Seduciendo a mi cuñada

Mi hermano no satisface a su esposa, por lo que yo me apunto para hacerla gozar.

SEDUCIENDO A MI CUÑADA

Llegué a casa de mi hermano para hablar con mi cuñada Ana, a quien había visto medio descompuesta el día anterior. Ella es una belleza de mujer de 32 años, de estatura promedio, blanca, de pelo claro, culito redondo y respingado y un par de tetas deliciosas, ni muy grandes pero tampoco pasan desapercibidas.

Me dijeron que estaba en su recámara, por lo que me dirigí hacia allá. En cuanto entré y le expliqué el motivo de mi visita se soltó a llorar y me platicó que mi hermano no la hacía feliz, que si bien le daba todo lo necesario, y más, económicamente, en el aspecto sentimental su vida era un desastre, que muy pocas veces la tocaba y que, en las raras ocasiones que tenían relaciones sexuales, todo se limitaba a un rápido mete-saca, en la que ella apenas y se excitaba y que en cinco años de matrimonio no había conocido lo que era un orgasmo.

-¿Así que mi hermanito no sabe seducir a una mujer? –le pregunté con un brillo en los ojos por lo que se me había ocurrido

-Pues..no sé si a una mujer...pero a mi no – me respondió con la voz entrecortada por el llanto – a veces pienso que...tiene otra mujer

-No creo – le dije

-Es que no busca mi placer – contestó

-Vamos a remediar esto

Me acerqué a ella y le di un tierno beso en la boca, mientras que con mi mano acariciaba su cabello. Ana se separó de mi, asustada y me dijo

-No creo que debamos hacer esto...no es..correcto – me decía titubeante

Yo volví a cerrarle la boca con otro beso y empecé a acariciarla con ternura. Ella fue cediendo poco a poco, dejándose llevar por mis caricias. Mi mano fue bajando lentamente por su cara, luego a su cuello y se posó en su pecho, cerca del corazón, el cual le latía deprisa. Me separé un poco para desabrocharle los botones de su blusa, los cuales fueron cediendo, uno a uno, hasta que pude quitarle por completo la blusa, la cual aventé a la cama. El color de sus mejillas y su respiración jadeante me dejaron en claro que mi hermano era un pésimo amante, así que si él no podía satisfacer a su mujer, lo haría yo (mejor yo, que un desconocido).

Rocé sus hombros y después me fui a su brasiere, el cual desabroché con facilidad. Sus hermosas tetas quedaron ante mi, yo las miré con deseo y me abalancé a chupárselas. Mi boca chupaba uno de sus pechos, recorriendo en círculos su pezón, que se había endurecido al contacto con mi lengua. De vez en cuando le daba unos ligeros jalones con mis labios. Mientras tanto, mi mano recorría el otro pecho, dándole pequeños pellizcos al pezón. Ana gemía de placer, definitivamente le estaba gustando. Podía escuchar sus jadeos, muy tenues, como si tuviera pena de hacer mucho ruido. Alternaba por momentos sus tetas, ahora le mamaba una, ahora la otra.

Después de un rato, mi otra mano se fue deslizando por su abdomen, hasta llegar a su pantalón, el cual desabroché con ayuda de Ana, le abrí la cremallera y se lo empecé a bajar. Ana alzó las nalgas para que el pantalón resbalara por sus piernas. Lo mismo hicimos con sus braguitas. Cuando la tuve totalmente desnuda, mi mano se dirigió hacia su pubis, jugando, por un momento, con su vello. Poco a poco fui deslizando mi mano por su entrepierna. Ana abrió las piernas para dejarse hacer. Yo le acaricié sus labios vaginales, dándole unos tironcitos a su vello. Después introduje un dedo dentro de su vagina y lo moví suavemente, de forma por demás lenta, para que fuera disfrutando cada sensación.

-Mmmjjmm – escuché que salió de sus labios, le estaba gustando. Aceleré el ritmo de mi dedo y ella reaccionó moviendo la cadera. Estaba gozando, por un lado, la mamada y masajeada de tetas, y por el otro, mi dedo dentro de su conchita. Su respiración se agitó más, estaba próxima al orgasmo...y entonces paré.

-No pares, por favor...continúa- exclamó excitada y suplicante.

Yo le abrí más las piernas y me coloqué en medio de ellas, después aproximé mi cabeza a su conchita y se la empecé a chupar.

-Aahhgg – exclamó cuando sintió mi lengua recorrerle su vagina. Primero le pasaba la lengua por encima, para luego ir metiéndola más adentro. A veces rápido, a veces lento, el ritmo de mi lengua marcaba sus gemidos y movimientos de cadera, hasta que, por su respiración, comprendí que pronto tendría un orgasmo. Sus piernas se tensaron por un momento.

-Aaaahhhgg- gimió fuertemente mientras sus jugos me llenaban la lengua, sus piernas se convulsionaron y su respiración fue más fuerte, estaba teniendo un orgasmo monstruoso, un orgasmo reprimido por cinco años. Cuando se calmó un poco me acerqué para abrazarla

-¿Te gustó mucho, verdad? – le pregunté con una sonrisa pícara

-No tienes idea, te lo agradezco mucho – me contestó también con una sonrisa.

La expresión de amargura había desaparecido, ahora estaba radiante.

-¿Vamos a continuar con estos encuentros? – preguntó ansiosa

-¡Claro! Pero sólo si tu quieres – contesté, retándola, aunque conocía la respuesta.

-Por supuesto que quiero, ha sido una experiencia maravillosa – me contestó

-¿Me deseas, Ana? – pregunté viéndola a los ojos

-Mucho, Isabel – me contestó

Después nos dimos un beso, y luego se vistió.