Secuelas (02)

Sorpresas y Cosas Inesperadas suceden en esta segunda historia.

Secuelas 02: Una Sorpresa Para Alejandro

Aún no entendía como ni por qué, esa fría noche se dirigía hacia la casa de un policía llamado Steban. Tenía buena memoria, eso era cierto y gracias a eso fue como recordó el lugar en el que se encontraba el departamento, lo cuál sólo era una parte del comienzo de la venganza. Aunque tuviese que arriesgarse para lograrlo.

Lucas Fox iba con un poco de furia y bronca, a la vez. Antes de partir a dar "una vuelta" como le había dicho a sus padres, se enteró de que su hermanito se encontraba en la casa del desdichado Emanuel. ¿Era totalmente necesario comunicárselo a Alejandro lo que pasó hace dos años? ¿Y si ellos ahora andaban en algo raro? Posiblemente, a estas altura, lo que pasa entre ellos ya había superado los límites de una amistad común y corriente y, quizás, ese era en estos momentos su mayor miedo.

El departamento se encontraba en un edificio muy lujoso, muy diseñado y, por la apariencia, no daba ni la mínima sensación de que era algo antiguo. Entró al lugar, sin llamar demasiado la atención, más que del guardia de seguridad que lo miró de arriba abajo, pensando, a lo mejor, que se trataba de un inquilino nuevo. Un escalofrío le recorría la espalda al tomar el ascensor y dirigirse hacia la habitación que le habían dicho. No tenía dudas. Sabía muy bien cual era. En el momento de golpear la puerta, dudó mucho. ¿Era correcto lo que estaba haciendo? ¿Valía la pena arriesgarse por eso? ¿Por tan poca cosa como lo es Emanuel? Sin embargo, al pensaren ese chico el odio se intensificó y eso lo llevó a golpear la puerta escandalosamente.

  • Hola. - dijo Steban, del otro lado de la puerta, cuando la abrió. - Pasa. - agregó.

Miró al hombre que estaba frente a sí. No era nada parecido a lo que vio esa noche. Quizás por un desperfecto de iluminación y, porque ahora no tenía el uniforme, vio a un tipo musculoso y bien parecido.

Lucas ingresó al lugar. Era un departamento de tres habientes, que contenía un baño, la cocina con el comedor y una cama de dos plazas, decorados en las paredes blancas con cuadros de paisajes bellos. Al parecer, ese hombre vivía solo.

  • Siéntate. - indicó el policía. - No pensé que vendrías.

  • Vine y quiero pedirte un favor.

  • Vaya, vaya. - objetó Steban. - Ni siquiera me demostraste de que eres capaz de hacer en la cama y ya me pides favores?

  • Mira, hay un muchacho, que quiero que pase una noche en la cárcel. - objetó, sin dar vueltas.

  • ¿Qué es lo que tramas?

  • Quiero que le den una lección... de sexo.

  • Ay, mira, una dulce venganza. - observó Steban con una tonta sonrisa en el rostro.

En ese momento, entraron en la alcoba. Steban agarró a Lucas y lo tiró en la cama, boca arriba. Se bajó los pantalones y de allí saltó una terrible verga, gorda y de gran tamaño. El chico se asustó, nunca había estado con un hombre, concientemente; y a pesar de que era una persona sin miedo y rebelde, toda la incertidumbre parecía haber elegido justo esa noche para pegársela en el cuerpo.

  • ¿Vas a chupármela o sólo vas a verla?

  • Lo siento. - exclamó Lucas, aún sorprendido por lo que veía. - Nunca he estado con un hombre, y la pura verdad es que sólo vine aquí por ese favor.

  • Oh! - y en ese mismo momento, el hombre se guardó la verga en el pantalón.

  • Si quieres hacerme la multa, hazla, y si no quieres hacerme ese favor, lo entenderé.

El policía, sin uniforme, claro, paseó hacia la habitación y se sentó a un lado de la cama.

  • ¿A quién hay que agarrar?

Lucas sonrió, no pudo evitarlo.

*

Anthony estaba aterrado. Recuperó el conocimiento repentinamente, y aunque en el primer momento no se acordaba bien de lo sucedido, cayó de golpe al ver las últimas imágenes que aparecían en su memoria. Cuando se estaba por subir a su auto y de una trafic bajaron dos hombres y lo noquearon. No era un grato recuerdo, sin embargo era de lo único que se acordaba.

Abrió los ojos y vio todo oscuro. Podría ser que esté con la luz apagada, luego se dio cuenta de que tenía una venda en los ojos que le impedía ver.

Su cerebro comenzó a funcionar en la posición en que se encontraba. El gran tacto de sus débiles dedos, que rozaron apenas el lugar donde estaba, llegó a la conclusión de que parecía estar sentado en una silla de madera. Quiso mover un brazo para quitarse la venda, sin embargo al mismo tiempo notó que tenía las dos manos atadas. Al mover los pies comprendió que también estaba sujeto. Estaba completamente inmóvil, no podía hacer movimiento alguno.

Pero lo más aterrador fue al darse cuenta que, a pesar de todo: ¡ESTABA DESNUDO! Ahogó un grito de espanto. No quería dar el más leve reconocimiento de que había recuperado la conciencia en secuela del golpe, porque quien sabe la razón de encontrarse así. Nada más que se avivó demasiado tarde.

Sintió como una caricia vana e impiadosa se pasaba por su rostro mimosamente.

  • Vaya, vaya. Veo que haz despertado. - comentó una voz masculina, inmediatamente irreconocible para sus oídos. - Bien, entonces, creo que es hora de divertirme contigo... o es hora de que nos divirtamos contigo.

El joven, que ya casi no era joven, no encontraba las palabras adecuadas para este momento. ¿Qué era lo que en realidad buscaban? Por qué justamente se tenían que divertir con él y no había otra persona en su lista? Qué demonios estaba pasando? No entendía absolutamente nada de nada.

  • ¿Qué es lo que quieren? - preguntó casi al borde de las lágrimas que poseían desesperación y mucho miedo. - Quieren plata? Yo les daré la que ustedes quieran, pero no me hagan nada. Por qué me hacen esto?

  • Lo siento, aunque me encantaría que nos diera plata, ya nos pagaron por esto.

En ese mismo momento, alguien le agarró de los débiles cabellos de su nuca y tiró su cabeza hacia atrás. Esto hizo que abriera la boca del repentino dolor que se centraba por encima de él. Fue algo asqueroso sentir que un pedazo de carne trataba de entrar en su cavidad bucal abierta y muy grande. Al sentir el mínimo roce, cerró la boca de inmediato.

  • No te hagas "la" difícil, ahora. - dijo la misma voz que desde un principio le ha hablado. - Mira... si quieres irte, nos chupa la pija a mi compañero y a mí, te cogemos un rato, te acabamos en la cara, y te dejamos de nuevo al lado de tu autito. ¿Aceptas?

  • No, déjame ir. - suplicó Anthony. - Por favor. No quiero probar pijas, no me gustan los hombres. Quiénes son? Por qué me hacen esto?

  • Oh! - dijo la voz. - Eso es doloroso, no quiere probar mi pija, eres el primer hombre que se resiste a tan semejante espectáculo. Pero... qué importa. Abre la boca - ordenó - chúpanosla y sin morder, porque si la muerdes, te mato. ¿He?

  • Escucha. La plata que te dieron para que me hagas esto, yo la superaré. Te lo juro o les juro. Se las daré mañana mismo si quieren, pero por favor, no me hagan nada. - volvió a insistir Anthony.

El hombre ahora parecía dudar por la oferta repentina porque se quedó en silencio. "Que acepte, que acepte" - rogaba Anthony para sus adentros. Luego de meditarlo bien, según parece, respondió.

  • De acuerdo. Mañana quiero $20.000 en el mismo lugar de donde te recogimos, antes de la medianoche. ¿Oíste bien? Si no llevas esa cantidad de plata, te buscaremos y te digo que te romperemos el orto entre diez.

  • Sí, mañana tendrán esa plata. Lo prometo.

  • De acuerdo.

En ese momento, sintió como lo levantaban de la silla, lo desataban, y lo vestía a lo bestia. Fue, con los ojos tapados, hasta la misma trafic blanca, que lo llevó hasta donde se encontraría su auto. Al parecer no estaba muy lejos del lugar, porque no tardaron mucho en llegar. En el camino sentía como las dos voces hablaban, pero no le prestó ni un poco de atención a lo que decían. Estaba algo asombrado y no caía en lo que acababa de suceder. Ahora tenía algún trauma incalculable, y no sabía como contárselo a alguien para pedir un consejo. Lástima. Esto era un secreto que lo tendría bien guardado para sí mismo, y que, sabía muy bien, le provocaría varias pesadillas por muchas noches.

Los tipos lo dejaron en la calle de donde lo levantaron, ordenándole, primero, que no se sacara la venda hasta que ellos se hayan marchado. Tal como le ordenaron, así lo hizo.

Regresó a su casa, entrada las dos de la mañana, y, Gracias al Cielo, durmió sin ninguna clase de sueños y pensamientos.

*

Germán Luxino se encontraba, cerca de las tres, en frente de la casa de su amante secreto: Maximiliano. Aún no comprendía si estaba seguro de lo que haría, pero sí estaba seguro de lo que en realidad quería. Esta opción traía para sí más partes negativas que positivas, por lo menos eso era lo que saltaba a la vista.

Tenía la decisión de cortar su "noviazgo" con Maximiliano, un chico realmente feo, que jamás ha podido conquistar a una chica y no lo culpaba por haber decidido cambiar sus tendencias sexuales. En fin. Aparte de esto, si renunciaba a Maxi, eso implicaría que ya no tendría más las cosas materiales que este muchacho le ofrecía cada vez que se veían: le regaló, entre tantas otras cosas: teléfono celular, que lo pagaba Maxi cada mes; un computadora para que ambos estén conectados y puedan chatear cada vez que podían. Era algo simplemente maravilloso todo lo que este chico le daba, sólo por follarlo una vez por semana. Sin embargo lo que quería conseguir daba pie para que renuncie a todo esto: Alejandro Fox.

Llegó a la casa del muchacho, que más parecía una diminuta mansión, en donde vivía solo.

Maximiliano le recibió con cara de alegría, como pensando que esa noche tendría el orto roto de nuevo. Germán pensó que si se daba la situación tal vez lo haría; nada más que ahora no se encontraba de ánimos.

La cara del anfitrión cambio al instante al ver el rostro de Germán.

  • ¿Qué pasa? - preguntó Maxi, preocupado. - ¿Por qué traes esa cara?

El chico pensó que no era conveniente decírselo directamente, si así lo hiciese, el otro entendería que no le importaba nada ese chico y que sólo seguía acostándose con él, por los bienes que le daba. No, por más que esa fuera la verdad no tendría que decírselo así.

Al entrar en su casa, vio que sobre la mesa estaba una guitarra y unas partituras.

  • ¿Estabas cantando algo? - preguntó Germán.

  • Sí. - respondió Maxi. - ¿Quieres que cante?

  • Me gustaría.

  • Ummm... rara forma de excitarte, pero en fin, si eso quieres.

Germán se sentó en uno de los sillones de la sala, mientras que el anfitrión agarró su guitarra y comenzó a cantar una canción que desde hace mucho no la escuchaba:

  • Tendré que abrir los ojos para olvidarte, te quedas en pasado y es así. Que pena que te fueras sin dejar flores para ayudarme un poco a sobrevivir.

La canción se llamaba No, y era interpretada, originalmente, por Javiera Parra. Justo, cada parte de la letra de lo que se venía a continuación coincidía con la noticia que le estaba por dar. ¿No es irónico?

Fue una bella melodía, para destornillar un poco el raye de la noticia. Lástima que no cantase bien, porque si así lo fuera, sería un muy buen músico. Pero nadie puede negar la verdad: ese cristiano era un perfecto inútil.

Maxi dejó la guitarra de lado y se acercó al sillón en donde se encontraba Germán. Acercó su cara para besarlo, pero él le cambió la dirección del rostro y esquivó el beso que estaba por darle.

  • ¿Qué demonios te pasa?

  • Escucha... - le dijo Germán, juntando fuerzas. - Quiero terminar con esta relación.

El dueño de la casa se incorporó y dio unos pasos para atrás, como si acababa de ver a un muerto.

  • ¿Qué me quieres decir?

  • Que para mí esto terminó, no va más. Lo siento...

  • No me puedes decir esto, justamente ahora. ¿En qué te fallé? ¿Qué fue lo que hice mal?

  • No eres tú, pierde cuidado. - le contestó. - Soy yo... estoy confundido.

  • ¿Confundido con qué? - gritó Maxi, ahora lloraba como una típica mujercita. - ¿Acaso hay otro?

  • No, no, cálmate. - mintió. - Disculpa, soy sólo yo, no es nada contra ti.

Diciendo esto se levantó del sillón y se fue, dejando a su amante llorando, como una puta. Tomó su auto y se marchó del lugar. No sé por qué se hacía tanto problema? Germán nunca había tomado todo como una "relación", quizás Maxi realmente tenía mariposas en la cabeza que lo habían llevado a creer cosas que no eran ciertas. Mientras más avanzaba en esa fría noche por la calle alo desiertas, más se convencía de que podría superarlo. Con toda la plata de que, ahora su ex, tenía, podría alquilarse un hombre cuando él quisiera.

*

Marcelo Snukia estaba impaciente. Su hermana gemela Florencia estaba por llegar de su viaje, en el cual fue a ver a sus abuelos en el campo. Y a pesar de que era de noche, tenía que ir a buscarla de la estación. Florencia era una muy buena amiga de Celeste, porque, en tiempos pasados, había salido con su hermano Javier. Luego, a la hora en que él tenía que irse a estudiar a otra ciudad terminaron la relación y nunca más se volvieron a ver.

A la medianoche, Flor estaba instalada en su casa, como si nunca hubiese pasado ese mes en el campo.

  • Fue maravilloso. - contó. - Mira, los abuelos te mandaron esto.

Y le extendió sobre su mano una hermosa piedra que parecía ser de oro.

  • No dudes, tonto. - declaró su hermana. - Es de oro puro.

  • No puedo creerlo. - dijo teniendo en sus manos. - ¿De dónde lo sacaron?

  • Ni idea. Sólo me dijeron que te lo de, pero que lo regales a una persona especial para ti. - dijo, tratando de recordar hasta en el mas mínimo detalle lo que sus abuelos le habían dicho. - Yo tampoco entiendo lo que quisieron decir, pero en fin. ¿Pasó algo de nuevo aquí?

Entonces Marcelo le comenzó a contar todo lo sucedido con Alejandro y con Emanuel. Le contó detalle a detalle la mañana de ayer en su casa y que ahora se componía notablemente.

  • Pienso que Emanuel lo hizo a propósito.

  • Sí. - contestó el hermano. - Lucas también pienso igual que tú. Celeste me contó que cuando llegó, Ema estaba en su casa, y empezó a insultarlo delante de toda la familia de Ale.

  • Hubiese pagado por verlo.

Marcelo cayó, la verdad es que Ema le caía bastante bien para agregar algo en su contra.

Después de dejar los bolsos y ubicar todas las cosas en su pieza su hermana salió a caminar. Salía ya sola a pesar de ser casi las cuatro de la mañana, cuando la misma persona de la cual estaban hablando lo llamó por teléfono.

  • Hola! - respondió Marcelo, asustado por la hora de que alguien lo llamaba.

  • Sí, habla Emanuel. - dijo una voz del otro lado. - Disculpa la hora, es que lo que pasaba no podía esperar hasta mañana.

  • ¿Qué pasa? - preguntó Marcelo, cuando ya supo quien le hablaba del otro lado de la línea.

  • Necesito hablar con un amigo de Alejandro. ¿Puedes ayudarme?

Marcelo tardó un rato en contestar. Al mismo tiempo pensó en cuanto debía de haber cambiado su supuesta amistad después de lo que pasó entre ellos. El golpe, el hecho de que Ale esté en coma, todas esas cosas no se olvidan muy fácilmente.

  • ¿Puedes o no? - insistió la voz de Emanuel del otro lado.

  • Claro, claro. - contestó Marcelo, saliendo un poco de sus estúpidos pensamientos. - ¿De qué se trata?

  • Bueno... él ha estado muy alejado de mí. No sé que es lo que le pasa. Pero lo noto distante.

  • Es que tienes que comprenderlo. - contestó Marcelo. - Recién se está recomponiendo de ese dolor, de haber vuelto a la vida. No es fácil poder perdonar a alguien que casi lo manda a otro mundo.

La voz de Emanuel se detuvo por unos momentos. El chico rogaba para sí mismo que las palabras que haya dicho hubiesen resultado coherentes. La verdad es que trataba de impresionarlo, a pesar de que Ema se le adelantaba por dos años, uno de sus objetivos era también poder juntarse con él. No sabía como... pero aunque sea tener una leve amistad.

  • Creo que tienes razón. - Contestó Emanuel. - ¿Podrías hablar con él?

  • Por supuesto... yo veré que hago. Mañana mismo iré a hablarle.

  • Gracias, eres una buena persona. - confesó el chico del otro lado. - Gracias, de verdad... Otra cosa. Mañana, después de que hables con Alejandro, podrías pasar por mi casa y contarme lo que sucedió. ¿Vale?

  • Sí, por supuesto. No hay problemas.

Y cortaron. Marcelo se fue directamente hacia su cuarto, feliz de la vida. Había conseguido establecer una relación amistosa con la persona que él quería conocer. Era algo emocionante. Estaba tan feliz que no le entraba el sueño repentinamente, así que era mejor no dormirse todavía. Puso el equipo de música, y una radio estaba pasando justamente un tema que a él le gustaba mucho. Casi nadie de esa parte de la Tierra conocía al grupo Bandana, de Argentina; pero, sin querer, enganchó esa radio en donde estaban pasando un tema muy especial, el cual no le hizo sentir muy identificado con la letra, pero supo que lo que decía era muy fuerte:

"Y te vas, y me dejas. El Diablo corre por tus venas. Es que ahora, que te vas, la verdad que todo me da igual".

La locura, en voz muy sensual, aclaró al final de la canción:

  • Y esta han sido las chicas del grupo argentino: Bandana. La canción: "Un Demonio", pertenece al álbum Noche, que forma parte de su segundo álbum de los tres ya editados en la fecha. Las cinco chicas, que según las llaman, también como las Chicas Superpoderosas, estrenarían una película en Argentina llamada: Vivir Intentando, que por cierto, es así como se llama su tercer disco.

  • Gran carrera las de estas chicas, he? - dijo el locutor masculino que interrumpió la breve descripción. - Ya hicieron la banda sonora de unas de las películas de Disney.

  • Sí, son fabulosas. Y esperamos ansiosos el estreno de su película en esta parte del Mundo.

Marcelo se quedó dormido, mientras empezaba un tema de Alejandro Zanz con The Corrs: Una Noche. Viejo, para esta parte de la fecha, pero, sin embargo, le encantó quedarse dormido con esa canción. A lo lejos escuchó cuando Florencia entró en la casa y se fue a su habitación.

...

Cuando despertó, al otro día, la radio aún seguía encendida. No estaba pasando ninguna clase de música en particular, simplemente uno o dos locutores, hablaban sobre la situación del país, del clima y de diferentes cosas. Eso no le importó demasiado, así que, pensando en la charla de anoche con Ema, supo que era hora de cumplir su promesa e ir a hablar con su amigo Alejandro.

Llegó a la casa de los Fox en su porche a las diez de la mañana, rogaba que no fuera demasiado temprano, porque quizás el hecho de hacer esa promesa, le había llevado a levantarse un Domingo a esa hora, ya que poco había dormido en toda la noche.

Al abrirse la puerta se encontró con la madre del chico, que ya estaba totalmente levantada y por lo visto, recién se había dignado a tomar el desayuno.

  • Oh! Marcelo. - dijo ella. - Pasa, pasa. Ale está en su habitación.

  • Gracias.

Subió las escaleras hasta encontrarse con la habitación del chico que había venido a ver. Golpeó un par de veces la puerta, hasta que una voz dormida, que, Gracias a Dios era la del hermano menor de la familia y no la de Lucas, le indicó que podía entrar.

Al ingresar en la alcoba, descubrió a su compañero de curso se encontraba entre mantas, tapado, en ese día gris y frío. No había nadie más en ese lugar.

  • ¿Qué haces despierto a esta hora? - preguntó Ale, algo enfadado pero cortes.

  • Tengo que hablar contigo... sobre Emanuel.

Se vio tremendamente idiota tratando de hablar de una persona que apenas conocía y que nunca había llegado a hablar más que no fuese un "Hola y Chau". Pero más se sorprendió cuando Ale se incorporó de repente en su cama y se sentó con los ojos bien abiertos.

  • ¿Qué pasa con él?

  • Bueno... él está mal por como lo tratas. - nuevamente había dicho algo estúpido, y se sintió mal por no haber ensayado con anticipación lo que tenía que decir.

  • ¿Qué sabes tú de como lo trato?

  • Él me llamó anoche. - Cartón lleno. Había superado el límite de la tontería. Ahora ya no había tiempo de volver atrás, y se suponía que eso no era lo que tenía que haber dicho.

  • ¿Para qué?

  • Bueno, él quiere saber por qué lo tratas así. Tan... - no encontraba las palabras. - Cortante.

  • Jajajaja. - se rió irónicamente. - No es nada personal, pero... no lo sé. De todos modos ¿qué tienes que ver con este tema?

  • No lo sé. Simplemente le quise hacer un favor... y no soy muy bueno.

  • Eso se nota a simple vista. - concluyó el anfitrión de la casa. - Mira... te prometo que trataré de ser menos cortante. Es más, si te vuelve a hablar, dile que venga esta noche a mi casa. Ahora, podemos hablar de otra cosa que no sea Emanuel?

  • Sí, claro.

Y ambos se quedaron conversando, hasta entrado el mediodía, sobre cosas sin importancia; como el hecho que dentro de una semana comenzaban nuevamente las clases, y tenían que volver a la rutina del maldito estudio. También Ale le contó que su hermano viajaría ese mismo día, después de comer, hacia la ciudad en donde estudia, y que se levantó temprano para pasear y despedirse del lugar en donde estaban.

Marcelo se dio cuenta de que la familia estaba por comer, entonces comprendió que se tenía que ir de ahí, e irse a su casa; no sin antes pasar por la casa de Ema a contarle lo poco que hablaron, y lo poco que tenía que decir para no mandarse al frente él mismo.

Acompañado por Alejandro, bajó las escaleras y saludó a toda la familia que estaba preparando la mesa; Lucas ya había vuelto de su salida matutina y le extendió la mano amistosamente.

Una vez arriba de su porche, ya sabía donde sería el siguiente lugar al cual tendría que ir. Golpeó en la casa de ese chico (que una vez Ale ya le había indicado cuál era), y, justamente, había salido él mismo a atender.

  • Hola! ¿Cómo estás? - le preguntó Emanuel, con una sonrisa estúpida.

  • Bien, gracias. Averigüé que Alejandro no tiene ninguna clase de problema contigo. Es más... dice que esta noche vayas a su casa.

  • Ah! Bueno... muchas gracias.

Y, dicho estas pocas palabras, la conversación terminó. Marcelo regresó a su casa, un tanto feliz de haber hecho una buena acción, por más que no haya resultado del todo bien.

*

Para Alejandro, muchas cosas le fueron pasando en estas últimas semanas. Y de algún modo tenía que encontrar la forma de contárselo a alguien, no sabía a quien, a todo el mundo. Se le ocurrió una idea magnífica una vez, aunque no estaba muy seguro si sería la opción correcta.

Cambiando el tema, su hermano le había dicho que, ahora que estaba ya todo bien, volvería hacia la ciudad en la que estaba estudiando.

  • Nos volveremos a ver - confesó Lucas, en un tono raro - más pronto de lo que te imaginas.

  • Te vas sin decirme lo que pasó entre Emanuel y tú. - reprochó Alejandro, cuando ambos estaban solos en la pieza.

  • No se cuando, pero algún día te enterarás. Y será por mi boca. - Prometió.

Se despidió de toda su familia, se subió a su auto y se alejó por la misma calle. Era raro, le había gustado volver a tener la presencia de su hermano mayor en la casa. Y, ahora que no estaba, todo volvía a ser como era antes, porque apenas se fue, el padre y él tuvieron que sacar el colchón y desarmar la cama cucheta. Se quedó también con la intriga de si alguna vez sabría lo que pasó entre ellos dos, y si era conveniente preguntárselo a Ema, ya que hacía un día atrás que había desechado esa idea.

También, a pesar de tantas emociones por un día, tuvo la visita de Anthony, un amigo que le presentó su amante secreto. Disculpándose por no haber aparecido antes, pasaron toda la tarde juntos. Ale lo notó un poco raro, cambiado. Como si tuviera algo en su mente que quería contar pero no se animaba a decírselo intercambiándolo todo, a su vez, por cosas del trabajo.

  • Bueno... pero aunque sea ganas muy bien. - comentó el adolescente. - Ya puedes casarte!

  • Ja, ni se te pase por la mente esa idea.

Estuvo hasta la hora de la cena, y, desechando la invitación de Ale de quedarse a comer, se fue diciendo que antes de la medianoche tenía que hacer algo impostergable. Y ahora el dueño de la casa se había quedado con la segunda intriga del día. Unos minutos después no le dio demasiada importancia y se convenció de que serían asuntos de trabajo.

Después de eso y tal como lo pensó, su vecinito arribó a su casa, entrada ya la noche, que estaba tan oscura y fría como el resto del día.

Después de saludarse, entraron a su pieza, y hablaron de idioteces que no tenían sentido. Su primer amante se sentó en la computadora y empezó a jugar a un juego de autos, que, a pesar de la edad que ambos tenían, les seguía divirtiendo como el primer día. Mientras que el más chico, se puso a ver televisión.

Ale se dio cuenta que después de que había pasado la primera vez de ellos dos, ya no tenía sentido contarse cosas sobre su amistad, y que sólo hablaban sobre cosas abstractas y sin profundizar. Entonces, se le ocurrió la idea de actuar. Que era inútil perder tiempo por una amistad que ya no sería.

Se acercó hasta su amor que estaba pendiente del auto que manejaba en la pc, por las espaldas, e inició a darle una serie de besitos en el cuello, lo cual Emanuel no opuso resistencia. Luego sus manos bajaron por su pecho y se dedicaron a acariciar el bulto, tal cual lo había hecho en diferentes posiciones y ocasiones.

Los más morbosos besos, en los cuales incluían lengua, paseaban por el cuello de Emanuel. Las dos manos de Alejandro masajeaban majestuosamente aquél bulto que nuevamente sentía crecer por detrás del pantalón.

  • ¿A qué quieres llegar? - le preguntó Ema, a su amigo.

  • Imagínatelo.

Su vecino se levantó de la silla y se acostó en la cama, boca arriba, tal cuál lo había hecho un día atrás; luego se empezó a desabrochar el jeans, y de allí sacó su hermosa y apetitosa verga, de gran grosor, pero no muy alta. Alejandro la agarró con su mano derecha, la masturbó un poquito y comenzó a besarla. Pronto se metía su punta en la boca, y por último se la tragaba entera. Siempre trataba de hacer lo posible para metérsela entera, pero era en vano, porque le daban tales arcadas que le obligaban a sacarse esa vergaza de la boca.

  • Sí... vamos... yo sé que lo quieres. - gemía el más grande.

El joven le estaba dando una suculenta mamada, cuando, de pronto se le pasó por la mente lo más morboso que hasta ahora habían hecho, y, ni lerdo ni perezoso, decidió comunicárselo:

  • Quiero lamerte el culo. - pidió Ale.

En la cara del otro chico se vio una grata confusión, entre sorpresa e incredulidad y, antes de que pudiese responder, Ale ya le estaba bajando el jeans hasta las rodillas, e impulsaba al cuerpo para que se diese vuelta. Ema cedió, y, a clara luz, el dueño de casa tuvo un apetitoso traserito en su poder.

Inició besando sus nalgas, pasándole la lengua como un desesperado. Besando de a poco y hasta marcándole chupones rojos. Luego separó ambas nalgas para que quedara esa raja tan hermosa, cubierta por una fina capa de pelos salvajes y un hoyito, que parecía bien cerrado. Prosiguió pasando la lengua de una sola vez, por todo el lugar, y una vez bien mojado todo, se entretuvo metiendo la lengua en su hoyito, para tomarse el gusto de abrirlo, como Ema lo había hecho con el orto de Ale. Al parecer, lo que estaba haciendo, le gustaba a su amigo, porque de tanto en tanto gemía graciosamente y se movía rítmicamente al son de la lengua.

  • Quiero que me la metas. - dijo Ale, unos diez minutos después de haber jugado tanto.

Ahora, era él quien ocupaba la posición que antes había sido utilizada por su vecino. Se puso boca abajo, como lo había hecho una vez, y Ema se acostó sobre él, y con el puro tacto de su mano ubicó su verga en su agujero y lo penetró. Fue una vez que no entró con toda facilidad. Más bien, fue algo doloroso, que llevó a Ale a poner pequeños grititos en el cielo. Una vez bien metida, comenzó un leve mete y saca.

  • Por favor... sácalo. - lloraba Ale.

  • Te duele? - preguntó.

  • Sí, por favor.

  • Sopórtalo como puedas.

Y como si no le importase la opinión de su amigo, Ema empezó a penetrarlo con brusquedad y desesperación. Finalmente, con mucho dolor, Ale comprobó como su estómago era llenado por gotas esponjosas de semen que acabó en su interior.

Finalmente ambos quedaron dormidos. Ema, sobre el cuerpo de Ale y con su pija en el interior del culito de su amante.

...

Alejandro no supo cuando tiempo pasó, pero el Sol radiaba mágicamente del otro lado de la ventana. Las nubes grises y el clima frío se habían ido y por fin volvió lo que se podría decir como verano. Se despertó y descubrió que Ema todavía estaba a su lado, no arriba como había recordado, sino que ahora dormía desnudo, abrazándolo.

Entonces se le cruzó por la mente sintetizar esa relación. Como los ojos estaban cerrados, y sus labios tan cerca de los suyos, se le acercó repentinamente y lo besó tiernamente. Al principio no pasó de ser un beso inocente, luego comenzó a meterle la lengua en su boca, y Ema le respondió del mismo modo. Quizás no concientemente, pero sí que sabía besar! Las manos del chico dormido abrazaron por completo el cuerpo de Ale y estuvieron así, sólo besándose y abrazándose por muchos minutos.

...

Pasó una semana de este hecho, los dos amigos se siguieron encontrando todas las noches, pero sin llegar a tener sexo y sin siquiera mencionar la buena noche que tuvieron, y llegó el turno de chocarse contra las duras clases que iniciaban, tal como lo habían previsto tiempo atrás.

Ale había concordado en ir con Celeste al colegio, para comenzar el primer día, en donde seguramente conocería a gente nueva y se reencontraría con sus amigos.

Cuando se encontraron esa mañana de Lunes en la casa de ella, ambos estaban tremendamente emocionados, con mezcla de nerviosismo y de decir: "Y ahora que parará?". Era una escuela sin necesidad de llevar uniforme, así que fueron vestidos tremendamente informales. Sus carpetas y todos sus útiles completos, que no sabían muy bien cuanto le durarían, pero ahí estaban, llenando sus cartucheras.

Encontraron al colegio, tal cual como había estado el año pasado. No se agregó ni se quitó ningún detalle.

  • Si yo fuese directora de esta institución - declaró Celeste, una vez que ingresaron al patio del lugar - cambiaría el modelo todos los años. Así los alumnos no se aburren.

  • Bueno... por suerte es nuestro último año. - agregó Ale a la conversación. Luego se le ocurrió preguntarle algo a su hermana (definitivamente este chico estaba muy ocurrente). - ¿Cómo está tu hermano?

  • ¿Mi hermano? - preguntó ella. - Bien, supongo. Vendrá dentro de unas semanas, otra vez.

  • Ah! - dijo, tratando de evitar su emoción.

Se sentaron en uno de los bancos del patio y comenzaron hablar, a medida que veían como sus viejos amigos y se reencontraban. Vio como, los hermanos gemelos Snukia, llegaban discutiendo, como siempre, hacían su entrada de ese modo, aunque por lo general sabía que se llevaban bastante bien.

  • ¿Vieron a ese chico nuevo? - comentó Florencia. - Es re lindo. Creo que va a ir a nuestro curso.

  • ¿Quién es? ¿Quién es? - quiso saber, desesperada Celeste.

Y Ale comprobó como el alma se le iba al piso, cuando el chico a quien señalaba se trataba de nada más ni nada menos que de Germán Luxino.

*

Después de un primer día cómodamente estúpido en el colegio, Emanuel retornó a su casa algo cansado y con unas grandes ganas de ir a dormir un poco la siesta. Hace mucho tiempo que no se levantaba tan temprano para ir a ningún lado y esto, en definitiva, lo destartalaba de su rutina de dormir hasta el mediodía.

Cuando ingresó en su casa, la madre lo esperaba con la mesa servida, nada más que antes, con una terrible cara de preocupación lo miró y, casi en un susurro le dijo:

  • Anthony te espera en tu habitación. - le comentó. - Dijo que tenía que decirte algo que no podía esperar, y a juzgar por su cara... parecía grave.

Emanuel no supo que contestar, sólo agradeció a su madre y corrió escaleras arriba para llegar a su alcoba. Al entrar se encontró a su amigo sentado, leyendo una revista de informática que había dejado en esa casa hace unos meses. Si venir a buscar esa revista era la cosa tan grave que no podía esperar, realmente tenían que analizar los términos de gravedad.

  • Ema... - dijo Anthony. - Por fin podemos hablar.

  • ¿Qué pasa?

  • Es algo que tenía que contar hace mucho tiempo. Nada más que no me animé. - confesó su amigo, mirándolo a los ojos. - Hay alguien que ha pagado para que me violen.

  • ¿Qué?

  • Sí... hace una semana me raptaron unos sujetos y... bueno, me ataron y me estaban por violar.

A partir de aquí, todos ya sabemos que le pasó y como este joven-adulto se las ingenió para librarse de los mal vivientes. Y le contó a su amigo que al día siguiente, cerca de la medianoche, llevó hacia el mismo lugar un maletín con mucha plata.

  • ¿Cómo no me lo contaste antes? - preguntó Ema, intrigado y enfurecido a la vez.

  • No lo sé. Es que no puedo aguantarlo más. Es algo que me pesa mucho. - agregó. - Además a Yakelin no se lo puedo decir. Y bueno... me quedabas tú y Ale.

  • Hermano... tendrías que haber ido al psicólogo.

  • Bueno, tampoco es para tanto.

  • ¿Ah, no? Que te pongan una verga en la cara no es para tanto? - gritó Ema, enojado y fuera de sí. - Mira, lo importante es que hay alguien detrás de todo esto. Así que tenemos que averiguar de quien se trata.

  • ¿Cómo?

  • No lo sé.

Después de esta charla, ambos quedaron sin conclusión alguna. Se despidieron y el anfitrión bajó a comer. Pasada era la siesta, cuando recibió en su casa la visita de su novia, Luciana. Lo miraba pícaramente cuando lo besó como muestra de saludo, y fue algo que Emanuel no comprendió al principio.

  • Estoy lista.- dijo ella, al fin.

  • Lista. Para qué?

  • Quiero hacer el amor contigo.