Seduciendo a la ex novia de mi mejor amigo
Todo comenzó un día que José llamó por teléfono para contarme que había tenido una de las experiencias sexuales más intensas de su vida.
Todo comenzó un día que José llamó por teléfono para contarme que había tenido una de las experiencias sexuales más intensas de su vida. En resumidas cuentas, me habló para contarme que había tenido un trío con su novia Pamela y Gloria, una buena amiga cercana a ellos. Sin embargo, al poco tiempo de haberme contado semejante experiencia, me habló para contarme que estaba un poco deprimido, ya que a raíz de ese trío notaba a su novia distante con él y más interesada en salir con Gloria.
Pasado un tiempo José ya había terminado la relación con su novia. Su relación llegó a su fin en buenos términos, sin ningún tipo de resentimientos. Sin embargo, José siempre se quedó con la inquietud de saber si su ex Pamela efectivamente era bisexual o simplemente hicieron el trío por digamos la pura experiencia de hacerlo.
Es en esta parte donde inicia mi participación en este relato. Ahh por cierto, mi nombre es Amelia, y soy una de las mejores amigas de José.
Una noche llegando a mi departamento sonó mi teléfono casi al instante que me disponía a recostarme sobre mi cama después de un arduo día de trabajo. Estaba tan cansada que dejé sonar el teléfono con la intención de no contestar, hasta que vi en el identificador el teléfono de mi buen amigo José y de inmediato di un salto para contestarle – José es uno de esos amigos a quién le contestas no importando la hora – José ¿Cómo estás a que debo el honor de tu llamada? – le contesté con voz tenue dando señas de estar más dormida que despierta- después de un breve silencio, nos dispusimos a conversar.
- ¿Recuerdas esa experiencia intensa con Pamela que te conté hace unos meses? – me preguntó como si no fuese a acordarme –
- ¡¡ Claro que sí, como olvidarla si estabas muy contento con lo sucedido- Le contesté efusivamente como para tratar de levantarle el ánimo a mi buen amigo. –
- Bueno pues no he podido dormir desde entonces. Un solo pensamiento me ha estado quitando el sueño, y es que creo que a partir de esa experiencia Pamela se ha estado fijando más en las mujeres. No sé si siempre fue bisexual o si siempre fue lesbiana, pero el caso es que me gustaría saberlo. La razón; mmm… la verdad no hay razón en particular. Llámalo morbo si gustas, pero me gustaría saber si la persona con quien pasé dos años de mi vida como pareja en realidad tenía más fijación por las chicas que por los hombres. Además – Me enfatizó con mucha seguridad- quiero saber si en estos dos últimos años fui alguien importante en su vida o simplemente le ayudé a tener una pantalla falsa ante otras personas.
En esta parte de mi relato haré una pequeña pausa y hablaré un poco sobre mi, porque seguramente se estarán preguntando el por qué José acudió a mí para solucionar su trauma, por llamarlo de esa manera. Como ya brevemente me presenté, mi nombre es Amelia y sí, siempre me han gustado las mujeres. A pesar de que la naturaleza no me dotó de grandes atributos femeninos – tal vez nunca seré una top model- siempre me consideré una chica muy segura de mi misma, al grado de que si hay algo que me enorgullece, es el hecho de que la mayor parte de mi vida sexual ha sido con mujeres que juraban nunca haber sentido atracción por otra mujer, y que luego de una noche loca las primeras palabras que salen de sus bocas son: es que se me pasaron las copas, es que nunca me había comportado así, es que eres la primera mujer con la que he estado, y así podría citar muchas afirmaciones similares. Si bien nunca seré una modelo de talla internacional, la verdad es que me defiendo bastante bien; soy chaparrita 1.60 m , cabello lacio y negro a la altura de los hombros, pechos pequeños pero bien formados, ojos cafés, labios delgados -siempre acompañados de una sonrisa encantadora- y al final lo mejor, unos muslos y unas piernas firmes y bien torneadas de las cuales siempre me hacen cumplidos, y a decir verdad siempre me he enorgullecido de mis piernas, su forma y su excelente bronceado.
Para no aburrirlos con mi conversación de más de 1 hora con mi amigo José, únicamente les contaré que me pidió ser cómplice de él al tratar de seducir a su ex, por lo que ideamos un plan para que no nos descubriera, cosa que fue fácil porque ella y yo no nos conocíamos. Debo de añadir que Pamela su ex, siempre se me hizo una chica muy atractiva – la conocía de fotografías de las muchas que me había mostrado José- esto facilitó aún más nuestras negras intenciones porque si las cosas salían bien, era un plan de ganar ganar: yo me encargaría de seducir a su ex con el pretexto de saber si en realidad era bisexual y José se quitaría la espinita de saber su verdadero papel en la vida de Pamela. El plan era simple; yo me acercaría a ella en una noche de antro con serias intenciones de ligue y la estaría midiendo hasta donde podría llegar.
Llegó el día de nuestro plan; Pamela estaría en un antro festejando el cumpleaños de una amiga que, dicho sea de paso era bisexual y quién decidió festejar su cumpleaños en un antro de ambiente ( antro gay) facilitando mucho el poder acercarme a Pamela en plan de ligue.
Llegué al antro puntualmente (a eso de las 11 pm) fui en plan de diversión con otras dos amigas para que no se vieran tan obvias mis intenciones. El ambiente era excelente; buena música, espacio para bailar, buenas bebidas y ¡Lo mejor! Chicas muy lindas bailando de forma provocadora por donde pudieras ver. Sin embargo, aquella noche tenía una misión en particular y no me podía distraer. Pasé un buen rato buscando a Pamela y a su grupo de amigos. Tardé algo de tiempo en encontrarlos a causa de la cantidad de gente y todo el alboroto. Llegué al punto de pensar que me había equivocado de lugar, de día o no sé, algo había fallado en la coordinación de aquel plan de seducción. Finalmente, y ya avanzada la noche, al final de un pasillo decorado con alfombra roja había un conjunto de sillas junto a la barra y, sentada en una de esa sillas vislumbré a Pamela, quién lucía despampanante, una verdadera belleza de mujer.
-Pamela era una mujer de 25 años quien entre su círculo de amigos se distinguía por ser la típica niña fresa de familia adinerada. Gran parte de su dinero se lo gastaba en ropa fashion de diseñador y en horas de salón de belleza, y valla que valía la pena. A decir verdad, Pamela no necesitaba de la magia del maquillaje para verse hermosa ya que tenía todos los atributos necesarios para ser una verdadera diva: Cabello negro y muy largo, casi hasta la cadera. Poseía una piel morena clara total mente lisa, sin ninguna imperfección. Eso sí, tenía unas lindas pecas perfectamente distribuidas sobre su nariz ligeramente respingada, que poco a poco se extendían de manera uniforme alrededor de sus pómulos. Sus ojos eran café muy claro con un ligero toque griseaseo alrededor del iris, y su boca, consistía en unos tersos labios delgados decorados con una sonrisa de dientes perfectos. Su complexión era delegada – Aunque para nada era como algunas a quienes parecen esqueletos- al ser una mujer alta – fácil superaba los 1.70 m- llamaba la atención por donde quiera que pasara. Además, hay que añadir las cortas y ajustadas faldas que por lo general vestía para lucir sus largas y bien formadas piernas con bronceado dorado.
Aquella noche, Pamela vestía una blusa color morado que dejaban ver ambos hombros de simetría perfecta. Su blusa de diseñador pegada a su cuerpo, le marcaba una cintura que varias mujeres envidiarían. Como un plus en su atuendo, aquella blusa delgada que parecía de seda, dejaba entre ver su ajustado bra en color negro. De la cintura hacia abajo, lucía una falda en color negro con lentejuelas brillantes que dejaba al descubierto unos muslos bien bronceados, firmes y perfectamente torneados, decorados con aquella crema con diamantina que las mujeres solemos usar en centros nocturnos. Ahí, a un costado de la barra, su conjunto no podía hacerla ver más hermosa con sus piernas cruzadas.
Me senté junto a ella –por algún motivo estaba separada de su grupo- después de unos segundos de que notara mi presencia comenté de forma algo descarada y directa
– Es raro ver a una chica linda como tu tan sola- comenté tímidamente sabiendo que no era la mejor frase para iniciar una conversación- Afortunadamente, Pamela traía ya más de tres vodkas en sus sistema, y contra todo pronóstico ante mi estúpida frase de presentación voltea hacia mí, y tras mostrarme una sonrisa tierna y algo inocente me comenta
– Hoy es el cumple de una gran amiga, pero no sé de dónde sacan las energías para seguir bailando. Estoy exausta!!!
A pesar de mi experiencia con otras mujeres, sentía un nerviosismo intenso por todo mi cuerpo. Era como si me acercara a alguien que me gustaba por primera vez. Un sentimiento extraño recorría mi cuerpo teniendo a una mujer tan hermosa a lado mío. De repente mi suerte dio un giro repentino, y justo mientras buscaba palabras inteligentes para ganarme su confianza, Pamela se adelantó con un acto firme y a la vez titubeante – dejaba claro que había bebido más de 2 martinis aquella noche- me toma del brazo al mismo tiempo que con esfuerzo se logra levantar de la silla, se aproxima a mí y con cara de vergüenza susurra a mi oído
– Debes de pensar que estoy loca por pedirte esto. Sé que no me conoces, pero necesito que me ayudes a llegar a mi auto; la verdad es que se me pasaron las copas y para mejorar la situación me acabo de pelear con mis amigas. No te preocupes por ellas – recalco de forma segura- verás que ni si quiera notarán que me fui.
Yo estaba incrédula parada frente aquella belleza de mujer que a duras penas podía articular sus palabras. Sin embargo, ante aquella situación inesperada no tuve muchas opciones, así que sin decir más palabras la ayudé a ponerse en pié, pasé su brazo alrededor de mis hombros y entre las dos nos dirigimos a la salida fingiendo ser dos amigas a quienes se les habían pasado las bebidas y buscaban la salida cuidándose una a la otra.
Al salir del lugar, a penas sentimos la primer brisa fría -típica de cuando uno sale de un lugar cerrado y caluroso- la situación empeoró y las bebidas le subieron más a la cabeza. Yo me sentía en una situación demasiado comprometedora; por un lado se supone que yo era una completa extraña con la misión de seducirla, pero en lugar de eso estaba junto a una de las mujeres más hermosas que había visto en mi vida ayudándola a estar en pié mientras nos dirigíamos a buscar su automóvil.
La situación no era fácil. No podía dejar conducir a Pamela en ese estado, y menos sabiendo que era la ex de un gran amigo. No sabía qué hacer. Tenía que pensar en algo y rápido antes de aproximarnos al estacionamiento. De repente, no sé de donde saque fuerzas para decir – mujer, no puedo dejarte ir en ese estado así que vendrás conmigo ¿te parece?- Pamela estaba más inconsciente que despierta, así que tomé su silencio como un “sí” y tomé el primer taxi que cruzó por la avenida, ayudé a Pamela a subir mientras que le indicaba al taxista como llegar a mi departamento.
Por fin, luego de 15 min de camino llegamos a mi departamento, un lugar modesto pero bastante acogedor; dos recámaras y una estancia bastante desordenada típica de una chica soltera de 26 años quién es testaruda y prefiere gastar en vida social que buscar a alguien que le ayude con el aseo casero.
Apenas cruzamos la entrada principal, inmediatamente recosté a Pamela en mi sofá de visitas; un lindo mueble aterciopelado color gris que lucía encantador con aquella belleza de mujer recostada sobre él.
Eran pasadas las 2:30 am, y en medio de la soledad de mi apartamento me encontraba contemplando a Pamela mientras dormía sobre aquel sofá. Aquello era lo más hermoso que había visto en mi vida; La mujer lucía impecable a pesar de todas las bebidas que había ingerido, su maquillaje y su peinado estaban intactos, mientras con sus manos bajo su oído, recostada de perfil, parecía sonreír con cada exhalación dentro de un profundo sueño silencioso. De repente, me di cuenta en la grave situación en la que me encontraba; aquella hermosura podría despertar en cualquier momento, recuperar la conciencia y alterarse al no saber el lugar en el que se encontraba, o ¡PEOR!, no saber cómo fue que había llegado, y para empeorar las cosas yo seguía siendo una completa desconocida para ella.
Los minutos pasaban rápidamente mientras contemplaba aquel ángel recostada sobre mi sofá. Podrían haber pasado horas y no me hubiera cansado de contemplara, mientras al mismo tiempo pensaba la mejor explicación ante aquella situación. No tardé tanto tiempo en descifrar que la mejor explicación sería decir la verdad: que la conocí en el centro nocturno y que me pidió ayuda para llegar a su auto, pero que ante su estado no quise dejarla sola y decidí traerla a mi apartamento. No podía ser más simple!!!
Al cabo de unos minutos y tras un bostezo de ángel, Pamela finalmente despertó. Lucía totalmente fresca después de un largo sueño.
Como era de esperarse parecía desconcertada, aunque no tanto como yo hubiera pensado. Sin ningún titubeo, se levantó del sillón e inmediatamente trató de orientarse. Yo estaba recostada en mi cuarto para darle privacidad, pero al comenzar a escuchar ruido inmediatamente me levanté para buscarla. Más tardé yo en pensar que decir cuando desde la sala escuché un tenue llamado – Ameliaaa!!! – Ameliaaa estas?- Incrédula al saber que recordaba mi nombre salí de mi cuarto a su encuentro.
- Amelia ¿verdad? - con cierta duda me preguntó con voz tímida-
- Así es, ese es mi nombre. Me da gusto que logres recordarlo tras haber tenido una noche tan loca. Me refiero a las bebidas, al parecer se te pasaron un poco y me pediste ayuda para llegar a tu auto ¿lo recurdas? –pregunté con vos suave para no aturdirla de más.
- Sí, tengo imágenes borrosas de lo sucedido, pero sí recuerdo que me dijiste que no podía manejar en ese estado. Estoy un poco confundida - comentó con un tono de voz serio y tal vez un poco molesto- se me hubieran ocurrido otras opciones antes de pensar en llevarme contigo a tu apartamento, pero supongo que te lo debo de agradecer – comentó algo avergonzada-
Al notar que Pamela estaba algo aturdida y avergonzada a la vez, pero con la iniciativa de conversar, no dejé pasar la oportunidad de interrumpirla mientras me pedía una disculpa con las mejillas sonrojadas, de manera que tomé valor, y con voz firme le comenté lo primero que me vino a la mente.
- Espera!! – Interrumpí sus disculpas- soy yo la que debe de sentirse avergonzada.
Tomé una bocanada de aire como para prolongar lo inevitable mientras que preparaba las palabras que saldrían de mi boca, a sabiendas de que la reacción más probable fuese que Pamela saliera de mi apartamento sin dar explicación alguna. A pesar de esto, y tras haber ganado tiempo y valor comenté
- La verdad es que… bueno.. desde que te vi sentada en aquella barra supe que eras la mujer más hermosa que había visto en mi vida – lo cual era cierto- y no quise dejar pasar la oportunidad de conocerte. Después, al verte en ese estado sabía que el traerte a mi casa no era la mejor opción, pero seamos realistas – comenté segura de mi misma- la verdadera razón por la que te traje es porque quería conocerte. La verdad me gustaste mucho y me quise aventurar a pesar de las consecuencias.
Pamela, al notar mi nerviosismo y que no podía articular mis palabras me interrumpió diciendo con voz aún confundida.
- ¿Me estás diciendo que me trajiste a tu casa porque te gusté y querías conocerme aprovechándote de mi estado? En verdad, ¿es eso lo que tratas de decirme?
Sin saber que contestar ante esas palabras firmes contesté de forma afirmativa con miedo a lo que pudiera suceder
- Sí, es eso lo que trato de decir. Ahora seguramente te irás molesta y la verdad es que tienes razón.
- En verdad tengo más de una razón para estar molesta- contestó de forma demasiado tranquila- pero dadas las circunstancias no sé si se trata de un bonito cumplido o de una situación de rapto – comentó un tanto burlona- sin embargo, aún estoy agradecida Pero…
Ante ese “Pero…” sabía que las palabras que estaban por salir de su boca no podían ser buenas.
- Pero… temo decepcionarte amiga. Agradezco tus lindos cumplidos y tus intenciones de conocerme, pero a pesar de que me viste divirtiéndome con mis amigas en un antro gay, a mi no me gustan las mujeres. Me encontraba en ese antro porque mi amiga quién era la festejada sí es lesbiana y de hecho la mayoría de sus amigas lo son. Creo que tuviste mala suerte en fijarte en mí. No sé que más decirte más que apreciar tus cumplidos.
Después de ese diálogo firme, Pamela en verdad no me dejó muchas alternativas. Sin embargo, yo sabía por parte de José, su ex novio, que por lo menos una vez había estado con una mujer en aquel trío que me habían contado – claro, a menos que José me hubiera mentido- Con esta información, tomé confianza para seguirle la conversación a Pamela después de este al parecer primer rechazo.
- No sabes la pena que me da – contesté verdaderamente avergonzada- en verdad pensé que eras una chica con gusto por las mujeres. Que puedo hacer para que me perdones –le pregunté de forma un tanto infantil-
- No te preocupes, de hecho no es la primera vez que me sucede. Como ya te dije gran parte de mis amigas se sienten atraídas por las mujeres, y a decir verdad algunas han intentado cosas conmigo, pero siempre he puesto mis límites.
Mientras escuchaba sus argumentos con atención, dentro de mi misma sabía que me estaba diciendo la verdad a medias. Si bien tal vez no se sentía atraída por las mujeres yo sabía que al menos había experimentado alguna vez, y más aún, yo por experiencia puedo decir que mujeres tan hermosas como Pamela suelen experimentar de menos una vez en sus vidas con otras mujeres. La razón no la sé, supongo que las mujeres así de bellas les llueven los hombres y suelen buscar nuevas experiencias. El caso, era que sabía que no me hablaba con toda la verdad, así que abusando de la información que tenía sobre ella me atreví a decirle cosas poco más atrevidas.
- Aún así me siento apenada por todo. Sobra decir que a mí sí me gustan las mujeres y de hecho nunca me he fijado en los hombres. Aún así, no quiero dejar pasar la oportunidad de decirte que si fueras una chica de ambiente como yo, no dudaría en intentar conquistarte. No sé si sepas que en realidad eres una mujer muy hermosa y bueno..- tímidamente terminé mi frase- solo te quería decir que me gustas mucho, total, no pierdo nada al decírtelo.
Pamela se quedó atónita ante mis confesiones, y de hecho, no pude dejar de notar sus mejillas sonrojadas cada vez que de mi boca salían las palabras “me gustas”. Después de unos segundos de un silencio un tanto incómodo, un pequeño murmullo de Pamela salió de sus labios para romper el silencio.
- Bueno, no sé qué decir ante tanta sinceridad de tu parte. Me siento muy alagada en verdad. Nunca antes una mujer se había dirigido a mí con tanta seguridad a sabiendas de un rechazo.
- Pamela – la interrumpí- en verdad, no tienes que decirme nada más porque yo ya dije todo lo que te tenía que decir. No suelo nunca guardarme nada, y cuando salgas de aquí yo no me sentiré mal porque hice mi mejor intento y fui sincera, además, también recibí una respuesta honesta, y dada la situación es lo mejor que pudo haber pasado.
Pamela no daba crédito a lo que estaba escuchando. Posiblemente en el pasado muchas veces haya rechazado a muchos hombres, pero frente a una mujer, se veía que era una situación completamente nueva para ella.
-Ahora sí me has sorprendido mujer, nunca nadie se había dirigido a mí de esa manera. No sé si sentirme confundida o alagada.
- Ya te dije que no tienes que decir más, solo te pido una cosa – Pamela me miró con ojos confundidos y temerosos- ¡Tranquila!- comenté para tranquilizarla- no es nada del otro mundo, solo te pido que te sientes junto a mi por un momento.
Pamela, incrédula, nerviosa, y sin preguntar por explicaciones se aproximó, y más por curiosidad que por otra cosa, se sentó junto a mí en el mismo sillón en el que había dormido. Al sentir su cuerpo a pocos centímetros del mío me puse muy nerviosa –tal vez más nerviosa que la misma Pamela- me costaba trabajo no desviar la mirada a aquellos muslos dorados y descubiertos. En esos momentos, me sentía más dominada por mis hormonas que por la razón. De repente, en un acto de valor de mi parte, acompañado de un sentido de la aventura, coloqué mi mano sobre aquel muslo desnudo sin pensar en las consecuencias.
- Tus piernas son muy hermosas – comenté con una voz demasiado tímida y temerosa-
- ¿Qué es lo que pretendes? ¿qué estás haciendo? –exclamó Pamela demasiado confusa
- Arriesgándome –contesté con voz más firme sin dejar de ser tierna-
- ¡Arriesgándote! ¿a qué? – nuevamente exclamó con voz aún más nerviosa-
- Arriesgándome a esto:
Al terminar estas últimas palabras y sin pensar en las consecuencias, apreté mi mano sobre aquel muslo descubierto, y sin titubear me acerqué a Pamela con un movimiento repentino. En menos de un segundo, nuestros labios se juntaron en el beso más corto y más tierno que recuerdo haberle dado a una mujer, era como si supiera – y de hecho así es como era- que aquel beso era tal vez el primero y el último que le daría esta mujer tan hermosa que tenía a mi lado. Cuando nuestros labios se separaron, los 2 segundos más largos de mi vida pasaron ante mí. Sabía que en cualquier momento y en el mejor de los casos, recibiría una bofetada y vería a Pamela furiosa salir de mi apartamento. Sin embargo, y para sorpresa de ambas, tras el segundo que duró el beso, y los dos segundos después de éste, nuestros ojos se encontraron por unos momentos. Ambas sabíamos lo bizarro de la situación, pero nuestras miradas dijeron más de lo que podríamos haber platicado por horas, de manera que tras un breve momento –tal vez incomodo- acompañado de un ligero suspiro, Pamela no me quitó la mirada de encima. Así, lentamente, y con un movimiento titubeante se aproximó a mí, posó su mano derecha sobre mi muslo desnudo, inclinó su cabeza y se dejó venir con un beso suave y apasionado, dejando sentir sus labios delegados rozar con los míos. Fue un beso lindo y duradero que continuó por más de un minuto. Al separarse nuestros labios por segunda vez, nuestras miradas volvieron a encontrarse, pero esta vez acompañadas de una sonrisa tímida por parte de ambas.
- ¡Perdón! – Temerosamente me dirigí a Pamela- no tenía por qué hacerlo, me dejé llevar, no sé por qué…
Pamela, con un gesto tierno puso su dedo índice sobre mis labios, dejando en claro que no era necesario decir nada, y tras iluminar su rostro con una gran sonrisa volvió a inclinar su cabeza y silenció mis labios con un beso aún más apasionado, sin dejar de ser inocente. Yo me sentía como si estuviese en el cuarto con alguien que conocía de toda la vida. Ahora era yo quién se dejaba llevar por el momento, no quería presionarla en nada, mi intención era que todo sucediese de forma natural. De repente, en medio de ese beso tierno e inocente, sentí el frío de su lengua inexperta pasar por mis labios como si quisiera decirme “tómame por completo.” Al sentir el rose de su lengua sobre mis labios, no dudé en devolverle el favor, así que nuestras lenguas se encontraron fundiéndose en el beso más tierno y pasional que me hayan dado. Me sentía en un transe profundo al tiempo que tenía a Pamela fundida en mis besos. Así pues, los besos continuaron por un par de minutos más hasta que me sentí en confianza de hacer otro movimiento atrevido; lentamente, incliné mi cuerpo hacia ella, y sin dejar de besarnos, con un acto delicado la recostarse sobre el sofá. Con mis manos tomé su muslo y la acomodé para que quedara cómodamente recostada mientras mi cuerpo yacía sobre el suyo.
Recostadas sobre el sofá y con mi excitado cuerpo sobre de ella, comencé a sentir a Pamela nuevamente nerviosa, como si se estuviera percatando de que lo que estaba sucediendo en ese instante no era correcto – ¡Espera!- comentó dudosamente- Es que no es correcto, no deberíamos, está mal no se… - Al momento de escuchar estas palabras, un nerviosismo intenso corrió por mi cuerpo. Estaba a pocos segundo de perderla si no se me ocurría algo. Así pues, al mismo tiempo que escuchaba sus palabras de arrepentimiento, no dejaba de besar su cuello que desprendía el suave aroma de su perfume. Sus palabras de negación no coincidían con las acciones de su cuerpo; mientras más me decía: “no debemos hacerlo, es que no está bien”, más acceso me daba a su exquisito cuerpo. –Noooo ¡detente! ¡Ya no sigas! – Me susurró al oído con voz poco más firme-De repente, en un acto desesperado, y ante el nerviosismo de sus palabras, con un movimiento rápido y suave introduje mi mano bajo su falda buscando sus pantaletas. Aquellas pantaletas no podían estar más húmedas. Era obvio que a pesar de su negación estaba disfrutando el momento. Aunque la razón le decía que se detuviese, su cuerpo le suplicaba que me permitiera continuar con mis caricias que tanto placer le daban.
Entre el conflicto interno de Pamela; las contradictorias palabras que salían de su boca y las acciones de su cuerpo, habían pasado más de 10 minutos desde que nuestros labios se juntaron por primera vez. Finalmente, en un acto de resignación, y obedeciendo a lo que su cuerpo en verdad pedía, dejó soltar su cuerpo en un acto de completa sumisión. Sus piernas, que habían estado tensas mostrando resistencia ante mi perseverancia de acariciar su más preciada parte femenina, finalmente se relajaron, abriéndose lo suficiente para darme completo acceso a unas pantaletas que ya no podían estar más húmedas. Levanté mis ojos dirigiendo la mirada directamente a su rostro. No dejé de notar unas pequeñas lágrimas que se asomaba por sus ojos brillosos; eran unas lágrimas que daban señas de sentimientos encontrados: placer, deseo, negación, confusión. A pesar de que en ningún momento forcé a Pamela a hacer algo que no deseara, era obvio que se sentía obligada a continuar, y no era que la estuviera violando – Eso es algo que jamás haría yo- pero ese era el mensaje que sus ojos daban a entender. Mientras aquellas lágrimas corrían por su rostro, una tímida sonrisa se asomó por sus labios dándome permiso de continuar. Así, nuestros cuerpos se fundieron en un mar de besos, abrazos y caricias.
Tras haber contemplado esa sonrisa que iluminó su rostro, todo continúo de forma libre y natural. Con intenciones de ponerla más cómoda, me dispuse a retirar su falda, que para esos momentos ya había cumplido su objetivo. Inclinando mi cuerpo hacia un lado y con un movimiento suave, lentamente jalé hacia abajo la falda de Pamela, quien levantando su cadera facilitó el movimiento. Sus piernas tenían un bronceado perfecto; prácticamente dorado. Al tiempo que deslizaba su falda por sus piernas, mis labios besaban cada centímetro de ellas; muslo, rodilla, pantorrilla. Sus piernas eran exquisitas y mi lengua no podía parar de saborearlas.
Si bien Pamela había dejado soltar su cuerpo después de unos momentos de resistencia, su mirada aún se encontraba algo perdida. Eso sí, su rostro no dejaba de dar señas de placer acompañadas por ligeros gemidos de placer – Ahhh.. ahhh mmm…- se escuchaban esporádicamente durante mis caricias.
Me encontraba frente a una hermosa mujer tímida, quién yacía sin falda recostada frente a mí, exhibiendo sus piernas que habían disfrutado el placer de mis besos y caricias. Tras contemplar otra tímida sonrisa que se asomó por sus labios, con ternura coloqué mis manos bajo su espalda y aproximé su cuerpo junto al mío, quedando ambas frente a frente con nuestras piernas cruzadas. Delicadamente acaricié su cintura de abajo hacia arriba con la intención de despojarla de su blusa que me impedía contemplar sus lindos pechos. Levantando sus brazos, Pamela me facilitó este acto – era obvio que ambas ya nos encontrábamos en la misma sintonía- y en un abrir y cerrar de ojos la mujer se encontraba luciendo un cuerpo prácticamente desnudo ante mis ojos, vistiendo únicamente un bra en color negro que levantaban sus bien formados pechos. En un acto sorpresivo, la mujer dobló su brazo derecho hacia su espalda en busca del broche de aquel bra, y tras dos segundos este se dejó caer sobre la alfombra, dejando a Pamela completamente desnuda ante mis ojos. La mujer, dando muestras de confianza se levantó del sillón justo frente a mis ojos –era como si Pamela supiera de la perfección de su cuerpo y quisiera presumirlo- me encontraba yo aún sentada, maravillada con el espectáculo que mis ojos incrédulos veían. Su vagina se encontraba prácticamente a la altura de mis labios – era una concha perfectamente rasurada que delineaba un sendero de bello que había sido recortado recientemente- . No pudiendo resistir a la creciente excitación, y cediendo ante la belleza que tenía frente de mí, me tiré a la alfombra, y poniendo me de rodillas frente a ella no perdí tiempo para poner mis labios sobre su vagina que comenzaba a brillar con tanta humedad que había acumulado. Comencé a besar su concha de forma intensa; con movimientos de vaivén y con algo de esfuerzo introducía mi lengua lo más profundo posible al tiempo que Pamela me marcaba el ritmo con sus manos sujetando mi cabeza. Sus tirones de cabello que se combinaban con sus caricias me hacían sentir en estado de completa sumisión, lo que ponía mi nivel de excitación a mil por hora. Mi pequeña estatura junto con sus largas piernas me permitía estar cómodamente arrodillada bajo su vagina saboreando con cada beso su jugo que tenía un sabor delicioso; era un jugo afrodisiaco para mis labios, una delicada mezcla de amargo y salado.
Teniendo aquella belleza de mujer desnuda ante mis ojos y tras haber saboreado por varios minutos sus jugos femeninos, mis rodillas comenzaron a cansarse, por lo que lentamente me puse de pié frente a ella, di un paso hacia atrás y con mis manos desabroché mis vestido el cual de deslizó por mi cuerpo cayendo rápidamente dejándome desnuda. Nuevamente me recosté sobre el sillón y miré a Pamela directamente a los ojos invitándola a acompañarme. Sin dudarlo, se recostó sobre mí como si quisiera cobijarme con su tibio cuerpo. Nuestros cuerpos quedaron el uno sobre el otro mientras nuestros labios volvían a encontrarse. Al tiempo que nuestras lenguas se cruzaban, ambas quedamos fundidas una con la otra como si fuésemos un mismo cuerpo. En un intento de encontrarme con sus pechos, busqué apoyo en su cadera y recorrí mi cuerpo hasta quedar frente sus senos. Unos senos suaves y hermosos. Con delicadeza puse mis labios sobre de ellos y comencé a besarlos. Conforme sus gemidos se incrementaban, los besos se hacían más intensos, hasta que con movimientos suaves de succión procedí a alimentarme de ellos. –AHHH SII ASI ASII SII AHHHH- sus gemidos salían de su boca, era como si siempre lo hubiera deseado y toda esa energía se hubiera acumulado por muchos años – OOOOHH SII OOOO SI OO SI SI AJA JA SI ASI- repetía y repetía sus gemidos al ritmo que con mis dedos masajeaba su excitado clítoris. Pamela estaba exhausta, su mirada y el sudor que brotaba de su suave y tersa piel daban señas de su agotamiento, pero yo sabía que aún faltaba lo mejor, que todavía no había experimentado por completo todo el placer que una mujer podía darle. Saqué mis dedos de su vagina y separe mis labios de sus pechos. Nuevamente dirigí la mirada a Pamela, quién con ojos cerrados y ceño fruncido daba muestras de todo el placer que experimentaba. Tomé su cuerpo con mis brazos, la aproximé a mi cuerpo, y rodeando su cintura con mis piernas y con las piernas doradas de Pamela alrededor de la mía, nuestras vaginas se juntaron. Con movimientos de vaivén que cada vez eran más intensos nuestras vaginas se besaban con más fuerza cada vez que con mis brazos jalaba su cuerpo hacia el mío- AHHH SI ASI ASI ASI SIII SII- los gritos de Pamela eran muy intensos. Con mi lengua profundamente dentro de su boca, silenciaba sus labios en cada oportunidad – SI SI ASI OHHH SI OOSHI ¡YA YA YA YA YAAA !!!- Con nuestras piernas entrelazadas, el roce de nuestras vaginas y la pasión de nuestros besos, ambas nos volvimos un solo cuerpo, fundidas en gemidos de pasión y placer –AHHHH YA YA YA¡¡ OHOO POR DIOS¡¡¡¡ YA SI SI ASI AHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!- Ambas explotamos con un último gemido de placer.
Exhaustas las dos, nos dejamos caer sobre la alfombra. Nuestra respiración era agitada y el sudor proveniente de nuestro encuentro carnal comenzaba a enfriar nuestros cuerpos. Ambas con la mirada hacia el techo, nos volteamos a ver directo a los ojos y tras una linda sonrisa que las dos nos dimos, Pamela se giró dándome la espalda mientras que con mis brazo rodeaba su cintura. Ahí, exhaustas y acurrucadas sobre la alfombra, nos perdimos en un profundo sueño, un sueño que cambiaría la vida de Pamela para siempre.