Secretaria y amante (9: fóllale el culo )
Ambos hombres movían los látigos con violencia dentro y fuera de mí, haciendo que me doliera el sexo y el culo, además de los brazos que pendían de las cadenas.
SECRETARIA Y AMANTE (9: fóllale el culo ).
Noveno capítulo de la serie, si quieres conocer toda la historia, el anterior capítulo puedes leerlo aquí: http://www.todorelatos.com/relato/45097/
Atravesamos el pasillo hasta llegar al ascensor y entramos en una habitación que había enfrente, en el letrero de la puerta decía: "Privado". Una vez dentro, Rodrigo encendió la luz, Pablo cerró la puerta con llave y Alicia me llevó hasta el centro de la estancia, en el cual, del techo pendían un par de cadenas con dos grilletes. Aparte de eso, la habitación estaba totalmente vacía a excepción de varios látigos que estaban colgados en las paredes. Alicia me desató las manos, me hizo elevar los brazos por encima de la cabeza y me apresó las muñecas con los grilletes. Entretanto, Rodrigo y Pablo habían cogido un par de látigos. Nerviosa me revolví. No quería imaginar lo que ambos estaban maquinando.
Rodrigo se acercó a mí.
Muy bien, putita, me encanta que estés expuesta para mí. ¡Abre las piernas! Me ordenó golpeándome con el látigo en estas.
Introdujo sus dedos entre ellas y acarició mi sexo.
Esta húmeda la jodida. Le dijo a Pablo.
¿Te estás excitando, putita? Me preguntó él blandiendo su látigo contra mis nalgas.
¡Ay! - Me quejé.
Alicia. Le dijo Rodrigo, y esta sin necesidad de más palabras, se situó frente a mí y con sus dedos empezó a presionar fuertemente mis pezones.
Empecé a sentir dolor y a sentirme humillada, pero también excitada. No entendía lo que me estaba pasando, pero no me desagrada del todo que me trataran de aquella manera. Así, Pablo trataba de introducirme la empuñadura del látigo por el agujero trasero, mientras Rodrigo me torturaba pellizcando mi clítoris. Pablo por fin logró que aquel objeto entrara en mí y grité dolorida, deseaba que lo sacara, que aquel dolor cesara, pero en lugar de eso, él lo empujó aún más a dentro. Rodrigo entre mis piernas mordía mi clítoris produciéndome también dolor y Alicia había puesto un par de pinzas de ropa sobre mis pezones y sentía un desagradable pellizco que casi no me dejaba respirar. Sentí que mi cabeza daba vueltas. El dolor era más intenso que cualquier otra sensación. Deseaba salir de allí, sentirme libre y liberada, pero era evidente que el castigo no había hecho más que empezar.
Pablo empezó a taladrarme con el grueso mango del látigo, mientras Rodrigo también me penetraba con la empuñadura del suyo. Un fuerte alarido escapó de mi garganta, ya que con el dolor que estaba sintiendo, la humedad y la excitación habían desaparecido.
Para contrarrestar aquel dolor. Alicia empezó a acariciar suavemente mi piel, mientras me daba dulces besos en los labios. Pero nada podía evitar aquel daño, ya que me sentía herida en el corazón más que en la piel.
Ambos hombres movían los látigos con violencia dentro y fuera de mí, haciendo que me doliera el sexo y el culo, además de los brazos que pendían de las cadenas. Cada vez me sentía más mareada, cuando de repente, Pablo sacó el mango de mi culo, acarició mi agujero y acercó su boca. Lo lamió haciendo que el escozor que había sentido hasta ese momento se calmara. Rodrigo le imitó y también sacó la empuñadura de su látigo de mí y arrodillándose frente a mi sexo lo lamió introduciendo su lengua en mi vagina. Aquellos lametones calmaron un poco el dolor y poco a poco empecé a gemir excitada.
Alicia abandonó las caricias y se alejó de mí. Se sentó en un rincón de la sala, con las piernas abiertas y mientras observaba como aquellos dos hombres me besaban, lamían y acariciaban, empezó a acariciarse su sexo.
No sé durante cuanto tiempo estuvieron lamiéndome y acariciándome, pero sus caricias me hicieron olvidar el dolor que había sentido algunos minutos antes, y empecé a gemir y a desear que me poseyeran.
Cuando Rodrigo notó esa actitud, me mordió un pecho y me gritó:
¡No quiero que te excites, aún no, ahora quiero que sufras!
Volvió a coger el látigo que había dejado en el suelo y empezó a golpearme con él sobre los senos y el pubis.
Alicia seguía acariciándose en un rincón y ahora lo hacía con más ímpetu. Parecía que el verme torturada por aquellos dos hombres la excitaba.
Pablo que estaba detrás de mí introduciéndome un par de dedos por el ano, parecía divertirse al ver como a la vez que sentía el dolor de los latigazos que Rodrigo me daba, sentía el placer que sus dedos retorciéndose y girando en mi agujero trasero. Era una sensación extraña sentir dolor por una parte y placer por otro, pero también era una sensación agradable, ya que el placer parecía contrarrestar el dolor. Ambos siguieron durante un rato. Cuando Rodrigo me golpeaba, Pablo se detenía en sus caricias, y cuando Rodrigo se detenía en sus latigazos, era Pablo el que movía sus dedos dentro de mí para darme placer. Entre una cosa y otra me corrí entre espasmos y gritos de placer y entonces Rodrigo se puso en pie frente a mí, me cogió por la cintura y diciéndome:
Abre las piernas, zorra.
Obedecí y sentí como acercaba su sexo al mío y sin más me penetraba con violencia. Luego empezó a empujar dentro y fuera, tirando de mí, lo que hacía que los grilletes que me sostenía las muñecas se me clavaban en la piel.
¡Vamos, cabrón, fóllale el culo! Le ordenó a Pablo, abriéndome las nalgas.
También Pablo fue brusco en su embestida y al sentir el choque de ambas vergas dentro de mí, sentí un fuerte pinchazo en mi vientre que me obligó a gritar.
Alicia en su rincón, parecía estar ya totalmente satisfecha y quieta nos observaba.
Ambos hombres empezaron a embestirme alternativamente y con violencia, haciendo que mi cuerpo se tensaran con cada embate y los músculos me dolieran, lo que hizo que el mareo volviera a aparecer. Pablo y Rodrigo empujaban sin parar, en busca de su propio placer, sin tener en cuenta para nada el mío. Sentí como Rodrigo empujaba con fuerza y su sexo se hinchaba dentro de mí, hasta inundarme con su caliente semen. Yo estaba desfallecida, me faltaba el aliento y sentía que de un momento a otro me iba a desmayar. También Pablo, descargó con fuerza en mi culo y cuando ambos dejaron de convulsionarse, me quitaron los grilletes de las muñecas y me dejaron tendida sobre el suelo, ya que estaba extenuada y las piernas no me sostenían
Sentí que Rodrigo acercaba su boca a mi oído y me susurraba:
Te has comportado muy bien, putita.
Luego, casi entre tinieblas ví que se alejaba y salía de la sala.
¿La vas a dejar ahí? Preguntó Pablo algo sorprendido por la actitud de Rodrigo.
Sí, esa guarra no merece que me preocupe por ella.
Su crueldad había llegado al punto máximo y en aquel instante pensé que ya se había terminado, que era el fin, que aquel cabrón no doblegaría más mi voluntad. Creo que fue en aquel momento cuando mi amor por él empezó a romperse, al igual que mi corazón que se estaba rompiendo en mil pedazos que caían al suelo. El suelo sobre el que estaba tendida.
Pablo se apiadó de mí, y me cogió en brazos y seguido de Alicia me llevaron hasta mi habitación. Me tumbó sobre la cama y tras decirle algo al oído a Alicia, salió de la habitación. Alicia se dirigió al baño y volvió unos segundos después con un cuenco de agua y un paño, empezó a curar mis heridas, limpiándolas y aplicando una pomada que había traído. Tras la cura creo que me dormí agotada.
Cuando desperté Alicia estaba sentada en una de las sillas de la habitación leyendo una revista. Cuando se dio cuenta de que estaba despierta me preguntó:
¿Te duelen las heridas?.
No, me duele mucho más el corazón. Le dije y era cierto.
Lo sucedido en las últimas horas me había hecho abrir los ojos y darme cuenta que para Rodrigo yo sólo era un juguete con el que jugaba a los más perversos juegos. Yo sólo era un objeto con el que satisfacerse, nada más.
¿Me puedes hacer un favor, Alicia? Le pregunté a mi amiga.
Claro.
Alcánzame mi bolso, yo no me veo con fuerzas de ir hasta allí. Le dije señalándole mi bolso que estaba sobre la mesa, junto al televisor.
Alicia se levantó y me lo alcanzó.
Gracias.
Busqué mi móvil, busqué el número de Pedro y llamé.
Al escuchar mi voz me preguntó nervioso.
¿Estás bien? Llevo horas buscándote, preguntando a todo el que te conoce donde demonios puedes estar.
Estoy... No me atrevía a contarle lo sucedido, pues sabía que después de haberle hecho venir a mi casa con urgencia tras la violación a la que me había sometido Rodrigo un par de días antes, saber que ahora estaba con él no le iba a sentar muy bien. - ... con Rodrigo... en...
¿Pero tú estas loca?- Me cortó. - Ese hombre te violó, por mucho que le ames y que sea tu jefe, no puedes perdonarle algo así.
Pedro, por favor, ahora no necesito un sermón, sé que hice mal, pero por favor, quiero salir de aquí, ¿puedes venir a buscarme?
Esta bien, dime donde estás y vendré.
Le di la dirección de aquel lugar y luego le pedí a Alicia que me ayudara a hacer mi maleta y salir de allí.
Una hora más tarde estaba en el coche de Pedro, alejándome de aquel lugar y de aquella degradación que había sufrido, rumbo, quizás, a una nueva vida...
Erotikakarenc (del grupo de autores de TR y autora TR de TR).
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