Secretaria y amante (5: Quiero que seas mía)

Me tendió la mano y se la cogí, luego me hizo sentar sobre sus piernas y acarició mis muslos y mis nalgas con delicadeza, mientras con la misma delicadeza lamía mis pezones.

SECRETARIA Y AMANTE (5: Quiero que seas mía).

Quinto capítulo de la serie, si quieres conocer toda la historia, el anterior capítulo puedes leerlo aquí: http://www.todorelatos.com/relato/44734/

A las 12 en punto apareció un chico de color, de unos treinta años, con traje y corbata y muy atractivo; y con acento cubano me dijo:

Soy Pedro Reyes, creo que el Sr. González me está esperando.

Sí, señor. Ahora mismo el anuncio – Respondí sin dejar de mirar aquellos intensos ojos negros.

Me dirigí a la puerta del despacho, llamé con los nudillos y cuando Rodrigo me indicó que podía abrir, lo hice.

El Sr. Reyes está aquí.

Bien, pasad.

Lo hice pasar. Mientras yo aguantaba la puerta para que él entrara, no pude evitar mirar su trasero, que en realidad poco se vislumbraba bajo la chaqueta del traje, pero lo suficiente para adivinar que poseía unas hermosas y redondas nalgas.

Pasamos ambos y yo cerré la puerta con llave. Tras sentarnos, Rodrigo le ofreció el contrato que ya tenía preparado al cliente.

Bien, está en los mismos términos que el que tenemos con el Sr. López, ¿Sí quiere revisarlo?.

El cubano lo leyó y tras unos minutos, dijo:

El Sr. López dijo que me dispensaríais el mismo trato que a él la última vez que estuvisteis aquí.

Por supuesto que sí. – Dijo Rodrigo, acercándose a mí.

Con un gesto me hizo levantar.

¿Verdad, cariño? – Me preguntó.

Nerviosa como estaba, afirmé y me puse en pie, adivinando lo que aquellos dos hombres deseaban.

¿Me ayudas? – Le pregunté a Rodrigo mostrándole la cremallera de mi vestido, que enseguida me desabrochó.

Me bajó los tirantes del vestido y besó mi hombro dejando caer el vestido, luego miró al negro que seguía sentado en la silla y le preguntó:

¿A que es hermosa?

Rodrigo me desabrochó entonces el sujetador y acarició mis senos, pegando su sexo erecto a mi culo. El negro empezó a acariciarse el sexo por encima de la tela de su pantalón, lo que animó a Rodrigo a quitarme las braguitas y acariciar mi sexo. Yo empezaba a estar excitada, a pesar de los nervios y de sentirme extraña ante aquel cliente, también me sentía excitada y deseaba ver su sexo negro y excitado y palparlo, tocarlo, besarlo y adorarlo. Esta vez deseaba a aquel hombre, no era como la vez anterior en que me había sentido sucia y utilizada al ser follada por otro hombre, esta vez lo deseaba. Sentí como la mano de Rodrigo hurgaba en mi sexo y me estremecí, lo que hizo que el cubano se excitara más y sacara su miembro erecto.

Me quedé estupefacta, jamás había visto algo de aquel tamaño. Bien, sí en alargada que tendría unos 20 cm. pero no en anchura de debía medir unos tres o cuatro centímetros de diámetro. Y entonces aún la deseé más.

Rodrigo me hizo arrodillar frente a Pedro e instintivamente, cogí la verga por la base y acerqué mi boca.

Muy bien, putita. – Dijo Rodrigo, restregando su verga por mi vulva.

Empecé a lamer la polla del negro, mientras mi jefe, detrás de mí, acariciaba todo mi cuerpo. Sin darme cuenta se había desnudado completamente y sentía su piel pegada a la mía. ¡Qué agradable sensación! Por un momento deseé ser poseída por aquellos dos hombres a la vez. ¿Qué me estaba pasando, me estaba convirtiendo en una puta?. Traté de apartar aquellos pensamientos de mí, en aquel momento debía concentrarme en el placer que inundaba aquel despacho.

Pero repentinamente, la música del móvil de Rodrigo me distrajo. Rodrigo se apartó de mí para cogerlo murmurando:

¡Maldita sea! Y tú sigue, puta. – Me ordenó.

Yo continué saboreando la verga de aquel negro, tenía un sabor diferente a la de cualquier blanco y eso me excitaba aún más. Oí que Rodrigo hablaba con alguien y le decía que en ese momento no podía ir porque estaba ocupado, la otra persona parecía tener urgencia por verle.

Está bien. Ahora voy.

Rodrigo colgó el teléfono y mientras se vestía dijo:

Tengo que dejaros solos, tengo que atender a alguien que no puede esperar.

Tranquilo, tu secretaría me está dando el trato convenido – Dijo en cubano, mientras ponía su mano sobre mi cabeza y me obligaba a seguir con aquel trabajo bucal.

Rodrigo salió del despacho. Saqué la verga de mi boca y le dije al cubano.

Espera, voy a cerrar.

Cerré la puerta con llave de nuevo, y me encaminé hacía donde estaba Pedro, que se había quitado el pantalón y el slip dejando libre su miembro.

Ven aquí, preciosa. – Me indicó. – Quiero que seas mía.

Me tendió la mano y se la cogí, luego me hizo sentar sobre sus piernas y acarició mis muslos y mis nalgas con delicadeza, mientras con la misma delicadeza lamía mis pezones. Aquella actitud tan caballeresca me encantó.

Acerqué mi sexo al suyo y lo restregué, deseaba tenerlo dentro, pero a la vez, deseaba demorar aquel momento, sentir aquella pasión un poco más. Sentir el respeto con que aquel hombre me trataba. Pero supongo que su excitación era tan fuerte o más que la mía, porque guió su verga hasta mi agujero y muy despacio me penetró, yo le ayudé, y me dejé caer sobre aquel pene, que me llenó por completo.

Ambos gemimos al sentirnos el uno dentro del otro, y empecé a cabalgar sobre aquel placentero instrumento. Pedro me sujetaba por las caderas ayudándome a subir y bajar, mientras trataba de chupar uno de mis pezones. Me sentía en la gloria, notando como aquel sexo masculino entraba y salía de mí, como me llenaba la vagina por completo y como las paredes de esta lo estrujaban. Por un momento olvidé que estaba con un cliente de Rodrigo en su despacho, fue justo en el momento en que sus negros ojos se cruzaron con los míos y no pude evitar pegar mis labios a los suyos y besarle, mientras me abrazaba con fuerza a él. Estabamos a punto de corrernos, cuando él me hizo levantar, sacando su pene de mí, me inclinó sobre la mesa y sentí que acariciaba mi ano.

No – Musité.

Tranquila – Me susurró al oído. – Lo intentaré, pero sino no entra no lo haremos. ¿Vale, preciosa?

Vale – Acepté. Aquella delicadeza en su forma de actuar, aquel respeto hacía mí, me halagaban.

Sentí como trataba de dilatar mi ano introduciendo un par de dedos y moviéndolos en sentido rotatorio, lo que hizo que mi culo se contrajera. Estaba sumamente excitada y deseaba más, mucho más, quería que nuestros cuerpos se unieran en el placer supremo. Supongo que al ver que mi agujero cedía, lo animó a intentarlo, frotó su pene contra la humedad del mío y luego lo dirigió hacía mi agujero anal y empezó a empujar.

¡Ay! – Gemí al sentir cierto dolor por la presión.

Pedro retiró su miembro y siguió acariciando el agujero con sus dedos. Al rato, de nuevo volvió a intentarlo, y de nuevo no lo logró.

Esta bien. – Dijo. – Tal vez otro día.

Y entonces sentí como de nuevo me penetraba vaginalmente y pegaba su cuerpo al mío, me abrazó y me empujó hacía sí, quedando sentado sobre la silla, conmigo encima. Y empezó a torturarme placenteramente, haciendo que aquel instrumento entrara y saliera lentamente de mí. Sentí su labios en mi cuello, lo que me hizo estremecer aún más y lograr que el placer y el deseo se extendieran en todo mi cuerpo. Sus manos acariciaron mis senos y noté como con una de ellas descendía hasta mi clítoris y lo acariciaba suavemente. Estaba a punto de explotar y en sólo unos segundos empecé a gemir y convulsionarme extasiada, las paredes de mi vagina estrujaron su verga y también él se corrió dentro de mí.

Extasiado, agotados y felices, terminamos de sentir los últimos estertores de aquel orgasmo y nos separamos. Ambos nos vestimos. Luego, Pedro cogió los papeles del contrato y firmó diciendo.

No necesito más argumentos para convencerme.

Tras eso, se giró hacía mí, me cogió una mano y depositó un tierno beso en el envés.

Ha sido un placer, preciosa.

El placer ha sido mío. – Le dije.

Nuestros ojos volvieron a cruzarse y sentí un escalofrío recorriendo mi cuerpo. ¿Por qué esta vez no me había sentido sucia, e incluso había olvidado que Rodrigo había vuelto a entregarme a otro hombre?.

Pedro sacó su cartera del bolsillo de la chaqueta, sacó una tarjeta y me la tendió diciéndome:

Si me necesitas o quieres repetir esto, no dudes en llamarme.

Sin duda lo haré. – Agregué yo.

Nos acercamos a la puerta y mientras yo abría él me dijo:

Despídeme del Sr. González.

En aquel momento la magia se esfumó y Rodrigo volvió a mi mente. El muy cabrón me había dejado sola con aquel cliente. Acompañé a Pedro hasta el ascensor y antes de que las puertas se cerraran me lanzó un beso.

Luego me dirigí furiosa hasta la recepción y le pregunté a la recepcionista:

¿Has visto al Sr. González?

Sí, creo que está en la sala de juntas con la Sra. Becquer

Me encaminé hacía la sala de juntas y al llegar la imagen que ví a través del cristal, detrás de la cortina de lamas semiabierta, me dejó pasmada...

Erotikakarenc (del grupo de autores de TR y autora TR de TR).

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