Seducción... (Insomnio)

Es tenue la línea que separa el amor del querer, y el descubrirla te puede conducir a lo mejor... o a lo peor.

SEDUCCIÓN

Capítulo 5: Insomnio

La incomodidad de la cama y las cobijas no me permitían conciliar el sueño, o tal vez solo eran pretextos para ocultar que el malestar no se debía a nada que estuviera relacionado con ellos. Era definitivo el que no podría conciliar el sueño esa noche, muy a pesar de que mi cuerpo pedía clemencia a su cansancio.

Mi mente siempre ha sido demasiado bulliciosa cuando algo le preocupa, y no era precisamente que la salud de la madre de Natalia me tuviera al borde del insomnio, sino que recordó viejas penas que se hallaban ocultas y que aunque me esforzara en sepultarlas, revivían siempre con la desesperación de antaño.

Siempre que me encuentro desesperado tengo el tick nervioso de enredarme el pelo con el dedo índice y medio y esa noche se hacía presente una vez tras otra. Me revolvía impaciente entre las cobijas hasta dejarlas como un montón de forma irreconocible.

Totalmente dominado por la desesperación, me incorporé de mi lecho y me dirigí a la cocina. Tomé un vaso limpio de un estante y me serví un poco de agua. La inmediata sensación de frescura reconfortó mi cuerpo y me permitió poseer un poco más de lucidez para mi atormentada mente.

Afuera seguía lloviendo un poco, la típica moja tontos que predomina en estos climas semidesérticos; en fin, era una típica noche lluviosa de principios de invierno. Traía puestos solamente los calzoncillos pero no me importó salir al patio así. Las pequeñísimas gotas de agua fría que caían del cielo se fueron acumulando poco a poco por todo mi cuerpo hasta que éste se encontró completamente mojado, quitándome agradablemente la somnolencia que se apoderaba de mí pero que no me dejaba dormir.

Poco a poco la lluvia fue disminuyendo hasta que finalmente terminó por desaparecer, ahora un viento helado empezaba a sentirse. Decidí que era mejor que me metiera y así lo hice ya que mi garganta empezaba a resentirse. Ya dentro de la casa, me dieron ganas de salir a caminar un poco, eso siempre me ha ayudado a despejar un poco la cabeza. Tomé una toalla de mi cuarto, me sequé, me puse ropa y una chamarra, tomé mis llaves, los cigarros y el encendedor. Al estar en la sala miré el reloj: eran las 10:25.

Al salir de mi casa me dirigí hacia una plaza que queda como a unos 20 minutos a pie. Saqué uno de mis cigarros sin filtro, presioné un extremo con el pulgar, lo coloqué en mi boca y lo encendí. La calle por la que iba no estaba muy bien iluminada a pesar de que es el paso de muchos obreros que se dirigían en esos momentos a sus trabajos, y por supuesto, también algunas obreras.

El humo del cigarrillo me calmaba un poco, pero aún seguía nervioso. Aún mi luto, a pesar de los años, era silencioso

El claxon de un carro me volvió a la realidad. Era Carlos, un amigo de la prepa que vivía cerca de la plaza a la que me dirigía. Paró el carro en el que iba y abrió la ventanilla.

"Que onda, que haciendo por aquí. ¿Adónde vas?" me preguntó, mientras que el humo del tabaco se le escapaba abundantemente por la boca. Su aliento me hacía entender con gran notoriedad que venía de tomar, pero no me importó.

"A la plaza. A pendejear un rato" le dije, mientras que daba una bocanada al cigarro que estaba a punto de acabarme, después lo tiré a un pequeño charco que estaba por ahí.

"Como de costumbre. (Risas). Súbete, vamos a casa de un cuate a pistear. Por los no tan viejos tiempos" me dijo, al momento en que le daba un sorbo a una bebida que traía en la mano izquierda. De verdad que me hacía falta un poco distraerme, pero no andaba vestido como para ir a una fiesta.

"Me gustaría ir, pero mira como ando" le dije, mientras que el me miró de arriba abajo.

"Ah que pinche fijado te has vuelto. Si no te conociera diría que estás joteando" me dijo burlonamente. En la prepa, siempre alardeaba de que nada lo tumbaba, pero hubo la ocasión de que alguien lo pusiera en su lugar. Tuve que tomarme una botella de tequila de jalón al mismo tiempo que él. Yo solamente me mareé pero el cayó inconsciente.

"Pues va, pero no me digas que no te lo advertí. Si alguien empieza a chingar le parto el hocico" le dije mientras que me dirigía hacía una puerta.

"Solo que hay problema de espacio" me dijo mientras que abrían la puerta y se bajaban dos chavas ya medio mareadas por el alcohol. En los asientos de atrás estaban otros dos chavos y adelante iba Carlos con un cartón en las piernas y una chava al volante.

"Solo queda que una chava se siente en mis piernas" le dije bromeando mientras que me sentaba en el espacio disponible en los asientos de atrás.

"Mejor ten" me dijo mientras que me daba el cartón de chelas que traía. Los dos güeyes que iban a mi lado se sordearon pero yo les eche mi "carga" y tuvieron que aceptar, para no verse muy obvios. De inmediato deduje que ninguno de ellos era nada de ellas. Entonces una de las chavas abrió la puerta y se sentó provocativamente en las piernas de Carlos.

"Ándale Carmencita, al cabo que no mordemos" dijo el güey que iba a mi lado a la chava que aún quedaba de pie.

"Ni en tus sueños, baboso" le contestó. Todos nos echamos a reir y el chavo nomás se agüitó. Entonces ella se sentó en mis piernas y pues no me quedó más remedio que "aguantarme".

Cabe destacar que las calles de mi colonia y de las colonias vecinas están llenas de topes, por los camiones urbanos. Ya se imaginarán como se sentía el tener una chava que apenas has visto un par de veces sentada en tus piernas mientras que el carro se sacude al pasar cada tope. Era muy excitante. Al principio como que no agarramos confianza pero al poco rato ella ya estaba muy acomodada. Para no verme muy aguado la tomé de la cintura, y con agrado me di cuenta de que no le era desagradable. Por la oscuridad no alcanzaba a distinguir muy bien sus facciones, pero si podía sentir perfectamente sus formas, que la verdad sea dicha, eran menudas pero firmes y apetecibles. Nunca sospecharía lo que pasaría después.

Pasaron unos breves minutos y por fin llegamos a la mentada casa, aunque más bien era una residencia, a juzgar por el tamaño y las comodidades. Afuera se oía una música estruendosa y por la puerta se veían unos chavos ya demasiado intoxicados y a punto de "cantar oaxaca". Hacía demasiado que ya no iba a ambientes como esos pero no me desagradó, antes era el pan de cada día.

Bajamos del carro y nos metimos a la fiesta. Era una casa grande y bonita, amueblada y bien decorada. Lo primero que hizo Carlos fue presentarme a las chavas: la que iba manejando era la hermana de su novia; la que se sentó en sus piernas era su novia y la que se sentó en las mías era su hermana. A todas las saludé con un beso en la mejilla, pero a Carmen, su hermana, el beso se lo di en la comisura de los labios. Carlos me pidió que le ayudara a bajar otros cartones que traía en el coche y yo accedí. Ya afuera encendió un cigarro y me ofreció uno. Acepté y nos dirigimos al carro, que había sido estacionado no muy lejos de ahí. Al llegar ahí empezó a platicar conmigo.

"Sabes, Carmen de hecho no es mi hermana, es mi hermanastra, pero nos llevamos bien" me dijo, al momento en que tiraba la ceniza de su cigarrillo.

"¿Se volvió a casar tu papá?" le pregunté. Sabía que Don Carlos era viudo desde hacía ya mucho tiempo, pero no que se había casado.

"Sí, hace un año. Mi madrastra es buena onda, nada que ver con las películas" argumentó riéndose. Yo también reí.

"Al principio Carmen y yo no nos llevábamos bien, pero después las cosas cambiaron" me dijo en un tono más serio.

"Y eso, ¿a que se debió?" le pregunté.

"Pues ya ves, con el tiempo las cosas mejoran" me respondió, mientras que una leve risilla escapó de su boca.

"Pues que bueno por tu papá. Me lo saludas de mi parte" le dije. En verdad que si me alegraba ya que yo era consciente de que había trabajado muy duro para poder sacar adelante a su hijo, además de que siempre me hizo paro cuando andaba de a tiro muy pedo y no podía llegar a mi casa. El no daba los típicos sermones sino que en verdad te hacía ser consciente de que andar por ahí en ese estado es demasiado peligroso.

"Y tu papá, ¿cómo está?" me preguntó. Me puse serio, hasta se podría decir que un poco molesto por la indiscreción.

"Eso es algo de lo que no quiero hablar" le contesté enérgicamente. ¿Cómo era posible que me preguntara eso y sobre todo sabiendo lo que había pasado?. Seguramente su papá, compañero de trabajo del mío, le había contado como había estado todo el asunto. Es más, todos los vecinos de por la casa se habían enterado. El sabía que mis problemas con mi padre me habían orillado a buscar la independencia y aún así se atrevía a tirarme por donde más me dolía. Ahora me doy cuenta de que hay personas que nunca cambian.

Atrás de mí estaban los otros chavos que venían en el carro. Tomamos los cartones que estaban en la cajuela y volvimos a la fiesta. No volví a cruzar palabra con Carlos el resto de la noche.

Ya dentro de la fiesta me dirigí hacia lo que habían improvisado como barra, aunque en realidad era la cocina. Ahí me serví una paloma y fui a la sala, que era donde estaba todo el ambiente, y vaya que lo había. Había música psycho y con la poca luz que reinaba, aquello se tornaba cada vez más "interesante". Rápidamente tomé mi bebida y me dirigí a la cocina a servirme más. En el camino me encontré a Carmen. Al verme no pudo evitar reconocerme. Yo solo la saludé con la mirada ya que la música estaba muy fuerte. Ella se dirigió hacia mí y me tomó de la mano, llevándome hasta un grupito de chavas más o menos de la edad de ella (unos 16 o 17). Ya estando ahí me presentó a todas. La que más me llamó la atención fue una chava que vagamente me recordaba a Natalia, solo que sin esa luminosidad en los ojos que la caracteriza, tal vez por el alcohol. Apenas estaba platicando con esa chava cuando llegó Carmen e intempestivamente me llevó a la pista para que bailara con ella, digo, si a eso se le puede llamar bailar con ella.

La música seguramente la ponía frenética y lo demostraba a través de movimientos demasiado sugerentes de su cuerpo, siempre dirigidos hacia mí. Sabía muy bien lo que hacía ya que no noté que perdiera el equilibrio ni nada parecido. La cosa se empezaba a poner caliente y aunque me resistiera, sabía que la carne es débil.

Seguimos bailando un rato y cuando terminé mi bebida encontré el pretexto perfecto. Le dije que iba por más que tomar y cuando yo ni terminaba de decírselo ella ya había agarrado a otro y le empezó el mismo bailecito que a mi. Llegué nuevamente a la cocina y me di cuenta de que ya no había nada de bebida. Para mis adentros pensé que era mejor así, ya que nunca me ha gustado llegar apestando a alcohol a clases, al menos no en la universidad.

Aquél ambiente empezaba a molestarme, y no es que me haya convertido en un santurrón, pero aquél espectáculo ya no formaba parte de mi estilo de diversión. Aún ahora me pregunto como era posible que mi cuerpo aguantara tanto martirio. Mis fosas nasales se encontraban asqueadas de tantos olores condensados, mis oídos suplicaban por descansar y mi cabeza empezaba a sentir unas leves punzadas de dolor que empezaba en la nuca y se extendían por todo mi rostro. Lo mejor sería tomar un poco de aire fresco. Intenté ver la hora en mi reloj pero no alcancé a distinguir nada.

Me fui abriendo paso a través de cuerpos en éxtasis etílico que se retorcían al ritmo hipnotizante de la música. Buscaba con ahínco una salida pero no la encontraba, sólo había personas y más personas que insistentemente se cruzaban en mi camino. En verdad que esa casa era grande, y ni cuenta me había dado. La cabeza me empezó a martillear dolorosamente y sin clemencia y mi estómago empezó a convulsionarse dentro de mi ser. No había tomado más que una paloma pero parecía como si me hubiera tomado veinte. Me doblé sobre mis rodillas y caía al piso, presa de unas incontenibles arcadas. Alguien debió de haberse dado cuenta, ya que sentí como unas manos me tomaban de un brazo y me ayudaban a incorporarme.

Al levantarme, me di cuenta que era un chavo de unos 20 años al cuál nunca antes había visto.

"Venías con Carlos, ¿verdad?" me dijo casi gritando, debido a lo fuerte de la música.

"Sí, ¿quién eres tú?" le pregunté.

"Soy Daniel, pero me dicen "La Parca" y se podría decir que soy el causante de todo este desmadre" me respondió.

"Ah. Creo que ya no hay tequila" le dije, mientras que descansaba mi torso, poniendo mis manos en mis rodillas y aspirando aire lo más profundo que podía.

"No hay problema, he de tener algo escondido por ahí" me respondió amigablemente, mientras que con la cabeza me dio a entender que lo siguiera.

Comenzamos a caminar entre la multitud hasta llegar a unas escaleras, que también estaban abarrotadas de parejas metiéndose mano a diestra y siniestra. Pronto llegamos a una pequeña estancia con sillones y una pequeña mesita al centro. Extrañamente a nadie se le había ocurrido estar ahí, al menos eso fue lo que pensé.

"Aquí no hay problema de nada. Relájate" me dijo, mientras se tumbaba en uno de los sillones y empezaba a hurgar dentro de sus bolsillos. Sacó una llave y se dirigió a una especie de vitrina con vidrios opacos que estaba detrás de mí y que yo no había visto.

"¿Qué quieres?" me dijo.

"Tal vez un poco de vodka" le contesté.

"¿Por el aliento?" me dijo mientras que se reía.

"Así es.. lamentablemente dentro de unas cuantas horas tengo que asistir a clasesle contesté.

"Pues entonces no perdamos tiempo" me dijo.

La verdad es que yo no sabía por que se portaba tan buena onda conmigo, si nunca antes lo había conocido, pero algo me empezaba a oler mal.

Por su parte, sacó agua quina de un pequeño frigobar que estaba debajo de la vitrina, tomó dos vasos y les agregó una generosa cantidad de bebida, les puso hielo, unas gotas de limón y el agua quina. Me lo extendió mientras le daba un gran trago a su bebida, después se fue a sentar a un sillón. Le seguí y saqué mis cigarros, le ofrecí pero lo rechazó amablemente. En ése momento subió Carmen con la cuñada de Carlos.

"Vaya, vaya, pero que guardadito te lo tenías, eh. Y yo que pensaba que me iba a poder divertir un rato contigo" me dijo, mientras intentaba aguantarse la risa, al igual que su compañera.

"¿Eh?. No te entiendo" le dije yo, junto con un sincero gesto de "no te entiendo ni madres".

Ella solamente volteó a ver a "La Parca" y le dio aún más risa. Ahora comprendía todo. Yo, un completo desconocido, en un lugar en el que nadie me conocía, casi vomitando de rodillas y presumiblemente ebrio. Un blanco fácil.

"Ay, maldita. ¿Qué no te conformas con todos los demás?" le dijo la parca, ahora sí ya con un sonsonete característico de un gay. Carmen solo se ruborizó un poco y su amiga ahora sí que se desatornillaba de la risa. Creo que habían fumado yerba, ya que el tufillo característico emanaba de su aliento.

"Creo que hay mucho que explicar. En primera, no soy gay" dije enérgicamente.

"Y como lo sabes, guapo. Tal vez si pruebas te guste" me dijo en tono meloso.

Ya no contesté nada. Me paré y pensé que sería mejor irme de ese lugar. Tomé mi cigarrillo, le di una última fumada y lo apagué en el cenicero. No tengo nada en contra de los gays, pero siempre he sido de los que hablan derecho y no se andan por las ramas. Lo que intentaba hacer era semejante a querer cogerte a una vieja ebria, y eso es algo que nunca he hecho, ni hago ni haré, ni permitiría que lo hicieran.

Bajé las escaleras y salí de ese lugar. Ya afuera, sentí el aire helado de la madrugada sobre mi cara. Miré mi reloj: era la 1:13. Seguí caminando hasta una avenida cercana en donde podría tomar un taxi.

¡Demonios!, pensé. Ni siquiera había podido darle un pequeño trago a mi vodka.

Seguía haciendo frío y no veía que pasara ni un solo taxi. Volteé a ver si veía a alguien por ahí para pedirle prestado su celular para hacer una llamada a un sitio de Taxis, pero no alcanzaba a distinguir a nadie. De pronto, un carro muy familiar se detiene frente a mí y se abre una ventanilla. El rostro que se asoma ya me es más que familiar.

"¿A dónde tan solo?" me dice Carmen.

"A mi casa" le respondo con un tono seco.

"¿Y por que tan temprano" me responde, mientras siento que me devora con la mirada. Ya es más que notorio, sobre todo cuando su vista se posa insistentemente entre mi entrepierna.

"Pues ya ves, después de muchos trotes uno se aburre de soportar estas cosas" le digo.

"Huy, que aguado. ¿No te gustaría divertirte con nosotras?. Aún es temprano" me dice con un tono libidinoso. ¿Nosotras? Pienso yo. ¿Quién más le sigue el jueguecito a esta adorable niña?. Me agaché un poco para poder ver quien iba al volante: era la cuñada de Carlos. Vaya que estas dos hacían una pareja incitante. Demasiado, para mi gusto.

"¿Qué tienen en mente?" le dije. Aquello empezaba a tomar forma, aunque algo en mi consciencia me decía que ya era suficiente por ése día.

"Pues ya veremos" me contestó.

"No lo sé. Tendrían que convencerme" les contesté, haciéndome un poco del rogar. Al fin y al cabo, no debía de dejarme tentar por la primera oportunidad que se me presentara.

"Conozco un lugar un poco más íntimo. ¿Te vas a subir o no?" me dijo ya un poco cabreada.

Ya no contesté. Abrí la puerta trasera y me metí. Adentro olía insoportablemente a yerba, me sofocaba, pero quería saber hasta donde serían capaces de llegar éstas viejas. Ellas solamente soltaban unas risillas y se miraban en complicidad, y de vez en cuando me veían de reojo. Lo impregnado del ambiente empezaba a hacer mella en mi. Hacía ya un par de años que no probaba aquél humillo, pero empezaba a sentir sus efectos sobre mi cuerpo. Los ojos se me pusieron vidriosos y un poco rojos y sentía seca la boca, pero lo más notorio era que una excitación incontrolable me dominaba, anegando mis demás pensamientos. Como a los 20 minutos llegamos a una casa que ya había visitado anteriormente.

"¿Y tus papás?" le pregunté a Carmen.

"No hay problema, están en León, pero por ahí ha de andar mi tía, así que no vamos a hacer mucho ruido, ¿está bien?" me contestó.

Aquello iba tomando una dirección que en verdad no me parecía muy bien, pero que la verdad me excitaba de sobremanera.

Salimos del carro. Carmen abrió la puerta y nos metimos caminando casi de puntitas. Era muy estimulante el sentir las manos de dos hembras dirigiéndote hacia una aventurilla por entre los pasillos a oscuras. Por fin llegamos hasta su habitación. Esta era lo suficientemente espaciosa como para permitirnos nuestras maniobras. Rápidamente la cuñada de Carlos prendió una lámpara que estaba en uno de los burós a pesar de la oscuridad que reinaba. De inmediato me di cuenta de que no era la primera vez que estaba ahí con tales planes. Pensé que de hecho ni siquiera sabía su nombre.

"Primero tomemos una ducha, ¿si?" dijo la cuñada de Carlos. Yo solamente asentí con la cabeza.

"¿Y no me vas a presentar primero a tu amiga?" le dije a Carmen.

"Los nombres no importan, pero no creo que haya problema. Se llama Sandra" dijo Carmen.

Por su parte, Sandra caminó hacia mí y me dio un beso apasionado, profundo. Su boca absorbía mi lengua y la aprisionaba deliciosamente mientras me le daba pequeñas mordiditas. Su boca sabía a una mezcla de humo y licor y eso le añadió un toque aún más erótico. Sus manos se posaron en mi trasero mientras me lo acariciaba con presteza inaudita y lujuria contenida. Yo solamente me limité a dejarme hacer lo que quisiera.

"Mucho gusto" me dijo sensualmente, mientras se separaba lentamente de mis labios. Su voz era cachonda, insinuante, así como su forma de besar, que me había dejado casi sin aliento.

"Ahora podemos pasar a lo siguiente" dijo Carmen, mientras nos tomaba de la mano y nos dirigía hacía el baño.

Aquello iba en aumento. Me sentía como un muñeco sin voluntad, conducido por dos bellas hembras hacia un camino de placer nunca antes experimentado. Aún no empezábamos nada y mi excitación estaba a tal grado que sentía que mis pantalones explotarían de la enorme presión que sobre ellos se ejercía y solamente me dejé conducir. Por fin el insomnio había cedido y dejaba en su lugar a un estado mucho más agradable. Espero que continúe así.

Continuará