Seducción... (Al son que me toquen, bailo)

Tratando de despejar mi complicada existencia, una oportunidad se abre paso a través de la noche joven, invitándome a disfrutar de una oportunidad que se presentó solo una vez en mi vida.

SEDUCCIÓN

Capítulo 5: Al son que me toquen, bailo.

Allí estaba yo, desconcertado pero tremendamente excitado ante tal situación. Con gracia Carmen nos tomó de la mano a Sandra y a mí y nos llevó hasta el baño. No era uno muy grande, pero se prestaba perfecto para los planes. Carmen tomó una silla blanca de plástico y la puso enfrente de la regadera mientras Sandra se encargaba de quitar por completo la cortina de baño.

"Tu te vas a sentar ahí" me dijo mientras señalaba a la silla.

Obedientemente fui y me senté en ella, mientras me quitaba la chamarra y la aventé por ahí. Al tratar de quitarme los pantalones, se me acerca Sandra y me dice:

"No, ahorita no"

Pensé que quizás estas malditas viejas me querían solamente para voyeur y que iba a tener que hacerme justicia con mi propia mano.

"Ya después te recompensaremos, y te aseguro que te gustará. Ahora solo te pedimos que guardes silencio. Ya llegará tu turno" me dijo Carmen con un tono tranquilizador, mientras que una sonrisilla libidinosa se dibujaba en su rostro. Ambas se quitaron sus zapatos, dispuestas para la acción.

Me calmé un poco y procedí a acomodarme para disfrutar ese espectáculo por el que muchos tendrían que pagar.

Sandra comenzó por besar ardientemente a Carmen. Claramente se veía que se estaban dando un beso francés. Sus manos bajaron lentamente por los botones de la blusa, desabrochándosela poco a poco. Después desabrochó el botón de la falda y bajó el pequeño cierre. La falda cayó, dejando a la vista un miniboxer blanco, sin dibujos y con un rastro de humedad mientras que por detrás su trasero se veía poseedor de unas nalgas menuditas y paraditas. Después tomó la blusa con las manos, se la quitó y la aventó a una esquina. Ahora también se apreciaban unos pequeños pero antojables senos, enfundados bajo un brassiere blanco de algodón. Esta ropa interior puede no ser muy cachonda, pero en esas condiciones y en ese cuerpo tan proporcionado, no creo que nada se le hubiera podido haber visto mejor.

Carmen, por su parte, tomó entre sus dedos el botón de los jeans de Sandra y lo desabrochó. Bajó lentamente el cierre y bajó la prenda lo más que le permitía su posición, sin dejar de seguir besando. Sandra se quitó el pantalón con los pies y lo arrojó a unos cuantos metros, permitiendo que su pantaleta negra tipo bikini se asomara. Vaya que se veía hermoso su trasero siendo acariciado una y otra vez por manos inquietas, hurgando suavemente entre cada pliegue de su desnuda piel. Carmen tomó la playera que ésta traía y lentamente se la fue quitando, dejando al descubierto un brassiere también negro con unos senos más grandes. Vaya que debía de estar sumamente excitada, ya que se podían notar los pezones erguidos, incluso a través de la barrera de tela negra. Era un espectáculo grandioso el ver a dos hembras hermosas acariciándose en ropa interior. Ellas se seguían besando con pasión.

"Ahora puedes quitarnos lo que nos queda de ropa" me dijo Carmen, despegándose un poco de los suculentos labios de Sandra.

"Pero tienes que hacerlo con la boca" añadió Sandra.

No tenían que repetírmelo. Mientras ellas seguían acariciándose, me acerqué detrás de Carmen, me arrodillé y puse mis manos cruzadas en mi espalda. Tomé firmemente con mis dientes el miniboxer y suavemente lo fui jalando hacia abajo, no sin cierta resistencia. Ella sacó un pie y luego el otro. Aquél trasero era hermoso. Esas nalguitas blancas me enloquecían y sabía que tarde o temprano iban a ser mías. Mis manos querían acariciarlas, palparlas y estrujarlas, pero me contuve.

"Te ayudaremos un poco" dijeron ellas, mientras se desabrochaban los ganchitos esos de los brassieres y se quitaban los tirantes.

Me paré y con los dientes comencé a jalar el brassiere hacia un lado y lo quité con facilidad. Ahora esos pezones rosados y erectos se mostraban tímidamente en aquéllos senos pequeños pero paraditos. Ahora era el turno de Sandra.

Me dirigí hacia ella y tomé su brassiere con los incisivos y jalé hacia un lado. Fácilmente se deslizó y fue a caer al piso. Aquéllos senos eran portentosos, con unos pezones morenos y grandes, rígidos como piedras. Ahora me arrodillé y tomé un extremo de su pantaleta con mis dientes y di un pequeño tirón hacia abajo, después me levanté, caminé y tomé nuevamente la pantaleta con mis dientes pero ahora en el extremo opuesto, y di otro pequeño tirón hacia abajo. Repetí incansablemente estos pasos hasta que la prenda finalmente tocó el piso. Sacó primero un pie y luego el otro. Sus nalgas eran grandes y morenas, firmes y apetitosas, pero aún no me estaba permitido gozar de ellas, y cuando llegara el momento, no tendría piedad.

"Ahora puedes tomar nuevamente tu lugar" me ordenaron.

Obedecí fielmente y regresé a sentarme en mi silla. Mi erección ya empezaba a dolerme demasiado y se los hice saber.

"No podría quitarme ya la ropa. Yo no se ustedes pero esto ya empieza a dolerme" les dije, mientras apuntaba a el bulto entre mis piernas.

"Bueno, pero no te toques. Queremos toda tu leche para nosotras y que no se desperdicie nada" dijo Sandra.

Me quité rápidamente toda la ropa y me volvía a sentar en la silla. Por su parte, ellas seguían ensimismadas, gozando una de la otra. Rozaban sus pezones erectos una y otra vez mientras que sus bocas se unían ansiosamente, extrayéndose el aliento la una a la otra. Sus manos tocaban lento y con dulzura cada centímetro de su piel, cada zona sensible era estimulada hasta la saciedad. Era sumamente instructivo el ver como ellas se tocaban con lentitud, dulzura, tacto y sin dejar ningún resquicio de placer. Gozaban en silencio hasta que empezaron a dar unos pequeños gemiditos guturales que me hicieron ponerme aún más cachondo. Quería empezar a masajear mi verga, que lloraba lágrimas transparentes por anhelar un poco de acción, pero las órdenes eran precisas y tenía que reservarlo para cuando se posara en un lugar más cálido y húmedo que mi mano.

Sin dejar de acariciarse y besarse, se introdujeron en la regadera. Carmen tomó una de esas mangueras para hidromasajes y abrió una de las llaves. Esperó hasta que empezara a salir el agua tibia y entonces empezó lo fabuloso. Empezaron a mojarse y a acariciarse con más frenesí. Ahora sus dedos se dirigían en más ocasiones a sus respectivas vulvas, pero sin llegar a introducirse totalmente, solo la acariciaban. Repentinamente, Carmen se agachó un poco y empezó a lamer con la punta de la lengua los erectos pezones de Sandra, mientras que sus inquietos dedos comenzaban a hundirse un poco más dentro de la vagina de su compañera. Después empezó a succionar los pezones con un poco de violencia mientras que sus dedos ahora se hundían dentro de Sandra hasta la falange. Su monte de venus, alfombrado de una mata de vellos oscuros, retenía la humedad que escurría placenteramente por todo su cuerpo. A veces se introducía un dedo, a veces dos e inclusive, a veces tres. Sandra ahora sollozaba complacida, entregada completamente al placer durante largos minutos. De repente, empezó a gritar un poco más fuerte e inmediatamente Carmen la calló con sus hermosos labios, mientras Sandra empezaba a agitarse un poco más de lo usual. Sus piernas parecían no soportar la elevada dosis de placer que se le estaba proporcionando a su cuerpo y temblaban afanosamente, pareciendo sucumbir y desplomarse mientras su respiración se agitaba y sus manos acariciaban violentamente la espalda de Carmen, dejándole algunos rasguños a su paso. Y pensar que éste espectáculo ocurría a menos de dos metros de mí.

Poco a poco pareció recuperar la compostura y se lanzó a compartir una noche de orgasmos con su compañera y amante, al igual que el que le había hecho tener hacía apenas unos instantes.

Sandra tomó la manguera de hidromasajes y la dirigió hacia los pequeños senos de Carmen, hasta que estos estuvieron completamente surcados por diminutos riachuelos de agua tibia. Con el dedo índice comenzó a formar círculos alrededor de la aureola, lento, de vez en cuando se osaba un poco y tocaba por un breve instante algún pezón. Cuando esto pasaba, Carmen emitía un leve suspiro. La faena sobre sus senos se prolongó durante algunos minutos más, mientras que la mano de Sandra bajaba por su abdomen y luego por sus caderas, hasta llegar al monte de venus, al que lo cubría tan solo una ligera capa de vellos castaños que ya se encontraban empapados. Los dedos de Sandra se concentraron en acariciar levemente los labios vaginales, dándole una especie de pequeños pellizcos que hacían estremecer a Carmen. Las caricias sobre los senos aún seguían, pero ahora con más ímpetu. La boca de Sandra se posó en uno de los pezones y lo comenzó a chupar con frenesí, un poco salvaje, hasta llegar al momento de morderlo como si lo quisiera arrancar. Debajo ya un dedo se introducía juguetón dentro de la vagina de Carmen, primero suavemente, moviéndose en círculos y después rápido, brutal. Parecía como si cobrara vida y absorbiera con locura la mano de Sandra, aunque por la estrechez, solamente se aventuraba a devorar un dedo.

Largos minutos de placer disfrutaban estas dos bellezas, mientras mis ojos contemplaban la lujuria que de ellas emanaba generosamente. El cuerpo de Carmen empezó a convulsionarse como si le estuviera dando un ataque, y al intentar decir algo, solamente lograba balbucear incoherencias, largamente extendidas por gemidos de placer que se atoraban en su garganta y en sus labios. Sus manos se posaban en la espalda de Sandra y la abrazaba muy fuerte hacia ella, como si nunca quisiera que terminara aquélla sesión, como si deseara que aquél indescriptible placer no menguara jamás y se tornase en una forma de vida que se pudiera vivir a cada segundo.

Los dos cuerpos agotados y húmedos permanecieron abrazados dentro de la regadera, muy juntos uno del otro. La respiración agitada y entrecortada de ambas parecía sincronizarse. Yo estaba estupefacto contemplando casi boquiabierto aquéllas escenas. Era la primera vez que veía en vivo y en directo a dos mujeres teniendo sexo, compartiendo el dolor y el placer hasta niveles insospechados.

"¿Quieres ducharte con nosotras?" me preguntó Sandra, distrayéndome de mi estupor.

"Eh… Si, claro" les respondí, al tiempo en que me incorporaba de mi aposento y me dirigía hacia ellas.

"Creo que vas a tener que elegir a una de nosotras. No hay demasiado espacio aquí" dijo Carmen.

No quería desairar a ninguna de ellas, y sabía que si expresaba preferencia hacia alguna de ellas no iba a traerme nada bueno, así que me quedé mudo, esperando que ellas fueran las que tomaran la decisión.

"Está bien. Yo observaré" dijo Sandra, un poco molesta, a decir verdad.

"Ya habrá tiempo para todo" le dije yo. Sandra solo asintió con la cabeza.

Ya dentro de la regadera, tomé el bello rostro de Carmen entre mis manos y le planté un beso con la mayor excitación que había tenido en toda mi vida. Ella correspondió con la misma intensidad. Nuestras bocas parecían fundirse y debajo mi pene desesperado por un poco de atención. De inmediato ella bajó una de sus manos por todo mi pecho, jugando un poco con los vellos que lo decoraban. Después siguió su camino y llegó hasta mi verga. La tomó suavemente como si estuviera empuñando una espada y empezó a masturbarme lentamente, con leves apretones que se concentraban cuando pasaba el prepucio por el glande. Cuando bajé mis manos desde su nuca, por su espalda hasta tenerlas posadas en su trasero, ella me susurró al oído:

"Ahora me tocas tu a mí. Solo déjame hacerlo a mi manera"

De inmediato dejé de tocar su cuerpo y ella comenzó un movimiento de mano más violento. Era maravilloso sentir como su puño se cerraba con fuerza y se movía con soltura a través de mi órgano sexual. Era una experta y no podía negarlo. Varios minutos estuvo así, masturbándome deliciosamente y devorando mi lengua incansablemente. Sentí ese cosquilleo previo a la eyaculación, por lo que tomé su mano con la mía y la detuve. De inmediato ella entendió el movimiento y rápidamente oprimió fuertemente la base de mi pene con su dedo pulgar. Tras unos segundos, el cosquilleo había desaparecido por completo. Volteé a ver a Sandra y me di cuenta de que se estaba masturbando delicadamente mientras observaba la escena.

Aprovechando mi distracción, Carmen fue bajando por mi cuello y mi pecho, besando con pasión cada porción de piel. El placentero dolorcillo de la succión de su boca era sumamente recompensador, y más cuando llegó hasta mi pubis y comenzó a besar mis muslos, mientras con el hidromasajes humedecía toda la zona y con su mano empezaba el sube y baja propio de la masturbación. Después dirigió su boca hasta mi glande, el cual brillaba y goteaba líquido preseminal. Con la lengua fue estimulándolo deliciosamente, introduciéndose un poquito dentro de la uretra. Bajó totalmente el prepucio y dejó completamente al descubierto la cabeza, la cual introdujo golosamente dentro de su boca y se fue deslizando hasta chocar sus labios con su propia mano y después volviendo hacia atrás, dándome unas pequeñísimas mordidas en la cabeza que me hacían ver estrellitas y dejando una estela de saliva a través de mi tronco. Demonios, esa chiquilla me estaba haciendo una chaqueta y mamándomela al mismo tiempo como toda una profesional. Sus caricias envolvían todo mi pene, desde la base hasta la punta, sin dejar ni una sola parte de el sin estimular. De vez en cuando se la sacaba de la boca y lamía con verdadero apetito mis huevos, introduciéndolos dentro de su boca y mordiéndolos levemente mientras me los estiraba un poco, provocándome oleadas de placer. En ocasiones un hilillo de humedad unía mi glande y su lengua, como si no quisieran separarse nunca más el uno del otro.

De repente sentí como sus dedos comenzaban a hurgar en mi trasero, y aunque no estaba muy de acuerdo con aquélla invasión, me dejé llevar por el momento, además de que por lo visto, ella sabía muy bien lo que hacía. Empezó por introducir tímidamente un dedo, solamente como un centímetro, después lo sacaba completamente y después lo volvía a introducir, pero esta vez un poco más, mientras que la mamada a mi pene se hacía cada vez con más intensidad. Las dobles caricias me estaban volviendo loco, la cabeza me daba vueltas y en mi interior sentía como si algo realmente fuera a hacer explosión, lo sentía cada vez más cerca, aproximándose con una fuerza inaudita y desconocida para mí. Ahora su boca se tragaba completamente mi verga desde la punta hasta la base, lo cuál le producía unas leves arcadas que valientemente sabía aguantarse. Era una maestra de la felación. Por detrás, su dedo ahora se introducía por completo hasta la base y se movía dentro de mí en círculos, estimulando las paredes de mi ano que parecían cerrarse con fuerza ante el intruso. Sentía su garganta en la punta de mi pene y realmente, aunque quería por todos los medios posibles prolongar las caricias, terminé por ceder y permitir que mi cuerpo expulsara toda la leche que en su interior alojaba. Expulsé primero un chorro potente que debió de haberse ido directamente hasta el estómago de Carmen, después fueron saliendo otros dos pero con menor intensidad, hasta sentir que ya solamente goteaba. Se sentía extremadamente delicioso, no como otras veces que me la habían mamado pero que no me habían permitido venirme dentro de su boca, aunque esta ocasión era distinta. La sujeté con mis dos manos de la cabeza mientras que arremetía con mi pene su boca, como si la estuviera penetrando. De mi garganta solamente salió un "ahhh" largo y sonoro. Aún arrodillada frente a mí ella permanecía. Solamente abrió la boca orgullosamente y sacó la lengua, en señal de triunfo y no pude creer la cantidad de semen que había eyaculado dentro de su cavidad bucal. El semen se encontraba bañando todo su interior y ella lo relamía una y otra vez.

Mis ojos no daban crédito que aquello verdaderamente me estuviera pasando a mí, si apenas hace tres años aquello me hubiera parecido un sueño inalcanzable. Pero eso no sería todo lo que obtendría esa noche: yo había venido para destrozar esos culitos y no iba a descansar hasta lograrlo. Toda la noche me había estado calentando y no me iba a ir de ahí tan campante, no sin antes lograr mi cometido. Debía de quedar adolorida por lo mínimo tres días, para que éste le recordase a cada momento que intentara sentarse, que yo había poseído ese lindo cuerpecito una y otra vez hasta mi saciedad, aunque por el momento me encontrara cansado, más no exhausto.

Volteé a ver a Sandra y me di cuenta de que su trabajo sobre su vagina estaba dando frutos. Carmen se acercó y le ayudó con las caricias, mientras que con la otra mano me invitaba a que me uniera al deleite. Rápidamente Sandra tomó mi pene aún flácido con una mano y me atrajo hacia ella, hasta llegar a estar a un costado, mientras ella permanecía sentada. De un golpe se metió todo el pene en la boca y lo empezó a succionar con muchas ganas, aquello me hacía sentir un dolor muy placentero que hacía hormiguearme incesantemente la cabeza. Casi inmediatamente comenzó a tener otro orgasmo: su expresión del rostro me lo confirmaba. Vaya que debía de haber sido extraordinariamente bueno el trabajo de Carmen allá abajo.

"Vamos a la cama. Ahí tenemos más espacio" les dije yo. Ya me urgía amasar y estrujar esas carnes, mientras que les daba por donde se dejaran.

Ellas asintieron con la cabeza. Carmen cerró el hidromasajes y todos fuimos hacia la cama, que aunque no era muy grande, si nos daría mas lugar para nuestros jueguitos.

Al llegar a la cama les pregunté:

"¿Quién quiere ser la primera de la noche?" les dije, mientras sobaba con una mano a mi erecto amigo.

Se miraron la una a la otra y entonces Sandra me contestó:

"Creo que seré yo. Pero quiero que te pongas algo especial" me dijo, mientras se dirigía a uno de los burós, hurgaba un poco entre los cientos de cosas que seguramente habría de haber por allí y sacaba una cajita cuadrada anaranjada. Desde luego supuse que iba a ser un condón, pero no sería uno común y corriente. Cuando la colocó en mi mano, me di cuenta de que era un "condón texturizado". Vaya que estas chicas si sabían lo que querían, y seguro que ya lo tenían planeado. Querían gozar a lo máximo y yo era el afortunado elegido.

"Solo que van a tener que ponérmelo con la boca" les dije yo, al momento que les ofrecía a mi cariñoso amigo.

Ni tarda ni perezosa Sandra abrió el empaque con los dedos, le dio un leve soplido y se lo colocó en los labios, como si quisiera dar un beso. Poco a poco fue deslizando toda su boca, y el condón junto con ella, a todo lo largo de mi verga, que a cada centímetro parecía ponerse más y más dura, solamente de imaginarme que aquélla hermosa morena de no más de 17 años se iba a comer todo mi palo. Con maestría terminó de ponerme todo el condón con la boca y con la manó se aseguró de que lo tuviera bien puesto. El condón venía lubricado, aunque con la humedad que emanaba con singular abundancia de la raja de Sandra eso no iba a ser necesario.

La ardiente morena se puso en cuatro sobre la cama mientras que Carmen se colocaba enfrente de ella, besando sus labios con desesperación. En esa posición podía observar claramente la vagina de Sandra, brillante, anhelante de ser poseída. Con un dedo comencé a abrirme paso dentro de aquel jugoso túnel, sentía su interior extremadamente caliente. Movía lentamente de adentro hacia fuera y en círculos adentro. Ahora unos gemidos escapaban de su garganta e instintivamente se hacía para atrás para ser perforada con todo el dedo. Después ya no fue suficiente y otro dedo se unió a su compañero.

"Vamos, ya métemela. Por favor" me rogaba Sandra, mientras que sus palabras se entrecortaban por la boca de Carmen y por la excitación.

Quería hacerla que me deseara más. Quería que el deseo se apoderara de su cabeza y que me implorara, que me suplicara con más ahínco que ya le diera carne para saciar su apetito, así que puse la cabeza a la entrada, pero la dejé ahí. Comencé a rozar moviéndome de arriba hacia abajo, como si fuera una brocha. La humedad sobre su entrepierna se hizo ahora más abundante y denotaba su extremado grado de calentura.

"Por favor, te necesito adentro, papi. Métemela hasta el fondo, por favor" me suplicaba Sandra.

No la hice esperar. Ya que era lo que quería, decidí dárselo. Poco a poco comencé a meter la cabeza y cuando finalmente esta estuvo dentro, sus caderas se fueron haciendo hacia atrás, empalándose solita. Ella se movía frenéticamente a pesar de que su perrito oponía resistencia. Sentía como me estrujaba la verga y como cada una de las rugosidades del condón texturizado rozaban con insistencia su clítoris. El ver desaparecer con insistencia mi miembro dentro de su húmeda vagina era digno de observarse. Tomé su cintura con mis manos mientras que hacía chocar mi fierro contra sus nalgas. Solamente se escuchaban pequeños gemiditos y el chapoteo de nuestros sexos dándonos placer. Incrementé el ritmo de la penetración, ahora me movía rápidamente dentro de ella, metiendo y sacando a gran velocidad. En ocasiones lo sacaba todo y apreciaba mi verga lubricada el introducirse con violencia hasta el fondo de su agujero. Demonios, esto se sentía delicioso. Nunca pensé que el morbo de estar cogiendo con una vieja mientras que esta se besara con otra fuera a hacerme sentirme de tal manera.

"Mmmm… mmmm… sí, dámelo todo. Hasta el fondo.. sí… así… ohhhh sí…" repetía una y otra vez Sandra, mientras Carmen ahora succionaba sus pechos.

Mis huevos chocaban con violencia en el trasero de Sandra. Mi verga entraba y salía, entraba y salía, otorgándome intensas oleadas de placer mientras que hacía chocar su trasero hacia mí. Abruptamente se la saqué, la tomé de las axilas y la coloqué boca arriba sobre la cama. Después me puse sus piernas en mis hombros y se la metí de una estocada hasta el fondo. Carmen aprovechó para poner su sexo en la cara de Sandra, mientras esta sacaba lo más que podía la lengua y pellizcaba los rosados pezones de Carmen. Esta posición era excelente, me permitía ver con gran morbo como se la hundía incansablemente y sin cesar. Los labios vaginales se cerraban con fuerza sobre mi pene, acariciándolo y moviéndose hacia dentro y hacia fuera junto con él. Tomé con mis manos los pezones de Sandra y comencé a estrujárselos con furia, se los jalaba y ella ahora se movía frenéticamente. De repente sentí como sus paredes de la vagina se cerraban con mucha fuerza sobre mi palo mientras sentía como sus líquidos emanaban con mucha abundancia, empapando todo mi pubis y resbalando por mis piernas hasta el piso. Su respiración se agitaba cada vez más. Lentamente fue bajando la intensidad de sus movimientos mientras que su respiración iba regresando a la normalidad. Yo por mi parte, acompasaba los movimientos de mi penetración al ritmo que sus caderas me marcaban.

Estaba cansado, jadeaba y sudaba copiosamente así que me tiré en la cama. Carmen se zafó de la mamada y fue a besarme con pasión, succionando mi lengua y reteniéndola dentro de su boca. Poco a poco fue subiendo hasta morder los lóbulos de mis orejas y luego regresó a mi boca. Sandra tomó mi verga en su mano y se la llevó a la boca, saboreando sus propios jugos que había soltado a raudales. Ahora las dos se concentraban en mí y era verdaderamente gratificante el tener a tu disposición a dos hembras lujuriosas y desinhibidas, pero ya deseaba hundir mi verga hasta el fondo de la suculenta rajita de Carmen, así que la tomé de la cintura y la dirigí a que se acomodara sobre mi miembro. Sus labios vaginales, mojados por la saliva de Sandra, besaban la cabeza de mi miembro, invitándolo a alojarse dentro de un sitio más cálido. Poco a poco fue dejándose caer. Milímetro a milímetro iba abriendo esa pequeña vagina que se cerraba fuertemente sobre mi pene.

Dejé que ella controlara la velocidad de la penetración. Hacía unas verdaderas muecas de dolor mientras que Sandra se colocaba sus espaldas abrazándola, besándole el cuello y sobando sus pezones insistentemente, hasta ponerlos rojos, inflamados y sumamente erectos.

Cuando llegó finalmente a introducírselo, se quedó quieta unos segundos, para acostumbrarse al intruso. No entendía como una chica perversilla como ella estuviera tan cerrada, era obvio que no era tan experimentada como lo hacía creer. Lentamente se fue moviendo hacia arriba y hacia abajo, empezando a disfrutar de la penetración y emitiendo largos gemidos de placer, que en ocasiones eran callados por los labios de Sandra. Se sentía delicioso el resbalar dentro de ella, el sentir el pene estrujado y devorado lentamente, el sentir como sus paredes vaginales se deslizan sobre las rugosidades, lenta pero inexorablemente.

Poco a poco fue aumentando la intensidad de la penetración y la velocidad. Se daba sentones sobre mi verga mientras que mis manos apretaban y estrujaban sus nalguitas blancas, haciendo que la sangre corriese con mayor intensidad por su superficie. Sentía todo su cuerpo caer con fuerza sobre mí, cada vez más rápido, cada vez más delicioso.

Las sensaciones de infinito placer escapan a la posibilidad de ser expresadas fielmente por palabras. No había punto de comparación, estaba entregado completamente al momento. Mi mente era una maraña ininteligible que se concentraba en recibir cada vez más y más sensaciones placenteras. Mi pene parecía estar asfixiándose dentro de aquélla cavidad que lo apretaba con insistencia.

De pronto, sentí un enorme cosquilleo proveniente de lo más profundo de mi ser, mi espalda se arqueó y tensó hasta un nivel insospechado mientras que sentía expulsar todo el semen que mi cuerpo poseía. Seguía embistiendo con furia mientras gemía incontrolablemente, presa inequívoca del gozo carnal. Mis huevos chocaban violentamente contra sus nalgas mientras que ella se inclinaba sobre mí y me besaba con pasión. Sus dientes atraparon mi lengua y la mordieron sin compasión. Sentí ese enorme orgasmo fluyendo mientras que ella me estrujaba a voluntad mi miembro con su chorreante vagina.

Poco a poco fuimos disminuyendo los movimientos. Entonces ella se incorporó, tomó el condón con sus dedos, lo anudó y lo tiró a un bote de basura cercano. El anterior estado de exaltación fue cediendo al cansancio, pero Carmen y Sandra aún no estaban satisfechas y empezaban a provocarse la una a la otra, pellizcándose los pezones. Por mi parte, estaba exhausto y completamente exprimido y me limité a ver el show que seguía frente a mi, a observar como dos chiquillas se devoraban la una a la otra

Continuará