Secreto de confesión

¿Qué pasa cuando un cura confiesa a una joven feligresa casquivana?.

Entró en la iglesia vacía presa del miedo, fue directamente al confesionario y se arrodilló casi llorando

Ave María Purísima

Sin pecado concebida, dime Isabel ¿de qué te arrepientes?

Padre, he pecado.

La muchacha era una feligresa habitual en la misa de doce de los domingos. Era una joven morena muy guapa de cara aunque no se le conocía novio. De hecho, dedicaba el tiempo libre a dar catequesis a niños y a servir de voluntaria en los asuntos que promovía la parroquia. No eran pocos los pretendientes que tenía pero jamás tuvo nada con ninguno de ellos.

Debía tener 23 años y a pesar de falta de vocación para ser monja (ella misma rehusó la idea propuesta por el párroco) paecía una novicia en toda regla. Pero aquel día traía una cara que reflejaba una angustia tal que frai Bernabé se asustó un poco.

Dime hija, qué es eso tan grave que has hecho?

Es algo horrible, me da vergueza confesarlo.

No será para tanto...vamos a ver Isabel, qué ha pasado?

Ayer – dijo mientras se apoyaba una mano en el pecho – estando en la bañera tuve sueños impuros.

Bueno, es algo normal a tu edad. Es la curiosidad propia de la inocencia, de la nobleza.

No padre – interrumpió Isabel – no es solo eso. La cosa está en que me imaginé siendo penetrada por un hombre mientras me enjabonaba. Era un hombre fuerte, bien dotado que me agarraba por las piernas con sus musculosos brazos y me metía su aparato hasta el fondo.

Aún así, puedo entenderlo. Vivimos en una sociedad tan endemoniada que es dificil no sentirse tentada.

Ya padre pero es que... mientras soñaba con aquel hombre noté cómo mi piel se erizaba como cuando tengo frío. Además se endurecieron tanto mi senos que me dolieron y al tratar de calmarlos con un poco de agua fría sentí un latigazo en el vientre.

El cura se había quedado mudo escuchando el relato de Isabel. Nunca, en sus trece años de sacerdocio le había sucedido nada igual. Eran miles las historias de sexo que escuchaba tras la rejilla pero niguna le había excitado... hasta ahora.

¿Padre?

Sí, perdona, ¿algo más?

Bueno, después de aquello me sequé pero no dejé de sentirme húmeda.

Explícate, por favor – Frai Bernabé empezaba a calentarse.

Digo, que salí de la bañera y me froté con la toalla para secarme pero en mi interior aún estaba mojada.

Te refieres a tu sexo, no? – se había empezado a calentar imaginándosela desnuda en la bañera

Sí, padre.

¿Te lo palpaste?

Solo para averiguar si seguía mojado – se exculpó casi sin voz

¿Cómo lo hiciste, con un dedo con dos...?

Padre...ejem, me da vergüenza.

Vamos Isabel, esto es secreto de confesión. Solo quiero saber qué sucedió exactamente porque la absolución requiere mayores esfuerzos según el pecado.

La muchacha estaba muy avergonzada pero no tuvo más remedio que recrearse en los detalles para goce de su párroco que había liberado su polla del hábito y se la agarraba ya con la mano derecha.

Al principio busqué metiéndome un dedo en la vagina, a lo que mi cuerpo reaccionó con extrañas convulsiones. Me tuve que sentar en el inodoro porque tenía miedo de caerme al suelo. Después de sacar mi dedo corazón empapado de un líquido viscoso algo caliente, metí dos. Sentí una sensación de placer y seguí con el mete saca de mis dos dedos un rato más. Sé que está mal, que no debí seguir pero las paredes vaginales pedían más y el olor embriagador de mis manos...

Sigue Isabel, dime más – el padre se la machacaba a gusto imaginándose a su feligresa en pelotas haciéndose un dedo

Luego descubrí un bulto entre mis labios menores que al apretarlo me estremecía entera. Lo hice varias veces, cada vez más rápido, cada vez me gustaba más, me calentaba más. Me introduje un par de dedos mientras con la otra mano no dejaba de manosaer aquel botón. Ardía, jadeaba, quería morir del gusto allí mismo en la taza del vater con las manos en mi coño hasta que al fin un espasmo continuado provocó un flujo mayor y uno gritos de placer.

Después quedé exhausta y relajada.

El párroco se estaba conteniendo para no correrse porque se le había ocurrido otra cosa.

Ya veo, es un tema grave. ¿Lo has hablado con alguien más?

No, claro que no

Muy bien, será mejor que este asunto no salga de aquí. Si alguien se enterase tu dignidad quedaría en entredicho y también la de tu familia.

Pero qué debo rezar para merecer el perdón del Señor?

Me temo que no bastará con oraciones. Al ser este caso tan especial vas a tener que hacer algo más. Ven acércate – sacó su polla y ante el estupor de la chica dijo- no te asustes. Es mejor para ti que conozcas los caminos de Lúcifer de mi mano para que sepas evitarlos.

Pero padre...

¡Nada de peros! ¿Acaso no te acuerdas de tu pecado? Ven dame la mano – la acercó a su pene duro y ella lo agarró – así, muy bien. Ahora frótalo de atrás hacia delante.

¿Así? – le estaba haciendo una paja gloriosa y frai Bernabé se moría del gusto

Mmm sí, muy bien. Ahora arrodíllate y abre la boca

Isabel obedeció sin rechistar, se metió el miembro del cura en la boca y se la mamó como si no fuera una novata. Aprovechó la lengua para lamerle la base y se la tragaba entera. El cura le agarraba de la nuca moviéndole la cabeza hacia si haciendo que la muchacha se la tragara entera.

Aaahhh síí, sigue sigueee

Mmmm mm chss mmm mmmssschhs

Más, mááás, voy voy aaaaaaahahh ahhaa aohooohhhhhhhhh

Él se corrió en seguida en su boca haciendo que ella se atragantara. Isabel se levantó y pidió permiso para marcharse a lo que el cura se negó.

Todavía te quedan muchas cosas por aprender.

Darío