Secretitos: Alicia en el jardin de las delicias

Dicen que la primera vez nunca se olvida pero, ¿que pasa cuando esa primera vez es con toda la familia al unísono y sin tregua alguna?

SECRETITOS: ALICIA EN EL JARDÍN DE LAS DELICIAS

Me llamo Alicia, y ahora mismo tengo 13 años. Lo que voy a contar es el descubrimiento de cómo era en verdad mi familia, mis padres y hermanos…y yo misma. Y todo esto ocurrió no hace ni dos años.

Mis padres me llamaron Alicia por la película de Disney. Luego supe que antes de eso había un cuento para niños. Lo más extraño es que, con 11 años, y ahora con 13, me parezco mucho a la Alicia de la peli: ojos azules, pelo rubio largo y una gran imaginación e inocencia, aunque esto último dejé de tenerla aquel Viernes de Octubre. ¡Se me olvidaba!, no he presentado a mi familia. Aparte de mis padres(que se llaman Ágata y Alonso) soy la menor de cuatro hermanos, que mis padres tuvieron prisas por tener, tanto es así que todos nos llevamos 2 años de diferencia. Yo soy la menor con 11, Álvaro con 13, Abel con 15 y Abby con 17(Abel es la abreviatura de Abelardo, y Abby de Abigail, porqué nadie les llamaba por nombre sino por mote), aunque esas edades son de cuando sucedieron los hechos que voy a contar.

Aquel Viernes, como tantos otros, había salido de clase y en casa ya sabían que como es el primer día de fin de semana, aprovechaba para estar con las amigas para charlar y divertirnos. Siendo todas amigas desde la cuna, no había peligro de llegar un poco tarde. Lo cierto es que me lo pasé muy bien con ellas, con Sara, Lucía y Carmen. Éramos inseparables, como uña y carne. Me apenó separarme, pero en mi estómago había un tremendo vacío y había que llenarlo, de modo que las cuatro quedamos para el día siguiente, e ir al cine, o a dar una vuelta, pero al llegar a casa, los planes se torcieron, se torcieron bruscamente.

Llamé tres veces el timbre antes de que vinieran a abrirme, y además, noté que abrieron con prisas, como si algo se estuviese quemando en el horno. Con 11 años yo aún no tenía llaves de casa para entrar y salir a mi antojo(porqué de tenerlas, no entraría en casa ni para dormir mientras me divertiría por ahí). Abrí la puerta y me eché en el sillón de la salita, totalmente cansada de tanto reírme con las amigas.

-Mamá, ¿está la comida-pregunté a voces-?. ¿¡Mamáaaaa!?.

Nada. Ni un murmullo. La casa entera rebosaba silencio, un incómodo silencio que me inquietó. Salí de la salita y me di cuenta de que todas las puertas de las habitaciones estaban cerradas, y tuve la terrible sensación de encontrarme sola, pero luego recordé que me habían abierto la puerta. ¿Habría aun desconocido en casa?. Podía ser un ladrón, un asesino, o un violador. Me asusté y corrí al armario trastero, cogiendo el bate de Papá que había comprado hacía ya años. Comencé con mi habitación, pero estaba vacía, y que la de mi hermana. Luego seguí por la de mis hermanos y el cuarto de baño, pero todo vacío. Finalmente, me decidí a mirar en el salón. Levanté el bate como pude, pues era muy pesado para mí. Giré el pomo con cuidado y abrí la puerta muy despacio, para fijarme si el ladrón buscaría algo valioso. Pero lo que vi fue distinto, lo suficiente como para que el bate cayera al suelo, con buena suerte que lo hizo sobre al alfombra, evitando todo ruido. Me quedé de piedra, y no era para menos.

Allí, delante de mí, estaba Papá, sentado en mitad del gran sillón, ¡¡con Abby desnuda sentada sobre él!!. Abby, que giraba la cabeza a todos lados, mostraba una expresión de felicidad absoluta, mientras hacía un movimiento de arriba/abajo sobre Papá que no comprendía. O al menos, no lo comprendí en ese momento. Papá, por su parte, tenía los ojos cerrados y tocaba los enormes pechos de Abby(eran lo bastante grandes como para que, cuando llevaba camiseta de verano, no pudiera metérsela por el pantalón), y yo, no sé porqué, me quedé embobada viendo la escena, alucinando en colores mientras Papá estaba gozando con Abby. Gozando como cerdos salvajes.

-¡¡Sois unos asquerosos, se lo diré a Mamá!!.

Los dos torcieron el gesto y me encontraron en la puerta. Pusieron una enorme cara de sorpresa al saber que los había pillado, pero luego Abby, la cerda de Abby(y luego explicaré lo de cerda), me miró con expresión tranquila.

-Vale, díselo si quieres, está en su cuarto-me dijo con risitas-.

Fui hasta allí, hecha una furia. ¡¡Papá acostándose con Abby, era indecente!!. Parecía que estaba teniendo una pesadilla o algo así, pero que va, la pesadilla acababa de empezar. Tan furiosa estaba que ni siquiera llamé a la puerta, y la abrí de golpe, encontrándome con una estampa peor aún: a Mamá desnuda, sobre la cama a cuatro patas como las perras, con Abel detrás de ella y Álvaro delante, en pleno éxtasis. Mi mundo cayó al suelo, el machacante mazazo que recibí fue descomunal, indescriptible.

-¿¿¡¡Pero que diablos os pasa a todoooos!!??, estáis locos, completamente locos.

-¡Ali, espera-me gritó Mamá-!. Deja que te lo expliquemos

-No, estáis locos. ¡¡Nooooooooooooo…!!.

Salí corriendo presa del llanto y de la angustia. Comencé a llorar debido al repentino ataque de histeria que me sobrevino. Quería abrir la puerta, pero habían echado la llave, y como yo no tenía, no hubo forma alguna de que pudiera salir de aquel depravado ambiente que había descubierto. Yo lloraba desconsoladamente, intentando en vano forzar el pomo para abrir la puerta y golpeándola como una posesa. Antes de darme cuenta, los cinco estaban en el pasillo, mirándome, sin acercarse a mí.

-¡¡No os acerquéis a mí!!, ¡¡dejadme en paz!!...¡¡Fueraaaaaaaaaaa!!....

-Ali, cálmate ahora mismo, por favor-dijo Mamá enfundada en su albornoz color azul-. ¿Quieres calmarte?.

-¡¡Noooo, no os acerquéis!!. ¡¡No os acerquéis a mi, os odiooooo-sollocé-!!...

Me derrumbé en el suelo del pasillo, abrazándome, queriendo despertar, pero no había despertar, porqué ya estaba despierta. Lentamente y con mucho miedo, Mamá se me acercó y me abrazó. Me eché en sus brazos y desahogué. A pesar de lo que había visto, era mi madre. Me cogió en sus brazos y sentí como hizo un gesto o un ademán a los demás, que se fueron, aunque no sé donde. Mamá me llevó a mi habitación, sentándose en el lateral de mi cama, y me sentó junto a ella. La miré como si no la conociera. Me daba la impresión de estar en otro mundo, o algo así. Mamá enjuagó mis lágrimas y me sonrió dulcemente, con sus manos en mis mejillas. Besó mi frente, y me llevó a su hombro, mientras me acariciaba el pelo.

-Calma mi niña, calma-dijo mientras empezó a acunarme-. No pasa nada.

-No es verdad-dije en un apagado lamento-. No es verdad Mamá.

-Tranquila, Ali. Quiero que sepas que no pasa nada, de verdad. Todo va bien, todo sigue igual. Nos alegra que nos hayas visto. Hace ya tiempo que queríamos decírtelo, pero no sabíamos como.

Me hablaba de cosas que yo no entendía, pero por el tono dulce y cariñoso de Mamá, parecía que aquello fuera natural, cotidiano.

-¿De qué me hablas, Mamá?.

-De nosotros, de la familia. Desde que Abby cumplió los 10, y poco a poco, todos hemos aprendido a amarnos, amarnos de verdad. Solo faltabas tú para que la familia estuviese al completo, para completar nuestra felicidad.

-¿Pero que estás contándome Mamá-seguí sollozando-?. ¿Qué dices?.

-Sssssshhhh…calla mi niña. Ya lo entenderás. Deja que Mamá se encargue.

Y sin más preámbulos, cogió y me besó, en los labios. Fue solo por un par de segundos, en los que quedé tan extrañada como sobrecogida. Luego escudriñó mi cara, buscando algún gesto que yo no alcanzaba a comprender. Me llevé la mano derecha a mis labios y los toqué, recordando la sensación. Recuerdo haber sentido de todo, menos dolor y miedo. Lo cierto es que hubo un sentimiento de cariño y deseo en mí cuando lo hizo. Eso debió ser lo que ella esperaba ver en mis ojos, porqué volvió a besarme, pero esta vez ya no separó los labios. Me estuvo besando un tiempo eterno, e infinito, en el que mi inocencia, poco a poco, comenzó a desaparecer. Aquel ardiente beso me llegó por todo el cuerpo, y solo era un beso, sin más. Poco a poco, Mamá fue metiendo su lengua en mi boca, enseñándome a besar más profundamente.

-Si no quieres, no seguiré, y no habrá pasado nada.

-¡¡No-la grité-!!. Quiero que sigas. No te detengas Mamá, por favor.

Sus brazos me rodearon por completo y me echó sobre la cama. Yo, rendida y agotada de tanto llorar, me quedé allí y me dejé hacer, mientras mi mente era un caos incapaz de recomponerse. Luego llamaron a la puerta y Mamá, poniendo un dedo sobre mis labios me dijo "No te muevas de aquí, no pasa nada". Se fue a la puerta y la abrió. "Está calmada-la oí decir-. Ha sido muy fuerte para ella, compréndelo. Deja que yo me encargue y luego salimos". No sé con quien hablaba, pero no me importó. Volvió a cerrar la puerta y en aquella intimidad Mamá se desnudó de nuevo, con su larga melena rubia ondulada(la mía es lisa), y su estupendo cuerpo de 35 años de entonces(Papá es mayor que ella por un año) frente a mí. Se echó conmigo y volvió a besarme mientras me abraza. Sentí un tremendo calor primero en mis labios y luego en el resto de mi cuerpo, y en aquel fuego me dejé llevar. Sus manos recorrieron mi pequeño cuerpo, deteniéndose en mi pecho, aunque apenas tenía entonces. Sus ojos me miraban maravillada, extasiada, con una felicidad que jamás vi antes.

-Te quiero Ali, te amo. De mujer a mujer. Te deseo-proclamó entre sonrisas-.

Literalmente me sentí derretirme con aquellas palabras.

-Yo también te quiero Mamá. Te quiero mucho. Te adoro-susurré emocionada-.

Me sorprendí de decir eso, pero no estaba arrepentida. Seguí dejándome hacer por ella, que comenzaba a desnudarme, arrancando mi ropa con caricias y besos por mi cuerpo, deleitándonos solo con nuestra piel. Amasó mis pequeños pechos un rato, haciendo que gimiera y me mordiese los labios del placer que me hacía sentir. Luego, su mano comenzó a bajar por mi vientre, y viendo donde quería instintivamente puse mis manos para frenarla, pero ella negó con la cabeza, sonriendo como una niña. Aparté mis manos, y sentí en su tacto entre mis piernas, acariciándome en mi flor inmaculada. Lancé gemidos incontrolables mientras me tocaba, y luego más cuando ella bajó su cara y su lengua me recorrió. Mamá me disfrutaba, me tenía para ella sola, me deseaba, me hacía gozar, y solo tenía 11 años. Me encontraba perdida en nuestro mundo de placer, en múltiples piropos, halagos y caricias que me llevaban lejos del mundo, y una sensación nueva para mí me sobrevino lentamente hasta anegarme por completo, mientras no paraba de jadear, soltando luego un prolongado grito de placer. Mamá, risueña, se echó junto a mí en la cama, abrazándome.

-¿Te ha gustado mi cielo?.

-Sí Mamá. Me ha gustado. Me has hecho gritar de gusto.

-Eso es un orgasmo Ali. Solo se tienen cuando uno goza de verdad.

-Pues quiero más orgasmos Mamá. Los quiero todos-dije como una niña caprichosa que lo quisiera todo para ella-

Mamá se rió con ganas, para luego volverme a besar.

-Tranquila mi vida. Aún te queda mucho por recorrer. Luego tendrás tus orgasmos. Ahora que quiero que tú hagas que yo los tenga.

Se echó boca arriba en la cama, conmigo encima, y se dejó hacer por mí. La besé tal y como me enseñó, con suavidad y dulzura, mientras sus grandes pechos, que yo deseaba tener algún día, los acariciaba, los amasaba, y sus sonrosados y tiernos pezones fueron probados en mi boca, y mojados por mi lengua, consiguiendo hacer que gimiera tanto o más que yo. Estaba haciéndole el amor a Mamá, la estaba amando, y las dos lo disfrutábamos, lo gozábamos. Casi le resbalaban lágrimas de placer. En mi deseo, bajé mi bajo por su vientre y sentí el pelo que ella tenía en su flor, una pequeña mecha rubia bien recortada. Luego de estar un rato acariciándolo, bajé hasta su flor y la acaricié y degusté, con la misma paciencia y amor que ella tuvo conmigo. Me demoraba a ratos, sintiendo la dulzura de sus jugos, ya que inundaban su florecilla de placer. Los gemidos se hicieron más incesantes, hasta que, con mis últimos esfuerzos, el cuerpo de Mamá se convulsionó y gozó, en un derrame de jugos que me tragué toda. Tanto ella como yo nos abrazamos, mientras mi mente, poco a poco, comenzaba a adaptarse a la nueva situación, y aceptando la nueva forma de amarse de mi familia. No entendía como, pero lo estaba aceptando.

-Ali, mi amor, gracias-suspiró-. Me has hecho muy feliz, pero lo que sentiste es solo la punta del iceberg. Hay muchos más placeres, placeres que ni siquiera imaginas. Si tú quieres, te los enseñaremos todos. Solo dilo.

-Sí Mamá-asentí varias veces-. Quiero. Quiero conocerlos. Nunca me había sentido así, tan contenta. No quiero que termine.

-Entonces, vamos al salón. Los demás nos esperan. Hay mucho que mostrar.

Me cogió de la mano, nos levantamos sin vestirnos y desnudas fuimos hasta el salón, donde los demás estaban sentados, todos desnudos, hablando como si nada hubiera pasado, como si todo fuese normal.

-Ya está mejor-dijo Mamá-. Ahora todo va bien familia.

-Ali, yo pasé por lo mismo-me dijo Álvaro-. Sé como te sientes. Ven aquí.

Siendo él y yo los hermanos pequeños, había cierta complicidad entre nosotros. Me senté junto a él y nos abrazamos, consolándome como siempre lo hacía cuando me pasaba algo malo y Mamá o Papá no estaban para ayudarme. Los demás miraban embobados la escena, como niños mirando una estrella por la noche. Mamá se sentó al lado de Papá y quedó sobre el pecho de él, mientras Abby y Abel hacían lo mismo.

-¿Quieres que te haga sentir el placer de un hombre-me preguntó Álvaro-?.

-No sé-dudé-…nunca he probado eso, pero…sí-afirmé luego-…quiero sentirlo

-¿De verdad?. Sé sincera por favor.

-Sí-asentí sin dudas ni temores-. Quiero sentirlo.

En su abrazo, sus manos comenzaron a recorrer mi pequeño cuerpo, con dulces caricias, con pequeños besos en mi piel. Allí, delante de todos, Álvaro me recorría de punta a punta, me hacía gemir tímidamente de placer, me devoraba con su lengua. Cogiéndome en sus brazos, me llevó a su cuarto, para tenerme a solas. Me sentí como transportada al paraíso. Luego cerró la puerta y echándome en la cama siguió dándome placer, mientras que yo, ya excitada, había perdido el norte, y hasta el sentido. Tras toqueteos varios y deliciosos, me enseñó su "cosa", totalmente dura, que me apuntaba como si fuera un arma o algo así.

-¿Alguna vez has tocado una de éstas?.

-No-respondí-, y además, es la primera que veo.

-Pues tócala, siéntela, es para ti. Úsala como tu solo sabrás hacerlo.

Y no le faltaba razón. De algún modo supe lo que hacer, y tras sentirla en mis manos, totalmente sonrojada y excitada a la vez, comencé a moverla poco a poco, notando como Álvaro se excitaba. Luego me agaché, y queriendo probarlo, no sé como lo hice, pero antes de darme cuenta se la estaba chupando como una descosida. Su vara caliente me llenaba la boca y me gustaba la sensación. Me gustaba mucho. Él me iba diciendo como le gustaba, para después devorarme él mi flor de placer, que se derritió en gemidos y jadeos de lujuria crecientes. Un Álvaro magnífico, desnudo, señorial, se elevó un poco por encima de mí, con mirada centelleante. Estaba magnífico.

-Ahora vas a saber lo que es un hombre, un hombre de verdad.

-No me harás daño ¿verdad-pregunté asustada-?.

-Solo te dolerá al principio, luego disfrutarás como loca-y rió irónico-.

Asentí, y cogiéndosela con la mano, apuntó a mi entrepierna, y con una fuerza enorme, me penetró, desflorándome. Sentí un dolor enorme, intenso, desgarrador. Quise apartarle, y se salió un poco, para volver a penetrarme. Después de eso empezó a bombear en mi interior, y yo a recibir sus empujes como buena amante. Le rodeé con mis brazos y comencé a disfrutarlo, así que me dejé llevar, con Álvaro dentro mí haciéndome el amor como un enamorado, besando mis labios, tocando mis pezones. Aquello era delicioso, excepcional. No quería salirme nunca de él. Todo mi cuerpo respondía a sus acometidas, todo él participaba de aquella experiencia, y mi cabeza iba de un lado a otro, incapaz de aguantar tanto placer.

-¿Ves como te gusta-me preguntó-?. Ya te lo dije

-Álvaro no pares…sigue haciéndolo…no te detengas…te quiero…oh cielos

-¿Es increíble verdad?. Te ibas a aficionar a esto con rapidez Ali.

-Ya soy una viciosa-le dije-…Me habéis corrompido…Soy una puerca.

-Eres mi pequeña puerca…Mi dulce cochinilla…mmmm..aaaaah.

-Oh cielos, oh cielos…¿pero que es esto?...ooooh que maravillaaaaaaa

Ya no pudimos seguir hablando. Algo, no sé, algo muy fuerte empezó a sobrevenirnos. Una marea de sensaciones comenzó a inundarnos, los dos gemíamos más fuerte, cada vez más, hasta que, desbordados, gritamos de placer, derrumbándonos en la cama, radiantes de suprema felicidad. Álvaro se echó sobre mi pecho, sonriendo como un recién nacido, mientras yo estaba jadeando, aun con mi cabeza perdida entre las oleadas de placer de mi primera vez con un hombre, mi hombre, mi hermano. Luego nos besamos, mientras me acariciaba, y salió de mi interior.

-Ha sido precioso mi amor-le dije-. Eres un cielo. Una delicia.

Le besé por todas partes, y él se levantó para ir a beber agua, mientras yo me quedé allí, flotando en mi nube, mirando por la ventana hacia fuera, embelesada. Cuando escuché cerrar la puerta, pensé que Álvaro había vuelto, pero Abel estaba en su lugar, mirándome como el lobo que va a comerse al cordero.

-No puedo esperar más. Me toca tenerte para mí solo. Quiero que grites de gusto.

-Al menos deja que me relaje un poco. No hace ni diez minutos que él terminó.

-Mejor, así la tendrás muy abierta y no te dolerá cuando la meta hasta el fondo.

-Realmente estás obcecado conmigo-dije atónita-.

-Me gustan las niñas-dijo con gran deseo-, y estoy chiflado por ti.

Dicho esto, se me abalanzó encima para devorarme, pero con un ansia mucho más grande que la de Álvaro. Abel casi me comía, era imparable y muy agitado. Me recorría con furia asesina, degustándose con todo mi cuerpo, que después del polvo que pegué, estaba más que receptivo para volver a la faena. No tuvo mucho que hacer, pues enseguida volví a estar excitada, humedeciéndome en mi desflorada margarita, que Abel se bebió como sediento de mí. Me excitaba solo al verlo tan cachondo por mi, sentirme tan deseada hacia sentirme especial. También se la chupé a Abel, que la tenía algo más larga y dura que Álvaro. Normal, siendo dos años mayor. Era una caliente barra de carne que vibraba por meterse dentro de mí, y no tuvo que esperar mucho. Totalmente cachondos, Abel me abrió y se metió por mí, hincándome hasta el final. Con menos suavidad y más fiereza, comenzó a hacérmelo, mientras yo volví a sentirme en el cielo, con Abel sujetándome. Se puso de rodillas y me elevó con él, agarrándome a la cabecera de la cama para aguantar, y me bombeaba con saña, con cara de sádico. Ya me encontraba perdida en mi universo de sexo y placer, dejando que me hiciera lo que quisiera. Sus acometidas comenzaron a hacerse más fuertes todavía, apurando sus últimos momentos, y apagando mis gritos con sus labios, ambos gozamos con grandes estertores de placer, a la vez que Abel me inundó con su leche. Me tiró en la cama, mientras me llevó su palo de regaliz a mi boca para chupar lo que quedaba. Estaba tan salido que lo hice sin pensar. Nunca creí que fuera así. Estuvo hablando conmigo de lo mucho que le excitaba ver niñas pequeñas y como después iba a masturbarse, dejándome de piedra. Luego se fue, diciendo que tenía que avisar a alguien y que quería tirarse a la cerda de Abby lo antes posible. Me quedé sola, pero no mucho tiempo, pues el que faltaba vino a por mí…Papá.

-¿Te han dejado sola, niñita?. Ven con Papá.

-¿Tu también vas a follarme Papá-pregunté con descaro-?.

-Sí. Voy a hacerte el amor como tus hermanos no saben. Quiero que mi pequeña disfrute como una cerdita que es. Porqué eres una cerdita ¿verdad?.

-No. Sigo siendo la misma. Vosotros sois los cerdos-le espeté-.

-Eso no es cierto-repuso-. A excepción de Abby, ya lo has hecho con todos, y yo iré ahora. Ya eres una auténtica golfilla Ali, y yo sé que te encantará. Has debido gozarlo bien con ellos, lo que te convierte en una cerdita. Pues ahora me toca a mí.

¡Menudos argumentos me puso, como para rebatirlo!. Con una enorme tranca, Papá se me acercó y me tocó, para ponerme a tono. Evidentemente, era mucho más experto que mis torpes hermanos, que solo pensaban en el rápido mete/saca y en gozarlo cuanto antes mejor. Papá empezó poco a poco, con pequeños cosquilleos aquí y allá, llevándome a conocer juegos sexuales entre divertidos y cachondos, haciendo que gimiera como la golfilla en que me estaba convirtiendo. A Papá le encantaba tocarme la flor con los dedos y verme la cara de placer, hacía que se le endureciera más.

-Eres muy tierna-me susurraba-, una tierna niña. Eres preciosa Ali. No tienes idea del poder que tienes para enloquecer a un hombre mayor.

-¿Poder-pregunté con curiosidad-?. ¿Qué yo tengo poder?.

-Sí. Inocencia, ingenuidad, dulzura, y también perversión, lujuria, y deseo. Las armas de una niña como tu. Puedes hacer que cualquier hombre haga lo que tú quieras.

-¿Cualquier cosa que yo quiera?.

-Sí-me susurró-. Deja que te enseñe. Te va a encantar.

No se cuanto tiempo estuvo sobándome todo el cuerpo, sin dejar centímetro fuera del avance de sus manos, mientras me decía como usar lo que tenía. Me fue excitando poco a poco, y para cuando se levantó y se iba a ir dejándome así, estaba tan cachonda que me lancé a sus piernas, suplicándole.

-¡¡No!!. No te vayas Papá, por favor. No me dejes así

-¿Así, como-preguntó sin saber de que hablaba-?.

-Me has puesto muy cachonda Papá. No quiero irme sin hacerlo contigo. Te quiero dentro de mí. Te quiero destrozándome por dentro. Hazme tuya..

-¿De verdad lo quieres-preguntó relamiéndose-?. Iba a hacértelo pero me quedé satisfecho con tocarte tanto. No creí que tuvieras tantas ganas de mí

-¡¡No!!. No quiero que te vayas sin haberme tenido. Te necesito

Comencé toqueteos varios, y me fui directa a por la fuente de placer de Papá, acogiéndola en mi rica boca casi toda. Él lanzó un gemido y se quedó quieto, mientras yo chupaba y chupaba como una endemoniada. Conseguí llevarle a la cama, usando las armas que él mismo me había hecho descubrir. Tumbado boca arriba conmigo encima, su cara era un goce absoluto, y con su experiencia, me cogió y dio la vuelta, teniendo mi flor al alcance de su boca, descubriendo el placer del tal famoso 69(bien merecida, por otra parte). Mis gemidos y los suyos nos estaban llevando a un éxtasis sublime, precioso. Padre e hija amándose como enamorados, era más de lo que podía aguantar. Su leche retenida salió disparada hacia mi boca, la cual me tragué, deleitándome con su sabor cremoso y caliente. Descubrí que me gustaba tragarlo, cuanto más mejor. Quede algo sorprendida cuando la tranca de Papá aun tenía fuerzas para un segundo asalto, de modo que volví a lanzarme al ataque, pero en sus ojos vi el deseo de tenerme entre sus piernas, así que me abrí para él, suavemente me tomó de la mano para juntarnos un poco, se la sobé para notar su dureza, que me excitó más, con mi mirada fija en su preciosa barra de placer, y vi, sin cerrar los ojos, como se deslizaba en mis entrañas hasta tenerme completamente para él. Que maravilla de polvo, que sensaciones me daba con cada empujón. Ni mis hermanos a la vez consiguieron arrancarme tantos orgasmos. Debí tener cosa de 5 ó 6 mientras me iba perforando con el amor que solo un padre siente por su hija. Me abracé mientras me penetraba con la pasión del enamorado, con su amor por mí. Mis mejillas estaban rojas y mi boca abierta de par en par, para que mis jadeos fueran apagados por la dulzura de sus labios y la delicia de su lengua con la mía. Nunca un hombre, después de eso, me hizo sentir tan especial. Él aún no había alcanzado su cumbre de placer, y yo iba y venía de ella sin parar, hasta que agarró mis manos y le sentí gozar. Le estreché lo más fuerte que pude, sin aflojar. Estaba atrapada entre la cama y él, sin nada más a mí alrededor. Jamás me sentí mejor que en ese momento, al ver la cara de Papá totalmente perdida en el goce y la satisfacción, desencajada por darme placer, un placer que me enloquecía. Con grandes y dolorosos bombeos, Papá acabó gozando y me inundó, entre gritos de maravillosos orgasmos que teníamos, varios por cada uno. Su ariete era sensacional, y entendí porqué la cerda de Abby estaba tan obsesionada por hacerlo con él. Incluso sentí envidia de Mamá.

-Oh dios-dijo, echándose al lado mío, ambos empapados de sudor y jadeando agotados-…menudo polvo…que niña más rica tengo…voy a hacértelo cada noche antes de acostarte…eres maravillosa

-Papá te quiero…nunca nadie me hará gozar como tu…te quiero

Le besé los labios unos minutos, con nuestras lenguas jugando.

-Quiero tenerte siempre que quiera-me dijo-, igual que Abby. No importa cuando y donde, si te llamo, vienes.

-De acuerdo Papá-respondí sin vacilar-. Soy tuya cuando quieras.

-Así me gusta. Que niña más guapa tengo toda para mí, y como te quiero.

-Yo también te quiero Papá. Te adoro.

Le besé su ariete, que estaba blandito, y jugué un poco más con él hasta que dijo quería cepillarse a Mamá con la ayuda de los otros dos. Me preguntó de verlo, pero en su lugar quise quedarme allí. Me dejó sola, y me quedé allí, pensando y acariciándome en lo rico que había sido las experiencias con ellos tres. Ni siquiera advertí una figura que entró y se sentó a mi lado hasta que su mano me acarició. Me giré casi por instinto, sin miedo. Era Abby, la cerda de Abby, que me tocaba poco a poco.

-No podía quedarme en mí habitación tocándome yo sola-me dijo-. Quería hablar contigo, lo necesitaba.

-¿Conmigo-pregunté anonadada-?. ¿Por qué?.

-Porqué Papá ya se ha colado entre tus piernas. Necesito que me cuentes todo lo que sentiste. Lo quiero todo.

No comprendía la ansiedad de Abby, pero no se lo negué, y le conté como me había hecho gozar, y como me hizo tener muchos orgasmos casi de seguido mientras él seguía martilleando dentro de mí. Abby se excitó tanto que su enorme flor comenzó a mojar la cama con sus jugos. Antes que dejar que eso se perdiera, reaccioné y me bebí sus jugos, que eran muy sabrosos. No podía creerlo, pero le estaba comiendo a la cerda de mi hermana su flor, que aparte de abierta, estaba supermojada.

-Ali, ¿pero que haces?, ¿qué me estas haciendoooo?...ya da igual…sigueeee

-Pero que rica la tienes…me gusta tu florecilla…es muy dulce

-Que hermanita más puta tengo...vas a ser una experta…que comida me estás haciendo, que rica…venga Ali, hazme gozar

-Eres una cerda-la dije-…mmmmm que rica estás…la cerda de Abby se moja toda conmigo…te voy a comer entera…te voy a devorar

Mi lengua y mi boca quedaron fundidas a su flor, y mi cabeza hundida entre sus hermosas piernas. Que cuerpo me estaba disfrutando para mí, haciéndolo con mi hermana mayor y yo la dominaba a ella, me sentía en la gloria. Abby se echó y se dejó hacer por mí. Me obsesioné con esa imagen: mi hermana abierta de piernas, desnuda, y deseando que yo la hiciera gozar. Me apoderé de sus enormes pechos y me metí sus pezones en la boca, uno detrás de otro, lamiéndolos, chupándolos, degustándolos, mamándolos, endureciéndolos del todo. Abby gemía como la cerda que era, una puerca como no he conocido otras igual. Su flor ya estaba mojada, y llevé mi manos para tocarla y que mis dedos hicieran su trabajo. Metí dos de golpe, casi me cabía la mano entera dentro de su flor de placer, que ya chorreaba. Mi boca no daba abasto a disfrutar todo aquello, pero me lo tragué, a la vez que Abby, con sus hábiles manos, metió dos dedos por mí, uno por mi flor, y el otro por mi flor secreta, provocándome un fuerte dolor al principio, pero no tardé en disfrutar de esa parte secreta y perversa de mí, con fuertes espasmos y jadeos varios. Me comencé a retorcer en las manos de Abby, que ya fuera de sí, se derrumbó en la cama con un sonoro y prolongado grito de placer. Su cara de felicidad hizo que me sentase sobre su cara, tan abierta como pude. La cerda de Abby fue directa y sin palabras. Se lanzó a comérmelo todo, sin dejarse nada fuera. Sus manos me acariciaban los pechos y las piernas, mientras me penetraba con su lengua dulce y juguetona, me penetraba a base de bien. La agarré de la cabeza y le hice hundirme un poco más, mientras mi vientre ya ardía en deseos de gozar una vez más. Era increíble, parecíamos auténticas ninfómanas en plena acción, ninfómanas lesbianas. Con su experiencia más que notable, me metió dos dedos mientras su lengua aún seguía en mis entrañas, abriéndome toda. Ahora era yo la que chorreaba y lo hacia como si inundase. La cara de Abby se mojó toda, en un orgasmo tan rico como sensacional. Parecía que hubiese nacido para tener orgasmos uno tras otro, no quedaba saciada. Abby me acurrucó un poco, acariciándome por entrepierna.

-Eres una guarrilla-bromeó-. ¿Te das cuenta?. Una cerdita en toda regla.

-Mira quien va a hablar-ironicé-, la cerda de Abby. Buena estás tú para decirme algo así. Menuda cara que tienes.

-¿A que viene eso?, ¿y porqué casi siempre dices "la cerda de Abby"?.

-Por lo del 18 del Junio pasado… Te vi Abby, te vi en el claro del bosque, el que está a pocos minutos de aquí, en el monte.

-No sé que de me hablas Ali. ¿Qué me cuentas?.

-Que te vi cuando los cuatro se lo estaban montando de miedo contigo. Te montaste una orgía tu sola con cuatro a la vez, además de que dos de ellos tenían novias, tus propias amigas. Pasaba de paseo cuando te vi, y vaya que si te vi.

La cara de Abby quedó algo trastornada por eso, y luego se sonrió, quizá feliz al recordar lo mucho que los cuatro tíos le habían dado caña en aquel claro, fuera de la vista de ojos indiscretos. Lo cierto es que ella sola pudo con ellos, dos por sus florecillas, el tercero por la boca y el cuarto, con las dos manos. Una imagen que siempre guardaré en mi mente.

-Así que me viste. No lo sabía, pero no me importa. Tú no lo sabes todo.

-¿De que me hablas tú ahora-pregunté mientras ella reía-?.

-De Papá. Le encanta que le cuenta lo que hago con los amigos, para luego hacérmelo él. Esa noche después de lo que viste, invitó a tres amigos y los cuatro me lo volvieron a hacer. Prácticamente me bañé en leche durante varias horas.

-Ya sabía yo que eras una cerda-dije-, pero no imaginaba que lo fueras tanto.

-Y tu también. Somos hermanas, y algo de zorra también tendrás.

-No creo que te supere. Tú eres la gran cerda. ¿O crees que no se de tu fama de devoradora de hombres en el colegio?. Y eso que tenías 10 ó 11 años.

-Tú eras muy niña para saber eso. ¿Dónde lo has oído?.

-Puede que sea niña, pero los profesores hablan, y hablan mucho. Yo les oí.

-No te lo negaré. Papá me convenció de hacerlo, y me encantó. A mis tiernos 10 añitos, mis profesores me montaban como a una yegua. Y me encantaba.

De repente, unos grandes gemidos nos llegaron a los oídos. Ambas, al unísono, dijimos "¡¡Mamá!!". Como niñas ilusionadas, salimos corriendo de la habitación y fuimos al salón. Abrimos la puerta y allí estaba, con Abel y Álvaro dándole por sus dos flores de placer, mientras en la boca tenía el cacho garrote de Papá. Nos unimos a la fiesta, y en pleno delirio, minutos después, cambie el lugar con el de Mamá, siendo Álvaro, como no, el 1º que me desvirgó la flor de mi culito, o "la flor secreta", como la llamo.

Me dolió, pero me convirtieron en experta a lo largo de aquella interminable, maravillosa, única, sensual, sexual y depravada tarde de sexo en familia. Aun recuerdo la sensación de tener tres barras de carne en mi cuerpo, y sentir como me convertían en una devoradora sexual. Una infinita vorágine nos unió como familia, incluso durante la noche, en una extraña fuerza que nos hacía aguantar horas y horas gozando como locos. Los seis juntos en la misma cama, nos dedicamos a la suprema búsqueda del placer por el placer, sin tregua ni compasión. A Abby la taladraron entre Papá por delante y Abel por detrás que daba envidia de verla. Luego, a Mamá se la cepillaron entre Álvaro y Abel, pero los dos por delante. Ver a mi abrir con aquella flor de placer tan abierta, y recibiendo esos dos arietes me puso tan mojada que me dejé en manos de Papá y Abby, él perforándome la flor secreta y Abby comiéndose mi flor mojada y brillante. Luego yo misma recibí a los tres a la vez: Papá en mi boca, Abel por detrás y Álvaro por delante.

Mi cuerpo recibió descargas continuas de leche caliente, cremosa y apetecible. El resto fue dedicado al llamado "gang bang" que luego puse se hacía en las pelis para adultos, y que se traduce como "todos contra una". Mamá primera, Abby después y luego yo, fuimos abordadas por los otros cinco a la vez, probando con cosas que sacábamos de la cocina, como leche, mermelada y otras confituras que hicieron las delicias de todos, que siempre hemos sido auténticos glotones. No hay sensación igual que la de tener a cinco personas todas dedicadas a una, a darle placer hasta que grite. El clímax definitivo nos alcanzó como una ola gigante, entre figuras confusas y entrelazadas, que daban rienda suelta a sus fantasías, y auténtica satisfacción a sus vidas. Mi mente desvarió con tanto amor y sexo, y los seis, en aquella atmósfera tan mágica, nos olvidamos del mundo y de los demás. Solo estábamos nosotros, y lo mucho que todos nos amábamos. El resto no importaba. Simplemente, habían dejado de existir.

Aún recuerdo la primera sensación al despertarme, aquellos cinco primeros segundos de confusión. La sensación de que todo había sido un sueño, una pesadilla producto de una mala comida, una ilusión producto de una mente algo desvariada. No fue así, y solo tuve que mirar a mi derecha, pues al lado mío, en mi cama, estaba Abby, con su mano apoyada inconscientemente en mi florecilla ya desflorada, y la mía en la suya. Con una riada, los recuerdos de ayer comenzaron a golpearme en mi cabeza, dejándome extrañada. Me levanté y caminé por casa, encontrándome con Mamá y Papá dormidos en su habitación, desnudos, sobre la cama. Abel y Álvaro estaban en sus habitaciones, abrazados el uno al otro, en la misma postura que Mamá y Papá. Con mucho esfuerzo, recordé que después de la desvirgación de mi flor secreta, Mamá dijo que los chicos fueran con los chicos y las chicas con las chicas, de modo que al verlos abrazados me imaginé el resto.

Mi cuerpo, por cierto, estaba en un estado de dolor y cansancio extremos. El solo pasear por casa supuso un esfuerzo sobrehumano, y mis manos y cuerpo olía a leche de hombre, abundante leche. Me fui a duchar para limpiarme, y a mitad de la ducha, Álvaro apareció, comenzando una nueva sesión, que duró mucho tiempo. Lo que siguió aquel fin de semana solo puedo describirlo como una auténtica orgía en toda regla, pues Mamá y Papá hicieron lo que jamás pensé sucedería: Mamá llamó a mis dos tías(y a los hijos de éstas, dos por la primera y uno por la segunda) y sus maridos, y Papá a mi tío y su mujer(que tenían una pareja). Ni más ni menos que 17 personas ocuparon mi casa, que apestaba a sexo por todos lados. Las atrocidades cometidas no tienen nombre, pero cada mujer, como mínimo, tenía dos o tres barras de carne a la vez para ella sola. Las posturas que aprendí llenarían todo un libro, y todos mis tíos se rebelaron como auténticos amantes incestuosos, no solo con sus respectos hijos, sino con sus sobrinos.

También eran expertos contando historias eróticas y pornográficas incluso, sabiendo como excitarnos para luego consumirnos en los fuegos de los orgasmos más salvajes que jamás he tenido en mi vida. Jamás mis tíos o mis primos me demostraron lo mucho que me amaban como entonces, abriéndome toda como flor de putita, que ya era a marchas forzadas gracias a ellos. Y también me encantó aprender el arte del voyeurismo, mirando como entre primos se devoraban unos a otros, o como Mamá con sus propias hermanas o cuñados se entregaba sin vacilar ni hacer gesto de arrepentimiento. Solo parábamos para comer todos juntos. Una hora de relajación y tranquilidad donde los adultos, por un momento, volvían a sus temas de adultos y los niños se comportaban como niños, pero acabada la hora y recuperadas las fuerzas, todo volvía a lo que a mí me gustaba, a la esquizofrenia sexual y depravada que había aprendido a gozar como una loca psicótica. No quería que aquello se detuviese. Con 11 tiernos añitos, ya era más pervertida de lo que algunas mujeres lo serían en toda su vida, y me excitaba sin parar imaginando qué nuevos placeres me iba a brindar mi maravillosa y amantísima familia. Como colofón, diré que a las más pequeñas de la familia(o sea, mis primas Belinda, Bárbara, y yo) nos hicieron una postura tan increíble, que cada una teníamos a cinco hombres a la vez dándonos placer. ¡¡Cinco!!. Lluvias de leche de hombre nos impregnaron y empaparon. A veces no lo comíamos, porqué así el resto lo comía directamente de nuestro cuerpo, lamiéndonos por todas partes, sin dejar ni gota. No hay palabras que describan el éxtasis vivido entre aquellas cuatro paredes durante aquel tiempo eterno e infinito, ni idioma para expresarlo.

Desde aquel día, las reuniones familiares se hicieron algo más frecuentes, y se me abrió un nuevo mundo para mí, en el que me descubrí como lo que era, una perra en celo que era capaz de resucitar a los muertos con solo un contoneo de mis caderas. Puedo, además, satisfacerme de haber corrompido a Sara, Lucía y Carmen, mis tres amigas. Las hice dejar de jugar con muñequitas, para jugar las cuatro con nuestros cuerpos, e incluso, lo preparé para que, en uno de esos juegos, Abby nos pillara y pudiera tenerlas a gusto a las tres. Mi cuerpo, aunque no mucho, ha echado unas curvas que no tardarán en acentuarse, y no veo la hora de que lo hagan. Tanto mis amigas por un lado, como mi familia por el otro, estamos sumergidos en el sexo y en todas las posturas y placeres que podamos alcanzar.

No puedo negarlo: me gusta el sexo, me gusta un hombre potente entre mis piernas, y la lengua de una mujer devorándome como si en ello la fuera la vida. Si hiciera falta, lo haría con un perro o algo parecido solo por ver como es la experiencia. Soy una auténtica y lasciva mujercita, que cuando vuelve de clase, le encanta sentirse poderosa y atractiva entre las piernas de Álvaro, o entre las de Abel, o Mamá. Y al igual que Abby, empecé a dejarme sobar por compañeros y profesores, contando luego a Papá lo que me hacían, para hacérmelo luego él. No me importaría acabar siendo prostituta de lujo o algo así, si con eso tengo mi ración diaria de sexo satisfactorio, con cuantos más mejor. No hago distinciones entre hombres y mujeres a la hora de gozarlo, solo me importa que me hagan disfrutar y hacer disfrutar yo. Mis dos flores ahora están superabiertas, y son capaces de recibir dos poderosos arietes opresores a la vez, entre retorcidas muecas de placer saciado y mares de orgasmos pletóricos, extenuantes y sudorosos. Muchas veces, cuando estoy sola, me siento en las escaleras del descansillo de casa, con la cabeza apoyada en mis piernas, en posición fetal, pensando en como sería si nada hubiera pasado, si hubiera seguido una "vida normal", para después recordar lo vivido, y decirme que seguramente no sería ni tan satisfactoria ni tan plena como ha acabado siéndolo

Dedicado a todos los que aman y disfrutan el sexo, y viven para disfrutarlo

Dedicado también a Susana Torres, una gran chica y mejor persona