Secuestrada en la mazmorra IV

Aun en cautiverio, esta chica es convertida en total esclava.

Han pasado varios días y aun estaba encerrada en aquella jaula para animales, aliment

á

ndome

con comida para perros y agua. Notaba mucha debilidad, hambre y suciedad, pues mi periodo mensual hab

í

a

llegado, pasé esos d

í

as

allí abandonada, no importa cuanto gritaba y ped

í

a

ayuda, incluso no importaba si lloraba, nadie venia a mi socorro. Dormitaba por algunos minutos u horas; solo sé que al despertar, ve

í

a

los envases de comida y agua recargados.

Cuando mis días rojos pasaron, estaba completamente sucia y mal oliente. Estaba llorando cuando patearon la jaula, asustada me acurruque en un rinc

ó

n

, in

ú

tilmente

pues siendo esta tan pequeña, f

á

cilmente

me tomar

o

n

por los cabellos y me sacaron a rastras por la pequeña puerta;

Intentaba levantarme y caminar pero me llevaban muy r

á

pido

y yo estaba muy d

é

bil

para andar.

Me llevaron a otro cuarto, era más pequeño como de 2X2 metros, sin ventanillas y la luz venia de una pequeña bombilla que apenas iluminaba. Con un puntapi

é

me arrojaron dentro del cuarto y antes de que pudiera levantarme accionaron como tres chorros de agua fuertes y amplias como las regaderas para jard

í

n

. Me mojaban completa, me daban instrucciones para girarme, apagaron los chorros de agua y me aventaron desde cubos agua con jab

ó

n

me ordenaron que me fregara el cuerpo en especial mis partes intimas; por primera vez toque mi vagina desvirgada y comenc

é

a llorar recordando como ocurri

ó

todo eso.

-¡Ya deja de llorar!-Ordenó uno de los captores, esta voz era nueva y se acercó a mi, Me tomó por la barbilla y me obligó a abrir la boca y me meti

ó

una mang

u

era

pequeña llenando mi boca con agua hasta casi hacerme ahogar. Cuando sacó la manguera escup

í

toda el agua y con su rodilla me dio un golpe en el estomago que me saco el aire y me hizo arrodillarme; Me tomó del cuello y de una argolla que estaba

en el

collar que llevaba puesto

enganchó una cadena que se so

s

ten

í

a

de alguna parte del cuartucho. Tomó mis manos y ató mis muñecas y las enganchó a la cadena que unió a mi cuello. Siendo mi captor muy alto y fuerte y aprovech

á

ndose

de mi debi

lidad me tomó de la cintura y me cruzó una cuerda

y dejando mi culo hacia la puerta del cu

a

rtucho

y mi cara hacia la pared del fondo, entonces,

conectó la cuerda que rodeaba mi cintura a la c

adena de mi cuello, dejando apen

as

la punta de mis dedos de l

os pies rozando el suelo.

Al o

í

r

mi llanto, mi captor me nalgueo muy fuerte y me ordenó que callara. Tomó uno de mis tobillos y lo ató otro, alguno de sus compañero

tomo al mismo tiempo el otro tobillo he

hizo lo propio y doblaron mis piernas hasta que cada tal

ó

n

tocara uno de mis

glú

teos

y ataron el tobillo a mi muslo; así con cada pierna. D

á

ndome

una nueva nalgada, uno de los captores deslizó su mano hasta llevarla a mi sexo y comenzó a meter su dedo dentro de mi. Tenía los dedos cortos y gruesos.

-

mmmm

... Sigue estrecha. - Dijo con morbo, disfrutando la sensaci

ó

n

de sentir su dedo dent

ó

mío. Yo estaba tensa y mordía mis labios para no dejar escapar mi llanto. El raptor sacó lentamente su dedo e introdujo de reempla

z

o

lo que parec

í

a

la boquilla de una manguera, ensegui

d

a

sentí que me llenaban de agua fr

í

a

, el chorro golpeaba mi coño y el frio invad

í

a

toda mi vagina,

ú

tero

y trompas estaba tan llena de agua que esta salía a brotes de mi cayendo al suelo. Lo propio hicieron con mi ano, llenaron mis intestinos

, sentía que mi estomago se revolvía y

sent

í

a

ganas de vomitar.

Un momento después me acomodaron para que saliera el agua dentro de mi. Una vez vacía, me soltaron las piernas para luego estirarlas y atar los tobillos. Yo, sintiéndome exhausta, no hago ningún forcejeo; llevaron la cuerda a una polea y comenzaron a subir mis piernas hasta llevarlas a una altura considerable y con una daga, el más alto de los captores, cortó la soga que sostenía mi cuello y brazos a la segunda polea y mi cuerpo cayó veloz mente, grité y luego quede tambaleándome colgada de los tobillos cabeza abajo. Mis brazos, atados a mi espalda, le pasaron una nueva soga y la llevaron a la de los tobillos asegurando mis brazos contra mi espalda. U

na vez que estuve "lista" mi captor comenzó a deslizar sus manos desde mis rodillas, una mano de mi lado frontal y la otra por mi parte posterior;

bajándolas por mis rodillas, bajando tocando mi pubis y mi trasero al mismo tiempo, bordeando mi espalda y brazos atados y paseando por mi vientre y abdomen, sentía mi respiración rápida; llegó finalmente a mis pechos y lu

ego a mi cuello.

R

ecogieron más la cuerda, de modo que pendía a un nivel más alto. El segundo de los hombres tomó mi cabello y con la misma daga que cortó las sogas en un solo movimientos costo mi cabello. Su compañero regreso y encendí una maquina para afeitar, y comenzó a rapar mi cabeza; cuando terminó, dejándome sin cabello,

se alejo nuevamente y el segundo, quien había hecho el primer corte, vino con cera caliente y la aplicó a mis cejas, y acto seguido las arrancó. Aunque no podrí

a verme pude imaginarme como esos maniquíes blancos que se exhiben en vidrieras.

El que se había alejado con la máquina de afeitar, regresó con una capucha negra, la  cual abrió, su compañero me tomó por el cuello y me dobló un poco hacia arriba y como si colocara una media, enfundó la marcara de látex en mi cabeza, era muy apretada, me aplastaba la nariz y no podía abrir mis ojos;

mi cara estaba como

plastificada, excepto mi boca que quedó libre a pes

ar que la mascara me cubría incluso mi cuello. Los pliegues de la mascara los acomodaron toscamente bajo el collar de cuero. Ahora, deje de percibir la tenue luz que había en el lugar y estaba completamente ciega

y respiraba a través de

la boca

.

Ahora completamente ciega, fue bajada bruscamente de

las poleas y trasladada a tirones y patadas a un lugar distinto. Aquí sentía calor, el suelo era caliente y rustico

. Era como estar en una terraza en pleno verano. Sin dar rodeos, me tomaron de los brazos y me posicionaron en lo que parecía un cepo, hecho de metal, el cual estaba caliente,  como si lo hubieran dejado mucho tiempo a la intemperie bajo el sol.

Mi cuello y muñecas quedaron aprisionados a una altura tal que no podía estar arrodillada, ni tampoco podía estar parada erguida, así que debía estar inclinada levantando el culo, por el poco movimiento que me facilitaba hacer el cepo, confirmé que estaba fijo al piso; también

confirmé

que estaba en una terraza bajo el sol

, pues comencé a sentir como este calentaba mi espalda y mis glúteos.

Amortiguados por la capucha, escuchaba las olas del mar y las voces de mis captores.

-La zorra está lista. ¡traigan a los demás para iniciar la fiesta! -Dijo uno.

A

nte esto, el miedo se apoderó ante mí.