Secretaria y amante (3)

Saber que alguien nos observaba, nos empujaba a demostrarle hasta que punto llegaba nuestro deseo, a desafiarle a que se excitara con nosotros.

SECRETARIA Y AMANTE 3.

Tercera parte de este relato del cual podéis leer las dos primeras partes en las siguientes direcciones:

Secretaria y amante: http://www.todorelatos.com/relato/44115/

Secretaria y amantes 2: http://www.todorelatos.com/relato/44280/

Tras cerrar la puerta, mi jefe nos indicó:

Bien, siéntate, Antonio, y tú también Carla.

Ambos nos acercamos a las sillas que había frente a la mesa enfrente de Rodrigo. Yo estaba muy nerviosa, cada vez más. El Sr. López me miró de arriba abajo, como si quisiera estudiarme. Me sentí incómoda ante su mirada.

Nos sentamos y Rodrigo y el Sr. López empezaron a hablar.

Bien, seguí tus indicaciones y tenias toda la razón. Puedo decir que el negocio ha salido redondo.

Yo no entendía muy bien de que hablaban, pero las miradas que Rodrigo me echaba me tenían excitada y a la vez preocupada, ya que parecía comerme con los ojos, y eso delante de un cliente tan importante como el Sr. López, me molestaba un poco.

Era algo que saltaba a la vista. – Le indicó el Sr. López.

Supongo que querrás verlo con tus propios ojos. – Dijo Rodrigo poniéndose en pie.

Por supuesto, era parte del trato. – Afirmó el Sr. López, mientras Rodrigo se acercaba a mí y se bajaba la cremallera del pantalón sacando su erecta verga.

Pero... – Intenté protestar algo desorientada por lo que estaba sucediendo.

Vamos, cariño, demuéstrale al Sr. López lo bien que lo haces.

De repente me sentía avergonzada y como un objeto al que Rodrigo estuviera exponiendo antes uno de sus mejores clientes. Rodrigo acercó su verga erecta a mi boca y rozó mis labios mientras me observaba con mirada inquisidora, así que abrí la boca y recibí aquel sexo. El Sr. López, quieto en su silla, nos miraba.

Cerré los ojos y traté de olvidar que tenía al lado a alguien que me observaba. Intenté concentrarme y empecé a lamer la erecta verga.

Ves, es toda una putita. – Le indicó Rodrigo al Sr. López.

Aquello me desconcentró un poco. Miré a Rodrigo a los ojos y me indicó con un leve movimiento de cabeza que lo estaba haciendo bien. Continué lamiendo aquella verga, mientras en mi cabeza un montón de ideas y sentimientos me apabullaban. De repente, mi jefe había dejado de ser esa persona atenta y maravillosa de la que me había enamorado, pero a la vez, sentía que seguía enamorada de él y que precisamente por eso no pude decirle que no a lo que estaba sucediendo en aquel instante. Además, sabía que mi trabajo dependía de todo aquello y que si decía que no me quedaría a dos velas y sin poder pagar el piso que acababa de comprarme hacía un par de meses. Así que seguí lamiendo aquel erecto tronco mientras Rodrigo gemía excitado.

Poco a poco me iba excitando y sentía que mi sexo se humedecía cada vez más y que empezaba a desear más y más. Era algo que no podía evitar. Aunque hubiera alguien observándonos en algo tan íntimo como hacer el amor, deseaba que Rodrigo me desnudara y me hiciera suya y él sabía que yo lo deseaba, creo que podía verlo a través de mis ojos, de mis gemidos, de mi cuerpo contoneándose ante él. Por eso me hizo levantar y me desabrochó el vestido camisero que llevaba, dejando al descubierto mi cuerpo semidesnudo.

¿Tiene un buen cuerpo, verdad? – Preguntó al Sr. López, que afirmó con la cabeza.

A continuación, Rodrigo me bajó las bragas y tras ponerse en pie junto a mí, metió sus dedos entre mis piernas, buscando mi vulva húmeda y caliente.

Y, además, es una ardiente putita, esta más húmeda que un lago. – Le indicó.

Era cierto, a aquellas alturas ya nada me importaba, sólo ser poseída por él, por mi hombre.

Rodrigo se sentó sobre la silla que yo había dejado libre y aguantando su erecto mástil me dijo:

Anda, ven aquí putita, y demuéstrale al Sr. López lo bien que sabes follar.

Ni siquiera me lo hice repetir dos veces, me acerqué a Rodrigo, me coloqué sobre sus piernas, guié su verga hacía mi húmedo agujero y descendí despacio sobre ella. Me quedé quieta un rato sintiendo aquella polla llenándome. Momento que Rodrigo aprovechó para, desabrochando y apartando el sujetador, acariciar y sobar mis senos con furia.

Empecé a moverme, a cabalgar a mi macho, sintiendo como su sexo entraba y salía de mí, como resbalaba por las paredes de mi vagina. Le abracé por el cuello y observé al Sr. López que seguía mirándonos sin perder detalle, mientras se acariciaba el sexo por encima de la tela del pantalón. Sentirme observaba y saber que la persona que me observaba se estaba excitando, aún me excitó más, lo que provocó que cabalgara más rápidamente sobre Rodrigo y empezara a gemir.

Muy bien, putita, eso es, demuéstrale al Sr. López lo puta que eres y la razón que tenía cuando me lo hizo entrever.

Yo seguía en mi imparable camino hacía el placer. Rodrigo acariciaba mi espalda y gemía empujando hacía mí, para que su verga me penetrara más y más. Creo que ambos disfrutábamos de aquella situación. Saber que alguien nos observaba, nos empujaba a demostrarle hasta que punto llegaba nuestro deseo, a desafiarle a que se excitara con nosotros. Volví a observar al Sr. López y vi que había sacado su erecta verga de su refugio y que se la acariciaba mientras seguía observando como follábamos Rodrigo y yo. Aquello aún me excitó más, por lo que aceleré mis movimientos sobre Rodrigo y ya no pude parar. Rodrigo y yo nos abrazamos y ambos empezamos a empujar en una intensa batalla por alcanzar el orgasmo, que no tardó mucho. Yo fui la primera en alcanzarlo, entre espasmos y gemidos de placer. Jamás antes sentí un orgasmo tan intenso como aquel, Rodrigo no tardó mucho, sólo un par de empujones más, para derramarse dentro de mí.

Cuando ambos estuvimos totalmente satisfechos, observamos al Sr. López que seguía manoseándose su verga con desespero.

Anda, cielo, porque no le haces un pequeño favor al Sr. López y le demuestras lo que puedes hacer con tu boca. – Me propuso Rodrigo tras darme un apasionado beso en los labios.

Y casi como una autómata, me levanté, me arrodillé frente a nuestro cliente y mirón, cogí su verga entre mis manos y acerqué mi boca al glande que empecé a lamer suavemente. Me lo introduje en la boca y seguí chupeteándolo, saboreándolo. Tenía un sabor distinto al de Rodrigo. Lo miré y le ví observándome desde la silla, parecía feliz y contento de poder demostrarle a aquel cliente que tenía una amante diestra en las artes amatorias. El Sr. López empezó a gemir. Sentí como su verga se hinchaba dentro de mi boca y como empezaba a salir el líquido preseminal, así que seguí chupando y aplicándome en la labor, hasta que sentí como explotaba, derramando su leche en mi boca, que traté de tragar tan rápidamente como pude.

Finalmente, el Sr. López se quedó apoyado en la silla jadeando, mientras yo me incorporaba.

Rodrigo me dio una sonora palmada en las nalgas y me dijo:

Muy bien, querida, ya puedes vestirte y dejarnos solos.

Me vestí y antes de salir del despacho Rodrigo me dijo:

Pide una mesa para tres en el restaurante de la esquina que luego iremos a comer.

De acuerdo.

Salí del despacho aún algo desorientada por lo sucedido y me dirigí al baño. Me mojé la cara con agua, me refresqué e intenté quitarme aquella extraña sensación que sentía de haber sido utilizada por aquellos dos hombres. Pero evidentemente todos los esfuerzos fueron inútiles, la sensación no desaparecía, porque eso era lo que había sucedido en aquel despacho unos minutos antes, aquellos dos hombres y sobre todo mi querido y adorado Rodrigo, me habían utilizado a su antojo como a una puta. Estaba inmersa en aquellos pensamientos cuando entró Laura la secretaria del Vicepresidente y nada más verme me preguntó:

¿Te pasa algo? Estas muy blanca.

No, no pasa nada, estoy bien.

¿De verdad, estas segura?

Sí, gracias, he tenido un pequeño mareo – mentí – Pero ya se me ha pasado.

Bueno, si necesitas algo, ya sabes, no tienes más que decírmelo. – Laura y yo éramos buenas amigas, nos conocíamos desde el día que entré en la empresa, ella sabía perfectamente que yo estaba enamorada de Rodrigo, como también sabía que en las últimas semanas habíamos iniciado una relación.

Sí, muchas gracias.

Salí del lavabo y volví a mi despacho. Llamé al restaurante y reservé la mesa. Luego traté de concentrarme en el trabajo aunque me resultó bastante difícil, ya que no podía dejar de pensar en lo sucedido y en lo que podría pasar tras la comida con Rodrigo y el Sr. López. Porque estaba segura que después de esa comida, pasaría algo más, lo había visto en los ojos de Rodrigo, había pensado en algo tan o más perverso que lo sucedido en aquel despacho.

Casi a la hora de comer, salieron ambos del despacho con una sonrisa de oreja a oreja y bromeando.

¿Vamos a comer? – Me preguntó Rodrigo.

Sí.

Recogí mis cosas y salimos del despacho.

La comida fue bastante tranquila, aunque tanto Rodrigo como el Sr. López estuvieron muy atentos conmigo y sobre todo parecía que compitieran entre ellos por conseguir acaparar mi atención. Una vez terminada la comida y después de que Rodrigo pagara, salimos del restaurante y yo iba a dirigirme de nuevo hacía el edificio donde estaban nuestras oficinas cuando Rodrigo me preguntó:

¿Dónde vas?.

Al despacho. – Le contesté.

No, no volveremos al despacho. Hemos pensado que sería mejor ir a echarse la siesta. ¿Verdad, Ricardo? – Dijo mi jefe mirando al Sr. López.

Sí – Respondió este.

Así nos dirigimos al coche del Sr. López y tras subir en él, salimos del centro de la ciudad. Yo estaba desorientada, no sabía a donde íbamos, pero poco a poco iba atando cabos y descubriendo lo que mi jefe y su amigo habían planeado...

Erotikakarenc (del grupo de autores de TR y autora TR de TR).

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