Secuencias de un matrimonio (3)

Psra los que me habeis animado a seguir con esta serie. Decidme si os gusta y seguiremos con nuevos capítulos de estos personajes. Recomendable leer las dos partes anteriores si no no sabreis de que va.

Me llamó Rebe para decirme que el día anterior la comida que había reservado Laura en ca Rosa, al final no la había cancelado y fueron ella y Pedro a comerse ese arroz. Le dije que no me importaba, que el día que habíamos pasado los dos había estado mejor.

Los días fueron pasando, yo ascendí a supervisor de ventas. Ya no tenía que entrar a las 8 de la mañana sino a las 10, con un horario flexible. Tenía mi propio despacho  y un sueldo bastante mayor. Laura algunas noches no venía  a casa, me avisaba con antelación o me llamaba. Yo seguía viendo a Rebe normalmente por la mañana de 9 a 11 am cuando su marido y su hijo se iban de casa. Así llegó la fiesta de navidad de la empresa. La habíamos celebrado el año anterior y fue un éxito y por eso repetíamos. Nos vestimos para la ocasión y allí nos fuimos Laura y yo. La fiesta se celebraba en un local no muy grande que estaba dispuesto con unas mesas redondas y un espacio para pista de baile con disco móvil.

En nuestra mesa estaban los vendedores, que eran mis subordinados y el jefe de taller, Ricardo. Su mujer, Ana, era muy atractiva, yo diría que más que Laura. A mí me tocó a su lado, y la cena estuvo muy agradable. Me contó que tenían dos hijos y los problemas que tenían con ellos. Yo le dije que para haber tenido dos hijos tenía una figura envidiable. Me lo agradeció sonrojándose un poco. Llevaba un vestido negro con medias negras y zapatos de tacón de aguja. Pero mi sorpresa fue que mi jefe, Pedro, se levantó varias veces entre las mesas, pero en la que más estuvo no fue en la nuestra, no fue con Laura. Se quedó más tiempo en una de las mesas de los mecánicos donde había una chica de rasgos orientales, aunque era española, y que llevaba un vestido largo con un corte en la pierna izquierda que le llegaba casi hasta la cintura. Mi jefe se había encaprichado de ella. Cuando llegó la hora del baile, la pista poco a poco se fue llenando.

  • A Ricardo no le gusta nada bailar, - me dijo Ana-  él es más de aguantar la barra para que no caiga. –Reímos los dos.

  • Ricardo, me permites que baile con tu mujer? – Y él con la mano me decía que adelante. A nuestro lado mi jefe bailaba con la japonesita, se había encaprichado de ella. Todos íbamos ya un poco tomados. Aun así mi jefe me dijo que fuera a por unos cubatas, pregunté a las damas y ellas también querían, así que traje las bebidas y seguimos bailando. En eso el chico comenzó a poner música lenta. Yo al tener cerca a Ana no pude evitar una erección que ella notó pero no se separó, al contrario, me buscaba. En eso que Pedro se me acerca y me dice:

  • Paco, seguidnos, venid – Ana y yo nos miramos, divertidos, ella me hizo una mueca y me dió su aprobación. Atravesamos lo que quedaba de pista y, en la parte de atrás, había una puerta. –Yo tengo la llave – la japonesa parecía dudar. Él le dijo - dale otro trago a tu whisky – y ella le obedeció. Subimos por una escalera estrecha y llegamos a una pequeña sala que tenía una mesa y un sofá y un sillón. Pedro siguió – Vamos a acabar nuestras bebidas, de un trago. Eso essssss, feliz navidad!! Entonces cogió a la japonesa y empezaron a besarse con pasión con fuerza. La llevó al sofá y allí empezó la batalla.

Yo me giré hacia Ana y fue ella la que se lanzó a besarme la llevé al sillón, me senté y ella lo hizo encima de mí. Le levanté el vestido hasta la cintura, llevaba un tanga también negro. Sus labios eran espectaculares, besaba de vicio. Me sacó la polla y se bajó el tanga y se clavó ella misma. La japonesa empezaba a gemir, nos miraba, y se excitaba más. Ana había dejado de ser la resignada ama de casa y madre. Ahora era una hembra desatada que daba rienda suelta a todo lo que le faltaba. Según me comentó después Ricardo ya no le daba todo lo que ella necesitaba. Y se notaba porque tenía un coñito apretado que yo le estaba abriendo con mi verga.

  • No te corras Paco –ordenó mi jefe – Y eso? –le pregunté. -Ven aquí, vamos a hacer un cambio. – Un intercambio? – le dije con sorna. Le di un beso a Ana Y me fui a por la japonesita que estaba tumbada en el sofá con su coñito rezumando vapores. Me corrí dentro de la japonesa, le llené su coñito y poco después Pedro hacía lo mismo con Ana. – Las dos mujeres más bellas de la fiesta. – decía Pedro mientras nos arreglábamos. No tardamos mucho en bajar. Todo parecía ir bien. Ana y Sandra, que así se llamaba la japonesa me habían dado sus teléfonos. Y había visto que tenía dos mensajes y una llamada perdida de Laura. Ana y yo nos quedamos bailando un ratito, pedí dos bebidas más, y, con movimientos pausados, seguimos el ritmo de la música mirándonos y sin decirnos nada.                                Pero los dos sabíamos que algo nuevo había comenzado. También para Laura algo había cambiado esa noche. Estaba sentada en la mesa hablando con Ricardo, que se había sentado a su lado, en mi sitio. Pedro fue a hablar con ella tras dejar a Sandra con su marido. Sólo le dijo un par de frases y se marchó. En eso que volvíamos Ana y yo a la mesa, la cara de Laura era un poema. Quizás había imaginado una fiesta diferente. Con algo más de protagonismo por su parte. A mí casi no me habló en el trayecto a casa.

Al día siguiente, sábado, de resaca, nos levantamos tarde, casi a medio día. Lucía un sol estupendo, aunque seguía haciendo frio. Laura cogió el móvil y yo hice lo mismo para enviarle un whatsapp a Rebe: “Ya sé que el finde es para la familia, pero me gustaría tanto verte.”  Al cabo de unos instantes me llegó la respuesta, “Mañana a las 10 se va a llevar al niño al futbol, se quedan luego viendo algún partido más y tardará de 3 a 4 horas. Que te parece?” “Estate  preparada a las 10 y ya te llamaré.” “Como ud mande jefe.”

  • Que hiciste anoche? Donde fuiste? – Me espetó Laura.

  • Laura cariño, tú me cuentas donde vas cuando sales de casa sin mí? No me dices nada, bueno sí que te vas y si no vas a volver por la noche. Acaso cuando yo estoy currando no viene Pedro a verte? Y tú no me cuentas nada cielo.

  • Te vale si te digo que a partir de ahora te contare todo?  No habrá lagunas entre nosotros. Quieres?

  • A ver, recuerdas el finde que hicimos el intercambio con Pedro y Luisa? Que hiciste el domingo cuando te marchaste a llevarlos y no volviste hasta las 22 pm?

-Es justo que lo sepas. Dejamos a Luisa en su casa y nos fuimos a un picadero que tiene él en la parte alta, es el piso que me dijo q seria mío si tú y yo nos separábamos.

-Y ya está? – Indagué yo.

  • A media tarde llamó a un par de amigos suyos…

  • Te hicieron doble penetración?

  • Ay hijo como eres… Si me lo hicieron sus dos amigos.

-Hay hijo no, no habíamos quedado tú y yo que buscaríamos a alguien y lo harías conmigo… Ayer no pasó nada cielo si me enviaste mensajes y me llamaste, por el ruido de la gente y la música no te oí, perdona.- ella se me acercó y me besó. –pedimos pizzas? –le dije y se rio porque sabía que aquello significaba tarde de sexo. Llamó ella a la pizzería, mientras yo comprobé los mensajes que me habían entrado: “Cómo estas Paco yo he dormido genial” Era Ana. “Esperando repetir.” Le conteste. “El lunes Ricardo entra a las 8 am ya lo sabes… y los niños se vas a las 8:30 si tu entras a las 10…? Mmmm”   “Incluso puedo estar hasta las 11, pásame tu dirección” Repliqué. Entonces pensé enviarle a Sandra un qué tal estas?  Tardó en contestar, me dijo que estaba con Pedro y Luisa que les había invitado para agradecerles a los dos la buena noche que habían pasado? Le pregunté si ya le había metido mano. “Jajajajaja aún no pero miedo me da.” Le dije que ya hablaríamos y ella quería que le escribiese o le llamara pronto.

Pasamos la tarde follando, pero yo solo me corrí una vez. Había que guardar munición que la guerra era larga. En una pausa Laura sacó un cigarrillo de su cajetilla de marlboro. Le pregunté si se había vuelto a enganchar y me ofreció uno pero me negué. Me dijo que solo fumaba dos o tres al día, que aquello no era fumar.

Llegamos al domingo, a ella le llamó Pedro, lo sabía por la sintonía que le había puesto. Eran las 9 am. Ella hablaba desde la cama, no fue a esconderse. Yo oía hasta la voz de él cuando se apartaba un poco el aparato de la oreja. Cuando acabó de hablar me dijo lo que yo ya sabía. Que se iba a comer con Pedro.  Pero antes quería llevarla al cine, sesión matinal. –Para meterte mano en las últimas filas -me pareció –No sé pero me ha pedido que me ponga falda.  Jajajjajja reímos los dos. Joder. Ya hacía tiempo que no me reía con ella. – A qué hora te vas? – Ahora a las 10. –Yo le escribí a Rebe: “Vente a mi casa a las 10:15, que siempre estamos en la tuya” “ahí estaré”

Laura se fue a las 9:45 am y  Rebe  llegó puntual. Venía con unos vaqueros azul claro, una blusa azul marino, una cazadora verde botella muy moderna y unos zapatos de plataforma.

  • Hola gran jefe. – Hola mi jefa. La que me ha hecho salir del pozo. Que quieres de beber…? –Si tienes un vinito blanco fresco... es coña. – Que no mujer, precisamente tengo una botellita de moët chandon y vamos a por las dos copas. Dejamos las dos copas sobre la mesa del salón. Y empezamos a besarnos, con ganas, con ansia, le toque los pechos por encima de la tela le baje los pantalones y el tanga que lucía la recosté sobe la mesa, dándome su culo pero yo quería su coñito.

  • Te la voy a meter por tu coñito putita.   –Tú eres el jefe. – El jefe siux  -Los apache… ougghhhh Sigue sigue que yo te aguanto dentro. Comencé a bombearle su conchita, a darle duro y ella gemía alto. – Ahhhhhh dios Paco cómo me llenas cabrón. Estábamos en esas y no oímos que alguien entraba al piso.

-Rebeeeeee? – Era la voz de Laura. –Dios mío Rebe tú noooo!! -Le acerque mi copa de champagne y bebió un gran sorbo, - Bueno os dejo, me voy, me había dejado el móvil. Pasadlo bien. –Se marchó con lágrimas en los ojos.

  • Pobre, me da cosa – decía Rebe. – Pues a mí no me da nada. – Ha sido una sorpresa para ella, pero lo ha encajado bien, aunque estaba a punto de llorar. –Pues que llore mientras Pedro se la está metiendo. – Venga Paco que es tu mujer… -Era, Rebe, era. Mi mujer no se va un domingo al cine matinal con otro tío, y luego a comer y al picadero de piso ese que tiene…  Rebeca, reconoce que para ti después de lo que ha pasado tu amistad con ella había cambiado… y sobre todo déjame disfrutar de esta venganza.

  • Es cierto que no la apreciaba como antes después del cambio que ha pegado. Pero no se merecía esto. Me voy a casa Paco.

  • No te vayas… si quieres no hacemos nada, pero quedaté.

La cogí en brazos y la llevé al dormitorio. La posé sobre la cama, me tumbé a su lado y la besé con ternura, mientras desabotonaba su blusa. Ella rodeó mi cuello con sus brazos de repente se levantó, pensaba que se iba, pero no. Se desnudó completamente y yo hice lo mismo. Nos tumbamos y me puse encima de ella separándole las piernas y metiéndosela toda de una, hasta el fondo. En cierta manera se notaba que estaba rabiosa, me golpeaba con su pelvis para que le la metiera más adentro. Yo le comía la boca con avidez, y ella levantando un poco su cabeza me mordió la oreja. Me dolió bastante y yo bajé a uno de sus pezones y lo mordí con ganas, entonces se corrió como una perra.