Secretaria y amante (6: te voy a follar como...)
(Rodrigo me arrancó las bragas de un tirón y acercó su verga hasta mi agujero y de un solo empujón me penetró, sentí un dolor agudo entre mis piernas, pero el dolor del corazón aún fue mayor.)
SECRETARIA Y AMANTE (6: te voy a follar como te mereces)
Sexto capítulo de la serie, si quieres conocer toda la historia, el anterior capítulo puedes leerlo aquí: http://www.todorelatos.com/relato/44930/
La Sra. Becquer estaba tendida sobre la mesa, totalmente desnuda, mientras Rodrigo, desnudo de cintura para abajo, le metía su verga con fuerza una y otra vez.
Aquella visión aún me enfureció más. Mi amado, adorado e idolatrado Rodrigo, estaba follando con otra mujer. Sentí la tentación de irrumpir en la sala y echarle en cara su actitud, pero luego, pensándolo detenidamente, llegué a la conclusión de que no me convenía. Así que me quedé allí mirando como Rodrigo empujaba una y otra vez, haciendo que la Sra. Becquer arqueara la espalda excitada, mientras se acariciaba los senos. Vi como Rodrigo aceleraba el ritmo, señal inequívoca de que estaba llegando al éxtasis, momento en que sacó la verga de la húmeda vagina femenina, se la meneó unos segundos y roció la barriga de la Sra. Becquer con los estertores de su orgasmo. Ella se limpió, y tras eso ambos se arreglaron las ropas. Yo me quedé junto a la puerta, escondida tras la pared, esperando a que salieran de la sala. Oí a Rodrigo, justo en el momento en que abría la puerta, decirle a su supuesta amante:
Espérame en recepción mientras yo voy a mi despacho para hablar sobre un asunto con mi secretaria.
En ese momento con mi mejor actitud, me puse en medio del pasillo, como si me estuviera encaminando hacía la sala, y me topé con él de frente.
Vaya, estas aquí. Dijo sorprendido.
Sí, iba a buscarte.
¿Qué tal con el Sr. Reyes? Me preguntó.
Bien.
¿Ha firmado el contrato?
Sí.
Bien, pues entonces me voy a comer con la Sra. Becquer, no me esperes por aquí esta tarde, ya nos veremos luego Me dijo.
Sí, pero tenemos que hablar. Le dije.
Luego hablaremos. Me indicó siguiendo a la Sra. Becquer y dejándome con la palabra en la boca.
Comí con Laura, mi amiga y compañera, pero no le conté nada de lo sucedido aquel día, aún así, ella notó mi tristeza porque me preguntó:
¿Te pasa algo? Te veo muy cabizbaja hoy.
No, estoy bien. Le dije.
Venga, que te conozco. ¿No te habrás enfadado con el Sr. González?
No.
Pues algún problema tienes con él, estoy segura, esta mañana estabas muy contenta.
No es nada, ahora no tengo ganas de hablar de eso. Dije tratando de zanjar aquel tema.
Esta bien, cuando tengas ganas ya sabes donde estoy.
Sí, gracias Laura y perdona. Le dije para disculpar mi actitud en aquel momento.
No te preocupes, querida. Todas tenemos un mal día.
Durante la tarde estuve sola en el despacho, dándole vueltas una y otra vez a la misma imagen, la de Rodrigo follando a aquella mujer. Y poco a poco los celos iban creciendo en mí. Cuando llegué a casa sólo pensaba en ducharme y descansar, pero tras abrir la puerta, ví luz en el comedor. Entré, y en el sofá estaba Rodrigo esperándome (hacía unos días que le había dado una llave de mi piso).
Hola querida. Me saludó.
Hola, ¿qué haces aquí? Le pregunté con cierto tono de reproche.
¿No querías que habláramos?
Sí.
Entonces, ¿qué querías?
Te he visto follando con la Sra. Becquer.
Sí, ¿y qué? Me preguntó No me digas que estás celosa.
No, pero creía que tú y yo teníamos una relación y...
Se rió estruendosamente. Y añadió:
Venga putita, no me vengas ahora con esas estupideces de la fidelidad. ¿Qué pasa, el negro ese no te ha dado suficiente caña? Me preguntó cínicamente - ¿Es eso, quieres más? Ese papel de mujer celosa, no te va, putita. Anda, ven aquí que te dé tu buena ración de polla. Me dijo, cogiéndome del brazo y zarandeándome para hacerme caer al suelo de rodillas, frente a su sexo.
Se bajó la cremallera del pantalón mientras yo intentaba protestar:
Pero yo...
Anda, mama, puta. Me ordenó.
No, yo...
Acercó su verga a mis labios y me obligó a tragarla gritándome:
¡Vamos, zorra, hazlo como tú sabes!.
En aquel momento me di cuenta del monstruo que era Rodrigo, de que todo aquel amor encubierto, había sido sólo eso, encubierto, una farsa para lograr de mí lo que probablemente su mujer no le daba, el sexo más perverso. Un par de lágrimas empezaron a caer por mis mejillas al comprenderlo.
Forzadamente y sin ningún tipo de deseo empecé a lamer aquel pene, justo en el mismo instante que mi corazón se deshacía en mil pedazos. Traté de hacerlo lo mejor que pude, a pesar de las pocas ganas que tenía. Rodrigo empezó a excitarse y gemir. Parecía que le gustara tenerme sometida a sus deseos, incluso más que otras veces, ya que su verga estaba más dura y excitada.
Repentinamente, tiró de mi pelo y me hizo levantar diciendo:
Vamos, putita, te voy a follar como te mereces.
Me llevó hasta el sofá que teníamos enfrente mientras yo trataba de zafarme y protestaba:
No, por favor, Rodrigo, no.
Vamos, arrodíllate sobre el sofá, porque te voy a dar lo que quieres.
Obedecí muy a mi pesar y me puse de rodillas sobre el sofá dándole la espalda. En pocos segundos empezó a empujar contra mí una y otra vez, haciendo que su sexo entrara y saliera, mientras un par de lágrimas caían por mis mejillas. Protestar ya no servía de nada, él estaba enloquecido, parecía otro hombre muy distinto a aquel que me había hecho el amor en la cocina de aquel mismo piso un mes antes.
Ahora me estaba follando y además, forzadamente, sin que yo lo deseara. Como podía, aguantaba aquel suplicio, mientras él parecía disfrutar más que nunca. Acarició mis senos mientras empujaba sin parar, luego deslizó su mano hasta mi clítoris y lo acarició con un par de dedos, pero sin lograr arrancarme un solo gemido de placer o deseo. Sentí como sacaba su verga de mi vagina y abriendo mis nalgas lo dirigía hacía el agujero trasero, forzándome también por él.
Seguro que el negro no ha podido follarte este agujero ¿verdad? Y eso es lo que quieres ¿eh, zorrita? La tenía demasiado grande ¿verdad?
¡No, no! Un doloroso y asustado gemido, salió de mi garganta. Y mis ojos se inundaron por completo. El dolor era casi insoportable.
Rodrigo siguió empujando también por aquel agujero hasta que logró el orgasmo y me llenó con su leche. Un amargo sentimiento de odio me llenó por completo en aquel momento.
Una vez saciada su sed de sexo, Rodrigo se apartó de mí, se vistió y yo me caí sobre el sofá quedándome tumbada y acurrucada sobre él. Me sentía sucia y ultrajada y sólo quería de Rodrigo se fuera de allí, que me dejara sola y que no volviera más.
Bien, zorrita, ha sido un placer. Tengo que irme. Dijo cínicamente.
Acercó su boca a la mía y me dio un suave beso en los labios que no pude corresponder, pero él ni se inmutó, lo tomó como algo normal o quizás no le importó. Para él era sólo un trozo de carne al que se follaba cuando le apetecía, me lo acababa de dejar claro con su actitud.
Oí como cerraba la puerta saliendo del piso y me quedé quieta abrazándome a mi misma mientras lloraba. Me sentía ultrajada, maltratada y utilizada.
A los poco minutos sentí la necesidad de ducharme, quitarme aquella suciedad que sentía en mi cuerpo, la inmundicia de las caricias del hombre al que había amado y al que empezaba a odiar.
Me duché y después de hacerlo, busqué en mi bolso la tarjeta que Pedro me dio. Durante unos minutos estuve sentada en el sofá observándola, pensando en si debía llamarle o no y recordando sus palabras: "Si me necesitas o quieres repetir esto, llámame". Evidentemente en aquel momento no quería repetir la experiencia vivida aquella mañana, pero si sentía que le necesitaba, que necesitaba hablar con alguien y sobre todo, alguien ajeno a mi vida y a mi entorno. No sé porque pero en aquel momento no me veía capaz de confiar en Laura, pero si de hacerlo en Pedro, y su oscura mirada negra. Cogí el teléfono y marqué el número. Aquella dulce voz con acento cubano me contestó:
¿Diga?
Pedro, soy yo, Carla, la secretaria...
Sé quien eres - me cortó.- ¿Cómo olvidarte? Me trataste muy bien.
Tú a mí también Le dije Y siento que necesito a alguien con quien hablar, es que Rodrigo...
No sabía como decirlo, un nudo en mi garganta y el dolor de aceptarlo me lo impedían.
¿Qué te ha hecho? Preguntó Pedro al oír como rompía a llorar, adivinando que algo no iba bien.
Me ha violado, me ha forzado.
Tranquila. Dime donde vives y voy enseguida.
Le di mi dirección y en menos de media hora, estaba llorando en sus brazos. Trató de tranquilizarme, y de convencerme de que acudiera a la policía a denunciarle, pero no lo logró. Pensé que la policía no me creería si sabía que Rodrigo y yo manteníamos una relación amorosa fuera del trabajo y por otro lado estaba la posibilidad de perder el trabajo y en aquel momento no podía permitírmelo, porque estaba pagando aquel piso.
Pedro lo comprendió y supongo que debido a la poca confianza que aún teníamos no quiso insistir en aquello. Tras eso me llevó a la cama y se quedó junto a mí hasta que me dormí.
Cuando desperté por la mañana, encontré una nota sobre la almohada que decía:
Ya sabes, si me necesitas llámame.
Después del desayuno llamé a la oficina diciendo que no me encontraba bien y que no iría a trabajar. Me quedé acostada en la cama el resto del día, no me apetecía hacer nada. A mediodía apareció Pedro con la comida y me obligó a comer a pesar de que yo no tenía hambre. Luego volvió a marcharse y a las seis de la tarde volvió a sonar el timbre. Tranquila y pensando que de nuevo sería Pedro, fui a abrir.
¡Hola putita! Me saludó mi jefe con tranquilidad, como si el día anterior no hubiera sucedido nada entre nosotros.
¿Qué quieres? Le pregunté enfadada.
Quiero que hagas la maleta, nos vamos a pasar el fin de semana juntos ,con unos amigos, en una casa de campo.
¿Ahora? ¿Después de lo de ayer? ¿Pero tú crees que voy a querer ir contigo?
Claro que vas a venir, sabes lo que te conviene, además, bien que te gustó lo de ayer. A las putitas como tú les encanta que las fuercen. Dijo cínicamente.
Yo me quedé anonadada al escuchar aquello.
Venga, prepara la maleta, tenemos que irnos cuanto antes.
Y ¿Si no quiero? Traté de desafiarle.
Vas a querer, putita, o te quedarás sin trabajo si no lo haces. Agregó llevándome en volandas del brazo hasta la habitación.
Finalmente obedecí, ya que en el fondo de mi corazón seguía enamorada de él y pensé que quizás aquel fin de semana juntos podría solucionar la maltrecha situación de las últimas 24 horas.
Hice la maleta, me vestí y media hora más tarde salíamos de la ciudad en dirección a aquella casa. Un lugar donde me esperaban nuevas experiencia...
Erotikakarenc (del grupo de autores de TR y autora TR de TR).
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