Sedientos de sangre 9

Tod va a visitar a Leben como todos los días, pero el cruel destino se abalanza sobre el pobre chaval de nuevo... No se lo pierdan.

Todas estas irregularidades a la hora de publicar… No son a posta, lo sentimos mucho, pero es que no nos queda otra… Pero bueno, pongámonos en situación. Este episodio va acerca de Leben y Tod. Este episodio es el penúltimo de la temporada. Podemos considerar esta temporada como el prólogo de la serie, en realidad es sobre todo para que conozcáis a los personajes. Antes de empezar leed el habitual mensaje del autor, porfa.

Cuando termine estas dos series comenzaré a publicar relatos de un solo episodio hasta el verano, de forma irregular, porque no tendré mucho tiempo para escribir. Cuando saque huecos los escribiré. Y ya en verano empezaré con proyectos más largos. Siento no poder atenderos como antes…

Si queréis, podéis comentar a través de email a la dirección de correo: latumbadelenterrador@gmail.com

o por twitter:@Enterradorelato

En fin, seguro que hay algún hueco para un capítulo especial nuestro o algo. Nos gustaría, aunque claro, pediríamos un plus de sueldo, que tontos no somos. ¡Disfrutad del relato!

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Reich Bastard era un burgués rico muy conocido en Prusia. Tenía varias fábricas textiles por toda la ciudad, sin embargo, ni todo el oro del mundo podría salvarlo de su destino. El señor Bastard caminaba alegremente por las calles después de haber dado la orden de que exterminaran a una tribu de Ruanda para quedarse con las materias primas de su zona. Pero la muerte ya le seguía de cerca.

Su maldad no conocía límites, pues dos niños muertos de frío le estaban pidiendo unas monedas para poder comer, y el hombre se echó a reír, escupiendo a los dos niños en la cara. Uno de ellos se levantó para golpearle, pero su amigo, le detuvo, alegando que no merecía la pena. El señor Bastard siguió su camino con una sonrisa de oreja a oreja. Pero la muerte ya le seguía de cerca.

Llegó a un prostíbulo muy conocido de Prusia y pagó a una prostituta para que le hiciera “un trabajo fino, fino”. La prostituta hizo su trabajo no sin cierto asco y cogió su dinero de mala gana. Desfogado, el señor Bastard decidió volver a casa con su mujer. Andando por las calles pensaba en lo bonita que era su vida. Pero la muerte ya le seguía de cerca.

Llegó a su casa irradiando un gran aire de superioridad y su mujer estaba jugando con su hija Passiv en el jardín. Reich se acercó a ellas y comenzó a jugar también. Nadie diría que un hombre tan tierno y cariñoso con su hija sería capaz de todas las monstruosidades que el señor Bastard hacía a diario. Estaba feliz. Pero la muerte ya le seguía de cerca.

Comenzó a llover, y así, se selló su sentencia de muerte. Un ratero de mala muerte, Feige Dieb, huía de los soldados del rey. Aprovechándose de la lluvia se metió en la casa de Bastard. Cuando éste y su familia entraron dentro para refugiarse de la lluvia, Feige ya estaba allí, escondido en el armario de juguetes de la habitación de Passiv. Bastard dejó a su pequeña hija en la cuna y se fue a echarse la siesta. Pero la muerte ya le seguía de cerca.

Feige abrió el armario y cogió a la pequeña Passiv en brazos, intentando que no se despertara. Fue al salón y allí estaban Bastard y su mujer, tumbados cada uno en un sofá. Feige sonrió y sacó su cuchillo, para apuntar a Passiv en el cuello. Llamó a Bastard y a su mujer y éstos despertaron viendo horrorizados como un ladrón sujetaba a su hija y le apuntaba con un cuchillo. Bastard tenía miedo. Pero la muerte ya le seguía de cerca.

-P-por favor… No le haga nada… ¡¿Quiere dinero!? Yo le daré dinero-dijo Bastard asustado.

-¡Calla, hijo de puta!-dijo el ladrón de mal humor.

-S-sí señor…-dijo Bastard nervioso.

-Te voy a explicar lo que va a pasar ahora. Te voy a atar a una silla y voy a violar a tu mujer delante tuya. Después la ataré a ella y me quedaré en esta casa hasta que me salga del nabo, ¿entendido?-dijo el ladrón seriamente.

-¡¿Q-quéeee!?-dijo Bastard aún más asustado.

-Como intentes hacerte el héroe, te mato-dijo agarrando a Bastard de la barbilla.

Ató al hombre y dejó a la niña en el sofá. Entonces la fiesta comenzó. El ladrón rompió la ropa de su mujer y la violó ahí mismo de forma brusca y sin contemplaciones, ante los ojos imponentes de Bastard. Tenía la mirada perdida en el cuerpo de su mujer arañado y sangrante mientras el ladrón le pegaba y le violaba… Algo se había roto en su interior. Aunque eso ya no importaba. Porque la muerte ya le seguía de cerca.

El ladrón se corrió dentro de la mujer sin ningún reparo y cuando se levantó sacó su navaja y la degolló. La cabeza de la esposa fue rodando hasta los pies de Bastard, le miraba suplicante, con lágrimas en los ojos, Bastard no podía mirarla directamente, por el miedo, y por el dolor. Feige comenzó a desmembrar el cuerpo y a echarse la sangre por encima, riéndose, a pleno pulmón. La niña lloraba, y Feige se reía. Bastard tenía cada vez más miedo. Pero la muerte ya estaba muy cerca.

De repente, Feige cambió su semblante, su sonrisa se borró rápidamente, y miró a Passiv, que lloraba, con cara de asco. Sin ningún tipo de remordimiento, cortó a la niña en dos. Y su llanto, cesó. El silencio más absoluto inundó la estancia. Freige, que estaba de espaldas a Bastard se giró. Y sonrió de nuevo, esta vez más ampliamente. Pero la muerte ya estaba cerquísima.

-Señor Bastard, ¿sabe usted que el destino es caprichoso?-dijo mirándolo con la cara llena de la sangre de su mujer y de su hija.

No hubo respuesta.

-Je… Usted me despidió hace una semana por robar materiales de la fábrica… Pero ahora… ¡Es el momento de mi venganza!-gritó hincándole el cuchillo en el ojo a Bastard.

Le sacó el ojo de una estocada, Bastard gritó, pero nadie vendría jamás en su ayuda. Ni todo el dinero que tenía le salvó de la muerte. La muerte es justa, porque mata a todos por igual, ricos, pobres, curas, vagabundos… Todos… Todos mueren… Y eso le pasó a Bastard. Freig Dieb le abrió la barriga y le devoró todos los órganos internos, recreándose en saborear al monstruo que tantas vidas había destrozado. Los soldados irrumpieron en la zona alertados por los gritos y Froig salió corriendo. La muerte ya estaba allí.

Un hombre de pelo largo, de cara pálida y con alas en la espalda apareció ante Bastard. Ya ni se molestó en mostrar un fajo de billetes, sabía que iba a morir, igual que cualquier pobre, eso era lo que más le humillaba. Tod se acercó a él y le extrajo su alma con un beso. Reich Bastard había muerto, igual que cualquier campesino asqueroso.

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Sedientos de sangre

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Un relato del Enterrador

Sediento de almas

Capítulo IX: La nueva vida de la muerte

Fui a ver a Leben a la posada de su familia como cada mañana. Estaba triste desde la muerte de su madre, yo no entendía esos sentimientos, pero durante años había visto que los humanos reaccionan así ante mis acciones… Así que supuse que era normal.

-Ah, hola, Tod-dijo intentando esbozar una sonrisa.

-Hola, Leben-le dije sentándome en la barra.

-¿Has venido a ayudarme hoy también?-dijo mirándome con una sonrisa.

-Por supuesto, eres demasiado preciado para mí como para permitir que te pase algo-dije mirándolo sin expresión.

Trabajar en una posada era un trabajo peligroso, algún delincuente podía alojarse allí e intentar robar y hacer daño a Leben. Aunque tenía la lista de la muerte, que me avisaba si alguien mataba a Leben, prefería quedarme con él para estar más tranquilo. Pero claro, cuando el deber me llamaba, pues tenía que irme a extraer el alma de algún cadáver.

Os preguntaréis cómo lo hacía… Si cada segundo muere una persona en el mundo, ¿cómo es posible que tuviera tiempo de moverme y encima de tener ratos libres? Pues es algo difícil de entender para los humanos, la capacidad de manipular el tiempo y del espacio también es uno de mis poderes. Como ya sabéis, si estoy ocupado con otra cosa solo tengo que parar el tiempo e ir a por sus almas. Eso dificultaba un poco las conversaciones, porque para cuando volvía ya no me acordaba de lo que estaba diciendo.

-Nunca me habías dicho que no eras de Prusia…-dije sorprendido.

-No, yo soy de España. Lo que pasa es que tuvimos que venirnos a vivir aquí…-dijo triste.

-Ajá… Y… Bueno… ¿El perro se recuperó?-dijo después de recoger un alma sin que se diera cuenta.

-Tod… ¿Tú me escuchas cuando te hablo?-dijo abatido.

-Claro, me encantan los macarrones-dije tras otra alma.

-Veo que no…-dijo aún más triste.

-Jajajaja, si, muy gracioso-dije tras otra más.

-..........................-se quedó en silencio con el ceño fruncido.

-¡¿Y entonces era un travesti!?-dije sorprendido tras otra alma.

Se fue a la cocina sin decir una palabra con el ceño fruncido, cuando él siempre suele estar sonriente. Le seguí y vi que entraba en el almacén. El cocinero seguía a lo suyo, así que decidí entrar al almacén y me lo encontré en en el suelo sentado, con la cabeza entre las piernas. Las muertes me llamaban, pero para mí Leben era más importante, así que perdonaría la vida a todos esos.

-Leben…-dije llamando su atención.

Levantó la cabeza y pude ver claramente cómo las lágrimas brotaban de sus ojos. Eso hizo que mi “dolor de estómago” volviera a aparecer. Me senté a su lado y le abracé.

-Perdóname, es que un chino ha quemado su aldea vecina y han muerto un montón de personas, así que tengo mucho trabajo-le susurré al oído.

-Ya veo…-dijo triste-Creía… Que ya no te importaba…

-Eso es imposible, Leben…-dijo acariciándole el pelo-Tú has conseguido que alguien sin sentimientos empiece a sentir… Algo…

-Tod… Echo de menos a mi madre...-dijo llorando aún más.

-No te preocupes, Leben… Tu madre se ha ido sabiendo que tiene un hijo maravilloso. Y aunque ahora no esté contigo, te está protegiendo desde alguna parte-dije mirándole a sus ojos llorosos.

-P-pero es que… E-es tan terrible…-dijo aferrándose a mí.

-Todo ha terminado, Leben… Ahora las cosas solo pueden ir a mejor-dije tranquilo.

-S-si… Eso espero…-dijo secándose las lágrimas.

Salimos del almacén y volvimos a la barra. Leben siguió sirviendo las mesas mientras yo vigilaba desde la barra. Sus ojos parecían tristes y cansados, pero nadie se percató de ello, supongo que porque todo el mundo iba a lo suyo.

Notaba que me llamaban miles de almas para que fuera a recogerlas, pero quería quedarme a su lado, quería protegerlo para que no sufriera más. Cuan tonto fui, ese, fue un error que jamás podría arreglar, si hubiera estado atento a la lista de la muerte me hubiera dado cuenta de que se escribió el nombre de Elend Ewig, el padre de Leben, en ella.

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Mientras Leben y yo estábamos en la posada, un grupo de soldados tocaron a la puerta de casa de los Ewig. Elend, el padre de Leben, abrió la puerta.

-Buenas, señor Elend Ewig, ¿o debería decir… Mísero Eterno?-dijo el general de los soldados sonriendo.

-¿¡C-cómo sabe usted…!?-dijo el padre de Leben asustado.

-Su Majestad lo sabe todo… La Inquisición española va tras usted, señor Eterno-dijo otro de los soldados arrogantemente.

-P-por favor… No nos entreguen…-dijo el hombre nervioso.

-Lo siento, señor Eterno. Tenemos órdenes de llevarlos ante la Inquisición española, a usted, a su hijo y a su mujer-dijo el tercero de los tres soldados con una sonrisa.

-No, por favor… ¡Mi mujer ha muerto! ¡No nos hagan esto! ¡Nos matarán!-dijo el padre de Leben arrodillado ante el soldado jefe.

El general le pegó una bofetada que lo tiró al suelo. El señor Ewig intentó levantarse, pero los soldados entraron en la casa y le rodearon. Cerraron la puerta y, antes de que se levantara, le golpearon el estómago, volvió a caer al suelo y los soldados comenzaron a darle patadas por todo el cuerpo, ensañándose en la cabeza y en el tronco.

El hombre comenzó a gritar, pero el general le agarró de la barbilla y le dijo.

-Si se te ocurre volver a gritar, violaremos a tu hijo delante de ti-dijo el general sonriendo-¡Verzögert! ¡Ve a buscar al hijo!

-¡Sí, señor!-dijo el soldado corriendo hacia las habitaciones.

-M-mi hijo no está…-dijo el padre sin fuerzas.

-Tsk… ¡Cállate!-dijo el general dándole una patada.

-¡Señor! ¡Tiene razón! ¡No está!-dijo el soldado volviendo de su búsqueda.

-Bien… Ahora nos lo vas a tener que decir, papá-dijo el general con una sonrisa maliciosa.

-J-jamás…-dijo el padre de Leben con sangre en la boca.

El general levantó al padre de Leben del cuello de la camisa y lo estampó contra la pared. El hombre tenía la cara reventada por las patadas, a lo que el general no hizo más que sonreír.

-Escúchame bien, pedazo de mierda, soy Feldherr Fick, general de primer categoría del ejército prusiano. Si he llegado a general con tan solo 20 años es porque sé bien cómo hacer mi trabajo, así que si no me dices dónde está tu puto hijo… ¡Te torturaré hasta que hables!-dijo el general furioso.

Aunque el general era mucho más joven que el padre de Leben, era físicamente muy superior, si quisiera podría destrozarlo con un solo puño, pero su deber era torturarlo, y esto requería no matarlo

-¡Quitadme la armadura!-dijo el general seriamente.

Los soldados acudieron rápidamente y le quitaron la parte más pesada de la armadura al general, para que tuviera más libertad de movimiento. Los soldados se colocaron cada uno al lado del padre de Leben sujetándolo y entonces el general sacó su espada.

-Es su última oportunidad, señor Eterno-dijo el general apuntando con la espada al padre de Leben.

-¡No! ¡No les diré dónde está!-gritó el padre de Leben.

El general no tuvo piedad y le cortó una oreja al señor Ewig con su espada. Antes de que pudiera gritar, los otros soldados le taparon la boca. Incluso se le saltaron las lágrimas, pero los soldados no mostraban ninguna compasión. Cuando se hubo tranquilizado un poco volvió a preguntar.

-¿Dónde está su hijo?-dijo el general tranquilo.

-A-agh… N-no lo diré…-dijo dolorido el hombre.

El general asintió y el soldado que estaba en el lado izquierdo le metió el dedo en el agujero donde tenía la oreja. El dolor pasó de un nivel insoportable, a uno inhumano. El hombre estaba que no podría aguantar mucho más, pero los soldados no pararían hasta reunir la información necesaria.

-Se me agota la paciencia, señor Eterno, y usted no quiere verme de mal humor, créame-dijo sonriendo-Se lo preguntaré una vez más, ¡¿dónde cojones está su hijo?!

-A-aah…. Ha-hagan conmigo lo que quieran… P-pero no se acerquen a mi hijo…-dijo el hombre destrozado,

-Es usted muy cabezón, ¿eh?-dijo el general apuntando de nuevo al señor Ewig con la espada.

La mano izquierda se la cortó de una sola estocada. El padre de Leben gritó con todas sus fuerzas, pero sus gritos fueron ahogados por las manos de los soldados. Su mano cayó al suelo y un chorro de sangre salía del lugar donde antes estaba su mano. Un soldado le colocó una venda para que no se desangrara.

-Última oportunidad, ¿dónde-está-su-hijo?-dijo el general con cara de pocos amigos.

-¡¡¡¡¡¡No se lo diré jamáaaaaaaaaaaaaaaas!!!!!-dijo el padre de Leben gritando.

El general no respondió, la ira invadió su cuerpo, apartó a los dos soldados de un empujón, agarró al señor Ewig del cuello y lo tiró al suelo, allí comenzó a darle puñetazos en la cara, con tal fuerza que lo estaba destrozando, la sangre salpicaba en todas direcciones y los otros soldados miraban horrorizados cómo su líder mataba a un hombre a puñetazo limpio. Cuando ya estaba muerto, le pisó la cabeza con su bota y se la aplastó.

-S-señor… Se suponía que teníamos que entregarlo vivo…-dijo el soldado Verzögert.

-¡Nadie desobedece al general Feldherr Fick! ¡¡¡NADIE!!!-dijo el general enfadado.

-E-está bien…-dijo Verzögert.

-Diremos que se resistió y tuvimos que matarlo, no pasa nada. Ahora tendremos que esperar aquí a que llegue su hijo… Chicos… Preparad las armas-dijo sonriendo de nuevo el general.

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Llegó la hora de cerrar el bar de la posada, Leben estaba preocupado porque su padre no llegaba, y era él el que se ocupaba de quedarse toda la noche vigilando el lugar.

-Se está haciendo tarde…-dije mirando por la ventana.

-Este hombre… Se habrá quedado dormido, será mejor que vaya a buscarle…-dijo frunciendo el ceño.

-Te acompaño-dije levantándome de la silla.

-No, tú quédate aquí vigilando que no pase nada. No tardaré mucho-dijo Leben poniéndose su abrigo.

-Vale, pero ten cuidado-dije tranquilamente.

Entonces se acercó a mí, y con una sonrisa, me besó.

-Lo tendré-dijo guiñándome un ojo saliendo por la puerta.

Solía acompañarlo a casa por si pasaba algo, pero debía ocuparme de la posada. Estaba aburrido esperando, así que me dio por mirar la lista de la muerte. Había muchísimos nombres rodeados, eso quería decir que habían vuelto a la vida. En ese momento me di cuenta, Elend Ewig, el nombre del padre de Leben… ¡Estaba tachado! Pero… ¿Cómo era eso posible? Yo no había ido a recoger su alma…

No le di muchas vueltas, porque al final de la lista apareció otro nombre: Leben Ewig. Guardé la lista y volé lo más rápido que pude. Debía alcanzar a Leben.

Mientras tanto, Leben abría la puerta de su casa como cada día.

-¿Papá? ¿Estás ahí?-dijo Leben preocupado.

No hubo respuesta, así que decidió adentrarse en su habitación para buscarlo. En cuanto abrió la puerta de la habitación, alguien lo empujó por detrás y cayó al suelo. Tres soldados aparecieron a su espalda. Los miró con verdadero temor y éstos sonrieron.

-Leben Ewig. ¡Quedas arrestado!-dijo el general Feldherr sacando su espada.

-¿Q-quiénes son ustedes? ¿Q-qué pasa?-dijo Leben asustado.

-La Inquisición española te reclama, chaval-dijo con una sonrisa el general.

-¡¿L-la Inquisición e-española?!-dijo Leben nervioso.

-Así es. Sabes perfectamente cuáles son los cargos por los que se te acusan, Bido Eterno-dijo el comandante apuntándole con la espada.

-¿D-dónde está mi padre?-dijo con lágrimas en los ojos.

-Como el sucio perro no ha querido decir dónde estabas hemos tenido que matarle-dijo el general mirando a Leben con una sonrisa de superioridad.

Leben no respondió. Sus ojos se abrieron como platos y las lágrimas empezaron a descender de ellos. El general parecía disfrutar de la escena, pues se acercó a Leben y le agarró de la barbilla.

-¿Sabes? Eres un chaval muy bonito… Casi pareces una mujer… Igual me puedo divertir contigo antes de entregarte a la Inquisición-dijo el general con mirada lasciva.

Ya no había nada que pudiera hacer, Leben ni siquiera alzó la vista, simplemente miró al suelo y lloró. Lloró porque sabía que su vida se acababa, esta vez de verdad, y que no podría volver a estar conmigo. Pero de repente, se apagó el candelabro de la habitación.

-¡¿Q-qué demonios!?-gritó el general.

Oyó dos sonidos como de “clack” y la luz volvió. Los cuerpos de los soldados estaban de pien, pero sin cabeza, al encenderse la luz, ambos cayeron al suelo. El general miró horrorizado a los cuerpos de sus hombres.

-¡¿Q-quién ha sido?! ¡Da la cara si eres un hombre!-dijo empuñando su espada.

El silencio reinaba en la habitación. El general tenía miedo, pero a la vez estaba furioso, quería dar muerte a aquel que había matado a sus soldados para restablecer su honor. De repente, notó una mano en su hombro.

-He sido yo-oyó tras de sí.

Al darse la vuelta me vió, la mismísima muerte, con una sonrisa que helaría el infierno y en mi mano las cabezas de sus soldados. Su rostro palideció y cayó al suelo de espaldas, comenzó a arrastrarse con las manos hasta quedar de espaldas a la pared. Le tiré las cabezas a los pies y hablé.

-Hoy no es tu destino el morir, valiente caballero. Pero si me provocas, lo harás-dijo perdiendo la sonrisa.

-¡¿Q-qué es lo que e-eres!?-dijo asustado.

-Soy lo que los humanos llamáis… La muerte-dije mirándolo fijamente.

-Tod…-dijo Leben levantando la cabeza y mirándome con sus ojos llenos de lágrimas.

Sujeté a Leben entre mis brazos y abrí la ventana. Alcé mis alas y miré atrás un segundo antes de emprender el vuelo, a la cara aterrorizada del general. Volé y me perdí entre los edificios de la ciudad.

-M-maldito monstruo… E-esto… ¡¡¡¡¡¡¡¡ESTO NO QUEDARÁ ASÍIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!!!!!-gritó el general desde la casa de Leben.

CONTINUARÁ...

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¡Y hasta aquí el capítulo de hoy! Espero que hayáis disfrutado, el próximo será de Rufus y KIlian, por lo que saldré yo. Algunos os preguntaréis por qué la Inquisición española busca a Leben, ¿no? ¡También lo sabréis en el próximo capítulo! ¡El final de temporada! Ahora el autor quiere decir unas palabras.

Siento no poder estar escribiendo tan seguido… Aunque os prometo que la semana que viene termino ya las dos series y me pongo a escribir relatos de uno o dos capítulos. ¡Espero que podáis perdonarme!

OS SALUDA

EL ENTERRADOR

En fin, amigos. ¡Ya sabéis! ¡No os podéis perder el final!