Seduciendo a mi joven vecino

Un matrimonio caido en la rutina y la aparición de un hombre joven cambiaron mi vida.

Soy una señora de 42 años, no les voy a mentir diciéndoles que soy divorciada o viuda, soy casada y con hijos, aprovechando que es de madrugada, todos duermen en mi casa y yo tengo insomnio estoy tratando de poner en orden mis pensamientos, escribiendo, recordando con detalle como fue que tuve relaciones con otro hombre, situación que  ocurrió apenas hace unos cuantos días y honestamente estoy muy ilusionada pues el Domingo próximo se repetirá de nuevo.

Una compañera del trabajo, sí, una compañera,  me comentó de éstas páginas, al entrar y leer que no soy la única me animo a compartirles esta experiencia real de mi vida, tal vez para aligerar y desahogar un poco los remordimientos que de repente se me presentan.

No sé cuales sean las razones del resto de las mujeres para cometer una infidelidad, sólo puedo decir que en mi caso fueron la monotonía, el aburrimiento, el hecho de que con mi esposo las relaciones íntimas de un tiempo a la fecha sean nulas en exceso y la aparición en mi vida de un hombre más joven que yo, sin que esto sea una justificación de mi parte, palabras mas, palabras menos, permítanme comenzar.

Bueno, creo que no soy tan fea, voy a clases de zumba y generalmente me visto y me arreglo bien, de repente los fines de semana uso una falda corta de mezclilla (regalo de cumpleaños de mi marido) y no me veo tan mal, tengo una sola amiga en mi cuadra que vive más adelante, ya casi llegando a la esquina, es una señora más o menos de mi edad y cuyo hijo es amigo de mi hijo el mayorcito, a veces cuando nuestros respectivos deberes lo permiten paso con ella la tarde y de repente nos llegaba a acompañar su retoño, un chico que a pesar de ser un jovencito resultó ser todo un caballero, muy atento y educado aunque honestamente varias veces lo sorprendí viéndome el trasero muy insistentemente, claro que no me incomodaban sus miradas, es más, hasta me llegó a gustar.

El día que sucedieron las cosas mi marido y mis hijos estaban, como siempre, embobados viendo fútbol y demás programas por cable y de por sí que no me hacen caso, viendo ese deporte que yo detesto y sus series, menos, se pasan todo el día ahí sentadotes y eso me molesta muchísimo, por lo que decidí salir a hacer unas compras al Walmart y distraerme un poco sabiendo que tenía muchas horas por delante.

Me puse la mini de mezclilla, playera tipo polo, una ligera sudadera abierta con gorro y sandalias para estar cómoda, caminé hacia la esquina para tomar un taxi y me encontré con el amigo de mi hijo que precisamente iba a buscarlo para que lo acompañara al mercado, pues su madre se había ido de guardia al hospital donde trabaja y le había encargado comprar algunos víveres para comer, según me dijo,  a lo que le respondí que lo más seguro era que mi hijo no lo acompañaría por estar viendo sus partidos y sin pensarlo le comenté que yo iba por mis compras y que si quería yo le podía traer lo que le habían encargado.

Él se quedó callado y solo me miró de arriba a abajo

! Guau! No había notado lo bien que se ve, señora- dijo mientras recorría con sus ojos de nueva cuenta mi figura.

Esa expresión de momento me incomodó un poco, el caballerito que conocí ya se estaba descarando, muy propia le informé que ya tenía que irme y qué si iba a querer que le comprara sus cosas o no, a lo que me sorprendió al ofrecerse muy efusivo a acompañarme, no me agradó mucho la idea pero me lo dijo con ese aire de pícaro y simpático que últimamente lo caracterizaba que finalmente acepté y nos fuimos, pensé que de cualquier forma no me caería mal ir acompañada.

Desde que íbamos a subir al taxi su actitud de nuevo caballerosa me agradó mucho, me abrió la puerta para que subiera, pero caí en la cuenta de que realmente lo que quería era verme las piernas y algo más, a pesar de ser un jovencito un extraño cosquilleo subió por mi cuerpo, me causó cierto placer su forma a la vez tan atrevida y decente de ser, y como hacía tiempo que nadie tenía esas atenciones conmigo me agradó el detalle, además me excitó la forma tan descarada y cachonda de verme las piernas.

En el trayecto tuvimos una conversación muy agradable pero no perdía la oportunidad de seguirme observando las piernas y yo coqueta las cruzaba una y otra vez fingiendo no darme cuenta de nada, al bajar sucedió lo mismo, me pidió esperar a que me abriera la puerta, muy correcto me ofreció la mano para salir y yo bien linda abrí un poco más las piernas al bajar para que tuviera una mejor visión inclusive de mi ropa interior, emocionada le di la oportunidad de mirar por unos breves instantes hasta donde la vista le alcanzara. Me consta que a los jóvenes les encanta vernos los calzones cada vez que pueden.

Me contagio su juventud y alegría y con gran entusiasmo hicimos las compras, él no perdía oportunidad para decirme algo agradable, me halagaba a cada instante y eso me satisfacía mucho, inclusive no perdió la oportunidad de rozar mis nalgas aparentando ser algo totalmente accidental y de loca yo misma en alguna ocasión le acerqué mis glúteos a su entrepierna para corresponderle. Mi falta de sexo me impulsaba a dejarme llevar por las calenturas de mi vecino, aún así y con toda razón me sentía extraña pues a pesar de sentirme bien con su compañía no dejaba de incomodarme el estarme excitando con un joven que pudiera ser mi hijo, no estaba nada bien que a mi edad me comportara como una zorra, la voz de mi conciencia me recordaba a mi esposo, en un momento de lucidez le pedí que se contuviera un poco pues alguien nos podría ver y escandalizarse.

Al llegar en el  taxi en que regresamos nos detuvimos frente a su casa, no me iba a arriesgar a que mi esposo o mis hijos me vieran llegando con el chamaco ese, igual que al principio me abrió la puerta para salir, conociendo sus intenciones y con ese delicioso cosquilleo de nuevo recorriéndome de punta a punta con todo descaro abrí de par en par las piernas, con un movimiento bien planeado la falda subió lo suficiente, permanecí así sin cerrar la piernas por un momento un poco más largo en lo que le pasaba las bolsas con las compras, con la plena convicción de que mi amiguito estaba viéndome las pantaletas en todo su esplendor, lo miré a los ojos y le lancé una sensual sonrisa de aprobación, de lo emocionada que estaba no me percaté que de repente cambió su carita de felicidad por un gesto de enojo, indicándome que el chofer volteaba su cabeza y con mirada lasciva devoraba mis muslos por lo que decidí descender finalmente del vehículo.

¡Pero que descarado eres! ¿Qué tanto me veías? -le dije aparentando seriedad -

¿Y al taxista porqué no le dijo nada?  Yo pensé que nada más me estaba enseñando a mi, pero hasta él le vio todo y la verdad eso me molestó mucho -me lo dijo evidentemente enfadado-

¿Sería posible? ¿El muchacho se había puesto celoso?

No te enojes, nada más quería que solo tu me vieras, la verdad ni cuenta me di que el taxista estaba de baboso – le respondí dulcemente -

Me le quedé viendo muy coqueta hasta que una sonrisa de complicidad se dibujó en su rostro, me invitó a pasar a su casa, quise negarme pero esa sonrisa entre tierna y maliciosa fue más fuerte que mi conciencia.

Un impulso desconocido, esa sensación de lo prohibido me llevó a aceptar su invitación, en el fondo yo presentía o sabía que existían muchas probabilidades de que el muchacho estuviera solo, conocía de antemano donde estaba su madre, su padre es un ingeniero que trabaja mucho con equipos, programas de cómputo, etc.  y seguido anda en cursos de capacitación y actualización, sólo me faltaba ver donde andaba su hermano.

La casa es amplia y cuenta con jardín, al entrar a la sala verifiqué que para mi fortuna su hermano jugaba como poseído con su xbox encerrado en su recamara, noté que mi vecinito tenía una tremenda erección que se marcaba a través de su pantalón. Eso terminó de calentarme, decidí entonces ser mas atrevida para ver que pasaba, para ver hasta donde sería yo capaz de llegar.

! Pero que linda se ve! -Dijo él con entusiasmo-

Lo vi fijamente a los ojos y me dijo:

¡Perdóneme señora, pero es que tiene unas piernas muy lindas!

Eres un chamaco muy atrevido -le contesté-

Su atrevimiento me encantaba, en ese momento dejé de verlo como un jovencito y lo vi como un hombre caliente y aventado que me tenia excitadísima, su forma respetuosa pero a la vez tan cínica de llamarme señora y de no tutearme me enervaba.

Ojalá yo tuviera una novia como usted que me...

¡Oye! Le interrumpí aparentando cierto enojo  - ¡Compórtate! ¿No ves

que puedo ser tu madre?-

Pero no lo es -me dijo casi con gusto-

¡No seas descarado! ¡Soy una mujer casada! -le dije-

Perdóneme.... ¡Es que se ve muy bien, señora!

Sabiéndome dueña de la situación me acerqué pegando mis senos en su pecho y le pregunté al oído para acrecentar su deseo:

¿Te gustó lo que viste en el taxi?

Ssi, me gustó mucho – respondió visiblemente nervioso pero excitado a la vez-

Y... ¿Te gustaría ver un poco más? ¿Más de lo que el viejo del taxi pudo ver?

¿Ccomo dice? –Respondió con balbuceos-

¿Te gustaría verme... completamente... los calzones?...

Bueno, si, sí, me gustaría  – respondió con frases entrecortadas por la emoción –

Con la adrenalina al tope de pensar que su hermano nos fuera a descubrir pero muy sonriente me despojé de la sudadera y guiñándole el ojo subí con las manos la falda corta hasta mi ombligo mostrándole totalmente mi prenda interior y los ojos se le salieron del gusto, luego giré de espaldas a él para que viera lo bien que se ajustaban las  pantaletas en mis asentaderas, contoneándome provocativamente.

¡Estaba seduciendo a ese joven!

Unos cuantos segundos fueron suficientes. Acomodé mis ropas.

Mi provocación dio resultado, se acercó y sin avisar se dirigió hacia mis piernas y las acarició ávidamente, su audacia me fascinó y terminó por vencerme, queriéndome hacer la difícil le dije:

! Oye! ¡Estate en paz! ¡Tu hermano nos puede ver!

Pero contrariamente a lo que le pedía subió sus manos metiéndolas por debajo de mi falda y tocó mis nalgas por encima de mis ya muy conocidas pantaletas, apretándolas y pellizcándolas muy rico, diría yo que con desesperación, acercando su cuerpo al mío y haciéndome sentir su endurecida virilidad, con esa acción hizo que lo poco que pudiera quedar de mi moral se desvaneciera, la mujer casada se fue al carajo ¡Fue la gota que derramó el vaso!

Lo dejé hacer un momento.

Comenzaba a meterme mano por debajo del calzón cuando lo aparté de mí, creo que pensó que me había enojado porque me dijo:

¡Perdóneme, pero es que no me pude contener!

¡Desde que íbamos en el taxi quería acariciarle las piernas!

¡Y también mi trasero! ¿Verdad? - le dije con una sonrisa de complicidad

y aprobación-

Pues sí, también su trasero – me respondió con todo cinismo-

De verdad usted es la mujer más bonita que he conocido

Me lo decía con una carita de sufrido y pícaro que me encantaba

Haciéndome la tonta le dije:

¡Eres un mentiroso!

No, ¡de verdad!

Y volviendo a hacer gala de su cinismo me dijo:

Mire como estoy, y con la mano señaló su pene por sobre el

pantalón, mostrándome que lo tenia súper parado.

Yo estaba tan deseosa que los ojos se me salieron con esa erección

Me acerqué y le dije con voz infantil:

¡Eres un chamaco travieso!

¡Mira que enseñarme eso! Y le acaricie su miembro por encima del

pantalón, se dejo hacer y para pronto bajó el cierre para permitirme sacarlo.

¡Aquí no! ¡Tu hermano puede salir en cualquier momento! – le dije-

Su primera opción fue encerrarnos en el estudio donde su padre archiva cosas del trabajo. Por supuesto le dije que ahí no, si iba a andar de facilota cuando menos quería estar cómoda.

Entonces sigilosamente de la mano me condujo hacia su habitación.

Estaba tan excitada con esa rara situación de prohibido y de nervios de que llegara alguien que las manos me temblaban al tratar de sacarle el pene por el cierre del pantalón, por fin logré hacerlo y empecé a masturbarlo muy rico, él nada más ahogaba sus pujiditos de placer, cuando de repente me paró en seco.

Espere, espere –me dijo-

Pensé que ahora era él quien se había molestado o que me iba a pedir que parara y me fuera, para mi suerte no fue así, se dirigió a cerrar con pasador la puerta de su recamara, afortunadamente recordó hacerlo.

Luego tomé la iniciativa, tenía que actuar con rapidez si es que no queríamos ser descubiertos por sus padres y si es que quería averiguar hasta donde llegaría ese hombrecito.

¡Quítate la ropa! Le ordené con voz sugestiva, obedeció de inmediato, pero a pesar de mi calentura y de todo lo que ya le había mostrado el mínimo de pudor que aún me quedaba hizo que me volteara de espaldas a él para desnudarme por completo, no me resultaba tan sencillo quitarme toda la ropa frente a un hombre que no era precisamente con el que me había casado, empecé por la polo, terminaba de quitarme la falda cuando sorpresivamente de atrás aparecieron unas manitas inquietas que sujetaron mis pantaletas por los bordes y de un tirón las bajaron por mis piernas, levanté un pie y luego el otro para que terminara de sacármelas, ni siquiera supe donde quedaron botadas.

Se detuvo en mis nalguitas, comenzó a besarlas, mordisquearlas y lamerlas con exquisita pasión, corrientes de electricidad recorrían mi cuerpo, doblegando mi voluntad ¡Ahora era yo la seducida!

Muy cooperadora y ya despojada de cualquier inhibición me incliné hacia delante apoyándome con las manos sobre la cama, parando mis glúteos para facilitarle su trabajo lo mejor que se pudiera, con ambas manos abrió mis posaderas para explorar esa región, una traviesa viborita húmeda y suave (su lengua) me daba algunos piquetitos ahí dentro, para mí era totalmente nueva esa sensual caricia que me ponía como loca, jadeando de placer. Mi esposo nunca se había tomado la molestia de hacerme todo lo que este mocoso me hacía.

Se puso de pie rodeando con sus brazos mi cintura, la viborita se había ido y ahora era el turno de arrimarme y colocarme en medio  de mi retaguardia un animalón gordo, no tan grande de tamaño pero extremadamente tieso que se abría paso y hurgaba en medio de mis cachetes, empujándolo hacia adelante con movimientos firmes, frotándolo una y otra vez, erizándome la piel, presa de singular deleite paraba la cola lo más que podía, él no alcanzaba a penetrarme por atrás, sólo rozaba su durísimo pene como si le estuvieran dando ataques epilépticos pero con eso tenía yo para seguir gimiendo del gusto.

Las fricciones continuas de ese miembro me hicieron emitir un gritito de placer, creo que puse los ojos en blanco

¡Aaahhhhh!

¡Le falta quitarse su brasier! –Jadeante me dijo al oído sin dejar de empujarme su cosa esa, sacándome de mi trance-

¡Espere! ¡Yo le ayudo! - Con una voz ronca de lo excitado que estaba me lo dijo-

Yo muy obediente lo dejé maniobrar. Haciendo una breve pausa desabrochó y quitó mi sostén dándome besitos en la espalda.

Acto seguido me hizo ponerme frente a él y ya con mis senos totalmente libres los besó y succionó de tal forma que hizo que mi cuerpo se contrajera de placer. Con leves mordiscos mis pezones reaccionaban endureciéndose tanto que parecía que estallarían, haciéndome vibrar hasta el delirio. No recordaba cuanto hacía que los tuve tan erguidos.

Me sorprendió que a pesar de su edad supiera mucho de esto, ignoro si ya antes había tenido relaciones sexuales, supongo que sí, de lo que estaba completamente  segura es que jamás había tenido a una mujer madura y sexy como yo.

Se colocó de rodillas y metió su lengua en mi parte íntima, abriéndose paso entre mis pliegues,  alternándola con un dedito, dándome un delicioso masaje, ¡Me transportó al paraíso! Sentía como se humedecía y escurría cada vez más y más  mi  vagina ¡Eso era saber complacer a una mujer!

¡Estaba yo en el cielo!

Tuve que detenerlo un poco, no quería irme de ahí sin hacer otras cositas, era mi turno de compensarlo por lo que ahora yo me acomodé de rodillas abriendo mi boca, dispuesta a chupar su miembro que apuntaba al techo debido a la tremenda erección, haciéndolo  con todas mis ganas, succionando como toda una experta, acariciando también sus testículos y eso que por culpa de mi esposo no era muy aficionada al sexo oral ¡Cuantas veces detesté que a las tres chupaditas ya se había vaciado en mi boca! ¡Que desagradable! Pero en este caso estaba tan excitada que me supo delicioso su juvenil miembro, sus quejidos de placer me ponían a mil, sus manos sujetaban firmemente mi cabeza pero aún no le iba a permitir que eyaculara ¡Yo quería más! Como pude me puse en pie.

Esos juegos eróticos previos al coito me tenían súper excitada y fascinada, mi marido solo iba a lo que iba y listo ¡Que tonta había sido!

Su hermoso pene se mostraba ante mis ojos en todo su esplendor, yo estaba totalmente embelezada, fuera de control, iba a entregarle mi cuerpo a mi amiguito y no había marcha atrás, jamás pensé que algún día me iba a comportar como toda una golfa, una callejera, y lo peor del caso es que lo estaba disfrutando, decidida a llegar hasta lo último me acosté sobre su cama y mi joven amante entendió el mensaje, sin decir nada se puso encima de mí abriendo mis piernas y con un poco de dificultad por fin me penetró ¡Que tremendo placer tener nuevamente un órgano masculino dentro!

Me proporcionó un gusto que hacía mucho no sentía, empezamos un movimiento riquísimo,  yo flexionaba las piernas, rodeaba su espalda con ellas.

.

Lo metía con fuerza, sus embestidas eran poderosas.

¡Aaahhh! ¡Así! ¡Más rápido! ¡Más fuerte! ¡No te detengas por favor! Musitaba yo con voz jadeante, me hacía ver estrellitas.

De repente en lo más rico del mete y saca su pene se salió de mi vulva y yo aproveché para cambiar de posición por otra que me gusta más, presa de una gran satisfacción le pedí que cambiáramos colocándose boca arriba y ahora yo sin decir nada me monté sobre él, acomodé su miembro en mi entrada vaginal y lo metí completamente, mis caderas empezaron a moverse rítmicamente con exquisito delirio, de adelante hacia atrás, de arriba hacia abajo, deliciosamente sin control, era obvio, llevaba mucho tiempo sin hacerlo y esto era la gloria, con los ojos cerrados gozaba cada metida y sacada que le daba, me asombré al notar que estaba bañada en sudor, abrí los ojos y vi su carita entre lujuriosa y extasiada, estaba gozando tanto o más que yo, subía y bajaba con gran velocidad, él no atinaba a saber que tocar, me tocaba las nalgas , los senos, la cintura.

Estaba tan urgida de sexo que con unos cuantos movimientos más mi vagina comenzó a contraerse, un ligero temblor empezó a recorrer mi cuerpo entero subiendo cada vez más de intensidad, comencé a ronronear como gata salvaje.

¡Mmmmhhh! ¡Oouuhhh!

Su pene estaba haciendo maravillas dentro de mi y tuve un orgasmo tan potente que mordí mis labios para ahogar un grito desenfrenado, mi cuerpo se relajó por completo y dejé caer todo mi peso encima de él, inclusive unas cuantas lagrimitas de felicidad brotaron de mis ojos y creo que se percató de ello pero no me dio tregua alguna, su juventud se imponía, estaba decidido a terminar con lo que empezó y cuando yo aún estaba con los últimos espasmos de mi tremendo clímax bruscamente me colocó de nuevo en la posición del misionero y siguió embistiéndome una y otra vez, mis senos oscilaban inquietos al compás de ese vaivén.

El cerebro se me iluminó de repente:

¡Papito, no vayas a venirte dentro de mí! – Ingenuamente se lo pedí con un hilito de voz-

Obviamente fue en vano mi súplica pues con toda la intención aumentó aún más  la fuerza de sus embestidas, yo solo emitía sonidos guturales de lo delicioso que seguía sintiendo ¡No podía hacer más!

¡Ahhggg!  ¡Ahmmm! ¡Ohhh!

Un quejido prolongado me anunció que mi amante terminaba y efectivamente comencé a sentir el palpitar de su pene dentro de mi húmeda vagina, mi joven amigo eyaculaba sin control inundando totalmente mi intimidad con su semen, hacía mucho tiempo que no experimentaba de nuevo esa sensación, su cuerpo se tensó y se aflojó, se dejo caer encima de mí, estábamos agotados y sudorosísimos pero muy contentos, se recostó junto a mí y me abrazó.

¡En verdad quise suponer que su hermano no escuchó ni se enteró de nada!

Descansábamos un momento cuando me dijo con una vocecita apagada que hizo que me derritiera:

¿Por qué  lloró hace rato? ¿La lastimé, señora? ¿Se siente mal? – Preguntaba casi con angustia-

No, papito, todo está bien, son lagrimitas de felicidad, del placer que me diste –le respondí con dulce voz para tranquilizarlo mientras mi pulso se restablecía-

¡Es maravillosa! Desde que la conozco no hacia más que pensar en este momento, aunque la verdad se me hacia imposible- me decía con una gran sonrisa de triunfo en su rostro-

Me halagó mucho y juguetona le di un beso en su boca y otro y otro, el condenado

jugaba habilidosamente con mi lengua pero se hacía tarde para más.

Recuperé la cordura y le dije el consabido:

-Oye- de esto ni una palabra a nadie ¿Entiendes?  ¡Ya me tengo que ir!

Los nervios querían hacerse presentes de nuevo al recordar que su familia podría llegar en cualquier momento, recogí mis ropas del suelo y procedí a vestirme apresuradamente.

Como cualquier chamaco jarioso no fue raro que me pidiera que le regalara de recuerdo los calzones con los que tanto se había deleitado la pupila, me negué rotundamente, no iba a llegar a mi domicilio sin ellos pero le prometí que le daría posteriormente unos más bonitos de los que llevaba puestos en esta ocasión, y así fue.

Días después se presentaría en mi casa con el pretexto de llevarle un juego nuevo a mi hijo y muy discretamente en cuanto pudo por supuesto que me recordó mi promesa.

Yo igual muy discreta cumpliría mi palabra ese mismo día también, con algún pretexto nos encontramos brevemente en la cocina y en sus manos le obsequié una linda y sexy tanga roja de puro encaje, con un pequeñito moño en la parte de adelante, me hizo prometerle que para la siguiente ocasión me la pondría para modelársela, está de más mencionarles que obviamente quería saber como se me veía puesta... Y pues desde ese hermoso día estoy súper dispuesta a hacer válida esa frase que dice: Lo prometido es deuda.

Retomando los hechos, cuando crucé la puerta de esa casa para salir respiré aliviada, afortunadamente no hubo moros en la costa, al despedirme no pude evitar decirle en voz baja:

¿Sabes? Me has hecho muy feliz, pero por favor no vayas a

decir de esto a nadie.

No se preocupe, no diré nada -me contesto-

Y como otras tantas veces,  con su ternura y picardía me dijo igual en voz baja:

¿Me va a  permitir que lo hagamos otra vez? ¿Verdad que si?

¡Por supuesto que sí! - le respondí sin titubear-

Corrí rumbo a casa y aunque había disfrutado mucho de mi aventura de repente los remordimientos querían apoderarse de mí pero en dos segundos los deseché diciéndome a mi misma que mi esposo igual me era infiel, por algo ya no me tocaba, sinceramente experimenté con ese hombrecito un orgasmo tan extenso, tan interminable, creo que nunca había tenido uno así en mi vida sexual ¡Supongo que la situación de probar lo prohibido lo propició!

No daba crédito a lo que había pasado con un ese chico, había tenido una de las sesiones de sexo mas satisfactorias y placenteras de mi vida, me sentía inmensamente satisfecha y muy mujer ¡Tremendamente mujer!

Ahora debía ocuparme de pasar directamente a asearme sin que se diera cuenta mi familia, el aroma a sudor y a sexo era inconfundible, terminando mi baño y ya estando con la cabeza fría y serena un escalofrió me recorrió de solo pensar que el mocoso ese pudiera embarazarme por lo que tendría que ir corriendo a la farmacia a comprarme la píldora anticonceptiva de emergencia, pero esa es otra historia que luego les contaré para que sepan que pasó después…

Estoy completamente segura que no soy la única madura que ha tenido experiencias con hombres más jóvenes, amigas casadas, solteras, divorciadas, como sea, espero me contacten para intercambiar opiniones y ¿por qué no? Hacer una bonita amistad.