Secuelas (01)

Una nueva historia ha comenzado...

Secuelas (01)

La Historia ha Empezado...

La mesa estaba ubicada en el medio de la habitación. El clima era bochornoso, sobre todo al entrar en una habitación tan pequeña, en donde, muchos cigarrillos consumidos en el cenicero de plata, sólo dejaba respirar ese humo inaguantable, más en una habitación cerrada.

A un lado de la mesa, redonda, cabe aclarar, estaba sentado un sujeto. Al sentarse no se podía ver bien si era realmente de estatura baja o mediana, sin embargo al pararse se podía notar a un hombre musculoso y realmente alto. Hacía dos minutos que puso la colilla del cigarrillo extinguido en el cenicero, cuando ya prendió otro nuevamente. No se podría decir que estaba nervioso, porque era verdad que ya había pasado por esta situación montones de veces.

La persona que estaba sentada del otro lado, miraba al sujeto leer unos papeles que había traído hace unos instantes. Releía sin parar tratando de comprender de lo que se trataba. Ésta persona no se quiso dar a conocer, sólo era un cliente anónimo. Su cara estaba oculta entre su gorro y sus bufandas. Hacía frío afuera, y, aunque no se haya puesto todo eso, de todos modos no se vería su rostro, porque la luz era tan diminuta, que nunca entendió como aquel hombre podía leer.

  • ¿Así que ésta es la lista? - preguntó el musculoso, después de un rato. - ¿Sólo estos dos?

  • Así es. - repuso la persona de identidad anónima. - Estoy averiguando mucho, y por ahora sólo saqué estos dos nombres, o sea, los dos que ya son confirmados. Sin embargo, pronto descubriré más cosas y te traeré más trabajo.

  • Me parece mejor.

  • Bien, ¿cuándo crees que puedes empezar?

  • No lo sé. Dentro de unos días. Por lo que veo, uno recién se está recuperando de un golpe en la cabeza.

  • Sí. Lamentablemente ayer salió de la clínica y se está rehabilitando en su casa.

  • Ha estado en coma.

  • Ya lo sé.

  • De acuerdo. - dijo, entonces la persona musculosa. - Dentro de unos días te enterarás de las cosas terribles que les pasó a estas personas, si es que te las cuentan. Y todo será por mí cuenta, así que no involucraré a nadie más en esto.

  • Quiero que les revientes el culo!

  • Ummm... - dijo en tono pensativo la otra persona. - Entonces tal vez utilice a unos amigos más.

  • Mucho mejor. - contestó la persona. - Ahora me iré. Adiós.

*

Mientras, en otro lado de la ciudad, Marcelo Snukia agarró el periódico que su padre había dejado sobre la mesa. Él no estaba fijamente interesado en leerlo a diario, nada más que ese día fue diferente. Se había enterado que la noticia que conmovió a todo su curso, había salido en el periódico de hoy. Mejor dicho, su amiga, Celeste Jazz, lo había llamado para comunicarle que en la página 45 de Policiales se encontraba una pequeña nota, en donde resumía todo lo que había pasado en esta última semana que fue la peor de todas. Afortunadamente ahora todo estaba en calma y mejor. Aunque no negó que cuando se enteró temió lo peor, y no sólo él. Todos pensaron que no se recuperaría, y mucho menos tan pronto, del coma en el que estaba.

Desde que regresó a su casa, ayer, ninguno de sus amigos ha tenido la oportunidad de verlo. Ni siquiera lo han visto cuando estaba internado, sólo se quedaban largar horas en el pasillo, pasando el tiempo, hasta concentrándose en oraciones para que se sanara.

Pero era hora de que vea lo que decían los periodistas sobre el tema. Agarró el periódico, buscó la página que le había dicho Celeste, y leyó con los ojos bien abiertos.

JOVEN DEJA EN COMA A SU AMIGO

MIENTRAS JUGABAN BRUSCAMENTE

El caso se dio hace una semana, el domingo, para ser más precisos.

Un tranquilo domingo se vio interrumpido cuando dos jóvenes, amigos de toda la vida, jugaban bruscamente en la casa del uno de ellos.

" No sé como pasó esto. - confiesa, entre lágrimas el amigo del joven. - Estábamos jugando a empujarnos y se dio la cabeza contra un mueble."

Emanuel Kisgart salió de la casa sin darse cuenta del estado en el que se encontraba su compañero de juego, Alejandro Fox, cuando, minutos después regresó al lugar de los hechos y lo encontró allí sin reacción.

" Al principio pensé que se trataba de una broma, pero no reaccionaba. - dice el joven, que llora en vez de hablar. - Luego llamé a sus padres y vinieron urgentemente."

La tragedia ya está hecha. La familia Fox le dio sus bendiciones al joven Kisgart y éste, un poco mejor, se marchó a su casa. El chico estuvo luchando por su vida durante toda un semana, hasta que por fin abrió los ojos y salió de la internación. Afortunadamente ahora se recupera muy bien en su casa, gracias a la compañía de sus familiares y a sus amigos que lo estuvieron acompañando todo este tiempo.

Marcelo dejó de lado el periódico y, poniendo ambos brazos sobre la mesa, comenzó a llorar escandalosamente. Alejandro había sido un buen amigo en los cuatro años ya que hizo con él en el colegio al que iban juntos. Hasta hace una semana habían compartido una fiesta en la casa de Celeste, una chica muy hermosa, que sus padres le habían cedido el lugar junto con su hermano, Javier.

Y de un día para el otro, estaba al borde de la muerte.

Se calmó un poco. Con una tijera recortó la pequeña nota que hablaba del caso de su amigo y lo guardó junto con todas sus cosas de valor. Definitivamente, dentro de poco tiempo, tendrían mucho de que hablar.

Marcelo tenía 18 años, dentro de unos meses cumpliría los 19. En la escuela primaria lo habían anotado mal, y es por esto que estaba un año retrasado a comparación de sus compañeros. Aunque, claro, a nadie le importaba.

Estaba por empezar septiembre y las vacaciones de verano estaba por llegar a su fin. Faltaba apenas una semana para que su último año en una escuela secundaria terminara.

Se acostó en su cama, recordando al buen amigo que este año tendría, y dentro de unas horas se tendría que levantar para ir a su casa a verlo. Pensando en su alegría y en la felicidad que le proporcionaba, pensó que al despertar aún lo encontraría. Y cayendo dos lágrimas de sus ojos brillosos como el vidrio, se durmió, prometiendo ser esta vez más considerado y aprovecharlo al máximo, el tiempo compartido y su amistad.

*

La ira no se había detenido. Desde hacía ya tiempo que la tenía, y ahora, con el estado en el que se encontraba su hermano, se le presentaba la oportunidad perfecta para vengarse de él.

Lucas Fox venía manejando su auto a gran velocidad. Se podría decir que no le importaba mucho atropellar a alguien, sea perro o persona, la bronca e incluso odio que tenía dentro suyo superaba todas las expectativas que ahora tenía en su mente.

Desde tiempos muy remotos, cuando aún habitaba su ciudad natal, Lucas había odiado completamente a Emanuel Kisgart: un adolescente y vecino de su barrio, que hacía ya dos años que había hecho algo que jamás le podría perdonar, y que por el resto de la vida lo odiaría de gran modo. Pero no quería ni recordar ese tema, era mejor dejarlo de lado. Le daba asco de sólo imaginarse lo que unos tragos de alcohol pueden llegar a efectuar.

Lucas, o Luquitas, como le decía su madre desde muy joven, era tan apuesto como su hermano, Alejandro. Siempre se había cogido a todas las chicas que había querido, y su larga lista ya superaban las cincuenta. Aunque dentro de esa lista se encontró un pasado negro, que también era la causa de su ira incondicional.

La noche estaba oscura, serena y desierta. A Lucas le daba la impresión de que no había ningún auto en mil kilómetros a la redonda, o quizás se había equivocado de ruta, de lo apresurado que estaba. Sólo cuando vio las luces de los faroles, tan familiar, supo que no estaba equivocado y que el resto de la gente había decidido no salir esta noche, ni irse, ni volver.

Estaba entrando a la ciudad cuando un policía bien uniformado lo detuvo antes de ingresar a una de las entradas.

  • Disculpe. - dijo el hombre de traje azul, hablándole muy bien. - Pero ha superado usted el límite de velocidad.

Lucas miró al sujeto como si estuviese frente a él Emanuel. Fue una mirada de absoluto odio, porque le daba bronca que un estúpido policía le venga a decir esto justo a él. Aunque el sujeto no se dejó intimidar.

  • Voy a tener que hacerte una multa. - dijo el policía, sacando una hoja y escribiendo allí. - Algún día aprenderás.

El dueño del auto se quedó callado. Era incapaz de decir nada, porque si llegaba a abrir la boca sólo le iba a causar problemas incoherentes. Leyó que en la placa del tipo, decía claramente Steban Hock.

Cambió de idea repentinamente y decidió utilizar su belleza física para este caso.

Cuando el Steban le entregó la boleta, Lucas la agarró con una sensualidad que acarició la mano de aquél hombre, que por primera vez se fijó en su físico. No tenía lo que se podría decir un cuerpo bien formado, era delgado, aunque la camisa azul lo disimulaba, se sobreentendía que tal vez nunca en su vida pisó un gimnasio. Y si alguna vez lo hizo, había sido hace mucho tiempo atrás.

  • No hay otra forma mejor de resolver este problema? - preguntó, cariñosamente, Lucas. - Como una mamada de polla?

Steban se puso nervioso al instante. Sin siquiera disimularlo un poco, o hacerse rogar, apoyó toda la parte de su torso en la ventana abierta del auto. Sacó un poco la cabeza, miró la noche oscura y al ver que no venía nadie a su alrededor, volvió a introducir la parte de arriba. Se acercó a la boca del chico y lo comenzó a besar.

A Lucas eso le pareció la cosa más asquerosa que hizo en su vida. Sin embargo, era mejor opción que tener algún antecedente en la comisaría. Mientras la lengua del policía entraba y salía sin control, decidió hacer otra cosa mejor.

  • No. - dijo, tratando de hablar, pero la boca de Steban se lo impedía. - Aquí no. ¿Por qué no nos encontramos en otro lado?

El uniformado dudó un segundo, hasta que finalmente sacó su cuerpo de la ventana.

  • ¿Dónde?

  • En tu casa. - propuso Lucas.

  • De acuerdo. Anota mi dirección.

  • No, no. - se opuso Lucas. - Tengo buena memoria. Dímela.

Steban le dio la dirección de su casa mientras quedaron en encontrarse al día siguiente, y dejó que se marchara el joven de 20 años que recién había entrado en su vida. Lucas escupió la saliva del policía, por la ventana, que había tratado de no tragar. Sabía que de todos modos jamás iría a la casa de ese policía puto.

Sin pensar en lo sucedido, cuando llegó a su ciudad, fue directamente a su casa, y ya eran cerca de la medianoche. Había quedado muy flojo no yendo a ver a su hermano menor mientras estaba en coma. Lo que pasaba es que tenía parciales en la facultad y no podía detenerse. Algo era seguro, si su hermano llegaba a morir, nunca se lo hubiera perdonado. Ni a si mismo, ni a Emanuel. Aunque a éste hay muchas cosas que jamás le podrá perdonar.

Al entrar en el acogedor living de su casa, la familia estaba sentada, mirando la televisión. Vio que en sus rostros se reflejaba una calma increíble. Al parecer, lo peor había pasado. Se alegró mucho al ver que su hermano estaba sentado, mirando la televisión. Sin embargo, en su rostro se reflejó una infinita cara de amargura cuando vio que Alejandro estaba sentado al lado de su peor enemigo, Emanuel.

  • Hola! - saludó su madre contenta y feliz de la vida y fue a abrazarlo. - ¿Cómo estás mi corazón? Al fin llegaste.

Lucas saludó mucho a los miembros de la familia, que entre tíos, primos y demás cosas sumaban un total de ocho personas. Nada más que al tener que saludar a Alejandro, pasó por alto la mano de Emanuel que se extendió para saludarlo.

  • Luquitas! - le gritó la madre. - ¿Por qué no saludas al amigo de tu hermano?

  • Porque este hijo de puta fue el culpable de que Alejandro estuviera al borde de la muerte. - gritó Lucas, lleno de ira, tratando de controlarse un poco. Pero viendo la cara con la que los miraban todos, siguió hablando dándose importancia. - Madre... no puedo entender como permites que Alejandro se junte con esta clase de mierda. - Y sus ojos se desviaron a los de Emanuel, que los miraban consternado y vio que se juntaban lágrimas producidas por la humillación.

  • Cálmate. - dijo, tranquilamente Ale. - No fueron las cosas así. ¿No leíste el periódico hoy? La nota salió. Todo fue culpa de nosotros. La cosa no fue adrede.

  • No lo creo. - murmuró Lucas, hacia su interior.

  • Luquitas. - dijo el padre, que ahora se acercaba en un tono más severo, y que, después de minutos de estar sorprendido, quizás, por la reacción de su hijo, habló. - Exijo que te disculpes con el muchacho. Es obvio que estás consternado por el trauma y la tensión de lo que pasó en esta semana. Pero fue sólo un susto, nada más. Además a Emanuel fueron brindadas nuestras bendiciones.

  • No puedo creer - dijo, en seco, Lucas - que viva en una familia llena de ciegos. Lo siento, padre y familiares, pero no le voy a pedir disculpas y menos a esta basura.

Y dicho esto, pegó media vuelta y se fue de la habitación. Mientras subía las escaleras para ir al cuarto que compartía con su hermano (quedaba en la segunda habitación), escuchaba como su familia se disculpaba con el gay del amigo de su hermano, excusándose como el hecho de que estaba muy nervioso, y la emoción y una sarta de pelotudeces más que no le importó escuchar.

Entró en su ex habitación y se encontró a todo como estaba antes. Las camas cuchetas en su lugar, la computadora, el televisor, todo lo que había dejado hace tanto tiempo (más de medio año que no venía) estaba totalmente como lo dejó. Estaba con tanta mezcla de sentimientos que eso casi lo hace llorar. Sin embargo una voz lo alejó de sus pensamientos al instante.

  • Nuestros padres lo pusieron así porque sabíamos que vendrías.

Lucas giró y se encontró con su hermano. Estaba apoyado sobre el marco de la puerta, y daba la triste sensación de que no podía mantenerse en pie.

  • Te dije muchas veces que no quería que te juntes con ese hijo de puta. - le reprochó Lucas, una vez que los dos estaban sentados en unas sillas, y habían cerrado la puerta con llave, para no ser interrumpidos. - ¿Por qué no me hiciste caso?

  • Saltaste con la pregunta que yo te quería hacer hace mucho tiempo. - saltó Alejandro, haciendo caso omiso a lo que su hermano le preguntó.

  • ¿Por qué?

Lucas titubeó. No estaba seguro de querer confiarle a Alejandro semejante cosa. Tal vez que, por su edad no le comprendería. Pero, a decir verdad, cuando a él le pasó también tenía 18 años.

  • Porque... - dijo, trabándose. - porque él te lleva dos años. Tiene mi misma edad. Que haya sido un estúpido que repitió tres años el colegio, lo cual le impide estar ahora en un segundo años de universidad...

  • No, no, no, no. - lo detuvo Ale. - No me vengas con esas cosas. Está bien, Emanuel podrá tener los años que quieras, pero sé que ese no es el motivo. ¿Qué te cuesta ser sincero conmigo? Posiblemente así yo lo sea contigo...

  • ¿Qué quieres decir?

  • No te lo diré hasta que tú me digas la verdad. Ahora me voy a dormir, mi novia vendrá mañana a visitarme, junto con mis amigos, y quiero estar bien para cuando ellos vengan - y diciendo esto se levantó de la silla (rengueando), se subió a la litera de arriba, dio media vuelta y se durmió.

Lucas quedó en la mitad de la sala, pensativo. Ya que descubrió que, posiblemente, sea el momento de confesarle a alguien el secreto que ha estado guardando durante estos dos largos años.

A la noche, durmiendo en la cama de abajo, a Lucas se le ocurrió una idea terrible. No estaba seguro aún si quería hacerlo bien, pero si realmente quería vengarse de Emanuel, esa idea no le podía fallar.

Si al día siguiente se dejaba penetrar por el policía, tendría a uno de su lado. Con el tiempo podría convertirse en su amante, y pedirle el favor de que lo lleve a Emanuel a la peor noche que le podría suceder en su vida. Varios policías, y él actuando como una puta, chupando las pijas de todos esos hombres, de diferente tamaño, lindos o feos, gordos o flacos, y tragándose el semen de todos.

La idea tan morbosa hizo que le causase una erección. Sin embargo, no le prestó atención, dio media vuelta y comenzó a dormir.

*

Germán Luxino venía hasta la casa de Andrea para ver como estaba. La noticia de que su novio, Alejandro, estaba en coma y que de golpe se recuperó había sorprendido a más de uno, y afectó mucho más a esta chica, que pasó de llorar día y noche de tristeza y lamento a llorar día y noche de alegría y emoción.

Sin embargo, como en todas las personas, también había muchas cosas oscuras en el legajo personal de Germán. Y, lo más reciente que tenía, era el pequeño rool que había jugado en la vida del novio de su amiga. Se había desempeñado hace exactamente dos semanas atrás, cuando fue a la casa de él a acompañar a Andrea, y sin querer observó por la ventana como Alejandro le estaba mamando la verga al causante de todo lo sucedido, Emanuel. Nunca pensó en ver un espectáculo así, sin embargo no dejó pasar esa oportunidad y amenazó a Ale con contar toda la verdad a menos que pasara una noche con él. Alejandro aceptó, no sabía si por miedo o por que en verdad quería, pero Germán no volvió a aparecer en su vida.

  • Pobre Emanuel. - dijo de pronto Andrea. Ambos estaban en la casa de ella, sentados a la mesa, tomando un café para apañar esa noche tan fría que se cernía sobre la ciudad. - Debe de haber pasado una semana terrible. Todos lo culpaban. - Y era cierto. No encontró en ningún lado a una persona que, en su primera impresión, no lo haya culpado del estado de Alejandro. - Por suerte hasta el propio Ale pudo decir la verdad, aunque todavía no lo vi.

  • Falta menos. - la calmó Germán. - ¿Quieres que te acompañe mañana a ver a Alejandro?

  • Lo harías? - preguntó Andrea con una sonrisa.

  • Por supuesto que sí. ¿Acaso no somos amigos?

  • Cielos! Pensé que Alejandro no te cayó bien.

  • No, todo lo contrario. Me parece un buen chico. Me cayó bien. - y, cuando ella no lo escuchaba, murmuró. - Más de lo que te imaginas.

Germán aguardó un tiempo más, hasta que se hicieron las dos de la mañana. Quedaron en encontrarse al otro día. Así fue como el chico abandonó la casa, se subió a su auto, cuando, yendo por una calle desierta, el teléfono comenzó a sonar. Fue algo tan inesperado que se sobresaltó.

  • ¿Hola?

  • Hola, mi amor. - dijo una voz del otro lado.

La voz era masculina, y no tuvo ninguna duda de quien se trataba.

  • Maximiliano ¿qué demonios quieres? - dijo, de mal modo.

  • Oye - saltó Maxi, ofendido. - Encima que este año te cambias de colegio, me abandonas en el último año que podemos estar juntos, y ni siquiera me dices donde demonios vas a ir a parar.... ¿me tratas así?

  • Escucha, puta. - le contestó de mal modo. - Hoy no estoy de humor para que me chupes la pija. Así que nos veremos en otra ocasión. Así que yo te llamaré.

  • ¿Cuándo?

  • Tal vez mañana, tal vez pasado. No lo sé. Métete un consolador en el culo y déjame en paz ¿quieres?

Y cortó el teléfono.

Maximiliano era un amigo del curso. Quizás la persona más puta que podría existir en la tierra. Y lo peor del caso, es que justo se vino a enamorar de él. ¿Por qué? Si aunque sea fuese un chico lindo, vaya y pase, pero era de tez morocha, bajito y horrible. Jamás en su vida le dio un beso, porque por el solo hecho de pensarlo, se le revolvía el estómago del asco.

Ahora tenía otro objetivo en mente y se llamaba Alejandro Fox.

*

En un primer momento vio todo borroso, sin embargo pronto un rostro muy conocido se le hizo presente delante de él. Como estaba en la litera de arriba, la persona que estaba a su lado, con sólo estar parada llegaba a la altura de su rostro. Con un poco de entusiasmo y alegría reconoció que se trataba de Emanuel.

  • ¿Qué haces aquí? - preguntó Alejandro. - Si Lucas te llega a ver... te mata.

  • Tu hermano salió a dar unas vueltas. - lo calmó Ema, mientras ayudaba a su amigo a bajar de la litera de arriba. - ¿Por qué diablos no duermes abajo? - preguntó. - Si te cuesta mucho subir y bajar.

  • Esta noche le haré el cambio a mi hermano. - dijo Alejandro. - Me prenderé de tus hombros para bajar.

Puso ambas manos sobre el hombro de su amigo, y haciendo toda la fuerza posible lo ayudó a bajarse. Sólo era un simple juego lo que hacía Alejandro, porque sólo a Emanuel le quería dar la sensación de que aún le dolía todo su cuerpo por su golpe, pero no sabía que en realidad se sentía a cada segundo un poco mejor. De todas formas quería hacerlo sentir culpable y, descubrió con alegría, que hacía muy bien su trabajo. El problema fue cuando con un movimiento malhecho, Emanuel perdió el equilibrio. Ambos se tambalearon un poco, nada más que su amigo hizo lo posible para que el herido no se golpee, y se tiró sobre la cama de Lucas, de modo que Alejandro quedó sobre el cuerpo de su amigo, como una pareja de enamorados.

Ambos rostros se miraron, pero no con aire de amistad. Ninguno de los dos sabía como actuar, aunque los dos tenían unas ganas tremendas de hacer el amor allí mismo, nada más que nadie dijo nada, y sólo callaron unos minutos más hasta que por fin Alejandro se desprendió de Emanuel.

  • Voy a bañarme. - dijo, parándose, al mismo momento en el que Ema se sentaba en la cama, mirándolo desconcertado. - Supongo que ya deben de venir a visitarme.

Eligió la ropa, agarró una toalla y dejó a su amante secreto mirando televisión. No se dio cuenta, sino hasta que se desnudó que todo su cuerpo temblaba. Entendió, entonces, que aún no se encontraba seguro de volver a hacerlo con él. Necesitaba tiempo, tanto para que se curen las heridas internas como las externas. El dolor que ese chico le causó no tenía nombre, y eso le recordó que podía averiguar por medio de Ema lo que pasó con su hermano.

Nada más que cuando volvió a entrar en la pieza, estaba completamente llena de personas. Habían tres compañeros de curso: Celeste Jazz, Marcelo Snukia y Amanda Cofer. Luciana Petris, la novia de Emanuel, que se acurrucaba a su lado y miraba a Ale con una sonrisa estúpida. Y en la otra punta de la sala estaba su novia, Andrea, tapando un poco a una persona que miraba hacia la ventana. Cuando giró, descubrió con los ojos bien abiertos que se trataba de Germán. Fue un momento en el que el aire se detuvo, y le costaba respirar. Por la cara de el recién nombrado se le cruzó una sonrisa, algo que no entendió, pero peligraba mucho que ese chico estuviese allí.

Miró de reojo a Emanuel, que le devolvió la mirada tan terrorífica como la que su amigo le daba. Pensar que los dos estaban en el puño de Germán, que eran vulnerables a cada cosa o cada palabra que hacía o decía ese cristiano. Ambos tenían miedo, pero lo mejor era disimularlo.

El tiempo parecía pasar rápido, afortunadamente, porque las risas y la diversión había llevado a todos a olvidarse que dentro de menos de una semana empezaban las horrorosas clases, y todos debían de verse otra vez. Empezar con el estudio y dejar la vagancia de lado, una vez más.

Dos horas después era mediodía, cada cual decidió irse a su casa y en un susurro Ale entendió que Ema le decía que vaya después de comer a la suya, así evitaba problemas con su hermano.

Cuando Lucas llegó a comer, se mostró mucho más sociable que la noche anterior. Ahora se reía y hacía chistes sin sentidos, en cierta forma, volvía a ser el hermano que Alejandro siempre tuvo. Nada más que había un secreto que cernía sobre la mesa y que no dejaba que comiera tranquilo. Pensó que no era conveniente preguntárselo a Emanuel, y sólo torturaría a su hermano con tal de que se lo diga. Nada más que ahora no era el momento.

*

Emanuel estaba en su casa, acostado, después de una rápida comida esperando a que venga su amigo. Como si nunca se lo hubiese dicho, este chico ya tenía sus 21 años, y era terriblemente deprimente ser un repitente de tres años. Lo que pasaba era que en la primaria lo que menos hacía era estudiar, aún impulsado por el reproche de sus padres, no le importaba nada, sólo la televisión y los dibujitos. Al madurar se dio cuenta de que había sido un estúpido. Y era cierto.

En la ciudad solo le quedaban dos amigos: Anthony, un joven de dos años mayor que él, que el año pasado se había recibido de contador y ahora tenía una muy buena ganancia económica. Lo bueno de este cristiano era que decidió quedarse en su ciudad. El otro era Alejandro, si es que después de todo se lo podría llamar amigo. Ellos dos eran lo único que le quedaba, ya que los otros se fueron yendo uno a uno a estudiar a otra ciudad, y las visitas a esos lares se fueron haciendo cada vez más lentas y sólo con uno: Francisco, era al que recordaba como el amigo que siempre había querido, como el mejor de todos.

Volvió a concentrar su mente en Ale, el susto que el desgraciado le hizo pegar, y que tan bueno fue la noche anterior cuando fue a verlo. Sin embargo, lo que pasó hace unas horas era algo que se debía de tener en cuenta. Recordó como los ojos de los dos se cruzaron y parecía que sus labios querían besarse. Pero no, Ema nunca había besado a un hombre, sólo los había penetrado. Excepto en una ocasión que no valía la pena recordarlo.

¿Ahora cómo actuaría? Sería conveniente intentarlo otra vez. Pero, que sentimiento se le cruzaría por la cabeza si volvía a tener sexo con su vecinito? Mejor era esperar a que las cosas fluyeran por si solas. Estaría atento a cada movimiento, a cada señal (conciente o no) que le otorgara Ale, sólo así podría saber si aún quería hacerlo con él o no.

  • Permiso. - dijo Ale, entrando a su pieza.

  • Pasa. - indicó. - Tenemos que hablar con Germán.

  • Lo sé. Aunque qué se le puede decir? "Germán, por las dudas aún recuerdas cuando yo le estaba chupando la verga a Emanuel o ya se te olvidó?" - dijo, sarcásticamente. - No sé que decirle, todo suena estúpido.

  • Buen punto. - opinó Ema. - ¿De qué le hablaríamos?

  • Tengo miedo. Él es muy amigo de Andrea.

Ambos se quedaron en silencio y se dispusieron a ver la televisión. El anfitrión se acostó en la cama, mientras que Ale se sentó en una silla. Siguiendo la jornada, incluyendo comida de por medio, se hizo de noche y la tele ahora adquiría un aire interesante. Empezaron a pasar películas porno y esto hizo que a Ema se le parara. Era imposible tratar de esconder bajo sus jeans ajustados eso que le pasaba, hasta Ale ya lo debía de haber notado, aunque no quiso devolverle la mirada.

Fue entonces, cuando su amigo se levantó de la silla, en la que aún seguía sentado y se acercó a Ema. Su mano derecha fue directamente a su paquete abultado e inició una frotación lenta y hermosa.

  • ¿La quieres, verdad? - le preguntó.

Su amante asintió. Sin embargo, cuando quiso bajarse el cierre de su bragueta, Ale le apartó la mano. Al parecer quería seguir con ese juego y hacer más excitante esa noche. Su boca comenzó a dar besitos en torno a su bulto y, después de un tiempo así, bajó la cremallera y el boxer juntos y saltó a sus manos su verga. Alejandro se la metió en la boca de prepo, y comenzó una mamada salvaje y desesperada. Esto hacía que todo el cuerpo de Ema tiemble, porque era muy grato lo que producía una chupada así.

  • Lo siento. - dijo de pronto, dejando la verga de Ema a un lado. - Pero no puedo hacerlo.

Ale se levantó de la cama y se posó junto a la ventana de la habitación, en el otro extremo de donde se encontraba la cama. El anfitrión, aún sin entender la reacción del chico, guardó su poronga en su lugar y fue hasta donde se encontraba.

Tenía un plan en mente y decidió seducirlo. Apoyó lentamente su bulto contra su trasero, sus dos manos rodearon toda su cintura y atrajo la espalda del chico hacia su pecho.

  • ¿Qué es lo que pasa? - dijo, besando su cuello.

  • Tengo miedo de hacerlo de nuevo y que vuelva a pasar lo mismo que la otra vez.

La respuesta lo dejó helado. Definitivamente era lo que menos esperaba escuchar. Ahora sabía que este chico no basaba todo en sexo, también le importaba un poco la amistad que los unía. Se quedó callado un largo momento, hasta que su amigo volvió a hablar de nuevo.

  • Lo siento, Ema. - agregó, soltándose de los brazos aterrantes que lo sujetaban. - Cuando tú decidas que va a pasar después, volveré a hacer lo mismo. Ahora no.

Y dicho esto, salió de la pieza.

*

Anthony Jislet se encontraba caminando en dirección a su auto. La noche estaba tan fría como la anterior. Salía de su trabajo (que entró como un buen empresario), y ya tenía la decisión de la noche, ir a coger con su novia, Yakelin. Con la ganancia que obtenía de la empresa, ya había podido conseguirse una casa para él solo. Y ese era el lugar en donde Emanuel y él, muchas veces traían a un par de locas y juntos hacían una hermosa orgía.

Yakelin era su novia desde hace ya tres años, y a pesar de todo, no pensaba aún en matrimonio. Quería salir de fiestas, muchas cosas que aún le esperaban antes de llegar a casarse.

Mañana tenía previsto ir a visitar a Alejandro Fox, un amigo de él conocido por medio de Emanuel, que desde que comenzó a trabajar no ve. Y ahora que se enteró de la pelea salvaje pero amistosa entre ambos, y del grave estado en el que se encontraba el primero, aunque ahora haya salido, tenía la suma obligación de ir a verlo.

Caminaba muy tranquilamente en la noche desierta, cuando de pronto se detuvo en seco. Había una trafic blanca, cerca de su auto, con los vidrios polarizados. Fingió no tener miedo y avanzar como un transeúnte normal. Sin embargo, al querer entrar en su auto, dos sujetos bastante robustos, de campera negra y remera del mismo color, con anteojos oscuros, bajaron de la trafic y se dirigieron a él corriendo.

Anthony no sabía que hacer, y no reaccionó en un primer momento. Sólo cuando los dos sujetos le golpearon en la nuca haciendo que se desplome en el piso, supo que tenía que haber entrado corriendo a su auto.

CONTINUARÁ...

Posible publicación de la 2da. Parte: A Mediados de Mes.

Continuación:

  • Germán decide cortar lazos con Maximiliano.

  • Lucas ve al policía y le pide el favor contra Emanuel.

  • La relación de Alejandro y Ema se hace cada vez más potente, pero a la vez se corta más.

  • Llegó la hora de ir a clases.