Seducí a Papá

Gracias a la ayuda de un amigo conseguí realizar mi mayor fantasía: hacer el amor con mi padre.

SEDUCÍ A PAPÁ

Llamadme Gabyta. Soy una chica de veintipoquitos años y vivo en alguna parte de México. Soy una auténtica despendolada, y nada me gusta más que estar frente a mi compu(el ordenador que lo llaman en otras partes) con mi amado dildo(lo llaman consolador, creo) dándome caña a tope por mi cuquita caliente. Chavos no me faltan, pero cuando no tengo uno a mano, nada como mi dildo para satisfacer todas mis necesidades. Él es quien hace que todas mis fantasías cobren vida y me hagan disfrutar como nunca, colándose dentro de mí para hacerme subir al cielo, pero ninguna fantasía me excita y apasiona tanto como imaginar que mi dildo es mi padre, cojiéndome como a una perra en celo. Me faltan dedos de la mano para contar las veces que me corrí fantaseando con ello, aunque nunca imaginé realizar esa fantasía hasta hace poco.

Buscando relatos de relaciones padre-hija por Internet, encontré esta página de todorelatos, y fue navegando por la página leyendo a los autores y sus relatos que conocí a Iván Sanluís, un autor de conocido talento cuyas historias hicieron estragos en mí y que me animaron a escribirle para conocerlo. Me sorprendí mucho por su forma de ser, tan distinta a como yo me esperaba de alguien que escribe relatos eróticos(y sobretodo por la forma que tiene de escribirlos). Enseguida le cogí tanto cariño como confianza, y no pasó mucho sin hablar de temas personales, de fantasías, etc. etc. etc.…me sentía tan a gusto con él(y eso que era una relación de MSN, puesto que vivimos en países distintos), que llegué a confesarle mi mayor fantasía. Para mi sorpresa, en lugar de despecharme, me dijo que no era la primera vez que le pasaba eso, que en otras ocasiones y debido a sus relatos la gente solía enviarle correos contando sus experiencias. Cuando me preguntó si quería que mi fantasía se cumpliera le dije que sí sin pensarlo dos veces, y cual fue mi estupefacción cuando comenzó a darme todas las indicaciones de lo que yo debía hacer para que él y yo hiciéramos el amor. Al principio lo vi muy complicado y le dije que sería mejor ir sin rodeos y entregarme a él, pero cuando él me explicó el objetivo final, entendí su intención y me decidí a seguir cada paso que me él indicó hasta sus últimas consecuencias. Guardé la charla de MSN para poder releerla cuando fuera necesario(aunque la borré recientemente al no hacerme falta ya) y me dispuse a seguir el plan de mi amigo que tanto quería ayudarme.

A la mañana siguiente, según desperté y encontré a mi padre sentado a la mesa para desayunar, me arrojé en sus brazos y le di un tremendo beso en la mejilla mientras esbozaba una gran sonrisa. Mamá se quedó algo extrañada de verme tan cariñosa, y lo mismo Papá.

-¿Y esto a que viene-me preguntó él-?.

-A que te quiero mucho papá. Te quiero un chingo papi.

-Yo también te quiero, Gabyta.

Estuve así unos minutos abrazada a él, sentada en su regazo como cuando era una chavita chiquitita. Me sentí tan reconfortada y segura en sus brazos que no quería separarme de él, pero lo hice para no llamar demasiado la atención. Aún así, yo no paraba de decirle lo mucho que lo quería, y lo cogía de la mano de vez en cuando, sonriéndole. Papá parecía encantado con aquella nueva actitud mía, y todas las mañanas desde entonces le he dado así los buenos días, y más contenta no podía estar, sobretodo porqué me encantan los mimos y Papá ha sido muy pródigo en eso. Para mí supuso el cielo, ya que era una segunda ocasión de disfrutar de ese cariño y esa ternura que yo misma, al cumplir los 14, dejé de recibir de él por considerarme mayor para esas cosas.

Mi segundo paso fue estar cerca de él tanto tiempo como fuera posible, y siempre con la menor ropa que pudiera llevar encima. Como todo el año hace calor y nuestra casa, que está en las afueras, es bien caliente, podía ir ligera de ropa sin miedo a resfriarme, lo que me era perfecto para exhibirme delante de él. En ocasiones iba solo con una amplia camisa semi-transparente que cubría lo justo para dejar mis piernas al descubierto, dejando entrever el resto. Muchas veces le preguntaba si le parecía guapa, si me consideraba una chava hermosa, y él me sonreía tiernamente y me decía que sí, sabiendo que como recompensa se llevaba un abrazo y un beso de mi parte, que a veces duraban minutos. Cada roce con él era como un éxtasis maravilloso, sacudiéndome de parte a parte hasta los pelillos de la nuca.

Al margen de hacer de modelo, tenía otra forma de que me viera casi sin ropa, y era cuando nos bañábamos en la piscina que tenemos en la parte trasera de casa. No siempre podíamos darnos un chapuzón porqué él tenía trabajo y yo estudios y tareas que hacer, pero cuando estábamos libres de ocupaciones me encantaba salir vestida con mis pequeños y apretados bikinis reluciendo todas mis sabrosas carnes, dejándolo a él con un pasmo de narices. Luego nos poníamos a jugar y a darnos chapuzones, a salpicarnos y cosas de esas, pero esos instantes que se me quedaba mirando con la vista perdida me ponían ardiente y con unas ganas locas de cojer, ganas que satisfacía a base de dildo, dado que aún no tenía a Papá para satisfacerme personalmente.

De las cosas que más me gustaron del plan fue el hacer cómplice a Papá de mis aventuras cuando salía con mis amigas de party, confesándole todo lo que hacía y los chavos con quienes me encontraba. Le gustó saber que tenía cuidado para no cojer y quedar embarazada de ningún indeseable, y le gustaba más cuando le decía que aunque había chavos guapos, ninguno lo superaba a él, quien me parecía majestuoso. Me encantaba estar en mi recámara con él, tumbados en mi cama, los dos en secretitos mientras notaba como su mirada me recorría el cuerpo. Yo noté que él comenzaba a mirarme como algo más que a su chavita predilecta y eso me hizo seguir.

Otra cosa que me encantaba era probarme ropa delante de él, vistiéndome con toda clase de modelitos que tenía en el armario mientras Papá hacía de juez para ver si aquello me quedaba chido(guay). Yo me reía en plan inocente disfrutando del momento, como una niña pequeña que no sabe del deseo que despierta en los demás. Vestida solo con unas pequeñas tangas que me dejaban la cola al alcance de su vista y un mínimo top de tirantes que hacía las veces de brasier o sujetador(aunque se me marcaban los pezones que era una barbaridad), iba poniéndome tal y cual vestido, desde mini-faldas y tops de todos los colores hasta jeans y camisetas. Papá no dejaba de decirme "Gabyta, que hermosa eres, te quiero mucho" con expresión radiante, y feliz me iba a sus brazos, sabiendo que mientras me abrazaba podía sentir mi prominente busto apretándose contra su fornido pecho, cosa que siempre me hacía suspirar de placer, y a él mirarme embobado de arriba abajo, sobretodo a mis generosos escotes.

Y si me probaba ropa delante de él, también le llevé conmigo de tiendas, para que me aconsejase que vestido me sentaba mejor y me hacía más guapa a sus ojos. Si a él no le gustaba yo desechaba el modelito de inmediato, porqué, y eso se lo decía siempre, quería complacerlo y que fuera bella a sus ojos, que quería ser la mujer más guapa del mundo.

-No hace falta tanto esfuerzo Gabyta. Tú ya eres bellísima-me decía sonriendo-.

Ni que decir tiene que muchas de las que nos atendían nos miraban extrañados pensando que éramos pareja y no padre-hija, algo que a mí me encantaba. Lo cierto era que todo iba tan bien que no podía creerme que hasta hace poco nuestra relación fuera tan cordial y formal como un contrato de negocios. Me parecía un sueño poder hacer tantas cosas con él, más las que aún quedaban.

Una de ellas era dormir con él la siesta. Papá no la dormía regularmente, solo de vez en cuando, y cuando decía que se iba a echar una cabezadita, yo iba al sofá con él, o la cama, y dormía a su lado mientras él me rodeaba con sus brazos. Me hacía sentir confortada y feliz estar tan íntimamente unido así con Papá, y más de una vez, cuando creía que yo estaba dormida, notaba como sus manos, algo tímidas, me acariciaban los muslos de las piernas y mi cintura. Yo me revolvía fingiendo estar soñando, dejándole vía libre para que me sobara cuanto quisiera. Lo único que no se atrevía a tocarme era mis pechos, quizá por miedo a que se despertase, pero por lo demás no dejó rincón de mí por acariciar, susurrándome lo bonita y hermosa que me estaba poniendo. Yo le seguía la corriente y me limitaba a decirle "gracias" actuando como si estuviera en sueños, aunque estaba bien despierta y muy excitada.

Aparte de dormir la siesta, en ocasiones Mamá tenía que ausentarse por motivos de familia y trabajo, y me aprovechaba de esas ausencias para dormir toda la noche con él, como si yo fuera su mujer. Cada vez que me metía en la cama con él, vestida con las prendas más ligeras y finas para resaltar todas las curvas de mi cuerpo para que contemplase a la bella hija que tenía, sentía que el corazón se me desbocaba. Me acurrucaba junto a él y le abrazada con fuerza, mientras él me arropaba y me llenaba la cara de besos. Aquel juego hacía que mi cuerpo se conmocionase, y más de una vez estuve a punto de decirle a gritos que me desnudara y me hiciera el amor, pero pude morderme la lengua y aguantar, porqué aún no era el momento. Todavía no.

Hay un detalle que no he mencionado, y es que Mamá, no sé si a sabiendas o por casualidad, nos dejaba solos durante largo rato, ocupada en sus quehaceres. Si sabía de mis intenciones nunca dijo nada, solo se limitaba a sonreír viendo que su chiquilla querida estaba loca de amor por su padre y que le encantaba tener una íntima relación con él, aunque no sabía hasta que punto quería que fueran íntimas jajajaajaja…Ella simplemente nos dejó el campo abierto, sin estorbar ni una sola vez, lo que a mí me vino de perlas para poder estar juntos dándonos mimos como chiquillos enamoradizos.

Cuando vi que la fijación de Papá en mí iba subiendo de tono, también fue subiendo de tono mi relación con él, llegando a pedirle que nos ducháramos juntos alguna vez, que no me iba a escandalizar por verlo desnudo ya que había visto a muchos chicos desnudos antes. Él pareció algo acobardado por la idea, pero luego se aventuró y aceptó. Ay dios mío…cuando lo veía desnudarse y meterse en la ducha conmigo quería desgarrarlo a mordiscos, me daban ganas de comérmelo vivo…el cuerpo de papá y esa verga fláccida me hacía desear lanzarme a por él, pero me contuve una vez más, esperando que llegara ese momento que Iván me había prometido. Algunos días lo odiaba al ver que ese día no llegaba, aunque él juraba y perjuraba que llegaría.

Llegados a ese punto en que teníamos una relación tan estrecha que casi todo lo hacíamos juntos, un día y de forma natural le propuse que viéramos una peli porno juntos, bien fuera en mi compu o bien en la DVD. Le dije que quería aprender cosas de sexo y que me gustaría que él, más experimentado que yo, me instruyese. Como tenía muchas películas descargadas, nos pasamos muchas horas viendo pelis…yo le preguntaba si le gustaba la chica de la película, si era más guapa que yo, si le gustaba lo que le hacían…también le comentaba las cosas que yo había hecho y las que no, y él me confesaba que cosas nunca hizo. Esos momentos tan íntimos me hacían sentir más deseos aún de hacer el amor con él.

Mientras veíamos las películas, él no dejaba de mirarme con disimulo, echándome un largo vistazo a mi escote para intentar verme mis tetas. También me miraba en mi entrepierna, ya que como vestía ropa ajustada se me marcaba algo la cuca(y lo hacía adrede, por supuesto) esa era una visión de la que no podía apartar los ojos durante mucho rato. Él intentaba ocultarse la erección que tenía, pero siempre le decía que no hacía falta que se tapara, que era natural y que no debía avergonzarse de ello. Así conseguí ver como su hermosa tranca despuntaba de sus pantalones, totalmente dura y pidiendo a gritos una deliciosa vulva donde saciar su hambre.

El acoso al que lo sometí duró durante semanas, quizá 2 ó 3 meses. Todos los días estaba encima de él, bien besándole, bien duchándome con él, durmiendo en sus brazos, probándome ropa delante suyo, siempre presta a enseñarle mis buenas curvas y mis generosas formas…por muy hija que fuera, no existe hombre alguno que resista semejante ataque, y con el tiempo se envalentonaba a mirarme con más descaro, incluso a tocarme cuando estaba dormida. Más de una vez sus manos se atrevieron a sobarme mis tetonas y tocarme los pezoncitos, haciéndome gemir de placer, hasta fue capaz de acariciarme por la pucha, masturbándome suavemente hasta que me acababa dando un orgasmo fantástico, mientras yo fingía estar dormida.

Y por fin, una tarde que Mamá se tuvo que ir, llegó el anhelado momento. Me encontraba sentada en mi recámara tomando apuntes y me levanté a por algo de beber porqué tenía una calor tremenda, pero antes siquiera de llegar a la cocina, noté como me abrazaban con fuerza desde atrás, rodeándome y aprisionándome sin dejarme hueco por donde escapar.

-Papá, me aprietas mucho…¿Qué haces?.

-Ay Gabyta, que me tienes loco, que ya no puedo aguantar más…tengo que cojerte o no respondo de mis actos…ya no resisto esto

-Papi loco, ¿pero qué dices?, ¿qué pretendes?...que eres mi papi

-Ay mi amor, ya sé que eres mi hija y yo tu padre, pero también somos un hombre y una mujer y yo no soy de piedra…tengo que cojerte aunque sea lo último que haga en mi vida…tengo que hacerte el amor o me volveré loco

-¿Pero como pretendes papá?...loco, sucio, párate…aaaaaahhh

-¡No!, no puedo parar, no quiero…te quiero Gabyta, te quiero más que a nada, pero también me tienes ardiente de sexo desde hace meses y tengo el cuerpo a reventar…estoy cachondo y de hoy no paso sin chingarte a lo grande

Yo fingía resistirme, pero no podía ser más feliz. ¡¡Por fiiiiiiiin!!. En mi interior no dejaba de dar gracias a Iván, de ver que tenía razón, pues se había cumplido el objetivo que el predijo: que en lugar de entregarme a él como inicialmente propuse fuese él quien se me entregase a mí. Mi corazón brincaba de alegría.

-Calla perro loco, suéltame por favor…uuuummm

-Que rica que estás Gabyta…eres un primor, te deseo…te necesito mi’jita…quiero acostarme contigo…quiero follarte…mira como me tienes

Usó su mano libre para bajarse los pantalones, sacando su verga de su prisión y haciendo que se rozase con los muslos de mis piernas. Su calor me atravesaba de lado a lado, me puso como un cohete notar la tranca de Papá rozándose contra mí, deseando liberarse de meses de deseo contenido.

-Papá que grande…realmente es grande, la tienes muy caliente…ufffff me abrasa, me vas a partir con ella

-Sí Gabyta, te voy a partir con mi garrote…llevas provocándome como una perra en celo y yo ya no puedo soportar más este calvario

Su brazo izquierdo lo tenía apretándome las tetas, y su mano me agarró con firmeza la teta derecha y acariciándome mi sensible y rugoso pezón. Su mano derecha, que antes había desabrochado sus pantalones, había estaba colándose dentro de mi pantalón de pijama, llegando a mi húmeda vulva y comprobando que ya me tenía mojada. Eso lo puso a mil.

-¿Pero que me haces Papá?...para, suéltame, me aprietas mucho

Evidentemente era mentira, yo no quería que parase, me estaba tocando de tal modo que me puso la cuquita bien húmeda con sus dedos traviesos. Cada fibra de mi ser temblaba y se sacudía bajo el violento ataque de mi padre, que parecía estar fuera de sí. Después de tanto tiempo acosándolo sus deseos habían crecido tanto que no pudo reprimir sus impulsos, y eso para mí era una bendición. Me resistí durante algunos minutos más, hasta que me tuvo chorreando y mojando los muslos de mis piernas. Fue entonces cuando le dejé hacerme de todo.

-Llévame a mi recámara antes de que cambie de idea.

En cuanto escuchó esa frase, ni corto ni perezoso me cogió y me llevó a mi cuarto, echándome en la cama totalmente desnuda. Yo le miré entre espantada y deseosa, cruzaba su mirada con él, le examinaba mientras lo veía quedarse tan desnudo como yo. Su erección, hasta entonces solo sentida, atrajo mis ojos como un poderoso imán. No podía apartar mi mirada de aquella caliente barra de carne que parecía señalarme como a un dedo acusador, dedo que se fue acercando a mí hasta quedar a la altura de mi cara, cuando Papá se puso de rodillas sobre la cama, frotándose conmigo.

-Mira que verga tiene tu padre…¿te gusta Gabyta?, ¿ves que dura está?...la tengo así por ti…tú eres la culpable…vamos mi’jita, tócala, siéntala de una vez…¿porqué no era esto lo que en verdad querías?, ¿no era esto lo que deseabas?.

No sabía si Papá había descubierto mi treta o bien hablaba en suposiciones, pero no me importó: le obedecí sin decir una sola palabra, acogiendo su fantástico martillo entre mis cálidas manos, frotándolo con mimo y lentitud. Formando una "O" con mis labios, le di besitos y chupaditas a uno y otro lado, adorándolo con fervor. Me volví una loca de la verga de mi padre: su sabor, su tacto, su calor, su forma y textura...todo era una absoluta perfección que hacía que mis ojos brillasen con malicia. Aquella misma verga que antaño me había dado a la vida ahora iba a recibir toda mi gratitud y mi amor, y pillándolo por sorpresa abrí mi boca y me la jalé hasta el fondo.

-¡¡Ay Gabyta, mamasita!!...pero que loca eres, como haces…que rico me la jalas chavita mía

Yo no respondía, ni falta que hacía. Pasé mis manos para cogerlo con fuerza por su duro par de glúteos y gracias a eso tuve un buen punto de apoyo para darle a mi papito una riquísima mamadota que le puso los pelos de punta. De cuando en cuando le miraba a la cata y lo veía como si estuviera en trance, gimiendo y jadeando como si estuviese corriendo una gran maratón. Usando la lengua y los labios le di a probar mis aptitudes en el arte de la felación, que tan bien aprendí de las películas que me había descargado. Su puntita, de rojo rubí, ardía en mi boca mientras pasaba la lengua por ella y chupaba con los labios. Se la aspiraba como un pirulí, enroscando mi lengua por su tronco y yendo adelante y atrás, sacándola casi toda y vuelta a meter. Papá puso sus manos en mi boca cojiéndome la boca con ganas, moviendo un poco las caderas para hacer efecto de empuje. Nunca me había sentido tan excitada, usada y complacida. Esa mezcla me hizo ponerme más ardiente.

-¡¡GABYTA POR DIOS!! ¡¡PARA!! ¡¡QUE ME VOY A VENIIIIR!!...

Viendo que estaba cerca del orgasmo me paré de golpe, ya que no deseaba que lo gozara tan pronto. Me tumbé mirándolo a los ojos, acariciándome en mis pezoncitos y abriendo mis piernas para que me tocara entre ellas. En cuanto posó su mano en mi rajita me creí morir de placer, estaba que estallaba. Invité a mi Papá a devorarme en mi almejita, y no tuvo que decirlo dos veces: puso su cabeza entre mis piernas, sacó la lengua…y la hundió en mis entrañas.

Uuuufff que pasada, que cosa rica…Papito me exploraba toda mi almejita como un sibarita, me lo comía todo y lo hacía sin prisa, pasando lentamente su lengua arriba y abajo mientras me chupaba los jugos que salían imparables de mi interior. Me puse berrionda, gemí y jadeé sin control alguno, retorciéndome debido a los esfuerzos que él aplicaba para hacerme gozar. Estaba que lo tiraba, me entraron unas ganas terribles de desgarrarlo a mordiscos. Acto seguido, y trabajando a dúo con su boquita, usó sus dedos para acariciarme en mis tetas y después acariciarme en la concha, tocándome el clítoris con la yema de los dedos y poniéndome tan caliente como un hierro al rojo vivo.

-Vamos Papito, cómeme mi rajita…chúpamela toda…así Papá, lo haces de miedo…dame lengua Papito…dámela toda, hasta el fondo

La escena era tan morbosa que casi casi sentí que me venía en sus manos: papá, mi adorado papi chulo, me estaba comiendo toda mi conchita caliente y yo le animaba a que siguiera, no quería que aquello parase. Los ánimos estaban por las nubes y el deseo nos consumía como una inmensa hoguera. Tanto él como yo teníamos que desfogarnos de nuestras pasiones, las teníamos al límite de su capacidad, casi como una bomba que estuviese a punto de estallarnos en la cara. Por mis gemidos mi padre supo que me tenía a punto de caramelo, estaba más que preparada, de manera que se detuvo de comerme para retomar un poco el aliento.

-Ay mi amor, prepárate que allá voy…te voy a cojer entera

-Sí papi…cójeme de una vez…fóllame viva

Se puso encima de mí, abrió mis piernas del todo y puso su garrote entre ellas. Yo no perdía detalle. Noté como su cabecita roja tocaba mis labios vaginales pidiendo entrar, y con poco que hizo presión, fue colándose por mi conchita palpitante hasta que me la metió del todo. Fue un acto sublime y lento que me hizo ver las estrellas, disfruté cada segundo que sentí esa primera entrada en mi interior. Me abracé lo más fuerte que pude a mi papi chulo y lancé un largo y sonoro gemido de satisfacción, agradeciéndole que me estuviera haciendo aquella maravilla. Permanecimos unos momentos muy quietos, dejando que la sensación de unión nos recorriera, sin dejar de mirarnos a los ojos y de proferirnos algún que otro beso de rosca, con nuestras lenguas disputándose un torneo. Era con mucho el mejor momento de mi vida.

Pasados esos preciosos instantes de unión entre nosotros, sentí como sus caderas se movían con lenta parsimonia, y yo me agarré a él presa de una lujuria que me hacía chillar y gemir como una perra en celo. No paraba de decirle piropos y toda clase de halagos mientras me bombeaba como un alambique, extrayendo de mí todos y cada uno de mis espasmos, jadeos y sensaciones, que me desbordaban como una inundación. Por cada meneo que me daba yo me derretía en sus manos como cera de vela, me ponía loquísima y me dejaba hacer por él, le daba mi permiso para que me hiciera de todo. Me tenía clamando a gritos que me diera más hondo.

-Uuuuuff papi, dame más duro…cójeme fuerte…cójeme hasta el fondo, eso es…se siente riquísimo papi…no pares…dame duro por la concha

-Ay Gabita, que caliente que eres…me tienes loco…loco de sexo por ti…mmm que cosa rica…eres deliciosa…te quiero mi’jita…te quiero muchísimo

Entre la cojida que me estaba dando y las cosas que me decía, me sentía en el cielo, como si una ninfa hubiera sido llevada al Olimpo para ser amada por un dios. El cariño y el deseo que sentíamos el uno por el otro era tan intenso que parecía que nos íbamos a fundir. Quería perderme en él, ahogarme. Me sentía anegada de él. Apoyé mi cabeza en el hueco de su hombro y le chupeteé un poco el cuello, aguantando sus embestidas mordiéndome los labios a ratos para intentar sofocar un poco mis gritos de placer, que amenazaban con ser escuchados fuera de la casa. Estaba tan excitada y tan salida que no podía contener mi naturaleza salvaje, la misma que Papá parecía querer sacar de mí.

-Vamos Gabyta…goza conmigo…disfrútalo…siente lo rico de lo bien que te cojo…que cuquita más rica, y que mojada estás…esto es paz y después gloria

-Eso es Papá…dame más…más…cójeme fuerte ¡¡COÑO!!...

Su martilleo constante comenzaba a ganar fuerza y ritmo, y mi cuerpo se iba de un lado a otro. Aquella sensación de estar acorralada entre la cama y él era de una sublime euforia. Le rodeé con mis piernas por su cintura y le dije al oído que me cojiera con más fuerza, con más energía…Papá se ensañaba conmigo tal y como le pedí, sacudiéndome de arriba abajo con cada estocada. Su verga obraba maravillas en mi conchita dilatada, la sentía perforarme como un perforador que buscase petróleo en alta mar.

-Asíii

Me penetraba.

-…dameee

Me taladraba.

-…dame máaas

Me perforaba.

-…fóllame papiiiii

Su ariete opresor me machacaba a ritmo de máquina hidráulica, presionándome y sometiéndome como nunca antes me sentía subyugada por un hombre. Ya no sabía donde meterme, estaba que explotaba, sentía como algo iba creciendo dentro de mí a tal ritmo que creí que iba a reventar. Por mis gemidos Papá supo interpretar que estaba cercano el momento del orgasmo y se apresuró para fundir nuestros orgasmos en uno solo, dejando de lado todo el cariño que hasta entonces había sido la tónica dominante del evento y abriendo paso a una pasión más salvaje y desatada. Aquello era nuevo para mí, nunca había visto a mi padre ponerse como hasta ese momento y nunca olvidaré aquella desencajada e impagable cara de placer mientras me cojía con vicio. Aguanté todo lo que pude y él siguió empalándome con su lanza hasta que ninguno de los dos pudo posponerlo por más tiempo…y profiriendo unos verdaderos alaridos de sexo y placer nuestros orgasmos pudieron fundirse en un orgasmo común y nos venimos como locos, alargando el momento todo lo que fuera posible, gracias a unas últimas metidas de Papá. No sé si tuve un orgasmo solo o varios pequeños, pero sí que nunca había sentido nada igual en toda mi vida.

Papá se derrumbó a mi lado y lo acogí en mis brazos. Podía sentir su corazón latiendo como loco, exhausto del esfuerzo que habíamos realizado. Nuestras respiraciones eran muy agitadas, incluso sudábamos un poco. En mitad de tan tierno abrazo, con su verga aún dentro mío, nos miramos a los ojos y nos sonreímos sin romper el mágico silencio de aquel precioso instante. De hecho, no hablamos más por un buen rato, solo nos mirábamos y nos besábamos con nuestras pasiones bien encendidas aún. Podía oler el rico aroma del sexo a nuestro alrededor, era como algo dulzón y muy agradable, como una sensación que nos quemaba en el alma y nos la marcaba a fuego. Al salirse de mí cayó boca arriba a mi lado en la cama, sin dejarme de admirar mi cuerpo desnudo, el mío que minutos atrás había disfrutado como un niño devorando un tarro de chocolate.

-Espero no preñarte-dijo con un tinte de preocupación-

-No te preocupes, tomaré anticonceptivos para evitarlo-le contesté sonriendo-…te quiero Papá

-Te quiero Gabyta

Mis ojos divertidos y perversos le hicieron ver que aún necesitaba más, y nos pasamos horas y horas cojiendo, tomando pequeños reposos para recuperar fuerzas y luego vuelta a empezar. Incluso usamos a mi amado dildo para que, mientras Papá me cojía por un agujero, el dildo lo hacía por el otro…me lo hizo contra la pared de la recámara…me lo hizo los dos sentados en una silla…lo hicimos en la ducha…así hasta que ya no pudimos más y lo dejamos, incapaces de seguir. Acabamos tumbados en el sofá, uno al lado del otro, abrazados durante mucho tiempo. Era como si no pudiésemos soltarnos, ni siquiera cuando Mamá llegó horas después. Sencillamente, no podíamos. Fue un día estupendo.

De inmediato le conté a Iván todo lo sucedido, y él, alegrándose por mí, me dijo que se lo contara todo con pelos y señales, que lo escribiera como un relato que él, más tarde, publicaría con mi consentimiento. Así que me puse a escribir y así surgió este relato, que a él le encantó. En cuanto lo recibió me lo corrigió lo más mínimo, limpió las impurezas y lo dejó tal cual lo habéis leído. Le conté todos los detalles, y se alegró por ver que mi relación con él era igual de buena que antes, solo que mejor. Amo a Papá, pero no es amor de mujer a hombre, si no de hija a padre. Amarle no me impedirá tener un novio en el futuro, y eso es fantástico. Papá y yo tenemos una relación fantástica e íntima a todos los niveles como nunca esperé tenerla, y cojemos sin complejos ni tabúes. Mi vida es fantástica. Solo me queda por decir una cosa: ¡¡gracias Iván!!. Gracias por tu ayuda para hacer realidad mi fantasía, por tu apoyo en todo momento, por tu amistad y tu cariño. Gracias a ti soy mucho más feliz que antes, mucho más plena y radiante, y todo porqué, gracias a ti, seducí a Papá