Secretaria y amante (8: hagamos un 69)

Realmente nunca antes había sentido una boca como aquella sobre mi sexo, una lengua que se adentraba en mí hasta lo más profundo, que mordía y lamía mí clítoris como no lo había hecho nadie.

SECRETARIA Y AMANTE (8: Hagamos un 69 ).

Alicia me llevó hasta mi habitación. Una vez dentro, me besó apasionadamente, de nuevo. Luego me llevó hasta la cama. Nos tumbamos en ella, y de nuevo su boca se unió a la mía. Su mano se adentró entre mis piernas y yo la imité. Sabía perfectamente donde tenía que acariciar y como, por eso en menos de 30 segundos había conseguido que mi sexo se humedeciera y mi respiración empezara a agitarse excitada.

Me miró a los ojos y me preguntó:

¿Algún hombre ha conseguido que te corras con una mamada? – Alicia era así de clara, no le gustaba irse por las ramas.

No. – Le contesté.

Entonces yo voy a hacer que lo logres por primera vez en tu vida.

Descendió besándome despacio, beso a beso por mi cuello. Al llegar a mis senos los lamió mientras los acariciaba suavemente. Sentí su lengua acariciando mis pezones. Yo también trataba de masajear los suyos, pero ella se iba escapando de mis manos, descendiendo poco a poco hacía mi sexo. Marcó un camino con su saliva hasta mi ombligo. Introdujo su lengua en él y yo me estremecí. Siguió su camino hasta mi pubis, y entonces noté su lengua rozando la cabeza de mi clítoris. Un estremecimiento hizo que mi cuerpo vibrara y gemí excitada. Alicia sabía como usar su lengua para hacer que una mujer se excitara y sintiera el deseo quemando su carne. Su lengua se adentró entre los pliegues de mi vagina a la vez que con uno de sus dedos marcaba círculos sobre mi clítoris. Mi respiración se agitaba cada vez más, estaba a mil. Poco a poco todo mi cuerpo iba sintiendo aquel placer que sólo otra mujer podía darme.

Además de la lengua, Alicia también usaba sus dedos, con ellos acariciaba mis labios vaginales o mi agujero anal adentrándose en él de vez en cuando e intensificando el placer.

Los gemidos resonaban en toda la habitación y mi cuerpo se agitaba enervado por el goce que ella me producía.

Realmente nunca antes había sentido una boca como aquella sobre mi sexo, una lengua que se adentraba en mí hasta lo más profundo, que mordía y lamía mí clítoris como no lo había hecho nadie. Mi cuerpo se retorcía de placer mientras sentía un dedo adentrarse en mi ano.

Así, moviendo su lengua sobre mi sexo Alicia consiguió que tuviera el mejor orgasmo de mi vida. Y cuando dejé de convulsionarme me quedé quieta y adormecida sobre la cama.

Cuando desperté el sol empezaba a entrar por las rendijas de la persiana. Alicia seguía a mi lado, dormida. Fue la primera vez que pensé que una mujer era bella. Al verla desnuda, tan quieta, con el sol reflejándose en su blanca y sedosa piel empecé a excitarme. Así que pensé que no estaría nada mal devolverle el favor que me había hecho a media noche y sin despertarla me situé entre sus piernas. Tímidamente acerqué mi boca a su sexo y di un suave lametón. Alicia se revolvió exiguamente, lo que me animó a seguir y di otro lametón. Pensé que era agradable el sabor de una mujer y me sentí atraída por aquel. Alicia empezó a despertar, mientras yo lengüeteaba su clítoris. La miré y ella me miró sonriendo. Posó su mano sobre mi cabeza apretándola contra su sexo, señal inequívoca de que le gustaba. Con lo cual seguí moviendo mi lengua sobre aquel dulce manjar, llevándola del mágico botón a la dulce cueva y recreándome en las caricias que le aplicaba. Alicia se revolvía y estremecía excitada, gemía en un aullido leve pero continuo y eso me hacía sentir feliz.

Anda, ven aquí. – Me dijo en un momento en que traté de descansar y la miré a los ojos. – Hagamos un 69.

La obedecí y me situé con mi sexo frente a su cara. Sentí su lengua buscando mi clítoris mientras yo hacía lo mismo con la mía. En poco segundos ambas gemíamos a la vez que tratábamos de darnos placer.

Yo sentía su lengua hurgando en mi vagina, introduciéndose en mí, a la vez que yo también movía mi lengua tratando de lamer, y chupetear su clítoris, succionándolo y mordisqueándolo levemente. Me concentré en darle placer a través de aquellas caricias. Cuando su boca empezó a lamer y succionar mi clítoris yo trataba de introducir mi lengua en su vagina moviéndola dentro y fuera, lengüeteando el borde y los labios vaginales.

Ambas gemíamos y nos convulsionábamos. Sentí como Alicia introducía un par de dedos en mi vagina y traté de imitarla. Ella se convulsionó al sentir como la penetraba, y noté sus jugos mojándolos, mientras también los míos humedecían su mano. Sentía que de un momento a otro iba a explotar en un orgasmo, también Alicia temblaba sintiéndolo cercano. Así, las caricias se intensificaron y aumentamos el ritmo y en pocos segundos primero una y luego la otra alcanzamos el éxtasis.

¡Bravo! ¡Buen espectáculo! – Dijo Rodrigo.

Levanté la cabeza y lo ví aplaudiendo junto a Pablo.

Estáis hechas la una para la otra. – Apostilló Pablo.

Ambas nos quedamos mirándolos sonrientes. Al parecer llevaban algunos minutos disfrutando de la escena, ya que sus sexos estaban en completa erección.

Tendremos que calmar esos fuegos. – Dijo Alicia con tono pícaro.

Ellos se acercaron a la cama y nosotras nos sentamos en el borde una junto a la otra, frente a ellos. Yo me quedé frente a Pablo y ella frente a Rodrigo.

Ambas al unísono cogimos el sexo que teníamos enfrente y empezamos a lamerlo cuidadosamente. Enseguida dejé de observar a mi compañera y me concentré en lo que estaba haciendo. Empecé a masajear la verga, mientras lamía ávidamente y paseaba mi lengua por el glande, descendiendo luego por el tronco y volviendo otra vez al glande que me introduje en la boca y chupeteé con esmero, saboreándolo. Pablo empezó a gemir, al igual que Rodrigo, y enredando sus manos en mi pelo empujó mi cabeza hacía su sexo que entró en mi boca hasta la mitad.

Cerré los ojos y me concentré en aquel trabajo, en darle placer a mi amante inesperado, mientras pensaba que todo lo sucedido en las últimas horas me parecía un sueño, un extraño sueño del que no quería despertar, porque me sentía libre, libre conmigo y con mi cuerpo. Libre de sentir y desear lo que quería, pero a la vez también me sentía atrapada, miraba a Rodrigo y pensaba que él me había llevado hasta allí y que si hacía todo aquello era por él, por recuperar su amor, por hacer que nuestra relación fuera la de siempre.

De repente, los gemidos de Rodrigo me despertaron, y por ellos reconocí que estaba a punto de correrse.

¡Para guarra! – Le gritó a Alicia.- Quiero correrme en la boca de mi putita.

Así que Pablo sacó su verga de mi boca y la dirigió a la de Alicia, mientras Rodrigo hacía lo mismo dirigiendo la suya hacía mi boca. La recibí complacida, feliz, pensando que en el fondo Rodrigo me amaba, que yo era su putita y que nada cambiaría aquello. Mamé como si me fuera la vida en ello y en poco segundos empecé a sentir el amargo semen sobre mi lengua. Cuando Rodrigo terminó de correrse, me tumbó sobre la cama poniéndose sobre mí, y me besó con furia, mientras adentraba un par de dedos en mi vagina y los movía como si fuera su pene. Gemí y me retorcí de placer durante unos segundos hasta que me corrí. Rodrigo volvió a besarme y al separarse dijo:

Eres toda un puta.

Alicia seguía mamando la polla de Pablo, al parecer tenía más aguante de Rodrigo. Les observamos unos segundos hasta que Rodrigo me dijo:

Anda, ayúdala, a ver si se corre ya.

Hice lo que mi jefe me ordenaba y acerqué mi boca a los huevos de Pablo que estaban libres. Este emitió un gemido de satisfacción y chupeteé un huevo y luego el otro, mientras Alicia seguía comiéndose su pene y en pocos segundos Pablo se corrió. Alicia se tomó el primer chorro de semen que cayó en su boca y luego me ofreció a mí el resto que también tragué. Cuando Pablo dejó de correrse, los tres nos tumbamos en la cama junto a Rodrigo, exhaustos.

Descansamos una media hora, tras la cual Rodrigo se levantó de la cama, se acercó a la maleta y sacó algo de ella, aunque no pude ver el que. Luego se acercó a mí, me hizo levantar y me estrechó entre sus brazos besándome. Sentí como cogía mis manos y me las colocaba en la espalda y me las ataba.

¿Qué haces? – Pregunté sorprendida.

No te preocupes, querida, vamos a disfrutar un poquito más. – Se limitó a contestarme.

Y así atada me hizo salir de la habitación. Alicia y Pablo nos seguían.

¿A dónde me llevaría, que sería lo que me esperaba en las siguientes horas...?

Erotikakarenc (del grupo de autores de TR y autora TR de TR).

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