Seducido por mi madre
La imagen de sus hijos follando como animales en el sofá ha sorprendido a la madre, que sin embargo parece que prefiere unirse a la fiesta antes que castigarles.
Esta historia es la continuación de “Desvirgando a mi hermanastra” (Amor filial) y, aunque os aconsejo leerlos en orden, también se pueden leer de forma individual. Espero que os guste.
Al poco rato, me desperté desorientado y en la más completa oscuridad mientras notaba como alguien me metía mano dentro del pantalón de chándal que llevaba puesto. Pensé que era Sara, que se había quedado con ganas de más fiesta, por lo que en vez de asustarme le facilité el trabajo bajándome el pantalón, provocando que la polla saliera como un resorte, ya bastante dura por las atenciones recibidas.
Estaba muy orgulloso, se notaba que le había enseñado bien, la forma en el que me masturbaba la polla estaba consiguiendo hacerme ver las estrellas. Agarraba la polla fuerte y la sacudía rítmicamente, mostrando mucha destreza. Pero cuando se la llevó a la boca y se la tragó hasta la garganta fue casi demasiado para mí.
- Joder hermanita, te estás convirtiendo en una experta muy rápido – me estaba exprimiendo la polla a conciencia – voy a tener que volver a casa más a menudo.
- ¿Y por tú madre no lo harías? – la voz que oí a mi lado sonaba celosa y claramente no pertenecía a Sara.
- ¿MAMÁ? – me incorporé como pude y encendí la luz de la lámpara de la mesilla.
No me lo podía creer, era mi madre quien estaba arrodillada a mi lado lamiendo mi polla como si fuera su helado favorito. Llevaba puesto un camisón rojo muy sexy que no le había visto nunca, el cual prácticamente hacía que se le salieran las tetas y tan corto que se le veía el tanga que llevaba puesto, a juego con el camisón.
- ¿Qué pasa?, preferirías que fuera ella ¿no? – el mohín que puso era casi cómico – pues que sepas que yo te puedo enseñar mucho más de la vida que tu hermanastra y además sigo estando tan bien como cualquier jovencita.
Eso no se lo podía negar, más de una vez algún compañero de mi clase había piropeado a mi madre y dicho guarradas sobre ella delante de mí antes de saber quién era. Su cuerpo mantenido en forma gracias a practicar yoga y pilates y su escote más que generoso eran la fantasía húmeda de nuestros conocidos. Alguna vez incluso había pillado a un profesor mío mirándole descaradamente el escote durante una entrevista en el colegio. Nadie podía negar que, incluso para su edad, estaba rompedora.
- No es eso, tú estás muy bien, solo que no me esperaba que pasara…esto – mi boca decía una cosa, pero mi polla daba un mensaje totalmente diferente, estaba ya como una roca.
- No me lo creo, ¿seguro que no lo habías pensado nunca? – recalcaba las palabras masturbándome lentamente – te he visto tocándote mientras mirabas mi foto, no lo niegues hijo.
Me sonrojé ante esos recuerdos de adolescente, nunca pensé que me hubiera descubierto, aunque me parecía extrañamente morbosa la imagen de ella espiándome en secreto.
- Pero mamá… ¿Qué pensará la gente si se entera? – según pasaban los segundos me veía más incapaz de rechazarla.
- No te preocupes, no se tienen porqué enterar. He mandado a Sara con su padre como castigo por lo de esta tarde, así que esta noche estamos tú y yo solitos – remató con un guiño sensual.
Aunque siempre había intentado negarlo, era verdad que había soñado muchas veces con esta fantasía, y por fin parecía que podría hacerla realidad. Tenía ese toque excitante que tiene todo lo prohibido y solo de pensarlo mi polla tenía una erección de caballo. Así que, sin darle más vueltas y dejándome llevar por mi instinto, tumbé a mi madre sobre la cama, le quité el tanga y, mientras me lo acercaba a la cara para oler su fragancia, le clavé la polla de un solo golpe hasta los huevos.
- Síííííí -el grito de triunfo que emitió resonó en la habitación.
Era totalmente diferente a hacerlo con mi hermanastra. Esta vez entraba con muchísima más facilidad, además, se notaba que se había echado un lubricante para mejorar la penetración. Por su parte, mi madre acogió la polla con gusto, arqueando la espalda y gimiendo de placer, se le levantaba el pecho por la respiración y se la veía con esa cara de guarrilla que tenía que estaba disfrutando de lo lindo. No perdió el tiempo y me atrajo hasta ella clavándome las uñas en la espalda mientras me gritaba al oído.
- Así, fóllame fuerte hijo – sus manos en mis nalgas guiaban mis embestidas.
- Joder, mamá.
Se notaba que estaba gozando como una perra, tenía la cara desencajada de placer y no paraba de apretar el coño para estrujar fuerte mi polla. Me encantaba mirarla a la cara y verla disfrutar, por lo que no pude evitar la oportunidad de bajar y callarle los gemidos dándole un buen morreo. Mientras nuestras lenguas se unían no dejaba de follarle con fuerza y aprovechaba para magrearle las tetas con la mano. Acariciaba los pezones y tiraba de ellos, provocando que se pusieran duritos y preciosos.
- Me encantan tus tetas, ¿lo sabías? – notaba como mis palabras solo aumentaban su excitación – las noches que te paseabas sin sujetador por casa me iba a mi habitación para masturbarme pensando en ellas.
- Entonces, ¿te gusta mi cuerpo? – la voz le salía llena de orgullo poco disimulado.
- Me encanta, eres la madre más sexy de todas.
La follada se estaba haciendo cada vez más y más intensa. Le tenía agarrada con las nalgas mientras me la follaba fuerte y le mordía el cuello. Sus jadeos en mi oído me ponían a mil y notaba mi polla a reventar.
- Lámelas hijo, quiero que me comas las tetas – decía mientras se las agarraba ofreciéndomelas.
- Claro, ahora mismo– contesté lanzándome a por ellas.
Por nada del mundo quería que esta noche acaba tan pronto, iba a saborear cada recoveco de su cuerpo por lo que, después de un rato así, decidí cambiar de posición colocándola a cuatro patas.
Así que me salí del coño y tiré de ella hasta ponerla en la postura que quería. El coño se veía reluciente de placer, su culo estaba bien moldeado y las tetas le colgaban de forma muy sexy. El olor a sexo que impregnaba la habitación me estaba volviendo loco y, tan pronto la tuve colocada como quería, le di un sonoro azote en las nalgas y le clavé la polla de nuevo, esta vez entrando lentamente para que pudiera notar cada centímetro de carne penetrándola.
- Estás gozando como una perra, ¿a qué sí mamá? – no pensaba empezar a moverme hasta que contestara
- Sí, me gusta mucho.
- ¿Soy mejor que papá en la cama? – no sabía por qué, pero me excitaba oírselo decir.
- Sí, tú follas mejor – solo un susurro salió de ella.
- Quiero oírte gritar. ¿Estás quien folla mejor? – acompañé la pregunta con otro azote.
- ¡TÚ!, tú follas mucho mejor hijo – gritó como respuesta.
- Mucho mejor así, que lo reconozcas.
En esta postura follarla era todavía mejor, conseguía entrar hasta el fondo y tenía la visión de ese glorioso culo delante de mí mientras la embestía. No intenté cohibirme y la cabalgué como un animal, como si ella fuera una yegua y tuviera que domarla.
Apreté fuerte sus tetas mientras con las caderas seguían taladrándola sin tregua, mientras ella se agarraba fuerte al cabecero para no golpearse por tanto ímpetu desatado. Se acompasó a mis acometidas moviéndose junto a mí delante y atrás, una y otra vez, lo que hizo que las sensaciones se multiplicaran.
- ¿Esto es lo que querías mamá? ¿Ser la putita de tu hijo? – estaba tan cachondo que ya no podía pensar coherentemente.
- ¡Sí, joder! No pares Manu, no pares.
Noté como empezó a masturbarse frenéticamente el clítoris, mi madre sabía lo que quería y tenía experiencia como para conseguirlo. Se agachó poniendo el culo más en pompa, lo que me permitió hacer aún más profunda la penetración. De repente noté que se tensaba y arqueaba la espalda mientras gemía descontrolada.
- Ahhhhhhh, me corro mi amor, me corro… – las palabras salían entrecortadas e iban acompañadas de temblores y fuertes apretones en la polla.
- Dios… - sabía que esa imagen aparecería durante años en mis sueños más húmedos.
Aprovechando que remitían los temblores y que cayó sobre la cama ya sin fuerzas, salí del coño y me arrodillé cerca de su cara, pasando la polla por su boca y embadurnándola de sus propios fluidos.
- Chupa, venga – dije mientras le empezaba a golpear la cara con la polla intentando que reaccionara.
Volvió en sí y, tras unos segundos de sorpresa, abrió la boca permitiéndome por fin entrar. Comenzó a lamerla y a masturbarla al mismo tiempo, pero, aunque era muy buena con la lengua, se notaba que la postura era un poco forzada y no conseguía tragársela entera. Así que la cogí por el pelo y empecé a follarme su boca.
Arriba y abajo, arriba y abajo, movía las caderas mientras notaba como el glande tocaba su garganta y veía como salía saliva por las comisuras de la boca. No debía de ser nada cómodo para ella, pero en vez de empujarme me agarraba por las nalgas y las apretaba mientras seguía lamiéndola entera.
- Joder, como chupas – tenía ya la polla rígida como si fuera piedra – eres una auténtica lamepollas mamá.
- Grhgrh – intentaba decirme algo, pero me negué a oírla, no podía salir de esa boca tan golosa.
Viendo las lágrimas en sus ojos seguí metiéndole la polla un rato más. De repente se me ocurrió una idea que hizo que sacara la polla de golpe, permitiendo que mi madre cogiera aire de golpe. Estaba todavía boqueando cuando la cogí y empuje hasta que quedó apoyada de rodillas sobre la cama.
- ¿Dónde tienes el lubricante mamá? – me echó una mirada llena de suspicacia como respuesta.
- ¿Por qué quieres saberlo Manu?
- Tú solo dímelo, que la noche todavía no ha terminado.
- Lo cogí de la habitación de tu hermana Sara, parece ser que quería usarlo contigo hoy.
- Perfecto, dame un segundo – salí disparado hasta el cuarto.
Como había imaginado mi madre no se había esforzado en volver a guardarlo y ahí estaba, encima de la mesilla de mi hermanastra, ironicamente colocado al lado de una foto de los tres juntos.
Con la imaginación desbocada, volví corriendo a mi habitación, donde me di cuenta de que mi madre había puesto música de fondo y la encontré con una gran sonrisa en la cara y un consolador en la mano que no le había visto hasta ahora. Perfecto, si ella quería jugar con ese monstruo, no veía ningún problema en seguirle el juego.
- Así que quieres que te folle con eso, ¿no? – ronroneaba con las posibilidades – quieres estar llena por todos los agujeros.
- Sí, y quiero que seas tú quien lo haga hijo.
Dejó el consolador a su lado en la cama y se puso a de espalda a mí a moverse al ritmo de la música. Se quitó el camisón y quedó totalmente desnuda, totalmente apetecible y lista para seguir.
Sin pensármelo dos veces, cogí el bote de lubricante y eché una buena cantidad en mi mano. Estaba frío al tacto, lo que daría una sensación genial entre tanto calor que sentía. Primero lo extendí a lo largo de toda mi polla, desde la base hasta el glande, para después acercar la mano a la entrada de su culito y empezar a pasar el lubricante por todas partes.
- Fóllame el culo como nunca se atrevió a hacerlo tú padre – mientras lo decía se abría las nalgas con la mano de la forma más impúdica que pudiera imaginar – rómpemelo y cabálgame como se debe.
Viendo como estaba, no creí que hiciera falta lubricar el vibrador, por lo que dejé a un lado el bote y lo encendí. Era un vibrador enorme, de esos negros y venosos, que parecía vivo en mi mano. Le agarré fuerte de las nalgas para que no se moviera y se lo metí en el coño de un solo golpe. Pegó un grito de la impresión, pero que demostraba más placer que dolor, no parecía la primera vez que se metía esa barra de plástico entre las carnes.
Lo metí y saqué durante un rato, dando vueltas dentro para que lo notara por todo el coño con toda su intensidad, lo que consiguió que terminara con la mano empapada de sus flujos, el coño parecía una auténtica cascada.
- Eres una putita insaciable mamá – sus gritos pidiendo más y más eran frecuentes – como te has portado bien te lo voy a dejar un rato dentro.
Recogí el tanga que había tirado antes y se lo coloqué de nuevo, asegurándome que el vibrador siguiera dentro a máximo volumen. Entonces me dirigí a mi verdadero objetivo. El culo estaba precioso desde mi posición. Se abría y cerraba ante mis ojos como invitándome a que lo usara, aunque yo no deseaba solo follármelo, quería dejarlo de tal forma que no pudiera sentarse en muchos días sin pensar con dolor en mi polla dentro de ella.
Para inmortalizar este momento y aprovechando que no se daba cuenta, cogí el móvil, lo apoyé en la estantería y comencé a grabar. Ese video sería el mejor material para mis futuras pajas.
- ¿Qué ha sido eso cariño? – la preocupación tiñó su voz.
- Nada mamá, he tirado una cosa sin querer – durante años había cogido práctica en mentirle y sabía que me creería.
Pronto las sensaciones en su coño alejaron de ella cualquier sospecha y volvió a gemir como si fuera la mejor actriz porno que había. Para asegurarme que tenía la entrada libre le puse un dedo que entró sin problemas, y luego otro y otro más, demostrándome que sin duda era un culito goloso. Aprovechando lo cachonda que se la veía por la acción del vibrador, coloqué la polla en la entrada del ano y empujé. La sensación que sentí era indescriptible, la polla entró como una espada siendo envainada. Conseguí meterla hasta que los huevos chocaron contra su coño y entonces sentí a través de su cuerpo las vibraciones del consolador, sintiéndome en la gloria.
Temiendo correrme antes de tiempo si seguía ahí parado, me puse a taladrarla provocando sonidos animales en mi madre. Le azotaba las nalgas hasta dejárselas rojas, lo que hacía que se tensará y me apretara todavía más fuerte. Cuando sacaba la polla veía el agujero super dilatado, mostrándome que aceptaba sin problemas cualquier cosa que quisiera entrar en él. Entonces colocaba el glande de nuevo en la entrada y seguía follándomela incluso más fuerte.
Antes de que pudiera darme cuenta, mi madre estaba gritando mi nombre y corriéndose por segunda vez, un orgasmo mucho más duradero que el primero que la recorrió como una corriente eléctrica.
- Dios…me vas a matar Manu – se la notaba exhausta.
Si por mi fuera seguiría penetrándola hasta que ambos cayéramos exhaustos, pero lo erótico de la situación provocaba que mi cuerpo me estuviera traicionando. Sin poder posponer lo inevitable, di unas últimas y contundentes embestidas que llevaron mi polla hasta el fondo de su culo y la saqué justo antes de explotar, llenando de semen toda su espalda.
- Toma mi leche puta – el grito que solté mientras me vaciaba sobre ella era más animal que humano.
En ese momento, cría haberme muerto y estar en el paraíso. No me lo podía creer, pero había sido la mejor follada de mi vida. Mi madre sin duda sabía cómo hacer dejar seco a un hombre.
Antes de que volviera em sí, rescaté mi móvil de donde lo había dejado y grabé por unos segundos la imagen de ella llena de mi semen y con el culo totalmente abierto para mí, antes de pararlo con una sonrisa de satisfacción, sabiendo que en cuanto pudiera copiaría el vídeo para asegurarme de no perderlo nunca.
Me costó recuperar el aliento, pero cuando lo conseguí me incorporé y le saqué y apagué el vibrador a mi madre, totalmente manchado de flujo. Cogí unos pañuelos para limpiarla, estaba goteando semen en la cama. Cuando terminé se dio la vuelta y me dio un gran beso en los labios mientras me acariciaba la cara.
- Gracias hijo, ha sido maravilloso – la dulzura impregnaba su voz.
- ¿Volverá a pasar? – de repente el futuro me parecía un lugar lleno de posibilidades.
- No lo sé Manu, solo el tiempo nos lo dirá, pero espero sinceramente que sí - contestó poniendome el pelo detrás de la oreja, un gesto sorprendentemente maternal después de todo lo que había pasado.
Y, dándome un beso en la mejilla, recogió su ropa del suelo y salió de mi habitación dejándome su olor y la certeza de que la relación con mi madre ya no sería nunca la misma.