Secretos (2) Enamorada de la Vida
Lo vi y lo jalé para besarlo. Probé mis líquidos. Sabía delicioso. Sobó mis tetas. Nuevamente lo empujé y quité mi blusa y mi brassier. También mi falda y mi calzón. Quedé frente a él totalmente desnuda.
Relato anterior –> https://todorelatos.com/relato/141149/
Escuché el ruido de la alarma que me despertó. Cesar me hizo dormir bien rico con la cogida que me había dado. Me levanté de un brinco, me esperaba un día con mucho trabajo pero no me estresaba eso, al contrario, estaba ansiosa por empezar, por conocer gente, hacer negocios.
Me metí a bañar. Mientras lo hacía pensaba en la ropa que usaría, tendría que ser una ropa formal pero coqueta, que calentara pero sin enseñar.
Salí y empecé a arreglar mi cuerpo. Me puse un brassier y una tanga, color blanco. Luego abrí mi closet. Vi la ropa. Pasé una por una. Saqué algunos pantalones y unas camisas, me las ponía. Nada me convencía.
Agarré varios vestido de esos que son pegados al cuerpo. Me puse uno azul, con flores. Me llegaba poco arriba de las rodillas y dejaba al descubierto mis hombros. Agarré unos tacones rosa. Me vi por un rato, las caderas se me marcaban, me di unas vueltas y mis nalgas no resaltaban mucho, ya que no las tenía trabajadas. Y con la forma del vestido y el color, mis tetas no resaltaban.
Me probé un vestido negro con unos tacones negros. El vestido apenas me cubría las nalgas y era de tirantes que pasaba alrededor de mis hombros y por debajo de mis axilas, y se volví a unir a mis pechos. Mis tetas se asomaban por arriba, el vestido casi nada más tapaba mi pezón. Y por los lados, mis tetas también se salían. Era abierto de mi espalda. Este vestido era perfecto, pero no para ese día sino para una salida nocturna con algún socio.
Me puse un tercer vestido. Era totalmente blanco, igual que el anterior, apenas lograba tapar mis nalgas. Era totalmente tapado de arriba y mis tetas, resaltaban como dos pelotas. Me puse unos tacones azules. Me miré y me gusté muchísimo. Era perfecto el vestido.
Caminé un poco de un lado a otro moviendo mis caderas, cruzando mis pies. Caminé lento, levanté mi cuerpo, derecha, mis tetas se miraban hermosas.
“Me van a ayudar mucho ustedes dos”
, pensé.
Necesitaba una bolsa para acomodar mis manos y no traerlas sueltas. Me senté en la cama y me crucé de piernas. Vi por el espejo que tanto mostraba, necesitaba mostrar pero sin caer en lo corriente. Me levanté y mi vestido subió más de lo normal. Era el problema de estos vestidos, había que estarlos cuidando.
Una vuelta más y listo. Me gusté mucho.
-Eres preciosa, Julia. –Me dije.
Salí del cuarto. Bajé las escaleras. Iba temblando de la emoción. Escuché voces. Reconocí la del guardia pero la otra no. De pronto se callaron. Los vi. Eran el guardia y el taxista.
-Hola. Buenos días. –Le dije. Noté como los dos me comieron con la mirada sin despistarle para nada.
-Ho… hola. –Tartamudeó el taxista. –Buenos días.
-Pensé que no aceptarías el trabajo. –Le dije.
-¿Quién no aceptaría trabajar con semejante mujer? –Me dijo. Sonreí.
-Vamos a salir. Guardia, él será nuestro chofer de ahora en adelante. –Asintió el guardia. –Primero llévame a una tienda departamental. –Le dije al taxista. Se levantaron y salimos de la casa. El taxista se subió a su taxi, yo y el guardia en la camioneta. Lo seguimos. A los 10 minutos llegamos.
Agarré lo que necesitaba y al cabo de media hora, regresé a la camioneta. Arrancamos. A los 20 minutos llegamos a la base de los taxis. El taxista se detuvo fuera de la base. Salían y entraban esporádicamente los autos de la base. Se bajó y nos habló.
-Aquí es. Yo entraré a la base por aquí. Entregaré mi taxi y presentaré mi renuncia. –Dijo. –Ustedes estacionen la camioneta allí y ahí está la entrada. –La señaló.
El guardia avanzó. De pronto me entraron unos nervios terribles.
“Tranquila Julia.”
, pensé mientras agarraba aire.
-¿Qué pasa? –Me preguntó el guardia.
-Me entró miedo. –Le dije.
-No te diré mentiras, de ahora en adelante, al lugar donde entres, tú serás la atracción. Todos los hombres te mirarán y querrán estar contigo. Tú debes pensar en que eres la dueña de todos ellos, que ellos harán lo que tú digas en el momento que tú digas. –Y realmente, hubiera preferido las mentiras.
En mi mente tenía que yo sería la mujer que tomaría las riendas de personas y de lugares pero nunca había pensado en cómo le haría. Se me daba bien improvisar y coger, pero en ese momento no sabía que hacer. Iba a platicar con gente inteligente y con gran poder económico.
-Dame coca. –Le dije. Necesitaba algo para los nervios.
-No. –Me dijo y lo volteé a ver. –Tú eres una persona muy capaz y puedes hacerlo sin droga en tu cuerpo.
Miré nuevamente la base.
“Hazlo, tu puedes”
, pensé.
-Ponte detrás de mí en todo momento. –Le dije y abrí la puerta. Me acomodé el vestido y con la bolsa en mi mano y unos lentes de sol, salí rumbo a la base.
Y ahí iba, aquella mujer chiquita, de grandes ambiciones, rumbo a su primer encuentro. Caminé como había practicado en mi recamara. Iba nerviosa, temiendo caerme. Nunca dudaron mis pasos a pesar de ir nerviosa. Llegué a la puerta y me detuve en frente, el guardia me abrió la puerta.
Entré y me quité los lentes. Caminé rumbo a la barra donde estaban dos secretarias.
-Buenos días. –Me saludó la muchacha con una sonrisa preciosa. No pude hablar.
“Habla, habla”
, pensé. Me imaginé agarrando aire. Sonreí.
-Buenos días. –Dije con una voz muy segura. –Señorita, vengo a ver al gerente.
-Claro, ¿Cuál es el motivo? –Me preguntó.
-Mi nombre es… Julia Rodriguez, el motivo de mi visita es porque me dedico a negocios. –Dije. Mi voz agarró confianza y las palabras me salían con facilidad. –Me gustaría ver al gerente o al dueño, o quien sea la persona que esté encargado del lugar. Por favor. –Ante todo los modales.
La señorita me vio por un momento. Fijé mi mirada en la suya. De pronto se levantó y se perdió entre un pasillo. Al cabo de 5 minutos regresó y con una sonrisa:
-Sígame por favor. –Me dijo. Caminamos el guardia y yo detrás de ella. Seguimos como un laberinto, pasamos por el frente de varias puertas y nos detuvimos en una. La señorita abrió. –Adelante. –Entramos. -¿Les ofrezco algo?
-Un café, por favor. –Le dije. El guardia no respondió.
Salió la señorita.
-Buenos días. –Saludó la persona. –Tome asiento. –Me dijo. Noté como sus ojos se detenían en mis tetas y luego las quitaba. Sonreí, excitada.
-Gracias. –Dije mientras me sentaba. No crucé mis piernas, pero puse mis manos encima de ellas. –Le agradezco mucho que nos haya recibido.
-Es un placer, ¿señorita…? -Dijo.
-Julia Rodriguez. –Respondí. Nos dimos la mano.
-La secretaria me comentó que es una persona de negocios.
-Así es, respondí. –Le dije. –Permítame. –Asintió. -¿Puedes esperar fuera? Por favor. –Le dije al guardia. Asintió y salió. –Me siento algo sofocada con un guardaespaldas. –Le dije. Me crucé de piernas. –Pero es necesario.
-Sí, entiendo. –Me dijo de manera muy tonta. –Mi nombre es Carlos. Soy gerente y socio de este lugar. -Era un hombre de algunos 50 años. No era atractivo. Era un hombre, muy normal. En su escritorio vi que tenía una foto de él con su familia.
-Tienen un lugar muy bien trabajado, se ve que se han esforzado. –Con el tiempo aprendí que sin duda, la primera regla era, alabar el trabajo de los demás.
-Muchas gracias. –Dijo. –Somos un grupo de personas, en total, 20 personas, que emprendimos este negocio. Tenemos 10 años con esto y la verdad, podemos decir que nos está yendo muy bien.
-Sí, por lo que he investigado, no solo tienen esta planta, sino que ya tienen este negocio en otras ciudades. –Dije.
-Tres ciudades y cerca de vehículos. –Dijo. –Para dentro de 3 años, estamos en vista de abrir una cuarta sucursal en tal ciudad.
-Imagino que como en todo, falta el dinero. –Dije. Entró la señorita y me trajo una taza de café. –Gracias.
-Sí, el proceso es lento pero nunca imaginé decir esto, este es un buen negocio. –Bebí.
Todo se estaba dando muy rápido. Si ellos necesitaban dinero y yo tenía dinero, se podía concretar esto muy rápido.
-Porque no me muestra la planta. –Le dije.
-Claro, adelante. –Nos levantamos. Corrió y me abrió la puerta.
Salimos. El guardia nos siguió.
El recorrido duró cerca de 40 minutos, me mostró una cafetería. Estacionamiento para los taxis. Taller mecánico, y mecánicos. Entre otras cosas. La verdad era muy bonito el lugar.
Regresamos a la oficina. Nos volvimos a sentar.
-Disculpe mi atrevimiento señorita Julia, pero ¿Cuál es su edad? –Me preguntó.
-La edad no se le pregunta a una mujer. –Dije.
-Lo sé, pero la miro muy chica.
-Tengo 18 años, recién cumplidos.
-Y ¿Qué la trae por acá? Su acento es norteño, por eso mi pregunta. –Dije.
-Heredé una suma fuerte de dinero, he andado por el país visitando ciudades y viendo negocios. –Me aclaré la garganta. –Está ciudad me gustó, y decidí quedarme un tiempo por acá. Hablando con un abogado de aquí, me dijo que este negocio era muy rentable. –Mentí. –Y me gustaría invertir.
-Ya veo. –Me dijo. Su mirada se desviaba en ocasiones a mis tetas. Yo estaba feliz.
-Dígame, ¿Que tengo que hacer para ser socio? –Le pregunté. –Le comento que tengo el dinero para empezar a abrir una sucursal en otra ciudad. Si me acepta, pronto empezamos el proyecto.
-No es tan fácil. –Noté que no se sorprendió por lo que le dije. Sin duda era gente de dinero. –Como ya le comenté, somos muchos socios y ahorita estamos divididos en tres grupos. A veces las decisiones que se suponen, son para mejorar la empresa, no son aceptadas porque no todos están de acuerdo. Y aparte, muchos son muy celosos con el negocio, no aceptamos a alguien tan fácil.
-¿Qué tengo que hacer? –Pregunté de manera muy infantil. Ahí se notó mi inexperiencia. Carlos sonrió.
-Tiene que convencer a la mayoría de los socios de que usted es buena persona… -Lo interrumpí. Levanté mis manos, saqué mi pecho a relucir y acomodé mi cabello en la espalda.
-¿Me decía? –Dije.
-Este, sí. –Dijo. –Que tendríamos que hacer una junta entre todos los socios para discutirlo.
-¿Usted no está de acuerdo con que yo entre? –Mi voz cambió a un tono coqueto.
-No está en mis manos. –Dijo.
-Eso no pregunté. –Dije con tono seguro.
-Sí por mí fuera, ese dinero ya estuviera usándose en abrir la otra sucursal.
-Entonces, ¿Por qué no me ayuda a convencerlos? –Le dije.
-Señorita Julia, mi grupo es de 4 personas. –Me dijo. –Y aun así, hay uno rebelde que no creo que la acepte.
-Tengo mucho trabajo por hacer. –Dije algo decepcionada. La verdad creí que sería más fácil, siempre pensé que el dinero movía cualquier cosa pero me equivoqué. -¿Cuándo puede organizarme una reunión para hablar con la gente? –Le pregunté.
-Primero tendría que ser yo quien platique con ellos y los comenté sobre usted, dependiendo lo que salga de esa junta, vemos si hay una segunda donde usted vaya. –Me dijo.
Silencio total.
-Bueno. –Me levanté con una sonrisa. –Me gustaría hablar con sus amigos, con ellos si me puede organizar algo, ¿No?
-Sí, con ellos hoy mismo puedo organizarle una junta. –Me dijo.
-Perfecto. –Le dije.
Me volví a sentar y esperé mientras hablaba por teléfono. Al final me dijo que a las 7pm nos mirábamos en tal restaurante. Me despedí dándole la mano y salí con decisión.
No había estado mal la plática.
Salimos. El taxista ya nos esperaba en la camioneta. Subimos, yo atrás y ellos en frente.
-¿Cómo te fue? –Me preguntó el guardia.
-Me rechazaron. –Dije. –No lo esperaba.
-Era más que obvio. –Me dijo el guardia. El taxista encendió la camioneta. –La gente es muy celosa de su trabajo. Ahora, ¿Qué harás?
Me quedé un rato pensando. El dinero no funcionó pero mis tetas me dieron una oportunidad que no desaprovecharía.
-Hay algo que nunca falla. –Dije. –Una como mujer siempre tiene la ventaja. Si hubiera sido hombre, hubiera salido con las manos vacías.
-¿Qué conseguiste? –Me preguntó.
-Una reunión con 4 socios. Y con ellos voy a empezar.
-¿Crees poder convencerlos?
-Claro. Ahora no usaré el dinero. Tengo que usar mi cuerpo. –Le dije.
Silencio total. Vi la hora y era medio día. Hacer negocios me excitó mucho y necesitaba sexo.
-Vamos a mi casa. Voy a salir a otro asunto. –Dije. Tenía en mi mente a una persona.
Llegamos y subí corriendo a mi cuarto. Agarré el teléfono y marqué.
-Cesar, hola. –Dije.
-Hola Julia. –Dijo. -¿Cómo estás?
-Deseosa de verte. –Y la verdad sí. -¿Qué haces? –Pregunté.
-Trabajando. En la oficina preguntan por ti, que porque no has venido. ¿Ya nos vas a trabajar?
-No, ni voy a presentar renuncia. Les puedes decir eso. –Le dije terminando la plática. –Quiero verte.
-Ando entregando documentación. –Me dijo. –Y en la noche miraré a mi novia.
-Ahorita quiero verte. –Le ordené.
-No puedo dejar esto a medias.
-No lo vas a dejar a medias, nos vemos, cogemos y sigues en tú trabajo.
-No tengo auto, no tengo en que moverme. –Y pensé en que me hacía falta un auto personal, no la camioneta. Necesitaba comprar uno.
-De acuerdo, te lo pondré así. Te voy a pagar $1000 pesos si vienes y me coges. Pero quiero coger en el auto, así que consigue el auto de tu amigo, vienes por mí y me llevas a un lugar solo. –Sentencié. Silencio.
-¿En serio? –Dijo con tono asombrado.
-Yo no juego. Te voy a esperar 1 hora, no más. Si no vienes en una hora, no te ganas el dinero y no me coges. –Y dicho esto, colgué.
Tiré el teléfono a un lado y me quité el vestido. Estaba muy cansada del vestido. Luego mis tacones y me tiré en la cama.
“Sí va a venir, nadie se resiste a mí ni a mi dinero.”
, pensé en mi mente.
Me quedé un rato acostada en ropa interior, viendo el techo y pensando en mi reunión. Sin duda le tendría que dar las nalgas a varios socios para que me aceptaran. Aunque viendo la actitud de Carlos, quizá no sería necesario coger con los socios, el chiste era darme a desear, mostrarles algo y caerían. Pero no podía aguantarme la calentura, siempre que me caliento, cedo totalmente mi cuerpo. Tenía que aprender a controlar eso. Me mojé e instintivamente llevé mi mano a mi entrepierna. Empecé a sobarme.
De pronto se abre la puerta de golpe que provoca que me asuste y me levante de un brinco a taparme. Eran 4 personas las que entraron. El último cerró la puerta y vi que era Carlos. Los otros tres eran unos chavos muy guapos, con buen cuerpo y jóvenes.
-¿Qué… que hacen aquí? –Pregunté con duda. Uno de los chavos se acercó e intentó, con dulzura quitarme la sabana con la que me había tapado.
-Nos comentó Carlos que quieres que aceptemos que te unas a nuestra sociedad, pero no será tan fácil y tu sabes que tienes que hacer. –Me dijo el chavo.
Vi a Carlos y a los otros tres muchachos quitarse la ropa. La imagen de Carlos era clara, un señor grande de edad sin mucho cuerpo. Mi sorpresa fueron los otros 2 chavos, tenían un cuerpazo, bien trabajado con un hermoso abdomen y unos brazos que te excitan solo de verlos.
Solté mi sábana y los vi embobada. El chavo que estaba cerca de mí se acercó a darme un beso en mi mejilla, cuello, luego jugó un rato en mi oreja.
Los otros 3 ya estaban completamente desnudos y masturbándose. Su verga pasaba los 20cm sin duda. Se me hizo agua la boca y me mojé.
Volteé a ver al chavo que me besaba.
-Dar las nalgas, ¿No es fácil? –Le dije. Me miró y lo miré. –Dar las nalgas es lo que mejor se hacer.
Lo agarré del cuello y nos tumbamos en la cama, él arriba de mí. Nos empezamos a besar. Metí mis manos bajo su playera, quería tocar su cuerpo duro, sentir su espalda, sus brazos. Con sus manos enormes, pudo abarcar casi en su totalidad mis tetas y solté un gemido. Hasta el día de hoy, era la primera persona que pudo hacerlo y estaba feliz.
Se levantó y me vio.
-Si tú dices que sí, nosotros te ayudaremos. –Me dijo. Le sonreí.
-Acomódate junto a tus socios. –Le dije. –Desnúdate, me los quiero comer despacio.
El chavo lo hizo y se desnudó poniéndose a un lado de los otros tres. Estaba feliz de tenerlos ahí parados listo para lo que yo quisiera. Y se me ocurrían demasiadas cosas. Iba a tener la mejor cogida de mí vida.
Quité mi brassier y me levanté para quitarme la tanga. De un brinco caí nuevamente en la cama. Los miraba idiotizada. Estaba vuelta loca.
En eso tocaron la puerta del cuarto.
-¿Quién? –Pregunté.
-Soy yo. –Me respondieron. No reconocí la voz.
-Espe… -Le dije a los 4 socios y estos habían desaparecido. -¿A dónde se…? –Sentí un orgasmo delicioso.
Mis dedos, que estaban dentro de mi panocha, se mojaron. Me había masturbado imaginando que me cogían los 4 socios. Volvieron a tocar. No hice caso. Estaba disfrutando de mi orgasmo.
-Julia. –Me dijo el taxista.
-Es… estoy ocupa…da. –Le dije.
Agitada, aflojé mi cuerpo. Extendí mis manos. El orgasmo había sido rico, muy placentero pero no fue suficiente. Necesitaba la verga de Cesar.
Me levanté, me puse una toalla y abrí al taxista.
-¿Qué necesita? –Le dije.
-La esperan fuera, un muchacho. –Sonreí.
-Gracias. –Cerré la puerta.
Corrí a buscar ropa. Me puse un juego de ropa interior negro. Arriba una minifalda suelta color roja que incluía un cinto gris oscuro. Agarré una blusa negra y rápido me puse unos tacones negros.
Un poco de maquillaje, arreglé mi cabello y en 10 minutos bajaba las escaleras.
-Tienen un rato libre. –Les dije. –Regreso antes de las 7pm para arreglarme, los quiero antes de esa hora. –Asintieron. Salí
Vi el auto en el que Cesar había llegado un día antes. Encima estaba él. Me vio y lo vi. Corriendo, abrí la puerta y subí.
-Si supieras que imaginé ahorita que te vi corriendo y subiendo. –Dijo.
-Dime. –Le dije sonriendo.
-Cuando anduvimos de novios, así te imaginé subiendo a mi auto cuando pasara por ti. –Me dijo. –Así de hermosa, vestida con ropa que te quedaría perfecta, sonriendo y que te vieras como un ángel.
-Me acabo de subir, hermosa, vestida con ropa que me queda perfecta, sonriendo y sin duda me veo como un ángel. –Le dije.
-Pero ya no eres mi novia.
-Y yo no quiero que seamos novios. –Me acerqué y con mi mano jalé su cabeza. –Quiero… -Un pico. –Que seamos amantes. –Otro pico. –Que estés para mí. –Uno más. –Para que me cojas bien rico. –Otro más. Bajé mi mano a su entrepierna, se le notaba un bulto duro.
Se aventó hacia mí y nos besamos. Su verga se movía. Puso una mano en mi pierna, casi tocando mis nalgas.
-¿A dónde vamos? –Me dijo separándose de mí.
-Quiero coger en el auto, llévame a un lugar solo y tranquilo. –Le di un último pico y me acomodé en mi asiento.
Me veía con su cara de asombro. No creía lo que le decía.
Arrancó el auto.
Durante el camino fue todo silencio total. Dio varias vueltas por la ciudad y llegamos a un terreno baldío detrás de un centro comercial. El terreno era enorme, era un terreno tipo para un fraccionamiento privado pero aún no había nada. Todo el terreno tenía un muro alrededor que hacía que dividiera un terrero de otro. Se puso debajo de un árbol.
Nos quedamos inmóviles. Sabía que Cesar no daría el paso. El Cesar atrevido conmigo, se había acabado cuando se dio cuenta de que de seria no tenía nada.
Me volteé y me recargué en el respaldo del asiento. Mis nalgas quedaron en el tablero del auto. Levanté mi falda y quedé solo en calzón.
-¿No te gusta lo que ves? –Le dije. Cesar miraba mis nalgas. Luego, me dio una nalgada. Gemí. –Que rico, papi. –Me dio otra pero dejó su mano en mis nalgas. Las apretó. –Así, muy rico. –Gemí.
Vi que se volteó y acercó su cabeza a mis nalgas. Las agarró con sus manos y las empezó a besar. Primero empezó con picos y caricias. Luego lamidas, a toda la nalga que quedaba descubierta. Luego mordidas junto con besos y lamidas. Ahí grité de placer. Había iniciado perfecto.
Con una mano, bajó mi calzón hasta las rodillas. Luego, sentí la punta de su lengua en mi culo. Instintivamente moví mi cuerpo. Volteé a verlo.
-Cuidado, papi. –Le dije con el tono más puto que tenía.
-¿No te gustó? –Me preguntó.
-Me encantó. –Le dije sonriéndole. Saqué mi cabeza por el vidrio de la puerta y le indiqué que siguiera haciendo.
Sentí sus manos abrir mis nalgas y solté un chorro. Sentí su lengua tocar mi panocha, luego la arrastró hacia arriba hasta tocar mi culo. Solté un gemido. Nuevamente hizo lo mismo. Luego puso su lengua en mi culo y empezó a meterla. Estaba vuelta loca.
-Hay papi, así, sigue, no pares. –Gemí.
Empecé a jugar un rato. En todo este tiempo, ningún hombre me había dado un sexo oral tan bueno como me lo daba Cesar. Era increíble.
Luego de un rato, cuando sentí que venía mi orgasmo, empujé su cabeza con una de mis manos para no dejarlo salir. Y tuve mi orgasmo delicioso. Gemí agotada, increíble. Lo solté y lamió mi panocha y mis piernas donde había escurrido mis líquidos.
Cesar me tocaba riquísimo. Mi corazón latía de alegría.
Lo quité de un empujón y me acosté en el sillón que ya estaba reclinado. Estaba agotada, pero deseosa de más. Este sexo me llenaba y me hacía querer más.
Lo vi y lo jalé para besarlo. Probé mis líquidos. Sabía delicioso. Sobó mis tetas. Nuevamente lo empujé y quité mi blusa y mi brassier. También mi falda y mi calzón. Quedé frente a él totalmente desnuda.
Se agachó a besarme las tetas. Abrió su boca y se las comió mientras sobaba la otra. Lo hacía con delicadeza y al mismo tiempo con mucha lujuria. Este hombre sabía cómo tocarme, encenderme.
Se comía una, luego la otra. Yo estaba totalmente perdida.
-Hay Cesar, que gran amante eres. –Le dije. –Sin duda, el mejor. –Gemí.
Se levantó y se quitó el pantalón y su ropa interior. Le di un condón y me volteé y me empiné. Mis nalgas quedaron perfectas para que me cogiera riquísimo.
Se puso detrás de mí.
-Tienes un hermoso tatuaje. –Me dijo mientras tocaba esa parte de mi espalda. Me dio un escalofrío.
Con su mano, recorrió mi espalda, arriba, luego en el centro. Jugaba riquísimo. No sabía porque pero esas caricias me estaban provocando placer.
Sentí su verga tocar mi panocha, buscando la entrada. La necesitaba dentro pero no haría ningún movimiento. Nuevamente iba a respetar el ritmo de Cesar.
Luego sentí la otra mano acariciar mis nalgas. Con sus manos, y su verga, me tenía ardiendo. Abrió mis nalgas con sus dos manos y la cabeza de su verga entró. Fue delicioso.
Me agarró de los hombros y despacio la fue metiendo. Cuando sentí sus piernas golpear mis nalgas, salió. Y entró. Y salió. Empecé a darme con movimientos lentos, suaves y preciosos.
En aquel auto, no se escuchaba más que el golpeteo de sus piernas con mis nalgas, y mis gemidos. Puso sus manos en mis caderas y las acarició. Luego las bajó a mi vientre y sentí sus labios en mi espalda, recorriéndolos hasta caer en mi cuello. Besó mi oreja, mis mejillas y yo gemía como loca.
Me venía otro orgasmo. Ya no pude aguantar y me moví como sabía hacerlo. Mis caderas tomaron el ritmo de aquella rica cogida. Cesar dejó de moverse y de tocarme.
“Rafa, como te extraño”
, pensé.
Sudada, agitada y con el orgasmo recorriendo mi cuerpo, volteé a ver a Cesar y había desaparecido y en su lugar estaba Rafa con esa sonrisa y mirada hermosa.
Me incliné a mi hombre, sentí su cuerpo con el mío, me agarró las tetas y sentí el orgasmo. Un empujón, grité como loca. Otro empujón y mis gemidos no cesaban. Antes de terminar, solté mi cuerpo y caía encima del asiento. Estaba satisfecha.
Y con el último aliento.
-Dame. –Le dije abriendo mi boca y levantando mi mano buscando su verga. Se acercó y sin mucho ritmo empecé a masturbarlo. No tardó mucho en quitarme la mano y meter la cabeza de su verga en mi boca. Él empezó a masturbarse y al minuto, estaba inundando mi boca de leche que tragaba con mucho gusto…
-Julia. –Escuché la voz de Rafa. Me sobresalté y vi a Cesar sentado en el asiento del chofer. Estaba vestido, me estaba mirando.
-¿Qué pasó? –Pregunté asustada. Me levanté y volteé a ver a todos lados tratando de encontrar gente que nos miraba. No había nadie. Estaba desnuda. Me tapé instintivamente. -¿Me quedé dormida?
-Sí, como una hora. –Me dijo. –No te quise despertar porque caíste rendida. Pero ya es hora de irnos.
Mi corazón sintió amor por aquel hombre. Me puse la ropa rápido y salimos de ahí. Durante el camino, lo tomé de la mano. Él me correspondió. Mi cuerpo estaba actuando de una manera extraña.
-¿A dónde te llevo? –Me preguntó.
Me quedé un rato pensando. Luego agarré mi teléfono y le marqué a Rebecca. Quería verla. Necesitaba verla. Cuando nos pusimos de acuerdo le indiqué a Cesar a donde me llevara.
Cuando llegamos, nos despedimos con un beso lleno de pasión. No quería separarme de sus labios. Y me dolió tanto bajarme de su auto y dejarlo ir.
-¡Hey! –Me picó las costillas Rebecca. Desperté de mis pensamientos.
-Hola. –Nos dimos un beso y nos abrazamos. Rebecca tenía una hermosa sonrisa y verla me enamoraba. -¿Cómo estás? –Le pregunté.
-Muy bien. Aún algo sentida contigo. –Respondió.
-¿Aún no lo superas? –Le pregunté.
-Ya te dije que es lo que quiero, como amiga, para ti. –Dijo.
-Pues te tengo una sorpresa. –Le dije.
-¿Qué? Dime.
-Primero, quiero pedirte un favor.
-Haber…
-Llévame con un nutriólogo porque quiero empezar una dieta para levantar mis nalgas. –Le dije. –Al mejor. Aparte, quiero empezar a ir contigo al gimnasio, para ponerme en forma. Quiero ponerme buenísima y quiero limpiarme de… -Dudé pero ya no me pude callar. –Drogas…
Rebecca tan solo me vio. No dijo nada.
-Vamos. –Me tomó de la mano y animada me arrastró.
La actitud de Rebecca me enamoraba y yo era inmensamente feliz con ella. Me dejé llevar, feliz.
Llegamos a un nutriólogo, me tomó unos exámenes y luego me dio una dieta. Pasamos por un centro comercial y compré ropa para el gimnasio. Luego me llevó y con la ayuda de un instructor, hicimos ejercicio. Terminé agotada. Nos bañamos en el gimnasio y nos vestimos. Eran cerca de las 6pm.
-Ahora sí dime, ¿Cuál es la sorpresa? –Preguntó animada.
Con Cesar y Rebecca, y la vida que ellos me ofrecían, estaba viviendo un sueño.
-¿Sabes? –Nos detuvimos en una banca. –Conoces una parte de mí, pero la otra parte no la conoces. Soy una puta, soy una persona deseosa de sexo. –Silencio.
-Ninfómana. –Me dijo.
-Y aparte drogadicta. –Le dije. La confesión me estaba haciendo sentir bien. –Contigo y con Cesar me siento feliz, como nunca.
-¿Quién es Cesar? –Preguntó.
-Mi… novio. –Dije. –Y ya no quiero estar en la otra vida. Narcotráfico, prostitución, y más delitos. Yo no soy así. –Silencio. Comencé a llorar. Me abrazó. -¿Me puedes ayudar? –Le rogué.
-Para eso somos las amigas. –Me dijo. –Pero no sé qué quieres hacer.
-Quiero dejar esto, quiero empezar una nueva vida. ¿Puedo? –Parecía una niña.
-Tú puedes hacer lo que quieras.
-Entonces, quiero casarme con Cesar y quiero que los tres nos vayamos a otro lugar a vivir y empezar de cero. –La vi con mis ojos llorosos. -¿Podrías?
Me vio algo asustada. Luego me agarró de la barbilla y me dio un beso en la mejilla.
-Claro Julia. Vamos a iniciar de cero. –Me dijo.
Continuará.