Secuestrada para jugar.

Una mujer es secuestrada para pasar un buen rato.

-¿Quién te has creído que eres? No vuelvas a llamarme.

-¡Espera, no te vayas!

Salgo rápidamente de la cafetería. Ni siquiera me ha dado tiempo a sentarme para que tomemos un café. Le pillo hablando por teléfono con otra mujer sobre sexo y pretende que no me vaya. Supongo que no será la primera vez que lo hace, ya que lo poco que he escuchado antes de que se diera la vuelta y me viera tras él, era algo sobre “volver a esposarte a la cama, zorrita”.

Hemos tenido varias citas pero aún no estamos saliendo. Entiendo que vea a otras mujeres, pero no quiero estar con un hombre que hace ese tipo de guarradas como atarte a la cama. Ni mucho menos, que me llame zorra.

Ahora camino por la calle, enfadada. No entiendo nada. Las dos veces que nos hemos acostado hemos hecho el amor dulcemente. A la tal “zorrita” del teléfono le hablaba sobre azotes en el culo mientras tenían sexo. Los pervertidos como él me dan mucho asco. Si llego a saber que querría hacerme esas cosas en un futuro, nunca nos habríamos acostado.

El anochecer acompaña a mi estado de ánimo. El cielo está lleno de nubes negras y comienza a gotear. Ya había poca gente con este frío, pero con la amenaza de lluvia, las calles han quedado vacías. Quedan unos diez minutos hasta que llegue a casa, si camino rápido llegaré antes de que comience la tormenta.

Escucho el frenazo de un coche grande a mi lado. Miro, asustada, por si han atropellado a alguien y lo que veo es un hombre enorme que se abalanza sobre mí. Intento dar un paso atrás pero me sujeta firmemente contra su cuerpo. Debe pesar unos 100 Kg más que yo, no puedo hacer nada contra él. Con un rápido movimiento se pone a mi espalda, agarra con una mano mis muñecas y me empuja hacia la puerta abierta del coche. Intento gritar, pero me tapa la boca con su otra mano. Además, con la tormenta, nadie podría socorrerme. Con un par de empujones más llegamos a la puerta del coche.

Aterrada, veo que en el asiento trasero hay otro hombre, con un pañuelo en la mano. El hombre grande me tira en los asientos del coche, boca abajo, sin soltar mis muñecas y apretándome. Con la otra mano me levanta la cabeza tirándome del pelo, y el hombre del trapo aprovecha para ponerlo en mi cara. Intento no respirar pero es inevitable, y caigo aturdida presa del cloroformo.

Me despierto. Me duele el cuerpo porque estoy tumbada sobre el suelo. Me han quitado la ropa, dejándome únicamente con las braguitas… y un collar de hierro, del que sale una cadena corta hasta el suelo. No puedo ponerme de pie, la cadena solo me permite estar arrodillada o tumbada. Me toco el cuerpo, no parece que me hayan hecho daño mientras estaba inconsciente. ¿Quién será esta gente? ¿Qué pretenden hacer? Me echo a llorar.

-No llores, cariño. No tengas miedo, no va a pasarte nada malo. Solo estamos jugando.

Esa voz, Esa voz la conozco. Es la del cabrón de Nico. La última vez que la escuché, le estaba diciendo cosas por teléfono a una zorra. No entiendo nada. ¿Me ha secuestrado por nuestra pelea? Eso no tiene sentido.

-¡Nico! ¿Qué haces? ¡Suéltame!

Con mis manos agarro la cadenaque me une al suelo. Le miro, suplicante y de rodillas por culpa de la cadena.

-Estás preciosa, cariño, con tu correa y arrodillada. Así deberías estar siempre.

Se agacha y me mira directamente a los ojos.

-Lamento que me escucharas hablar por teléfono en la cafetería. Sí, me veo con otra mujer. Y le hago todas esas cosas horribles que escuchaste, pero a ella le encantan. Y estoy seguro de que a ti también te gustarían, cariño. ¿Recuerdas cuando follamos en tu casa y te agarré suavemente del cuello? Te corriste como nunca. Bien, esto es lo mismo, solo que con otro escenario y conmigo siendo un poco más duro contigo, para mayor diversión.

No puedo creer que haya montado todo esto por pura diversión. No tiene nada de divertido. Además, ha dicho que quería hacerme todas esas cosas que le hace a la otra mujer. Le pego una bofetada con rabia.

Se ríe y abalanza sobre mí. No puedo ir lejos por la cadena en mi cuello. Tumbada boca arriba en el suelo, me sujeta las manos por encima de la cabeza. Mantiene mis piernas abiertas con sus rodillas y mete su mano libre en mis bragas.

-Vaya, cariño. Parece que no lo estás pasando del todo mal. ¿Qué es esto? Resulta que la muy zorrita está mojada. ¿Es que te gusta la cadena de perra?

Antes de que pueda contestar, me da un beso largo y profundo mientras roza con un par de dedos mi coñito que, efectivamente, está mojado y no entiendo por qué. No debería gustarme esta situación. ¿Me follará con fuerza como lo hace con la otra mujer? Estoy deseando comprobarlo, e inconscientemente levanto mis caderas para juntarlas con su polla, que ya se le nota a través del pantalón. Me quita las bragas de un tirón, hace una bola con ellas y me las mete en la boca.

-Calladita mientras te follo, zorrita mía.

De un golpe me la clava. Me hace daño porque la mete hasta el fondo, pero el dolor dura un segundo y da paso al placer que me provocan sus embestidas. Se agarra a la cadena de mi collar mientras me penetra con fuerza, una y otra vez. No aguanto más y me corro mientras saca las bragas de mi boca porque quiere escucharme gritar.

Se levanta y tirando de la cadena, me pone de rodillas. Se acerca a mi boca y me la mete hasta la garganta. Una y otra vez, intento respirar mientras aguanto las penetraciones hasta el fondo. Cuando está a punto de correrse, la saca y se corre por toda mi cara. Sabe que lo odio, me lo pidió cuando nos acostamos y no se lo permití, y ahora lo estoy disfrutando. Incluso me relamo los labios para poder saborearlo.

-Vaya, mi zorrita no es tan remilgada como parecía. Te mereces un premio por haberte portado así de bien.

Agarra de nuevo la cadena y me tumba en el suelo, boca arriba. Abre mis piernas y comienza a lamer mientras mete los dedos. Su lengua hace magia dentro de mi coño. No tardo en volver a correrme mientras acaricia mi clítoris con fuerza.

Estoy agotada y me quedo dormida en el suelo. Cuando despierto no llevo puesto el collar ni estoy en el suelo. Estoy atada a una cama. Abierta de brazos y piernas y sujeta por una cuerda desde mi cuello hasta el cabecero de la cama. Nico se acerca a mí.

-Has dormido un par de horas. Hemos esperado a que te despiertes por ti sola. Vamos a jugar un poco más, cariño, verás como vuelve a gustarte.

Mientras me pone un antifaz, me doy cuenta de lo que acaba de decir. ¿Ha dicho hemos? ¿Quién? ¿No pretenderá que me acueste con el hombre que me secuestró? Me echo a temblar.

-No tiembles, zorrita. Te prometo que te vamos a tratar muy bien. Adelante, puedes pasar.

Con los ojos cerrados, mi oído se ha agudizado. Escucho unos pasos débiles pero firmes. Esos pasos no corresponden al enorme hombre que me secuestró. Parecen más bien los de una mujer. Ahora lo entiendo. Debe ser la mujer con la que hablaba por teléfono.

-Ya sabes lo que tienes que hacer, Andrea. Pórtate bien con la zorrita atada a la cama.

Nunca me ha tocado una mujer, ni siquiera me he besado con una amiga. No quiero que me toque e intento revolverme, pero mis ataduras me lo impiden. Se sienta en la cama y comienza a acariciar mis pechos. Con una mano, aprieta mis tetas mientras con la otra estira mis pezones. Lo hace suavemente, de modo que no duele. Además, Nico ha comenzado a jugar con un vibrador en la entrada de mi coño, sin meterlo, y me está poniendo a mil. Comienzo a gemir y la mujer desconocida me besa en la boca para hacerme callar. Tiene los labios suaves y su lengua es muy juguetona. Pienso lo bien que se le daría comerme el coño, o las mamadas de infarto que debe hacerle a Nico.

Como si me hubieran leído el pensamiento, se intercambian los papeles. La mujer deja de jugar con mis tetas y se pone entre mis piernas, para meterme el vibrador despacio mientras da lametones en mis labios. Por su parte, Nico me la mete en la boca pero se queda quieto, haciendo que crezca poco a poco su erección en mi boca. Debe gustarle lo que ve, porque se pone duro en pocos segundos y comienza a follarme de nuevo hasta la garganta. La mujer, entre mis piernas, me ha metido el vibrador hasta el fondo y se dedica a jugar con mi clítoris y su lengua. No aguanto más y me corro de nuevo.

Ahora, cuando un coche para a mi lado, no puedo evitar recordar ese día y me pregunto si será Nico queriendo que juguemos de nuevo.