Secretos entre dos almas gemelas

Una historian en la que una mujer casada y madre de una hija se encuentra con el que es el amor de su vida. Ninguno puede decirse lo que siente. Pero ambos dejan que sus cuerpos hablen por ellos.

Entramos besándonos como locos, te subo a mi cintura con mis brazos en tus piernas. Me encanta la sensación de estar juntos por primera vez, de sentir tu cuerpo, tus besos; tus manos en mi cuello. Me encanta sentir el aroma que desprende tu cabello al moverse de un lado al otro. Con una patada cierro la puerta para no desaprovechar ni un segundo el roce de tu cuerpo con el mío.

Recorro toda la habitación hasta colocarte encima del escritorio invadido por cosas sin importancia, que como puedo las lanzo todas al piso para sentarte suavemente y colar mi pelvis entre tus piernas. Nos miramos a los ojos con la complicidad de dos enamorados, sentimientos encontrados entre dudas y deseo. Me encanta tenerte cerca, sentir tu respiración, sentir la fuerte atracción que desprenden tus ojos sobre mi alma.

Mientras tus brazos apresan mi cuello, siento la punta de tus dedos acariciar mis hombros. Ambos estamos excitados y nuestros corazones palpitan al unísono. Nuestras almas se entrelazan por la fuerza de la necesidad de estar por fin juntos, el uno para el otro, compañeros y amantes en secreto.

Yo, sin poder controlar los sentimientos te beso, es un beso diferente a los anteriores, es un beso suave, un beso en el que los labios apenas se rozan. Aun con los ojos cerrados podemos visualizar la escena romántica que está cobrando vida. Nuestros espíritus se liberan y desatan la enorme fuerza de la pasión.

Mis labios quieren dibujar cada centímetro de tu cuerpo, pasan de tu boca a tu mentón, se deslizan entre besos hasta tu cuello. Mi lengua hace pequeños círculos en tu cuello. Mordiscos pequeños y dóciles recorren tu perfecta piel. Hechas hacia atrás tu cabeza, y tu pelo cae, como si fuese una cascada que hace más perfecta la imagen de una diosa hecha mujer.

Te abrazo fuertemente contra mi pecho, tú eres mía y yo soy tuyo. Siento el roce de tus senos en mi pecho y eso me excita. Comienzo a besar el punto donde se une tu cuello y tu espalda. Mi mano se cuela discretamente dentro de tu camiseta hasta alcanzar uno de tus pechos. Los agarro con mi mano, dejando que tu pezón se cuele entre mis dedos, lo acaricio con la mezcla de fuerza y delicadeza; perfecta, ni muy fuerte para hacerte daño; ni muy suave como para que no sientas nada. Tu espalda se arquea en el momento exacto, en que con la otra mano, agarro tu trasero para

llevar tu parte intima lo más cerca posible de lo que me define como hombre. Tú lo sientes duro y caliente por la sangre que lo recorre, aunque nuestra ropa hace incompleta la sensación de éxtasis total.

Me abrazas fuerte y me muerdes el cuello, eso hace que me excite como un loco, no puedo pensar ni controlar mis movimientos. Tu cintura se mueve sensualmente, mientras sientes como haces crecer mi hombría, tú comienzas a mojarte, tus pezones erectos ruegan que mis labios los besen. Nos separamos para mirarnos y comprobar que no es un sueño, una sonrisa cómplice se dibuja en nuestros rostros mientras con mis manos comienzo a quitarte la camiseta.

Miro tus pechos desnudos y me dirijo hacia ellos, los beso; hago que mi lengua juegue con tus pezones, beso tus pechos. Eres perfecta y

logras excitarme como si no hubiese un mañana. Con tus manos apoyadas sobre el escritorio vuelves a arquear tu espalda, tus senos son maravillosos; tengo ganas de hacerte el amor.

Sigo besándote por todas partes, con una de mis manos desabrocho tu vaquero y meto mis dedos hasta sentir la humedad y el calor de tu sexo. Tú haces lo mismo. El calor aumenta y la piel se vuelve más sensible, sientes el calor de mi aliento sobre tus pechos, sientes mis dedos jugando con tu intimidad. Tu respiración se vuelve más fuerte; comienza una dulce sinfonía de gemidos y suspiros, nuestros cuerpos quieren más, nuestros sexos quieren más, nuestras almas quieren más.

Comienzo a bajar mis labios por el camino que me lleva hasta tu ombligo, no quiero que mis manos olviden un centímetro de ti, así que voy acariciándote al compás que mis besos. Mi boca quiere más, y decido bajar; hasta la perfecta línea que describe tus bragas en tu vientre. Con mis dedos aparto la tela que me separa de tu piel. Y comienzo a besar y lamer tu pelvis, en el punto exacto conde comienza tu pierna y termina tu vientre.

Me gusta que seas mala, y tú lo sabes, así que te recuestas sobre el escritorio y colocas uno de tus pies en mi pecho, invitándome a quitarte las sandalias y junto con ellas también tu vaquero. Te miro a los ojos con una mirada picara, haciéndote saber que me encantas y que quiero ser tu esclavo en todo lo que me pidas. Comienzo a besarte el tobillo y con mis manos desato tu sandalia, ahora la otra pierna.

Recostada, sientes mis besos en tu vientre haciéndote una inocente cosquilla que te hace soltar una carcajada. Te hace gracia, ver lo patoso que soy intentando quitar tus pantalones.

Estamos desnudos los dos, sabemos lo que viene. Ahora nada separa el tacto de nuestra piel. Volvemos a juntar nuestros cuerpos en un abrazo de cómplices; para sentir que pertenecemos el uno al otro. Hace tanto calor que nuestros cuerpos queman. Sientes mi pene entre tus piernas, rozando tu vagina húmeda y excitada. Se rozan con suavidad y fuerza, queremos seguir con los juegos preliminares para alcanzar el éxtasis de la lujuria. Los besos vienen y van, los mordiscos que me das, hacen que excite cada vez más. No puedo resistirlo, y con mis manos agarro tus sensuales piernas y las separo para que me sientas dentro de ti. El calor que producimos empaña los cristales que están a tu espalda. Y entonces comienza el juego de los placeres más humanos entre un hombre y una mujer.

Los movimientos son perfectos, dos cuerpos acompasados en un mismo sentir. Arqueas tus piernas para sentirme lo más dentro de ti posible. Sientes tu vagina contraerse y humedecerse cada vez más. Sus paredes se amoldan perfectamente a los movimientos de penetración que mi cuerpo ejerce sobre tu puvis.

Tus manos en mi espalda, tu pecho pegado al mío. Nuestros labios juguetones en un beso. Me muerdes el labio inferior cuando sientes la electricidad que recorre tu cuerpo. Nos miramos a los ojos queriéndonos decir lo que ambos sentimos pero decidimos mantener en el silencio. Tus movimientos son más fuertes, mis brazos te aprietan contra mi, a juego con cada penetración. Ya los suspiros solo son gemidos, los gritos son apagados con tus dientes mordiendo mi boca.

Vuelves a arquear tu espalda y echar hacia atrás tu cabeza, mi cuerpo se tensa, mis músculos se endurecen producto del orgasmo que sentimos. El tiempo se detiene y nos envuelve un huracán de placer, tus uñas se clavan en mi espalda. Mis manos agarran tu trasero y te aprietan tan fuerte, como si quisiéramos mezclar nuestros cuerpos en un solo ser.

Nos echamos en la cama, y tu cabeza descansa sobre mi pecho, mientras me acaricias con tu mano. Yo muevo mis dedos entre tus cabellos. Sientes como mi corazón palpita. Te giras para mirar mis ojos. Un silencio casi palpable inunda la habitación. Yo te miro, mis palabras están a punto de decir lo que ambos sentimos, pero decido besarte antes que romper el secreto que nuestros corazones guardan. Te sientes feliz de ser mi dueña, de saber que te pertenezco y que con cada latido se escucha el susurro de un; te quiero.

O. Menéndez

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