Seda
Solo vivia para satisfacer al sultan y a la corte, sin moral ni remordimientos vivia para y por el puro placer...
Ser la hija de la mujer más poderosa de las concubinas le daba a Seda una posición privilegiada respecto a las demás, su grupo era el más numeroso, eran las bailarinas para el solaz de la corte. Ella era el capricho del sultán, dulce, turgente y toda suavidad, por eso le habían puesto ese nombre.
En su primera danza ante él, había estado tan deslumbrante, que el sultán le obsequio con una delicada pulsera de oro con un sonoro cascabel, que el mismo coloco en su tobillo derecho, ante toda la corte.
Esa misma noche conoció los placeres del lecho, donde fue instruida a conciencia, allí descubrió la dulzura y la dureza del sexo, y a sentirlo de mil maneras distintas.
Seguía siendo la bailarina preferida, deslumbrante en su dorada belleza, tenía el pelo largo y rubio ondulado hasta la cadera, de dulces ojos azules y voluptuosas curvas. Nadie movía las caderas como ella con aquel ritmo sensual y acompasado del buen sexo.
Podía elegir con quién tener relaciones, pero no podía negarse al Sultán, ni a sus elegidos, tenía muchas enemigas pero su madre las mantenía a raya. Le había dado muy buenos consejos para no enamorarse de ningún hombre, realmente no podía pertenecía a aquel mundo de dátiles y satén.
Nunca sabría quien era su padre, pero se aferraba a su madre con todas sus fuerzas, ella era fuerte y se había labrado un puesto en aquel pequeño mundo lleno de rencillas y guerras de poder, era un mundo de mujeres que vivían para el placer de algunos hombres elegidos.
Pero estaba lleno de odios y rencillas demasiadas mujeres ociosas sin nada en lo que entretenerse, de ella no se esperaba ningún hijo para la corte, era como un obsequio de bienvenida, bailaba para la diversión de propios y extraños. Pero tenía que mantener su puesto a base de cadera y deshaciéndose de las competidoras que se acercaban demasiado a su puesto.
Esa noche era muy importante, todos andaban locos de acá para allá preparando los patios y salones, le habían hecho un precioso vestido de satén azul a tono con el color de sus ojos. Le tranquilizaba el sonido de su cascabel, por ello no paraba de andar por la estancia, hacia que recordara momentos placenteros y su ser vibraba, no tenía relaciones con nadie días antes de la danza, para que esta tuviese mas fuerza y ella estuviese mas deseosa.
Peinaron su reluciente pelo, abrillantaron y perfumaron su piel con aceites, colorearon sus aureolas con cosméticos, para ser mas visibles bajo la tela transparente, los preparativos calentaban su sangre, las mas delicadas esclavas estaban dedicadas a ese ritual de embellecimiento.
Seda era adorada por sus esclavas, las mantenía bien alimentadas y a salvo y ellas se lo agradecían proporcionando placer a su ama, las tres eran otro regalo por su buen hacer gratificante y dulce antes de cada baile. Recorrían su cuerpo con el aceite acariciándolo por completo, ponían sus brazos en cruz y empezaban a besar su cuello con besos cortos hasta las palmas, y otra masajeaba sus glúteos mientras besaba los muslos arrodillada frente a ella, besaban su espalda y tomaban sus pechos endureciendo sus pezones, mientras la que estaba de rodillas se mostraba mas audaz, con su lengua rosada lamia su clítoris apenas visible entre su suave bello rubio, no llegaba al orgasmo con aquello pero si muy caliente, las besaba en la boca con un profundo beso de anhelo, estaba preparada para el baile sensual.
Cuando se coloco en el centro del patio se concentro en la música, olvidándose de todo lo demás, la danza empezó suave girando sobre si misma para dejar ver su piel bajo la luz de las antorchas, cada vez mas deprisa haciendo que se emocionara el publico, el sonido se volvió mas dulce y sus cascabeles acompañaban su vaivén ahora era el momento de fijarse en las personas de la fiesta para buscar su objetivo, el sultán se lo indico era un hombre duro con la barba negra y los ojos como un ave rapaz, a su lado se abanicaba una mujer entrada en carnes morena, debía de ser su esposa, ella la miraba con deseo, de echo el hombre tenia ya su verga dura como el mármol, y la mujer se relamía de gusto mirándola.
La fiesta tomo un tinte sensual, la danza se desarrollaba despacio propiciando la excitación en los presente, pronto una a una las bailarinas se unieron a los comensales que las requerían en sus almohadones comenzando así el rito sexual, Seda era la ultima bailarina, y mientras bailaba se iba despojando de sus ropas, la boca se le secaba viendo como dos de sus compañeras chupaban el falo del sultán y el acariciaba sus cabezas, se quito las ropas solo se dejo puesto una cadena en su cintura y su pulsera con cascabel en el tobillo, su pelo acariciaba su trasero con su balanceo, tomaba sus pechos acariciándolos al compás de la música, de pronto los músicos pararon y ella se dejo caer de espaldas con las piernas flexionadas mostrando su sexo a la pareja de extraños, que no titubearon ni un segundo en apoderarse del suave néctar que Seda les ofrecía.
La mujer con su boca la exploro íntimamente, era muy golosa casi la llevo a un orgasmo con la primera embestida de su lengua, el las miraba acariciando su verga, babeando de gusto, esperaba estar haciendo lo correcto pero pronto le dio igual, cuando la señora le succiono el clítoris hasta que vio las estrella, se corrió en su boca no pudo evitarlo, pero esta siguió con mas brío para ponerla de nuevo a tono, ella levantaba su trasero para seguir sus movimiento pero fue paralizada por la mujer con una mano en su abdomen y la otra dilatando su ano, un dedo poco a poco tenia un aceite, pronto fueron dos dedos, cada vez estaba mas caliente, su boca no paraba de lamer, y su trasero estaba todo abierto y deseoso, lo sentía latir de necesidad.
El hombre aparto a su compañera le puso las piernas sobre sus tobillos y penetro su trasero, sin ningún obstáculo ella lo había dilatado para el. Se sentía como una muñeca en sus manos, sus embestidas eran fuertes y profundas, la coloco a cuatro patas, y la nueva postura la hacía sentir mas placer la señora se coloco para que Seda le hiciera el mismo servicio que esta le había dado antes, y esta le respondió con la misma vitalidad, él paraba de cuando en cuando para ver el resultado de su penetración, ver el estado de su dilatación, Seda se volvía loca de placer su cascabel resonaba en sus oídos mientras los dulces espasmos de placer la recorrían con cada embestida.
La cabalgada fue dura Seda se llevo una desilusión había terminado demasiado pronto se volvió para ver como él observaba el resultado de su corrida el semen salía de su ano dilatado cayendo como gotas perladas sobre el almohadón, ella se revolvió nerviosa por la excitación, todo su ser latía por una satisfacción.
El sultán que observaba la escena se unió al ardoroso grupo, a Seda le puso mas caliente ver como el hombre chupaba la verga de su señor, para luego penetrarla con toda facilidad gracias al semen que acababa de ser eyaculado, el consiguió que llegara al orgasmo en unas pocas embestidas, se corrieron juntos y los flujos se unieron.