Seducida por los jefes liberales.

Luciana, una limpiadora madura, se ve tentada por el joven y atractivo matrimonio para el que trabaja...

Luciana, como todas las mañanas se presentó en la casa de los señores Castillo a las ocho en punto para comenzar con su ronda de limpieza. Aquella casa era sin duda mucho más grande que a las dos que iba por la tarde y también eran el matrimonio que más dinero tenía y que mejor la remuneraba por sus servicios.

La mujer, que estaba muy agradecida por la estabilidad económica que sus jefes la daban, siempre se presentaba en su lugar de trabajo antes de la hora, su jornada comenzaba a las 8:30, pero Luciana siempre acostumbraba presentarse por allí a las ocho, vestida de calle, para cambiarse en el interior de la casa y ponerse en funcionamiento a las 8:15.

La asistenta se metió en el cuarto de baño de la planta de abajo para quitarse la falda y blusa de tonos suaves, para sustituirla por sus ropas de trabajo, que eran también una blusa y una falda pero de tonos más oscuros, casi negro.

La mujer se miró en el espejo del baño con mala cara, desde que había pasado los cuarenta, hacía ya un par de años, la asistenta había comenzado a no gustarse. Era una mujer de mediana estatura, pelo largo negro y liso, piel clara, un poco gordita, pechos y culo bastante grandes…

Luciana dejó de martirizarse mirándose en el espejo cuando los defectos comenzaron a abrumarla y se hizo una coleta con el pelo para que este no le estorbase mientras se encargaba de hacer las tareas de la casa.

La asistenta comenzó como de costumbre por la cocina, era la parte que menos la gustaba y en la que más tiempo invertía y aquella no fue una excepción. La mujer fregó de arriba a bajo la amplia cocina y se encargó de limpiar los muebles que la poblaban hasta dejarlos inmaculados.

Una vez terminó la parte más engorrosa de su trabajo, la mujer pudo ir más relajada, subiendo al piso de arriba para hacer la habitación en la que dormían los dueños de la casa. A Luciana siempre le había sorprendido que para ser una pareja sin hijos hubiesen decidido instalarse en una casa de cuatro dormitorios y dos baños, pero aquello no la molestaba, al contrario, estaba segura de que si tuviesen hijos se encontraría la casa cien veces más revuelta de lo que se la solía encontrar.

-          ¡Estoy en casa!- informó voz en grito una voz masculina, cuando Luciana terminó de hacer la cama.

La mujer rápidamente miró el reloj, no eran más de las 10 de la mañana con lo que la presencia del marido de Sandra era algo realmente inusual. Luciana, que no quería pillarlo por sorpresa y pese a que no le hacía ninguna gracia estar sola en la casa con aquel hombre, ya que en ocasiones anteriores había tratado de seducirla, bajó a la planta baja para hacerle saber de su presencia.

Una vez cumplió con el protocolo de saludar a su jefe volvió a subir rápidamente para quitar el polvo y organizar un poco las otras habitaciones, no le gustaba estar cerca de Francisco, que así se llamaba el que acababa de llegar, por temor a que este volviese a intentar seducirla y caer en sus redes.

Francisco era un hombre atractivo, de casi cuarenta años, piel clara, alto, pelo corto y castaño… el único problema que tenía Luciana, a parte de estar casada y tener dos hijos, era que la señora de la casa era una de sus mejores amigas y no tenía intención de que sus deseos carnales la hiciesen estropear la buena relación que tenía con Sandra, que le había dado un trabajo ante la difícil situación económica que estaba.

Luciana, que había preferido no arriesgarse a contar aquel incidente a Sandra por temor a que no la creyese o echase, había tratado de mantener las distancias con el lascivo señor de la casa, aunque este, aún con el primer no, había tenido las ganas de intentarlo dos veces más, y la asistenta no descartaba que hubiese una cuarta intentona.

La criada, que no comprendía porque diablos la había elegido a ella para satisfacer su apetito sexual, no pudo evitar preguntárselo en la última ocasión que Francisco trató de convencerla para que tuviese sexo con él, con lo que obtuvo la respuesta. No la quería porque la resultase especialmente atractiva, ni porque considerase que debía de tener unas grandes habilidades en la cama, el único motivo por el que quería follar con Luciana era porque le daba morbo hacerlo con su chacha.

La criada pudo mantener las distancias con Francisco durante toda la mañana, procurando moverse rápidamente por la casa y siempre dejar alguna tarea pendiente en algún otro rincón de la vivienda para por si el hombre trataba de quedarse a solas con ella poder salir con algún pretexto.

La asistenta sintió un gran alivio cuando escuchó la puerta principal abrirse y la voz de su amiga anunciando su llegada. Con la mujer por casa Francisco no se atrevería a intentar seducirla de nuevo.

La dueña de la casa era una mujer de mediana estatura, unos 35 años, pelo largo y castaño, complexión delgada, piel morena y que casi siempre lucía ropa elegante, como en aquella ocasión era la falda y chaqueta oscuras que llevaba.

-          Que pronto llegas, Sandra- dijo la criada saludando a su amiga, la señora de la casa había insistido en que el trato entre ellas fuese informal, y pese que al principio le había costado Luciana había conseguido acostumbrarse.

-          Sí- respondió la recién llegada- no estarías haciendo nada que no debieses- comentó con media sonrisa.

-          No, acababa de terminar las tareas de arriba y ya me iba a vestir para salir- respondió la asistenta sin sentirse ofendida por la broma.

-          Que bien que hayas terminado- dijo la mujer agarrándola la mano y llevándola hacia el salón- tenemos que hablar sobre un tema.

Luciana, que había sido siempre diligente en el trabajo y que era amiga de la jefa desde hacía años, caminó sin preocuparse y tomó asiento delante de su amiga, el problema se presentó cuando esta elevó su tono de voz para llamar a su marido, el cual no tardó en presentarse.

Pese a que la asistente no había hecho nada absolutamente con el marido de Sandra no pudo evitar sentirse algo de nerviosa al estar los tres reunidos.

-          Francisco me ha dicho que ha intentado seducirte pero que te has negado, ¿es eso verdad? – preguntó provocando la sorpresa mayúscula de la criada. Tal fue la sorpresa que tardó unos largos diez segundos en contestar.

-          Sí, es cierto, pero te aseguro que no he hecho nada para provocarle- aseguró Luciana rápidamente.

-          Eso ya lo sé, es un jodido morboso- comentó la mujer en un tono más juguetón que de reproche hacia su marido, cosa que la sorprendió mucho- cuando me dijo que había intentado seducirte me enfadé un poco, le tengo dicho que no quiero que lo haga con mis amigas.

Luciana la miró incrédula, no comprendía como su amiga soportaba de aquella manera las infidelidades de su esposo, y el como estaba dejando caer, que si bien le molestaba que Francisco mantuviese relaciones sexuales con sus amigas no la importaba que fuese con otras mujeres.

-          ¿A que te estás preguntando por que no estoy roja de ira tachándote de puta por haberme tratado de robar el marido?- preguntó finalmente Sandra.

-          No con esas palabras, pero sí- respondió Luciana.

-          Porque tanto mi marido como yo somos de lo más liberales, hace casi dos años tuvimos una crisis de cama y para que ambos no nos aburriésemos con el sexo decidimos hacerlo con otras personas, pero aún así seguir juntos- explicó con naturalidad sonriendo mientras observaba el rostro de incomprensión de su criada- y ahora mismo te estarás preguntando ¿para que me cuenta mi amiga Sandra estas intimidades de su matrimonio? Pues muy fácil- comenzó a contestarse sin dar tiempo a su amiga- Porque tanto como yo como mi marido nos hemos encaprichado de ti.

Luciana sintió como comenzaban a subirla los calores y a enrojecerse su rostro ante la petición que su amiga le estaba haciendo. La asistenta no comprendía que diablos tenía ella que pudiese interesar a aquella bella pareja: eran más jóvenes que ella, más atractivos, tenían una posición económica mejor que la suya… ¿Podía el morbo que sentía aquella lasciva pareja haber limado todos los defectos que Luciana consideraba que tenía?

-          Sé que es raro- dijo Sandra levantándose para sentarse junto a su amiga- yo al principio también lo consideré inviable cuando me lo comentó mi marido, pero desde hace algunas semanas te miro de otra manera- explicó Sandra pasándola un brazo por detrás de la espalda y posándola sobre el seno derecho de la criada, cuyos rubores subieron de manera exagerada.

-          Creo que no me interesa- dijo Luciana agitada quitando la mano que apretaba su pecho.

-          ¿Por qué?- preguntó la dueña de la casa- Si te preocupa que tu marido nos descubra es imposible, lo haríamos en tu horario de trabajo y te puedo asegurar que me encargaría de dejarte totalmente limpia antes de que volviese con él- aseguró acercando su boca a la mejilla de su amiga para darle un lametazo- además también podría ampliarte el turno y darte un mayor sueldo, seguro que ahora que tu marido está en paro os irá muy bien, aunque no temas por su salario actual, si no lo haces no te voy a despedir ni nada de eso, quiero que hagas esto porque quieras experimentar, no por temor- aseguró Sandra haciendo que la respiración de Luciana se sosegase, era un alivio saber que su jornal no dependía de su decisión.

Francisco, al recibir un gesto de su mujer sonrió y se bajó los pantalones hasta las rodillas, para a continuación deslizar su ropa interior y dejar a la vista de ambas mujeres su pene. Luciana retiró rápidamente la mirada azorada, acto que excitó al exhibicionista marido que sintió como su verga comenzaba a crecer entre sus manos hasta tomar un tamaño cercano a los 20 centímetros, de un grosor bastante considerable.

La criada se negó a mirar el pene del hombre directamente y tan solo comenzó a mirar de reojo cuando escuchó el ruido de la mamada que Sandra había comenzado a darle. La dueña de la casa tenía los ojos cerrados para centrarse en las sensación que aquella verga la producían entre sus labios mientras subía y bajaba lentamente, hasta que Francisco finalmente agarró la melena de pelo castaño de su mujer para alejarla de su pene.

-          Cariño, eres muy poco educada, te has lanzado como una loba sin ofrecer antes a tu amiga- comentó el hombre sonriendo y acercándose con su erecto y empapado pene casi al rostro de Luciana.

La criada quedó impresionada ante el largo, grueso y venoso falo que tenía ante ella, aquella verga no tenía nada que ver con la de su marido, que era mucho más pequeña y fina. A parte, el verla cubierta de saliva y con aquel sobresaliente glande brillante hizo que los reparos morales hacia la propuesta que Sandra le había hecho comenzaran a diluirse.

Luciana, que no estaba muy acostumbrada al sexo oral abrió bien la boca para que el glande de Francisco entrase cómodamente en la su cavidad bucal sin que los dientes de la mujer lo rozasen siquiera. Francisco, viendo que su fantasía comenzaba a cumplirse gimió de gusto, incrementándose las muestras de placer cuando la criada apretó suavemente con sus labios el falo y comenzó a cabecear sobre él con suavidad.

Sandra, que no quería quedarse fuera de la diversión se desnudó rápidamente quedando en ropa interior: un provocativo conjunto de tanga y sujetador semitransparente rojo. Una vez consideró estar lo suficientemente cómoda se acercó a su amiga para comenzar a sobar los generosos senos de esta, al tiempo que disimuladamente iba desabrochándola los botones de su blusa, hasta que finalmente pudo apretar por encima del sujetador las grandes y suaves masas de carnes que formaban los pechos de su amiga.

El hombre fue el primero en desnudarse por completo cuando vio como su mujer con cuidado había conseguido quitar la oscura blusa a Luciana, quedando el torso de esta al descubierto, salvo por el sujetador, y pudiendo ver claramente como la sobraban unos pocos kilos, pero que aún así tenía una figura muy sugerente.

-          Luciana, creo que estás abusando un poco- dijo Francisco colocando la mano sobre la frente de la asistenta para sacar su polla- las buenas amigas tienen que compartir- dijo mirando a su mujer.

Sandra se lanzó sobre la verga de su marido para invitar a su empleada a mamarla juntas. Luciana, que no estando tan excitada como estaba en aquel momento, tenía el convencimiento de que rechazaría la propuesta por temor a que sus labios se juntasen con los de otra mujer, antes de darse cuenta estaba chupando con pasión el lado derecho del pene de Francisco, mientras que Sandra que encargaba de toda la zona izquierda.

Como era de esperar los labios de las dos mujeres se cruzaron en varias ocasiones, especialmente en la zona de los grandes y pelados testículos del hombre y en el hinchado y empapado glande, que ya no solo estaba resbaladizo por la saliva de las lamedoras sino también por el líquido pre-seminal que había comenzado a brotar de la punta de su verga.

Francisco, que estaba gozando de una mamada a dos bocas, se entretuvo buscando los cierres de los sujetadores de sus lamedoras, siendo más hábil con el de su mujer y liberando sus medianos y firmes pechos adornados por unos pequeños pezones marrones, para a continuación afanarse en el de Luciana, que no tardó en caer. El hombre no pudo resistirse a bajar su mano derecha hasta los hermosos pechos de la asistenta a pinzar con sus dedos índice y pulgar el pezón grande y oscuro que tenía más cerca, y que destacaba sobre el pecho bastante pálido de la mujer.

Una vez estuvieron las dos mujeres en toples y el hombre totalmente desnudo, Sandra se levantó para agarrar con una mano el pene de su marido y con la otra la mano de su amiga, para tirar de ellos y subir escaleras arriba para acabar en el dormitorio principal que contaba con una cama que perfectamente podía albergar a los tres.

Francisco fue el primero en echarse sobre la cama para después recibir a las dos mujeres que se colocaron una a cada lado de este. Sandra mostró lógicamente un papel más activo que su asistenta colocando su cabeza entre las piernas de su esposo para estimular la creciente verga del hombre. Luciana por su parte se mostró bastante más insegura, pero comenzó a desinhibirse poco a poco cuando las fuertes manos de Francisco le agarraron por la cintura y la tiraron a su lado para a continuación recibir una excepcional lamida de pechos por parte del hombre de la casa.

Así permanecieron durante unos minutos hasta que Sandra no pudo resistirse más y abandonó el sexo que estaba mimando para aproximarse a su amiga, que gemía de placer ante las caricias de Francisco. Sandra, aprovechándose de lo abstraída que estaba Luciana, separó las piernas de esta con cuidado para deslizar las bragas que llevaba hacia la derecha y encontrarse con un sexo de labios grandes y rosados y con algo de bello negro sobre su pubis. La mente de la mujer se turbó en cuanto llegó a su nariz el dulce aroma de la zona íntima de su asistenta y sin pensarlo dos veces metió su lengua todo lo que la fue posible en el caliente y húmedo sexo de Luciana.

La criada se sorprendió al sentir la rápida lengua de Sandra en su interior, pero no hizo absolutamente nada por impedirlo: la sensación era muy placentera. El tener a aquellos dos hábiles lamedores jugueteando con su cuerpo hizo que el calor dentro de ella comenzase a aumentar hasta puntos a los que hacía mucho que no llegaba, por lo que no dudó en lanzarse sobre Francisco para lamer sus pectorales y poco a poco subir hasta sus labios para besarlo con pasión y que este se decidiese a penetrarla lo antes posible.

-          ¡Quiero tener tu pollón dentro de mí!- dijo la mujer ansiosa una vez finalizó el beso con el marido de su amiga. Francisco rio complacido.

-          Vale- dijo el hombre levantándose- colócate en cuatro patas sobre la cama que te voy a dar la tuyo.

Luciana, que estaba deseando llegar al orgasmo obedeció aquella instrucción como si una orden se hubiese tratado, colocándose apoyada sobre la cama con sus manos, sus rodillas y el con culo lo más subido posible para que su amante no tuviese ningún problema a la hora de localizar y penetrar su sexo.

-          ¡Eh, yo también quiero!- protestó Sandra al darse cuenta de lo que estaba pasando. Francisco sonrió y dio un largo beso en los labios de su mujer.

-          Vamos cariño no seas caprichosa delante de nuestra invitada- comentó el hombre colocándose a la espalda de Luciana y acariciando el empapado sexo de la mujer.

-          Vale- dijo Sandra fingiendo enfado y colocándose delante de su amiga para separar las piernas delante de ella- pero ya que vas a disfrutar del pollón de mi marido con toda su energía vas a tener que lamer mi coño  para que yo también me divierta.

Sandra no tardó en quitarse las braguitas y dejar su sexo de labios pequeños y rosados, totalmente depilado, al aire. Luciana, que nunca había lamido la vagina de una mujer, miró el palpitante sexo de su amiga asombrándose del gran tamaño de su clítoris en comparación con lo pequeños que eran los labios que lo rodeaban.

La asistenta tan solo agachó la cabeza para lamer la zona íntima de su amiga cuando notó como la verga de Francisco se abría paso en su interior. Sandra al primer contacto de la lengua de su empleada con su sexo no pudo reprimir un fuerte gemido de placer: hacía mucho que estaba deseando que llegase aquel momento y pensaba disfrutarlo completamente.

En aquella postura Sandra y Francisco podían verse las caras perfectamente, con lo que  fue muy fácil para la mujer indicar a su esposo cuando debía ir más rápido y cuando más lento para que todos quedaran satisfechos.

Luciana, que sorprendentemente quedó encantada por el sabor de la vagina de su jefa, y amiga, hundió su lengua todo lo que pudo después de lamer la zona más superficial, en busca de nuevos fluidos, hasta el punto que cambió la posición de sus manos que estaban situadas para mantener el equilibrio, para colocar estas bajo las duras nalgas de Sandra y hundir su boca en su sexo.

La receptora de aquella intensa lamida agarró con fuerza la cabeza de Luciana para mover su rostro de arriba a bajo buscando un mayor placer, al tiempo que indicaba a su marido que la follase con más fuerza, lo que hizo que Luciana lejos de protestar se dejase hacer.

La criada apretó con suavidad las nalgas de su jefa al tiempo que movía su cara, sin pudor alguno. Aquel sexo estaba cada vez más delicioso. Sandra encantada de la vida gimió y miró a su amiga.

-          Puedes profundizar un poco más donde estás tocando ahora, si quieres- dijo la dueña de la casa haciendo un guiño.

Luciana, que intuyó a lo que se refería su amiga, con sus dedos separó las nalgas de Sandra, para con la punta de su dedo índice comenzar a estimular el ano de esta. La asistenta no comprendió el como aquel agujero que ella nunca se había atrevido a explorarse a si misma, principalmente por pudor, podía producirla tanto placer, pero lo comprendió en cuanto sintió uno de los gruesos y empapados dedos de Francisco estimulaba su agujerito sin llegar a penetrarlo.

La criada se quedó sorprendida de la buena compenetración que tenían aquella pareja para comunicarse con el lenguaje no verbal, ya que no podía ser casualidad de ella misma sintiese lo mismo que estaba haciendo a su amiga: si penetraba el ano de Sandra, Francisco penetraba el suyo, si lo sacaba para acariciar la zona dilatada, Francisco hacía igual, si penetraba y hacía circulitos en le  interior de su amiga, sentía lo mismo en menos de tres segundos…

Después de unos minutos así, Luciana alzó la cabeza fijando su mirada suplicante en el rostro de su amiga, que le sonrió, acarició su pelo e indicó con un gesto a su marido que penetrase sin contenerse.

Francisco no necesitó ver aquel gesto dos veces para comenzar a embestir con fuerza el sexo que estaba penetrado. Luciana se sobresaltó ante el primer golpe, preocupando por un momento a Sandra, que sonrió cuando vio como su amiga levantaba la vista, sin dejar de comer el sexo que tenía delante, extasiada de placer.

Los colgantes testículos del hombre chocaban una y otra vez contra los labios vaginales de la mujer, provocando que se mojasen un poco de la esencia de Luciana y le doliesen ligeramente cuando embistió de manera seguida una veintena de veces, aunque aquello no bajó el rendimiento de Francisco, que siguió penetrando con violencia, ya que si bien sentía algo de dolor en sus colgantes bolas el placer de penetrar el húmedo y apretado sexo de su criada lo superaba con creces.

Sandra, que tenía una elasticidad envidiable, levantó sus piernas y las usó para rodear con ella el cuello de su trabajadora, siendo imposible para esta dejar de lamer su sexo si la dueña de la casa no daba su consentimiento.

-          ¡Me voy a correr en tu carita!- dijo Sandra agitada- ¡¿Te importa Luci?!- Luciana negó con la cabeza, todo lo que la fue posible.

Después de un par de lamidas, la mujer no aguantó más su placer y soltó sus pegajosos y calientes fluidos sobre el rostro de su amiga, que sin intención de perder una sola gota había pegado sus labios al sexo de la receptora de la lamida.

Luciana, que estaba segura de que de no haber estado así de excitada nunca se habría atrevido a tragar los fluidos de otra mujer, continuó lamiendo los labios vaginales que tenía ante ella y el clítoris que poco a poco comenzaba a deshincharse. Función que dejó durante unos increíbles segundos en los que gimió como loca al tiempo que sentía como se convulsionaba de placer tratando de sacar sus fluidos por el agujero que en aquel momento estaba siendo penetrado vehementemente por el vigoroso pene e de Francisco.

La asistenta se sintió reconfortada cuando notó las fuertes manos de su penetrador acariciando sus costados mientras se convulsionaba cada vez más ligeramente, para acabar sobresaltándose al sentir como aquella gruesa polla que la estaba penetrando descargaba dentro de ella un chorro abundante y caliente de esperma.

La mujer ya había notado desde el primer momento que en pene de Francisco no llevaba preservativo alguno, pero al estar tan excitada en el momento de la penetración no le había importado, lo que realmente la había sorprendido era que se corriese dentro. Luciana sabía que con tan solo recibir una polla, aunque no se corriese dentro, podía quedar embarazada, pero si eyaculaba, como había hecho, las posibilidades se disparaban. Lo único que logró sacarla de su ensimismamiento fueron los labios de Sandra que se pegaron a los suyos con pasión.

-          No te preocupes, Luci- dijo la dueña de la casa sonriendo- tengo píldoras del día después, estoy segura de que embarazada debes estar encantadora, pero nuestras vidas se complicarían mucho.

Luciana sintió un gran alivio al oír aquellas palabras de su jefa, que al parecer había pensado en todo.

La asistenta se dejó llevar a continuación por los lujuriosos labios de Sandra, que siguió besándola y toqueteándola todo el cuerpo hasta que finalmente la separó las piernas para dejar totalmente expuesto su sexo, del que habían salido algunas gotas del esperma que Francisco allí había depositado.

-          Lo prometido es deuda- dijo sonriendo mirando fijamente a su empleada- te voy a dejar bien limpita para que tu marido no note nada.

Luciana no dijo nada aún extasiada de placer gracias al orgasmo que el hombre le había echo alcanzar, una vez eliminada la preocupación sobre el posible embarazo. Y lo único que hizo fue gemir de placer mientras que notaba como la hábil y experimentada lengua de Sandra pasaba por su sexo subiendo y bajando con lentitud desde su clítoris hasta prácticamente su ano.

-          Estás para comerte cariño, tu marido tiene que ponerse las botas- comentó Sandra relamiéndose.

-          El no me come ahí- dijo la mujer entre jadeaos cuando su amiga terminó con su trabajo oral- no le gusta lamer mi coño.

-          ¡Pues menudo imbécil!- exclamó Sandra ligeramente enfadada porque el manjar que para ella era el sexo de su asalariada fuese despreciado de aquella manera por su esposo.

Luciana sonrió ligeramente al oír aquello, que Sandra gozase tan sinceramente de comer su sexo, cosa que hasta el momento solo había sentido de su marido cuando este estaba sobreexcitado, le hacía sentir muy bien.

-          Bueno Luciana, ¿vamos a poder contar contigo para divertirnos en otra ocasión?- preguntó Sandra con los labios empapados de fluidos de su empleada.

-          Por supuesto, me encantará hacer horas extras así- dijo sonriendo, provocando la alegría del matrimonio liberal.

Agradeceré comentarios y sugerencias tanto por aquí como por mi correo fantasias1987@hotmail.com