Secuestrados en los Andes (una historia de amor) 2

Una pareja se conoce en los Andes mientras practica senderismo. Sin embargo, son secuestrados y encerrados en una cabaña. Allí se enamorarán y descubrirán cosas de sí mismos que desconocían (NOTA: quien busque solo sexo, que lea otro relato...)

3. Nos quedamos en silencio los dos. Meditabundos. Ausentes. Yo la acariciaba la cabeza y la besaba en la mejilla. Al fin se levantó al lavabo, se limpió la cara y el cuerpo, me arrojó papel higiénico para que hiciera lo mismo.

-Me voy a dormir.

Yo me levanté lentamente. También me limpié, me arreglé como pude y pregunté a Diana si quería comer algo de las latas que aún teníamos.

-No

Preparé un par de platos de mala comida y un vaso de agua. Se lo llevé a Diana quien lo aceptó callada. Tras cenar, nos tumbamos los dos en la estrecha cama, desnudos como estábamos, siempre en silencio.

La escuché llorar entonces. La abracé por detrás intentando tranquilizarla.

-Tranquila mujer, es una experiencia desagradable. Trata de superarla. Lo harás, la superarás

-Lo sé, no es por eso que lloro

-¿Por qué entonces?

-Por ti. Estabas ahí viéndolo, al lado, y en vez de sufrir conmigo, te empalmaste. Y luego encima te corriste, me llenaste de leche como si fuera una puta de carretera.

-Lo siento

-¿Qué era para ti lo que viste? ¿Como una peli porno y yo una guarra cualquiera a la que violan? ¿Acaso no me conoces ya, como para que no me veas una desconocida con la que excitarse?

-No, no, no digas eso. No solo te conozco sino que…, te llevo ya muy dentro, Diana. Es que… -dudé en cómo explicárselo- siempre había tenido esa fantasía de mi novia follada por otro. La he tenido con otras parejas. Y al verte, fue como si esa fantasía se hiciera realidad. Y lo siento. Pensé que me iba a desagradar. Pero no fue así, ya lo has podido comprobar.

-Me quieres decir que si te excitaste no fue porque me veías como una desconocida, sino como tu novia

-Sí. Así es.

Ella sonrió un poco, diciendo que no sabía cómo tomárselo. Tras unos segundos de silencio, empezó a hablar de nuevo:

-Así que tienes una mente un poco morbosa. Tu novia follada y violada y tú empalmándote. No sólo eso, sino que me llenaste de leche sin tocarte. Debió de costarte mucho aguantar la oferta de que te pajeara

-Sí, estuve tentado de aceptarla, pero me resistí.

-Gracias, lo agradezco de veras

-Lo siento, Diana, lo siento. Cuando vi que te relajabas, me relajé. Y sin poder evitarlo, se me puso así la polla.

-Pobre, con la polla todo dura y mi boca y mi mano preparadas, y él aguantó sin meterla. ¿Aún estás malita, pollita? –me dijo mientras empezaba a tocar mi pene.

Yo sonreí, diciéndole que aún sí, a pesar de mis intentos por calmarla. Ella se rió, y empezó a masturbarme juguetona.

-El cerdito de Carlos se puso duro mientras me follaban. Un tío con una polla enorme destrozándome y él empalmado como ahora, seguro que recordándolo.

Yo ya estaba empalmadísimo

-Cariño, a mi me dio la impresión de que tú también te corriste una vez

-Tres. Me corrí tres. Yo también tengo mis fantasías, amor

La besé entonces apasionadamente mientras la tumbaba en la cama.

-Así que te corriste tres veces

-Sí, cerdo. El cabrón ese tenía una polla rompedora. No me extraña que tú también te pusieses cachondo.

Perdimos el control a partir de entonces. No controlamos ni nuestros cuerpos ni nuestras palabras. Ella me decía cerdo, cornudo, vicioso, yo la llamaba guarra, comepollas, puta. Devoré con ansias su cuerpo delicioso y sudado, sus pechos duros, su coñito usado.

Cuando acabamos, nos quedamos absortos.

-Tenemos que olvidar esto cuanto antes. El polvo ha sido la hostia pero no está bien

-Tienes razón, me respondió

Dormidos más tranquilos, estrechamente abrazados, olvidando por unas horas la situación en la que estábamos.

4. Las primeras horas del día siguiente las gastamos pensando en la manera de escapar. Una violación bastaba y más cuando estaba claro que los secuestradores no sabían qué hacer con nosotros. Buscamos y rebuscamos un arma contra ellos. Hasta que se me ocurrió que podría ser posible arrancar una pata de la cama. La levantamos y forzamos hasta que al fin pudimos soltarla. Era una madera fuerte con la que podía golpear a los secuestradores. La colocamos de nuevo en su sitio sin que se notara demasiado la escisión. Por primera vez, nos sentimos con alguna posibilidad de escapar de aquel infierno.

-Lo mejor es hacerlo cuando entren. -Sugerí

-No lo veo claro. Dejamos KO a uno, pero el otro seguirá, y además con la escopeta.

-Pero tenemos que pillarlos por sorpresa.

-Se me ocurre una idea -dijo Diana. -Está claro que, cuando vengan, querrán follarme otra vez.

-¿A dónde quieres llegar?

-¿Por qué no aprovechar ese momento? Estarán distraídos

-Primero, no me gusta dejar que te follen de nuevo. Y además, uno de ellos seguirá con la escopeta.

-No, si consigo calentarlo.

-¿Cómo?

-Claro, mientras uno me folla, empiezo a hacer gestos al otro y consigo me la meta en la boca. En ese momento, les atacas.

-No me gusta.

-Claro que te gusta, cari. -Dijo ella sonriéndome

-Una cosa es una fantasía, otra el mundo real

-En el mundo real, te corriste ayer sin tocarte

-Ya, pero…

-Mira, a mí tampoco me gusta la idea, pero tampoco me voy a traumatizar. Además, si no lo intentamos, estos tíos nos pueden acabar matando. Ya sabes que no van a conseguir dinero con nuestro secuestro, así que…

Decidimos pues esta salida. Ella intentaría que los dos se la follasen a la vez, yo intentaría en ese momento golpear a uno, Diana al otro. Era cuestión de esperar.

-Carlitos, me dice ella de pronto, tengo que ir al baño

-Pues ya sabes dónde está

-No me refiero a mear. Llevo tiempo aguantando, pero ya no aguanto más. Además, para lo que tenemos que hacer es mejor tener el vientre ligero…

-A mí me pasa lo mismo. Si quieres, voy yo primero, por eso de romper el hielo

-¡Qué cielo eres¡ Un caballero, que caga en frente de su dama para que ella se sienta cómoda.

Así lo hice. Sin apenas vergüenza, hice algo que jamás había hecho, defecar delante de otra persona. Ella me miraba de vez en cuando y sonreía

-¿Pasa algo? -Le dije

-Nada, cari. Que se nota que lo necesitabas…

-No te mofes, que ahora vas tú.

Cuando acabé, Diana se levantó y ocupó mi sitio. Pronto empezaron a sonar los ruidos propios del caso.

-Joo que ganas tenía –me dice. –Y dime, ahora que me ves aquí, cagando, sentada en la taza del váter, ¿te parezco tan adorable como siempre? ¿Sigo siendo una diosa?

-Claro que sí. La primera vez que te vi, tan bella y perfecta, ya sabía que cagabas.

-Pero tu libido ha bajado prodigiosamente, ¿no?

Abrí mis piernas, mi polla estaba sorprendentemente semierecta.

-Cerdito –rió ella- venga acércate y huele a ver si se te pasa.

-No, paso, prefiero respetar tu privacidad.

-¿Privacidad, aquí?- Contestó ella, mientras seguía vaciando su estómago.

Cuando acabó, se acercó a mí moviendo insinuante su cuerpo desnudo

-Aquí está tu ninfa, una ninfa a la que acabas de escuchar haciendo de vientre. ¿Te sigo gustando, amor?

-No sé por qué pero ahora te siento más cercana.

-Pues entonces siéntate tranquilo, que ahora quiero agradecerte que ayer me defendieras y recibieras esos golpes por mí

Diana se puso de rodillas y empezó a lamerme la polla suavemente.

-Además, no quiero que te empalmes ni distraigas mientras me follan.

Su lengua se deslizaba a lo largo de mi pene erecto. Bajó a los testículos y empezó a devorarlos.

-¿Te has limpiado bien, cerdito? –me dijo mientras un dedo acariciaba mi culo

Yo empecé a tocarla

-No, no. Prefiero que no me noten ni cachonda ni mojada. Esto es solo para ti. –Mientras lo decía. Hundía su dedo en mi culo y lamía mi pene

En ese momento, Diana me pidió que alzara un poco las piernas para lamerme el culito. Así lo hizo, mientras su mano me masturbaba y jugaba con mis huevos.

-¡Qué bien lo haces¡

-En la cama hago cualquier cosa que me pidan, cerdito

Yo suspiraba de gozo, mientras ella hundía su lengua y masajeaba mi polla.

-Me voy a correr

Ella entonces puso mi polla en su boca y succionó todo mi semen. Cuando acabé, me miró sonriente

-¿Estás ahora relajado?

La alcé sobre mí y la abracé con todas mis fuerzas

-Gracias por todo, Diana. Vas a ver cómo salimos de aquí.

-Lo sé.

Nos quedamos abrazados, cada vez más tensos pensando en los que nos aguardaba más tarde.

-Carlos, te pido un favor. No tengas en cuenta nada de lo que diga y haga con esos tíos…

-Diana, ¿cómo puedes pensar eso? No soy tan ruin como para echarte en cara nada de lo que tengamos que hacer aquí para sobrevivir. Ni tan desagradecido

5. Un golpe fuerte nos anunció que los secuestradores entraban en la cabaña

-¿Estás preparada, muchacha? Hoy quiero abusar mucho de ti –dijo el líder de la pareja, sin apenas dilación.

Diana asintió calladamente, y se tumbó en medio de la cabaña, mostrando que estaba dispuesta.

-A cuatro patas

Así lo hizo, mostrando su espléndido culo. Se puso de medio lado, haciéndose así accesible al otro secuestrador, que portaba la escopeta. Me dirigió una mirada tranquilizadora como diciéndome que no me preocupara. No era más que sexo.

El líder dirigió su mano al culito, y tras chuparse el dedo lo introdujo en su ano

-¿Ves lo que te voy a hacer hoy?

-¿Me la vas a meter por el culo?

-Sí. ¿Te importa?

-No –dijo ella mientras suspiraba ante el dedo del otro

-Ayer te gustó, no mientas

-Ya

-Venga, confiésalo

-Vale. Me encantó. Hacía tiempo que no tenía una polla de verdad dentro

-Lo sabía. Y a tu novio también le gustó –le seguían diciendo a Diana mientras el secuestrados la penetraba ya con dos dedos, moviéndolos rítmicamente.

-Sí, el cerdo se corrió y luego me folló como un salvaje. Le encantó que le pusiera los cuernos. Seguro que ya está empalmado. Pero prefiero tu polla. Venga métemela.

-Ya te dije –le dijo el secuestrador a su compañero, que estaba calentísimo en su escopeta- la española era una puta y le encantaba lo que le hacíamos. -En ese momento, empezó a introducir su polla en el culo de Diana. Ella protestaba, gemía y rechinaba los dientes mientras aquel enorme tranco se introducía dentro de ella. A los pocos momentos, el movimiento se hacía regular y ella gritaba de placer

-Así, así, que buena polla, dios, me vas a romper, cabrón. –hablaba mirando al secuestrador con la pistola. –Tú también quieres, a qué sí, cerdo. Saca tu polla, que te la voy comer

El jefe gemía concentrado en el culo de Diana, aunque de vez en cuando giraba la cabeza para observarme. El amigo no pudo aguantarlo más y con la escopeta en una mano, sacó la polla ya empalmada. Diana se lanzó sobre ella y empezó a succionar y lamer. Parecía encantada con tener dos pollas a su alcance.

Esperé unos momentos a que los secuestradores se olvidaran de mí, pendientes solo de Diana. Ésta, por su parte, parecía perdida en su papel de perra complaciente, excitada en todos sus poros. Cuando vi que el jefe empezaba a bramar de placer presintiendo la eyaculación, decidí que aquel era el momento de la acción. Yo estaba en una esquina, cerca de la pata de la cama seccionada. Aparentaba dolor y humillación, mientras aguardaba el momento. En ese instante, cogí la pata, me levanté y con todas mis fuerzas golpeé al que estaba enculando a Diana. Ella atrapó las pelotas del otro, que había quedado paralizado por la sorpresa. También le golpeé, también cayó. Con los dos en el suelo, empecé a darles golpes sin piedad. Diana se sumó. Toda la ira y miedo que nos había retenido durante días fueron arrojados sobre sus cuerpos sangrantes e inertes. No sabíamos si estaban vivos ni muertos; no nos preocupaba. Huimos de ahí rápidamente. Encontramos algunas de nuestras cosas y nos marchamos sin otra preocupación de alcanzar un avión cuanto antes. Ni siquiera quisimos detenernos en la policía para denunciar nuestro secuestro.

Tardamos dos días en llegar al aeropuerto. No me detendré a comentar los fastidiosos esfuerzos que tuvimos que hacer. No nos sentimos tranquilos hasta que el avión que nos llevaba a Madrid surcó los cielos.

Fue entonces cuando pudimos suspirar de alivio y juntar nuestras manos con fuerza.

-Ya acabó la pesadilla, cariño –le dije- Por fin podemos respirar tranquilos.

-Sí, por fin –me respondió mientras reclinaba su cabeza en mi hombro.

-Lo único malo es que continúes viaje a Barcelona. No quiero separarme de ti. Ni mañana ni nunca

-¿Es que quieres ser mi novio, Carlitos?

-¿Novios? A estas alturas nos conocemos mejor que un matrimonio. Ya no tiene mucho sentido el noviazgo

-Por tanto, solo nos queda un problema -me dijo Diana

-¿Cuál?

-¿Dónde vamos a vivir cuando nos casemos?

-En Madrid, claro

-En Barcelona, por supuesto.

Empezamos a reír. Diana, tras una pausa, añadió:

-Sólo por curiosidad. ¿Tendré que chupar de vez en cuando otras pollas para que te calientes?

Sonreí

-Quizás. ¿Te importa?

-Claro que no, cualquier cosa para mi cerdito.

-Gracias, amor

Nos besamos y abrazamos con todas nuestras fuerzas. Habíamos encontrado la felicidad, viviendo una pesadilla en los Andes.

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