Secretos de Moscú: Las Noches Soviéticas
Aleksei es un joven que lucha por sobrevivir y hallar su propia salida de la realidad terrorífica que le toca vivir. Por las dificultades termina convirtiéndose en un prostituto en las calles de la Moscu Soviética. Conocerá a soldado rojo llamado Ivan que le despertara emociones reprimidas.
En memoria de todo el colectivo homosexual que lucho por sobrevivir y hallar su lugar en pleno gobierno represivo y autoritario de la Union Sovietica. Son mi inspiracion para hallar mi camino en mi propio calvario comunista venezolano.
Moscú, 9 de Mayo de 1949, a cuatro años desde que el ejército rojo revolucionario venció a la Alemania nazi durante su intento de conquistar a la unión soviética. Fue tan grande la victoria para nuestros gobernantes comunistas que desde ese momento hasta hoy, nuestros líderes la promulgaron como un día de celebración nacional; se dice que los alemanes murieron en masa por la oleada de frio extremo que golpea en temporada nuestras tierras y para la cual no estaban preparados. Y esa es precisamente la razón por la que en esta mañana fría y nublada, me hallaba en medio de las muchedumbres de compatriotas que habían venido a contemplar el gran desfile militar en conmemoración del Día de la Victoria. La ciudad de Moscú se encontraba atestada de militares y policías, grandes vehículos de guerra, y el continuo rumor entre la gente sobre la presencia de efectivos ocultos de la KGB entre las multitudes.
Poco me importaba tal celebración; a pesar de mis 18 años, me daba cuenta que mi realidad era lastimosa, pues siempre tenía que estar escondiéndome, aparentando lo que no era, viviendo una doble vida cuando en realidad solo deseaba ser yo mismo sin que nadie me lo impidiera. Todo el tiempo nos vigilaban, debía ser invisible, ocultarme en las sombras de la calles para poder sobrevivir y así como yo había muchos más hombres sin libertad plena, reprimidos por esta nueva sociedad intolerante y represiva. Miraba el pasar de los tanques y tarimas móviles cubiertas de efectivos militares de distintas ordenes; unos de la armada, otros de la fuerza aérea y así de otras secciones; se mostraban orgullosos de servir a los intereses de su patria. Para mí solo eran hombres que cargaban con los pecados y las injusticias que la unión soviética cometía contra su propio pueblo desde hace décadas, ellos provocaban en mi rencor y lastima.
Mientras aquellos ejércitos desfilaban ante el pueblo y frente mis ojos, en mi pensamientos recordaba a todos los familiares que había perdido por la “Gran represión” y los años de la hambruna nacional. Hallé en mi memoria el rostro de mi abuelo Nicola y de mi Abuela Ananenka, los recuerdo sonriéndome mientras les ayudaba a cortar las espigas de trigo en su granja en las llanuras de Georgia. Ellos murieron por la hambruna y la peste, el gobierno soviético le decomisó toda su producción agrícola a causa de la guerra; por un tiempo pudieron subsistir de las ayudas de sus hijos pero cuando la situación alimentaria se agravo más, todos quedamos en una crítica situación. En el invierno siguiente murieron y no pudimos hacer nada. Luego fue mi padre Pavel, quien con esfuerzo nos trajo de las llanuras hacia Moscú. Aquí fue un obrero de la industria metalúrgica. Él se esforzaba al límite y lo hacía por nosotros sus seis hijos y por su esposa, pero lamentablemente fue demasiado; enfermo de un tumor maligno en pleno apogeo de la Segunda Guerra Mundial, sumado a la desnutrición, el estrés severo, la escasa paga y las pésimas condiciones laborales de su trabajo. Les tocó a mis hermanos mayores salir a las calles para buscar la manera de asegurar la escasa comida; así crecimos, bajo penurias y en constantes luchas para sobrevivir.
Ya ha pasado unos pocos años desde que mi padre nos dejó; hemos hecho nuestras vidas, tres de mis hermanos varones se han casado y se han ido a distintos lugares. Solo he quedado yo que estoy soltero y estoy terminando mis estudios medios como también estaba mi hermana menor que hasta hace poco estudiaba pero que se escapó con un soldado del Ejército rojo hace un mes. Mi otro hermano está comprometido y pronto se ira a vivir a otro lado de la cuidad.
Vivimos en una zona de Moscú poco ideal; la pobreza y el hambre abundan; los rostros pálidos y ojerosos forman parte de la expresión diaria de los habitantes de este lugar; se puede decir que la gente está conforme, pues a pesar que los han oprimido y les han quitado sus derechos y privilegios están resignados. La ideología de Lenin y Stalin, líderes supremos de la unión soviética se ha calado internamente en las mentes de los habitantes de esta gran nación, se han ganado su aprecio con el carisma y elocuencia que irradian y los han convertido como en una especie de padres para todos los soviéticos.
Si bien es cierto que Lenin ya no está vivo y entre nosotros, su influencia sigue viva en las mentes de las masas convencidas de las maravillas de un estado socio-político totalmente comunista. Han sido adoctrinadas a siempre creer que el gobierno vela constantemente por su bienestar y que todo lo que están pasando es por culpa de factores externos como la guerra. Nada ha sido más engañoso que la hipocresía de un estado que se identifica con la gente humilde pero que en la realidad los detesta y solo sigue sus propios intereses sin importarles en absoluto el costo humano de sus viles políticas. Ya se veía una réplica de nuestra situación con lo que estaba pasando en China con Mao.
Situados en la gran avenida a poca distancia de la plaza central, me he colado entre la gente junto a unos compañeros del colegio. Realmente ha sido muy difícil llegar hasta el borde de la acera con vista privilegiada al desfile, pero he sido intrépido, así como me lo ha recalcado en varias ocasiones mi madre: ¡Aleksei eres un intrépido!
Pero allí estoy, volviendo a mi realidad y al momento; desde que llegué al lugar solo me había fijado en los rostros de los soldados; trataba de indagar sobre su nivel de belleza, sus expresiones, absolutamente todos los movimientos singulares que me pudieran interesar.
-Aquel que está en el borde derecho del tanque es muy guapo, el de rostro serio ¿Qué dices?- me dijo secretamente en el oído uno de mis compañeros llamado Yuri.
-Sí, tiene un rostro apuesto, pero creo que lo serios deben ser malhumorados, yo lo descarto- dije en su oído como respuesta.
-Aleksei, si supieras que los más serios son los más ardientes en la cama- respondió Yuri.
-Nunca me acostado con uno así aun- Le dije.
-Puede ser que esta noche descubras a uno así, Moscú estará repleta de muchachones hambrientos de placer- me dijo sonriente de nuevo en el oído.
-¡Shupp!… Se prudente Yuri, alguien te puede escuchar, ellos están en todos lados- le dije preocupado.
-Vaya que si eres miedoso Aleksei, pero está bien ¡Me contendré!
-Te lo agradezco Yuri- le dije.
Llevamos conociéndonos aproximadamente tres años; la educación cada vez se estaba ofreciendo gratuitamente a un mayor número de jóvenes y niños en el país, éramos de los pocos afortunados que habíamos podido aprender a leer y escribir, nuestro sueño era poder ser músicos profesionales en un futuro cercano, ya dábamos los primeros pasos en la orquesta musical de la cuidad capitalina como violinistas.
A pesar de los escasos recursos y alimentos, habíamos logrado parte de los objetivos, aparte de que estudiábamos también trabajamos, era una necesidad. Y bien nuestro trabajo no era precisamente el más honrado y de buena estima, pero nos proporcionaba a los dos, ingresos que aliviaban la economía de nuestras familias y las necesidades personales. Desde los primeros días en que Yuri y yo empezamos a conocernos más a fondo, aparte de que vivía en el mismo sector popular de Moscú que yo.
Descubrimos que teníamos intereses y gustos en común, nos gustaba la música, el baile, las salidas nocturnas, la belleza de la naturaleza y de la cuidad pero lo que aún mas forjó nuestra camarería fue el gusto por los hombres; adultos jóvenes, muchachos de nuestra edad o un poco mayores; uniformados, policías, deportistas, estudiantes, músicos, todos los hombres de diversos orígenes que nos llamaran la atención eran parte de la vida secreta que en conjunto compartíamos. Éramos trabajadores sexuales, chaperos juveniles de las calles; Habíamos aprendido a ejercer el oficio sin que las autoridades nos atraparan, pues ese siempre era la amenaza para hombres como nosotros.
Aunque nadie por el miedo hablaba en público sobre el movimiento del bajo mundo de Moscú, se sabía que la ciudad estaba vibrante de una comunidad homosexual discreta que en las noches tomaba las calles heladas la gran urbe, y la volvía un escenario de encuentros sexuales prohibidos y condenados por la unión soviética. Esta era la verdadera identidad reprimida de aquellos hombres que eran forzados a esconderse entre las sombras y el silencio.
Para Yuri y Aleksei, era una manera de desobedecer al riguroso y autoritario gobierno, su forma de levantar el descontento contra la sociedad en que les había tocado vivir. Y precisamente era esa perfecta noche, en la que toda Moscú ardería de un deseo homosexual orgiástico. La llegada de los robustos y masculinos hombres del ejército rojo soviético significaba una irrepetible oportunidad de ingresos para los chaperos y una prueba tangente de la diversidad sexual reprimida dentro del componente militar gubernamental del que sentían tan orgullosos los líderes nacionales.
Dejé atrás el desfile luego de que este ya hubo concluido casi al mismo tiempo que la luz ofuscada del sol se desvanecía en el horizonte para dar lugar a la llegada de la noche. Nos apresuramos a llegar a nuestras casas con el único propósito de prepararnos para la larga noche de encuentros furtivos con probables clientes del ejército. Ya conocíamos las zonas, los bares clandestinos, las esquinas y las calles ciegas donde probablemente estarían hombres necesitados de calor masculino.
Ya en mi hogar, me miraba atentamente en un espejo que mostraba todo mi cuerpo; me considero un muchacho de buen parecer y de buenas proporciones. Soy alto como era mi padre, tengo los ojos azules de un color celeste intenso, el cabello ondulado y castaño, la piel clara de un color marfil, el rostro de un jovencito que está pasando a la madurez de la juventud. Un físico en su medida, agraciado por los genes de los hombres del campo, bíceps, tríceps, pectorales, y todos los músculos con siluetas atractivas sin ser completamente trabajadas. En definitiva, apto para ejercer la labor en la que ahora estaba sumergido desde hace dos años y medio; y la verdad es que solo yo, Yuri y otros pocos muchachos conocían de mis verdaderas andanzas.
Mi madre no estaba enterada de mi vida secreta y creo que era mejor que nunca lo supiera; ella era ortodoxa, muy devota a la religión que era afín a los intereses del estado. Solamente sabía que trabajaba como un ayudante de limpieza en el conservatorio donde tocaba el violín, y hasta le había dicho que me tenía que quedar allí, pues también me habían otorgado el trabajo extra de vigilante. Todo era mentira, casi siempre me sentía como un mal hijo por engañarla de esa manera. Me despedí de ella y me dirigí a la calle para encontrarme con Yuri y así iniciar nuestro verdadero trabajo.
La noche fue acompañada de una leve nevada que relucía a la vista gracias a la luz emitida por los faroles de las calles. Yuri caminaba junto a mí charlando muy elocuentemente, era típico de él, le gustaba llamar la atención y se agradaba más si el interés que recibía era de otros hombres interesados. Fue el quien me animo a entrar en estos negocios, al principio estaba poco convencido pero al final cedí por la curiosidad y la emoción que me produjeron. Al pasar el tiempo me fui adaptando; en una noche podían ser solo dos, en otras cuatro, hasta llegue al límite de atender a ocho en una sola noche. Ya me conocían, tenía clientes fijos que me pagaban bien; uno era doctor en el hospital central, además era casado y con hijos. Otro era veterano del ejército rojo, un hombre maduro fortachón que le gustaba ser rudo en nuestros encuentros pero que me mimaba con regalos muchas veces.
Tenía otro cliente que era policía nocturno y justamente la forma en que lo integre a mi clientela fija, fue de la manera más terrible, pues él me descubrió realizándole una felación a un muchacho de mi edad en una callejuela oscura que era propicia para los encuentros. Mi cliente huyó sin pagarme y con la erección en decaimiento balanceándose libremente a la vista. Pensé que estaba perdido, que iría a la Gulag sin ningún remedio, allá quizás me violarían los presos hasta hartarse y luego me asesinarían brutalmente eso era lo que les esperaba a gente como yo en esos campos infrahumanos.
Pero no fue así, el alto policía de mirada penetrante miró hacia todos lados percatándose que no hubiera nadie en las cercanías y luego me observo con lujuria mientras se acercaba a mí y empezaba a tocar mi cuerpo descaradamente. terminó penetrándome con su dotado miembro detrás de un contenedor de basura vacío. Desde allí siempre me frecuenta y me da buenos honorarios, incluso a veces me dice los lugares donde puedo buscar clientes y cuales sitios debo evitar por la vigilancia de las autoridades, para él es una lástima que un muchacho como yo tenga que vivir de esa manera, que si el pudiera, me llevaría a vivir con él y me haría su amante permanente.
Puedo decir que pensaba hacer este oficio por un tiempo hasta que lograra alcanzar la gloria como músico, tuviera una vida más acomodada y con posibilidades de sostenerme a mí mismo y a mi familia. Yuri y yo llegamos a un bar clandestino dentro de un edificio de cuatro pisos en una avenida central de Moscú; entre voces el sitio era conocido como un establecimiento ilegal de consumo de bebidas alcohólicas y de prostitución masculina y femenina, además de venta de estupefacientes. Esa noche el sitio estaba repleto de hombres; a Yuri le brillaban los ojos de la emoción pues el lugar estaba al borde de individuos del ejército rojo, quienes encubiertamente se habían inmiscuidos en este indecoroso lugar. Todos sabían que las instituciones del estado estaban corrompidas, pues si tenías medios para comprar el silencio de un funcionario entonces no había ningún inconveniente para traspasar las leyes establecidas. Los pobres siempre salían perdiendo en todo.
Nos acercamos al bar donde servían las bebidas alcohólicas. Nada más arribar al largo mesón que albergaba a un grupo de numerosos efectivos del ejército, ya estábamos captando su atención. Algunos de ellos tenían las cabezas rapadas mientras otros tenían un corte de pelo rebajado. Iban informales con abrigos para el frio y compartiendo las bebidas y tabacos. Solo distinguías que eran del ejército por los temas de conversación entre ellos.
Yuri se despidió brevemente de mí, mientras me señalaba con el rostro a un soldado de pelo rapado, aspecto rudo, tez pálida y con la atención puesta en mi compañero que también le devolvía el interés. Yo le sonreí levemente y nos separamos. Seguí por en medio de los hombres hasta que miré un espacio en la barra donde pensé recostar mi espalda para esperar. El bartender era un conocido, no estaría relativamente solo, por lo que así hice.
-¡Aleksei! ¿En el negocio?- dijo el bartender que era un muchacho un poco mayor que yo.
-Si Grigori, ya sabes – dije.
-Te invito un vodka mientras esperas- dijo Grigori Amable.
-Gracias, siempre tan atento.
-Esto va por mi cuenta, te lo mereces, sabes hacer un buen trabajo, de eso no hay duda- dijo el mirándome.- Yo le había atendido en varias ocasiones.
El muchacho se fue para servirme la bebida mientras yo me quede observando a las parejas de chaperos y soldados que ya estaban profundizando su intimidad. Observé a un soldado que tenía sentado entre sus piernas a un prostituto que yo reconocía; el muchacho vivía a unas cuantas cuadras de mi casa. Se besaban lujuriosamente mientras el joven restregaba provocador su trasero por encima del miembro del hombre que era recubierto por la tela del pantalón. Mas allá mire a Yuri levantándose de una silla tomado de la mano de aquel soldado rapado mientras caminaban en búsqueda de privacidad, sin dudarlo, el había conseguido su primer encuentro sexual esta noche. Le veía sonriente, yo también sonreía al verlo mientras movía mi cabeza en expresión de negación ante el orgullo de Yuri. Así estaba distraído hasta que una voz grave me hizo voltear hacia un lado:
-Te veo solo, vengo a ofrecerte mi compañía.
-(No lo podía creer era el) Eh si, gracias eres bienvenido... soy… soy Aleksei- dije nervioso.
-Es un placer Aleksei, mi nombre es Iván- me dijo el mientras me ofrecía su mano para que se la estrechara.
Iván era el nombre del soldado que hace horas atrás había visto en el desfile y del cual Yuri y yo habíamos comentado. Era ese mismo hombre apuesto de rostro serio que estaba junto a mí. Estaba totalmente sorprendido por el suceso, era imposible entre tantas posibilidades. Estreché su mano y este apretó la mía con mucha firmeza. Me miraba sin expresión, yo solo le seguía la corriente a este posible cliente. Tenía unos ojos azules eléctricos realmente siberianos; unos labios carnosos y rosáceos, unas largas y hermosas pestañas, el cabello corto y rubio, una forma de rostro cuadrada y una altura sorprendente, mucho más alto que el soviético promedio y sobra decir que nosotros somos muy altos; Iván debía estar rozando por poco los dos metros de altura, era tan intimidante como interesante. Apoyó su enorme cuerpo a mi lado en la barra. Me dijo:
-Te he mirado desde el momento que llegaste aquí, eres un jovencito muy guapo, tienes a mis camaradas echándote un reojo desde hace rato, yo fui el que te reclamó primero- me dijo con su habitual rostro inexpresivo, aunque se relamía ligeramente los labios.
-Vaya Iván creo que he sido afortunado, eres el tipo de hombre que me encanta, tienes unos ojos que no he parado de mirar… estas buenísimo- le dije sonriendo para alagarlo; en mi profesión debemos enganchar a nuestro potencial cliente.
-Te invito guapo Aleksei a tomar unos tragos ¿Qué deseas? – me dijo mientras volteaba en búsqueda del bartender.
Ja ja Iván creo que el camarero se te adelanto primero, mira, ahí viene con mi vaso de Vodka… pero tranquilo puedes brindarme otra más- dije mientras llegaba Grigori con la bebida.
Buenas noches señor…; Aleksei - le dijo el Grigori mientras saludaba cordialmente a Iván y luego me entregaba el trago.
-¡Gracias Grigori! Él es el Iván- dije
-Es un placer señor Iván, soy Grigori para servirle.
-Está bien con Iván, no estamos en público, un placer Grigori- dijo seguro Iván.
-¿Desea pedir un trago…Iván?- dijo Grigori volviendo a su trabajo.
- Por supuesto, quiero un Vodka también, y otro más para mi amigo aquí presente.
-En seguida Iván- respondió Grigori mientras me miraba de reojo por última vez y se iba a servir la orden.
Estuve como media hora conversando con Iván, al principio pensé por sus expresiones que era un hombre serio y poco interesante pero luego comprendí que solo era su exterior, pues Iván era buen conversador y durante la charla me había echo reír por sus ocurrencias. No dejaba de coquetearme con palabras de elogio sobre mi belleza, yo no me dejaba aventajar pues le seguía seduciendo con las frases que sabía hacían arder de lujuria a mis pretendientes. Y eso fue lo que logree; Iván me propuso ir a un lugar más privado, podía notar como centelleaban sus ojos siberianos ( me enteré que si era de esa región) mientras me recorría deleitándose con mi imagen.
Terminamos subiendo al tercer piso del edificio. Nos íbamos besando lascivamente mientras Iván acomodaba su altura a la mía. Él era todo un desafío para mí. Al llegar hasta ese nivel, pude notar que había gran actividad sexual dentro de las habitaciones cerradas. Los ruidos producidos por el placer entre hombres, el olor a cigarrillo, semen y perfume invadían mis oídos y nariz fuertemente. Eso lo notó también Iván y le causó mayor excitación.
Una puerta abierta de dos metros en un lado del pasillo, nos indicó que el rincón estaba disponible. Ahí Lleve a mi soldado del ejército rojo; apenas entramos y cerramos la puerta, Iván se Abalanzó sobre mí. El lugar tenía una alfombra elegante, de esas que se usan en mi nación para decorar elegantes salar de estar. Encima de ella me lanzó bajo su enorme cuerpo mientras me besaba apasionadamente y tocaba con descaro mi trasero. Yo le correspondía frotándole con una de mis manos su miembro que ya estaba erecto y dispuesto a emerger de su prisión.
-Tenia tantas ganas de cogerme un muchacho tan hermoso como tú- me dijo al oído mientras se desencajaba el pantalón.
-Puedes hacer conmigo todo lo que quieras Iván, estoy para ti- le respondí.
El me ayudó a quitarme los últimos vestigios de ropa que me cubría así que ambos quedamos desnudos como dos adanes que no tienen vergüenza de mostrarse tal como son. Su enorme pene, pues era un soviético siberiano de un bendecido miembro, se friccionaba con el mío que no era nada desdeñable. El bufaba como un oso, su voz grave resoplaba de satisfacción mientras rozábamos nuestros testículos y glandes.
Tomé la iniciativa y lo guie de manera que Iván quedó boca arriba con la erguida largura de su virilidad latiendo de excitación. Fue el instante preciso que necesite para colocar mi rostro entre su entrepierna y así tocar con mi lengua el borde de aquel glande rosado y con forma de corazón que me empezaba a hechizar. Mi boca degustó una monstruosidad de pene; lo engullían con dedicación, no todos los días podía disfrutar de prodigios como este. La saliva se desparramaba por las comisuras de mis labios en aquel afán mientras Iván solo gruñía satisfecho por la felación. Fue en un instante imprevisto cuando acercó su mano para detenerme y luego sin preguntarme, se sentó en la alfombra, me tomo de las caderas y me movió bruscamente de manera que mi trasero quedó sobre su rostro mientras que yo quede fijo entre su miembro y encima de su cuerpo. La escena no podía ser más utópica, un soldado siberiano me devoraba el agujero mientras yo me engullía su deseable falo desproporcional. Gemía por los roces de la lengua de Iván en mi zona sensible como lo era el esfínter. Llego un instante en que Iván se soltó de mí y luego me volvió a tomar acostado desde detrás de mi espalda. Tomó mi cintura mientras me besaba sin ninguna prohibición mi cuello y mi hombro derecho. Me levanto la pierna que no rosaba el suelo y luego de decirme que me iba penetrar, agarró su viril miembro con un mano libre e introdujo el grueso glande en el orifico de mi agujero.
No pude evitar lanzar un alarido de dolor, su miembro era demasiado grande. El me beso para consolarme. Yo le dije que continuara, deseaba ganar el desafío de ser penetrado por el arma de un hombre soviético fuera de lo común. Poco a poco todo el lubricado glande y su circunferencia invadió aún mas mi interior; el placer no podía ser más satisfactorio. Cuando logró insertar toda la envergadura de su masculinidad, se dedicó a embestirme con una fuerza en aumento. No había policías ni la KGB cerca que nos oyeran, podía gritar como desquiciado sexual hasta que me quedara sin voz.
Los gordos testículos de Iván se iban golpeando rítmicamente con mi entrada violentada por su enorme glande que me penetraba profundamente de lado. Iván rugía del gusto y yo lo acompañaba con un alarido de lujuria desmedida; él quiso cambiar de posición y me sentó encima de el mientras toda la envergadura de su miembro se perdía a través de las comisuras dilatadas de mi ano. Allí cabalgué a mi hombre como antes mis antepasados cabalgaban a sus potros en las grandes llanuras de Georgia. Sentía los ligeros vellos púbicos y dorados de Iván frotarse sobre la piel de mi orificio, eso me encantaba, era sucio, era primitivo.
Luego de otro rato cambiamos de posición, ambos nos separamos por breve tiempo para luego volvernos a unir. Esta vez Iván me tenía levantado y sosteniéndome con mis piernas suspendidas en cada lado de su entrepierna y contra la pared de mosaicos de la habitación. Con todo su cuerpo erguido así como yo le veía, parecía un semidiós, era demasiado alto y de un cuerpo bastante robusto. En esa posición tan brutal, tan violenta, me volvió a propinar veloces penetraciones que me tenían delirando mientras me sostenía. Su miembro entraba y salía como una ballesta; todo mi cuerpo se estremecía por las salvajes entradas de su pene. Llegó el momento cumbre e Iván ya no podía prolongar la llegada de la apoteósica eyaculación y así me lo hizo saber.
-Inúndame todo el interior Iván… hazme completamente tuyo- le dije entre gemidos.
El atendió mi deseo y en un estado de éxtasis glorioso me lleno todo el agujero de torrentes vigorosos del más potente semen candente. Terminamos con el aliento entrecortado, quietos en ese última posición por un momento. Sentía que de las comisuras de mi orificio goteaba el semen blanco y acuoso hasta la superficie de la alfombra.
Desnudos como estábamos, charlamos por un momento hasta que decidimos bajar hasta el piso del bar. Él sabía que yo era un prostituto, un chapero, así que no había razón para que nos diéramos cariño luego del acto sexual, sin embargo, el me trato muy bien, fue todo un caballero. Me dio el costo de mi servicio y me dijo que deseaba volver a repetir el encuentro. Creo que lo aprecie mucho más que todo el resto de los hombres con los que me había acostado. Sentí una conexión y pienso que el también sintió lo mismo.
-¿Cuánto tiempo estarás en Moscú?- le pregunté antes de despedirnos.
-No lo sé, puede que una semana o quizás menos- me dijo sin apartarme la mirada.
-Quiero conocerte más Iván- le dije con esperanza. La vida de un prostituto era eso, solo sexo.
-Es posible que no nos veamos más, no hay esperanza- me dijo con nostalgia.
-Te iré a buscar al destacamento de Siberia a donde te regresen- le dije en broma y a la vez en plan de no rendirme.
- Eres maravilloso Aleksei… si todo fuera distinto, si nuestras vidas y deseos no las tuvieran controladas- dijo con ese brillo peculiar en sus ojos eléctricos.
-Está bien, pero por lo menos salgamos discretamente en lo que te quede de tiempo por aquí ¿Qué dices?- le dije resuelto.
-(Iván dudo en silencio por un momento) Bien, mañana en la orilla del río Moskvá, en la zona pesquera.
-Perfecto- respondí con una sonrisa de alegría evidente.
-No nos hagamos esperanza- me dijo Iván inexpresivo.
-Entiendo- dije.
Iván se acercó a mí y me dio un beso prolongado; luego me soltó y ambos tomamos caminos distintos, solo con la promesa de volver a vernos en el siguiente día. Regrese de nuevo al bar con un nudo en la garganta; obsesionarse con un cliente era lo peor que nos podría pasar; no debía haber lugar para el amor, todo era simple transacción.
Al estar con otros hombres durante esa noche no pude pensar en otro cosa que no fuera Iván. Ahora me sentía culpable por lo que hacía, me sentía sucio, degradado, en lo más bajo de mi humanidad. Concluí mi trabajo y regrese a casa en compañía de Grigori, él siempre me acompañaba todas las veces que trabajaba en ese establecimiento clandestino. Puedo suponer que yo le gustaba, él estaba muy bien pero yo no lo veía con esos ojos.
Dormí lo suficiente hasta que desperté en la tarde con bastante entusiasmo por el esperado reencuentro. Me preparé y me vestí de la mejor manera que me podía permitir. Salí de mi casa, y caminé unas cuantas cuadras en dirección del rio. Llegue a la zona pesquera que me hablo Iván y allí lo espere. Los pescadores, los barcos, las aves, el trafico terrestre, todo el lugar estaba ajetreado. Ese día estaba faltando a mis clases en el conservatorio, solo lo hacía porque realmente estaba fascinado con este hombre; la última vez que sentí esa misma sensación fue hace dos años con un muchacho de mi sector; me enamore de él y pensé que el también de mí. Llegó un día en que el ejército pasó por el sector reclutando nuevos aspirantes y él se enlistó. Le supliqué que no se fuera, pues era probable que no lo viera más. Él no me escucho, púes se inscribió, aprobó y se fue; me rompió el corazón. Desde allí me prometí no tener más relaciones que me lastimaran, me volví un ateo sobre las relaciones amorosas, preferí contentarme con el placer efímero, con la satisfacción momentánea que producen los miembros masculinos al entrar y salir de mi interior. Ahora me doy cuenta que eso no es suficiente; ahora solo me siento vacío, sin propósito, amargado por la represión radical de mi propio gobierno.
Camino entre las personas buscando la alta figura y el rostro de Iván pero en ningún lado lo hallo. Pasan los minutos, las horas y el pasar de los transeúntes pero jamás Iván viene a mi encuentro. Llega el momento en que me giro para mirar el río Moskvá; así como sus aguas arrastran la gélida melancolía de la naturaleza, así se arrastran mis abundantes lágrimas por mi rostro que está preso de dolor de la desesperanza y el abandono. Me he cansado, ya no quiero estar aquí, ya es suficiente, mi vida no tiene sentido, ya no valgo nada. Todo lo que he luchado sin amor no tiene la más mínima importancia.
Subo la baranda de madera que es la frontera entre el barranco de tierra vertical que termina en el fondo del congelado rio. Voy a saltar para acabar con todo mi sufrimiento. Ya estoy montado en la última línea divisoria y escuchó el murmullo escandalizado de las personas que se han dado cuenta de mis intenciones. Oigo que alguien llama y va en busca de un policía. Eso no me preocupa, cuando llegue yo ya estaré navegando a la eternidad sin pesares.
Aflojo mi cuerpo y me dispongo a dejarme caer por la acción fatal de la gravedad; y ya estaba en ese instante crucial sino fuera porque una voz gritando mi nombre y unas manos que arroparon fuertemente mi cintura me hicieron terminar en el fondo seguro de la orilla, encima del cuerpo de alguien.
-¡No voy a dejar que te quites la vida así, me oíste! ¡Te amo! ¡Tú a mi si me importas!
Lloré amargamente en el regazo de mi salvador, entendí que el amor es incondicional, el viene desde los lugares que jamás te dignas a prestar la atención. El sol por fin volvió a iluminar plenamente las calles de la Moscú soviética.
Nota:Es el primer relato que redacto completo en un solo dia y en pocas horas como lo es en este preciso momento. Diganme que conclusiones pueden sacar de las luchas de estos jovenes. James Fighter.*