Secretos y mentiras - Introducción

Leo es un chico extremadamente atractivo que por azares de la vida se ve envuelto en un trabajo que luchará por cambiar, pero no lo será nada fácil.... Drama, mentiras y amor se entremezclan en esta apasionante historia que transcurre en la ciudad de Madrid.

INTRODUCCIÓN

El ruido de la ducha me despertó de un profundo sueño del que parecía no querer salir. Hacía muchos días que no dormía tan bien. Era como si estuviera flotando entre nubes que me acogían y no querían soltarme de ese maravilloso colchón. De repente, sus pasos saliendo de la ducha se hicieron cada vez más cercanos y su voz rompió la paz que me invadía.

-       Te puedes pedir el desayuno y hacer que te lo suban, ya está pagado- dijo mientras se vestía con su impoluto traje de Armani - eso sí, luego tienes que marcharte, como siempre, con absoluta discreción.

“Discreción, discreción, sé perfectamente cómo actuar en mi trabajo, ni tú eres el primero, ni creo que serás el último”- pensé mientras le miraba como se terminaba de vestir.

-       Bien, el sobre con lo acordado te lo he dejado en la mesilla de noche- dijo mientras terminaba de recoger su pequeña maleta- espero verte el próximo mes que vuelvo a la ciudad para una reunión. Por cierto, he de decirte que, sorprendentemente, cada vez me gustas más- dijo mientras se marchaba de la habitación y me picaba el ojo.

Ante su marcha, lo primero que hice fue revisar el sobre a ver si había dicho la verdad, y efectivamente, no solo me había dejado lo acordado, sino que me había dejado propina. Honestamente, aunque es verdad que he tenido algunas malas experiencias, la mayoría de mis clientes siempre se han portado y me han pagado mis servicios con gran generosidad, lo cual es necesario resaltarlo.

Sin más, guardé el dinero en mi bolsa y me di una ducha antes de pedir el desayuno en ese esplendoroso baño de mármol de la suite. Si la cama era una maravilla, la ducha con sus múltiples chorros y gel de baño de Burberry me estaban llevando a un punto de relación indescriptible. Sin embargo, el hambre hizo acto de presencia y decidí salir de la ducha para desayunar un buen manjar, que, de hecho, no tardó en llegar: un zumo de naranja recién exprimido, un buen café con leche, y unas tostadas de aguacate y caviar acompañado de unos crujientes croissants que me terminaron de revivir mientras disfrutaba en la terraza de las espectaculares vistas de la ciudad. “Para que luego digan que el dinero no da la felicidad”, pensé mientras daba los últimos sorbos al café.

Tras desayunar, me vestí en el dormitorio y recogí las posas cosas que llevaba encima para salir del hotel lo más discreto posible, algo que conseguí sin ningún esfuerzo. Al llegar a la calle, me dispuse a buscar un taxi que me llevara a casa para dejar las cosas y para poder afrontar el día. Rápidamente conseguí uno y entré. Mientras encendía el móvil para ver todas las cosas que tenía pendientes, no pude evitar sentirme observado, lo cual se confirmó cuando me di cuenta de que el taxista no dejaba de mirarme descaradamente por el espejo retrovisor. Esta situación me incomodaba un poco, pero a la vez me hacía gracia, por lo que opté por seguir a lo mío.

Ante esto, he de señalar que objetivamente soy un chico muy guapo. No lo digo yo, lo dicen todos los hombres y mujeres con las que me encuentro diariamente (y no es por egocéntrico y narcisista, es por poneros en situación). Además, aunque es verdad que siempre he intentado cuidarme, mi herencia genética ha hecho que sea llamativo por naturaleza a los ojos de la gente: 1,80 de puro músculo y fibra con un cuerpo de piel morena marcado que he ido cuidando y nutriendo con dieta y ejercicio, poco vello difuminado estratégicamente, y una cara que mezcla lo angelical y lo malote, con unas facciones muy marcadas, un pelo castaño cobrizo, una gran sonrisa dentro de unos labios carnosos y unos ojos azules verdosos casi transparentes que son la clave de mi éxito. Por lo que, indudablemente, todo eso en su conjunto hace que, a mis 27 años, las miradas, sin yo quererlo, se posen en mi, siendo una prueba de ello lo que estaba pasando a las 11:00 de la mañana en este taxi que recorría las calles de Madrid.

Finalmente, me dispuse a contestar los mensajes y los emails, mientras seguía notando la mirada espía del taxista. Tras unos 10 minutos, llegué a mi destino, donde le pagué lo correspondiente al conductor por su trabajo. Sin embargo, antes de salir, el taxista se dirigió a mi:

-       Disculpa el atrevimiento, pero ¿qué haces mañana por la noche? Me gustaría invitarte a cenar o lo que tú quieras- dijo el taxista con algo de descaro y picardía.

Al decirme eso, lo miré bien. La verdad es que no estaba nada mal, era un chico que rondaría los 30 y que se le veía bastante atlético, además de ser bastante mono de cara. No obstante, rápidamente volví a la realidad y me di cuenta de que era imposible, así que opté por usar la misma excusa de siempre para no herir la sensibilidad de las personas.

-       Me encantaría, pero tengo pareja y no creo que hacer eso estuviera bien- dije sonriendo y poniendo la cara de niño bueno que me caracterizaba.

-       Buaaah, realmente me lo esperaba. Alguien como tú no puede estar libre ni de coña. Una pena no haber llegado yo antes.

Lo miré con cara de resignación y me bajé del taxi rumbo a mi casa. Cuando abrí la puerta y vi cómo estaba la casa, casi me dan los siete males del universo. Todo estaba tirado, sin recoger y hecho un desastre. “Joder, estos niños cuando se dignaran a recoger”, pensé mientras dejaba las cosas en mi dormitorio. A los niños que me refiero son mis dos sobrinos, Mateo y Gabriel, mellizos de 16 años que en su plena adolescencia no son capaces de ordenar ni de recoger nada teniendo que estar yo siempre detrás de ellos para que hagan algo.

Tras dejar las cosas, cambiarme y airear un poco mi dormitorio, que era lo único limpio de esa casa, me dispuse a ordenar y limpiar todo. ”¡Qué desastres son!”, me repetía mentalmente mientras recogía sus dormitorios y adecentaba toda la casa. Total, que al final, en el cambio de sábanas, limpieza del polvo, lavadoras, etc., se me hicieron las 15:00 de la tarde, y aún quedaban dos horas para que los monstruos de Tasmania llegaran, por lo que me dediqué a cocinar y preparar los tuppers de la semana. Tengo que explicar que, debido a mi irregular horario, cada vez que tengo tiempo me dispongo a preparar cantidades indecentes de comida que almaceno en el congelador y en la nevera para que mis sobrinos cenen decentemente si yo no estoy en casa. De esa forma preparé lentejas, puré, carne en salsa y unos medallones de merluza en salsa verde en tiempo récord, de tal modo que cuando oí el cerrojo de la puerta y varios gritos, ya estaba todo recogido y me encontraba duchado y en pijama en el salón.

-       Cabrón te he dicho que gané yo- gritó Mateo.

-       Joder que no pesado, que gané yo- le contestó Gabriel mientras entraban los dos al salón.

-       Da gusto escucharos chicos, la paz cuando entráis en casa es maravillosa- les dije.

Me miraron y se empezaron a descojonar.

-       Yo no me río, que siempre os estáis peleando y sois muyyyy pesados y gritones.

-       Papi, pero si somos un amor- dijo Mateo con su habitual sorna

-       Si un amor mis cojones. Se puede saber que desastre habéis montado en apenas un día que he estado fuera que me he pegado 5 horas limpiando pedazo de guarros- dije con tono entre enfadado y guasón.

-       Fue Mateo, que es un desastre- apuntó Gabriel.

-       Pero ¡que dices! Si fuiste tú que eres el más cerdo de los dos- le contestó gritando Mateo.

-       BASTA YA. Habéis sido los dos y punto. La próxima vez, os cojo a los dos y no veis la luz del sol en lo que queda de año, ¿me habéis entendido?

Se hizo el silencio

-       ¡¿¿QUÉ SI ME HABÉIS ENTENDIDO??!- les grité

-       Si papá- repitieron al unísono

-       Pues bien, espero que cumpláis porque sino ya sabéis las consecuencias- y ahora a ducharos que oléis a perro muerto y a estudiar que sé que tenéis examen final de literatura pasado mañana- al no moverse, repetí- VENGA, RÁPIDO- dije mientras los dos salían corriendo a sus respectivos dormitorios.

La verdad es que eran un desastre, pero no podía enfadarme de verdad con ellos, los quería (e incluso les mimaba) demasiado.

Bueno, antes de continuar, para que me comprendáis un poco más, os contaré brevemente mi vida y así os pongo en situación de cómo he llegado a mi situación actual. Mi infancia transcurrió sin contratiempos en un barrio obrero de Madrid con mi abuela, mi madre y mi hermana mayor hasta que, por desgracia, al cumplir los 9 años, mi madre falleció de cáncer y mi abuela se tuvo que hacer cargo de nosotros. Yo al ser más pequeño lo llevé mejor, pero mi hermana en plena adolescencia y debido al trauma de la pérdida de mi madre, se metió con malas compañías y acabó enganchada a la droga y fugándose con su novio también drogadicto. El resultado de esta combinación fue un embarazo, el nacimiento de unos mellizos preciosos y la muerte por sobredosis de mi hermana y mi cuñado cuando los niños tenían 15 meses de edad. Ante esta tragedia, los únicos familiares en edad de hacerse cargo de ellos eran mi abuela y los padres de mi cuñado, pero estos últimos se negaban a hacerse cargo de ellos y por ello mi abuela se los trajo a vivir con nosotros.

Después de ese momento, nuestra vida tranquila de dos se volvió una locura con dos niños aprendiendo a caminar y en edad de tener muchas necesidades. Esto supuso, como es evidente, un duro golpe a nuestra economía porque vivíamos a duras penas con la pensión de mi abuela. Ante nuestra inminente ruina, tuve que empezar a trabajar con 14 años en lo que saliera para ayudar en la economía familiar: niñero, paseador de perros, ayudante del quiosquero, panadero, etc.  De hecho, durante años compaginé el instituto con los múltiples trabajos que me iban saliendo, lo cual funcionó hasta que cumplí los 19 años, cuando estando ya en la universidad, mi abuela enfermó de alzhéimer y fue necesario su ingreso en un centro especializado para su cuidado, el cual se quedaba su pensión como cobro. Esto significó, que, a partir de ese momento, mis trabajos eventuales no eran suficientes para mantenernos a mis sobrinos y a mi, por lo que me tocó dejar la universidad y buscar trabajo de jornada completa con un sueldo que me sirviera, lo cual era jodidamente difícil puesto que el alquiler, la comida, el cuidado de los niños que al trabajar no podía dejar solos, etc., era imposible. A esta situación desesperada le sumáis, mi estado físico llamativo, la mala suerte y un hijo de puta cabrón que se cruzó en mi camino, y el resultado del coctel, como ya habréis intuido, es mi entrada en la prostitución como chapero, o finamente dicho, como s cort de lujo para hombres solventes.

Lo cierto es que, aunque mis inicios en este mundo fueron bastante duros, como ya os contaré en un futuro, la verdad es que mi trabajo me ha permitido ingresar a mi abuela en un centro privado bastante bueno, que mis sobrinos estudien en un buen colegio y poder cambiar de piso ya que en el que vivíamos se caía a pedazos. Por lo que hay días que me siento orgulloso de lo que he podido hacer para mejorar la situación de mi familia, pero hay otros días, que me cuesta mirarme al espejo por sentirme extraño por lo que hago. Pero, al final, por ellos, lo sigo haciendo. Es, en definitiva, supervivencia.

-       PAPÁA- gritó Mateo e hizo que me despertara del sofá donde me había quedado dormido.

-       ¿Qué quieres demonio? - le contesté gritando desde el salón.

-       Tu móvil no para de sonar y estamos estudiando- dijo.

Ostias, mi móvil. Me levanté corriendo a cogerlo y justamente empezó a sonar de nuevo.

-       Dígame

-       Hola, Leo (me conocían como Leo en el gremio, pero mi nombre real era Rodrigo), te llamo porque tengo una oferta para ti.

-       Cuenta.

-       Esta noche hay una fiesta privada de gente muy top, y me han pedido que contrate chicos y chicas para que amenicen la velada, tú ya me entiendes…

-       ¿De cuánto estaríamos hablando?

-       A parte de tu tarifa, si consigues engatusar a alguien, que es lo más seguro, solo por servir copas y figurar ahí te llevas 1000 pavos limpitos y legales para ti.

-       ¿Dónde es la fiesta? y ¿cuándo empezaría?

-       La fiesta empieza a las 00:00 y es en un ático por el Retiro, te pilla bien llegar.

-       ¿Gente normal? ¿nada de cosas raras?

-       Cari, me conoces, sabes que yo solo te aviso para cosas de tu perfil, nada de cosas extrañas. Y, por cierto, no hace falta que te arregles, ahí te dan uniforme.

Me lo pensé unos segundos, pero finalmente acepté.

-       Perfecto cariño, eres mi plato estrella. Estate a las 11:30 en la dirección que te mando ahora por wasap. Besitos nene- dijo antes de colgar.

Miré el reloj y eran las 9:15.

-       Niños, vamos a cenar ya, a la cocina en 5 minutos- dije mientras me dirigía a la cocina y calentaba un poco de puré.

Tras la cena que transcurrió entre anécdotas del colegio, los mandé a la cama y les comuniqué (como ya había hecho tantas noches) que tenía trabajo, que me tenía que ir y que debían seguir las directrices de siempre que ya eran mayorcitos. Evidentemente ellos no sabían a lo que me dedicaba y pensaban que era gerente de varias discotecas, lo cual era una buena excusa para mis salidas nocturnas.

Ellos se marcharon a la cama, y yo recogí la cocina para empezar mi ritual: ducha larga, limpieza profunda, retoque del poco vello que tenía, y mucha crema hidratante. Luego, cogí mi pequeña maleta con una muda de ropa limpia, mi kit de limpieza e higiene y por supuesto, condones y lubricantes. Ya todo listo, me puse mi vaquero, unas zapatillas y una camiseta de manga corta con una sudadera fina, puesto que Luis, el encargado de las fiestas, me había dicho que nos daban uniforme. Me miré al espejo antes de salir, me retoqué mi pelo con un toque desenfadado y salí de mi casa dejando a mis sobrinos durmiendo y todo recogido. “A ver cuanto dura”, pensé.

Miré el móvil y ya tenía la dirección. Eran las 23:15, por lo que, aunque podría ir caminando, mejor sería coger un taxi y así llegar puntual y sin sudar. Dicho y hecho, a las 23:25 estaba en la puerta de la dirección que Luis me había mandado, por lo que toqué el timbre y me abrieron desde el ático.

Al entrar en el ático, me quedé sorprendido de lo enorme que era. Eran espacios enormes con pocos muebles estilo moderno colocados estratégicamente y unos grandes ventanales al fondo donde se intuían las luces de la ciudad por la noche. La verdad que era un sueño de piso. Mientras observaba obnubilado la casa, una voz se dirigió a mi:

-       Buenas, ¿eres Leo no? - me preguntó un chico joven

-       Si, soy yo- le respondí

-       Perfecto, yo Marcos, el organizador del evento- mi miró un segundo y añadió- La verdad que Luis se quedó corto al describirte, estás muy pero que muy bien. Bueno, ven, acompáñame por favor- dijo mientras caminaba.

Le seguí y nos dirigimos a un cuarto alejado del salón donde se encontraba otro chico de más o menos mi edad.

-       Bueno, aquí tienes el uniforme de esta noche- me dijo mientras me daba una bolsa con la ropa- Por cierto, este es Jacob, tu compañero de trabajo esta noche.

A primera vista Jacob era un chico que rondaría mi edad y que estaba muy bien físicamente. Alto, moreno, algo de barba, un tatuaje en el brazo izquierdo y una pinta de lo que comúnmente conocemos como “chico de barrio” que le daba su punto la verdad.

-       Encantado- dijo Jacob dándome la mano.

-       Igualmente- le contesté.

-       Bueno chicos, vestiros y salid cuanto antes, os espero fuera- dijo Marcos mientras salía del dormitorio.

Al quedarnos solos, Jacob empezó a fumar y a vestirse.

-       Menuda casa de pijos ¿no? – dijo con un tono un poco macarra que la verdad no me sorprendió.

-       Si, la verdad que es un pisazo- le respondí cordialmente.

-       A saber, lo que nos espera esta noche ¿Sabes quien organiza esto? - me preguntó

-       Pues la verdad que ni idea, me han llamado, pero no me han dicho muchos detalles sobre la fiesta.

-       Espero que no sean vejestorios, porque cada vez me da más asco comerles sus rabos flácidos y tener que besar sus bocas asquerosas- dijo con absoluto asco.

La verdad que me sorprendió su declaración. En los años que llevaba en la “profesión” jamás había tenido ese asco por mis clientes. Es decir, evidentemente muchos de ellos no me gustaban en absoluto, pero nunca me plantee ese odio y asco hacia ellos, lo cual me hizo reflexionar un poco sobre todo lo que he vivido y la suerte que he tenido con los clientes que he tenido.

-       Joder, un poco más pequeño este pantalón y casi no me lo cierro- dijo con mala ostia al abrocharse el pantalón.

La verdad que le quedaba ajustadísimo debido a las grandes piernas que tenía. A mi, en cambio, me quedaba en su justa medida. Al pantalón negro había que añadirle una camiseta blanca básica y unas deportivas blancas, algo que me pareció demasiado casual, pero acaté lo que me habían dicho y me lo puse.

Mientras que parecía que la ropa estaba hecha a medida para mi, a él en cambio le quedaba demasiado embutida.

-       Joder tío, soy una salchicha, me queda apretadísima la ropa- dijo mirándome- y tú estás perfecto cabrón.

-       Que no hombre, son dos estilos distintos, jeje - no pude evitar reírme al verlo.

-       Jajaja, cabronazo, tu ríete si- dijo mientras nos reíamos los dos.

-       Venga chicos, salid- gritó Marcos desde fuera.

-       Bueno es hora de salir, mucho ánimo y suerte esta noche- le dije.

-       Igualmente, brother - me dijo mientras me daba una palmada en la espalda.

Cuando salimos, aún no había llegado nadie, pero Marcos nos dio las instrucciones que debíamos seguir. Teníamos que poner copas (aunque también había camareros para ello), dar vueltas por la sala, ser simpáticos y lo que surgiera vamos. Nada nuevo en el horizonte la verdad.

Cuando ya sabíamos lo que hacer, Jacob no tardó en empezar a beber como un poseso, yo, por el contrario, odiaba beber excesivamente en horas de trabajo. Tras analizarle, me di cuenta de que no estaba contento con su trabajo, y necesitaba estímulos para poder hacerlo, algo visible en su afán de emborracharse y en sus visitas al baño y no precisamente para hacer pis.

De pronto, empezaron a entrar personas, todo hombres, que comenzaron a llenar el vacío salón y a tomar copas animadamente. Empezaba el espectáculo, Jacob, yo y otras chicas, empezamos a beber y a repartir copas con sonrisas a los invitados, los cuales nos miraban con todo tipo de expresiones ya que sabían lo que hacíamos allí.

La noche transcurría y el ambiente se animaba cada vez más. Cuando me giré en un momento, vi a Jacob yendo con un señor de mediana edad trajeado hacia uno de los dormitorios, ya le había surgido su primer cliente. Yo, he de reconocer, que esa noche no estaba receptivo, de hecho, cuando observaba a alguien con intención de acercarse, salía en dirección contraria. No se si ya cobrando por estar ahí me conformaba, pero no estaba dispuesto a aceptar al primero que llegara. En una de estas, opté por salir del salón y dirigirme hacia la terraza más alejada para coger aire y poder centrarme un poco. Empecé a respirar hondo y me senté en un pequeño banco para relajarme, pero las lágrimas brotaron sin sentido y sin motivo ¿qué me estaba pasando?

-       Disculpa, ¿estás bien?

Al girarme vi a quien correspondía la voz. Era un chico como de mi edad, muy alto, debería estar en torno al 1,90, pelo negro corto, barba, muy moreno de piel, ojos verdes y un increíble cuerpazo que se intuía bajo su vestimenta. La verdad que me sorprendió muchísimo la ternura que mostraba en sus palabras y que contrastaba con su aspecto rudo y serio.

-       Si, si, estoy bien. Solo me ha dado un bajón- dije mientras me recomponía y me limpiaba las lágrimas.

-       ¿Quieres un pañuelo? - dijo mientras se acercaba con ellos en la mano.

-       Sí, muchas gracias- dije mientras le cogía el pañuelo y me empezaba a limpiar.

Él sin mediar palabra, se sentó a mi lado, y saco un cigarrillo.

-       ¿Quieres uno? – me dijo

-       No gracias, no fumo.

-       Lo mejor que haces, yo lo estoy dejando, pero me cuesta mucho- reconoció mientras empezaba a fumar- pero mucho, mucho.

-       Bueno, sé que es difícil pero poco a poco lo conseguirás

-       Espero que sea así- me contestó.

Tras su ultima contestación, se hizo el silencio. Yo la verdad que me sentía muy intimidado por él, y no sabía que decirle. Él, por su parte, solo se dedicaba a fumar y a mirar al horizonte, hasta que rompió el hielo.

-       No sé que hago aquí- dijo.

-       Y, ¿eso?

-       No soy muy de este tipo de fiestas privadas y solo acepté porque mi presidente me invitó para celebrar mi contrato en el club. La verdad que estoy muy desubicado con lo que he presenciado ahí dentro.

-       Bueno, felicidades al menos por ti, espero que haya sido un buen contrato.

-      Sí, al menos eso si ha estado muy bien, una cosa buena jajaja.

Al reírse me terminó por descolocarme, tenía una sonrisa tan sexy que me quede obnubilado.

-       Por tu vestimenta intuyo que eres uno de los camareros, ¿no?

No sabía que contestarle, pero opté por decir una media verdad.

-       Sí, lo soy.

-       ¿Has trabajado en más fiestas de este tipo? Lamento la indiscreción, pero es que me he quedado flipando al ver todo lo que hay ahí dentro: drogas, vicio, putas, es increíble la denigración ¿cómo la gente puede actuar de esa forma? No me creía capaz de ver a mis compañeros y jefes actuar así, y encima ver a esas chicas vendiendo su cuerpo por dinero… que asco de verdad.

No podía asimilar lo que estaba escuchando y no sé como no me levanté y me fui tras ver como me estaba humillando al menos indirectamente y sin saberlo, pero no me moví, me quedé allí quieto escuchándole y observando el desprecio que tenía a las que eran como yo.

-       Disculpa la crudeza, pero es que no soporto estas cosas.

-       N…o, tranquilo. Cada uno tiene su opinión. Yo solamente sirvo las copas y ya está, no opino sobre nada- mentí descaradamente y sin saber el porqué.

-       Ya, ya. Tu trabajo es digno, no tienes culpa de lo que hay a tu alrededor. Bueno, en fin, tengo que marcharme, no puedo seguir aquí- dijo mientras tiraba la colilla y se recomponía al levantarse- mucha suerte con lo que te queda y me alegra haberte conocido.

-       Igualmente, y mucha suerte con tu nuevo trabajo- dije.

-       Gracias- dijo con media sonrisa antes de marcharse definitivamente.

No sé que acababa de pasar y por qué me había comportado de esa manera. Jamás me había avergonzado trabajar en lo que lo hacía, pero esta vez ante ese hombre, me había achantado y había mentido sin excusa alguna. Lo cierto es que me había impresionado demasiado sin saber el motivo y ahora no podía dejar de pensar en él y en lo que había pasado. De hecho, en esas estabas cuando Marcos salió a buscarme.

-       Nene, te llevo buscando mucho rato, ¿dónde te habías metido?

-       Lo siento Marcos, estaba cogiendo un poco de aire- le respondí.

-       Bueno, bueno, no pasa nada que ya te he encontrado. Ven, acompáñame, que tengo a alguien muy importante que quiere conocerte- dijo mientras hacia señas para que le siguiera.

Le hice caso y le seguí hasta llegar a una esquina donde se encontraba un señor, de unos cuarenta años, trajeado y apuesto.

-       Os presento, Leo, este es Jorge Zúñiga, entrenador del equipo RM.

-       Encantado- dije mientras le daba cordialmente la mano.

-       Igualmente Leo, estoy encantado de conocerte- dijo con una sonrisa que podría denominar como bastante picante mientras me miraba de arriba abajo.

-       Bueno os dejo, para que os conozcáis- apuntó Marcos mientras se iba.

-       Marcos me ha hablado muy bien de ti- señaló Jorge.

-       ¿Sí? Bueno, seguramente exageraba.

-       No, qué va. Se quedaba corto con lo que me dijo- habló mientras le daba un sorbo a su copa.

Ante su cumplido, lo único que me salió fue una leve sonrisa de agradecimiento.

-       Mira, no me gusta perder el tiempo, así que voy a ir al grano. Físicamente me encantas y me gustaría pasar contigo un buen rato ahora. Es más, estoy dispuesto a pagarte la cantidad que sea- dijo.

Me quede un poco bloqueado ante su petición. Por un lado, quería llorar y salir de ahí corriendo, pero, por otro lado, Jorge era una oportunidad maravillosa para conseguir un buen dinero que me vendría venial. Al final, decidí aceptar.

-       Perfecto Leo, ¿cuánto me cobras por un rato contigo? - dijo mientras se acercaba más a mi.

-       ¿3000€ te parece correcto?

-       Me parece más que correctísimo.

-       De acuerdo, acompáñame a mi habitación- le dije mientras le dirigía a la habitación donde tenía todas mis pertenencias.

Una vez en la habitación, no me dio tiempo a preguntarle nada porque rápidamente se abalanzó sobre mi, y empezó a besarme con lengua apasionadamente, sin darme tregua ni a respirar casi. Me tenia contra la pared mientras me besaba y me tocada por todos lados.

-       Dios, llevaba esperando este momento desde que te vi al entrar, estas buenísimo- me dijo mientras cogía aire para seguir besándome y comiéndome el cuello ansiosamente.

Tras ver que no me soltaba, decidí tomar las riendas y lo empujé contra la cama. Hizo amago de levantarse, y lo frené.

-       Quieto ahí, se puede mirar, pero no tocar. Ahora mando yo- dije con un tono bastante morboso.

Mientras el se quedó quieto en la cama, yo me fui desnudando muy lentamente. Primero la camiseta, para que observara bien mi torso muy definido, y luego las zapatillas, y los pantalones quedándome con unos slips blancos cortos de Calvin Klein, que, por su expresión, le encantaron vérmelos puestos. Después de quedarme en slips, me senté sobre de él en la cama posando mi culo contra su ya abultado paquete moviéndome lentamente.

-       Uff nene, como sigas moviéndote así me voy a correr…

-       Te queda aún por ver y disfrutar.

Tras mis palabras me abalancé sobre de él y le empecé a besar como vi que le gustaba, apasionadamente con mucha lengua y saliva, mientras el solo podía gemir y tocarme desesperadamente. Luego fui bajando por su cuerpo con mi lengua mientras le miraba con cara de mucho vicio, primero, le quité la camisa lentamente y luego fui pasando mi lengua por sus pezones, por toda su barriga hasta llegar al regalo estrella.

Lentamente le pasé mi lengua sobre el paquete, y luego, le desabroché el pantalón para sacar su rabo con la boca. “Joder, no está nada mal”, pensé al ver su rabo gordo con unos 18 cm bien llevados. Inmediatamente, sin esperar a nada, me lo metí de una vez en la boca.

-       Oooostiaaas- gritó.

Su gemido debió oírse en todo el edificio, pero no hizo que me frenara. Con un buen ritmo y mi practica de garganta profunda, empecé a darle mamadas profundas que, por sus gemidos, le estaban volviendo loco. Para atrasar un poco más su corrida, rebajé el ritmo, y le empecé a comer lentamente el capullo pasando mi lengua por la base y el frenillo, lo cual le gustaba mucho más por lo visto

-       Nene, por favor, para, me estas dejando kao ya- suplicaba Jorge

Al ver su estado, decidí rematarlo finalmente, y volver a mis mamadas profundas, pero mucho más rápidas, de tal manera que me nariz llegaba a su pubis en cada una de las metidas.

-       JOOOODER, qué cabrón eres, que bien lo haces- gemía.

En ese plan continúe 5 minutos más hasta que con grandes gemidos y espasmos anunció que se corría

-       Me corrroooo- gritó mientras me inundaba la cara de leche espesa y abundante.

Tras un minuto de recuperación, fui al lavabo a lavarme la cara, al regresar, Jorge seguía exhausto en la cama con su pene ya flácido encima de su estómago.

-       Tío, ha sido la mejor mamada que me han hecho en toda mi puta vida. IN-CRE-Í-BLE- atinó a decir.

-       Gracias por el cumplido- le dije con mi sonrisa pícara de satisfacción- Si quieres, podemos continuar cuando te recuperes.

-       Nene, sería lo que más quisiera en este mundo después de este pedazo de mamadote, pero no puedo, me tengo que ir ya porque tengo responsabilidades que no pueden esperar más.

-       Ah bueno, no pasa nada. Yo era porque como querías pasar un buen rato…

-       Nene, con lo que acabas de hacer con esa boca, ya tienes el cielo ganado y yo no me puedo ir más contento- dijo mientras se levantaba y se empezaba a vestir.

Una vez que se había vestido, sacó unos billetes de su chaqueta y me los dio. Por encima, se veía que era más de lo que habíamos acordado.

-       Perdona Jorge, pero me has dado más de lo que te había pedido.

-       Lo sé Leo, pero sinceramente, te lo has ganado y realmente es el dinero mejor invertido en mucho tiempo- dijo mientras se acercaba y se despedía con un tierno beso- espero volver a coincidir contigo, porque me has encantado.

-       Muchas gracias- dije sonrojado.

A continuación, se volvió a despedir y se fue. Por puro instinto, conté lo que me había dejado. Aluciné, el tío me había pagado el doble, unos 6000 euros, únicamente por un rato de sexo oral. La verdad que el negocio había salido más que redondo, por lo que decidí que ya era hora de irme a casa. Me duché rápidamente, me vestí, cogí mis cosas y busqué a Marcos para despedirme.

Al llegar al salón, lo que vi, me dejó impresionado: Jacob estaba en medio de dos tíos en un sofá siendo penetrado anal y bucalmente con extrema crudeza mientras alrededor pasaban escenas similares. Su rostro, estaba totalmente ido por las grandes cantidades de alcohol y cocaína que llevaba encima. “Qué pena”, pensé.  Sin más, opté por mirar hacia otro lado y salir de ahí cuanto antes, ya contactaría con Marcos a través de Luis al día siguiente porque no podía seguir siendo testigo de todo eso.

Al salir por la puerta, el aire fresco de la noche impactó en mi cara, lo cual agradecí para refrescarme las ideas. Por ello, opté por volver a casa caminando porque me vendría bien para relajarme e intentar olvidar la escena que acababa de presenciar. A medida que avanzaba por las calles en la madrugada de Madrid, reflexionada continuamente sobre lo que había sido mi vida, las palabras del desconocido, la escena de Jacob… y lo que sacaba en claro era que debía buscar pronto una salida a todo esto porque cada vez mis dudas se hacían mayores y la ansiedad empezaba a crecer en mi. Llevaba años ya en este mundo y ya debía salir de él, o al menos, eso creía en ese momento...

CONTINUARÁ…

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Muchas gracias de antemano por leer mi relato. Espero que os guste y por favor, escribidme sobre qué os ha parecido y si queréis aportar sugerencias a mi correo: escritor.principiante95@gmail.com

Si queréis que la serie continúe, por favor decídmelo. Es un relato inicial que no se si continuar o ya dejarlo cerrado. Espero vuestras opiniones y deseos.

Saludos a todos mis lectores.