Seducción... (Decepciones)

Hay tantas cosas que ella tiene que me gustaría aprender; pero bueno, las virtudes, así como los vicios, tienen sus propias decepciones.

SEDUCCIÓN

Capítulo 7: Decepciones

Ya se me habían bajado los vapores etílicos que llevaba encima, sobre todo ante tal espectáculo que ocurría a menos de un metro de mí. Vaya que estas viejas eran insaciables, ni con dos cabrones para cada una tendrían. Estaban en un 69, chupándose con lujuria desbordada. Su lengua recorría un camino a seguir, desde sus bellos muslos, pasando por los labios vaginales que se estiraban y daban pequeñas mordiditas que las hacían ponerse a punto, para después masajear con la punta de la lengua sus erectos clítoris e introducir en ocasiones lo más que podían de sus lenguas.

Por más que intentaba, ese día no daba para más. Estaba completamente seco y extenuado, realmente necesitaba descanso. Quería seguir viendo el espectáculo exclusivo para mí pero no aguantaba la terrible sed que corroía mi garganta y me hacía sentir la boca pastosa.

Al no hacerles falta para nada a aquél par de calientes, decidí que era mejor ir a la cocina a tomar un poco de agua, o lo que fuera que encontrara. Me puse solamente los calzoncillos y bajé por entre la oscuridad. Finalmente llegué a mi destino y busqué en una alacena un vaso limpio, el que encontré enseguida. La luz de la luna se colaba por una ventana y me permitía distinguir todo sin necesidad de prender la luz.

Rápidamente me serví del garrafón y apuré en mi garganta. Volví a servirme otro y lo vacié. En ese momento, distinguí claramente como un carro se detenía enfrente de la casa. Por curiosidad y por cautela espié por entre las cortinas de una ventana de la sala que daba a la calle.

"Maldición" mascullé entre dientes al ver a Carlos y a su novia bajando de un taxi.

Me calmé un poco al darme cuenta de que ambos venían borrachos, bueno, Carlos casi venía en calidad de bulto. Incluso el taxista se bajó para ayudar a bajarlo, pero tan pronto como estuvo abajo, aceleró y se perdió por entre las calles.

No es muy bonito el que llegues a tu casa y encuentres con un cabrón en calzones y en tu cocina, así que me refugié en un cuartillo de herramientas que sabía que estaba por las escaleras. Escuché claramente como abrieron la puerta después de varios intentos. Ahora tenía unas ganas tremendas de ir al baño, pero ni como hacerle. Oí como tumbó su carga en uno de los sillones e inmediatamente se escucharon unos fuertes ronquidos.

Se empezaron a escuchar unos gemidos que provenían del cuarto de Carmen. Me había olvidado por completo de ellas. Alguien fue subiendo las escaleras con pasos lentos. Esta era mi oportunidad para escabullirme al baño y liberar la presión sobre mi vejiga. Al no traer zapatos, mis pisadas se confundían con los ruidos de la noche. Cuando llegué al baño, inmediatamente empecé a orinar, sin importarme el ruido que provocaba sobre el agua. Ni cuenta me di de cuando abrieron la puerta.

"¿Carlos?. ¿Estás bien?" preguntó una voz femenina desde la puerta.

Al ver que era yo y en el preciso momento en el que me encontraba, no pudo evitar el posar su vista sobre esa parte de mi anatomía, claro, después se volteó apenada.

"Perdón, yo… este… pensaba que eras Carlos" me dijo nerviosamente, seguramente sonrojada.

"Este… no hay problema" fue lo único que acerté a decir, e inmediatamente ella salió del baño.

Al salir, rápidamente me dirigí hacia el cuarto de Carmen por mis cosas. Quería vestirme y salir de ahí lo antes posible. Al entrar ellas ni se sobresaltaron y seguían ensimismadas la una en la otra, así que fui al baño contiguo y pude ponerme toda mi ropa sin ningún apuro.

"Pinches viejas" pensé. Ni siquiera les importó que estuviera allí, ya ni me pelaron.

Cuando iba bajando las escaleras, escuché desde la cocina.

"¿No quieres un café?"

No sabía que contestar. Miré mi reloj: eran las 4:52. Todavía tenía un poco de tiempo.

"Este…. bueno" fue lo único que dije.

Abajo ya estaba la luz de la cocina prendida y dos tazas con agua calentándose en el microondas. Ahora podía ver a la perfección a aquélla linda morenita. Su cabello negro no era muy largo, ya que le llegaba apenas al hombro. Sus facciones eran proporcionadas y sus ojos miel eran lo que más me gustó de ella. Iba vestida solamente con un pantalón azul marino y un top negro que hacía lucir su perforación en el ombligo. Sus senos eran pequeños pero sus caderas eran anchas, con unas nalgas prominentes, a pesar de ser muy delgada. Seguramente iba al Spinn.

"¿Quieres leche?" me preguntó.

Una sonrisa en mi rostro y una risilla le dieron a entender que había captado el sentido de la pregunta en una forma que no era su intención.

"En polvo, no seas malpensado" me dijo al momento en que sonreía levemente mientras agachaba un poco la vista hacia las tazas de agua hirviente, que ahora estaban en una mesita de la cocina.

Su sonrisa era bella, sobre todo por que no había exagerado en el maquillaje. Se notaba que andaría por los 21 o 22 años, pero conservaba esa frescura y esa chispa propia de la adolescencia. Se me hacía de rasgos conocidos pero no recordaba haberla conocido antes.

Tomé unos banquillos que estaban por ahí y los coloqué de forma que ella quedara frente a mí. Preparé mi taza de café y me dispuse a beberla.

"No deberías de tomarlas en serio" me dijo seriamente.

"¿Tomarlas en serio? ¿A quienes?" le pregunté yo.

"Pues a quienes van a ser" respondió mientras con la cabeza me daba a entender que se refería a cierto par de viejas que estaban por allí arriba.

"No fue cosa de más de una noche" me apresuré a decir, no por que realmente lo pensara, ya que si por mi fuera todos los días lo repetiría, sino por no parecer un perfecto idiota.

"Eso espero" fue lo único que dijo.

Al voltear a uno de los sillones y ver a aquél bulto roncando y en una posición nada cómoda, pensé que sería mejor que siquiera lo acomodara sobre el sillón, y así lo hice. Al regresar, apuré el café y lo terminé de un solo trago.

"Creo que me tengo que ir" me excusé.

"Si quieres te doy un aventón" me dijo mientras buscaba en su bolsa y sacaba las llaves del carro en el que llegué ahí. Seguramente se las había pedido a su hermanita mientras que yo estaba en el baño.

"Bueno" fue lo único que se me ocurrió.

"Espérame tantito, ahorita vuelvo" dijo mientras que se paraba y subía por las escaleras.

No fue mucho lo que se tardó, a lo más unos cinco minutos. Entonces ella bajo y tomó un suéter que estaba en uno de los sillones.

Afuera la madrugada refrescaba, como acostumbra hacerlo siempre poco antes del amanecer. El interior del carro olía a una mezcla de licor y cigarros que penetraba en los pulmones.

"¿Por donde vives?" me preguntó. Tenía una linda voz y eso no podía negarlo. Además, cada vez que hablaba sus labios se movían sensualmente el uno contra el otro.

"Por el eje 114" le contesté.

"Un poco lejos, ¿no?" me dijo mientras revisaba su rostro en uno de los retrovisores.

"Así es. Después de un tiempo te acostumbras" asentí, mientras no podía dejar de ver esas piernas que lucían hermosas y ese piercing en el ombligo que la hacían ver sumamente sexy.

Ella encendió el motor y el auto empezó la marcha.

"Es curioso que lo digas. Yo vivo en Los Silos" me dijo mientras me volteó a ver y se percató de los lugares donde mi vista se posaba. Me turbé un poco y dirigí la mirada hacia otro lado.

"Fíjate, nos podemos haber cruzado por ahí y ni siquiera nos recordaríamos".

"De hecho ya nos conocíamos, solo que tal vez no te acuerdes de mí" me dijo.

"Tal vez si me refrescaras la memoria recordaría algo"

"Seguramente has de conocer a mi tía. Tiene un restaurant cerca de tu casa"

"¿A poco Doña Bertita es tu tía?" expresé con gran asombro.

"Sí. ¿A poco no me parezco a alguna de mis primas?" contestó.

"Ya sabía que te me hacías parecida a alguien, solo que no sabía a quien" le dije. Eso suele pasar en una ciudad que en realidad no es muy grande.

"¿Y a donde tienes que ir tan temprano" me preguntó mientras que se detenía en un semáforo de la Avenida Industrias, por la que ahora transitábamos. El sol ya se asomaba por el horizonte y teñía el cielo y lo iluminaba.

"A la Universidad" contesté.

"Que fastidio, ¿no?. Tener que levantarse temprano en lunes. Odio los lunes" me dijo mientras cruzaba debajo del puente de periférico.

"Hoy no tuvimos que levantarnos, ¿o sí?" le dije, mientras que esbozaba una sonrisa. Ella se rió también.

"¿Y no has visto a Mariana?"

"Sí, me la encontré el otro día en el camión. Acaba de llegar."

"Su boda es dentro de dos semanas"

"¿Se va a casar?" le dije. Me había quedado atónito.

"¿No sabías?" me contestó mientras ponía cara de "ya la cagué".

"No, no me dijo nada. Aunque ya no me importa. Que sea muy feliz" dije sarcásticamente.

El silencio reinó durante un par de minutos. Pinche vieja, pensé. Lo del camión no era realmente por que me extrañara o por que alguna vez me haya querido, yo solo seguía siendo un juguete para Mariana y eso me calaba. No se como los demás recuerden sus primeras veces pero para mí fue fenomenal. No me da vergüenza aceptar que estuve con una chava hasta los 17 años, y precisamente fue ella. Maldita y bendita la hora en que me metí entre sus cobijas y que ella se metiera dentro de mi piel. Yo era un poco tímido y no había pasado de tener unas tres novias en la secundaria y no había llegado más allá de los fajes por encima de la ropa, y eso por que había tomado lo suficiente para desinhibirme.

"Todavía la quieres, ¿verdad?" me dijo con un tono un poco triste "Ojalá pudiera encontrar alguien así" agregó mientras que su bello rostro no escondía un intento de llanto, tal vez por los detalles de su vida que nunca me había imaginado y que más tarde, al enterarme por casualidad, me harían sentir una gran admiración por ella.

"Nunca he sido bueno para mentir" agregué.

"Bueno" dijo mientras secaba unas pequeñas lagrimillas con el dorso de la mano "Cambiemos de tema".

"¿Cómo es que nos conocimos?. Por que si de algo estoy seguro es que jamás olvidaría un rostro tan bello" le dije mientras observaba su reacción a mi piropo. Una breve sonrisilla escapó de sus suculentos labios y me dirigió una mirada de aceptación.

"Fue en la boda de Daniel y Leticia. Fui de madrina de lazo" me contestó mientras daba vuelta en un improvisado retorno que la construcción del puente en el eje le obligaba a tomar. Demonios, ya casi llegábamos a mi casa pero no quería llegar.

"Ah, creo que ya recuerdo. Pero te veías un poco diferente. Es más, hasta recuerdo que bailé contigo y que se te rompió un tacón" le dije mientras ambos nos reíamos al recordar aquél incidente. Como iba a recordarla si había cambiado completamente su apariencia, además de que había bajado considerablemente de peso.

"¿A poco me recuerdas por lo del tacón roto?" me preguntó, al momento en que daba vuelta en la esquina y se paraba enfrente de mi casa.

"No es eso, sólo que fue lo primero que se me vino a la cabeza" le contesté.

"¿Recuerdas como fue que llegaste a tu casa ese día" me dijo al momento en que apagaba el motor del auto y volteaba a ver por el retrovisor.

"Ahora que lo mencionas, no me acuerdo. Solo recuerdo que después de la fiesta nos fuimos a una casa por la B. Anaya a seguir con la pachanga" le contesté, al momento en que intentaba hacer memoria pero no lograba recordar nada más.

"Ya lo sabía. En el estado en el que te pusiste, dudo que recordaras siquiera donde vivías. Esa casa a la que fuiste después de la fiesta era donde antes vivía yo" agregó.

"¿En serio?. Espero no haberte dado problemas" le respondí un poco apenado. Ya han de saber que cuando uno anda en estado inconveniente suele cometer estupideces.

"Para nada. Eres el borracho más lindo que he conocido" me dijo al momento en que me acomodaba unos pelos que se salieron de su lugar y que se posaban sobre mi frente.

Verdaderamente ese comentario me sorprendió, no por lo que haya o no hecho ya que siempre he sido tranquilo, sino por la forma en que me lo dijo.

"¿Por qué lo dices?" le pregunté.

"Por que fuiste muy buena onda conmigo. ¿Sabes?, yo estaba pasando por unos momentos muy difíciles y necesitaba a alguien que me escuchara, y estuvimos platicando casi toda la noche. Después hasta te llevé hasta tu casa" dijo mientras me miraba dulcemente a los ojos y tomaba una de mis manos entre las suyas y agregaba "Hasta Mariana se enojó y me dejó de hablar durante unos cuantos días".

"Vaya, hemos de haber platicado de muchas cosas" comenté mientras me reía por lo de Mariana y a la vez apretaba brevemente sus manos, que después zafó disimuladamente.

"Bueno, ya me tengo que ir, pero espero que pronto nos veamos" me dijo, mientras volvía a encender el carro y acomodaba el retrovisor.

"Está bien. A ver si nos vemos en la boda" le respondí en tono sarcástico mientras abría la puerta y salía del carro.

"Adios, y te cuidas" dijo en tono dulce.

"Adios" fue lo único que alcancé a decir, mientras se alejaba por entre las calles húmedas de lluvia nocturna.

Eran las 6:30 y tenía que estar en la Uni a las 7. Pensé que mejor faltaba a las tres primeras horas y dormía un poco, ya que exhausto era poco en comparación a mi cansancio. No importaba mucho, ya que eran clases de Informática y nunca había tenido problemas con la materia.

Miré la casita de Jack y me di cuenta de que estaba vacía. Se me hacía extraño que no hubiera regresado y me preocupé un poco. Era mi perro y realmente lo quería un chingo ya que mi madre me lo había dejado al morir. Pero bueno, no era la primera vez que se escapaba un par de días y regresaba todo sucio y hambriento, pero contento por haber cortejado una que otra conquista. Creo que nos parecíamos mucho.

Abrí la puerta y me tumbé sobre uno de los sillones y prendí la tele solo para no sentirme solo. Esa sensación me era extraña ya que solo empecé a sentirla desde que había conocido a Natalia. Nunca antes me había sentido así y me extrañaba. Las preocupaciones no impidieron que cerrara los párpados y cayera en un sueño profundo y reconfortante, tan profundo que perdí la dimensión del tiempo, transformando unos cuantos minutos en unas cuantas horas.

Tuve un sueño extraño, y justo por lo extraño es que lo recuerdo. Soñé que estaba en un bosque enorme, majestuoso y verde por doquier. Un riachuelo corría por entre mis pies y refrescaba los recovecos entre mis dedos y la arena del fondo acariciaba la planta de mis pies. De pronto, un cisne venía nadando contra la corriente y se posó a unos cuantos metros de mí. Abrió el pico y su voz sonó como mil trompetas de tempestad. En ese momento, todos los árboles se marchitaron y perdieron su follaje; el agua se volvió turbia y malsana y el cielo se tiñó de color sangre. El cisne se fue volando y se perdió por entre las nubes oscuras y pesadas que amenazaban con reventar en cualquier momento, pero una musiquilla hipnótica de flauta me levantó del suelo y me embelesó hasta verme volando por entre las nubes, viendo el piso lejos, muy lejos y dejándome una sensación de invencibilidad.

De improviso, un tañido caótico de campana me despertó súbitamente. El maldito carretón de la basura pasó por la calle haciendo una alharaca de los mil demonios. ¿Qué acaso no se imaginan que hay personas que no solo viven de día?. Sentí mi cuerpo más reconfortado, pero tenía una pesadez inimaginable, además del estómago vacío y un leve dolorcillo en el cuello por lo comprometida de mi posición al dormirme sobre el sillón.

Me incorporé y me dirigí a la cocina para ver que me podía preparar de desayunar, pero al pasar frente al reloj no pude evitar echarle una ojeada. Demonios, eran las 2:55. La última clase estaba por terminar y yo ni enterado. Ni modo, la diversión lo amerita.

Decidí hacerme un par de huevos con jamón y frijoles. Al terminar de prepararlos, los serví en un plato y del refrigerador saqué la leche. En unos pocos minutos ya estaba desayunando mientras en la televisión miraba las noticias, pero era lo de todos los días. Terminé de comer y decidí que tenía que buscar a Natalia, seguramente me habría de necesitar en esos momentos de grandes tribulaciones, pero antes debía de ordenar un poco la casa, aunque no me gustara.

Apenas estaba recogiendo los trastes sucios cuando oigo que tocan la puerta.

"Ya voy, ya voy" contesté casi gritando mientras entraba al baño y me daba de perdido una leve acomodada al cabello con agua. Al abrir la puerta me encontré con que era Claudia, una compañera de la Uni que vivía a un par de colonias de mi casa. No me llevaba muy bien con ella ya que no había habido el tiempo para tratarnos, pero en si no nos llevábamos ni mal ni bien. Ella es de pelo castaño claro, tez blanca casi siempre sonrosada, un cuerpo delgado pero bien proporcionado aunque nunca se viste ajustada, siempre de una forma un poco conservadora, hasta cierto punto. Tampoco se maquilla y eso siempre me ha intrigado un poco, lo he de confesar. Lo que si cabe destacar de ella es que tiene un cabello, dicho sea en pocas palabras, hermoso y perfecto. Ha de ser por que es vegetariana o no lo sé. He de confesar que es un poco extraña, ya que todo lo que se es que lleva como seis años con su novio.

"Ah, hola" fue lo único que atiné a decir debido a lo extraño de su presencia de ella a la puerta de mi casa. Ni siquiera sabía que supiera mi dirección.

"Hola, ¿cómo estás?" me contestó mientras sonreía un poco, seguro por mi facha de cansado, modorro y caminando por la casa en calcetines y con chamarra.

"Bien, bien, ¿y que te trae por aquí?" le contesté.

"Es que hoy hubo examen práctico de Informática, y como soy la que vive más cerca de tu casa, solo quería pasar a avisarte que todavía puedes pasar a hacerlo antes de las seis de la tarde" me contestó, mientras acomodaba el tirante de su morral a la cintura donde seguramente traía las cosas de la escuela.

"Ah, muchas gracias" dije sinceramente, mientras trataba de apartar unos cabellos que insistentemente se posaban sobre mi frente,

"Bueno, ya me tengo que ir" dijo.

"Adiós" le contesté. La vi alejarse caminando por la banqueta hasta que dobló la esquina. No es que fuera muy bonita, sino que era diferente lo que me llamaba la atención de ella. Nunca antes había conocido a alguien tan singular. Era sincera, muy inteligente y con un sentido muy desarrollado de la justicia. En ocasiones había disfrutado de sus intervenciones en clase y había notado que es una persona que realmente ama aprender, algo que yo realmente valoro. Sin embargo, nunca intenté pasar de ser un compañero de clase, primero, por lo ajustado de mi horario, y segundo, por que la fidelidad es algo que para ella es esencial, y eso me había quedado muy claro por la forma en que expone sus ideas. Hay tantas cosas que ella tiene que me gustaría aprender; pero bueno, las virtudes, así como los vicios, tienen sus propias decepciones.

Continuará...