Sedientos. Capítulo 2 Esperanza.

Siguen las aventuras de Briana....

Esperanza.

No tenía a donde huir, estaba a su merced. Llevaba 6 cuadras corriendo por entre  la maleza de edificios y ya me faltaba el aire. Para más desgracia chocar con un callejón sin salidas, me pareció una película de terror, reí desesperada, siempre critiqué a esos tontos que huían de algo y terminaban en una calle sin escape, y ahora miren, la burla se revira al burlador. Era una locura, sentía la adrenalina correr por mis venas y escapar a través de los poros de la piel, el miedo me invadía como el agua a los camarotes de un barco en tormenta y mis pezones se estaban  poniendo duros como piedra, no podía creer que aquella situación me estuviera excitando. ¿Cómo podía pasar aquello? El momento era crítico y mi cuerpo se dividía en un Ying Yang de miedo y éxtasis. Mi depredador se acercaba lentamente, aún no había desembocado al callejón, pero podía sentirlo como si estuviese a mi lado.

Esta persecución llevaba tres noches. La primera vez fue a la salida del Strip Bar donde trabajaba de bailarina, esto me permitía aumentar mis ingresos, pues el oficio de reportera me tenía casi en quiebra. Unas manos invisibles se posaron en mis hombros, recorrieron mi silueta femenina y me obligaron a voltearme como si fuese una orden involuntaria de mi cerebro y… esa cosa estaba ahí. ¿Qué diablos era? No lo sé, pero aunque su figura mostraba a un hombre alto y delgado, mi instinto me decía que debajo de aquella marioneta se escondía algo monstruoso. Se acercó a mí de manera que no podría asegurar si simplemente apareció a mi lado o si siempre estuvo allí. “Bella Briana” susurró sin apenas abrir los labios y luego mostró una sonrisa helada permitiéndome ver los caninos, más alargados que los de cualquier mortal. Enseguida sentí vértigo, un dolor punzante apareció en mi cuello, y como si se tratara de un último suspiro le empujé con las pocas fuerzas que me dejó  aquella ilusión. El mareo desapareció y yo con él por la calle más cercana. Luego el vacío, debilidad y llegar a casa con un hambre del tercer mundo. ¡Me conocía! ¿Pero cómo? Ni en el bar, ni en la revista sabían mi verdadero nombre.

La siguiente noche fue dentro del bar. Mi Show acababa de comenzar, la música tecno retumbaba en mis oídos y yo danzaba con toda la sensualidad posible, giré hacia una de las barras verticales para acrobacias y el vértigo me regreso, acompañado del dolor en el cuello. La música se transformó en ruido, mi vista se nubló hasta casi perderla por completo, luché contra aquello, pero en medio de toda aquella oscuridad solo veía a mi enemigo, ¿era él realmente? Y de nuevo aquella excitación envolvente y esta vez eran cuatro manos las que navegaban por mi perfecta geografía, luchaban entre ellas por tenerme, y con su batalla hacían salir mis más secretas muestras eróticas, el baile era casi pornografía, me estiraba y me abría de piernas como nunca antes, sentía mi cuerpo arder de pasión, estaba abochornada por lo que hacía, pero por otro lado no quería parar, ¿O no podía? Comencé a ver dos figuras y esta vez llegué a pensar que  era el principio tentador de los opuestos otra vez como un Ying Yang. La música paró súbitamente, los aplausos del público rompieron aquel hechizo y escapé al camerino. Había logrado despertar de aquella pesadilla.

Pero esta noche no habría salida, mi pulso aumentó increíblemente. Corrí de un lado al otro de la callejuela buscando una vana manera de escapar. “Por aquí” dijo una voz que no aseguro haberla escuchado, solo fue la idea en mi cabeza; encima del muro, una figura cubierta con una capa negra alargó una mano enguantada. Mi cazador no llegaba, se tomaba su tiempo, por el ruido que se escuchaba parecía  jugar con los latones de basura que había tirado en mi precipitada huída. No necesité albergar la idea más de dos segundos en mi mente, ya estaba en el vórtice de la aventura, cada vez me extasiaba más y quería saber el final de todo, aquella ayuda… ¿desinteresada? Era algo que no me importaba pensar en aquel instante. En el mundo todo tenía un valor, tan alto como la vida misma.

Estreché mi mano a la salvación (o a la perdición) y a pesar del guante de cuero que le cubría hasta la muñeca, sentí el mismo frío que en el bar cuando palparon todo mi cuerpo. Volví a desfallecer, solté la ayuda y cuando empecé a caer, las mismas manos se aferraron a mi cintura y me elevaron como si fuera de papel. Al estrecharme contra aquel cuerpo la capa calló hacia atrás y cual un capullo que se abre, una bella mujer emergió de las penumbras. Era pálida como el mármol, sus labios estaban demacrados, como si le hubiesen sacado hasta el último suspiro sanguíneo. Sus ojos eran azules, no perdón amarillos, ¡que va! eran casi rojos, ¡por Dios!, le variaban a una velocidad, que cuando estaba segura del color, una nueva tonalidad resurgía entremezclándose con la otra. “No temas, estoy aquí para protegerte” ¿Ella dijo eso? Bueno yo lo escuché, pero sus labios jamás se movieron una milésima.

Por fin llegaba “Él” (je, como si yo quisiera que llegase). De un salto subió al muro y me señaló con un ademán de pertenencia que me hizo crujir los huesos. La mujer se interpuso entre nosotros. “Ella es mía” dijo el espectro (si, por fin le había encontrado un nombre adecuado) y esta vez pude escuchar su voz, suave, pero tan fría como sus manos y su instinto de poseerme. “¿Desde cuando es tuyo lo que otro ya ha tomado?” le contestó la mujer desafiante. “Ya hice el intercambio, ella me pertenece, así lo declara la ley” ¿Ley? ¿De que hablaban? “Yo no soy de nadie” dije en un intento loco de defender mis derechos. Ambos me miraron, Él sonrió burlonamente y otra vez me enseñó aquellos largos colmillos, se veían más grandes, las venas de su rostro estaban alteradas. “Tu único derecho era luchar contra mi mente y yo gané”, rió estruendosamente, sus uñas crecieron varios centímetros y hasta me parecieron de acero.

“No la tocarás más” dijo la mujer y cerró el paso del monstruo con imposición de una diosa. “No quiero luchar contigo Melisha” contestó Él sin dejar de avanzar. Traté de imponerme, pero ella me empujó contra la pared del muro, caí sentada casi al borde y me golpeé la cabeza con una viga.

“Mantente al margen, yo puedo con este engendro” abrió la boca y mostró sus colmillos, ella de la misma especie, me sentía soñar ¿Vampiros? “Elmer si insistes vas a morir dolorosamente” dijo ella moviendo las… ¿uñas? ¡Garras! De manera desafiante. “Sea pues” gritó Elmer y saltó sobre mi protectora. Más ella no se quedó quieta, saltó a su encuentro, chocaron como a 6 metros de altura, las garras se movían como las de los gatos en una pelea y la fuerza de gravedad no existía para aquellos seres demoníacos. Cuando por fin cayeron, Melisha se estrelló entre unas cajas en la calle y Elmer cayó delante de mí, estaba cortado por todas partes, jadeaba como un perro cansado. Sentía la victoria en sus manos, “Eres mía ya” y me tomó por el cuello con fuerza, no había nada delicado ni erótico como las veces anteriores, me debatí entre sus garras, era inútil, tenía treinta veces mi fuerza o quizás hasta más. Su aliento chocó en mi rostro y sus colmillos rozaron mi arteria principal, cerré los ojos, el fin. ¡Crash! Sonó como un puño cuando aplasta un cascarón de huevo, la presión en mi cuello desapareció lentamente y al mirar, una mano ensangrentada atravesaba el rostro de Elmer, era Melisha. “Pobre perro rabioso” dijo con desprecio y arrojó el cuerpo lejos. “¿Qué le hizo pensar que podía soportar mi furia?”

Me dio la espalda y comenzó a alejarse. “¿Me dejarás acá?” pregunté y se detuvo. “Quiero conocer algo de ustedes” dije en un rapto de locura. “¿A sí?” contestó dándome el frente, recorrió los pocos metros en un flash y me agarró por el cuello levantándome y estrellándome contra la pared. “¿Qué quieres saber, si es verdad que bebemos sangre inocente, si morimos por una estaca o si el sol realmente nos quema?” mis ojos estaban fijos en los de ella. “Para eso tienes que sentirlo Briana, tiene que morir tu cuerpo y cambiar tu piel y sobre todo Briana… no puedes tener remordimiento cuando te vas a alimentar” acercó sus colmillos a mi cuello. “Pero tu me salvaste la vida, tú eres diferente, que te obliga a matarme ahora” ¡Bingo! Había salvado nuevamente por un pelo. “Briana, eres muy especial, pero tu manera de ver las cosas y tu curiosidad, pueden traerte muchos problemas, algún día te contaré más de nosotros” Aquello me gustó y volví a la carga “¿Entonces nos volveremos a ver?” sonrió suavemente, “Si querida, pero solo cuando crea conveniente hacerlo, por un tiempo no te acordarás de mí, ni de lo que ha pasado esta noche, yo te cuidaré y vendré por ti una madrugada de invierno.

Me tomó en brazos como a un niño pequeño y no volví a pisar suelo hasta la azotea de mi edificio. “Olvidarás todo hasta que yo vuelva” volteó hacia el sur (o quizás era norte) y se lanzó del edificio, aún no había comido nada. Entré al departamento, no podía recordar por qué estaba en el techo del edificio, una voz sonó en mi cabeza “No fueron tus palabras lo que te salvaron, fue tu belleza Briana”.

Y entonces escribí la historia, no la pude olvidar más…