Secretos anales de Carla II
Hola, mi nombre es Carla, y soy adicta al placer anal. Y cuando hablo al placer anal, no me refiero a dejar que me metan una polla por el culo, no, eso es de amateurs.
Hola, mi nombre es Carla, y soy adicta al placer anal. Y cuando hablo al placer anal, no me refiero a dejar que me metan una polla por el culo, no, eso es de amateurs. A mí me gusta el placer extremo que produce meterse un puño completo, una berenjena o un juguete de diez cm de ancho. Pero no vayáis a creer que soy una puta, bueno, sí lo soy un poco. Pero a lo que me refiero es que en mi vida social, en el día a día, soy una mujer como cualquier otra, incluso, puede que sea una amiga tuya que está usando este seudónimo para confesar sus perversiones más profundas. Y es que en realidad ¿qué tanto conoces a las personas que te rodean?
Les daré un ejemplo: Hoy en la mañana fui a la frutería ¿Quién no ha ido a una frutería? Es algo normal y nada fuera de lo común. En el local había unas quince personas, incluyendo a los dependientes y a mí. La diferencia era que yo llevaba un dildo anal encajado en el culo. Sí, como lo lees, un dildo. No era muy grande, sólo tres cm. en su parte más ancha, por eso podía caminar y hacer cualquier cosa sin que nadie lo notase en lo más mínimo, excepto yo, claro está. Estaba allí comprando provisiones, y me tomé mi tiempo para elegir los mejores y más convenientes productos. Sujetaba los calabacines y las berenjenas en mis manos sopesando su tamaño. Elegí unos cuantos de diferentes grosores, la joya de la corona era una berenjena la cual no podía abarcar con una sola mano. Sin duda, la tarde prometía ser intensa.
Marché directo hacia mi apartamento. Vivo sola hace más de tres años en un piso de cuatro habitaciones, debo confesar que es algo muy grande para mí, y que con frecuencia me siento muy sola. Al llegar al portal me fijé que varios hombres estaban descargando una mudanza. De inmediato supe que tendría nuevo vecino, ya que el único piso que estaba en venta era el de mi antiguo vecino, un anciano muy agradable y buena persona, lástima que la muerte no exonere a las personas de buen corazón. Cuanto llegué a mi planta, confirmé mi sospecha, el piso B estaba siendo ocupado, pero con el movimiento de personas no pude distinguir quienes serían los nuevos vecinos y quienes eran parte de la mudanza. Ya tendría tiempo para averiguarlo, en ese momento me urgían otras cosas.
Lo primero que hice al cerrar la puerta fue soltar la bolsa con los vegetales y desnudarme por completo. Era raro esté vestida cuando no tengo compañía, y como no suelo tener compañía, siempre estoy desnuda. Lavé los vegetales con agua caliente y jabón antiséptico. Mientras, en el microondas se había un tazón con agua calentándose, más adelante conocerán su propósito.
Llevé todos vegetales a mi habitación del placer, el cuarto más próximo a la habitación principal. Allí tengo toda mi colección de juguetes y demás utensilios, así me libro de tener que recoger todo cuando me voy a dormir, y puedo hacerlo cuando me apetezca. El vivir sola tiene sus ventajas y las aprovecho, pero no creáis que soy una persona apartada y ermitaña. Me gustaría tener una pareja y compartir mi vida al completo con ella, pero aún no he podido encontrar a la persona indicada, aunque apenas tengo veintiséis años, así que creo tener tiempo aún para dar con ella.
Fui a la cocina a por el tazón de agua caliente. Vertí el liquido en una botella plástica de cincuenta cl. De esas botellas de agua que venden en cualquier sitio. No os confundáis. No es que no tenga dinero para comprar juguetes sexuales, como ya dije, tengo una buena coleccione de ellos. Pero es que me encanta el bricolaje sexual y experimentar cosas diferentes, y qué es más diferente que meterse una botella plástica llena de agua tibia en el culo.
Ya en la habitación, me saqué el plug del culo, llevaba casi una hora con él dentro. Sentí un vacio aliviador que duraría muy poco. Mi posición favorita para las inserciones es en cuclillas, ya que me permite más manejo y control de lo que me vaya a meter en el culo. Vale añadir que con mi coño no soy tan abierta, nunca mejor dicho, en ocasiones me he fisteado y dilato bastante, pero prefiero usar mi ano y mantener mi coño lo más «normal» posible.
Ya puesta en cuclillas, eché una generosa cantidad de lubricante en mi mano y comencé a frotarme el ano. Ya lo tenía abierto a causa del plug de calentamiento así que no tardé en meterme dos dedos para engrasar bien el interior. Por la practica constante, no me cuesta nada llevarlo al punto máximo de dilatación, así que sin muchos preámbulos ya tenía cuatro dedos hasta los nudillos dentro de mí haciendo un ruido, una especie de chapoteo, que me pone muy caliente. Luego metí tres dedos de cada mano y lo abrí con fuerza, lo sostuve así por algo más de un minuto. Tomé la botella plástica llena de agua caliente y me la metí casi de un tirón. Sentir el calor en el interior de mi culo es una experiencia increíble y difícil de describir. Una parte de mí quiere sacarse la botella, mis músculos anales sufren contracciones e intentan expulsarla, pero otra parte de mi desea soportarla dentro la mayor cantidad de tiempo posible. La sensación es tan fuerte que no puedo evitar orinarme del placer. Luego de sacarme la botella, me metí la mano completa, me fascina sentir mi ano caliente y húmedo.
El calabacín tenía unos siete cm. de grosor, los cuales entraron sin mucha dificultad hasta lo más profundo de mi culo. Me acosté en el suelo con las piernas muy abiertas y comencé a darme una caña brutal. Por suerte para mi, las paredes son gruesas y mis gritos no son escuchados por los vecinos. Me corrí y me volví a orinar, el meado me cayó encima, hasta en la cara y la boca. El tiempo me ha enseñado a no hacerle ascos a mis fluidos, incluso, disfruto ensuciándome.
La puerta del armario de la habitación en un espejo en donde podía ver perfectamente mi culo abierto y palpitante que pedía a gritos que le metiese la berenjena. Tomé el bote de lubricante y me metí la boquilla en el ano, me puse a cuatro patas con el culo en pompas y apreté hasta llenarme de líquido. Podía sentirlo en mis tripas. Cuando saqué la boquilla, mi hoyo se quedó muy abierto, había vaciado todo el bote de un golpe y mi culo estaba tan rebosado que el lubricante se derramaba por mis piernas. Rápidamente cogí la berenjena, por un momento temí que fuese demasiado grande y que no entrase. Empujé un poco, pero no pude meter ni la punta, así que volví a abrirme el hoyo con ambas manos. Era riquísimo sentir el lubricante salir de mi culo. Tuve una contracción e involuntariamente solté un chorro de aceite que terminó estampado en el espejo, se me escapó una risotada. Me puse en cuclillas y posicioné la berenjena, apreté los dientes y empujé con ganas.
El culo me iba estallar de tanta presión, pero yo no cejaba y continuaba empujando hasta que sentí como la punta comenzó a deslizarse y como mi hoyo se estiraba al límite. Ya tenía la parte más ancha entrando, hasta que por fin pasó completa. Era fabuloso, no podía ni moverme, tenía el culo y las nalgas deformadas y anchas. Llegué como pude hasta el armario y tomé un dildo doble, de esos súper largos de silicona. Lo chupé y metí hasta el fondo de mi garganta, eso me causaba un poco de arcadas y mi cuerpo se contraía, lo que sumado a la berenjena en el culo me daba un gustazo infernal. Me acosté bocarriba sobre un charco de orina y lubricante, no paraba de chupar el dildo, de meterlo hasta lo más profundo y sacarlo lleno de gruesa saliva que me caía en la cara y las tetas. Me toqué el clítoris y fue como una explosión, me corrí casi por sorpresa a la vez que expulsaba sin control la berenjena de mi culo.
Allí me quedé un buen rato, casi desmayada con el culo engrasado y abierto, sobre un charco de orina y lubricante salido de mi culo. Antes de quedarme dormida escuché un martilleo, al parecer los nuevos vecinos estaban haciendo alguna reparación, deberían de llamarme a mí, soy buena con eso del bricolaje ¿o no?