Secretos en el Auto
Descubre la deliciosa guerra interna de Sebastián. Un relato donde el amor, el odio, el deseo y la intriga se mezclan para dar lugar a una experiencia única.
Si me pidieran describir en una sola palabra la relación que tengo con el novio de mi hermana, sería: fatal.
Mi cuñado, Bryan, es un tipo que encaja bien entre los entornos sociales: es espontáneo, divertido, simpático y hasta bromista. Él es lo que llaman "el alma de las fiestas"; el roba corazones de muchos conocidos.
En este punto, me preguntarán por qué nuestra relación es tan problemática, si es un tipo agradable. Bueno, hay dos versiones:
La mía, es que no es tan perfecto como todos creen. Naturalmente por ser un tipo alto, de ojos verdes, rostro perfilado, cuerpo atlético; tiene muchas conquistas. Y sé que a más de una le ha seguido el jueguito porque, a veces, sin querer, he visto su teléfono cargado de conversaciones fogosas.
La versión de mi hermana es que, a pesar de yo poseer un físico agradable; por alguna razón he decidido ser amargado, odioso y asocial. Y por eso, según ella, envidio la audacia que tiene su "amorshito", como acostumbra a llamarlo, para caer tan bien.
Y parezco tonto, porque cada que recuerdo esas palabras me dan muchísimas ganas de llorar. ¡Maldición! esto además de ser poco conveniente es vergonzoso porque es el cumpleaños de mi hermana y estoy en una reunión donde todos se percatan de todo y de todos.
-Maniiito. Te estaba buscando. ¿De quién te escondes? -pregunta mi hermana, una morena alta con porte de Miss Venezuela.
-De nadie. Sólo tengo hambre y buscaba un bocadillo en la nevera.
-¿Un bocadillo? Manito, pero los mesoneros están repartiendo pasapalos riquísimos en el jardín.
-Ehh, sí, pero yo...
-¡No puede ser! -grita mi hermana-. Se acabó el hielo y las bebidas están super calientes.
¡Oooh no! Conozco esa mirada; Rubí achina los ojos, empuña sus labios y junta sus dos manos en forma de súplica.
-Antes que me pidas un favor, te digo que no.
-Es mi cumpleaños -hace pucheros-. Debes complacerme al menos por este día.
-De acuerdo. Tú ganas.
-Síiiii. No es nada del otro mundo, quiero que pases por la licorería y luego por el supermercado para que traigas las mejores bebidas espirituosas y mucho, mucho hielo para que apague el calor que se va a prender en esta fiesta.
-Rubí, por favor, ya mi papá fue a buscar todo eso. Esperemos que llegué. ¿Sí?
-Pero se está tardando demasiado y me antoje de beber licor de café y tequila, quiero unas cinco botellas de cada una. Ya sabes quiero borrar casete.
-Sí, eso es obvio… pero de todos modos el supermercado y la licorería están algo lejos de aquí y ya oscureció.
-Por eso no hay problemas, ve con Bryan.
-¿Ah? -le pregunté en tono serio.
-No quiere ir solo; yo debo atender a mis invitados, y tú me dijiste que harías lo que fuera por complacerme en mi día. Acompáñalo, vale.
Es insistente y termina ganando. Así que la acompaño hasta el Toyota, donde está su estúpido novio. Subo. ella me guiña un ojo y pasa por encima de mí para darle un desmesurado beso a su enamorado.
-¿Y cómo has estado? -pregunta él con la voz grave y profunda que lo caracteriza.
-Bien -le respondo de forma cortante.
Y eso funciona como para que al menos no me dirija la palabra en una media hora de viaje, que, lamentablemente, es interrumpida por un suspiro de él.
-¿Qué pasa? -le pregunto al ver su cara de preocupación.
-Creo que tendremos que ir primero a mi casa. Tengo un caucho espichado y no tengo repuestos acá.
-¿Qué? No hay otra solución. Es que ir hasta tu casa es gastarnos media hora más.
-Es eso o quedarnos varados aquí hasta que llegue una grúa. El caucho dejará de andar y nos pueden atracar.
-Bueno, si no hay de otra. Ni modo.
Pasamos otra media hora más sin hablarnos hasta que por fin llegamos cerca de su casa, pero la camioneta queda varada sobre una bonita Colina.
-Al menos llegamos bien -me dice y voltea a verme.
-Date prisa, ya nos hemos retrasado una hora y no quiero esperar más -respondo.
Se me queda mirando con los ojos bien abiertos, pone sus manos sobre el cabezal del asiento, recuesta su cabeza y suspira.
-No, no te entiendo -me dice medio confundido, medio molesto- ¿Qué te he hecho...? Sí, eso es...
Y después de sus palabras, que más bien parece una reflexión interna, se abalanza con rudeza hacia a mí, toma mi cabeza entre sus manos y me planta un beso.
Acto seguido me observa, sonríe de forma cínica y vuelve a besarme, esta vez con más ahínco... Yo de verdad trato de quitármelo de encima, pero luchar contra mis instintos básicos es caso perdida... abro mi boca y dejo que su lengua choque contra la mía, sin querer he caído en su juego.
Y mientras me besa no puedo dejar de pensar que me trata como a una mujer, y eso me molesta, pero al mismo tiempo me gusta y por esa razón lo voy atrayendo con mis manos. Tocando su cuerpo fornido, sintiendo sus labios en los míos, oliendo su perfume de hombre que se funde en mi piel, observando su belleza. ¿Qué es esto? ¡En verdad lo estoy disfrutando!
-¿Desde cuándo me deseas? -pregunta mientras me besa.
¿Es eso importante? No lo sé, pero debo y quiero complacerlo. Tengo que hacer todo lo que él me pida para yo estar bien.
-Desde siempre -confieso.
-Lo sabía, lo sabía -dice como si se tratase de un triunfo.
Entonces nos desvestimos con desesperación para conocernos de verdad; con torpeza por lo estrecho del espacio; pero sobre todo con morbo, descubriendo nuestras pieles y las zonas más erógenas de nuestros cuerpos.
Me besa el cuello y luego funde mi cara con besos hasta que vuelve a comerme la boca, su respiración se mezcla con la mía, sus manos sobre mi cuerpo hacen que empiece a entrar en convulsión... ¡Maldición! ¿Por qué ha de gustarme tanto? ¿Por qué he de ceder ante sus deseos?
De imprevisto me incorpora del asiento para tomar mi lugar y mientras que con una mano arregla la silla para hacer más espacio, con la otra me empuja hasta que logra posicionar mi cabeza a la altura de su prominente pene.
Después de acomodarse y acomodarme, nuestras miradas se encuentran. Yo quiero agachar la cabeza, pero algo me lo impide. Poco a poco coloca sus piernas sobre mis hombros y las cuelga sobre mi espalda haciendo aún más estrecho el espacio entre mi boca y su pene erecto.
-Quiero que me complazcas, quiero que me lo comas todo -dice sin apartar los ojos de los míos y lentamente va acariciando mi cabeza, frotando mi cuero cabelludo con la yema de sus dedos.
Así va haciendo presión sobre mi cabeza, acercándome más y más a su sexo. Pongo resistencia, pero no es suficiente, mi boca y mi nariz ya están unidas a su pene.
Vuelvo a mirarlo, pero ha echado su cabeza hacia atrás y ha empuñado sus ojos... Paso mi lengua sobre sus testículos y asciendo poco a poco hasta llegar a su glande, casi si puedo contenerme, casi si puedo controlar mis instintos.
Sin preámbulos succiono su glande, dándole de vez en cuando mamadas al resto de su pene, pero pronto se cansa del juego y en pleno disfrute comienza a empujar sus caderas y hacer presión en mi cabeza con sus dos manos.
Pronto ha logrado su cometido, su pene entra y sale de mi garganta tantas veces que, apenas puedo respirar. Agitado, me incorporo, pero para no perder control sobre él acaricio su pecho y me siento sobre sus piernas.
La sensación de sus muslos contra los míos es abismal, ahora nuestro sudor se entremezcla y permite que me agilice hasta mi objetivo.
-¿De verdad quieres ser mío? -me pregunta entre gemidos.
-No sólo quiero ser tuyo, también quiero complacerte -digo mientras beso sus carnosos y provocativos labios.
Justo en ese momento volvemos a mirarnos, está sorprendido no puede creer lo que dije, ni yo tampoco.
Casi no puedo resistir esto que está pasando mi consciente me grita que debo parar, pero mi subconsciente me suplica de rodillas que me de el gusto que merezco.
Nada que hacer... mis deseos ocultos se sobreponen ante la moral y las buenas costumbres. tomo sus manos y la llevo hacia mis glúteos haciendo que separe mis nalgas.
-Tómame como tu a perra, quiero ser tu putica -le digo al oído mientras se lo lamo.
Él sale del shock y toma algo de control sobre el asunto, acomoda su pene en la entrada de mi ano mientras yo voy haciendo presión para que entre en mí.
Por el grosor y el tamaño, duele, y mucho; pero las ganas de complacerlo son infinitas, por eso dejo que entre completo.
-Ahhh -es imposible esconder el placer y el dolor que me causa este hombre.
-Vas bien, así me gusta, que te claves hasta la patica -dice mientras va moviendo su cintura en un delicioso ritmo.
Lo tomo por los hombros, él sujeta mi cintura y juntos comenzamos un ritmo despiadado que va aumentando a medida que entra y sale.
En serio me está matando, me siento lleno, me siento poderoso, completo; pero no es menos cierto que el dolor sucumbe por todo mi interior.
Es una guerra entre placer y dolor; entre relajación y tensión. Y entre esas mezclas extremas pierdo el control y la razón; subo y bajo, fuerte. Él gime. Yo me meneo. Él respira profundo. Yo vuelvo a bajar y a subir cada vez más y más rápido.
Entonces, me aprieta las caderas. Su respiración cambia, es tan fuerte como un tornado y sus gimoteos tan impactantes como el sonido de los relámpagos.
Frente a frente, nos miramos y saboreamos nuestra lengua hasta que una sensación extraterrenal nos invade. Él grita y yo lo acompaño en su himno de placer. Pronto nuestros muslos, abdomen y pecho se encuentran llenos de fluidos corporales.
Nos observamos… ya es muy tarde para cambiar el pasado que se ha convertido en un presente perfecto... Para bien o para mal nuestros fluidos están mezclados y nuestras reparaciones agitadas se alimentan una de la otra.
-Será nuestro secreto -me dice mientras me abraza.
-Sólo sé que quiero que esto se repita una y mil veces más.
-Te prometo que mientras mantengamos la discreción y guardemos el secreto así será.
-Hecho -le digo y nos damos otro ferviente beso.
Pero él me detiene y me indica que debemos limpiar el desastre, arreglar el carro y volver a la fiesta... Eso hacemos, y durante toda la noche fingimos que seguimos siendo enemigos.