.

Susurro contra sus labios. Sus dedos se enredan en mi pelo, jalándolo hacia atrás de manera que sus dientes puedan hundirse en mi cuello. Mordisquea mi piel hasta que me arde. Su pene entra una y otra vez en mí.

Javier: Córrete para mi primero. Ahora.

Dejo que el pene de Javier se hunda dentro de mí. Una felicidad orgásmica me atraviesa. Javier derrama su semilla dentro de mí, tanto que escurre. Todo el camino hasta sus testículos. Mis mejillas se sonrojan cuando cae en la silla.

Javier: No recuerdo haberme corrido tanto en mi vida.

sonríe mientras más semen escapa de mi interior.

Javier: Mira lo que sacas de mí, Patricia. Nunca voy a poder sacar tu imagen de mi cabeza.

Pasa su dedo por un rastro de fluido cremoso. Toca mi pecho.

Patricia: Javier, parece que tienes algo planeado.

Javier: Si. Voy a escribir mi nombre en tus tetas con mi corrida. De forma que nunca olvides que me perteneces. Justo como te pertenezco. Incluso después de que te limpie recordarás mi calor en tu piel.

La mano de Javier se acerca.

Javier: Voy a marcarte. Tal como tú me marcaste. En mi mente, mi pene y mi corazón.

Patricia: déjalo, es suficiente por ahora.

Javier: Está bien.

Mientras nos vestimos, me lanza una sonrisa.

Javier: Termina de vestirte, Patricia. Porque acabo de descubrir lo que tengo que hacer. Y te vas a enamorar de mí de nuevo.