Secreto Familiar 5: Un suspiro y una lágrima.

Adiós.

Querida comunidad de todorelaros.com, pido mil disculpas a todos por ausentarme por casi dos años de la página dejando a mis lectores con ganas de seguir leyendo la saga de la cual apenas publiqué cuatro relatos y, por ende, dejándola inconclusa. Muchas cosas han pasado en mi vida, pero no los distraeré contándoles mis historias porque esa no es la razón por la que decidieron abrir este relato.

Para mis nuevos lectores, en mi perfil podrán encontrar los relatos anteriores. Pueden acceder al último relato que publiqué haciendo clic acáhttp://www.todorelatos.com/relato/88273/

Ahora, a lo que vine.

Secreto familiar 5: Un suspiro y una lágrima.

Ya yo sabía que Ángela no había sido porque la había confrontado, pero ¿ella?, ¿cómo?

-Mamá de Luis: ¿Me pueden explicar qué significa esto?

-Luis: Mamá, no te enojes. Todo es mi culpa, no la metas a ella en esto-

-Mamá de Luis: Claro que me lo explicarás.

-Luis: Verás, mamá, fue una apuesta estúpida que hice, ella no quería pero yo casi que la forcé-

A todas estas yo estaba muerta de miedo, no era capaz de mirar a los ojos a mi tía ni mucho menos a Luis que inventaba una historia para librarnos de todo ese lío.

-Mamá de Luis: ¿Cómo que la forzaste?, ¿a qué te refieres?-

-Luis: Bueno mamá, mis amigos vieron una foto de María en casa y me apostaron una cena a que no era capaz de robarle un beso y pues lo hice. La prueba de que lo había hecho sería llevarles una foto o un vídeo, tengo la cámara escondida en unos arbustos-

-Mamá de Luis: Pero, ¿qué cosas haces? Por Dios, tendrás que recompensar a tu prima por lo que le has hecho. Y al llegar a casa estarás castigado. Ahora bien, ¿qué fue lo que escuché en el baño?-

-Luis: ¿A qué te refieres, mamá?-

Me sorprendió el descaro de Luis, pero, a decir verdad, mi tía no nos había visto así que no podía asegurar que éramos nosotros. Ella, por su parte, colocó cara de confundida.

-Mamá de Luis: ¿No eran ustedes?-

-Luis: ¿Nosotros qué, mamá?-

-Mamá de Luis: Olvídalo, es algo sin importancia. Pero le debes una disculpa a tu prima, luego hablamos tú y yo-

Y Luis y yo nos quedamos allí, viendo como mi tía se alejaba de nosotros. Ella, por su parte, estaba desconcertada ya que juraba que éramos nosotros los del baño. Supongo que no decidió seguir insistiendo, ya que sabía que quienes hubieran sido habían escuchado sus gemidos mientras se masturbaba.

-Luis, que historia la que inventaste, ¿se la habrá creído?- Le pregunté.

-Creo yo que sí. Además, no creo que quiera que nosotros sepamos lo que hizo- Respondió él.

Volvimos a la casa, en el camino había mucho silencio. Lo noté preocupado, sabía que algo le inquietaba pero no quise preguntar. Llegamos, y cada quien se fue a su habitación.

Yo no lograba dormirme, daba vueltas en la cama cada minuto. Algo pasaba, algo muy dentro de mí estaba sucediendo y tenía miedo de ese “algo”. Luego de muchas horas pude conciliar el sueño, no sin antes esbozar una sonrisa de satisfacción.

Sentí que alguien entraba a mi cuarto, pensé que era mi mamá así que me hice la dormida. Se sentó al borde de mi cama, se acercó y me dijo

-Ven, quiero que veamos el amanecer-

Era él, Luis, mi primo. Sí, mi primo. Un lazo sanguíneo nos unía, por muy lejano que fuera. Pero éramos familia. No pude evitar pensar que estábamos viviendo una aventura muy absurda, muy prohibida. No era correcto, ¿qué pasaría si alguien, aparte de Ángela, descubría lo nuestro? No quería ni imaginar el problema que se nos vendría encima.

-¿Qué hora es?- Pregunté yo.

-Un poco más de las 5am. Acompáñame, salgamos-

La casa de la hacienda era de dos pisos, más la azotea a la que se tiene acceso por unas escaleras que quedan a un costado de la casa. Allí fuimos. Nos sentamos en un banco, el uno al lado del otro viendo hacia el horizonte sin decir ni una palabra. Algo pasaba por su cabeza, al igual que por la mía.

-Mírame- Pidió él, colocándose de manera que yo al voltear mi rostro hacia él quedáramos frente a frente.

Mi cuerpo también giró hacia la misma dirección que mi cabeza.

-Tengo que hablar contigo, debo y necesito hacerlo- Dijo, muy serio. –Somos un desastre, rompimos el tabú más grande que hay. Una relación filial, el fruto prohibido. Me encanta lo nuestro, pero las cosas han cambiado; no sé si a ti te pasa lo mismo-

Asentí, haciendo ademán de que continuara.

-No podemos estar así toda la vida. Digamos que vivimos un amor de verano. Si, un amor; no me mires con esa expresión en tu cara porque sé que tanto tú, como yo, sentimos algo más que una atracción sexual. No podemos permitirlo, sería imposible. Recordemos que las vacaciones están por llegar a su fin, y en sus días quedarán grabados por la eternidad nuestros besos y gemidos producidos cuando nuestros cuerpos hablaban. Te quiero, pero no debo hacerlo- Fueron sus palabras.

Habló por los dos. Si hubiera sido yo la que hablara primero estoy segura de que hubiera utilizado las mismas palabras. Mi corazón dio un vuelco, un atisbo de dolor se asomó revolucionando mis emociones. Pero era lo mejor, él tenía razón. Debíamos terminar con todo esto de una vez por todas, antes de hacernos daño, antes de enamorarnos.

-Tienes razón, estoy de acuerdo contigo- Dije. –Pero ámame una vez más, una última vez-

Comenzó a aproximarse con lentitud, con timidez, como si se tratara del primer beso que daba. Sus labios sobre los míos, besándome con una delicadeza que hacía parecer que el tiempo a nuestro alrededor se había detenido. Nos pusimos de pie, sus manos acariciaban mi cintura mientras yo estaba aferrada a su boca con mis brazos alrededor de su cuello, era prisionera de su cuerpo y el del mío. Comenzó a deslizar sus manos por mi vientre hacia arriba quitando mi blusa, sus caricias eran deliciosas, me trataba como a una princesa. Mi blusa cayó al suelo, su suéter igual. Se separó un momento de mí, y se arrodillo invitándome a hacer lo mismo. Lo hice, volvimos a besarnos. Hizo que me recostara, mientras él se colocaba de la misma manera a mi lado. Besos en los labios, besos dulces, llenos de ternura; sus manos no hallaban donde posarse, temblaba mucho. Me senté, hice que se tumbara boca arriba y me subí encima de él. Más besos, pero ya yo necesitaba tenerlo dentro mío. No era la excitación de siempre, la que moja todo mi sexo y me hace pedir ser tocada con caricias sexuales, no; era deseo, eran ganas de fundir mi cuerpo en el suyo, ganas de entregarme en cuerpo y alma. Quité su pantalón de pijama, hice lo mismo con el mío, y me subí en él mientras su miembro entraba en lo más profundo de mi ser, me recliné hacia atrás colocando mis manos en sus rodillas mientras arqueaba mi espalda disfrutando el momento a plenitud. Luis se incorporó, yo encima de él rodeé su cintura con mis piernas; él me besaba el cuello, el pecho, los senos. Sus manos subían y bajaban por mi espalda, me acariciaba de una manera que hacía notar que no quería que me despegara ni un momento de su cuerpo, me quería entera para él. Cambié la posición de mis piernas, ahora las había colocado a los lados de las suyas, y comencé con ese vaivén suave, delicado, tierno. Nada de movimientos bruscos, no quería que el momento terminara rápido. Mis gemidos acompañaban su respiración agitada, no hacía falta mencionar ninguna palabra. Allí estábamos nosotros, comenzamos a movernos con más rapidez, con más salvajismo. Cada embestida era llegar a la gloria, me encantaba, nos encantaba. No faltaba mucho para que alguno de los dos llegara, lo sentía en nuestros movimientos. Yo me aferraba a su espalda con mis uñas, las clavaba como señal inequívoca del placer que él me estaba provocando, así estuvimos un largo rato…

Y ahí llegamos, nuestros orgasmos llegaron de forma simultánea junto con el sol que comenzaba a iluminar todo a nuestro alrededor. Su orgasmo salió en un suspiro profundo, el mío salió en una lágrima.

-Fue un placer haberte amado- Dijo él dándome el beso del adiós.