Seduciendo a mi enemigo

Dicen que del amor al odio hay un paso pero, ¿y del odio al deseo? el estrecho camino que separa el odio del placer lo recorrerá Ángela, una joven que, haciendo caso a sus impulsos, intentará seducir a una persona que en verdad detesta.

Levanto la vista para ver a través de la parte superior de las gafas. Intentando no meterme en lo que no me importa, no puedo evitar que ciertos compañeros me llamen la atención.

Sentada en su escritorio, mi compañera Eliss casi tiene que solicitar que le quiten a Ben de encima. Un pesado egocéntrico que se cree con capacidad de seducir a cualquier mujer que se le ponga por delante. Piensa que para él nada es imposible. Está tan seguro de si mismo que es repugnante verlo acosar a las mujeres de esta manera tan sucia y exigente.

Intento volver la vista hacía mi trabajo, tengo que entregarle al jefe unos documentos a primera hora de la tarde y aún no llevo ni la mitad. Siento escalofríos cada vez que pienso en él, en como me mira, como me habla, como cada palabra suena a un susurro que me eriza la piel. Debo sacarlo de mi cabeza antes de que me pille de él y pierda mi empleo...empiezo a echar de menos a Alice, la antigua jefa.

Estoy terminando la primera parte del proyecto cuando un boli rebota en mi mesa e inclino los ojos para mirar a su dueño.

-Ben. - Suspiro resignada. - ¿Qué quieres?

-Ángel, ¿Quieres tomar algo esta noche? - Poniendo cara de semental.

-Ángela, Ben. Me llamo Ángela.

-¿Y bien?

-No puedo. Tengo trabajo que hacer y terminaré cansada.

-Me suena a excusa, Ángel.

-Igual es que lo es. - Dejo lo que estaba haciendo y me quito las gafas. - No quiero nada contigo, ni Eliss tampoco, ¿cuándo te darás cuenta?

-No me gusta darme por vencido. - Se pone a mi lado y levanta mi barbilla.-Me gustas mas con las gafas.

-Vaya, me alegro por ti.. - Me pongo las gafas y comienzo a escribir de nuevo en mi ordenador. - Si me disculpas tengo trabajo que hacer para Aaron.

-No voy a darme por vencido, Ángel.

Pienso en todas las maneras posibles que mataría a este fanfarrón de mierda, cada cual más cruel y retorcida que la anterior. Pero lo que mas me cabrea es que el muy cabrón está bueno y no puedo evitar sentir cierta curiosidad.

Dios, necesito café. No pienso con claridad sin mi dosis extra de cafeína. Odio a Ben, le odio con muchas ganas y lo último que haría sería caer y acostarme con él.

Frente a la cafetera estamos yo y Eliss hablando de nuestras cosas de fin de semana. Le conté que conocí a un chico que me interesa pero que en el fondo se que no llegaré a nada con él. Siempre terminan en fracaso todas las relaciones que tengo y empiezo a perder la fe de encontrar algo a corto plazo. Me quedaré soltera rodeada de una manada de gatos que me sacarán de mi soledad, y mi único compañero de cama será el vibrador que tengo en el cajón de la mesita.

Eliss siempre se ríe con mis ocurrencias, pero lo triste del asunto es que lo digo enserio. Hablamos también de Ben, ya se sabe que tomar café en el trabajo es como estar en la peluquería, tiene su hora y media de charla, el cual había intentado meterse en nuestra conversación y había salido escaldado.

Ambas coincidíamos en una cosa, y era que Ben estaba muy bueno. Pero no queríamos terminar siendo dos nombres más en su lista de seducciones exitosas.

Nuestra charla de marujas tenía que llegar a su fin pronto ya el trabajo que me esperaba era abrumador, sin embargo la tentación de estar cotilleando con Eliss me entusiasmaba. Con mucha pena y pesar me tomé el último trago de café y me fui a mi mesa a continuar con mi trabajo.

Sobre la mesa había un papel que antes no estaba. Sin remitente, sin ningún detalle que pudiera desvelar quien era el autor de dicha nota. Pero las palabrerías empleadas en el papel blanco que olía a flores blancas, mis favoritas, me hacían inclinarme por alguien en concreto, o mínimo sospechar.

Suspiré metiendo la nota en el cajón, que aunque era tentadora, no quería dejarme llevar.

Entregué mi trabajo cuando Aaron me llamó para finalizar el plazo, y pese a que estaba un poco nerviosa por si me había olvidado algo, todo salió perfecto. Bueno, casi.

Siempre que le veía sentado tras la mesa de su despacho con ese traje de ejecutivo, su barba recortada y su apariencia de empresario serio y misterioso, una oleada de calor humedecía mis bragas hasta tal punto, que tenía que cerrar las piernas y apretar los muslos buscando algún alivio.

Ese tono de voz que emplea al hablarme, sus penetrantes ojos oscuros observándome de arriba abajo haciéndome sentir débil, indefensa, como si de un conejito asustado se tratase. Dios mio, lo que impone este hombre...¡y es mi jefe! Así no hay quien trabaje tranquila.

Con el calor apoderándose de lo mas profundo de mi ser y de mi cara, la cual no podía estar mas sonrojada al recordar la sonrisa que había empleado Aaron al verme tan nerviosa, salí del despacho. Seguro que se había dado cuenta de que me estaba excitando sólo con verle, ¡Oh no, me quiero morir!. Dejo caer la cabeza sobre mi mesa esperando que ésta me trague de una vez y pueda evitarme humillaciones futuras en el despacho de mi jefe.

Pero no, eso no sucede. Para rematar el día me doy cuenta de que tengo otra nota más y esta vez con una rosa blanca que, aunque quiero rechazar, cojo y me deleito con su aroma.

El muy cabrón sabe como intentar camelarse a las mujeres, pero no voy a caer a ser una perra faldera de él.

Siento tantos sentimientos que lo único que quiero ahora mismo es desquitarme con alguien. Miro mi reloj, satisfecha con la hora cojo la nota, el bolso y me voy a casa. Me pego una ducha rápida, me arreglo un poco y decido salir antes de que me arrepienta y me vuelva para quedarme en el sofá.

Con un vestido de encaje blanco que resalta mi escote, voy dispuesta a olvidarme del estrés acumulado en el trabajo. Pese a no usar tacones diariamente, en esta ocasión escogí mis zapatos favoritos que me hacían 7cm más alta y me los puse, con la suerte de que hacían juego con la ropa que llevaba.

Llegué al lugar estipulado en la nota que acompañó a la rosa en el trabajo y me encontré con Ben. Sabía que era él, por lo que no me llevé ninguna sorpresa. Su cara derrochaba fanfarronería, una de las cosas que mas detestaba en un hombre, sin embargo no esperaba que fuese yo la que marcara los compases en esta melodía que íbamos a crear. Me acerqué a él, insinuante bajo el mas profundo silencio evitando expresar nada en mi cara. Le tendí la mano y él, con una sonrisa triunfadora me la cogió para llevarme dentro del local. Antes de entrar por la puerta estiré de él.

-No. Aquí no.

No opuso resistencia y accedió al cambio de última hora que le ofrecí. Inclinándome un poco hacía él le susurré en el oído que quería ir a un hotel cercano, que solía estar mas bien vacío. Con brillo en los ojos aceptó mi oferta. No quise hablar, no me apetecía mantener una conversación con alguien que detestaba, sin embargo iba a mantener relaciones sexuales. Decir que soy contradictoria o rara sería quedarse muy corta.

Al parecer comprendió mi situación y mantuvo silencio todo el rato. Cuando llegamos al hotel e hicimos la reserva para toda una noche, subimos a nuestra habitación. Nada mas cerrar la puerta me acerqué a él y arrinconándolo contra la pared puse mi boca muy cerca de la suya para susurrarle algo.

"No te soporto, no me caes bien. Sin embargo, quiero follar contigo pero bajo mis condiciones y no bajo tu influencia de conquistador".

Noté el nerviosismo que surgió en él cuando mis palabras salían de mi boca. Tragando saliva asentó con la cabeza dejándome extrañada ante su reacción. Esperaba un mínimo de queja, duda o resistencia, sin embargo accedió sin tener que inmutarme lo más mínimo.

Me separé de él y me subí un poco el vestido sin dejar de mirarle a los ojos, mostrándole mi liguero de encaje blanco que marcaba mis muslos. Me lamí los labios mientras sentía que su autocontrol se desvanecía y que poco a poco iba a caer ante mi. Me sentía como Eva cuando tentó a Adán en el paraíso con la manzana prohibida en su mano. Pronto, Ben, comería de la mía.

Acariciando mis piernas mientras cerraba los ojos, busqué a tientas su mano, la acerqué hasta ami y la coloqué en mi muslo, por el cual subía y bajaba despacio, dejando que sintiese mi piel desnuda y suave.

Enganchando sus manos en el liguero, hizo que me acercara más a él. Cedí una milésima de control a Ben, el que respiraba con dificultad excitado.

Recogí mi pelo y lo eché todo sobre mi hombro dejando parte de mi cuello al descubierto, me puse de espaldas a él y llevé una de sus manos a mi entrepierna y la otra a un pecho. Acerqué mi cuello a su boca invitándole a que me saboreara la piel. Gemí y arqueé la espalda cuando sentí sus manos y su boca marcando mi cuerpo. Podía experimentar como su erección crecía y golpeaba en mi culo. Satisfecha y triunfadora sonreí mientras apartaba sus manos y le miré de frente.

Abriendo su camisa despacio botón a botón, alargaba el momento de tenerle dentro de mi. Pasé mis manos lentamente sobre su pecho, notando el suave tacto contra su piel cubierta de un vello atractivo que le hacía irresistible. Me pregunté fugazmente como alguien a quien detestaba me podía parecer tan terriblemente erótico y sensual ahora mismo.

Llegué a la cintura de su pantalón y deleitándome en su cinturón comencé a desabrocharlo mientras me mordía el labio inferior. Me ponía muchísimo esta maniobra tan simple como era quitar una correa del pantalón. Su erección luchaba por salir y acercándome a él más y poniendo mi boca sobre la suya, sin llegar a rozarla, bajé la cremallera y metí la mano en sus calzoncillos.

Le acaricié el miembro terriblemente despacio, notando como se derretía en mis manos y me sentía una diosa para él. La saqué del pantalón y empecé a masturbarle mientras me acercaba a su oído y le susurraba... "Trátame como a un ángel y yo te haré tocar el cielo" . Su boca entre abierta dejaba escapar quejidos de placer y deseo por doquier. Mis palabras le llegaron profundamente.

Cuando le tenía rendido completamente ante mi, se la solté y me separé de él para quitarme el vestido. Cubierta únicamente por el liguero blanco, la ropa interior del mismo color de encaje y los tacones, me quede frente a él de pie.

Sonreí con picardía cuando con mi dedo, le indiqué que me siguiera. En el borde de la cama le empujé dejándole caer de espaldas al colchón. Me quité la ropa interior y estiré de sus pantalones, quedando él desnudo de cintura para abajo y la camisa abierta. Con sólo el liguero y los tacones me situé sobre él a horcajadas, cogí su miembro y ,colocándole el preservativo con la boca, me lo fui introduciendo yo misma lentamente, sintiendo cada sensación recorrer mi cuerpo, regocijándose en mi interior provocándome oleadas de intenso placer. Mi expresiva cara daba muestras evidentes de lo que estaba viviendo. En las primeras embestidas sentía como mi estrechez notaba el ser ajeno que quería invadirle, como poco a poco mi cerrada, cálida y húmeda carne se abría por y para él. Poco a poco, lentamente, sentía que iba a matarle de un momento a otro si seguía de esta manera tan intensa y dolorosamente placentera.

Con mis uñas clavadas en su pecho subía y bajaba sobre él. Su cara de éxtasis puro me observaba los pechos que subían y bajaban al ritmo de mi movimiento, hasta que sus manos los acogieron y empezaron a masajearlos intensificando el momento.

Sentía mi orgasmo aproximarse y aceleré el ritmo buscando mi propio placer, buscando correrme mientras era penetrada por mi enemigo. Gemí sobre su boca y clavé mis uñas con fuerza cuando sentí que el orgasmo se estaba apoderando de mi. No tardó en seguirme cuando noté como se corría dentro de mi y se tensaba y me apretaba el culo con fuerza contra él.

Cuando logré recuperar la respiración me separé de él y me di la vuelta para ir al baño, no sin antes mirarle a la cara y decirle unas cosas.

-No quiero mi nombre en tu lista de conquistas. Esta noche soy tu Ángel, no Ángela, y como tal te he hecho tocar el cielo. Lo que pase en esta habitación se quedará aquí, entre estas cuatro paredes.

Asintió aun aturdido sin saber como sobrellevar la situación y yo me metí en el baño a recapacitar sobre lo que había hecho.

Fin.