Secuestrada y sometida por unos criminales.
Daniela es una niña rica que se ve envuelta en una situación inesperada, secuestrada por dos desconocidos cuando hacia turismo con su marido, es abusada por sus captores en presencia de éste.
Daniela era una muchachita muy linda que vivía en una nube, su madre había fallecido siendo ella muy pequeña y su padre, empresario de éxito en España, la había mimado y consentido hasta el punto que ahora malgastaba el dinero de éste sin control y vivía la noche de fiesta en fiesta, era conocida en el ambiente nocturno madrileño por su forma incontrolada de derrochar y por su afición a los chicos musculados.
Pero antes de seguir haré una breve descripción de ella, de tez blanca, cuerpo espigado, melena larga y rizada de color moreno, sus pechos eran sin duda su señal de identidad, la talla 100, que gustaba mostrar con amplios escotes, eran herencia de su madre. Nunca repetía un vestido y todos ellos tenían que ser de marca y perfectamente ajustados a su figura, disfrutaba al ver como los hombres se giraban para mirar su culo torneado y respingón.
“ Si tengo un cuerpo bonito tendré que mostrarlo ” decía ella habitualmente.
Todo cambió cuando conoció a Samuel, era un hombre alto, moreno, de ojos verdes y cuerpo espectacular.
“ A éste me lo llevo hoy a la cama ”- pensó nada más verle.
Pero no fue así, Samuel no sucumbió a sus encantos y le dio calabazas esa noche y las siguientes. Daniela no podía creerlo, por primera vez en su vida un hombre no babeaba por ella y no le pedía llevarla a la cama. Su enfado era tal, que la última noche fue ella quien le pidió directamente que la follara y él respondió con evasivas dejándola plantada.
No puede ser, pensó Daniela, al principio creyó que era gay, ningún hombre en su sano juicio se hubiese negado a follarse a una mujer de bandera como ella. Pero sabía por sus amigas que no lo era, porque ya se había tirado anteriormente a alguna de ellas. Esta situación la estaba volviendo loca y deseaba por todos los medios conseguir su preciado trofeo, así que cambió de actitud y comenzó a modificar sus hábitos y costumbres, su comportamiento fue más centrado y su comportamiento más propio de una persona sensata y madura.
Al cabo del tiempo Daniela y Samuel comenzaron una relación y el padre de ésta le felicitó por el cambio tan drástico que había tenido su hija desde que estaba con él.
Ahora era una mujer juiciosa que solo hablaba de formar una familia y ayudar a su padre en la empresa familiar, lo único que la inquietaba era la negativa de Samuel a tener relaciones sexuales, lo máximo a lo que habían llegado era a masturbarse mutuamente, pero cuando ella intentaba algo, él siempre respondía que las relaciones sexuales plenas deben tenerse después del matrimonio.
Un año después se casarón, la boda fue espectacular y al evento asistió la flor y nata de Madrid. Para Daniela era sin duda el mejor día de su vida, solo le faltaba la presencia de su madre, cuanto le hubiese gustado tenerla ahora junto a ella.
Acabados todos los actos llegaba el momento que ella tanto esperaba, la noche de bodas. Entraron en la suite nupcial y le pidió a su ya marido que la esperase sentado en la cama, quería sorprenderle. Entró en el baño, se quitó el vestido de novia y sacó la ropa que tenía preparada, con mucho cuidado se puso una braguita de encaje blanca, se miró en el espejo y vio que las transparencias permitían ver su fino y recortado vello púbico, pasó los dedos por su vulva y al instante notó como se humedecía y manchaba ligeramente la braga, una sonrisa iluminó su rostro, por fin iba a hacer el amor con su deseado esposo. Enseguida se puso el liguero y después un sujetador también blancos, se miró de nuevo en el espejo y pudo ver con claridad sus pezones erectos rodeados por unas pequeñas areolas marrones, a simple vista parecían dos pitones que pugnaban por atravesar el encaje.
“¡Joder! Por fin me va a follar ”- pensó Daniela.
Estaba tan excitada que solo podía pensar en salir del baño y tirarse sobre él para que le hiciese el amor de una forma salvaje. Rápidamente se puso un salto de cama a juego con la braguita y el sujetador y abrió la puerta.
Allí estaba Samuel, sentado en la cama desnudo sin apartar la vista de ella. Miró a su esposo, se mordió los labios y avanzó lenta y sensualmente, dejó caer el saltó de cama y se hincó de rodillas frente a él, le separó las piernas y cogió la verga entre sus manos. La había visto y tocado antes, pero ahora iba a poder disfrutarla como deseaba, era enorme y no podía apartar la vista de ella, debía medir más de 23 centímetros.
En su época de vicio y desenfreno se había follado a muchos hombres, pero nunca había tenido una polla tan grande y gorda a su disposición. Levantó la vista y miró a los ojos de su marido, le sonrió de forma libidinosa y metió su miembro en la boca, cerró los labios en torno a ese tronco duro y venoso y comenzó a mamarlo con pasión, sus labios besaban esa enormidad y su lengua recorría cada milímetro chupándolo con lujuria.
Como disfrutaba haciendo esto, siempre le había gustado chupar vergas, de hecho, esta era su especialidad, ningún hombre se había quejado nunca de sus mamadas, pero ésta era diferente, se trataba de la polla de su marido y quería demostrarle lo buena que era haciéndolo, tenía que saber que no se había equivocado al casarse con ella, iba a ser una dama en la calle y una puta en la cama.
Su cabeza subía y bajaba con rapidez engullendo ese delicioso manjar, a pesar de no poder tragársela entera, se esforzaba en abarcar la mayor porción que su boca le permitía, con la mano masajeaba los testículos y notaba como por estos se deslizaban las babas y el líquido pre seminal que irremediablemente se escapaba de sus labios.
“ Ni una gota, no se va a perder ni una gota ”- pensó.
Y deslizó sus labios hasta los huevos de su marido para recoger esa mezcla de fluidos que tanto ansiaba. Notó las manos de Samuel en su pelo y sintió como la apretaba con fuerza contra su pelvis, la polla penetró en su boca hasta rozar la campanilla y a punto estuvo de vomitar, pero se repuso y continuó mamando esa exquisita verga con glotonería, sabía que en cualquier momento soltaría la carga y llenaría su boca con tibio y espeso semen.
No tardó mucho, Samuel la sujetó con fuerza del pelo y folló su boca con ímpetu derramando en su garganta el delicioso y cálido elixir que tanto ansiaba. Daniela sentía como eyaculaba y el glande lanzaba la carga golpeando su garganta, se afanaba en tragar y tragar y relamía sus labios para no desperdiciar ni una gota, esa leche era solo para ella y no iba a desperdiciarla.
A partir de ahí todo fue como un cuento de hadas, él la arrastró hasta la cama, separó sus piernas y metió la cabeza entre ellas para darle la mejor comida de coño que nunca hubiese imaginado, mientras lo hacía, ella no dejaba de sonreír, era una mujer afortunada, tenía por marido a un hombre caballeroso, fuerte, inteligente y que usaba la lengua como nadie.
Después de conseguir que Daniela se corriese, él fue a por dos copas de cava para brindar por su felicidad, eran afortunados, ricos, guapos y con un maravilloso futuro por delante.
A continuación, Samuel la echó sobre la cama, la puso en cuatro y comenzó a pasar la verga por su vulva, ella miraba hacia atrás esperando impaciente que la penetrase pero eso no ocurría, su marido pasaba el glande por sus labios una y otra vez pero sin adentrarse en su sexo. Daniela estaba mojadísima y necesitaba que la follase, quería sentir esa enorme polla clavada en su interior, se lo pedía por favor pero él no escuchaba sus ruegos.
De repente sintió que la partían por la mitad, Samuel la había cogido con fuerza por las caderas y de un golpe había enterrado la polla casi por completo en su vagina. Sin solución de continuidad, su marido comenzó a follarla con vehemencia penetrándola una vez tras otra haciendo que ella pasase del dolor inicial al placer más extremo, notaba como la verga de Samuel se ajustaba a su vagina logrando que sintiese lo que nunca había sentido, en su mente percibía cada vena, cada pliegue, cada forma de esa enorme polla dentro de su útero.
Samuel la estaba follando apasionadamente y ella no paraba de gozar, sus gemidos debían escucharse en todo el hotel pero daba igual, por fin estaba disfrutando de una noche de sexo con su marido y eso era lo que más deseaba.
Pasada la noche de bodas llegó el viaje de novios y después un maravilloso año en el que Daniela fue muy feliz, la relación entre ambos iba viento en popa y ella había puesto todas sus posesiones en manos de su marido, por lo que era éste quien manejaba la herencia de su madre y las cuentas donde se acumulaban lo múltiples dividendos que generaban las acciones que su padre le había regalado a lo largo de los años.
Con el paso del tiempo, Daniela empezó a aburrirse de la vida monótona y hogareña y volvió a ser la niña pija y consentida que quería estar día si y día también de fiesta, por lo que la relación entre ambos se fue deteriorando poco a poco, a pesar de lo cual seguían respetándose y follando como animales, algo que a ella le encantaba.
Samuel era colombiano e hijo de una familia acomodada venida a menos, por lo que el verano siguiente quiso que las vacaciones las pasasen en Colombia, estuvieron en Bogotá con sus padres y después se desplazaron a Cartagena de Indias para disfrutar de unos días de playa.
Pasados cuatro días, y cuando Daniela ya estaba cansada de estar tumbada tomando el sol, vio en la habitación un folleto promocional de la selva colombiana y dijo que quería conocerla. Samuel explicó que en Colombia es peligroso adentrarse en la selva, pero ella siguió en sus trece y se empeñó en hacer alguna excursión aunque solo fuese de un día.
Viendo que era otro de los caprichos de la niña rica, Samuel alquiló un coche, compró comida y bebida y ambos se adentraron en la selva sin guía ni seguridad. Cuando llevaban circulando varios kilómetros por una zona deshabitada, se encontraron un vehículo averiado en la calzada y un par de hombres pidiendo que se detuviesen. Daniela insistió en que parase para ver qué querían, Samuel así lo hizo y cuando uno de los hombres se acercó a la ventanilla, les mostró una pistola y les dijo que bajasen de inmediato.
Daniela pidió a su marido que arrancase y saliese de allí rápidamente, pero ya era tarde, el pistolero había abierto la puerta y encañonado a Samuel y el otro individuo sujetaba la muñeca de ella y tiraba con fuerza para sacarla del vehículo.
En cuestión de minutos les sacaron de la calzada, alejándolos de miradas indiscretas, y a Samuel le ataron por las muñecas colgándole de una rama. Daniela se movía nerviosa y pedía que les dejasen en libertad, les prometía mucho dinero y no poner denuncia alguna, pero ellos reían al oír sus ruegos y prácticamente la desnudaban con la mirada.
El más mayor pidió que se quitase la blusa, ella negó con la cabeza y se dio cuenta que iba muy escotada y mostraba el canalillo de sus tetas y parte del sujetador, instintivamente llevó las manos al pecho intentado taparlas, pero el hombre cogió la pistola y apuntó a Samuel.
- O te quitas la blusa o mato a tu maridito.
Sin poder evitarlo comenzó a llorar, no tenía otra opción, o cedía a la petición de aquellos indeseables o mataban a Samuel, entre sollozos comenzó a desabotonar la blusa, al hacerlo, emergieron sus dos enormes pechos cubiertos por un pequeño y provocativo sujetador de encaje rosa. Sin quererlo miró de reojo a sus captores, vio la cara de asombro de estos y por un momento se sintió satisfecha por tener un cuerpo que dejaba boquiabiertos a los hombres.
La alegría duró poco, porque estos la ordenaron que se quitase el sujetador. Rogó de nuevo y pidió por favor que les dejasen libres, pero apuntaron a Samuel con la pistola y ella soltó de inmediato el cierre dejando caer el sujetador al suelo. Sus tetas quedaron a la vista con las pequeñas areolas marrones resaltando sobre sus grandes pechos blanquecinos. Sus manos intentaban taparlas, pero era imposible abarcar tales senos.
- Aparta las manos, déjanos que las veamos.
El hombre mayor era implacable, su tono autoritario le impedía negarse, además, sabía que si lo hacía podían matar a Samuel. Ahora se acordaba de los consejos de su marido, él no quería venir a la selva y ahora estaba a punto de morir, tenía que hacer todo lo que la pidiesen para evitarlo, si estaban en esa situación era exclusivamente por su culpa. Dejó caer sus brazos a lo largo del cuerpo y sus tetas rebotaron mostrándose insinuantes, ahora aquellos desalmados podían ver en todo su esplendor sus impresionantes tetas y ella no podía hacer nada para impedirlo.
- Tócatelas, queremos que nos pongas calientes. ¡Venga! Tócatelas ya.
Daniela, nerviosa por la situación en que se encontraba, rodeó sus pechos con las manos y comenzó a acariciarlos suavemente, al ver que uno de ellos se impacientaba y miraba a Samuel, comenzó a pellizcarse los pezones, al instante, los dos individuos sonrieron e hicieron un gesto de aprobación. Al verlos, pensó que si solo querían que hiciese esto no había problema. “ Les doy lo que desean y nos dejan libres ”.
Con esta idea se animó a continuar, por lo que ya, más tranquila, apretó las tetas entre sus manos y continuó pellizcando y retorciendo los pezones. No entendía el motivo, pero a pesar de estar ante dos desconocidos, sentía morbo al tocarse frente a ellos, veía como la miraban boquiabiertos y eso le daba sensación de control, se excitaba al saber que aún tenía esa capacidad de jugar con los hombres, sabía que era una mujer muy bella, con un cuerpo espectacular y muchos se volvían para mirarla cuando paseaba por la calle, pero ahora no estaba en la calle, estaba ante dos desgraciados que tenían su vida y la de su esposo en sus manos, pero ya no había peligro, ahora podía controlarles, estaba segura.
Siguió acariciando sus pechos, los rodeó con las manos y los apretó como había hecho en multitud de ocasiones ante sus ligues ocasionales, a pesar de la peligrosa situación en que se encontraba, los recuerdos se agolpaban en su mente y notaba como sus oscuros pezones crecían alcanzando su máximo tamaño, estaban erectos y destacaban sobre sus hermosas tetas blancas, sin pensar lo que hacía, cerró los ojos y los pellizcó con fuerza, al hacerlo, sintió que una oleada de placer invadía su sexo, sin ser consciente de ello, se había excitado y había emitido un leve gemido que no había pasado desapercibido para sus captores.
Estos, miraron sonrientes a su presa y aprovecharon esos instantes en que había cerrado los ojos para aproximarse a ella. Sin poder evitarlo, uno de los hombres la cogió con fuerza de las muñecas y la tiró al suelo, el otro aprovechó para quitarle los pantalones dejando a la vista sus diminutas braguitas rosas, ella intentaba cerrar las piernas pero era imposible, aquel hombre era demasiado fuerte y separaba sus piernas mostrando la manchita de humedad que impregnaba la tela allí donde estaba su vulva.
- ¡Mamita! Semejante hembra se ha calentado solita tocándose las tetas.
Daniela no sabía qué hacer ni dónde mirar, estaba avergonzada por lo que decía aquel individuo, sin quererlo se había excitado y mojado las braguitas y ahora estaba dando muestra de ello a aquellos dos degenerados.
Los dos se miraron con complicidad y tuvieron claro lo que iba a ocurrir a continuación, el más joven la sujetó con fuerza y el mayor dio un tirón arrancando la única prenda que aún vestía la muchacha.
Daniela chilló y rogó que la dejasen, pero sus lamentos provocaron la reacción contraria, verla tan indefensa y vulnerable estimuló los más bajos instintos de aquellos dos hombres y se lanzaron inexorablemente sobre su presa, mientras uno separaba sus piernas y se colocaba entre ellas con la verga dispuesta, el otro castigaba sus pechos mordiéndolos y apretando los pezones sin ningún miramiento.
Lloraba y suplicaba que no lo hiciesen, pero muy a su pesar, notó como su vulva se abrió dando paso al miembro erecto de ese desalmado que ahora tenía encima y estaba follándola sin consideración.
¿Cómo había podido llegar hasta esa situación? Ella, una chica de familia bien que podía tener todo cuanto quisiera, ahora se encontraba en medio de la selva, tirada en el suelo con las piernas abiertas, siendo violada por dos desconocidos. Cerró los ojos y quiso pensar que no era real, que no estaba sucediendo, pero a cada momento notaba como ese energúmeno la sujetaba por las caderas y golpeaba su pelvis clavando la verga en lo más profundo de su sexo, podía sentir perfectamente como ese apéndice rígido y venoso abría su vulva deslizándose en su interior penetrándola de forma salvaje y despiadada.
Abrió los ojos y vio la cara de su violador, lo tenía a escasos centímetros de la suya y podía ver como sonreía y jadeaba por el esfuerzo, prácticamente babeaba y su saliva caía sobre su cara, se movía adelante y atrás tenazmente follando su cálido y húmedo coño, si, húmedo, ella había facilitado la penetración al estar lubricada por su excitación. Quizás eso al final no había sido tan malo – pensó- al menos ese cabrón no le había hecho daño al penetrarla. Notó como retorcían sus pezones y gritó por el dolor, hasta ese instante no se había percatado que el chico joven estaba tocando sus tetas apretándolas y retorciéndolas, pero ahora había superado el límite, sus pezones estaban ya doloridos.
Entonces se dio cuenta que había otro actor en escena, hasta ese momento no se había percatado, pero su marido, colgado de una rama por las muñecas, miraba todo cuanto ocurría. ¿Qué pensará de mí? Ha visto como acariciaba mis tetas frente a nuestros secuestradores. No dejaba de pensar en ello y se culpaba por lo sucedido. ¿Cómo había sido tan imbécil? El pobre estaba allí viéndolo todo y sin poder hacer nada por evitarlo, seguramente estaba sufriendo más que ella al no poder defenderla. Entristecida por su marido y sabiendo que lo que ocurría era ya inevitable, cerró los ojos y se dejó llevar.
Oía a sus violadores hablar pero no les escuchaba, no le importaba lo que pudiesen decir, solo se dejaba hacer esperando que acabasen de una vez. En su mente sonaban frases como “ Mira como disfruta tu mujercita ”, “ Goza perra, tienes el coño bien mojadito ” o “ Mira que tetazas tiene esta puta ”. Ellos no dejaban de hablar pero ella no quería escuchar, solo deseaba que terminasen rápido.
Por fin vio como el hombre que tenía sobre ella se tensaba y se dejaba caer sobre su pecho, en ese momento un líquido caliente inundó el interior de su útero y pensó que aquel castigo había terminado, pero nada más lejos de la realidad, al instante retumbó en sus oídos la voz del hombre más joven.
- ¿Ya te corriste compadre? Hazme hueco que ahora me toca a mí, voy a romper el culo a este pedazo de hembra.
No, eso no. – Pensó-. El castigo se iba a prolongar y ahora iba a ser peor, el hijo de puta que había mordido y martirizado sus pechos de forma cruel, era quien se preparaba para follarla por el culo. Un susurro salió de sus labios pidiendo misericordia.
- ¡Más no por favor!
El joven soltó una carajada al oír su ruego.
- Pídemelo otra vez, o mejor, dime que estarías dispuesta a hacer a cambio.
Daniela creyó ver un gesto de compasión en sus palabras y se aferró a él con desesperación.
- Lo que tú quieras, te la chuparé si lo deseas, ya verás que bien lo hago, pero por el culo no por favor.
No había terminado su frase cuando el hombre mayor la volteó poniéndola boca abajo, al instante, los dos cambiaron sus posiciones y el joven tiró fuerte de sus caderas obligándola a levantar el culo.
Daniela, con su cara y pecho pegados al suelo y su trasero levantado, sabía que ya no había vuelta atrás.
El hombre joven la miraba y se felicitaba por su buena suerte, sin duda ese día le había tocado la lotería, tenía ante sí la hembra con el culo más hermoso que había visto en su vida. Posó sus manos sobre los suaves cachetes de la chica y los separó con los pulgares hasta descubrir el estrecho círculo marrón que resaltaba en la blancura de su piel. Una sola idea ocupaba su mente, iba a follar ese culo de inmediato.
Daniela sentía miedo y asco, en la postura en que se encontraba estaba ofreciendo su culo para que ese hombre lo tocara a placer, notaba como las manos de ese desgraciado se deslizaban por sus nalgas separándolas y mostrando su orifico anal. ¿Qué haría ahora ese animal? Se trataba del hombre que minutos antes había maltratado sus pechos sin contemplaciones, así que un escalofrío recorrió su cuerpo cuando notó como apretaba la verga contra su culo.
De improviso, una mano se metió entre sus piernas y se hundió en su sexo, recogió fluidos de su vulva y los llevó a su ano, los dedos presionaron su esfínter y penetraron con mayor facilidad de la que hubiese cabido esperar. Aún no entendía como podía estar tan mojada en una situación tan peligrosa y denigrante como la que estaba viviendo.
Sin ningún tipo de miramiento, el joven apretó el glande contra el ano de la chica y presionó hasta enterrar más de la mitad del miembro en su interior. Notó como ella se encogía y chillaba por el dolor, pero eso no le importó, al contrario, disfrutaba viendo como se retorcía mientras él la sujetaba por las caderas y rebotaba una y otra vez contra su trasero, con cada empujón podía ver como su verga ganaba terreno y se hundía más profundamente en ese estrecho culo.
Para él, ésta era una oportunidad única, posiblemente nunca volvería a disfrutar de una hembra como ésta, guapa, rica y con unas tetas y un culazo dignos de la mejor modelo del mundo. La sujetaba con fuerza tirando de ella hacia tras y la empotraba una y otra vez, desde su posición se deleitaba viendo como el esfínter se abría y cerraba ajustándose a su polla en cada embestida. Verla encogerse por el dolor y oírla suplicar era un aliciente más para él, le incitaba a castigar su culo con mayor dureza.
- ¿Te gusta como te follo el culo niña rica?
Ella le oía pero ni podía ni quería responder, solo deseaba que el castigo al que la estaba sometiendo terminase cuanto antes, sufría cada acometida con autentico dolor, en otros tiempos disfrutaba enormemente del sexo anal, la encantaba que la cogiesen por el culo y muchos hombres lo habían hecho, pero ahora notaba como la verga penetraba violentamente en su recto y no encontraba ningún placer en ello, solo dolor y rabia.
Finalmente vio como su captor la tiraba fuertemente del pelo hasta hacerla doblar el cuello, golpeaba su trasero con la pelvis y empujaba con ímpetu enterrando por completo la verga en su ano, el calor que sintió a continuación era signo evidente de que acababa de correrse en su recto.
Para su sorpresa, los dos hombres se alejaron unos metros para fumar un cigarrillo, ella aprovechó para acercarse a Samuel y preguntarle qué tal se encontraba. Pobre –pensó- colgado de las muñecas y soportando ver como me violan sin poder hacer nada. Su marido señaló en dirección a una vaguada y la dijo que corriese sin mirar atrás, tenía que huir de allí o aquellos hombres la vejarían hasta matarla, ella respondió que no, pero su marido fue implacable, la ordeno que corriese sin mirar atrás a pesar de lo que oyese.
Sabía que Samuel tenía razón, si se quedaba su futuro pasaba por una violación tras otra, aquellos desalmados no iban a dejarla en paz hasta reventarla, dudo un instante, pero Samuel le hizo una señal imperativa con la cabeza, rápidamente se puso las zapatillas, recogió el pantalón y la blusa y empezó a correr, poco después oyó como aquellos hombres la llamaban con voces amenazantes.
- Vuelve, si no regresas mataremos a tu marido.
- Vuelve ya, maldita puta, cuando te pillemos te vamos a matar.
Siguió corriendo como le había dicho su marido, corría y corría y las voces cada vez eran más lejanas. Ya está –pensó- ya estoy lejos de ellos. De repente oyó un sonido seco y después el silencio absoluto. Inmediatamente las lagrimas inundaron sus ojos, había sido un disparo, conocía perfectamente el sonido de un disparo porque había participado en cacerías con su padre. Sintió un gran dolor en su pecho y apenas podía respirar, se ahogaba y no sabía cómo evitarlo, acababan de matar a su marido, estaba segura, por su culpa habían ido a la selva y por su culpa había muerto su esposo, la culpa le impedía respirar y esa misma culpa le acompañaría toda la vida. Asustada y dolorida se escondió entre unos matorrales por si venían a buscarla.
Transcurrido un rato, el frio y la humedad se estaban apoderando de ella, entonces se dio cuenta que aún estaba desnuda, se puso el pantalón y la blusa y se acurrucó como pudo tapándose con algunas ramas. Pasadas unas horas, que se le hicieron eternas, decidió salir de su escondrijo para buscar ayuda, quería contar a las autoridades lo que había sucedido y volver en busca del cuerpo de su marido.