Secretos I
Me cubrí con la sábana y cerré los ojos. Estaba quedándome dormido cuando sentí su mano en mi cintura, en el elástico de mi short. Fingí que dormía. Acarició mis piernas. Mi culo. Mi corazón me comenzó a latir a mil por hora. Me recosté bocabajo para ayudarle. Sentí su mano helada meterse por debajo de mi short, pasaba sus dedos por el medio de mis nalgas.
La historia está narrada por tres personajes distintos, me aseguraré de poner el nombre de quien narra al inicio de cada capítulo. Probablemente en ocasiones solo suba la versión de uno y no de los tres, pero como es la primera vez, quiero que los conozcan.
Marc
Recuerdo que estaba lloviendo ese día. Parecía que el cielo iba a caerse a pedazos. Eran casi las diez de la noche. Estaba en el café en el que trabajaba. Me había quedado encerrado ahí, no podía salir y nadie podía entrar a donde yo estaba. Maldecía la hora en la que había decidido que comprar un auto propio era una pérdida de dinero cuando podías pagar Uber y prácticamente tener chofer.
Había una pareja en la misma situación que yo. Parecían nerviosos, cosa que aseguré cuando me aseguraron que en cuanto se bajara la lluvia podrían irse a sus casas, les respondí que no tenía problema, de igual modo no podía irme, no servía de nada cerrar.
Aproveché el wifi del café y me dispuse a terminar la temporada de Modern Family que había dejado pendiente. Honestamente, la lluvia no parecía tener fin y esos chicos estaban igual de atorados que yo. Transmití la serie a las pantallas del café y la miré atento.
Terminé dos episodios, incluso los chicos los habían visto conmigo. Se reían al mismo tiempo que yo y eso me causaba aún más gracia.
Cuando acabó el último episodio, uno de ellos se levantó de su mesa y caminó hasta donde yo estaba.
—Hola. Soy Alec, le comentaba a mi amigo que si quieres te podemos dar un aventón a tu casa, ya no está lloviendo tan fuerte —miré a su amigo, estaba sonriendo también. Levantó un pulgar para que me animara. Miré la hora en mi reloj, ya eran pasadas de las once. No vivía muy lejos de ahí y ambos parecían amables.
—¿Seguro? No tienen que hacerlo.
—Lo sé, pero nos dejaste quedarnos aquí y pudiste haberte ido cuando comenzó la lluvia. ¿Vienes o no? —No parecía que tenía intención de insistir mucho, así que mejor acepté. Apagué lo que debía apagar y cerré las puertas como cada noche.
—Soy Daniel —dijo el otro—, ¿cómo te llamas?
—Marc, ¿no sabes leer? —respondió Alec señalando el nombre en mi playera. Yo asentí sonriendo.
—Mucho gusto —dije entre risas—, ¿viven muy lejos?
—Algo, pero estamos acostumbrados —Daniel me pidió mi dirección para ponerla en su celular, segundos después la camioneta empezó a indicarle a Alec por dónde debía dirigirse. Me sentía cómodo con ambos, decían cosas graciosas y no parecían criminales.
Daniel era bajito, cabello castaño, blanco, casi transparente y con un montón de pecas. Tenía rasgos muy aniñados, no debía tener más de 25 años. Alec, por el contrario, debía rondar los 25 o más. Era alto, moreno y con una actitud sarcástica. Era guapo. Medía un poco más que yo y se notaba que hacía ejercicio.
Llegamos a mi edificio, vivía solo. Noté que la lluvia había empeorado de camino a mi casa, así que hice lo que tenía que hacer.
—¿Quieren esperar aquí? —Tenía que alzar la voz para que me escucharan una vez me bajé. Alec negó sonriendo.
—No es mala idea, está lloviendo mucho —comentó Daniel. Su amigo lo miró poniendo los ojos en blanco y apagó la camioneta.
Me encaminé a la entrada del edificio, saludé al portero y los tres nos adentramos en el elevador. Subimos hasta el cuarto piso y luego caminamos por un pasillo hasta el final. Abrí la puerta de mi departamento y entramos.
Me quité la camiseta negra del café que llevaba puesta y me quedé con la playera blanca que llevaba debajo. Me saqué los tenis y fui por toallas. Les arrojé una y yo me sequé con la otra.
—Pensándolo bien, esto es muy raro —dijo Daniel. Se veía incómodo.
—¿Tú crees? —recriminó su amigo.
—No soy un asesino serial y casi podría asegurar que ustedes tampoco—dije intentando calmarlos—. Igual pueden marcharse si gustan —me senté en un sofá.
—Tu departamento es bastante grande como para que trabajes en un café —dijo Alec caminando por todas partes.
—Eso tiene una explicación muy sencilla —aseguré—. ¿Quieren algo de tomar? Tengo cerveza, agua, café y té chai.
—Cerveza está bien —respondió Alec.
Alec era más divertido de lo que parecía, al principio sentí que se mofaba mucho de Daniel, pero este último no se quejaba y se divertía con lo que decía su amigo. La estábamos pasando muy bien los tres. Ignorábamos por completo el hecho de que nos habíamos conocido horas antes en el café. Seguimos viendo Modern Family en la sala de mi casa. Yo estaba muy cansado, había estado trabajando desde muy temprano, pero no podía dormirme con dos extraños en casa. Mientras mis invitados tomaban cerveza, yo opté por un café bien cargado.
Daniel fue el primero en caer dormido. Su amigo comenzó a hacer bromas al respecto. Le hizo cosquillas en las costillas, pero Daniel no movía ni un dedo. Nos encogimos de hombros. Alec lo acomodó en el sofá y luego fue hasta el sillón donde yo estaba. Se sentó junto a mí y me ofreció de su cerveza. Negué con la cabeza y luego sonreí.
—Desde que llegué al café no pude dejar de verte —dijo—, me encanta tu cabello y como se te marcan las mejillas—Yo era pelirrojo, siempre recibía comentarios al respecto, a veces buenos, a veces malos—. Me alegra que hayas aceptado que te trajéramos. No quiero molestarte más, ya es tarde. Despertaré a Daniel para irnos, ya no está lloviendo.
—No tengo ningún problema —dije sonriendo—, me preocupa dormir y que al despertar hayan desaparecido todas mis pertenencias —cuando terminé de decir eso soltó una carcajada.
—¿Cómo puedo hacerte confiar? —preguntó.
—Ni idea, tendré que correr el riesgo.
—No, ya sé —se puso de pie, sacó su cartera y me dio su licencia de conducir. Lo miré confundido —. Tómale una foto y envíasela a tu mejor amigo.
—No es necesario.
—Me sentiría más tranquilo si lo haces —agregó.
Saqué mi celular del bolsillo de mi pantalón y tomé una foto a la licencia. Se la envié a Roberto y a Leo, mis mejores amigos. Luego les explico. Agregué en el mensaje. Alec sonrió y puso una mano sobre mi pierna.
—Alec —dijo Daniel, los dos volteamos a verlo. Seguía dormido. Estaba buscando a Alec con la mano que tenía en el suelo.
—¿Quieres dormir? —le pregunté.
Asintió y me tomó de la mano. Nos levantamos del sofá y lo llevé hasta mi habitación. Me quité los calcetines y la playera. Él hizo lo mismo. En realidad, tenía pensado ponerme otra cosa encima, pero ahora sabía que había dado el mensaje equivocado.
—¿Puedo? —dijo sujetando su pantalón. Asentí y me quité el mío también. Nos subimos a la cama y comenzamos a besarnos. Me recosté bocarriba y él puso sus piernas alrededor de mis caderas. Se sentó y me besó otra vez. Puso sus manos sobre mi cuello y su lengua rebuscaba la mía. La asfixia no era mi cosa favorita, pero Alec nunca presionó con fuerza.
—Tengo la curiosidad—dijo entre risas. Sabía a lo que se refería. Desde que había iniciado mi vida sexual, los chicos siempre querían comprobar si mi vello púbico era pelirrojo también. Me bajé el bóxer que llevaba puesto. Mi polla saltó de golpe y él sonrió —, bueno, ahora ya puedo dormir tranquilo.
Se agachó lentamente. Me mordisqueó los pezones y los ensalivó. Sentía sus manos recorrer mi cuerpo. Comenzamos a gemir. Más cuando bajó lentamente su lengua hasta mi abdomen. Mordió mi barriga y luego bajó hasta mi polla. La metió entera en su boca y yo solté un gemido que pareció un grito. Tenía semanas sin follar con nadie. Alec parecía experto. Sentí el calor en mis piernas.
Lo tomé de la cintura y lo moví de ahí. Me di la vuelta y le saqué el calzoncillo blanco que llevaba. Metí su polla en mi boca y comenzamos a lamer al mismo tiempo. Siempre me daba mucho morbo hacer el 69. Ambos gemíamos. El olor a sexo empezaba a invadir toda la habitación.
—¿Quieres follarme? —preguntó. Estiré la mano a la mesita que estaba junto a mi cama y saqué un condón de una cajita negra. Me lo quitó de la mano y siguió chupando. Lamió mis bolas un poco más y luego volvió a mi boca. Nos besamos más.
Abrió el condón y me lo puso.
Me levanté de la cama, lo recosté en ella con las piernas en el suelo y me agaché para lamerle el culo. Empujé sus piernas con mis pies para que las abriera más. Llené la entrada de su culo de saliva. Mordí sus nalgas y metí un dedo lentamente. Alec se retorcía. No sabía si Daniel podía escucharnos en la sala, pero poco me importaba.
—¿Listo? —pregunté jadeando. Escupí en mi mano y me masturbé un poco para mojar el condón. Puse el glande en la entrada de su ano y fui empujando poco a poco. Alec se aferró a las sábanas y mordió el colchón. Agaché mi boca hasta su espalda y la besé. Metí y saqué mi polla de su ano. Parecía que ya no le dolía.
Le pedí que se diera la vuelta. Colocó sus piernas sobre mis hombros, me miró sonriendo y me pidió que lo follara. Lo hice con más fuerza. Agarré su polla con mi mano y comencé a masturbarlo.
—Qué rico —decía. Nos subimos a la cama y se puso en cuatro. Le metí la polla de un solo tiro y este soltó un grito ahogado. Seguí masturbándolo. Miramos a la puerta y vimos a Daniel ahí. Tenía la polla de fuera y se estaba masturbando mientras nos veía.
Me asusté de repente, pero Alec no se mostró molesto con ello, así que seguí. Daniel se encaminó hasta nosotros y puso su polla en la boca de Alec. Este último no dudó un segundo y comenzó a hacerle un oral.
Después de un rato me pidió que cambiáramos. Me saqué el condón y le entregué uno nuevo a Daniel. Comenzó a follarlo y yo metí mi polla en su boca. Alec seguía masturbándose. Dijo que estaba a punto de venirse y nosotros comenzamos un vaivén más rápido.
Tres gemidos sonaron al mismo tiempo. Alec soltó todo en mi cama. Daniel dentro de Alec, y yo en su boca. Fui al baño rápido y le traje a Alec una toalla limpia. Se aseó y luego nos encaminamos al baño los tres. Nos duchamos mientras decíamos bromas.
Volvimos a mi cama. Quité las sábanas sucias y ambos me ayudaron a poner unas nuevas.
—¿Aún quieres que duerma contigo? —preguntó Alec. Asentí y besé a ambos antes de acostarnos.
Roberto
Había estado todo el día en casa de mi tío Damián. No me agradaba mucho la idea, pero siempre había sido muy amable conmigo. Le estaba ayudando a mudarse. Había estado casado con una hermana de papá, pero había fallecido meses atrás. No vivía en la misma ciudad que nosotros, pero tomó la decisión de mudarse para estar cerca de nosotros. Al final, con mi tía viva o no, el tío Damián era parte de nuestra familia.
Ninguno de mis hermanos quiso ayudarle, así que yo me ofrecí para que no tuviera que hacerlo solo. Trabajaba en el café de Marc, le había pedido que me diera el día para poder ayudarle a mi tío.
Al anochecer, no teníamos otra opción más que seguir desempacando. Había una tormenta horrible, los árboles estaban como locos y odiaba cuando el clima se ponía así. Algunas calles se inundaban y al día siguiente el clima estaba muy húmedo.
Le ayudé a desempacar unas cajas de la cocina. Me había enfocado en ello porque moría de hambre y quería poder cenar al menos las sopas instantáneas que habíamos comprado.
—Rob, ¿puedes ayudarme? —estaba moviendo un mueble donde iba a colocar el televisor. Se veía pesado. Me acerqué rápido hasta allá y le ayudé a empujarlo. Pusimos la televisión encima y nos dispusimos a poner los cables donde debían enchufarse.
—Odio las mudanzas —dije sin pensarlo.
—Lo siento —comentó apenado.
—No, no me molesta ayudarte, pienso que debe ser horrible tener que mudarte— hice una pausa incómoda—. Muero de hambre. ¿Podemos dejar el resto para mañana? Supongo que pasaré la noche aquí —dije asomándome por la ventana.
Nos encaminamos a la cocina. Llené las sopas con agua y las metí dentro del microondas. Él caminó hasta su habitación y dejó unas cajas ahí. Me quedé mirando cómo las sopas giraban en el plato dentro del horno. Mi tío volvió sin camisa. Nunca lo había visto de otra manera que no fuera como mi tío, pero en ese momento sentí un espasmo en el estómago. Llevaba otra playera en la mano, se la puso y caminó hasta donde yo estaba.
Era bastante atractivo, de repente me cruzó la loca idea de fantasear con él y me apresuré a detenerme. No es que no me gustara la idea, pero comencé a sentirme incómodo y no quería eso.
—Estaba toda sudada la camisa —dijo explicando. Le entregué una sopa y agarré la otra para mí. El comedor aún no llegaba, así que nos sentamos frente al televisor a comer. La lluvia no cesaba y cuando lo hacía, era solo para regresar con más fuerza. Mi celular comenzó a vibrar y yo lo tomé para ver quién era.
Era un mensaje de Marc. Nos había enviado una foto de un tal Alec a mí y a Leo, era una licencia de conducir. Supuse que iba a contratar a alguien nuevo para el café. Me alegró que fuera guapo. Luego les explico. Puso en el mensaje. Quizás quería reducir las horas que pasaba ahí y había pensado en contratar nuevo personal.
—¿Es tu novio? —preguntó mi tío. Nadie en mi familia hablaba abiertamente de eso salvo mis hermanos y mi tío y su esposa. Me sobresalté y solté una carcajada.
—No, es mi amigo, Marc.
—¿El dueño del café donde trabajas?
—Ese mismo. Me envió una foto de un tipo. Quizás vaya a contratarlo o se lo está follando.
—¿Qué prefieres? —mis hermanos y mis tíos aseguraban que Marc y yo teníamos una aventura, pero siempre pensaban eso de nosotros tres, Marc, Leo y yo.
—Pues, si hay más personal es menos trabajo, pero si Marc folla tiene mejor humor, así que cualquiera de las dos está bien.
Mi tío no hizo muchos comentarios, se limitó a preguntarme cómo nos iba en el café y qué hacíamos para divertirnos. Algo que me gustaba de mis tíos, es que eran relativamente jóvenes, mi tía había fallecido a los 33 y mi tío Damián tenía 36. Diez años de diferencia no era mucho.
—¿Cómo te sientes? —le pregunté. Ya habían pasado varios meses, pero pensé que quizás necesitaba hablar de ello.
—Bien. Ya estaba muy enferma, quizás era lo mejor. Hicimos lo que pudimos todos. Hubiera estado genial tener hijos, pero esto es todo lo que hay.
—Igual puedes regañarme a mí y darme dinero —dije bromeando. Él soltó una carcajada. Después de verlo sin camisa, sentía que todo lo que hablábamos podía malinterpretarse, y ya no sabía si me agradaba la idea o no.
—Gracias por ayudarme, Rob. Me está costando mucho trabajo. Pero espero podamos terminar con todo mañana para ya no tener que seguir abriendo cajas.
—Me lo cobraré cuando haya algún concierto bueno — moví las cejas de forma burlesca.
—Muero de sueño. Dormiré aquí en el sofá, tú puedes dormir en la habitación —dijo levantándose del suelo. Tiró la basura en un cesto en la cocina y luego caminó hasta su habitación por una almohada y una sábana.
—Yo puedo dormir aquí si quieres. Tú eres más alto y debe ser incómodo, además estoy joven y tú no —le di un codazo en las costillas una vez me levanté.
—Aguanto más que tú —dijo tomándome de la cintura. Quise zafarme, pero no pude. Me levantó con sin problema alguno y me arrastró hasta la habitación. Forcejeamos un poco más hasta que me arrojó en la cama —, ¿ves?
—Tú ganas —dije agitado—, igual puedes dormir aquí conmigo, yo no tengo problema—casi sentí cómo se me formaba una erección, aunque supongo que mi comentario no sonaba mal, era mi tío y me había visto graduarme de la prepa y la universidad. Me parecía buen plan. Aceptó encogiéndose de hombros. Yo me levanté de la cama y me saqué los tenis. Busqué mi mochila en la sala de estar y saqué un short extra que llevaba. Fui a la ducha y me bañé rápido. Había estado ayudándole a mi tío todo el día, supuse que no tenía muy buen olor.
Después de mí, mi tío se dispuso a ducharse. Yo me senté en la cama mientras me secaba por completo. Miré la camisa de mi tío en el suelo. Era más grande que las mías, y era obvio, era mucho más corpulento que yo. Era la camisa que se había quitado anteriormente. La tomé y comencé a olerla. El sudor se había mezclado con la colonia que usaba. La dejé en el suelo cuando escuché que cerraba el grifo.
—¿Ya le avisaste a Leo? —preguntó. Leo era mi compañero de piso y mi mejor amigo, igual que Marc. Siempre nos avisábamos dónde estábamos por si algún día nos pasaba algo. Respondí que no y le envié un mensaje.
Me acosté en la cama y mi tío se acostó junto a mí. Yo no llevaba otra camisa. Salvo la del uniforme. Me había quedado semidesnudo por necesidad, a diferencia de mi tío, que se quedó en slips a propósito.
Me cubrí con la sábana y cerré los ojos. Estaba quedándome dormido cuando sentí su mano en mi cintura, en el elástico de mi short. Fingí que dormía. Acarició mis piernas. Mi culo. Mi corazón me comenzó a latir a mil por hora. Me recosté bocabajo para ayudarle. Sentí su mano helada meterse por debajo de mi short, pasaba sus dedos por el medio de mis nalgas.
Sentí cómo bajaba lentamente mi short. Logró sacármelo sin que yo tuviera que moverme mucho. Se acercó a mí y sentí su polla húmeda rozándome la pierna. Puso sus labios en mi oído y susurró.
—Dime que no estás dormido, por favor —sonreí y levanté mis nalgas como respuesta. No se preocupó por prepararme mucho. Se subió sobre mí. Puso lubricante en mi culo, en su polla y la metió dentro de mí fuertemente. Solté un grito y él siguió dándome duro. Sentía cómo me partía en dos. Juntó su pecho junto a mi espalda y me mordía la oreja izquierda.
—Me duele —le dije entre quejidos.
—¿Quieres que pare? —preguntó.
—No.
Se recostó bocarriba recargando su espalda en la cabecera de la cama. Me subí sobre él y comencé a meter y sacar su polla dentro de mí. Él estaba como loco. Me mordía todo. Ponía su mano sobre mi cara y metía sus dedos en mi boca. Me recostó bocabajo y puso mis piernas sobre sus hombros. Acercó su boca a la mía y me escupió. Nunca había tenido ese tipo de sexo, pero el morbo me tenía como loco.
—Me encantas, Rob. Gracias por venir. ¿Te gusta?
—Me encanta —respondí.
Comencé a masturbarme. Le pedí que pusiera sus manos en mi cuello. Había hablado de eso con mis amigos, y Marc y Leo no eran partidarios de ello, pero a mí me encantaba. Mientras me penetraba, sentía cómo presionaba sus manos y me escupía.
Sabía que mi tío iba a venirse en cualquier momento. Estaba jadeando como loco. Me vine y cayó todo sobre mi pecho. Él me agarró con fuerza las muñecas de mis brazos y siguió penetrándome. Comenzó a darme más duro. Me daba nalgadas cada que podía.
Con sus dedos, recogía el semen sobre mi pecho, lo ponía en su lengua y luego nos besábamos. De algo podía estar seguro, yo no era el primer hombre con el que mi tío se acostaba.
De repente sentí cómo se corría dentro de mí. Sacó su polla de mi culo y sentí algo que no me esperaba.
—¿No te pusiste condón? —pregunté alarmado.
—No tenía —dijo jadeando.
Sentía cómo su semen salía dentro de mí. Quise levantarme a ducharme, pero no me dejó. Me pidió que me quedara con él.
—Te aseguro que no estoy enfermo. Donaba sangre cada cierto mes. Todo está bien. Confía en mí.
—Está bien, es que me asusté.
—Lo entiendo. Ven, acércate a mí.
—Estoy todo sucio.
—No me importa. Anda, déjame abrazarte.
Me acerqué a él dándole la espalda. Él me rodeó con su brazo y volvió a meter su polla dentro de mí.
—Quiero dormirme así —dijo besándome la espalda. Sentí cómo se movía lentamente adentro y afuera. Me gustó.
Leo
Había rentado unas películas para verlas con Eric, no teníamos nada que hacer y la tormenta no nos dejaba salir. Llegué a su casa justo antes de que empezara a ponerse más feo el clima. Dejé la pizza en la mesa y caminé hasta la habitación. Eric se estaba bañando. Me desvestí y me puse ropa cómoda para estar en casa. Tenía bastante ropa mía en su casa.
Se estaba demorando más de lo normal. Me recosté en la cama y esperé. Miré el closet abierto, empujé la puerta para cerrarla, pero no cedió, había algo ahí que obstruía. Me levanté para acomodar lo que sea que estuviera ahí y miré una maleta que no había visto antes. La saqué y la abrí. Quizás no debí. Me quedé con la boca abierta. Dentro había pelucas, maquillaje y un montón de cosas que no sabía si eran de Eric o su hermana.
Salió del baño y antes de que pudiera regresar la maleta a su lugar, Eric ya estaba ahí conmigo. Nos miramos al mismo tiempo. Su piel blanca se puso roja y los ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.
—Eric.
—Leo, iba a decírtelo, pero… pensé… no sé. ¿Estás enojado? Lo siento.
—¿Todo esto es tuyo?
—Sí.
—¿Desde cuándo?
—Varios meses. Lo siento. Me gusta mucho… me da miedo que lo tomes a mal, y no quieras seguir conmigo, así que lo mantengo en secreto. Mierda —se sentó en la orilla de la cama y se puso las manos en la cara—. Leo, di algo.
—¿Qué mierdas quieres que te diga, Eric? Esto lo cambia todo—dije casi asustado.
—No cambia nada, sigo siendo el mismo. Mierda, siento como si tuviera que salir del closet nuevamente con mis padres. Pensé que tú entenderías —sentí un balde de agua fría caerme encima, me sentí el peor novio del mundo.
—Eric, perdón —me senté junto a él y le abracé por la cintura. Le di un beso en la mejilla y le pedí perdón mil veces más—. No sé por qué dije eso, mejor dime, cuéntame qué pasa. ¿Qué es todo esto?
—Sé que tú y tus amigos, Marc y Rob, son muy heteronormados y piensan que “no por ser gay blablablá”, pero yo no pienso así— hizo una pausa—, y si te está cruzando por la cabeza, me gusta ser hombre, me gusta mi polla, me gusta la tuya y me gusta el pronombre “él”.
—Ajá.
—Pero a veces… me gusta sentirme otra persona… la parte femenina dentro de mí. ¿Sabes?
—Entonces, te gusta el drag, ¿no?
—Podría ser. No sé cómo llamarle porque no tengo mucho tiempo haciéndolo, pero cuando lo hago, me gusta mucho, me siento más seguro… o segura. ¿Has oído del gender fluid ?
—Cuando te identificas con ambos géneros o algo así, ¿no?
—Sí, algo así. Pues no me siento a gusto expresándome solo con lo que la sociedad dice que debe hacer un “hombre”. ¿Entiendes? —asentí—, eso es todo. Si te preocupa mi pene, ahí va a seguir. Pero, si quieres terminar conmigo, lo entiendo.
—Eric, no, lo siento, de verdad, no debí reaccionar así. Me alegra que estés más dispuesto a terminar contigo que a dejar de hacer algo que te gusta mucho. No sé cómo sentirme, es todo, pero te apoyo, siempre. ¿Entendiste?
—¿Y Marc y Rob?
—Marc no me preocupa, él entiende que hay más letras además de la G en la comunidad. Rob es un poco más…
—Lo sé. No tenemos que decirle nada a nadie si no quieres.
—¿Quieres que tu álter ego femenino se quede en la habitación? —pregunté curioso de verdad.
—Mientras lo entiendes…
—¿Puedo verte? —sonreí. Eric sonrió de oreja a oreja y me dio un beso.
A diferencia de mis amigos, nunca había estado con una mujer. Nunca tuve una novia falsa que me sirviera de cortina para ocultar mi homosexualidad. Cuando salí de la casa de mis papás y pude ser gay libremente, me quedé con los hombres y ya. No me había planteado esta situación. Eric me encantaba, físicamente me resultaba hermoso, y tenía un corazón que pocos tienen. Además, era increíble en la cama.
Me fui a la otra habitación, me recosté en un sofá cama que teníamos ahí. Me había llevado la pizza para esperar a Eric mientras terminaba de alistarse. Encendí la televisión y me puse a revisar mis redes sociales. Tenía un mensaje que nos había enviado Marc a mí y a Rob, no entendí por qué nos enviaba la licencia de conducir de un tipo, pero supuse que estaban follando.
Rob me envió un mensaje de texto para decirme que no llegaría a dormir, compartíamos piso, me gustaba saber que estaba bien.
No podía concentrarme. Lo único que me cruzaba por la cabeza era ver a mi novio vestido de mujer. Entré a su Instagram. Miré todas sus fotos, salía con él en muchas de ellas. Llegué a las fotos del octubre pasado y recordé que habíamos usado pelucas para disfrazarnos. Claro que Halloween era una cosa. Quizás ahí se había dado cuenta de que le gustaba más que a nosotros.
Me senté en el sofá. Leí sobre el género fluido. Estaba muy nervioso. Eric tenía el cabello muy oscuro y la piel clara, ojos grandes color miel, y una boca que me volvía loco. Seguro se iba a ver hermosa. Yo era más robusto y de tez oscura, de repente empecé a fantasear con cómo me miraría si lo intentase. Nunca lo había imaginado.
—¿Estás listo? —preguntó. Incluso sentí que su voz se agudizó.
—Claro —grité desde el otro cuarto. Abrió la puerta y comprobé lo que había pensado antes, se veía increíble. Llevaba todo el vestuario completo y una peluca gris. El maquillaje le hacía ver más femenino de lo que pensaba.
—¿Te gusta? —sonreí.
Caminó hasta mí con sus tacones de aguja. Se arrodilló entre mis piernas y las abrió de golpe. Dejé mi celular a un lado y eché mi cabeza hacia arriba. Bajé mi short y mi polla aún medio dormida quedó expuesta. Eric la tomó con sus manos y comenzó a subir y bajar. De repente me di cuenta de que me provocaba mucho morbo.
Se acercó más y metió mi polla a su boca. Esta comenzó a despertar dentro de él. Eric sabía lo que hacía con mi polla. La ensalivaba bien y luego se ayudaba con las manos para masturbarme.
Se puso de pie. Levantó un poco su vestido y dejó su culo al aire. Acerqué mi cara hasta allá y comencé a lamerlo. Mordía sus nalgas y su ano. Lo acerqué más y metí mis dedos en su boca. Los saqué y los metí en su culo. Se quejó un poco y luego comenzó a gemir. Le di la vuelta y me metí su polla en mi boca mientras le metía los dedos. Pasaba mi mano libre por su pecho y luego por su cuello.
Me paré detrás de él y lo recosté en el sofá. Subí más su vestido para que pudiera abrir bien las piernas y luego metí mi polla dentro de su culo. Teníamos mucho tiempo juntos y habíamos dejado de usar condones desde hacía varios meses. Comencé a penetrarlo con fuerza. Me encantaba escucharlo gemir. Le acomodé el cabello a un lado y le mordí el cuello. La oreja.
El sofá hacía mucho ruido, pero nos encantaba, sobre todo porque sabíamos que los vecinos podrían escuchar e imaginarnos follando. Aunque dudo que se imaginaran a Eric como se encontraba realmente.
—Me encanta cómo te ves —le dije. Él sonrió y se metió mis dedos a su boca. Usé mi otra mano para masturbarlo. Me gustaba cuando nos veníamos al mismo tiempo.
Me puse de pie y lo levanté. Lo llevé hasta una pared y pegué su espalda ahí. Seguí dándole duro. Me quitó la camisa y comenzó a besarme el cuello y el pecho. Me encantaba. Estaba durísimo. Quería durar toda la noche follándole.
Puso sus piernas sobre mi cintura y yo me lo llevé hasta el comedor. Puse su culo sobre la mesa y lo penetré con fuerza. Le agarré la cara y le mordisqueé los labios.
—Me voy a venir —le susurré.
—Yo también —dijo.
—¿Crees que te embarace? —pregunté.
—No seas idiota —soltó una carcajada.
Le di con mucha fuera, él gemía con ganas.
—Me encantas—le dije.
Después de unos cuantos empujones más, sentí cómo me venía dentro de él y él sobre mi pecho. Soltamos unos quejidos fuertes y luego sonreímos. Lo cargué hasta la ducha y nos dispusimos a enjuagarnos. Dijo que la peluca no debía mojarse, así que ayudé a quitarla antes. Nos metimos bajo la regadera y su maquillaje empezó a escurrir.
—Lo digo en serio, Eric, me encantas como seas. ¿Está bien?
—Gracias, solo recuerda que no tienes que contarle a nadie si no quieres. Con que lo sepas tú es suficiente.
—No sabes lo caliente que me puso. Es como salir con dos personas al mismo tiempo —dije emocionado.
—Con todas las pelucas que tengo, creo que serán más de dos personas —dijo en tono pícaro. Le di la vuelta y acerqué mi polla a su culo otra vez. Me había calentado nada más de pensarlo.
El agua caía sobre nosotros mientras lo penetraba. Le mordía la espalda y le agarraba el cabello. El sonido que hacía mi pelvis con sus nalgas me ponía a mil. Le di con mucha fuera y me volví a venir dentro de él.
—Ahora ya follé a Eric también —dije besándolo.
Les dejo mi correo por si quieren dejarme algún comentario, responderé a la brevedad.
secretmarc43@gmail.com
Un abrazo
Macr